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Fuego y miel por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Advertencia:

Desde medio cap para adelante (o antes) el contenido es para mayores de dieciséis. Tener prudencia o disfrutar de ser el caso.

Sino pues todo vale gaver.

 

 

—¿Sabes lo que implica vivir conmigo?

Portugal miró detenidamente su puerta.

—En realidad no —UK hizo una mueca graciosa, elevando su labio superior—. ¿Hay algo que deba saber antes de dar el gran paso?

—No te dejaré dar dos pasos dentro de casa antes de lanzarme sobre ti.

—De cierta forma lo adivinaba.

—¿Y estás bien con eso?

—Debo confesar que estoy algo nervioso.

Portugal soltó una suave risita.

—¿Quieres dar una vuelta antes de intentarlo?

—No. Si lo pienso mucho me dará tiempo de escapar.

—¿Quieres escapar de mí? ¿Me tienes miedo?

—No —UK sonrió—. Al que le tengo miedo es a mí.

Pudieron seguir con esas bromas una y otra vez, intentando desestabilizar la impasividad ajena, pero fue el propio británico quien respirando profundo pidió pasar. Dejando que el dueño de aquella bonita casona de dos pisos entrara primero, respetuosamente el que se sentía el invitado se adentró captando el primer detalle del que sería su nuevo hogar.

—Huele a ti.

—¿A miel?

—A naranjas.

El británico dejó su pequeño equipaje a un lado, traía apenas lo necesario por lo apresurado de su decisión, y se adentró despacio admirando los muebles, las cortinas, las fotografías enmarcadas, y el comedor de seis lugares. Cerró los ojos unos instantes para dejarse envolver por aquel perfume, y volteó hacia Portugal.

—He dado seis pasos y aun sigo de pie.

El dueño de casa casi se ahoga con el vaso de agua que ingería para calmar su agitado corazón, tuvo que voltearse y derramar el líquido que mantenía en su boca para poco después soltar una carcajada divertida seguida de otras menos intensas.

Y es que en realidad Portugal sí deseó atacar al inglés apenas ingresara a su hogar, pero no podía. No era como si le faltase valor, pero de repente pensó en la pasividad de UK y dudó.

Le mostró la casa con paciencia, los dos pisos, cada esquina que UK desconocía pues era la primera vez que estaba allí, y luego se dio tiempo de preparar algo para almorzar. Platicaron de uno de los tantos viajes de Portugal, UK ayudando en lo necesario, uno junto al otro, rozando sus dedos a veces, mirándose con ternura, amenizando el ambiente porque era el primer día juntos.

Eran un desastre.

—Tu aroma está brotando sin control.

—Lo sé.

Portugal se vio descubierto, era obvio que eso pasaría, pero hizo todo lo posible por soportar la ansiedad.

Ansiedad que solo se volvió una tormenta cuando sintió los dedos del británico cederle una tierna caricia en la cintura, a la vez que ese rostro se acercaba al suyo como otras veces. Se sintió tan indefenso a pesar de que superaba por unos centímetros a aquel inglés encantador.

Sus labios se rozaron delicadamente, fue un beso cariñoso y silente.

—El único lugar que no he conocido hoy, es tu cuarto.

—Dejo lo mejor para el final —Portugal sonrió coqueto.

Le temblaban las manos, empezó a alterarse hasta el punto de jadear, y lo único que lo calmaba era la sonrisa dulce que UK le brindaba.

Aún era media tarde, las cortinas ni siquiera estaban bien cerradas, y aun así, Portugal se deshacía entre suspiros, sentado sobre las piernas del británico que le acariciaba la cintura al mismo tiempo que le remarcaba la piel del cuello con besos humedecidos por el propio respirar.

Su camisa estaba abierta, los dedos de UK le repasaban cada línea con dulzura, su pecho se movía irregular a la vez que era reclamado entre besos y mordidas. Se estaba derritiendo ante las atenciones previas, y enloquecía desesperado porque King solo estaba jugando con él.

—No desesperes, querido —le susurró cerca del oído.

Tembló ante esa voz agravada que hizo eco en su mente, naciendo desde su oído derecho. Movía su cadera tímidamente para darse algo de alivio en la intimidad ya bien despierta. Ya ni siquiera controlaba su aroma escondido porque solo quería mostrarse a plenitud ante su pareja, su alfa.

—Solo quiero que te sientas bien.

—Podrías apresurarte un poco.

—No.

Portugal soltó una risita temblorosa, y cedió ante el beso calmado donde se le cortaba el aliento ante la caricia interna en sus labios. Le arrancó el saco como pudo, porque quería sentir que de verdad su querido reino estaba a su merced. Y soltó un sonoro gemido al deleitarse con la fragancia verdadera que King no ocultaba.

