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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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Tras despedir al enfermero, Raoul se puso en contacto con Iason y le contó con detalle, pero de manera fría y distante, todo lo que había sucedido ese día. Inmediatamente después, apagó el comunicador. A la hora acordada para su conversación nocturna, Guy no encontraría señal.

Luego entró a la habitación de Benson, que estaba todavía dormido. Los efectos de los somníferos que le dio no desaparecerían hasta dentro de unas horas. A pesar de la palidez, la expresión de su rostro parecía relajada.

‘Es una pena tener que despertarlo’, pensó Raoul. Hubiera preferido dejarlo así, quizás arrullado por un bonito sueño, que traerlo de regreso a la realidad de su difícil condición, pero no sería aconsejable prolongar más su sueño inducido químicamente.

Se sentó en la silla junto a la cama y puso una mano en su cabeza. Mientras acariciaba el desgreñado cabello verde, pensaba en Katze.

No sabía a dónde lo habían llevado ni si Júpiter cumplió la promesa de poner fin a su martirio y perdonarle la vida. Si estaban tratando sus heridas y calentando su cuerpo. Si sentía dolor. Seguramente, nadie le estaba acariciando el cabello.

Lord Am nunca se sintió tan impotente en su vida. No podía hacer nada por Katze, sólo confiar en la palabra de Júpiter y cumplir con su parte del trato, y no había nadie a quien Raoul despreciara más que la Supercomputadora que le dio la vida, en aquel momento. La imagen del hombre por el que en los últimos meses había empezado a sentir una especie de cariño y confianza, colgado durante horas en frío, semidesnudo y con las articulaciones dislocadas, lo atormentaba.

En ese momento, Lord Am tomó una decisión: nadie debería sufrir más por su culpa. Tenía que proteger a Iason, Gideon y Guy a toda costa.

Se encontraba a la completa merced de Júpiter, sin salida, y sabía que si la Inteligencia Artificial decidía violar sus recuerdos por la fuerza, no sería capaz de resistir al infinito. Por el bien de todos, tenía que aislarse y evitar cualquier contacto con el mundo exterior, aunque eso significara confiar sólo en sus propias fuerzas y renunciar a las últimas personas importantes de su vida.

Con esta determinación, Raoul volvió a centrar su atención en el joven eunuco dormido. No había nada que pudiera hacer por Katze más que esperar, pero Benson podía ser ayudado. Concentraría toda su energía y su tiempo en él, porque en ese momento era lo único que podía hacer para sentirse útil.

***

Al abrir los ojos, Katze se encontró recostado en la cama de una habitación pequeña y sencilla. La penumbra le permitió hacerse una idea aproximada de su contenido: un pequeño armario, una mesita de noche, una silla y una puerta. Nada más.

Cada articulación de su cuerpo gritaba de dolor, y para incorporarse tuvo que hacer un esfuerzo abdominal porqué la parte superior de sus brazos estaba atada al torso con vendas rígidas que restringían sus movimientos. Sus muñecas también estaban vendadas, pero lo que realmente lo desconcertó fue el brazalete de metal de alta tecnología que envolvía una de ellas: una etiqueta para muebles.

¿Era un mueble de nuevo? Katze comenzó a respirar con ansiedad.

Lo que le estaba sucediendo era ilógico. Katze podría hacer varias suposiciones sobre por qué fue detenido y torturado - después de todo, su trabajo lo llevó más de una vez a cruzar la frontera de la legalidad, sin mencionar el hecho de que estaba ocultando a Iason y que el mercado negro jugaba un papel importante en el resurgimiento de Ceres. Pero, ¿por qué estaba en un cuarto de muebles, con una etiqueta de muebles en la muñeca?

Katze sólo llevaba un calzoncillo limpio, no era el mismo con el que había llegado de Midas. Las mantas, que se habían enrollado sobre sus piernas cuando se sentó, eran del tipo calentado electrónicamente, probablemente sirvieron para contrarrestar la hipotermia.

Excepto por el dolor en sus hombros, muñecas y espalda, se sentía bien. Limpio y fresco como si acabara de salir de la bañera de su casa.

Lenta y cautelosamente, se llevó los dedos al rostro para apartar el pelo de sus ojos, un gesto automático e involuntario que adquirió con el tiempo, pero con horror lo encontró ya despejado. Los largos mechones rojizos habían desaparecido. ¡Su cabello fue cortado, su cicatriz estaba expuesta!

No sabía si era de mañana, tarde o noche. No había ventanas y la puerta estaba cerrada.

