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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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Raoul estaba sentado en el suelo en el lado opuesto de la habitación, apoyado contra la pared con las rodillas hacia el pecho y las manos en las orejas. Su mirada vacía apuntaba al frente, pero no se dio cuenta del hombre que lo miraba con perplejidad.

‘Esa sufrida criatura no se parece en nada al Blondie descarado y seguro de sí mismo que me fastidió con preguntas comprometedoras hace sólo unos días’, pensó Guy.

Despertar sus instintos primarios latentes a través del sexo, era la misión que le habían encomendado. Tuvo que repetirla internamente unas cuantas veces para asimilarla. No tenía ni idea de cómo empezar, pero seguramente la ropa sería un estorbo, así que se desnudó y la dejó doblada en la silla junto a la puerta.

Lo primero que llamó su atención fue la expresión de dolor, miedo y desconcierto de Raoul. Al recordar el rostro relajado y afable del rubio con el que tan abiertamente se había confiado, Guy sintió un gran deseo de aliviarlo de tanto sufrimiento. Se arrodilló frente a él y extendió la mano para acariciar su mejilla, pero el Elite se estremeció como si ese contacto hubiera traído consigo una descarga eléctrica.

"Lo siento", susurró el mestizo mortificado.

Se le había explicado que Raoul no podía ni oír ni ver y que cualquier palabra sería en vano, pero Guy decidió que de todas formas sería abierto y sincero. Como lo fue durante la cena.

"Sabes, no he estado con nadie durante muchos años. He tenido algunos compañeros de cama después de Riki, pero ninguno que realmente me importara. Eran más intercambios de favores que otra cosa. No sé si realmente quieres hacer eso conmigo, pero prometo ser el más atento y cariñoso de los amantes hoy. Sólo... no me mates, ¿vale?"

Como era de esperar, no hubo respuesta. Guy actuó por instinto, se inclinó sobre él y le besó los labios. Raoul jadeó, pero permaneció inmóvil. Sintiendo que estaba en el camino correcto, profundizó el beso transformándolo en un juego de lengua, dientes y labios.

Al pensar en Iason y Riki juntos íntimamente, más de una vez Guy se había horrorizado - la idea de un androide y un hombre teniendo sexo siempre le había parecido antinatural - sin embargo, la humedad de la boca de Raoul era dulce y agradable. Aquel beso fue el más verdadero y puro que jamás había sentido. Le produjo un cosquilleo en la piel e hizo palpitar su corazón. Como un primer beso.

Lo abrazó, rodeando su torso con su único brazo. Desde tan cerca podía percibir el ritmo acelerado de su corazón y la frenética sucesión de sus excitadas respiraciones. Lo tomó de la mano invitándolo a levantarse y lo llevó a la cama. Luego, se tomó unos minutos para mirar su cuerpo desnudo acostado.

Raoul era divino. Una sinfonía armoniosa de miembros bien proporcionados combinados con una musculatura tonificada pero delicada al ojo. Era delgado en el punto correcto; su piel de color rosa claro se veía lisa y sin la menor imperfección incluso en la penumbra; sus rizos dorados se extendían sobre la almohada como olas de mar iluminadas por el sol. El órgano que yacía relajado entre sus piernas era tan imponente que hizo que el mestizo se excitara. El único indicio de su malestar estaba en el temblor involuntario de sus músculos tensos y en su esternón subiendo y bajando demasiado rápido.

Guy se acostó sobre él para calmarlo, pero ocurrió algo inesperado. El dulce olor del androide, combinado con la fragilidad que mostraba en ese momento, tuvo el efecto de romper sus escudos protectores.

Guy no había llorado. No por la partida de Riki, no por los celos, no por las atrocidades de Dana Burn, no por la pérdida de su brazo. Pero ahora, arrullado por la fascinación magnética de aquel poderoso ser reducido a un estado de quebranto y debilidad, se dejó llevar. Unas tibias lágrimas cayeron de los ojos del mestizo sobre el rostro y el cabello de Raoul, acompañados de sollozos silenciosos.

