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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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Notas del capitulo:

Otra espléndida ilustración realizada por advntsafterdark, esta vez, haciendo referencia al capítulo 21: Pequeños gestos. ¡Gracias de nuevo!
https://twitter.com/advntsafterdark/status/1514626953445351429?s=21&t=hxQdH-AHqQNx8cZXwxYCSw

‘Los muebles de tipo D son sujetos interesantes’, pensó Lord Am, refiriéndose al comportamiento inusual de la última incorporación a su casa. Como no tenía compromisos y pasaba todo el día entre las paredes domesticas, mirar a su nuevo mueble era una forma tan buena como cualquier otra de pasar el tiempo.

Daniel siempre mantenía la mirada baja, incluso cuando se le preguntaba directamente. Después de una semana de convivencia, Raoul no estaba aún seguro de haber identificado correctamente el color de sus ojos.

Estaba dotado de una increíble resistencia física, que le permitía permanecer horas y horas de pie en un rincón sin mostrar signos de impaciencia, con el torso erguido, las piernas quietas y las manos unidas detrás de la espalda, esperando a que le asignaran una tarea.

"A este paso te saldrán varices en las piernas", le comentó un día el Blondie. "Si no tienes nada que hacer, ¿por qué no te sientas?"

"¿Es eso una orden, milord?" Respondió el chico, sin levantar su mirada.

"No. Es sólo una sugerencia".

"En este caso, prefiero quedarme así, milord".

Raoul suspiró rendido antes de cambiar de tema. "¿Por qué no me llamas maestro, como lo hace Benson?"

Daniel pareció dudar por un momento, Raoul se dio cuenta por su pérdida de postura y por el hecho de que la respuesta no fue inmediata. "No creo que se me permita, milord".

"Yo decido lo que está permitido o no en mi casa. Sólo llámame maestro. Estoy cansado de tantas formalidades".

Así fue como Lord Am logró obtener una pequeña victoria, pues a partir de entonces Daniel dejó de dirigirse a él como milord o Lord Am, sustituyéndolo por un más coloquial ‘maestro Raoul’.

Para solucionar el otro problema, empezó a asignarle tareas que lo obligaran a quedarse sentado durante tiempos prolongados, como desgranar guisantes, pulir cubiertos, llevar la contabilidad o leer largos documentos en el ordenador para comprobar si había errores ortográficos, y se aseguraba de poner errores en ellos a propósito.

Como la mayoría de los eunucos, Daniel tenía sólidas habilidades informáticas y dominaba las aplicaciones de oficina y gestión del hogar, siendo que ambos argumentos estaban incluidos en el curso de formación para muebles. Pero, desde que se convirtió en un mueble de tipo D no pudo volver a acercarse a una computadora. Al escalón más bajo de la pirámide sólo se le requerían trabajos extenuantes, sus cerebros no tenían importancia.

Otro aspecto que caracterizaba la personalidad de Daniel era su obstinada búsqueda de la perfección en todo lo que hacía. No se permitía a sí mismo el más mínimo error.

Una vez, se equivocó al lavar: puso una prenda roja junto con sábanas blancas y salieron rosadas. Mortificado, fue inmediatamente a confesar su fechoría.

"No importa, tíralos. Compraré unos nuevos", fue la rápida respuesta de Raoul. Se suponía que el asunto estaba cerrado, pero Daniel se quedó ante él con la mirada baja y las mejillas sonrojadas. "¿Hay algo más?"

"Maestro, no conozco el lugar donde guarda los instrumentos disciplinarios".

"¿Instrumentos disciplinarios?" El rubio repitió asombrado. "No seas ridículo, sólo son sábanas. Trata ser más cuidadoso la próxima vez."

Daniel no insistió, pero permaneció inquieto y agitado durante toda la tarde, hasta que a última hora de la noche Raoul comprendió que tanto nerviosismo se debía precisamente a que no fue sancionado por su error. Finalmente, para tranquilidad de todos, aceptó a administrarle una especie de castigo consistente en tres golpes en el trasero con un palo. Para hacerlos creíbles, tuvo que aplicar un poco de fuerza, de lo contrario no habría logrado su objetivo.

Daniel los tomó en silencio, y, como es costumbre se disculpó inmediatamente después, prometiendo que no volvería a cometer el mismo error.

