Mi nombre es Takeru Takaishi, tengo veinticinco años y... ¡estoy enamorado del mejor amigo de mi hermano!
Se que no es un detalle importante, al menos para ti. Pero para mí es lo peor que me pudo haber pasado. No me malinterpretes. Estar enamorado es genial. Ves el mundo con muchos colores, el aire es más puro, el cielo más azul... Pero el hecho de saber que no tendré oportunidad alguna hace que me sienta bastante desanimado. Yamato Ishida y Taichi Yagami, mi hermano y el amor de mi vida respectivamente, son los chicos más atractivos de toda la ciudad. Son populares, son divertidos… En pocas palabras, son completamente geniales. Ah, pero existe un detalle, ¡son completamente heterosexuales! Cuando iban en preparatoria, cada viernes asistían a fiestas y reuniones, y al día siguiente terminaban con alguna chica desconocida en su cama. En varias ocasiones en las que me quedé a dormir con mi hermano, fui testigo de esas escenas. Pero ninguno de los dos sentaba cabeza. Les encantaban las chicas, las fiestas y vivir completamente en el desenfreno.
¿Cómo pude enamorarme de un chico tan liberal como Taichi? Fácil. Es amable, cariñoso, buen amigo. Cuando era pequeño, siempre me consentía y me cuidaba, muy diferente a la sobreprotección de mi hermano. Escuchaba casi todos mis problemas y me daba muy buenos consejos. Además de que siempre se ponía de mi lado para enfrentarnos a Yamato. Poco a poco mis sentimientos se fueron transformado en algo más grande. Fue cuando entré en la adolescencia, tras intentar salir con algunas chicas, que me daría cuenta: me gustaba Taichi. Todo de él. Su forma de ser, su carismática sonrisa, y por supuesto, físicamente. Los rasgos tan masculinos de su rostro, un suave y lustroso cabello castaño, su brillante piel morena, esos músculos tan marcados, esas piernas tan fuertes y formadas, ese... Ejem, bueno, ustedes me entienden. Coronaban todo el conjunto esos exóticos ojos chocolate. Me gustaba tanto y sufría más porque jamás podría decirle la verdad.
Los años pasaron. Amigos cercanos se casaban, se mudaban, tenían su propia familia. Y yo seguía soltero. A menudo tanto Taichi como Yamato insistían en que los acompañar a sus reuniones. Aunque la pasaba fatal. Las chicas intentaban coquetearme, pero yo no les hacía caso. Incluso en alguna ocasión una rubia esquelética se atrevió a besarme. La tomé de los hombros y la aparté bruscamente. Se alejó de mí no sin antes maldecirme y diciendo a todo pulmón que yo era gay. Por suerte, tanto Taichi como Yamato se habían ido a un lugar "privado" para estar con algunas chicas, de lo contrario no sé qué hubiera pasado. Lo único por lo que seguía yendo a esos lugares, es que después de unas horas, ambos estaban completamente ebrios. Mi hermano me abrazaba con cariño y me decía lo mucho que me quería - algo que era muy difícil de lograr estando en sus cinco sentidos. –
Taichi hacía lo mismo, pero obviamente la sensación era completamente diferente. Verlo con su camisa un poco abierta, mostrando su pecho húmedo por el sudor del lugar, el sentir sus abrazos, sus caricas, y su cálido aliento cerca de mí, me hacían estremecer. Deseaba tomarlo allí mismo, sin que me importara nada. Ni las personas, ni mi hermano, ni el lugar. El hacía esas muestras de cariño, sin que supiera lo que me hacían sentir. O pensar. Y eso me hacía sentir como un completo e infeliz pervertido.
Un día ocurrió algo inesperado, ¡mi hermano se casaba! Cuando me informó de su compromiso no pude evitar mirarlo con sorpresa.
- ¿Te vas a casar?
- ¡Si! ¿No te parece grandioso? - Yamato se veía radiante, en completa oposición a Taichi, quien se notaba un poco molesto.
