Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Katze buscó el rostro de Daniel entre la multitud que llenaba la sala común. Cuando lo vio, no ocultó su alivio.

"¿Cómo demonios no te pillaron?" Le preguntó, mientras el chico se sentaba a su lado en el lugar habitual.

"Ni siquiera lo intenté, me quedé allí esperando a que los guardias vinieran a buscarme. Louis estaba furioso porque fueron a llamarlo en medio de la noche. Dijo que nunca habría esperado que me portara así. Cuando me preguntó por qué había salido a esa hora, le respondí que necesitaba ir al baño".

A pesar de haber estado bajo el bastón sólo unas horas antes, Daniel estaba tan feliz que tenía ganas de reír.

"Deberías haberte quedado conmigo", lo regañó el eunuco mayor.

"Lo haré cuando tú mismo me propongas quedarme".

Cuando a Daniel se le metía algo en la cabeza, no había forma de que entrara en razón. Katze estaba recién empezando a conocer algunas de las diversas facetas de su resplandeciente personalidad. "¿Cuántos golpes?" Preguntó, estrechando la mirada.

"Sólo cinco. Temía que fueran más porque era tarde en la noche y todo el mundo estaba durmiendo, pero como hacía mucho tiempo que no rompía las reglas, Louis dijo que el número mínimo sería suficiente y que discutiría la cuestión de nuestras necesidades fisiológicas nocturnas con Lord Zavi esta mañana. Sin embargo, no tengo que volver a hacerlo".

"Eso significa que tendremos mucho cuidado con el reloj". Con esa frase, Katze dio a entender mucho más del significado aparente de sus palabras. Que habría otras veladas como la que tuvieron de tener, ellos dos juntos en la intimidad de una habitación.

La tentación de hablar de ello era grande, pero no podían. Las relaciones sentimentales entre eunucos eran una eventualidad tan ridícula que ni siquiera se contemplaba en el reglamento de Eos. Sea cual sea el nombre de lo que acababa de nacer entre ellos, tendría que desarrollarse en absoluto secreto. Afortunadamente, no había cámaras instaladas en los cuartos de los muebles, porque a nadie le interesaba lo que hacía un sirviente de bajo nivel en su tiempo libre.

Pero el papel de Daniel como intermediario aún no había terminado. Le quedaba una misión pendiente por cumplir. "Katze, ¿dónde te asignaron hoy?"

"Supongo que quieres saberlo para venir a saludarme si estás por la zona, ¿verdad?" Respondió el otro con un toque de diversión. Saber que él y Raoul se verían lo emocionaba y asustaba al mismo tiempo.

"Exactamente..."

***

"Maestro Raoul, esta tarde Katze se encargará de la eliminación de desechos en la planta 62".

"¿Y en qué consiste esta eliminación de desechos, Daniel?" Investigó el bioquímico.

"A los encargados de los residuos se les proporciona un carro equipado con una bandeja y varios contenedores. El trabajo consiste en vaciar el contenido de todas las papeleras de la planta asignada en la bandeja, separar los distintos materiales y repartirlos en los contenedores correspondientes. Se hace para fomentar el reciclaje adecuado".

Tras un momento de reflexión, Lord Am sonrió. Sí, esta podría ser una excelente oportunidad.

***

Mientras Raoul se dirigía al ascensor, fue interceptado por alguien con quien no tenía muchas ganas de hablar.

"Buenos días, Orphe", lo saludó, tratando de ser cortés pero al mismo tiempo dejando claro que tenía prisa.

"Buenos días, Raoul. ¿Vas a algún sitio?"

"Sólo un paseo", respondió el rubio.

"Hay rumores de que empezaste a frecuentar lugares poco ortodoxos, como los salones de mascotas. ¿Son esos chismes ciertos?"

Lord Am suspiró. Aparentemente, no iba a salir de esto tan rápido como hubiera querido. “Ambos sabemos que si lo preguntas es porqué ya revisaste los vídeos de vigilancia, y tu interrogación es por lo tanto, puramente retórica. Sí, hace poco descubrí la existencia de ese salón y tenía curiosidad por echarle un vistazo. Como no puedo salir de la torre, busco formas originales de pasar el tiempo. ¿Acaso hay una nueva norma que impida a los Elites frecuentar las salas comunes reservadas a las mascotas?"

