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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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Notas del capitulo:

Hola a tod@s, un poco más de arte antes de continuar con la lectura.

Advntsafterdark creó la tercera ilustración dedicada a Guy y Raoul. El capítulo al que se refiere es 'Blondies con sentimientos'.
https://twitter.com/advntsafterdark/status/1515095616644423686

Camyprincess dibujó a Benson, Cal, Creek y Aylin.
https://www.instagram.com/p/CcdzgJ6q3SK/

¡Por favor, dale un 'me gusta' a los artistas si aprecias su trabajo!

Iason se unió a sus compañeros en Guardian dos días después del asedio.

Guy y Cal, por otro lado, se quedaron en Ceres y Midas respectivamente, para administrar los asuntos del mercado negro. La detención de Katze había creado un vacío difícil de llenar, pero Cal seguía registrado oficialmente como su mueble. No fue difícil convencer a sus varios clientes y colaboradores de que el hombre comúnmente conocido como Caracortada estaba de viaje afuera del planeta y había dejado a Cal como su delegado.

El joven mueble de la familia Mink empezó como mero portavoz, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Iason y Riki, pero con el tiempo adquirió la suficiente destreza para dirigir el negocio por su cuenta. Katze fue precavido: en caso de su prematura desaparición, se había rodeado de hombres de confianza que pudieran tomar las riendas de la situación incluso sin un guía. Esto fue una gran ayuda.

Las chozas de Ceres disminuían a medida que se acercaba la colina que separaba los suburbios del gran orfanato. Lord Mink llevaba el pelo castaño y vestía ropa de civil, es decir, botas de cuero marrón, pantalones beige y un suéter negro de cuello alto, mientras su rostro estaba cubierto por un casco. Conducía una moto aérea que circulaba a gran velocidad. Creek, detrás de él, se aferraba literalmente a su torso por miedo a caer.

La pesada puerta blindada, único punto débil de la indestructible e inmensa cúpula de acero que rodeaba a Guardian, se abrió para dejarlos pasar y volvió a cerrarse poco después.

El Blondie se bajó de la moto, se quitó el casco y caminó hasta la entrada, seguido por el eunuco de cabello turquesa.

Los dos soldados de guardia lo miraron con desconfianza. No era habitual ver a un hombre tan imponente y guapo en Ceres, sin mencionar el color casi antinatural de sus ojos y su piel nívea e inmaculada. Si no hubieran sido alertados de su llegada por el comandante Noa, y Creek no hubiera estado con él, ya habrían dado la alarma.

"¿Eres Minosi Kan?" Preguntó uno de ellos.

"Soy yo. Llévame ante tu comandante".

Un mestizo lo acompañó por los pasillos de Guardian hasta el apartamento de los Kuger, donde Gideon lo estaba esperando. "El comandante dio órdenes específicas de no permitir que nadie más que ustedes dos, Neel y el líder de equipo Sid, entren en esta habitación".

"Bien hecho". Iason pulsó con el pulgar un pequeño sensor situado junto a la puerta. Esta se abrió y se volvió a cerrar después de que entraron. Un joven de pelo oscuro corrió hacia ellos sonriendo. "¡Lograste llegar, entonces!"

Iason lo abrazó, haciendo que se sonrojara de timidez. "¿Eso es todo lo que tienes que decirme?"

A Riki le costaba admitirlo, pero, aunque hubo un tiempo en que su odio por el Blondie era tan grande que deseaba su muerte, ahora incluso unos días sin él tenían el sabor de la cerveza caliente e insípida. Sabía exactamente lo que Iason quería oír. "Te extrañé... un poco".

El corazón de Lord Mink dio un salto, pero desde fuera era imposible entenderlo, tan inescrutable se quedó la expresión de su rostro. "Me alegro de verte sano y salvo, Riki", declaró, acariciando su mejilla.

Por segunda vez había temido perderlo. Sostener a su mestizo en sus brazos, sentir el cálido latido de su corazón, era todo lo que Iason necesitaba. Nada más. Las horas que transcurrieron desde su partida hasta el momento en que Gideon lo llamó para decirle que el plan había tenido éxito, fueron de puro terror.