- ¿Y quién es la afortunada? - Le pregunté.
- Alguien muy especial, ¿verdad Taichi? - Volteó a verlo y Taichi de inmediato sonrió. Al parecer no quería que mi hermano se diera cuenta de su molestia. - se llama Mimi Tachikawa.
- ¿Qué? - Me sorprendí sobremanera. Cierto que era hermosa y gozaba de una gran popularidad. Incluso salía en su propio programa de cocina. Pero ¿que la habría hecho enamorarse de un musico frustrado de veintiocho años que trabajaba en una oficina de gobierno? No creo que tuvieran mucho en común.
- ¡Si! déjame contarte. - Y fue así que durante la siguiente media hora escuché el monólogo sobre su relación con esa chica. De vez en cuando lanzaba miradas furtivas a Taichi - como era mi costumbre - pero él parecía estar muy lejos, a pesar de que estaba sentado justo a un lado de Yamato. Lo veía tan triste y desanimado, que se me ocurrió una idea quizá no tan descabellada: Taichi estaba enamorado de mi hermano.
Con ese pensamiento en mi mente, fueron transcurriendo las semanas y los meses. Los preparativos de la boda estaban a toda marcha. Nadie entendía como mi hermano había sido capaz de comprometerse de una forma tan rápida, pero lo había hecho. Yo había hablado en varias ocasiones con Mimi Tachikawa y me parecía bastante amable, aunque un poco extrovertida. Me parecía raro notarla ahora a ella sentada al lado de mi hermano y ya no ver tan seguido a Taichi. Una especie de nostalgia me embargaba. Quizá ya no podría convivir con él nunca más. Quizá el cariño que sentía por mí no fuera lo suficiente fuerte como para que me buscara. Y eso me dolía en el alma.
Todo cambió un día, cuando recibí una invitación.
- ¿Quieres que vaya a tu despedida de soltero? - No me agradaba la idea de ver mujeres en ropa interior bailando en tubos cromados.
- ¡Vamos, hermanito! Cómo en los viejos tiempos. - Yamato había cambiado completamente su personalidad. Antes tan frío y seco y ahora era pura alegría andante. - Taichi también va a estar allí. - De pronto la idea de ir me pareció más atractiva que antes.
- ¿Por qué ya no lo hemos visto? - Le pregunté con mi voz más inocente.
- Bueno, según lo que me ha dicho, ha tenido muchos casos nuevos en el despacho y apenas se da abasto. Tengo entendido que ni a las reuniones de fin de semana con los viejos amigos ha ido. - Reflexionó un momento. - Quizá ya se hizo novio de alguien.
- ¿De quién? - Le pregunté con voz temblorosa. Esperaba que no lo notara.
- Sora Takenouchi, del mismo despacho que él. - Escuché que una voz femenina lo llamaba a gritos. - Tengo que irme, Mimi y yo estamos revisando los últimos detalles en el salón. Te veo por la noche. - Colgó el teléfono.
Decir que mi corazón se había destrozado era muy poco. Sentí como si alguien lo arrancara de mi pecho, lo pisoteara, lo tasajeara y después lo regresara a su lugar. Lloré amargamente, como nunca lo había hecho. ¿Qué impedía que Taichi siguiera los pasos de mi hermano? Nada... ni nadie...
Esa noche me esmeré en mi arreglo. Mi corto y rubio cabello iba cubierto con un sombrero, como los que había usado durante los últimos... no esperen, como los que había utilizado toda mi vida. Mi ropa era predecible: pantalones y camisa de vestir, mocasines obscuros y un chaleco casual. Quizá me viera un poco elegante, pero la despedida sería en un conocido "bar para ejecutivos" y no quería desentonar. Además, si iba a ser la última vez que viera a Taichi, entonces aprovecharía la oportunidad. Estaba decidido. Le diría de una vez por todas que soy gay y que siempre he estado enamorado de él. Me importa muy poco que se moleste o que se aleje de mí. Ni siquiera me va a importar que no me invite a su boda con la tal Sora. Quiero ser libre por primera vez en mi vida.