Lo besó de nuevo, un beso que sabía a sal. Entonces empezó a moverse frotando su cuerpo con el que tenía debajo. El pene de Raoul, durante demasiado tiempo ignorado, se llenó de sangre. "Te gusta esto, ¿no? ¿Qué más te gusta?" Acarició su rostro aristocrático y peinó con los dedos sus suaves mechones dorados.

Esta vez, el androide no retrocedió ante su toque. Ya ni siquiera intentaba taparse los oídos con las manos. Era una buena señal.

Guy trazó un rastro de suaves besos desde el cuello hasta el pecho, desde el estómago hasta la ingle, pasando por el ombligo y los pezones de Raoul. Se arrodilló entre sus piernas, cogió suavemente su pene erecto y lo besó en toda su longitud.

Los músculos de la cara del rubio se relajaron, sus pupilas se estrecharon. La mueca de dolor que distorsionaba su boca se suavizó, adoptando contornos regulares.

Guy rodeó el glande con los labios, se llenó las mejillas de saliva, abrió la garganta y descendió sobre la hombría del androide hasta donde le permitía el espacio de su cavidad bucal. Comenzó a moverse en ambas direcciones y a aumentar gradualmente la velocidad, chupando y ayudándose de vez en cuando con la mano para cubrir toda la majestuosa longitud.

El temblor muscular que hasta ahora no había dejado de involucrar a todo el cuerpo de Raoul cesó, sustituido por los gemidos y jadeos normales de un amante invadido por el placer al recibir una felación.

El Elite cerró los ojos y se aferró a las sábanas. Dobló las rodillas y empujó con los pies el colchón. Arqueando la espalda llegó al clímax rápidamente, disparando su primera semilla en la caliente boca que aprisionaba su sexo. El orgasmo original de Raoul.

Entonces, abrió los ojos como si despertara de una larga pesadilla y miró a su alrededor con incredulidad. "¿Qué está pasando?" Por fin en su plena conciencia, se centró en el humano que seguía entre sus piernas y lo reconoció. "G... ¿Guy? Cómo... aaaah..."

Sin piedad, el terrible grito volvió a destrozar sus nervios. El mestizo se abalanzó sobre él y lo besó de nuevo. "Ssssh", susurró, acariciando sus labios. "No hables, bombón, no pienses. Sólo siente. Concéntrate en lo que te estoy haciendo". Dicho esto, empezó a besarlo de nuevo. Le acarició el interior de la oreja con la punta de la lengua y lamió su cuello.

Temblando por las nuevas sensaciones y vencido por casi dos días de agonía en los que no había dormido ni comido, Raoul desconectó sus circuitos. Su respiración se regularizó y su cuerpo se relajó.

Tras comprobar que por fin se había dormido, Guy se deslizó fuera de la cama como un fantasma y lo cubrió con la sábana. Luego se vistió y en silencio salió de la habitación.

En el salón del lujoso departamento subterráneo, Riki corrió hacia él. "¿Y bien? ¿Funcionó?"

"Sí. Está durmiendo, creo que no siente más dolor".

Todos respiraron aliviados. Iason también se acercó. "Raoul necesitará tu asistencia hasta que se acabe la sentencia de Júpiter. Tenemos que mantener su lóbulo orgánico dominante y su lóbulo artificial latente. Si la parte lógica volviera a tomar el control, recaería en la agonía. ¿Podemos contar con tu disponibilidad?"

Guy se dejó caer en una silla. Aunque físicamente no estaba demasiado cansado, psicológicamente se sentía destruido. Acababa de violar a Raoul y tendría que seguir haciéndolo durante por lo menos .... ¿cuánto tiempo?

"¿Cuánto tiempo más?" Él preguntó.

"Cinco días y medio más. ¿Crees que puedes hacerlo?"

Guy no tenía elección. "Lo haré. ¿Puedo comer algo y descansar unas horas para recuperar las fuerzas?"

Riki corrió a la cocina y le encargó a Cal que le preparara algo.