¿Podría abrirla? ¿Había alguien al otro lado?

Sus intentos de levantarse para comprobarlo se vieron interrumpidos por la entrada en la habitación de un hombre de mediana edad, cuyo pelo lacio entrecano estaba bien peinado. Llevaba un uniforme para muebles negro, Katze lo reconoció incluso antes de enfocar su rostro. Sólo un mueble en todo Eos podía llevar un uniforme de ese color.

"Debes estar confundido, Katze", dijo el hombre en voz baja, sentándose en la silla junto a la cama.

"¿Louis?"

Aunque no se habían visto recientemente - su último encuentro fue antes de la explosión - los dos hombres se conocían bien. Louis ya vivía en Eos cuando Katze era el mueble de Iason, y después de su ascenso como líder del mercado negro sus caminos se cruzaron de vez en cuando, teniendo Katze la tarea de seleccionar los nuevos muebles de Guardian y Louis la de recibirlos en Tanagura.

Ambos eran únicos en su genero: Katze fue el primer mueble que adquirió un rol de responsabilidad y cierto grado de libertad en Midas, mientras que Louis fue el primero en recibir los mismos privilegios permaneciendo dentro de la torre de los androides. Eran dos supervivientes que, gracias a sus habilidades, habían escalado la pirámide social de los eunucos hasta llegar a su cima. Dos hombres refinados, con carisma, elegancia, inteligencia y astucia, que podían dirigirse a los Elites casi con la frente en alto.

Al menos, así fue para Katze hasta la noche anterior.

"Los guardias te trajeron aquí ayer de la torre de Júpiter", dijo el hombre. "Fuiste condenado a servir en Eos como mueble de tipo D, supongo que sabes lo que eso significa".

Por supuesto, Katze lo sabía. En Eos, los muebles se dividían en cuatro categorías.

Los de tipo A servían en los apartamentos de Blondies y Platinum.

Los de tipo B servían a los Elites de menor rango, es decir, a los Sapphire, Jade, Ruby y Onyx.

Los de tipos C no tenían un maestro porque nadie los eligió. Se encargaban del mantenimiento de las salas comunes, pasillos, jardines, bares, restaurantes, gimnasios, solárium y piscinas frecuentadas por los Elites.

Los de tipo D, en cambio, representaban la escala humana más baja e insignificante de Tanagura. La base de la pirámide. Eran esos muebles que, repudiados por sus amos pero aún en buen estado de salud, en lugar de ser eliminados realizaban las tareas más desagradables y humillantes de la torre. Limpieza de baños, conductos de ventilación y tuberías. Recogida y eliminación de residuos. Servicio en salas comunes, bares, restaurantes y lugares de recreo frecuentados por mascotas.

"¿Un mueble de tipo D? ¿Por qué?" El comerciante preguntó incrédulo.

"Fuiste acusado de alta traición, pero no puedo decirte nada más concreto. Sólo sé que es por algo que está relacionado a Lord Am".

"Louis, debe haber algún error. Ayúdame a..."

"Si pudiera ayudarte lo haría, Katze", la voz del eunuco se volvió sostenida. "Pero la orden viene directamente de Júpiter y sólo él puede revocarla. No tengo palabra en el asunto. Ahora escúchame, estuviste sirviendo en la casa de un Blondie, pero ser un mueble de tipo D es muy diferente, estoy seguro de que eres consciente de ello. Tu código de identificación es D2436, intenta memorizarlo".

Katze miró rápidamente la pulsera, donde las mismas letras estaban claramente marcadas en negro sobre una base plateada.

"Debo informarte que además de las obligaciones de los muebles de tu categoría, que enumeraré en breve, tienes restricciones adicionales: no puedes salir de Eos por ningún motivo, no puedes tener ningún tipo de contacto físico o verbal con Lord Am, no puedes intentar manipular tu etiqueta ni quitarte la vida. Si rompes una sola de estas prohibiciones, Lord Am será llevado inmediatamente a Júpiter para la restauración cerebral".

"Ya veo". Katze sonrió histéricamente. Ni siquiera se le permitía intentar escapar o quitarse la vida.

"Soy responsable de ti y de todos los muebles de Eos", continuó Louis. "El reglamento de los muebles de tipo D es muy estricto y no admite excepciones, así que te invito a no considerar nuestros tratos anteriores, aceptar que soy tu superior y comportarte en consecuencia, porque no podré favorecerte.