Llegué un par de horas después de que la fiesta había comenzado. No me había equivocado, el bar estaba llenos de hombres - la mayoría desconocidos para mí - con las miradas fijas en las chicas que bailaban con música estridente y ruidosa. Dirigí mi vista hacía la parte de arriba y allí estaba mi hermano con varios chicos. Con velocidad me acerqué a él y para mi sorpresa allí también estaba Taichi. ¡Dioses! Si antes era sexy, ahora me lo parecía más. Su cuerpo estaba más trabajado, su cabello más corto y su piel mucho más lustrosa que antes. Moría de envidia de las chicas que él tenía abrazadas en ambos costados.
- ¡Hermanito! - Yamato corrió a abrazarme. ¿De verdad bastaban un par de horas para que se pusieran tan ebrios? - Ven aquí y diviértete. - Me senté a su lado, cerca de la chica rubia que Taichi abrazaba con fuerza. Su cuerpo se sentía tibio. Mi amigo me saludó con la mano sin cambiar de posición. - Izumi-chan, regálanos un baile.
- Claro, bombón. Lo que el festejado pida. - La chica rubia se levantó, pero no hice el intento de acercarme a Taichi. - Ruki-chan sígueme. - La pelirroja del lado derecho de Taichi se puso de pie. Todos los chicos tomaron asiento en la mesa, pues sus respectivas "chicas" también iban a bailar. Para mi sorpresa comenzamos a acercarnos más hasta que estuve demasiado cerca de Taichi.
- ¿Cómo has estado Takeru-chan? - Me susurró al oído debido a la fuerte música. Como tantas veces lo había hecho, su cálido aliento acarició mi mejilla. pero hubo algo más. Sentí algo un poco más húmedo. ¡Taichi me había besado mi oreja! Mi rostro se ruborizó. Lo miré y me sonrió travieso. Le correspondí tímidamente pero no comenté nada. Quizá solo era otra forma de demostrarme su cariño. Las chicas comenzaron su baile y todos los ojos masculinos se embobaron con ellas. Soy gay, así que ya se imaginaran lo aburrido que estaba. Así que decidí pensar en Taichi. Lo tenía muy cerca, había sentido sus delgados labios sobre mi piel. Lo veía de reojo y podía notar de nuevo su tersa piel húmeda. ¡Dioses! De verdad que quería hacerle tantas cosas. Y que él me hiciera a mi otras más. Lo recorrí con la vista hasta llegar a cierta parte. No se veía excitado, pero si se veía de un tamaño... digamos bastante grande. Me sonrojé demasiado y giré mis ojos hacia enfrente, tratando de calmarme. Pero cierta parte de mi cuerpo reaccionó mucho más rápido que yo. Nadie tenía que verme así.
- Ahora vuelvo, hermano. - Logré decirle mientras salía de la mesa. Caminé lo más lejos posible, tratando de parecer calmado. Entré directamente a un baño privado. Por suerte pocas personas pasaban por allí. Me mojé el rostro, pero seguía caliente y rojo. ¿Qué diablos pasaba por mi mente? Imágenes de Taichi desfilaban una y otra vez por la cabeza. Tanto reales como ensoñaciones. Tan sexy, tan sensual. ¿Qué hubiera pasado si él me bailara así? Escuché que alguien tocaba. No me pregunten porqué, pero me oculté en dónde estaba el sanitario. Cierta parte de mi cuerpo requería de atención y lo menos que quería era que alguien lo notara.
- ¿Hola? - ¡Era la voz de Taichi! Escuché como entraba al privado. - ¿Takeru-chan, estás allí?
- Ah... este... sí. - Le dije tratando de parecer tranquilo. Escuché que trataba de abrir la puerta. Por suerte le puse seguro.
- ¡Abre, Takeru-chan! - Su voz se oía desesperada. - Necesito entrar urgentemente.