Después de comer, Guy fue acompañado a la habitación de invitados. Era importante que se mantuviera cerca por si se necesitaba su pronta intervención.

"Nos turnaremos para vigilarlo. Si se despierta, iré a buscarte", explicó Riki, antes de cerrar la puerta y dejar que su amigo por fin descansara.

Iason lo estaba esperando en el sofá. "Nos estamos quedando sin habitaciones. Raoul está en la nuestra, en la de invitados pusimos a Guy y la tercera es de Cal. ¿Dónde vamos a dormir?" Preguntó el mestizo, acercándose a él.

"Tenemos un colchón inflable, podemos ponerlo en la biblioteca", propuso el Blondie con su habitual tono calmo y sedoso.

"¡Está perfecto! Vamos a fingir que estamos acampando. También necesitaremos ropa, la nuestra se quedó en el armario del cuarto".

"Le diremos a Cal que vaya a comprar más por la mañana".

Iason era fuerte. Mantenía una actitud lógica y una fachada de hielo inquebrantable en cualquier circunstancia. Sin embargo, Riki lo conocía lo suficiente como para saber que todo esto lo estaba poniendo a prueba.

Raoul había sido castigado por su contribución al plan de reconstrucción de Ceres, eso estaba claro para todos. El peso de la responsabilidad por el sufrimiento de su amigo y hermano más cercano debió ser intolerable para Iason. Pero él nunca lloraba, nunca gritaba de rabia, nunca se quejaba, nunca se desahogaba, nunca mostraba ansiedad o impaciencia.

Riki lo abrazó con fuerza, porqué estar cerca de él era lo único que podía hacer en ese momento para reconfortar su tristeza no expresada.

***

"No digas nada, bombón.

No hagas preguntas.

No importa dónde estás.

No importa lo que ocurre y por qué.

Lo único que importa es lo que te estoy haciendo.

¿Lo sientes?

¿Te gusta?

Si la respuesta es afirmativa, haz que la escuche.

Deja salir tu voz".

***

Cuando Raoul se despertó a la mañana siguiente, Guy estaba a su lado desnudo y recargado.

El agudo intelecto del androide entró en acción de inmediato y comenzó a analizar la absurda situación - se trataba de siglos de entrenamiento en la racionalidad - pero antes de que pudiera formular cualquier hipótesis, el grito letal volvió a desgarrarlo desde su interior.

Guy había estado planeando sus movimientos durante la noche y procedió drásticamente. Con los dedos rociados de lubricante, se metió entre sus piernas y los introdujo en su cavidad anal. Raoul profirió un pequeño grito de sorpresa, pero el martilleo en su cerebro se disipó por completo, dejando espacio al lado instintivo y animal.

El mestizo se tomó su tiempo. Sin prisas, agrandó su esfínter con los dedos y comenzó a moverlos en su interior. Tanteó su próstata y disfrutó de los pequeños gemidos y muecas en el rostro de Raoul, provocados esta vez por el placer y no por el dolor. Gemidos que aumentaron cuando Guy, sin retirar los dedos, comenzó a chuparle los testículos.

En cuanto hubo suficiente preparación, retiró los dedos, levantó su pelvis y lo penetró. "Vamos rubio, déjame oír cómo disfrutas", susurró, soplando a milímetros de su oreja mientras lo follaba lenta y profundamente.

Impregnado de esas nuevas sensaciones, Raoul ya no era un Elite entre los Elites ni el bioquímico jefe de Eos. No, sólo era un sexaroid. Un androide sexual recién nacido y sin memoria. Una criatura desprovista de razón y dominada sólo por sus propios impulsos.

El objetivo de Guy no era hacer que se corriera. Debía mantenerlo excitado para evitar que la mente lógica volviera a imponerse. La penetración lenta y constante hacía que el androide se acercara al clímax sin nunca llegar a consumirlo.

