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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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"¡Te lo juro, era él, Riki the Dark! ¡Debías ver cómo noqueó ese montón de músculos en un abrir y cerrar de ojos!"

"¿Riki de los Bison? Pero si hace años que no se lo ve en Ceres. ¿De dónde demonios salió?"

"No tengo ni idea. Tomó la defensa del vendido. Dijo que los androides elegían sus muebles entre los niños de Guardian en contra de su voluntad".

"¿Y tú le crees?"

"Riki nunca dijo mentiras. Ahora que lo pienso, varios de mis compañeros desaparecieron de la circulación antes de cumplir los trece años".

"Muchos de los míos también. ¿Será que tuvieron el mismo destino que Creek?"

El parloteo entre los soldados se multiplicó rápidamente por los pasillos y dormitorios de Guardian. Gracias a su audición mejorada, Minosi Kan y el Comandante Noa lograron obtener suficiente información para regresar corriendo al apartamento.

Iason llegó primero. La sala de estar estaba vacía y las puertas de las habitaciones cerradas. Inmediatamente entró en aquella donde estaba seguro que encontraría a su mestizo.

Gideon llegó una media hora más tarde y empujó con fuerza la puerta de la habitación de Aylin y Creek.

***

"Regresaste temprano". Riki estaba desnudo, sentado sobre la cama con las piernas cruzadas. Para minimizar los problemas, decidió que respondería a las preguntas incluso antes de que se formularan. "No hace falta irse por las ramas. Descubrí mi tapadera y me peleé con un tipo. Ahora todos saben que estoy aquí. Quizá sea lo mejor, no hagamos de esto una tragedia. Nadie irá a contárselo a nadie afuera".

Las pequeñas marcas violetas en su escultural cuerpo no pasaron desapercibidas para las pupilas de hielo de Lord Mink.

"¿Son mordeduras y rasguños?" Preguntó, estrechando la mirada. Sabía muy bien cómo peleaban los mestizos: puñetazos, patadas y objetos contundentes remediados aquí y allá. Sin embargo, aquellas marcas parecían estar hechas con dientes y uñas, e insinuaban una actividad completamente diferente a la lucha. Una que suele tener lugar entre dos personas en la intimidad de una habitación.

"Sí, era un tipo que nunca estuvo en una pelea. Realmente no creerás que soy tan estúpido como para permitir que un amante me deje marcas. ¡Es muy lógico que te enterarías de inmediato!" Riki quería parecer relajado, pero en realidad, el recuerdo de la crueldad de los celos de Iason hacía que sus entrañas se revolvieran.

El Blondie se inclinó sobre su cuello y olfateó el círculo morado cerca de su hombro. Confiaba en Riki, sin embargo ver en su piel ciertos símbolos indisolubles de amor y propiedad causados por una boca que no era la suya encendía en él un instinto de rivalidad. "¿Quién hizo esto?"

"No importa. Un amigo. No me preguntes más".

Unos labios húmedos que descansaban sobre una zona dolorida, y unos dientes blancos que se hundían en la carne magullada arrancaron al mestizo un improperio. "¡Mierda! ¡No tan fuerte!"

Iason sobrescribió cada mordisco, arañazo y magulladura para marcar sus posesiones.

"¿Estás... celoso?" Riki jadeó. Una oleada de excitación que acompañaba al dolor barrió todo el miedo e hizo que su sangre hirviera.

"Eres mío, mascota, no lo olvides".

La palabra mágica despertó la campana oculta de Riki, la que encendía todos sus sentidos en una mezcla de anticipación y expectativa, y que sólo se activaba cuando los dos estaban solos. Se colocó boca abajo en la cama, con las rodillas dobladas y las piernas abiertas. El Blondie rozó su perineo con los dedos, una zona en la que era especialmente sensible, y continuó trabajando hábilmente ese punto entre el ano y el escroto.

Riki apoyó su pecho en el colchón, formando un arco con la columna para facilitar un mejor acceso a sus genitales. Los largos cabellos color marfil le hacían cosquillas en la espalda.

Iason pellizcó sus firmes nalgas, dejando un rastro de manchas rojas. Se humedeció los dedos con saliva y los introdujo en el cálido portal. Riki se aferró con fuerza a las sábanas mientras lo preparaban para la penetración.