Asegúrate de mantener siempre un aspecto prolijo y ordenado: pelo corto, uñas cortas, uniforme planchado. Cuida tu higiene. Tendrás que obedecer a todas las órdenes que te dé un Elite, un androide básico, un mueble de mayor rango o una mascota, sea cual sea. Las mascotas son egocéntricas y caprichosas, pero no tienes derecho a contestar o contra argumentar, aunque te insulten. Siempre tendrás que mantener la cabeza baja y una actitud humilde. Como norma general, trata de ser eficiente y no llamar la atención.

Te dirigirás a los Elites con el título de Lord, a las mascotas, androides básicos y muebles superiores con el título de Sir. Sólo podrás hablar cuando se te cuestione primero. Tendrás que inclinarte cada vez que entres o salgas de una habitación. Si cometes errores o rompes alguna regla, estarás sujeto a disciplina física, y yo seré quien tendrá que administrarla.

La alarma es a las 4. Todas las mañanas tendrás media hora para prepararte, después irás a mi oficina para la distribución de las entregas del día. El desayuno es a las 4:45 y la jornada laboral comienza a las 5:30.

Hay una sala común dedicada únicamente a los muebles de tipo D, donde podrás comer y relacionarte con tus compañeros. El almuerzo es a las 12 y la cena a las 20. Desde las 22 hasta las 4 de la mañana tendrás que permanecer dentro de tu habitación. Los baños son compartidos. Cualquier retraso se considerará una infracción y se disciplinará según las normas.

Debido a tu mal estado de salud, serás dispensado del trabajo durante la primera semana. Recibirás atención médica para asegurar la recuperación de tus articulaciones dañadas y deberás limitar tus movimientos al mínimo durante este tiempo. ¿Tienes alguna pregunta?"

La cabeza de Katze daba vueltas con tanta información. "Sí. ¿Puedo... comunicarme con el mundo exterior o... fumar un cigarrillo?"

"Me temo que no, para ambas peticiones. ¿Hay algo más?"

"No, Sir Louis. Todo está claro".

El eunuco mayor asintió con seriedad y salió de la habitación. Katze se recostó en la cama y durante mucho tiempo sólo se quedó mirando el techo. Parecía un mal sueño del que nunca despertaría, pero sus preocupaciones no se dirigían sólo a sí mismo. Otro pensamiento lo estaba destruyendo.

‘Raoul, ¿qué ofreciste a cambio de mi vida?’

***

El ático era un desastre.

El sofá estaba completamente manchado. En el suelo del laboratorio y del salón había salpicaduras de sangre coagulada. El baño estaba lleno de agua, había que cambiar las sábanas y las toallas. Nadie había preparado nada de comida en los últimos dos días.

Era el momento de reaccionar, por lo que Raoul tomó su comunicador interno de Eos, el único que aún se le permitía usar oficialmente, y marcó el número de la oficina de Louis.

- ¿Louis? Habla Lord Am. -

- Buenos días, milord. ¿En qué puedo ayudarle? -

- Benson está indispuesto, necesito un mueble temporal. -

- ¿Alguna petición especial? -

- Envíame a alguien eficiente y discreto. Tendrá que mantener el ático ordenado, preparar las comidas, lavar la ropa y ... -

Raoul recordó de repente las palabras de Júpiter: Katze se convertiría en un mueble de tipo D. Nunca los había considerado, siendo la escala humana más baja de Eos, pero... ¿por qué no?

- ¡Louis, envíame uno de tipo D! -

- Su petición me sorprende, Lord Am, pero me encargaré de cumplirla lo antes posible. -

Tras finalizar la llamada, Raoul fue a ver a Benson y como era de esperar lo encontró despierto. Estaba con la cabeza girada hacia un lado y miraba con tristeza la pared de la habitación.

"Hola Benson. ¿Cómo te sientes?" Le preguntó, sentándose en la silla al lado de su cama.

El chico abrió la boca para responder, pero sólo pudo emitir un débil graznido. Había gritado tanto que sus cuerdas vocales estaban irritadas.

"Te traeré un vaso de agua y un jarabe para reducir la inflamación", comentó el rubio, haciendo un gesto para levantarse, pero Benson lo detuvo. "Maestro, revelé el nombre de Katze. ¡Lo siento!" Dijo, y comenzó a sollozar en silencio.

Raoul secó sus lágrimas con un pañuelo. "Lo sé, no pudiste evitarlo. Aguantaste incluso demasiado. Pusiste tu vida en grave peligro, te ruego que no vuelvas a correr ese riesgo para proteger a alguien. De todos modos, estoy agradecido por tu lealtad".