"No hay", concedió el otro Blondie. "Sin embargo, permíteme exteriorizar mi decepción. El hecho de que tú, cuya reputación ya está gravemente comprometida, de entre todos los lugares respetables de Eos elija un salón así, es de lo más impropio. No aceptaré una explicación tan trivial. ¿Por qué estabas allí, Raoul? ¿Qué fuiste a hacer?"

"Sin motivos ocultos", respondió el bioquímico con calma. "Como ya te dije, solo tenía curiosidad de ver que había allí. Ahora, si me disculpas..." Intentó seguir adelante y decretar el fin de aquella conversación no deseada, pero Orphe no se lo permitió.

"Da la casualidad, Raoul", continuó Lord Zavi con voz firme. "Que durante tu tiempo en Oasis, uno de los muebles de tipo D fue disciplinado públicamente a petición de la mascota de Zeke Bell. Esto no sería un acontecimiento digno de mención si el mueble en cuestión no fuera el antiguo jefe de la administración del mercado negro, con quien más de una vez tuviste tratos, y si dicha mascota no hubiera sido atacada y golpeada durante la noche por desconocidos. Nuestro hermano Zeke está enfurecido y busca venganza".

Raoul se mostró asombrado. “¿Un atacante nocturno desconocido? Esto es terrible, Orphe. Me pregunto cómo pudo evadir nuestros sistemas de seguridad. Lo siento mucho por la mascota de Zeke, espero que puedas encontrar al culpable".

"Sí", afirmó Orphe, sin dejar de bloquear su camino. "Según la víctima, el que lo golpeó tenía largos rizos rubios. ¿Significa algo para ti, Raoul?"

Lord Am fingió pensar en ello. "Estas son pistas poco útiles y algo engañosas, hermano. ¿Quién te dice que el culpable no llevara peluca? Sinceramente, no es una responsabilidad que me corresponda. Me temo que no puedo ayudarte en la investigación".

"Muy bien. Sólo quería informarte que, para evitar que alguien te incluya en la lista de sospechosos, destruí las grabaciones que atestiguan tu presencia en Oasis ayer. Por favor, de ahora en adelante sólo frecuenta lugares adecuados a tu estatus".

"Gracias por tu preocupación. Trataré de seguir tus consejos. ¿Hay algo más que quieras contarme? De lo contrario, no me importaría continuar mi paseo..."

El Lord de Eos se hizo a un lado. Raoul tomó el ascensor, llegó a la planta 62 y comenzó a recorrer los laberínticos pasillos.

***

El mueble de pelo rojizo estaba inclinado sobre la bandeja de su carrito, con las manos envueltas en guantes de goma y sumergidas en un montón de basura. No le molestaba esa tarea: era fácil, no estaba sujeta a errores y se podía llevar a cabo de forma independiente. Además, el voluminoso carro que empujaba lo protegía de las miradas de disgusto de los transeúntes o del riesgo de ser atropellado por apresurados.

Cuando levantó la vista, lo vio. Raoul. Estaba de pie frente a él, a unos diez metros de distancia. Sus magnéticos ojos verdes eran increíblemente expresivos. Parecían decir: 'No te olvidé. Siento lo que tuviste que pasar. No estás solo. Saldremos de esta".

Para no violar el acuerdo con Júpiter, tenían que fingir que se trataba de un encuentro totalmente casual. Sin gestos y sin contacto físico o vocal, sólo se les permitía mirarse. Katze fingió que no estaba pasando nada y continuó con su trabajo de empujar el carro y buscar entre los desechos.

Si hubiera podido acercarse y hablar con él...

Tras el desafortunado enfrentamiento que tuvieron meses antes, en el que Lord Am cortó el viento con un látigo y el jefe del mercado negro derramó su sangre en el suelo, su relación había evolucionado mucho.

Raoul era el primer Elite al que Katze podía hablar sin servilismo y complejos de inferioridad. Él simplemente lo llamaba Raoul. Conversaban con franqueza y naturalidad, intercambiando opiniones y dándose consejos.

El Blondie lo respetaba y se preocupaba por su salud, instándolo a alimentarse correctamente y a abstenerse de correr riesgos en el ejercicio de su peligroso trabajo.

A través de sus frecuentes conversaciones, Katze aprendió mucho sobre la personalidad de Raoul y llegó a la conclusión de que era un ser mucho más complejo que Iason.

Iason era fácil de entender. Frío y calculador, era la columna vertebral de todo el imperio que se construyó a su alrededor. Nadie podía competir con su grandeza e impecabilidad. Aun así, tenía una debilidad: Riki.