La sangre fluyó rápidamente de su cerebro a la zona de la ingle y viceversa, causándole una necesidad urgente de tener más. El Blondie tocó con la palma de la mano el área donde una vez estuvo el eje de su amante, tan llena de terminaciones nerviosas sensibles, haciendo que el vello circundante se erizara.

"Tú... por favor... Iason..."

"¿Por favor qué?" Preguntó el maestro en un sádico susurro.

"Dame más. Fóllame".

El androide retorció sus dedos dentro del canal, empujando las paredes resbaladizas. Riki quería más. Quería ser llenado. Quería que el enorme miembro de Iason agitara sus sentidos y golpeara su carne hasta enviarlo al cielo.

El Blondie agarró sus caderas, dibujando la forma de sus dedos sobre la piel bronceada. "¿De quién eres, Riki? ¿A quién perteneces?"

"A ti. Te pertenezco a ti".

Con un vigoroso empujón, Iason entró en él, que representaba su todo, su debilidad y su fuerza, arrancándole un grito de dolor deseado. Esa posición permitía una estimulación muy profunda. Riki no pudo abstenerse de vocalizar su éxtasis. Las embestidas se sucedieron con violencia.

Luego, lo guió a una nueva posición sobre su costado y se sumergió de nuevo. Acarició sus pezones endurecidos. Mordió su cuello y el lóbulo de sus orejas.

Riki estaba invisiblemente duro. Su órgano fantasma palpitaba. En esos momentos, olvidaba su mutilación. Las sensaciones que sentía durante el sexo no habían cambiado. Eran las mismas que en la vida anterior a Dana Burn. Igualmente satisfactorias.

Iason prolongó sus embestidas una y otra vez. Su viaje hacia la liberación, pasando por la carne de Riki, era insaciable. Con un golpe seco le dio una palmada en la nalga. Salió de él, lo hizo rodar sobre su espalda y empujó sus rodillas hacia atrás hasta que se apoyaron a ambos lados de sus orejas. Su mestizo era maravillosamente flexible. Lo penetró de nuevo y empezó a moverse hacia adelante y atrás con fuerza y velocidad.

La entrepierna y las entrañas de Riki, deliciosamente llenas, irradiaban chispas de placer por todo su cuerpo. Era un volcán a punto de explotar. Iason delineó con sus dedos las curvas perfectas de su rostro mientras alcanzaba el clímax. Silencioso, como siempre, pero con una potencia ensordecedora. Riki lo imitó poco después, echando chorros de semen sobre su pubis.

Acostados uno al lado del otro, compartieron el deslizamiento de sus fluidos de placer. Cumplimiento. Satisfacción. Silencio. Complicidad. Amor.

No fue hasta varios minutos después, que escucharon voces provenientes de la sala de estar con un volumen demasiado alto, y decidieron ir a ver qué estaba pasando.

***

No fue necesario que Creek pidiera la ayuda de Aylin. Inmediatamente después de enterarse de lo sucedido y correr a casa, ella cogió el botiquín de primeros auxilios y empezó a medicarlo. Gideon no debía verlo en ese estado, así que trató de cubrir el ojo morado y las magulladuras azules en su cara con una base de maquillaje.

Era una chica práctica, sanguínea y directa que decía las cosas sin dar vueltas. "¿Cómo se te ocurrió no contárselo a nadie y volver al trabajo como si nada?” Lo regañó. "¿Por qué no le pediste ayuda a Riki o a Sid? ¿Te das cuenta de lo que arriesgaste?"

"Perdona si te hice preocupar", se limitó a responder Creek. A pesar del abuso y el miedo que experimentó, se sentía como si acabara de despertar de un entumecimiento que había durado demasiado tiempo. Por alguna extraña razón creía que esa mala experiencia fue algo bueno.

A pesar de que fue mutilado, de que hicieron todo lo posible en Eos para convencerlo de que era un siervo dócil, de que durante diez años fue el mueble de un Blondie, él seguía sintiéndose un mestizo. Acababa de decidir que lucharía para ganarse un lugar en Ceres y el respeto de sus compañeros.