Era fuego y madera dulce.

Cada prenda fue un martirio, sentir la tela que se apartaba poco a poco como en una tortura. Desesperado arañó la espalda ajena en reclamo, y solo escuchó aquellos suaves murmullos divertidos porque no le iban a dejar las cosas así de fáciles. Y se derramó en aquella mano que aun enguantada lo hizo llegar al cielo solo con un vaivén ligero.

—King —protestó en susurros jadeantes.

—Lo sé —le dio un beso cariñoso—. Dejaré de jugar.

Gloriosa declaración.

El británico se quitó los guantes de seda que adornaron sus manos, se quitó el cinturón arrojándolo lejos, y se ubicó entre las hermosas piernas que se separaron un poquito más para darle espacio. Le besó la piel cerca de la rodilla y descendió hasta casi saborear el pecado.

Le dedicó el tiempo necesario para humedecerlo aún más, hurgando profundo para masajear el delirio, hasta hacerlo casi suplicar porque reemplazara aquellos dedos por la virilidad enmarcada. Y aun así, Portugal entendía que su preparación era necesaria, porque lo que menos quería UK era lastimarlo.

—Te he amado desde la tercera vez —su voz era ronca, profunda.

—¿Qué? —respondió el portugués, perdido en una ola de fuego.

—Cuando… una gota de vino… resbaló por tus labios antes de que sonrieras.

Portugal miró esos ojos brillantes en deseo, y su cordura volvió casi al instante mientras su nublada mente trataba de recordar. Pero fue muy complicado, tanto como para que no se diera cuenta del momento en que el gran reino quedara en total desnudez. Se perdió del espectáculo lento, el primero de muchos otros.

—Fue la tercera vez —susurró de nuevo.

—¿No podías decirme eso… después?

—No.

Portugal sonrió, sentándose en el lecho, acariciando ese rostro, cediéndole un beso cariñoso. Sin vergüenza se exhibió a plenitud, y se dio en tiempo de admirar también.

—Te exijo una marca hoy mismo, King.

—Debo preguntar, ¿por qué?

—Porque recuerdas detalles que yo no… —rozó sus mejillas—. Tal vez me amas más que yo a ti.

—El plan era vincularme contigo, hoy.

—¿En serio?

—Sí.

Risitas entre besos, caricias y roces entre sus cuerpos, sus dedos entrelazados en medio de sus suspiros ahogados. Ambos expuestos a la pasión escondida de años. Desbordando deseos porque fueran felices por la eternidad. Confesando su amor entre susurros.

Volvieron a su frenesí, juntando sus virilidades para buscar el deseo ajeno. Relajando y después tensando sus cuerpos que ardían, cediendo una aprobación ante una locura.

—Solo respira.

Apenas escuchó la orden. Separó los labios lo suficiente para emitir un suspiro ahogado, de sus ojos resbalaron las lágrimas, y se aferró a la persona que con mucho cuidado se hundió en su interior.

—¡No pares!

Casi lo gritó cuando su cuerpo tembló ante el temblor nacido desde la base de su espalda, se movió a la par de su alfa para buscar la cima de su placer, y se dejó manejar al antojo ajeno para obtener aquel ansiado delirio en brazos ajenos.

Sumiso, enfocado solo en tratar de respirar entre gemidos, con las caderas elevadas, sus dedos sosteniendo de lo que pudiera, totalmente entregado al gran reino. Escuchaba los roncos y ahogados susurros en su oído, sentía las uñas clavadas en sus caderas, temblaba ante las mordidas en medio de su espalda, las que ascendían en amenaza.

Y en medio del éxtasis, de la cima, mientras no pensaban correctamente entre sus movimientos erráticos y sus aromas entrelazados, sus manos se buscaron para permanecer juntos.

—Dear —susurró—, yo…

—Hazlo, King —respiró profundo— por favor.

El británico deslizó su nariz por encima de aquella zona donde se concentraba el aroma a naranjas y miel, salivando sin control, desesperado por formar aquel vínculo que lo atara a su omega, a Portugal, porque solo con él deseó hacer algo tan especial.

La mordida en el lugar correcto se dio cuanto el placer desbordó a Portugal y se derramó sobre el lecho, mientras la dominancia del gran reino tomaba lugar y seguía hundiéndose en aquel cuerpo cálido. Disfrutaron del final, lo hicieron a plenitud, jadeando ante el placer y la satisfacción.

La piel fue dañada, pero no importó.

Soltaron un grito y un gruñido seco a la par.

Cayendo rendidos a una marca imborrable que podía condenarlos al desastre.

Aquellos amantes separados a la fuerza, se reencontraron y con mayor fortaleza declararon su amor.

 

 

 

 

Notas finales:

No tan descriptivo, pero se hizo lo que se pudo.


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