Antes de acostarse, Raoul le entregó un frasco de ungüento calmante para que lo aplicara en la zona magullada. Daniel lo aceptó confundido. Era la primera vez que alguien le ofrecía algún tipo de alivio del dolor.

Lo que ni Raoul ni Benson nunca pudieron vislumbrar, era la verdadera personalidad de Daniel, esa que sólo se revelaba cuando estaba absolutamente seguro de que nadie la estaba viendo.

Dentro de su habitación, de noche, con la puerta cerrada. O en la cocina, mientras Benson descansaba y Raoul estaba en su laboratorio haciendo experimentos. O por la mañana, cuando se levantaba muy temprano y se asomaba desde la gran terraza del ático, antes de empezar con sus quehaceres.

No había ventanas en su pequeña habitación para muebles de tipo D, y Daniel nunca vio el amanecer, salvo en raras ocasiones en Guardian, cuando era niño.

Sus ojos se abrían de par en par, adquiriendo tonos de ensueño. Sus labios se curvaban en una sonrisa y su mente se perdía en meandros lejanos. Lugares que nunca había visto pero que pudo recrear con precisión, haciéndolos reales y llenos de olores, sonidos y sensaciones.

Porque a pesar de la miseria de su existencia y de los golpes que la vida le propinó, Daniel era un soñador que aún no había perdido la esperanza. Un alma pura convencida de que, mientras existieran pequeños actos de amor y bondad - como el frasco de ungüento que le regaló Raoul; los ‘gracias’ y ‘lo siento’ de Benson cada vez que hacía algo por él; la amistad que entabló con algunos muebles de su misma categoría; Louis, que desde el corazón del sistema intentaba hacerles la vida menos dura a través del respeto de las normas - nada estaba perdido.

En todas partes se podía encontrar un destello de luz.

Incluso en los abarrotados pasillos de Eos, donde todo el mundo te ignoraba y despreciaba. Incluso en los salones reservados a las mascotas, donde te colmaban de insultos, burlas y empujones. Incluso cuando el mundo a tu alrededor creía que no valías nada y eras una escoria, vivo sólo porque tus piernas podían sostenerte y tus manos eran capaces de trabajar.

Ese lado secreto de Daniel era tan precioso como evanescente. En cuanto el reloj marcaba la hora X en que comenzaban las actividades de la casa, desaparecía, para dar paso a aquel muchacho serio de mirada baja, tan preciso y cumplidor de sus obligaciones.

***

Benson tardó quince días en levantarse de la cama y otros quince en hacer cosas normales, como ducharse solo o pasear por la casa.

Pero el calvario aún no había terminado. En cuanto sus heridas se sanaron lo suficiente, Raoul comenzó a programar cirugías estética y reconstructiva para minimizar sus cicatrices y restaurar su función muscular. Fue él mismo quien las realizó, con la ayuda de algunos asistentes especialmente traídos de la clínica.

El pobre mueble de pelo verde tuvo que emplear toda su paciencia y autocontrol para aguantarlas, y cuando finalmente hasta la última intervención quirúrgica se completó con éxito, llegó el momento de empezar la rehabilitación. Benson no podía esperar para volver a ser el de antes.

***

Al día siguiente de la increíble noticia de la invasión de Guardian, Benson y Raoul estaban a punto de terminar el postre después de un satisfactorio almuerzo. Daniel monitoreaba la situación desde un rincón. Tan pronto como los platos estuvieron vacíos, se acercó con una bandeja y empezó a limpiar la mesa.

Benson parecía inquieto, como si quisiera decir algo, pero no se atreviera.

"¿Pasa algo?" El Blondie lo interrogó.

"Sí, maestro. Me siento bien. Estoy curado y me gustaría retomar mi trabajo", confesó el joven, armándose de valor y mostrando su nerviosismo en el movimiento de sus manos.

"Preferiría que no. Quiero que te concentres en tus ejercicios de rehabilitación. Tus músculos de la espalda aún no están completamente reconstruidos", fue la respuesta de Raoul, pero el eunuco no estaba dispuesto a rendirse. "Maestro, podría hacer ambas cosas. Atender mis deberes sin descuidar los ejercicios. ¡Por favor!"

No era la primera vez que abordaban ese tema y Raoul se molestó un poco. El chico estaba muy decidido a volver al trabajo y no atendía a razones. "Lo pensaré", estuvo de acuerdo. "Pero ahora prepárate para tu masaje".