Ese estado de insatisfacción, provocado por permanecer al borde del placer y anhelar la liberación sin poder alcanzarla, era lo que se necesitaba para mantener vivo el lado instintivo y animal de Raoul el mayor tiempo posible. Era un suplicio para ambos, pero necesaria. El tormento de la consumación negada era preferible a la tortura del Grito de Júpiter.

***

Guy jugaba con Raoul. De vez en cuando salía de él, volviéndolo enfadado y inestable con ese vacío. Le acariciaba los pezones, estimulaba su órgano con lentas lamidas, le mordisqueaba los labios y los lóbulos de las orejas. Continuaba hasta que Raoul llegaba al borde de la eyaculación, y entonces se detenía. Esperaba unos minutos para dejar que el ritmo de sus pulsaciones disminuyera, y luego comenzaba a jugar de nuevo.

Era un tormento sádico, pero no podía permitirle venir y transformarse nuevamente en un ser racional. Para escapar del dolor causado por Júpiter, Raoul tenía que convertirse en una bestia enjaulada. Un ser de puro instinto frustrado porque se le negaba constantemente la liberación.

Raoul se había convertido en la mascota de Guy.

Así pasaban las horas. En medio de este juego sexual, el mestizo se las arregló para encontrar la manera de alimentar a Raoul. Le vendaba los ojos y le acercaba a los labios trozos de fruta fresca y seca, semillas, cubitos de queso. El hecho de no saber lo que le estaban metiendo en la boca y la vulnerabilidad de la falta de visión, combinados con la necesidad insatisfecha de liberación, habían creado las condiciones ideales para darle de comer sin despertar su mente racional. La alternativa habría sido una alimentación forzada por sonda, pero esto habría restringido sus movimientos y bajado el nivel de su libido.

Guy nunca se apartaba de su lado y se ocupaba de todas sus necesidades, incluidas las de aseo e higiene personal. Cuando tenía que ausentarse un momento - para ir al baño, comer o para coger un cuenco de agua, una toalla o algún otro objeto - le ponía un vibrador en el esfínter o un anillo con la misma función en el pene.

La bestia Raoul se retorcía y lloraba. Gritaba. Pedía ser liberada. Gemía y exteriorizaba todas sus emociones tanto de placer como de dolor. Era un ser de puro instinto, por lo tanto desprovisto de pudor o dignidad. Al anochecer, todo lo que quedaba de él era una maraña de miembros sudorosos e impotentes, cuyo órgano sexual duro e hinchado palpitaba con venas azules.

Guy lo tomaba en su boca y con unos pocos movimientos le concedía el ansiado orgasmo. El rubio expulsaba su copioso semen en numerosos chorros, gritando y gimiendo su liberación, y se dormía exhausto.

Luego, el mestizo se vestía, salía de la habitación y se sentaba exhausto en la mesa del salón, donde Cal le servía algo de comer.

Aunque Riki e Iason se morían por informaciones, no se atrevían a preguntarle porque a Guy, después de tantas horas de sexo sin parar, apenas le quedaban energías para sostener el tenedor. Sus baterías se habían agotado en el momento exacto de la liberación de Raoul.

Después de la cena, se iba a dormir a la habitación de invitados.

***

La recién nacida bestia interior de Raoul estaba creciendo y tomando conciencia de sí misma. Después de aprender que podía alcanzar la liberación por su cuenta, comenzó a rebelarse contra Guy. Le arañaba y le mordía. Un día lo golpeó tan fuerte que casi le rompió una costilla.

Entonces, Iason intervino encadenando sus muñecas al cabecero de la cama con correas de titanio que no podría romper.

***

Al amanecer del sexto día, Guy, Riki e Iason se reunieron en el salón para planificar que hacer.

Según la información en su poder, el castigo de Júpiter debía terminar esa misma mañana, pero no sabían la hora exacta en que el superordenador le concedería el alivio.

"Procede como de costumbre", instruyó Lord Mink. "Llévalo a la excitación y mantenlo en ese estado hasta media mañana. Luego, dale el clímax. En el momento exacto en que su mente artificial se imponga, sabremos si el grito de Júpiter sigue presente o no".

