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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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Tras cambiarse de ropa y descansar un poco, Katze fue a la oficina de Louis.

El eunuco mayor le habló con franqueza y seriedad. "Ya es la cuarta vez que me veo obligado a castigarte por motivos relacionados con el salón de las mascotas, Katze. Como bien sabes, cuando la misma infracción se repite al cabo de poco tiempo, tengo que aumentar el número de los golpes. La primera vez fueron cinco, hoy veinte. ¿Cuántos más crees que puedes tolerar, antes de revisar tus actitudes?"

Lo que acababa de ocurrir en Oasis puso a Katze a prueba tanto física como emocionalmente, haciéndole perder su compostura, pero ahora su actitud era la de siempre, apática y distante. "No puedo darle una respuesta, Sir Louis", respondió mecánicamente.

"Sabes muy bien que no puedo abstenerme de asignarte al salón, de vez en cuando. A nadie le gusta ese lugar. No puedo jugar al favoritismo. Debes aprender a controlar tus impulsos".

Katze no parecía dispuesto a añadir nada más, así que Louis continuó.

"Revisé las imágenes de vigilancia desde varios ángulos. ¿Cree que eres el primer mueble al que obligan a servir la misma bebida varias veces o a beber un trago del suelo? Las reglas son simples, deja tu orgullo a un lado y síguelas. Si se te pide algo que resulta peligroso para tu seguridad, los guardias intervendrán, pero hasta entonces debes obedecer. Agradece que Júpiter te quiere vivo, pues he visto muebles eliminados por mucho menos de lo que tú hiciste hoy".

Katze reaccionó a esa afirmación con una mueca sarcástica. 'Oh sí, Júpiter me quiere vivo para mantener a Raoul a raya. Debería darle las gracias’.

Esto no pasó desapercibido para los ojos vigilantes de Louis. "¿Dije algo gracioso?"

"No, Sir Louis".

"¿Crees que esto es un juego? O, dado que Júpiter te arrebató la oportunidad de quitarte la vida, ¿estás intentando que te maten los guardias?"

"No, Sir Louis". Las respuestas de Katze estaban desprovistas de implicación. Como si un robot las pronunciara.

"Si este es tu objetivo, debes saber que no va a suceder. Sólo estás haciendo las cosas más difíciles tanto para ti como para mí, además de poner en riesgo todo por lo que luché durante años. Me tomó mucho tiempo convencer a la junta directiva de que me hiciera el único a cargo de la disciplina. ¿Sabes por qué me dejan hacerlo todavía? Porque mis métodos funcionan. El porcentaje de violaciones de las normas y de errores en el trabajo ha disminuido considerablemente en comparación con la época cuando los guardias se encargaban de la disciplina. Pero ahora, el hecho de que un mueble sea reincidente y rebelde pone en duda mi trabajo.

Me convocó Lord Zavi para discutir los disturbios de hoy en Oasis, y tendré que asegurarle que tal escándalo no volverá a ocurrir. Por si fuera poco, se creó un grave precedente, pues a partir de ahora todas las mascotas querrán ver sesiones disciplinarias administradas en público. Dime, Katze, ¿te gustaría que nuestro sistema disciplinario volviera a ser como hace diez años? Tú mismo llevas en tu rostro las consecuencias de un castigo ejecutado arbitrariamente. ¿Quieres que las mismas cicatrices marquen el cuerpo de tus compañeros, también?"

El discurso del encargado de los muebles logró finalmente sacudir la indiferencia del pelirrojo. "Trataré de controlar mis impulsos, Sir Louis. "

"Muy bien. Estás asignado a la limpieza de los aparcamientos. Ya advertí a los otros que están lidiando con esto ahora, de que no te exijan demasiado porque no estás en plena salud. Puedes irte, Katze".

El antiguo líder del mercado negro se despidió con una reverencia y salió de la oficina.

***

Esa noche, Daniel esperó en vano a que Katze llegara al comedor.

Se enteró del incidente en Oasis. Era la primera vez que uno de ellos era castigado en público, lo que levantó mucho polvo de preocupación entre los muebles de tipo D.

Después de que terminó de comer, colocó en una bandeja un plato de estofado, una rebanada de pan, una naranja, un vaso de agua y un par de cubiertos. Sus comidas consistían en las sobras de la cantina de los muebles de tipo C, de los salones para mascotas y de los banquetes de Parthea. Por lo general eran sopas aguadas de sabor indefinido, pero el guiso de hoy no estaba mal. Era suficiente no preguntarse qué le pusieron dentro.