Lord Lagat les permitió unos minutos de efusiones románticas antes de bostezar de aburrimiento. "Espero que ciertas escenas azucaradas no sean la norma, hermano, o me tendré que buscar otro lugar para vivir".

El apartamento de los Kuger sería su hogar durante los próximos meses. La primera batalla estaba ganada, pero la guerra acababa de empezar. Los dos Blondies se sentaron y comenzaron a discutir sobre sus próximos movimientos.

***

Daniel lo reconoció de inmediato. Estaba sentado en la última de las largas mesas rectangulares del comedor. Pocos la utilizaban porque era la que estaba más alejada del mostrador de la comida.

Daniel puso en su bandeja un plato de sopa, una rebanada de pan, un vaso de agua y fue a sentarse frente a él, a unos cuantos asientos de distancia para poder verlo bien sin ser notado. Definitivamente era el hombre que Raoul le pidió que buscara, la descripción coincidía.

Enseguida le llamó la atención su cicatriz. Era raro que un mueble tuviera un defecto físico porque en Guardian sólo se seleccionaban niños guapos y libres de imperfecciones. Si el defecto se producía más tarde - por ejemplo, como consecuencia de un accidente, una enfermedad o un castigo - el mueble simplemente se desechaba. El hecho de que Katze estuviera vivo frente a él decía mucho. Debía tener algo especial. A pesar del corte que desfiguraba su mejilla izquierda, Daniel no pudo evitar notar que era realmente apuesto.

Lord Am le había pedido que comprobara si Katze estaba bien. Tras observarlo durante un tiempo, llegó a la conclusión de que no tenía problemas de salud. Solo parecía... triste.

Daniel conocía bien ese sentimiento porque casi todos los muebles de tipo D pasaron por una etapa parecida. Muchos de ellos sirvieron en las casas de los Elites, pero fueron repudiados por una variedad de razones, que iban desde un capricho de su dueño hasta un error cometido durante el trabajo. Ese momento en el que comprendes que tu amo ya no te quiere y has acabado en la categoría humana más baja de la torre, que tienes menos valor que un objeto, es el más duro de todos.

Daniel fue el mueble de un Zafiro llamado Frederik Fleur. Empezó a trabajar para él a la edad de 13 años y medio, recién salido de la formación para muebles, pero fue una experiencia corta.

Seis meses después de su llegada, de hecho, el Elite consiguió una nueva mascota. Aunque Daniel cuidaba impecablemente de él, ese niño lo odiaba y hacía todo lo posible por interponerse en su camino. Se quejaba de que no estaba bien atendido, de la comida horrible, del agua del baño demasiado fría y de la ropa mal lavada. En casa, rompía cosas deliberadamente para echarle la culpa a Daniel.

Fue tan insistente que Lord Fleur finalmente decidió deshacerse del viejo mueble y adquirir uno nuevo. Debido a su corta edad y buena salud, Daniel fue enviado al sector de los D en lugar de ser eliminado.

Seis años pasaron desde entonces y Daniel se había acostumbrado a ese tipo de vida. El trabajo era duro pero repetitivo, así que con el tiempo y la práctica se volvía un poco más fácil de hacer. A lo único que realmente nunca te podrías acostumbrar era al desprecio y la humillación.

En este sentido, los salones de entretenimiento para mascotas eran los peores. Si te iba bien, sólo te insultaban con los epítetos más degradantes, a veces un par de empujones o una zancadilla. Pero había días en los que esos chicos vestidos con poca ropa te obligaban a hacer lo mismo decenas de veces, te derramaban la comida y la bebida encima, o te exigían actuaciones repugnantes. Y las órdenes de las mascotas tenían que ser obedecidas. Siempre.

Daniel volvió a centrar su atención en el hombre que tenía delante. Tras terminar su sopa, Katze estaba pelando una manzana arrugada muy meticulosamente, formando una fina tira con la cáscara. ‘Debió ser un mueble muy hábil’, pensó.