- Ah... no... no puedes... - Me quedé pasmado. Mi corazón estaba a punto de estallar. Y cierta parte todavía requería de mi atención. Comencé a sentir un dolor placentero.
- ¡Vamos, Takeru-chan! Sé perfectamente lo qué estás haciendo. - Sentí que me ruborizaba. - ¿Crees que no me di cuenta de tu reacción hacía las bailarinas?
- ¡No... no! Te equivocas, yo no... - De una patada la puerta se abrió. - ¡Taichi!
- ¿Ya terminaste? - Me miró rápidamente, deteniéndose un poco en esa parte. Me ruboricé más. - Si aún no empiezas, permíteme usar el baño a mí. - De un empujón me sacó y cerró la puerta.
No quería imaginarme a Taichi, no en ese momento. Pero el solo recordar eso... ¡Ah, Dioses! Me recargué en el lavamanos, y comencé a mojar mi cara. Una y otra vez, hasta sentir mi camisa húmeda. De pronto sentí unos brazos alrededor de mi cintura y unas manos que tocaban cierta parte.
- ¡Ah! - Un gemido de placer escapó involuntariamente de mis labios.
- ¿Necesitas ayuda, Takeru-chan? - No lo escuché llegar. Su mano se movía de arriba a abajo sobre mi pantalón. - Puedo ayudarte mejor que cualquiera de ellas. - Me susurró al oído. Para mi sorpresa, no olía a alcohol.
- Taichi... - Susurré yo y fue como si le hubiera dicho a Taichi "Hazme tuyo" o algo así. Con habilidad, desabrochó mi ropa e introdujo su mano. Sentí su ardiente acto recorrerme con rapidez, para empezar un excitante movimiento. - Ah, Taichi... para... - Mentía por supuesto. ¿Quién diablos quería que parara? Yo no por supuesto, pero el pudor me hacía decir idioteces. Con su otra mano tomó mi rostro y lo levantó. Mi reflejo me devolvió la mirada.
- Mírate que sexy te ves, Takeru-chan. - Mi rostro estaba sonrojado y en mis ojos se podía notar el deseo. - Me encantaría hacerle tantas cosas a alguien tan sumiso como tú.
- Yo... no soy... sumiso... ¡Ah! - Si esto continuaba era seguro que me vendría en su mano. - Para Taichi... deja de hacer eso con tu mano. - Al instante su mano me soltó y de inmediato me dio vuelta. Se puso de rodillas a la altura de mi cadera.
- ¿Entonces que te parece si lo hago con mi boca? – Otra vez me miró traviesamente.
- ¿Qué...? - Estaba a punto de preguntarle, cuando sentí que me encontraba dentro de su boca. El movimiento que hacía era placentero y delicioso. Creí que mis piernas no me sostendrían. Si estaba soñando, por favor que nadie me despertara. Aunque esto era mejor que todos mis sueños. - ¡Ah, Taichi! - Gemía fuertemente, no me importaba si alguien escuchaba.
- Me encanta como gimes mi nombre, Takeru-chan. - Me dijo con una voz ronca entre un movimiento y otro. Me acariciaba con la lengua de una forma tan erótica que ya no podía aguantar más.
- ¡Ah, Taichi! - Me voy a... ¡ah!... a venir... – Le dije entrecortadamente.
- Hazlo... - Escuché que me decía mientras aumentaba sus movimientos. En parte inercia y en parte deseo, lo tomé de la cabeza y profundicé sus movimientos. Su cabello era tan suave, sus labios tan cálidos y su lengua... ¡Oh, Dioses! Sentí como me liberaba sin poder hacer nada para evitarlo. Taichi bebió lo mio hasta la última gota. En cuanto su boca me liberó, mis piernas flaquearon y caí al suelo. Levanté la vista y vi como Taichi me miraba con una mueca burlona, pero con su rostro tan sonrojado como el mío. - ¡Vaya que te emocionaron las bailarinas, Takeru-chan!