"¿Qué pasó con Katze?" Murmuró el eunuco.

"Katze está bien, llegué a un acuerdo con Júpiter y su vida no corre peligro. Ahora escúchame, estás malherido y no debes moverte, de lo contrario volverás a sangrar. Tendrás que permanecer en cama durante unos días. Sólo cuando esté seguro de que tus heridas han empezado a sanar, te permitiré levantarte. Como no puedes cuidar de ti mismo, yo mismo me encargaré de todas tus necesidades".

Benson no podía creer lo que escuchaba. Era un mueble, debería ser él quien cuidara de su amo, y no al revés. "¡Lord Raoul, no quiero ser una carga para usted!"

"En ese caso, será mejor que me digas siempre lo que necesitas, así me ahorrarás el esfuerzo de adivinar. ¿Qué tal si ahora me dejas traerte el agua y el jarabe de los que te hablé antes?"

"Está bien, maestro", aceptó el joven con tristeza.

Diez minutos después, sonó el timbre de la puerta del ático. En el pasillo había un chico delgado, de altura mediana, con el pelo castaño oscuro corto y ojos pequeños que miraban hacia abajo. Llevaba el uniforme naranja de los muebles de tipo D y tenía una maleta en sus manos. Nervioso e incómodo, se apresuró a hacer una reverencia.

"¿Louis te envió?" Preguntó el Blondie.

"Sí, Lord Am", respondió el recién llegado.

"¿Tu nombre?"

"D5041."

"¿Tienes otro nombre o tendré que memorizar tu código de identificación?"

"Mi nombre es Daniel".

"¿Edad?"

"Diecinueve años, Milord".

"Muy bien. Entra".

El chico cruzó tímidamente el umbral.

"Imagino que Louis ya te explicó la situación. Reemplazarás a mi mueble, que por un tiempo no podrá cumplir con su trabajo. Además de todo lo que entra dentro de las funciones normales de un mueble, es decir, limpieza, lavandería, preparación de las comidas, compras y llevar la contabilidad, también tendrás que ayudarme en la gestión de mi mueble oficial, que se encuentra gravemente enfermo y necesitado de asistencia. Ya serviste en la casa de un Elite, ¿no es así?"

"Sí, Lord Am."

"Muy bien. Aquí no hay mascotas, así que será una tarea menos que atender. Ahora te enseñaré la cocina y las demás habitaciones de la casa. Tu primera tarea será preparar un desayuno para mí, para ti y algo ligero para mi mueble, que se llama Benson. Detrás de la cocina encontrarás una sala de servicio donde podrás comer".

Raoul le mostró a Daniel el sofá manchado. "Desgraciadamente, ayer algunas cosas bastante desagradables ocurrieron en esta casa y es probable que no puedas limpiar esas manchas. Si es así, avísame y llamaré a alguien para que lo tire y traiga uno nuevo. Prioriza la limpieza de la sala de estar, el laboratorio y el baño principal. Organiza el resto como mejor te parezca. Hay muchas habitaciones libres, elige cualquiera para ti y deja allí tus cosas. Si tienes alguna duda, no dudes en preguntar".

Que Raoul fuera tan preciso en sus peticiones era un alivio para Daniel. Lo ayudaba a sentirse menos inadecuado, Louis también era muy meticuloso a la hora de asignarle deberes.

"Está todo claro. No tengo preguntas, Lord Am".

***

Más tarde, Raoul hizo que Benson bebiera una taza de té con una pajita y llevó a su boca trozos de pan tostado con las manos. Quería que evitara cualquier movimiento que pudiera tirar de las suturas o reabrir sus heridas, así que se aseguró de cubrir todas sus necesidades, incluyendo limpiarle la boca con una servilleta y cepillarle los dientes después de comer.

El chico parecía indispuesto. "¿Hay algo que te molesta? Si sientes dolor, puedo aumentar la dosis del analgésico", le comentó Raoul.

Benson quería hundirse en el colchón por vergüenza. "Maestro... ¿cómo puedo ir... al baño?"

"Tienes un catéter para el cumplimiento de tus necesidades urinarias".

"No, es un tipo diferente de... necesidad..."

"Ya veo". Teniendo en cuenta que llevaba más de 36 horas dormido y que había tomado grandes cantidades de medicamentos, Raoul no se sorprendió y respondió de forma muy práctica. "Te pondré un pañal. Cuando termines, te lo quitaré y limpiaré tu cuerpo".