‘¿Quizás debería decirle algo? Tal vez un: hola, ¿eres nuevo? Encantado de conocerte', pero la actitud del hombre parecía gritar: 'Déjenme en paz. No te acerques'.

Katze levantó la vista y se encontró con los atentos ojos del otro mueble. Luego, volvió a su manzana y comenzó a cortarla en rodajas. "Nunca te vi por aquí", pronunció con calma, sin desviar su atención de lo que estaba haciendo.

"No", respondió Daniel. "Durante los últimos tres meses estuve de servicio temporal donde un Elite. Reemplacé a su mueble titular, que estaba enfermo. Regresé hoy".

"No sabía que los Elites tomaban a los muebles de tipo D como sustitutos", comentó Katze un poco escéptico.

"De hecho, no suele ocurrir. Tuve suerte".

"Ya veo. Bien por ti entonces". El eunuco mayor no dijo nada más. Terminó de comer su fruta, se puso de pie y recogió la bandeja con los platos sucios para llevarlos a la cocina, donde el mueble de turno se encargaría de lavarlos.

"Mi nombre es Daniel", logró gritar el chico, antes de que estuviera demasiado lejos para oírlo.

"Katze", respondió el hombre, girándose por un momento para mirarlo antes de salir de la habitación.

***

Raoul había dejado activos los permisos de entrada y salida de Daniel, por lo que la puerta del ático se abrió automáticamente a su llegada.

El Blondie estaba en la sala de estar, leyendo un periódico holográfico mientras terminaba su desayuno. Daniel se inclinó cortésmente frente a él. "Buenos días, maestro".

"Buenos días, Daniel". Raoul se alegró al comprobar que, a pesar de haber regresado a su antiguo sector, el chico seguía llamándolo maestro. "¿Cómo te fue ayer?"

"No tuve ningún inconveniente. Vi al hombre que usted me pidió que buscara".

Raoul se levantó de un salto, derribando la silla en la que estaba sentado. "¿Viste a Katze? ¿Estás seguro?"

"Sí. Sucedió anoche. La descripción coincidía y él me dijo su nombre".

Los latidos del corazón del Blondie se aceleraron. "¿Cómo... cómo está?"

"Creo que está bien. No mostraba ninguna molestia física".

Raoul exhaló un profundo suspiro. La piedra que estuvo atenazando su estómago durante más de tres meses empezó a aligerarse.

"Maestro, ¿Sr. Katze está entre los muebles de tipo D? ¿Por qué?" La voz sorprendida venía de la cocina. Benson, que se precipitó inmediatamente después de oír el ruido de la silla al caer al suelo, lo había escuchado todo.

Raoul maldijo internamente. No quería que Benson se enterara, pero ahora sólo quedaba decirle la verdad. "Sí. Katze fue condenado por Júpiter a servir en Eos como mueble de tipo D".

El joven de pelo verde apretó los puños y comenzó a derramar lágrimas. "¡Es mi culpa! ¡Lo condenaron por mi culpa!"

Raoul se acercó a él, pero Benson lo recibió con el brazo extendido y la mano abierta para apartarlo. Fue un gesto impulsivo que inmediatamente se arrepintió de haber hecho. Había rechazado a su maestro, una infracción muy grave. "Lo... lo siento..." murmuró temblorosamente.

"No importa, es una reacción comprensible, sólo quiero que sepas que yo tengo la culpa de esto, no tú".

Benson movió enérgicamente la cabeza para negar esa afirmación. "¡No! Yo lo llevé a usted donde Katze cuando no se encontraba bien. Yo le pedí a él que le ayudara a recuperarse. Si no lo hubiera hecho, nada de esto habría ocurrido. ¡Debería haber dejado que ese látigo me matara!"

"¡No digas tonterías!" Lo regañó el rubio. "Fuiste una víctima como él. ¡No tienes la culpa!" Como Benson no podía dejar de llorar, Raoul le puso una mano en el hombro para calmarlo.

"¿Él fue... mutilado?" Preguntó el chico al cabo de unos minutos.

"No. Katze fue modificado de niño como tú. Es un mueble liberado. Si quieres saberlo, también es dueño de un mueble y extremadamente rico".

