Al hacerse mayores habían aprendido mucho sobre ellos mismos, ya no eran los niños que no entendían lo que les pasaba y no sabían como afrontarlo, habían crecido y aprendieron a afrontar lo que pasaba por su cuerpo.
Pero también con el paso de los años el lazo formado entre ellos se había fortalecido, Rin ya ni siquiera podía recordar todas las veces en que Haru había intervenido cuando otros alfas intentaban intimidarlo y él por su parte tampoco podía recordar todas las veces que lo había ayudado a controlar sus instintos.
Y no sólo eso, sino que también sus ciclos de celo se volvieron más estables y más intensos haciendo que estar cerca durante esos días fuera mucho más difícil para ambos. Eran más que conscientes de lo que existía entre ellos y entendían que eso solo complicaba más las cosas.
Por eso al estar juntos Haru no podía evitar mirar constantemente a Rin y fijar su mirada en esa zona que su instinto pedía reclamar con solo verlo. Pasaba mucho tiempo imaginando como sería morder su cuello.
Imaginaba el olor que tendría, la sensación de su piel bajo sus colmillos, sus expresiones y el sonido de su voz cuando lo sintiera. Instintivamente sus colmillos habían vuelto a aparecer y sus ojos se tornaron dorados.
Sus instintos estaban tan despiertos mientras seguía observando el cuello de Rin que no pudo evitar dibujar lentamente la forma en que sus músculos se marcaban mientras apoyaba su cabeza sobre el vidrio. Y era de esperarse que el cuerpo de Rin se tensara debido al contacto y lo repentino que fue.
—¿Qué sucede? —cubrió con ambas manos su cuello mientras en sus mejillas se notaba un ligero color rosado sin quitar su expresión de sorpresa.
—Creí ver un insecto —en cuanto se sintió descubierto huyó de la mirada de Rin, sabía que sería demasiado evidente lo que pasaba y aunque no quería ocultarle cosas sería demasiado vergonzoso que lo supiera.
Ambos se mantuvieron en silencio después de aquello, Rin no podía dejar de pensar en lo ocurrido pues últimamente apenas podía pensar en otra cosa que no fuera Haru marcándolo.
Haru le gustaba casi desde el momento en que se conocieron y no podía negarlo, pero era consciente del lazo que los unía como alfa y omega y sobre todo lo difícil que era ignorarlo.
Nada deseaba con tantas ganas como ser correspondido por Haru, sin embargo, no quería que fuera solo porque estaban destinados o por sus instintos. Por eso era tan difícil para él ver la naturaleza de Haru expuesta.
No quería pensar en eso porque solo lo hacía más difícil, pero parecía que Haru no hacía nada más que probar cuanto podía resistir. Todo el tiempo acariciando su cuello con cualquier pretexto, acercándose a su oído por su espalda para susurrar cualquier cosa.
Lo peor es que se había vuelto cada vez más sensible a cualquier contacto en que estuvieran así de cerca, su cuerpo reaccionaba sin que él pudiera evitarlo y buscaba la manera de atraerlo. Si las cosas continuaban así, no estaba seguro de que todo estaría bien.