- ¡Gracias por enseñarnos a hacer galletas navideñas, Yukito! - Kinomoto lo mira con una sonrisa enorme en el rostro. Se puede notar su admiración a kilómetros de distancia.
-No hay nada que agradecer, Sakura-chan. - Nos muestra su cálida sonrisa mientras toma un par de bandejas. Miro como las introduce en la estufa y me estremezco un poco. Me encanta observarlo desde lejos. Noto su piel tan clara, sus rasgos tan finos, su figura esbelta... Como si fuera un ser mágico o una habitante de la luna. La luz que emite a su alrededor hace que mis piernas tiemblen como si fueran de gelatina y que mi corazón lata a miles de kilómetros por hora. Kinomoto sigue contemplándolo tan de cerca, que provoca en mí unas ganas inmensas de arrojarle a la cabeza la masa que estoy elaborando. Yukito solo será mio y se acabó.
- ¿A quién le regalarás tus galletas, Lee-kun? - Daidouji me sonríe con esa amabilidad de siempre. Le correspondo tímidamente.
- Me encantaría regalárselas a... - miro de reojo donde Kinomoto y Yukito siguen hablando, siento un poco de envidia recorriendo mi cuerpo. - ¿Y tú? - Mueve su mirada al mismo sitio. ¿Acaso ella también está enamorada de Yukito?
- Yo se las daré a Sakura-chan. - Me dice sin temor en su voz. La miro y noto una mueca triste en su rostro. - Todo mi amor es para ella... - la miro y se sonroja un poco, después mueve la cabeza de un lado a otro. - Es decir, todo lo que hago siempre es para ella. - La miro confundido. La admiración que siempre ha predicado por su mejor amiga me parecía algo más que una simple amistad. Y ahora lo confirmo. Es una lástima que Kinomoto sea tan distraída, que no se de cuenta de que a su lado hay una persona que la quiere más de lo que alguien podría hacerlo.
- Y ¿ya se lo has dicho? - Le pregunto y me mira confundida, sin entender exactamente mi pregunta. Suspiro. - Lo que sientes por ella.
- En varias oportunidades, Lee-kun. - Si fuera un personaje de algun anime, estoy seguro de que hubiera caído de forma estrepitosa por la decepción y la manera en que lo dijo. Pero como no puede pasar eso, solo me mantengo lo más inexpresivo posible. - Pero su respuesta siempre ha sido "Tú también eres mi mejor amiga, Tomoyo-chan". Seguido de un efusivo abrazo que logra mantener todavía unidos los pedazos rotos de mi corazón.
- Pero quizá haya otra manera... – Reflexiono un momento y una idea brillante me hace sonreírle. – Tal vez deberías tomarla de los hombros y decirle por lo claro "¡Me gustas!". - Me mira sorprendida. - Después le robas un beso como en las películas y asunto terminado.
- ¿Eso es lo que tú harías con el joven Yukito? - Mi rostro se tiñe de escarlata.
- ¡No, claro que no! - Ríe un poco y siento crecer mi vergüenza. Yukito y Kinomoto nos miran desde la estufa. Daidouji les hace una seña de que todo está bien y continúan con su decorado. Yo regreso con mi masa.
- ¿Lo ves? No es tan fácil. - Me dice mientras mezcla más ingredientes. Suspiro fuertemente.
- No es eso. Son dos situaciones completamente diferentes. - Miro a Yukito en el preciso momento y hacemos contacto visual. Me sonríe tiernamente y mi rostro se tiñe un poco más. Me saluda con la mano y yo le correspondo tímidamente. Noto la sonrisa de Daidouji y la mirada furiosa de Kinomoto sobre mí. Regreso la atención a mi compañera. – Me encantaría poder hacer algo así ya que sé que es mi persona especial. – Nuevamente suspiro, aunque esta vez con resignación. – Pero sé que su corazón ya tiene dueño. - Como si le dieran entrada a escena, ese tipo odioso entra con una enorme bolsa con más ingredientes. De inmediato Yukito y Kinomoto se apresuran a ayudarlo.
- ¿Te refieres a Touya-kun? - Asiento. Tanto Daidouji como yo notamos las miradas cómplices entre él y Yukito. Hay una fuerte química. Kinomoto de verdad es muy distraída, ya que pese a todo el tiempo que pasa con ellos, aún no se ha dado cuenta. – A mí también me gustaría mucho poder confesarle abiertamente mis sentimientos. - Sonríe tristemente. Es la primera vez que la veo así. - Pero sé que jamás me hará caso. Así que prefiero seguir siendo solo su mejor amiga y poder disfrutar de esos momentos a su lado. - Sin pensarlo dos veces, poso mi mano llena de harina sobre la suya. Me mira a los ojos.
- "El que no arriesga, no gana", ¿correcto? - Sonríe tiernamente mientras asiente y le correspondo su gesto. - Quizá esta navidad todo sea diferente.
- Puede que tengas razón, Lee-kun. – Me mira con su cálida sonrisa.
- Si quieres, yo te puedo ayudar. - Me ofrezco sin dudarlo. Daidouji ha sido muy amable conmigo desde que llegué a esta ciudad. Asiente nuevamente y seguimos con nuestro trabajo. Después de todo, las galletas no se van a hacer solas.