Raoul había dicho eso para calmar la situación, y efectivamente esa estratagema dio en el blanco. "Esto... es extraño", comentó Benson, secándose los ojos con el dorso de la mano.

"Sí, supongo que Katze es único", confirmó Raoul. "Ahora escucha, acabamos de recibir la confirmación de Daniel de que él está bien. Es una razón para regocijarse, no para desesperarse. ¿No estás de acuerdo?"

"Tiene razón, maestro. Disculpe", respondió el eunuco, asintiendo con la cabeza.

Daniel se quedó fascinado con esa conversación. Había descubierto que Katze era un mueble liberado - y era algo más único que raro, que él mismo era propietario de un mueble, que tenía una buena posición económica y que ayudó a Raoul a recuperarse de alguna extraña enfermedad, razón por la cual fue castigado por Júpiter y condenado a servir en Eos como mueble de tipo D.

Todo esto era increíble. Era la historia más extraña que jamás había escuchado.

***

Tras poner su desayuno en la bandeja y sentarse en el mismo lugar que la última vez, Daniel volvió a centrarse en su objetivo, el cual, con una taza de café negro y dos rebanadas de pan duro en su plato, miraba apáticamente hacia delante.

"¿Disfrutas mirándome?" El pelirrojo preguntó de repente.

Mortificado, Daniel apartó la mirada. "Lo siento. No quería faltarte el respeto".

Katze rozó con sus dedos el surco que recorría su mejilla izquierda. "Me dejaba el pelo largo para cubrirla", dijo pensativo, como si estuviera conversando con su taza de café. "¿Quieres saber cómo la conseguí? ¿Es por eso que me miras?"

En realidad, Daniel estaba admirando sus hermosos ojos ambarinos, pero no era el caso de confesarlo. "Tienes una cara muy bonita, esa cicatriz no se ve mal en ti", respondió con sinceridad, pero el silencio que siguió lo hizo dudar de haber dicho lo correcto.

Por lo tanto, intentó cambiar de tema. "A veces, cuando la mermelada de los muebles de tipo C se está haciendo moho, nos la dan para ponerle el pan. Sólo hay que quitar la capa superior y tiene buen sabor. ¿Tuviste la oportunidad de probarla?"

"¿Por qué haces esto?" El hombre lo interrumpió con suspicacia.

"¿Hacer qué?"

"Estar cerca de mí. Buscar una conversación".

"... ¿te molesta?"

"Si te dijera que me molesta, ¿dejarías de hacerlo?" Respondió Katze, dando un mordisco a su rebanada de pan.

"Sí", afirmó el chico sin dudar, y era la verdad. A pesar de las órdenes de Raoul, no iba a molestar a alguien que realmente quería estar solo.

Katze se encogió de hombros. "Haz lo que quieras. Para mí es lo mismo". Terminó su desayuno y salió del comedor.

‘¿Lo estaré haciendo bien?’ Se preguntó Daniel.

Raoul le pidió que intentara ganarse poco a poco la confianza de Katze sin revelar para quién trabajaba. No quería darle falsas esperanzas ni poner a ninguno de los dos en peligro.

El siguiente objetivo de Daniel sería conseguir que Katze lo informe de sus lugares y horas de trabajo, para que Raoul pueda intentar establecer al menos un contacto visual con él.

Al parecer, se necesitaría mucha paciencia y más tiempo del previsto.

***

Un par de días después, Daniel se acercó a Katze con un pequeño cuenco en la mano. "¡Hola! ¿Recuerdas que te hablé de la mermelada? ¡Aquí está! Hay que saber dónde buscarla, no pueden ponerla en el mostrador con el resto porque si no se acaba enseguida. ¿Quieres un poco?"

Colocó el cuenco, que contenía mermelada de albaricoque, sobre la mesa y se sentó a su lado. Katze lo miró sorprendido. '¡Ese chico otra vez!’ “Gracias", respondió con poca implicación, sumergiendo la cucharilla en la sustancia gelatinosa para untarla en el pan.

El desayuno continuó en silencio. Cuando terminaron de comer, Daniel se levantó primero y se ofreció a llevar a la cocina los platos sucios de ambos, cortesía que Katze aceptó.