El dormitorio estaba a un par de pasillos del comedor. Encontrar la habitación de Katze no fue difícil porque el código ‘D2436’ estaba estampado en la puerta.

Daniel tuvo que tocar un par de veces para que le abrieran. "Hola. Te traje la cena, debes tener hambre".

Katze estaba realmente sorprendido por esta visita. En realidad, tenía hambre, pero no fue a la sala común porque no se sentía de humor para lidiar con la popularidad que le proporcionó el espectáculo en Oasis por la tarde. Además, las palabras de Louis lo hicieron reflexionar. ¿Estaba realmente poniendo en peligro no sólo su propia seguridad, sino especialmente la de los demás?

"Gracias". Katze tomó la bandeja y la colocó sobre la silla. Aunque en los últimos meses le costaba considerarse todavía un ser humano, no había olvidado sus modales y el valor de la hospitalidad. "¿Quieres entrar? "

Daniel cruzó el umbral de la pequeña habitación. "¿Es cierto lo que dice la gente? ¿Que atacaste a una mascota?"

"Sí".

El chico cerró sus manos en puños mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. "¡Fuiste un tonto! ¡Podrían haberte matado! ¿No pensaste en cómo se sentirían los que te quieren, si estuvieras muerto?"

El hombre se quedó sorprendido. ¿Daniel realmente se preocupaba tanto por él como para llorar por su eventual fallecimiento? ¿Acaso, a alguien le importaba su vida?

"Tienes razón. Tendré más cuidado", dijo. Era una afirmación honesta, pues ya lo había decidido en la oficina de Louis.

Daniel asintió, limpiándose la cara con el dorso de la mano antes de señalar la bandeja. "La cena de hoy no estuvo mal, ¿sabes? No es la sopa desabrida de siempre".

Katze levantó la bandeja y se sentó con ella sobre sus piernas. El contacto con una superficie dura era doloroso, pero intentó que no se notara. Comenzó a comer y Daniel se sentó en el borde de la cama.

"¿Duele?" El eunuco más joven preguntó, cuando el plato estuvo casi vacío.

"Un poco".

"Traje un ungüento que es milagroso para los moretones. Te ayudará a dormir y a trabajar mañana, el dolor se siente más al día siguiente".

Katze se sorprendió de nuevo. No estaba acostumbrado a recibir amabilidad. Aparte de Raoul, nadie se había preocupado por él ni siquiera cuando era el líder del mercado negro, y mucho menos ahora que se convirtió en el último de los sirvientes de Eos. "¿Un ungüento? ¿Y cómo lo conseguiste?"

"El Elite para el que trabajo me lo dio. Es una buena persona".

La explicación fue convincente. Katze rápidamente terminó de comer y dejó la bandeja en un rincón del piso. "Creo que aceptaré tu medicina milagrosa".

Daniel sacó el frasco de su bolsillo. Se sonrojó un poco al expresar su siguiente oferta. "¿Quieres que te ayude a aplicarlo? Es una zona un poco difícil para que lo hagas por tu cuenta..."

Katze estaba acostumbrado a cuidar de los demás, no a ser cuidado. La única excepción fue aquella vez que Raoul lo curó tras el malentendido del asesinato de Iason, pero el Blondie en esa ocasión no le pidió permiso para hacerlo.

"¿De verdad quieres ponerme la crema? Es mi trasero el que está magullado, no mi brazo."

"No importa. Mientras no te moleste que te toque en esa zona..."

Katze era desconfiado por naturaleza. La vida lo pateó demasiado como para que pudiera darse el lujo de mostrar sus debilidades, pero quién sabe... tal vez podría confiar en Daniel. Además, trató de imaginarse a sí mismo aplicándose solo el ungüento sin siquiera un espejo para mirarse, y llegó a la conclusión de que sería decididamente poco práctico.

"Muy bien". Se bajó rápidamente primero los pantalones y luego los calzoncillos, y se tumbó boca abajo en la cama. Sus nalgas y muslos estaban llenos de manchas azules y marcas moradas. Daniel aplicó el ungüento con sumo cuidado, luego sopló para que se secara más rápidamente.

"¿Qué es esa crema que me estás untando?" Preguntó Katze. "Es agradable. Ya me siento mejor".

"El Elite que me la regaló la utilizaba para tratar su mueble titular, que estaba en mal estado", explicó el chico. "Además de ser increíblemente eficaz, también huele bien".

Daniel colocó el pequeño frasco sobre la almohada para que Katze lo oliera. ‘¡Raoul!’ El hombre se vio inmediatamente atrapado en un flashback que lo hizo ponerse de pie de un salto.