Benson se puso pálido. No podía permitir que su maestro hiciera tal cosa.

"¿Preferirías que le diera a Daniel la tarea de asistirte?" Investigó Raoul, que había captado su incomodidad.

"¡Sí, por favor!" Casi gritó el joven. La perspectiva de que un extraño le limpiara el trasero no le atraía, pero mejor otro mueble que su amo. Tanta excitación consiguió arrancarle una sonrisa al rubio.

Fue a llamar a Daniel y le explicó lo que debía hacer. El joven entró en la habitación con un pañal desechable, paños de algodón suave y una palangana con agua tibia. "Sir Benson, he venido a ayudarle".

"Está bien", respondió el otro un poco sorprendido. Nunca nadie lo había llamado ‘Sir’.

Daniel retiró la sábana que lo cubría. Benson estaba desnudo debajo de ella, envuelto sólo en sus vendas. Con cuidado, lo giró un poco de costado para colocarle el pañal, dio un paso atrás y desvió la mirada para darle la intimidad necesaria.

"Creo que... ya terminé...", advirtió el chico al cabo de unos minutos. Nunca se había sentido tan avergonzado en su vida.

Daniel retiró el pañal, teniendo especial cuidado de no derramar su contenido, limpió el cuerpo de Benson con un paño húmedo y lo devolvió a su posición prona.

Antes de cubrirlo con la sábana, observó las manchas de sangre que se filtraban por el vendaje e intuyó que Benson fue salvajemente azotado con un látigo y que, con mucha probabilidad, toda la sangre que estaba limpiando en la sala de estar le pertenecía.

Daniel fue disciplinado varias veces por Louis con un palo o un cinturón de cuero - el trabajo de los muebles de tipo D era tan difícil y agotador que resultaba imposible no cometer algunos errores - pero nunca con un látigo. No pudo evitar preguntarse qué podría haber hecho Benson que fuera tan malo como para merecer un castigo de semejante magnitud, y si fue el mismo Lord Am quien lo azotó.

La lógica decía que sí. ¿Quién sino un maestro podría disciplinar a su mueble? Sin embargo, Lord Am le había parecido un Elite bueno y amigable.

"Gracias Daniel, me siento mejor. Lamento que tú... tuviste que hacerlo..."

El mueble de tipo D inclinó la cabeza. "No fue nada. ¿Necesita algo más, Sir Benson?"

"No, gracias. Nada más".

***

Para la medicación, Raoul trasladó con cuidado a Benson de la cama a la mesa quirúrgica, y, tras cubrir la parte superior de sus piernas e inferior de su espalda con una tela estéril, lo llevó de regreso al laboratorio.

Mientras mojaba cuidadosamente el vendaje con suero fisiológico para retirarlo, Daniel estaba al otro lado de la habitación. Arrodillado en el suelo y ocupado en frotar una mancha persistente, observaba la escena con el rabillo del ojo.

"¿En qué estás pensando?" le preguntó Raoul, a quien nunca se le escapaba nada.

El chico apartó inmediatamente la mirada. "Le ruego que me disculpe. No estaba pensando en nada".

"Vamos, todos pensamos en algo. ¿Crees que fui yo quien le hizo esto?"

Era peligroso, pero Daniel fue entrenado para responder con sinceridad a todas las preguntas directas que se le hacían. "Sí, milord".

"En ese caso, debo asustarte mucho".

"No, milord", respondió el eunuco, y era la verdad. Por alguna extraña razón, a pesar de la evidencia de los hechos, él confiaba en Raoul Am. Daniel tenía un don: estaba dotado de una gran empatía y entendía a las personas. Sus primeras impresiones sobre alguien rara vez resultaban ser erróneas.

"Me alegro. No soy el culpable de las heridas de Benson. Si se hacen amigos como espero, tal vez él mismo te cuente qué le pasó".

Dicho esto, Raoul despegó suavemente las vendas y las gasas de la sangre coagulada que había debajo. La visión de la espalda desnuda del joven lo hizo sacudir la cabeza con decepción. Tardaría mucho tiempo en curarse, y a pesar de los ungüentos y los tratamientos de cirugía estética a los que se sometería, le quedarían cicatrices notables.

La medicación fue dolorosa y Benson no pudo contener su voz, pero Raoul continuó impertérrito. Cuanto antes terminara, mejor sería para su mueble. Después de desinfectar a fondo cada área, cubrió con gasas estériles y un nuevo vendaje.