***

Con el paso de los días, para Katze se convirtió en una costumbre que Daniel se sentara a su lado a la hora de comer. Por lo general, permanecían en silencio, pero a veces intercambiaban algunas palabras de circunstancia, como comentarios sobre la comida, las cosas que sucedían en Eos o las noticias que se filtraban del exterior. Que uno de ellos también llevara la bandeja del otro a la cocina se hizo una constante.

El eunuco más joven tardó dos semanas en empezar a hablar de sí mismo. Le contó a Katze por qué estaba entre los muebles de tipo D y algunas de las desventuras que le ocurrieron en el trabajo. Le dio consejos sobre cómo manejar tareas especialmente difíciles, por ejemplo, desatascar rápidamente las tuberías de drenaje o evitar ser atropellado por los Elites demasiado enérgicos mientras lavaba el suelo.

Katze se limitaba a escuchar. A veces añadía conocimientos al discurso, pero no entraba en lo personal. Nunca habló de sí mismo. A Daniel no le importaba que la conversación fuera unilateral, bastaba que la expresión de Katze ya no fuera tan triste y seria como al principio.

Nunca lo admitiría, pero Katze empezaba a disfrutar de estos momentos de convivencia. La hora de la comida se había convertido en el momento más esperado del día.

Por fin, un día, Daniel se aventuró a pedirle la información que Raoul ansiaba. "¿Dónde te asignaron hoy?"

"¿Por qué quieres saberlo?"

"Tal vez estemos de servicio en lugares cercanos y pueda pasar para un saludo".

Al líder del mercado negro esta explicación le pareció bastante infantil, pero no había nada de malo en responder. "Pasillo de la séptima planta y clasificación de residuos en la octogésima. Esta tarde, sin embargo, estaré en Oasis".

El salón Oasis era el más exclusivo, frecuentado sólo por mascotas de clase A. Los muebles que servían en sus mesas eran los más atacados. "Oasis..." Daniel repitió con preocupación "¿Ya estuviste allí?"

"Desgraciadamente, sí", respondió el otro, "y nunca me fue bien".

"¿Qué pasó?"

"Hay una mascota que me tiene en el punto de mira y hace de todo para hacerme la vida imposible", explicó Katze, sin entrar en detalles. "Por su culpa, terminé varias veces bajo el palo de Louis".

Si Daniel hubiera podido, tomaría su lugar. Era bueno para hacerse invisible y evitar llamar la atención, por lo que las mascotas solían dejarlo en paz. Pero eso no era posible. Lo único que podía hacer era darle algún consejo.

"Si te provocan, intenta no reaccionar. Haz lo que te digan sin pensar. Desconecta tu cerebro. No eres tú el que se humilla, es este uniforme naranja. Las mascotas se desquitan con nosotros para sentirse fuertes, porque al imitar a sus amos se engañan a sí mismos que no son esclavos".

Daniel se había dado cuenta de que Katze, a pesar de su actitud aparentemente apática y distante, no estaba condicionado. La humildad no era parte de él como de la mayoría de los otros muebles de tipo D, y esto podía causarle grandes problemas con las mascotas.

"Lo sé. Hasta luego", concluyó el pelirrojo, levantándose de la mesa y saliendo del comedor.

***

Después de realizar sus tareas matutinas, Daniel fue a la casa de Raoul y le informó sobre los turnos de Katze de hoy.

"¿Salón Oasis? ¿Dónde está eso?" Preguntó el rubio sorprendido.

"Es un salón muy grande, construido hace un par de años, maestro. Además de ser un bar/restaurante, también dispone de un solárium y una piscina cubierta. Se encuentra en la planta 50".

Los Elites rara vez acudían a los salones reservados para las mascotas y si lo hacían era sólo para reclamar sus bienes. Raoul llevaba varios años sin tener una mascota. Desde luego, no sería lo mejor para su imagen dejarse ver en un salón así después de más de tres meses sin salir del apartamento, pero lo haría. De ninguna manera iba a dejar pasar esta oportunidad.


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