- ¡No fueron ellas! - Le grité. Taichi era un gran imbécil y yo había caído en su juego.
- Oh, ¿entonces...? - Se puso en cuclillas esta vez a la altura de mi rostro. Sus labios estaban tan cerca de los míos. - ¿Fui yo? - Sentí como la temperatura de mi cuerpo aumentaba y estaba seguro que mi rostro ardía. - He notado tus miradas toda la noche Takeru-chan. - Agaché mi rostro avergonzado. - Eres muy travieso.
- Lo... lo siento, Taichi. - Sentí las lágrimas formarse en mi garganta. - Es que tú...
- Me gustas, Takeru-chan. - Me dijo mirándome a los ojos, pude notar su sinceridad. - Toda la vida me has gustado y no me había atrevido a decirte nada. - No podía creerlo. Tenía tantas preguntas en mi cabeza. - Durante todo este tiempo he tratado de olvidarme de estos sentimientos prohibidos, porque te conozco desde niño y sé que me vez como a una especie de hermano mayor. Pero estar con chicas, o en fiestas, no llena ese vacío. Simplemente lo hacía más grande. Todos estos meses que no te he visto ese vacío ha crecido tanto que me hizo dar cuenta de que, sin ti, mi vida no vale la pena.
- Pero... Sora... - Estaba tan sorprendido que no podía articular palabras completas.
- ¿Sora Takenouchi? - Asiento con la cabeza. - ¡Nada que ver! La chica quiere conmigo y por eso tu hermano me ha estado fastidiando, pero a mí no me gusta. Ni siquiera para una noche de sexo casual. - Lo miré tristemente. Siempre había sido así. ¿Por qué habría de cambiar? Para mi sorpresa se ruborizó. - Lo siento, Takeru-chan. Desde que Yamato se comprometió ya no lo he hecho. Te lo juro. Y no lo haré más. Creo que él era la mala influencia.
- Creí que mi hermano... te gustaba. - Le dije tímidamente.
- ¡No! Para nada. Solo somos amigos. Compañeros de juerga. Nada más. - Lo miré confundido. Como si leyera mi mente me dijo de inmediato. - Y si me viste molesto ese día, es porque gracias a su estúpido compromiso ya no iba a poder verte.
- ¿Qué...?
- Si, porque estaba seguro de que solo nos acompañabas porque tu hermano te lo pedía. Y si ya no salía con tu hermano, era poco probable que saliéramos tu y yo.
- Taichi... - suspiré. - Eres un gran idiota.
- ¿Por qué...? - Comenzó a preguntarme, pero yo ya me había hartado. Me abalancé hacía enfrente, besándolo directamente en los labios. Caímos en el duro suelo. Introduje mi lengua casi de inmediato y Taichi no puso objeción. Quería saborear su boca, limpiarla de todas esas mujeres con las que estuvo antes. Quería probar todo su cuerpo. Mis manos estaban desesperadas por sentirlo. - ¡Es...espera, Takeru-chan! - Me interceptó con ambas manos.
- ¿Qué pasa? - Le pregunté mientras frotaba mi pecho.
- Lo siento. – Se disculpó. - Vamos a mi casa... - Me imaginé entrando a su habitación de la misma forma que todas esas mujeres. Era obvio que no podía compararme, pero aun así lo hice. Negué con la cabeza.
- Vamos a la mía... - Le dije tímidamente y el asintió.
Arreglamos nuestra ropa y salimos sigilosamente del bar. Ni siquiera nos despedimos de mi hermano. Nos dirigimos al estacionamiento y una vez allí, comenzamos a besarnos de nuevo. Su saliva era como un néctar prohibido, algo embriagador y delicioso. Aprovechamos cada semáforo en rojo para acariciarnos y besarnos. Gracias al cielo no tuvimos un accidente. Después de un rato llegamos a mi departamento. Quizá era pequeño, pero era mi hogar. Lo había adquirido después de mucho ahorrar y de muchísimos ensayos y publicaciones en revistas y diarios. Es difícil que un escritor se haga de un nombre de la noche a la mañana, pero no me iba tan mal. En fin, creo que me desvié del tema.
