Se supone que el día más especial de tu vida es cuándo al fin te dan el sí acepto. Después de mucho tiempo esperando, de ser perseverante y amar de manera desesperada, te corresponden.
Es cuando miras a ese ser humano y piensas, si quiero estar el resto de mi vida junto a él. Tomar su mano y sentir su calidez pasar a través de tus dedos y tu piel cosquillear por el contacto, hasta que la muerte los separe.
El aroma de las flores no opaca el de él, se esparce por el ambiente y te sientes tentada a cerrar los ojos y ahogarte en él.
Simplemente te intoxicas con su fragancia y deseas casi celosamente que la tuya se impregne en él, para que nadie más pueda oler lo mismo que tú.
Levantas la cabeza nerviosamente y vez sus ojos, te hundes en el mar profundo que posee, en su suavidad. Te sientes inesperadamente nerviosa, es la primera vez que te mira. Solamente a ti y tu reflejo aparece en el cielo.
Esperas que él vea a través de tus ojos todo el amor que sientes, cómo darías la vida por él.
Todos parecen felices por ti, pero sabes que no hay nadie más feliz que tú, es tu día, eres la protagonista, la princesa que cumple su sueño, la estrella brillante del cielo que opaca todo lo que te rodea.
Lo eres hasta que la luna aparece y roba su mirada.
Sus ojos no dejan de mirarlo, lo estudia, evalúan, y parece querer mirar más allá de su cuerpo físico.
Es el primer contacto visual, es el inicio de ellos, el fin de ella. Su mirada robó todo lo que deseaba en solo un segundo.
Su mirada se atrae, choca y vuelve a alejarse para solamente atraerse de vuelta y más fuerte. Como dos mitades separadas que añoran unirse.
Parecen jugar entre ellos, solo mirándose, ninguna otra emoción en el rostro de ambos. Esta por casarse, es un mal chiste que la felicidad dure hasta que dejen de mirarse de lejos y decidan que quieren más.
Se observan, ella los mira a ellos, juegan con las llamas en sus ojos, azul y negro bailando dejando saber que tipos de sentimientos cruzan por sus mentes.
No hay lugar para ella en esa mirada.
Los invitados gritan, ella también lo hace, pero nada los detiene, corren, su casi esposo tomando la mano del chico de ojos negros, corriendo como si huyeran de un gran peligro.
O un gran error. Los ve irse, ve la espalda del hombre que ama marcharse. Grita su nombre, pero para él, solo existe el chico de los ojos negros.
Se miran mientras corren, lo hacen también al subirse al auto que los llevara lejos de ella.
Su vestido se ensucia al correr detrás de ellos, no tiene dignidad, nunca la tuvo para iniciar, su amor siempre fue unilateral y cuando pensó que la amaba solo fue superficial.
Una mirada entre ellos y el mundo desapareció.
No fue hasta que la muerte los separe, solo fue un contacto visual.