Benson se levantó de la mesa, se quitó la camisa y fue a acostarse boca abajo en la camilla del laboratorio.

Tras deslizar sus manos en un par de guantes de látex, Raoul cogió una gran cantidad de ungüento y empezó a extenderla con cuidado por la espalda del joven, aplicando una suave presión y haciendo movimientos circulares para favorecer la absorción. Esta operación tenía una doble función: por un lado, el producto promovía el rebrote epidérmico, por otro, el masaje facilitaba la recuperación muscular.

A pesar de la cirugía plástica y los tratamientos con láser, la espalda de Benson era una red irregular de marcas moradas sobresalientes.

Raoul decidió aprovechar que su paciente estaba relajado con los ojos cerrados, para hacer un experimento. Pellizcó su piel con fuerza: ninguna reacción. Tomó un objeto afilado del estante y lo utilizó para pincharlo: nuevamente no hubo reacción.

La espalda de Benson había perdido su sensibilidad. El Blondie decidió que pediría a la clínica un aparato de electroterapia.

"Puedes levantarte", instruyó, quitándose los guantes. "Espera una hora más o menos para que la crema penetre bien, luego comienza tus ejercicios de rehabilitación. Más tarde, tomarás un baño caliente con sales curativas".

"Sí, maestro". Mientras el eunuco se levantaba del sofá y se ponía la camisa, tenía una expresión muy triste.

Raoul se quedó pensativo. De hecho, no había ninguna razón real para que Benson no pudiera volver al trabajo. Estaba clínicamente recuperado. Además, mantenerse ocupado y sentirse útil podría beneficiarlo psicológicamente y ayudarlo a sanar más rápido. Sin embargo, no quería que se esforzara demasiado y descuidara su rehabilitación, y tampoco quería deshacerse de Daniel.

Recordando la conversación en vídeo que tuvo con Guy el día anterior, de repente tuvo una idea.

***

"¡Daniel, siéntate!" Ordenó Raoul. El chico obedeció colocando la menor parte posible de su cuerpo en la silla. Ambos muebles habían sido convocados al salón para una importante comunicación.

“Decidí permitir que Benson vuelva a cumplir sus deberes", comenzó el rubio. "Pero me gustaría que tuviera alguna ayuda para llevar a cabo las tareas más pesadas. Daniel, cuéntame, ¿cómo te fue en estos meses? ¿Te gustaría prolongar tu estancia aquí?"

El joven de pelo castaño no se esperaba la pregunta. Efectivamente, había estado muy bien en la casa de Raoul. Quizás esos tres meses fueron la época más feliz de su vida desde que dejó Guardian, pero... le hacía falta ese momento en el que entraba en el pabellón reservado a los muebles de clase D y todos eran iguales. Extrañaba conversar con sus compañeros y sentirse no un sirviente, sino una simple persona.

"Maestro Raoul, aprecio mucho su hospitalidad, pero... echo de menos a mis compañeros..."

Lord Am sonrió. Era la respuesta que quería oír. "Gracias por tu sinceridad. En este caso, me gustaría hacerte una propuesta. Te permitiré volver a tu pabellón, pero le pediré a Louis que te envíe aquí unas horas todos los días. De esa manera, podrás quitarle a Benson una parte de su trabajo. ¿Qué te parece?"

Era más de lo que Daniel podía esperar. "Eso sería perfecto, maestro".

El Blondie asintió con satisfacción. "Por supuesto, le diré a Louis que te dé un trato especial: nada de trabajos agotadores y sólo comidas nutritivas. Eras piel y huesos cuando llegaste, y ahora que engordaste un poco estás mucho mejor. No quiero ningún mueble endeble a mi servicio".

"¡Maestro Raoul!" Era la primera vez que Daniel se dirigía a un superior sin ser interrogado primero. Aunque sus ojos seguían mirando al suelo, su voz era firme y sin vacilaciones. “¡Por favor, perdone mi descaro, pero no puedo aceptar esto! Nuestra primera regla es que todos somos iguales. Si recibiera un trato privilegiado, no sería justo para mis compañeros. Me convertiría en motivo de envidias y rencores, y se rompería el equilibrio que con tanto esfuerzo logramos conquistar. El mero hecho de que se me permita servir en la casa de un Blondie y llamarle maestro es una gran injusticia para personas que no son más que números sin valor para los registros de Eos".