"¡Por supuesto que me preocupaste, idiota!" La voz de Aylin se quebró por la emoción. Era un soldado orgulloso, pero aun así seguía siendo una chica de diecisiete años que sólo descubrió el mundo hace unos pocos meses. Creek era su familia y ella no podía soportar la idea de que lo habían lastimado.

La puerta se abrió con tanta fuerza que formó una grieta en la pared. Lord Lagat irrumpió en la habitación y fue hacia los dos chicos sentados en la cama. Agarró al eunuco por el brazo y lo obligó a ponerse de pie. Aylin se quedó con la esponja empapada de polvo color piel pálido en el aire.

El comandante frunció el ceño y giró la cara de Creek a izquierda y derecha para verlo mejor. Luego, sin dudarlo, le quitó la camisa, revelando los moretones en sus caderas y espalda. "¿Quién te hizo esto? ¡Quiero los nombres de todos los que se atrevieron a ponerte las manos encima!"

"Nadie, maestro. Me caí de un estante en la despensa".

Los ojos de Gideon pasaron rápidamente de la preocupación al asombro. "¿Te atreves a mentirme? Puede que ya no tengas una etiqueta en tu muñeca, pero sigues siendo mi posesión y no toleraré mentiras. ¡Dime inmediatamente los nombres de los que te hicieron esto!"

"Me caí, maestro, es la verdad".

El Blondie de pelo negro teñido apretó los dientes. "¿Desde cuándo te convertiste en un rebelde, Creek? ¿Tengo que recordarte tu posición? Eres de mi propiedad y es mi deber tomar medidas contra cualquiera que te dañe sin mi consentimiento".

La boca de Creek permaneció apretada. Sus delgados ojos grises adquirieron una insolente mirada de desafío que hizo que el maestro ardiera de rabia. “¡Si no quieres decírmelo, castigaré a todo el ejército! ¡Los obligaré a correr y a hacer flexiones durante toda la noche! ¡Los agotaré tanto que ellos mismos acabarán confesando el nombre de los culpables!"

Lord Lagat se dirigió a la puerta para cumplir su amenaza, pero Creek rápidamente sacó un objeto del cajón y corrió tras él. “Maestro, te mentí y según las reglas debo ser disciplinado”, dijo, entregándole un cinturón de cuero.

El Blondie lo miró con asombro. "¿Crees que de esta manera lograrás hacerme desistir de mis objetivos?"

"No", declaró el eunuco. "Pero mentirle al proprio maestro es un terrible acto de insubordinación que exige el más severo de los castigos. Por favor, cumple con tu deber".

La ira de Gideon creció aún más. ¿Qué clase de historia era esa? ¿Creek lo estaba desafiando? ¿Acaso, pensaba que no lo haría? No podía permitir que un sirviente se burlara de él. "Muy bien. ¡Después de que termine contigo, será todo el ejército, sin excepción, el que deseará no haber nacido!"

El mueble tenía su cabeza inclinada, pero el brillo en sus ojos no mostraba signos de arrepentimiento.

"En la sala de estar. ¡Palmas contra la pared!" Ordenó Lord Lagat.

Creek ejecutó de inmediato. Sorprendida, Aylin agarró el cinturón de las manos de su amo para arrebatárselo. "¡Realmente no vas a golpearlo!"

Al ver sus grandes ojos brillantes, Gideon vaciló por un momento, pero Creek, que ya estaba posicionado y listo para recibir la disciplina, no tenía miedo. "Aylin, me estás humillando. Hazte a un lado. No necesito que me defiendas. ¡Deja que Maestro Gideon haga lo que deba para preservar su honor!"

Esas palabras tuvieron el efecto de acallar a Aylin y restaurar la determinación del androide. ¡Él era un maestro! No podía dejar que un mueble le mintiera y una mascota le dijera que hacer. Desenrolló el cinturón para asestar el primer golpe en la espalda desnuda de Creek.

Riki e Iason salieron de su habitación con la bata puesta. "¿Qué coño está pasando?" Exclamó el mestizo.

"¡Riki, no te metas!" Declaró el eunuco en voz alta. "¡Que nadie interfiera!"

No se pronunciaron más palabras. Ahora todo estaba en manos de Gideon.

Sin embargo, en lugar de proceder con el primer golpe, el Blondie se quedó quieto con el cinturón en la mano. Su mirada estaba fija en la delgada espalda de Creek. Parecía casi hipnotizado. Todos los presentes esperaban. Los momentos se convirtieron en minutos y se multiplicaron.