- ¡Guau, Takeru-chan! Este lugar es genial. - Me dijo con su hermosa sonrisa. Por alguna extraña razón mi temeridad se había ido por la coladera y ahora me sentía muy nervioso.
- Gracias, Taichi. - Sentía mi boca seca. - ¿Qui... quieres algo? - Se acercó seductoramente a mí. Retrocedí hasta caer en el sillón.
- Solamente a ti. - Me dijo mientras atrapaba mi boca con sus labios. El valor regresó a mí y pocos minutos después mis manos se hallaban en la misma posición que nos quedamos unos minutos antes. Recorrí con lentitud cada rincón de su cuerpo - literalmente cada rincón - como si el tiempo no existiera. Me encantaba su dulce sabor con un toque de chocolate, me parecía lo más delicioso que hubiera probado jamás. Alboroté su cabello en más de una ocasión, tratando de dejar impregnados en mis dedos esa suave sensación. Besaba sus labios y su cuello una y otra vez, sintiendo la tersura de esos músculos perfectos. Intenté hacer lo mismo que el me hizo, pero mi inexperiencia me perseguía. Aun así, pude notar que Taichi me sonreía con ternura.
Después de unas cuantas risas nerviosas, invertimos los papeles. Me encantaba como recorría mu cuerpo. Su lengua se sentía tan húmeda y suave. Dejaba pequeñas marcas a cada cierta distancia. Quería entregarme completamente a él.
- ¿Estás seguro? - Me preguntó con la incertidumbre en su dulce rostro. Ambos estábamos desnudos sobre mi cama. La luna nos iluminaba desde mi enorme ventana. Asentí de inmediato. - Sería mi primera vez... - Lo miré irónico. - Bueno, mi primera vez con un chico, Takeru-chan. No me gustaría lastimarte.
- También sería mi primera vez, Taichi. Así que no te preocupes. - Me acerqué a él y lo besé profundamente. Me correspondió de la misma manera. - Taichi, yo... siempre he estado enamorado de ti. - Ya está, lo había dicho. Y fue lo más fácil del mundo. De haberlo sabido hace años que lo hubiera hecho.
- ¿Cómo?, ¿Por qué no me lo habías dicho...? - Le puse un dedo en sus labios.
- Las preguntas para después, Taichi. - Le dije seductoramente y pude notar que su incertidumbre se esfumaba como por arte de magia.
Comenzamos a prepararnos tanto física como mentalmente. Sabía que podía ser doloroso, pero no me importaba. Mi sueño se haría realidad. Taichi comenzó con un movimiento algo brusco y fuerte.
- ¡Ah! - Grité. Taichi de inmediato salió de mí.
- Lo siento, Takeru-chan. ¿Te lastimé?
- No... yo... - Mentía por supuesto, había sido desgarrador y eso que solo fue un movimiento.
- No, Takeru-chan. - Me recostó en la cama y después se acomodó a mi lado. - No es necesario apresurar las cosas.
- Lo siento, yo... - Por alguna extraña razón comencé a llorar. Taichi me miró asustado. - Quería aprovechar la oportunidad de ser uno solo contigo y...
- ¿Oportunidad? - Movió la cabeza. - Esta no es una noche de sexo casual, Takeru-chan. - Tomó mis manos y se las llevó a los labios. - Te quiero, te amo. Quiero estar por siempre a tu lado.
- Yo también te amo, Taichi. - Le dije mientras lo abrazaba. - Quiero compartir mi vida entera contigo.
- ¿Cómo el mejor amigo de tu hermano? - Me dijo burlonamente. Me reí.
- No, solo como mi novio. - Me devolvió la sonrisa y besó con ternura mis labios.
- De acuerdo, Takeru-chan. - Me tomó entre sus brazos. - De acuerdo.
Después de eso nos quedamos dormidos abrazados.