Con Riki a su lado, Iason adquiría humanidad. Actuaba por impulso sin tener en cuenta las consecuencias. Dejaba que su afán por protegerlo lo abrumara y ya no se preocupaba por parecer perfecto e inalcanzable.

Lo que Katze sentía por Iason iba más allá del acondicionamiento de un mueble para su amo. Era pura veneración. Servirlo era la misión que daba sentido a su vida, y lo hacía con honor y orgullo. Lord Mink era el sol y Katze el planeta que giraba a su alrededor.

Raoul era diferente. Majestuoso y aterrador. Un indiscutible genio científico con excelentes capacidades analíticas. Sin embargo, en su alma extremadamente compleja, se alternan puntos de luz y de sombra.

La vulnerabilidad de Iason era Riki, mientras que la de Raoul era su propia esencia.

Reflexivo y cruel. Celoso y compasivo. Ofendido y eufórico. Furioso y pacificador. Destructor y sanador. Frágil e inamovible. Irónico y austero. Vacilante y audaz. Frío y apasionado. Raoul era todas estas cosas a la vez.

Iason era la punta de diamante de Júpiter. Raoul era su zircón.

Ambos igualmente espléndidos y brillantes, era imposible distinguir su magnificencia a simple vista. La diferencia estaba en el interior.

Iason era indestructible, pero podía ser aniquilado precisamente por esa única debilidad suya.

Raoul, en cambio, tenía tantos puntos débiles que podría astillarse de mil maneras, pero ninguno de esos golpes sería letal. Caería y sufriría, pero siempre se levantaría. Raoul era resiliente.

No era Iason la obra maestra de Júpiter, era Raoul con sus múltiples facetas. La combinación perfecta de complejidad humana y perfección artificial.

Katze no adoraba a Raoul como a Iason, él simplemente lo quería como a un amigo.

La elocuente mirada entre ambos duró unos segundos. Entonces, el Blondie sacó un papel del bolsillo y casualmente lo arrojó a la papelera antes de alejarse.

Katze siguió trabajando como si nada. Cuando llegó a la papelera, vació su contenido en la bandeja. Separó los objetos de vidrio de los de plástico, papel y aluminio, y los colocó en los contenedores correspondientes. Recogió todos los restos de comida y los depositó en el balde de orgánicos. Hizo lo mismo con los residuos indiferenciables, hasta que sólo quedó el papel en la bandeja. Tras asegurarse de que nadie lo estuviera mirando y de que no fuera filmado directamente por las cámaras, lo guardó en el bolsillo de su uniforme.

Más tarde, después de devolver el carrito a su sitio y antes de volver a su sector, entró en uno de los aseos cuyo uso también estaba permitido para los muebles de tipo D, se sentó en la taza del inodoro y leyó la nota, que estaba escrita a mano en cursiva fina.

'Querido Katze,

Lo siento si no tuve el valor de buscarte antes.

El temor de descubrir que fuiste destruido por Júpiter o en un estado físico o psíquico no preferible a la muerte me impidió hacerlo.

No voy a eludir mis responsabilidades. Tu bienestar está en la cima de mis preocupaciones.

Iason está trabajando por nosotros. Me aseguró que nos sacará de esta situación, pero tendremos que ser pacientes y aguantar unos meses más.

Trata de cuidarte y no meterte en problemas, pero no dejes de lado tu alma. Dentro de los límites de mis posibilidades actuales, intentaré ayudarte indirectamente.

Como probablemente ya habrás adivinado, estoy en contacto con Daniel, pero tendremos que recurrir a él sólo para comunicaciones urgentes e imperativas. Salvaguardar su seguridad, así como la nuestra, y mantener en secreto el plan que se está realizando en Guardian son las principales prioridades.

Confía en Daniel, es un buen chico.

Con cariño, Raoul’.

Katze apretó el frágil papel contra su pecho. Lo miró fijamente durante mucho tiempo como si quisiera grabarlo en su mente. Luego, lo rompió y lo tiró por el retrete.

***

El ambiente era alegre en el comedor. Se corrió la noticia de lo que le había pasado a Reinold, lo que hizo que todos los muebles de tipo D se sintieran en parte recompensados por la opresión sufrida. Como si hubiera un misterioso vengador enmascarado en Eos defendiendo sus derechos.

Katze y Daniel compartieron sus experiencias del día, o al menos aquellas de las que podían hablar en presencia de oídos indiscretos. Luego, se levantaron de la mesa, se miraron con complicidad y se dirigieron a la habitación de Katze.