***

"Buenos días, bombón". Como cada mañana, Guy despertó a Raoul besándolo y pellizcándole los pezones. Sin prestar atención a sus gemidos de protesta acompañados de fuertes tirones en las esposas de titanio, le palmeó un poco el pene para favorecer la erección. "Creo que este es nuestro último día juntos. Entonces probablemente no querrás volver a verme. Pero no importa. Valió la pena".

Se acostó encima de él y le acarició la cara. Le encantaba su perfil esbelto y aristocrático. Sus profundos ojos verdes, tan llenos de fuego cuando estaban en las garras de los instintos animales y tan brillantes de inteligencia cuando estaban en posesión del razonamiento. Su pelo dorado, largo y sedoso. Su elegante y suave boca. Saber que probablemente sería la última vez que acariciaba esa cara lo llenó de tristeza.

"He decidido hacerte un regalo de despedida", él susurró, mordiéndole la oreja y haciéndolo temblar y arquearse de deseo.

Cogió un dilatador anal, básicamente un gran consolador, de la mesilla de noche y lo lubricó. Luego, con calma y con algo de esfuerzo - no estaba acostumbrado a objetos tan grandes - lo utilizó para penetrarse a sí mismo. Se tomó un par de minutos para adaptarse al cuerpo extraño que le llenaba las entrañas y volvió a concentrarse en Raoul.

"Eso es, amor, muy pronto estaré listo para ti". Se colocó entre sus muslos y comenzó a acariciar su ano con la lengua, preparándolo para recibirlo. Ensanchó el orificio y le masajeó la próstata con sus dedos lubricados. Finalmente, lo penetró y comenzó a moverse de la comprobada manera que mantenía al androide al borde del precipicio volviéndolo loco.

Raoul jadeó, gruñó y tiró de sus cadenas.

Guy se detenía de vez en cuando y aprovechaba para besarlo, acariciarlo y susurrarle palabras de consuelo, antes de seguir estimulándolo de esa manera tan insuficiente y sádica.

Alrededor de las once, hora en la que Iason le dijo que despertara su lóbulo racional, retiró el consolador de su cuerpo y esparció una buena cantidad de gel lubricante sobre el duro y erecto miembro del Elite. Se puso en cuclillas sobre él y se empaló lentamente, respirando y resistiendo el dolor.

Sin perder de vista los profundos ojos esmeralda de Raoul, comenzó a moverse en ambas direcciones hasta que el rubio, ya exhausto, alcanzó la liberación. Con unos cuantos manoseos bien dirigidos se corrió a su vez, gritando y derramando semen sobre el pecho de su involuntario amante.

Era la primera vez para Guy. En los pasados seis días, su prioridad había sido evitar que Raoul encendiera su intelecto. Nunca había buscado su propio placer. Se había contenido para permanecer alerta y lúcido.

Aprovechando los pocos minutos en los que la bestia Raoul - todavía presa de los espasmos postcoitales - dominaba sobre el intelecto, Guy corrió al baño y se lavó rápidamente. Humedeció una toalla con agua tibia y la utilizó para limpiar el esperma y el sudor del cuerpo del androide. Lo cubrió con la sábana, se vistió y se sentó en la silla junto a la cama.

Pasaron un par de minutos antes de que algo en la mirada de Raoul cambiara. Guy supo inmediatamente que la bestia se había ido para siempre y que Lord Am había regresado. El grito se había disipado.

El Blondie miró a su alrededor confundido y comenzó a analizar la situación.

Estaba tumbado en la cama de una habitación que no era la suya. No había ventanas que indicaran qué hora era. Tenía las manos encadenadas. Su cabeza y su cuerpo estaban ligeramente doloridos. Sentía una agradable sensación de calor en toda la zona anal y genital. Estaba desnudo excepto por la sábana, y había alguien sentado a su lado. No tardó en reconocerlo. "¿Guy?"

"Hola Raoul", lo saludó el mestizo.