"Benson, es probable que no puedas levantarte de la cama durante varios días", avisó, guardando las herramientas. "Haré que te traigan un colchón anti decúbito. Te someterás a gimnasia pasiva y recibirás masajes para evitar que se atrofien tus músculos".

"Va... vale", tartamudeó el chico. Saber que tendría que permanecer en un estado de invalidez y dependencia durante tanto tiempo lo entristecía mucho.

Después de llevarlo de vuelta a su habitación, Raoul cambió la bolsa del catéter y la botella intravenosa, y finalmente lo dejó descansar.

***

Cuando sonó el timbre de la puerta, era de tarde y Daniel no estaba seguro de qué tendría que hacer. Pues no se le dijo si entre sus funciones estaba la de recibir visitas y si estaba autorizado a abrir la puerta.

Raoul le facilitó las cosas. "Ve a ver quién es, Daniel".

Del otro lado había un Blondie alto y suntuoso, que primero lo miró con desprecio y luego, sin esperar permiso para entrar, avanzó obligándolo a hacerse a un lado.

"¿Por qué hay un mueble de tipo D en tu casa, Raoul?" Preguntó, irrumpiendo en la sala de estar sin contemplaciones.

Raoul suspiró. Realmente no estaba de humor para hablar con Orphe en ese momento. "Es temporal. Benson está indispuesto".

"¿Y no había un partido mejor para elegir? ¿No está ya lo suficientemente comprometida tu reputación, hermano?"

Raoul tomó aire para mantener la calma. "Ese mueble es perfectamente congruente con mis necesidades. Más bien, ¿a qué debo el placer de tu visita?"

Orphe Zavi, que era el jefe administrativo de todo lo relacionado con la torre de los androides, también conocido como Lord de Eos, frunció el ceño molesto. "¿Te atreves a preguntarme eso? Te envié dos citaciones urgentes, una anoche y otra esta mañana, ¡y no te presentaste en mis oficinas ni te dignaste a responder!"

"Debo haberme olvidado", comentó el bioquímico, poniendo los ojos en blanco.

"Si yo fuera tú no sería irónico, Raoul. No sé cómo demonios conseguiste enfadarlo tanto, pero Júpiter dio órdenes de no dejarte salir de Eos y de excluirte de las reuniones del consejo. Tuve que borrar tu código de identificación de los registros de salida. No puedes acercarte a las puertas de entrada ni a los aparcamientos subterráneos. En la práctica, sólo puedes pasear por las salas comunes y los jardines. ¡Tienes los mismos derechos que una mascota! A estas alturas, me sorprende que Júpiter no te haya puesto un anillo de mascota en el cuello".

Orphe hablaba en serio. Ningún sarcasmo de filtraba de sus palabras.

"Soy consciente de ello, no hace falta que me indiques cuan delicada es mi situación", admitió finalmente Raoul.

La severidad de Lord Zavi adquirió un tono más suave. "Hermano, nuestra orden nunca estuvo tan debilitada. Iason fallecido, Gideon fugitivo, tú despedido. Sólo quedamos diez en el consejo".

"Tal vez los tiempos están cambiando, Orphe. Tal vez nuestro sistema tenga que cambiar, también", afirmó con nostalgia el bioquímico.

"¿Estás loco, Raoul? ¿Es eso lo que le dijiste a Júpiter? ¿Por eso te quitó los privilegios y restringió tu libertad? ¡El sistema no se puede cambiar!"

"Todo puede cambiar, hermano. Incluso Júpiter. Incluso nosotros. Quizás nuestro hermano Iason allanó el camino para que evolucionemos".

"¡Iason fue destruido!" Orphe gritó con rabia.

"Iason eligió autodestruirse", lo corrigió Raoul. "Él cambió siglos de vida sintética y aséptica por unos años de auto comprensión. Ninguno de nosotros puede juzgarlo o culparlo. Ninguno de nosotros tiene la verdad en el bolsillo".

Lord Zavi se giró teatralmente, haciendo volar su capa, y regresó por donde había entrado. "Espero que vuelvas a tus sentidos, hermano. No quiero que te limpien la mente. ¡Entra en razón y quizás obtengas el perdón de Júpiter!"

***

Riki, Iason, Guy, Sid y Gideon estaban sentados alrededor de la gran mesa redonda del salón.

El motivo de la reunión estaba claro para todos: Katze y Raoul eran prisioneros en Eos, juguetes de Júpiter.

Sólo había una manera de liberarlos, y era seguir adelante con el plan de guerra.

Era el momento de poner en marcha la fase tres, es decir, la conquista de Guardian.


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