"¡Quítame las manos de encima ahora!" Gritó, mientras se volvía a subir los pantalones con movimientos bruscos.

Sorprendido, Daniel tardó unos segundos en comprender el motivo de su repentino cambio de humor. Nunca pensó que un pequeño frasco de ungüento revelaría su secreto. "Tú... entendiste quién es el Elite al que sirvo, ¿verdad?"

"¿Cómo está él?" Katze ladró con los dientes apretados. "¿Qué sabes de Raoul?"

"Él... está bien. Apenas sale de casa, pero se mantiene ocupado. Benson también ha mejorado mucho..."

“¿Benson? ¿Por qué? ¿Qué le pasó?"

"Fue azotado por los guardias, por eso te arrestaron..." La expresión de Katze se había vuelto tan fría que Daniel se sintió como si le dieran un puñetazo en el corazón. "Lo siento. Debería habértelo dicho".

"¡Sí, deberías haberlo hecho! ¡Ahora vete!" El mueble de pelo rojizo señaló la puerta. Estaba enojado. ¡No, furioso!

Después de prometerse a sí mismo no cometer el mismo error, confió en alguien, ¡y por segunda vez fue engañado!

Creyó que los sentimientos de Daniel eran sinceros. Se mostró ante él desnudo en cuerpo y alma. Confió en sus lágrimas de preocupación, que no eran más que una actuación bien diseñada.

Daniel no se preocupaba realmente por él, sino que era un emisario de Raoul. Se había acercado a él porque el Blondie se lo pidió, no por interés sincero. ¡Mierda! Katze no podía creer que fue tan estúpido como para engañarse a sí mismo.

Por supuesto, era bueno tener un medio para conectarse con Raoul. Se quedó muy preocupado por él tras darse cuenta del chantaje de Júpiter. Pero, descubrir que Daniel jugó con su confianza y sentimientos se sentía terriblemente doloroso.

"¿Sigues aquí? ¡Te dije que te fueras!"

"Lo siento. ¡Por favor, Katze, déjame explicarte!"

"¡Vete!"

No hubo necesidad de sacarlo de un empujón, porque el chico dio un paso y cruzó el umbral. La puerta se cerró inmediatamente detrás de él.

No era un adiós. Katze sabía que volverían a verse a la mañana siguiente. 'A partir de ahora, Daniel sólo será un puente de conexión', decidió. ‘Nuestra relación será profesional y desprovista de enredos emocionales. ¡Así es como debería haber sido desde el principio!’

Sólo necesitaba respirar y apartar de su mente esas estúpidas ideas sobre alguien que se preocupaba por él. Recomponer la coraza protectora que nunca debió dejar que un chico de ojos dulces penetrara.

Sentado en la cama, una respiración a la vez, permitió que la ira fluyera en su cuerpo para dejar espacio a la decepción.

Varios minutos después, llamado por su instinto y sin ninguna razón lógica para hacerlo, abrió una rendija de la puerta para asegurarse de que Daniel realmente se había ido. El eunuco seguía allí, sentado en el suelo con la espalda apoyada contra la pared del pasillo.

"¿Qué demonios estás haciendo?"

La mirada del chico era triste pero decidida. "No puedo irme hasta que me escuches".

"¡Quédate ahí, entonces!" Respondió el mueble mayor, cerrando de nuevo la puerta.

Sin embargo, el tiempo pasaba y Daniel no se levantaba. Katze trató de ignorarlo y ocuparse de sus propios asuntos, pero en cuanto se acercó la hora del toque de queda - cuando por reglamento todos los muebles de tipo D debían permanecer dentro de sus cubículos - volvió a abrir la puerta. "Son casi las diez. Ve a tu habitación".

"¡No puedo!"

"¡Daniel, eres terco! ¡Te meterás en problemas!"

El chico le dio una sonrisa melancólica. "No podría irme sabiendo que me odias. Ningún problema es comparable con tu amistad".

21:50. 21:55. El gran reloj holográfico del pasillo marcaba los segundos con precisión. En el minuto 59 ya no había tiempo para que Daniel llegara a su habitación. Pronto los sensores del corredor se activarían y enviarían una señal de alarma a los guardias por cualquier cuerpo caliente que detectaran.

"¡Entra, date prisa!" Katze le tendió una mano y el eunuco de cabello castaño se deslizó dentro.

"¡Eres un tonto! ¡Ahora no podrás salir hasta mañana!"