"¿Por qué estoy encadenado como un prisionero?" Gruñó el Elite, esforzando furiosamente sus ataduras.

"Lo siento, era necesario. Iason te lo explicará todo". Con el corazón roto, acallando la vocecita en su cabeza que le sugería que no se fuera y que besara una y otra vez a aquella etérea criatura que había amado durante seis días ininterrumpidos, Guy se alejó.

Riki, Iason y Katze estaban esperando ansiosos fuera de la habitación. "¿Y?"

"Raoul se encuentra bien. Quiere una explicación. Me voy." En silencio y conteniendo las lágrimas por lo que había perdido, Guy volvió a casa.

***

"¡Iason, me vas a explicar qué significa este ultraje!" Gritó el rubio iracundo, al ver a su hermano entrar por la puerta.

Lord Mink introdujo una llave y accionó el mecanismo que abría las esposas, liberando sus muñecas. Al ver las marcas púrpuras alrededor de sus articulaciones - evidencia clara de que había estado atado durante varios días y había luchado por liberarse - Lord Am se horrorizó.

"¿Qué recuerdas, Raoul?"

El rubio intentó poner en orden sus confusos recuerdos. Entonces, todo volvió. "¡La sentencia de Júpiter!"

"Sí", confirmó Iason. "Júpiter te castigó por ayudarme en la compra de Herbay y te marcó con el Grito".

"Pero... no es posible". Raoul empezaba a ser consciente de su estado. "Júpiter me ha condenado a siete días. Debería ser un vegetal. ¿Por qué aún poseo mis capacidades cognitivas?"

"Despertamos tu cerebro orgánico e hicimos que tu lóbulo racional se adormeciera. Era la única manera de evitar que El Grito destruyera tus circuitos".

"Pero... ¡eso es imposible! ¡Ningún Elite ha despertado su lóbulo orgánico!"

"Eso no es correcto, Raoul. Yo lo hice, aunque en mi caso fue un proceso gradual que duró años y nunca tuve que apagar mi lóbulo racional. Las dos partes cooperaron y ambas siguen funcionando todavía. Contigo tuvimos que proceder drásticamente transformándote en un ser de puro instinto e impulsos".

Aunque Raoul intentaba concentrarse y recapacitar, todo lo que había pasado desde el veredicto se resumía en una niebla. Solo una imagen apareció, como una epifanía. "¡Guy! Sentía un dolor inimaginable, ¡pero el tormento se disolvió y apareció Guy!"

"Correcto. Guy se encargó de despertar tus instintos primarios y los mantuvo activos durante seis días seguidos".

Raoul no podía creer las palabras de Iason. "¿Qué pasará ahora? ¿Qué ha cambiado en mí?"

"Una vez despertado, el cerebro orgánico no puede desactivarse. Tus dos lados, el instintivo y el racional, permanecerán vivos y conscientes en ti. Aprenderás a gestionarlos. En poco tiempo también recuperarás la memoria de lo que has vivido durante estos seis días. Puede que no te guste el tratamiento que te proporcionaron, pero era la única manera de evitar que el razonamiento se apoderara de ti.

"¿A dónde fue Guy?" Preguntó Raoul.

"Ha vuelto a casa".

"¿Quién más está al tanto de todo esto?"

"Sólo Riki, Cal y Katze. Están afuera. Estaban preocupados por ti, todos lo estábamos. Lo siento, Raoul, soy el responsable de tu sufrimiento. ¿Cómo podré pagarte?" La mirada de Iason era de sincero pesar.

Lord Am negó con la cabeza. "No, he tomado mis decisiones". Entonces, recordó algo importante. "¡Gideon ha sido condenado a un reinicio neurológico! He recibido una orden de restablecer su mente en tres días".

Iason frunció el ceño. "No lo permitiremos, ya se nos ocurrirá algo. Ahora vístete, Raoul, encontrarás tu ropa en el baño. ¿Quieres la ayuda de Cal?"

"Eso no será necesario".

"Muy bien. Bienvenido de nuevo, hermano mío".


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