"¿Cómo te sentiste hoy?" Preguntó el chico, cerrando la puerta tras de sí.

"Una mierda. El dolor en mi culo me está matando", respondió el hombre con sinceridad.

Daniel se sorprendió. No había escuchado un lenguaje tan vulgar desde Guardian, y muchos años pasaron desde entonces. No le importaba en absoluto descubrir este lado oculto de Katze.

"Esta mañana Raoul me dio una cantidad industrial de ese ungüento", dijo. "Creo que ayer estuvo en Oasis".

"Por supuesto que estuvo. ¿Quién crees que le hizo el trabajo a Reinold?"

Los ojos de Daniel se abrieron de par en par. "¿Fue Raoul?"

"Podría apostar por ello. Es su estilo", confirmó Katze divertido. "Pero quizás debería ser yo quien te aplique la pomada hoy".

El chico dudó en aceptar la oferta. Nadie le había visto desnudo desde que se sometió a la cirugía para extirpar sus genitales externos, salvo en las revisiones médicas semestrales obligatorias.

Katze percibió su incomodidad y decidió tomar la iniciativa. Sin ningún atisbo de vergüenza, se despojó de la ropa inferior y se tumbó boca abajo en la cama. "Lo entiendo. Házmelo tú primero".

Daniel sacó el frasco de su bolsillo, se sentó en el colchón y empezó a untar suavemente el gel sobre todos los moretones y marcas. "Katze... ¿alguna vez has estado con alguien?" Preguntó tímidamente.

"¿Quieres decir sexualmente?"

"Sí", admitió el joven con vergüenza.

"Tuve experiencias sexuales, pero no fueron agradables. Me obligaron a hacerlo".

"¿Te obligaron? ¿Estás diciendo que te violaron?"

"Sí", confirmó el hombre. "Sucedió hace muchos años. Era un pendejo ingenuo que acababa de convertirse en jefe del mercado negro. Me sentía indestructible porque sobreviví a las leyes de los muebles y salí del cautiverio de Eos, pero confié en la persona equivocada y pagué caro mi error".

"Yo... lo siento mucho". Los muebles tienden a considerarse a ellos mismos seres asexuados y desprovistos de toda estimulación erótica. Según el punto de vista de Daniel, ser agredido sexualmente era una posibilidad aterradora.

"No te preocupes, es cosa del pasado", minimizó Katze. "Pero dime, ¿por qué me hiciste esa pregunta?"

"Porque ayer, mientras estábamos en la cama, empecé a preguntarme si dos eunucos podrían estar juntos como hombres completos", confesó el chico, sonrojándose.

Katze se sentó y lo miró a los ojos. "¿Es esta una especie de declaración? ¿Estás tratando decirme que te gustaría experimentar el sexo conmigo?"

Con el corazón latiendo desenfrenadamente, Daniel asintió.

El antiguo comerciante sonrió con ternura. Nunca hubiera imaginado que tal propuesta pudiera ser planteada con tanta inocencia. Ese chico realmente podía sacar de él lados que ni siquiera sabía que tenía. Sin apartar la mirada, se inclinó sobre su rostro y besó sus labios. "Estoy seguro de que el sexo entre dos eunucos es posible. De acuerdo", aceptó.

El pecho del más joven dio un salto. Todo su cuerpo se estremeció de excitación.

Katze acarició su mejilla mientras bajaba la cremallera de su chaqueta naranja y se la quitaba. También le quitó la camiseta blanca que llevaba debajo del uniforme y empezó a besarle el cuello y el pecho. Rozó su pezón con los labios y bajó hasta su ombligo con un rastro de besos. Se quitó su propia ropa superior, la única prenda que llevaba puesta, y lo abrazó .

"¿Puedo quitártelo?" Preguntó en un susurro, moviendo sus manos sobre la abertura de sus pantalones.

"S… sí", lo autorizó Daniel, estremeciéndose.

Después de quitarle los pantalones y los calzoncillos, el eunuco mayor acarició suavemente su ingle lisa y perfecta. "No hicieron tan buen trabajo conmigo", reveló con amargura. "La tecnología médica no estaba tan avanzada".

"Déjame ver".

Katze se tumbó en la cama y dobló ligeramente sus piernas para mostrarse. Daniel tocó la zona donde alguna vez estuvieron su pene y testículos. Ahora había cicatrices y un saco escrotal vacío que colgaba ligeramente. "Eres hermoso".