"Ya veo", respondió Lord Am con seriedad. Nunca se planteó que pudiera existir una especie de hermandad entre los muebles. "Respetaré tus deseos, pero debes prometerme que cuando estés aquí llenarás tu estómago. Puedes hacer esto, ¿no?"

El joven se sonrojó mientras asentía.

"Muy bien. Benson, ¿tú estás de acuerdo con la idea de retomar tus funciones con un poco de ayuda de Daniel?"

"¡Sí, maestro, gracias!" Confirmó el eunuco con alivio. No podía esperar para poner fin a su forzada inactividad.

"Recuerda que no debes descuidar tus ejercicios, masajes y baños curativos. Además, encargué una máquina de electroterapia, a la que tendrás que someterte durante una hora cada día".

Benson tragó saliva. Necesitaría una jornada de 36 horas para hacerlo todo, pero no quería más sentirse como una carga. "Sí, maestro. No descuidaré mi rehabilitación".

"Estamos de acuerdo. Ahora retírate a sus aposentos, necesito hablar con Daniel en privado".

Ambos muebles no ocultaron su asombro, pero Benson obedeció sin cuestionar y los dejó solos.

'¿Qué querrá decirme Lord Am, que Benson no puede oír? ¿Qué secreto podría compartir un Blondie con alguien como yo?’ Afortunadamente, las dudas de Daniel no se quedaron sin resolver por mucho tiempo.

"Mañana volverás a tu sector, arreglaré con Louis los horarios en los que estarás empleado por mí. Lo que no te dije todavía es que tengo una tarea que confiarte. Requiere la máxima confidencialidad, ¿puedo contar con tu discreción?"

La curiosidad de Daniel se convirtió en miedo. Durante los tres meses que estuvo en su casa, pudo entender que Raoul se manchó de graves culpas a los ojos de Júpiter, y que por esa razón no podía salir de Eos y Benson fue azotado.

Daniel era un mueble de tipo D. El castigo para personas como él que cometían faltas graves era la muerte.

Raoul notó su malestar y se apresuró a tranquilizarlo. "Ya le causé un gran daño a Benson con mi imprudencia y no cometeré el mismo error contigo. No te pediré que violes ninguna regla. Si mis solicitudes te pondrán en aprietos, serás libre de negarte. Tu única obligación conmigo será la discreción. ¿Aceptas?"

Daniel confiaba en Lord Am, lo hizo desde el momento en que entró por primera vez en su casa. "Está bien. No se lo diré a nadie".

"Confío en tu promesa. Busco a un hombre, un mueble perteneciente a tu sector que tomó servicio hace unos tres meses. Tiene el cabello rojizo, los ojos ámbar y una notable cicatriz en la mejilla izquierda. Su nombre es Katze. Todo lo que tienes que hacer es decirme si lo ves y si está bien. Nada más, por el momento. ¿Crees que puedes hacerlo?"

Daniel no vio nada peligroso en esa petición. "Sí, maestro, puedo hacerlo".

"Te lo agradezco. Puede que a ti te parezca poco, pero para mí es muy importante. Ahora ve a empacar tus cosas. Hoy será tu última cena aquí, la celebraremos comiendo juntos y abriendo una botella de vino añejo".

***

Riki fue el primero en despertar. La juerga del día anterior le había provocado algo de náuseas y dolores de cabeza, pero nada a lo que no estuviera acostumbrado.

Le dio un codazo a Luke, que durante la noche sacó provecho del alcohol y la proximidad para cruzar fronteras y ponerle las manos encima en lugares que a Iason no le habrían gustado. Se levantó del suelo, se cubrió un poco la cara echándose la chaqueta por encima de la cabeza como si fuera una capucha, y salió de la habitación.

Los pasillos estaban llenos de soldados mestizos que yacían inconscientes en el suelo. Algunos de ellos ya estaban despiertos, pero se veían tan ebrios que no había riesgo de que pudieran reconocerlo.

Se dirigía a los apartamentos privados de la familia Kuger, donde Gideon ya se había acomodado. Iason llegaría en breve y hubiera sido mejor esperarlo allá. Además, Riki quería vigilar al comandante, porqué si decidía salir a buscar a su mascota y la encontraba durmiendo abrazada con Sid, sería una situación incómoda para todos, por no decir peligrosa.