Luego, el Elite dejó caer la tira de cuero al suelo y avanzó un paso. Tras colocar su mano sobre la piel del joven, trazó una franja invisible con la yema de su dedo índice. Luego otra y otra.

Nadie podía verlas porque la tez de Creek era tan pálida que resultaban casi invisibles, pero Gideon sí, y las recordaba todas con claridad. Cicatrices blancas.

Ocho años antes, como un intento extremo de corregir sus numerosos y repetidos errores y convertirlo en un mueble digno de un Blondie, lo había azotado sin piedad. La consecuencia del sangriento castigo fue que Creek perdió las ganas de vivir. Su cuerpo empezó a rechazar la comida para dejarse morir.

En esa ocasión, Gideon estuvo a punto de perderlo para siempre. Fue él mismo quien lo mantuvo con vida, alimentándolo con amorosa paciencia y devolviéndole la esperanza. Juró tanto a Creek como a sí mismo que nunca más ejercería la disciplina física sobre él. ¿Cómo pudo olvidarlo?

"Cumpliste tu promesa", murmuró el eunuco, con una lágrima rodando por su cara. Dio media vuelta y se arrodilló en el suelo. "Maestro Gideon, estoy mortificado por mentirte, pero te ruego que no vuelvas a cuestionarme sobre la identidad de mis atacantes. No volverá a suceder. Asumo toda la responsabilidad de lo ocurrido. Por favor, no castigues a los soldados, nunca me lo perdonarían".

‘¿Desde cuándo me volví tan débil?’, se preguntó Lord Lagat. Su mascota nunca regresaba a casa a tiempo, siempre estaba de mal humor, contestaba y a veces se negaba a obedecer. Su mueble enmascaraba la verdad con mentiras y lo manipulaba como una marioneta. Ya no podía ejercer su autoridad sobre sus sirvientes. Sin embargo, ¿qué podía hacer? Fue él quien los sacó de Eos y los llevó a ese mundo de mestizos. No quería verlos deprimidos o infelices.

"Muy bien", aceptó. "Pero a partir de ahora quiero total sinceridad de tu parte".

"Me temo que no puedo hacerlo", objetó el joven en un arranque de valor. "Hay cosas que un soldado no puede compartir con su comandante".

"¿Soldado?" Repitió el Blondie. Creek no estaba realmente en el ejército, era más bien un colaborador.

"Sí, maestro. Me gustaría entrenar junto con los demás. Cuando ataquemos Tanagura, quiero tomar las armas y hacer mi parte".

En ese momento, Gideon se dio cuenta de lo mucho que Creek había madurado en pocos meses. "¿Serás capaz de soportar el entrenamiento?"

"Sí. No daré marcha atrás".

"En ese caso, cuando te hayas recuperado totalmente de tus heridas, serás asignado al escuadrón de Maxi".

"¡Oye, yo también quiero ser colocado!"

Todos siguieron la tercera voz, para descubrir que Riki los miraba con los brazos cruzados. “No me voy a quedar a salvo detrás de una mesa. Quiero estar en primera fila cuando vayamos a patear el culo de los androides. Ya no tengo más secretos que guardar".

Lord Lagat le dirigió a su hermano una mirada interrogativa. Iason no tuvo más remedio que encogerse de hombros. "No podría hacerle cambiar de opinión, aunque quisiera. Cuando los mestizos se proponen algo son increíblemente persistentes. Supongo que tú también estás empezando a conocerlos".

‘Y no sólo los mestizos', pensó el comandante. Incluso su impecable mascota de alta academia resultó ser más testaruda de lo que jamás hubiera podido imaginar. "¿Tienen alguna otra petición o podemos dejar esta pantomima y volver a la vida cotidiana?"

Nadie se atrevió a hablar.

"¡En ese caso, Aylin ve a lavarte, cámbiate de ropa y espérame en la almohada!"

En ese momento, la joven de pelo violeta tenía mil razones para oponerse, pero no lo hizo. "Está bien, maestro", dijo en voz baja. Luego, con el corazón triste, se soltó el pelo y empezó a desabrocharse la camisa verde de camuflaje.


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