Este pequeño gesto fue suficiente para devolverle a Daniel un poco de felicidad. "Sólo quería que me dieras la oportunidad de explicarte".

A estas alturas, Katze ya no podía volver a echarlo. "¡Dispara!"

"Es cierto, probablemente si Raoul no me hubiera pedido que te buscara, nunca me habría puesto en contacto contigo. Tal vez ni siquiera me hubiera fijado en ti. Pero todo lo que te dije desde el primer día fue sincero. ¡Nunca fingí contigo!"

Katze dejó escapar un suspiro y miró al techo. "¿Por qué no me contaste la verdad?"

"Fue el maestro Raoul quien me dijo que no lo hiciera. Ustedes dos no podrían tener contacto ni siquiera con un intermediario. Él no quería que nos metiéramos en problemas ni crear falsas esperanzas en ti. Además... yo no quería que pensaras que solo hablaba contigo per ese motivo. Tú... realmente me importas. Los momentos que pasamos juntos fueron los más felices desde que me convertí en un mueble".

Katze estaba desgarrado. Quería creerle, pero ¿y si eran más mentiras? El miedo a ser traicionado era grande. La barrera de hielo que protegía su corazón ya estaba derretida, sin embargo, no quería volver a sufrir.

Daniel avanzó un paso, acercándose. "No me odies, Katze. No me guardes rencor. No me dejes fuera de tu vida. Yo... no podría soportarlo. ¡Eres demasiado importante para mí!"

La confianza del hombre de pelo rojizo vaciló. Quería creerle. Lo deseaba con toda su alma. Dejar que los sentimientos lo atravesaran fue nuevo y reconfortante. Katze les dio la bienvenida abriendo sus brazos.

"No te odio. No te dejaré fuera de mi vida", dijo, dejando que Daniel lo abrazara. "Tú también eres importante para mí".

Ambos muebles permanecieron con sus cabezas apoyadas en el hombro del otro durante un rato, sujetándose con los brazos. ¿Cuándo fue la última vez que alguien los abrazó así? Tal vez, nunca había sucedido.

Se acostaron en la cama. Al escucharse mutuamente surgieron unas delicadas caricias y ligeros besos en la mejilla. No había necesidad de palabras, el silencio y el brillo en sus ojos era todo lo que necesitaban para entenderse.

Era casi medianoche cuando Daniel se levantó de la cama. "Ahora me tengo que ir".

"¡Espero que estés bromeando!"

"Estaré bien, no te preocupes. Si me quedara, sería como si te hubiera obligado a dormir conmigo, ¿no crees? ¡Gracias por todo!"

Sin darle tiempo a responder, el joven abrió la puerta y se marchó.

Los pensamientos de Katze viajaron durante mucho tiempo sobre hilos dorados. Por primera vez en incontables años, se durmió con una sonrisa.

***

A la mañana siguiente, Reinold fue encontrado por los guardias en el patio de Eos. Desnudo y atado a un árbol, con una larga cuerda enrollada alrededor de su cuerpo que le impedía abrir la boca y moverse.

Alguien lo golpeó salvajemente con una rama durante la noche, causándole numerosas contusiones y heridas. En algunos lugares fue golpeado tan repetidamente y con tanta fuerza, que su piel se había desgastado. A continuación, se introdujo la misma rama en su recto, antes de dejarlo pasar la noche al aire libre.

Lord Zeke Bell dio la alarma en cuanto no lo vio regresar a la hora habitual, pero a nadie se le ocurrió buscarlo en los jardines. El rastreador de su anillo de mascota no era muy preciso, sólo indicaba que seguía dentro de los límites de Eos.

Cuando en el hospital intentaron interrogarlo sobre la identidad de la persona que lo redujo a ese estado, no pudo dar ninguna información útil. No vio su rostro. Reinold sólo sabía que era alto e increíblemente fuerte. Le pareció ver rizos rubios bajo su capucha.

Las cámaras de vigilancia no ayudaron a resolver el misterio. El atacante, fuera quien fuera, conocía bien su ubicación y se aseguró de que nunca lo grabaran.

Al otro lado de la rama había una nota con el siguiente mensaje amenazante: ‘Esto no es nada comparado con lo que te pasará a ti o a cualquier otra mascota, si los vuelvo a pillar maltratando un mueble’.

Los rumores de lo ocurrido a Reinold se extendieron rápidamente. Todos tuvieron tanto miedo de ser el siguiente, que pasó mucho tiempo antes de que una mascota se atreviera a comportarse de forma jactanciosa y prepotente con un eunuco otra vez.


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