Los Blondies eran terriblemente celosos y protectores, esto Riki lo sabía por experiencia. Mejor no presionar ciertos botones en sus cerebros.

***

Aylin no recordaba mucho de la noche anterior, sólo que la estaba pasando muy bien con los chicos, diciendo tonterías y riéndose hasta ahogarse.

Encontrarse con la cabeza apoyada en el pecho de su líder de escuadrón la sorprendió un poco.

Sid le había gustado desde el momento en que lo vio por primera vez en los aparcamientos de Eos. Lo encontraba atractivo y se sentía a gusto con él. Era un valioso profesor de armas, que son sus consejos la ayudó a convertirse en un buen soldado y a no rendirse ante las dificultades.

Aparte de la vergüenza de los primeros días - cuando no podía sacarle una palabra de la boca, como si hablar con una mujer fuera tragar un sapo - con el tiempo se volvieron muy cercanos.

Tenían una conexión natural. Aylin sentía que Sid era su único amigo verdadero, aparte de Creek.

Durante los entrenamientos privados de autodefensa, en más de una ocasión sus cuerpos se rozaron, y Aylin se llenó de una extraña sensación que la asustó un poco, como un escalofrió prohibido.

Gideon nunca le permitió emparejarse en Eos, sus actuaciones públicas obligatorias se limitaron a la masturbación, y la percepción de un hombre dentro de ella era algo desconocido para Aylin.

Sin embargo, desde que decidió unirse al ejército mestizo, todos esos conceptos que antes le parecían obvios y sencillos, se volvieron complicados.

Todavía era la propiedad de Gideon y tenía obligaciones con él. Una parte de ella seguía creyendo que era una mascota, pero, al mismo tiempo, otra parte recién descubierta sentía que siempre perteneció a ese mundo salvaje y rebelde donde se encontraba ahora.

Que era más que un objeto de placer sexual: una mujer con fuerza, orgullo e inteligencia, y sobre todo, libre. Que no debía pedirle permiso a nadie para hacer lo que quería. Que no tenía dueños.

Y esta nueva parte de ella deseaba explorar la sexualidad con Sid.

Él no se echaría atrás, Aylin estaba segura de eso por la forma en que la miraba. Por todas las veces que, durante los entrenamientos, sus miradas se habían cruzado accidentalmente y Sid la desvió, como si lo hubiera sorprendido una timidez repentina.

El problema era Gideon.

Según las normas de las mascotas, el amo elegía a la pareja y presenciaba el coito.

Hasta hace unos meses, esto le hubiera parecido perfectamente normal, pero ahora la idea de ser observada por Gideon mientras se relacionaba con Sid le parecía repugnante. Además, bien podría intentar pedir su consentimiento, pero ¿y si Gideon se negaba? No podía correr ese riesgo.

Mientras observaba el rostro del mestizo dormido, se apoderó de ella un repentino deseo. En silencio, acercó sus labios a los de él y lo besó. Se apartó un poco y volvió a besarlo.

El olor de Sid era tan diferente al de ella. Sus cabellos mezclados, púrpura sobre plateado, formaban una mezcla maravillosa.

En silencio, Aylin se bajó del sofá, se ató el pelo y salió de la habitación.

Sid abrió los ojos y tocó sus los labios con los dedos. ¿Realmente sucedió o sólo fue su imaginación?

Adoraba a Aylin. Ella era hermosa, fuerte, brillante e inteligente. Lo hacía sentir a veces como un gatito indefenso, otras como un temible león.

Los mestizos no estaban acostumbrados a pensar en las mujeres como miembros de la sociedad. Por lo general, las veían como criaturas efímeras e indefensas, que necesitaban ser protegidas y cuyo único propósito era tener hijos.

Pero Aylin era real. Como un compañero de banda más. No necesitaba ser protegida.

Y ella era... hermosa, como un deseo prohibido. Ni en sus sueños más ocultos Sid se habría atrevido a imaginar que Aylin pudiera sentir algún interés hacia él.

Y luego, estaba el maldito comandante Blondie, que casi nunca la perdía de vista y la vigilaba como un perro guardián. No podía competir con él, lo mataría.

Pero quién sabe, tal vez valía la pena... morir... por Aylin...


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