Katze lo atrajo hacia él y continuó besándolo con más intensidad. Lamió su cuello y los lóbulos de sus orejas. Volvió a pasar por su pecho y ombligo, hasta llegar a ese triángulo terso, blanco y andrógino que era su entrepierna. Se acercó con la boca y le hizo cosquillas a su uretra con la punta de la lengua. "¿Sientes algo?"

"No lo sé", respondió el chico disculpándose. "Pero no importa. Me gusta lo que estás haciendo".

Katze tocó la estrecha abertura rosada que se escondía un poco mas abajo, entre sus nalgas. "Creo que la única forma que tengo para darte placer es pasando por aquí. Entiendes lo que quiero decir, ¿verdad?"

Daniel estaba asustado y avergonzado, pero lo deseaba. "Lo entiendo. Sí, hazlo".

Katze lo invitó a acostarse cómodamente boca arriba, separar sus piernas y doblar sus rodillas. Cogió una buena cantidad del ungüento de Raoul y la aplicó primero en los moretones, luego generosamente sobre su esfínter. "Ahora relaja tus músculos", le dijo. Estaba a punto de abrirlo.

Insertó la punta de su dedo medio y ensanchó ligeramente los bordes de la cavidad. "Puede que sientas un poco de molestia. Es normal, no tienes que avergonzarte de ello", advirtió, hundiendo el dedo hasta el nudillo y empezando a masajear suavemente su interior.

Daniel sintió un pequeño ardor, era extraño que algo entrara por allí. Entonces, empezó a preocuparse de que no estaba perfectamente limpio ahí dentro. Ese pensamiento hizo que sus músculos se contrajeran.

"Cierra los ojos. Relájate. Piensa en algo que te haga sentir bien", susurró el mueble mayor, inclinándose sobre su rostro y besándolo de nuevo.

¿Qué era lo que realmente le daba alegría? Los muebles de tipo D no podían salir de la torre ni siquiera para visitar los jardines. Sus vidas estaban completamente dedicadas al trabajo. ¿Quizás, la maravillosa vista desde la gran terraza del ático? ¿Los pequeños gestos bondadosos de Benson y Raoul? ¿Sus compañeros? ¿Sus viajes imaginarios a meandros lejanos?

Todos eran pensamientos agradables, pero no suficientes en esta circunstancia. Entonces, Daniel encontró la imagen correcta. "Tú. Estar contigo me hace sentir bien".

"Piensa en mí, entonces". Conmovido por tanta sinceridad, Katze añadió el dedo índice a la intrusión.

Nunca lo había hecho ni dejó que nadie se lo hiciera, pero el jefe del mercado negro estudió lo suficientemente bien la anatomía humana, como para saber dónde se encontraba ese punto especial. El único medio que aún les quedaba a los que eran como él para alcanzar la liberación orgásmica. Tras localizar la próstata, comenzó a masajearla.

Daniel, que por fin consiguió relajarse, tenía los ojos cerrados y respiraba lentamente. Los dedos de Katze dentro de él se habían vuelto agradables, pero de repente volvió a sentir miedo. Algo extraño estaba ocurriendo. Una sensación similar a las ganas de orinar. "E... espera... ¡Algo está mal!"

"Todo es normal. No te preocupes". El pelirrojo aumentó la velocidad y la fuerza del masaje.

La sensación creció tanto que a Daniel le dio miedo de mojar la cama "¿Qué... qué está pasando?" Gritó.

Entonces algo dentro de él explotó. El joven mueble liberó su voz. Su ingle palpitaba, sus piernas y vientre hormigueaban, su corazón latía tan rápido que parecía a punto de emprender el vuelo. Era maravilloso, todo su cuerpo se sentía cálido y sensible.

Poco a poco, el éxtasis disminuyó. Katze se acostó a su lado y lo abrazó con sus piernas y brazos.

"Gracias", vocalizó Daniel entre respiraciones excitadas. "Gracias". No pudo decir nada más.

***

Poco antes de las 10 de la noche, hora del toque de queda, Daniel se vistió y volvió a su habitación.

La noche transcurrió tranquila en Eos. Nadie, salvo dos jóvenes pertenecientes a la categoría humana más baja de todo el edificio, supo jamás que entre aquellas paredes se produjo el primer orgasmo de un mestizo condenado por un sistema cruel a no conocer nunca los placeres del amor.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).