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Inefable por Menma Lightwood-Uzumaki

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Notas del capitulo:

¡HE VUELTO, SEÑORES!

Se que ha pasado tiempo, pero en las notas finales les explico todo UwU 

Les mando su bello saludito habitual a Kaory y Sabaku no Tamarii por sus bellos comentarios. También a ti, Edmary, se que te mantuve en ascuas con las sorpresita pero pues, aqui toy xD

Pequeña uva, te quiero mucho.

XXVIII parte II

'Cause everything is changed already
        
Hasn't it?

So much for slow and steady, but I'll go with it

I haven't even met you yet

But I don't want to make my plans

If your not gonna be a part of them

          

– ¿Itachi? – Kaiyah se quedó tan pasmada ante aquella aparición que por un segundo creyó que era un engaño, con sus ojos demostrándole lo contrario en el segundo que observó su chakra. El núcleo de su sistema y la naturaleza del mismo eran exactamente iguales, solo que rodeados de una gran cantidad de energía diversa que le hacía difícil de identificar. No obstante seguía siendo él, el mismo Itachi Uchiha... vivo.

A Ren se le abrió tanto la boca que su cara lucia deformada por la impresión, generando una visión que, aunque entretenida, no llamó la atención del recién llegado. Sus ojos oscuros estaban fijos en la única persona que seguía sin procesar lo que estaba viendo.

Kaiyah no tenía idea de lo que estaba pasando, pero le preocupó que su paciente pudiera descompensarse por la impresión, sobretodo porque en los escasos minutos que el resucitado Uchiha tenía frente a ellos, él no había hecho absolutamente nada. De no ser porque parpadeaba ella habría jurado que le dió una parálisis.

Es entonces cuando, en un movimiento muy calculado, el Uchiha dió un paso. La parte de su rostro que no cubría el vendaje dejaba entrever un semblante cauteloso, como si se estuviera conteniendo de acercarse más rápido; Ambos doctores intercambiaron miradas y luego se echaron atrás, quedando en un mutuo y silencioso acuerdo de darles algo de espacio; Deidara no reaccionó de inmediato, se mantuvo estático un rato considerable hasta que finalmente pudo dimensionar la cercanía que ahora tenía con alguien que meses atrás creyó perder para siempre. Su cerebro lentamente regresó a su ritmo normal, permitiéndole sobrepasar la languidez y aquel hormigueo de estupefacción que le estremecía el pecho; Todo el peso de la realidad se encontró de pronto asentado en su cabeza, trayendo consigo la voluntad suficiente para dar un paso al frente.

Existió un momento de quietud en el que incluso participó el recién llegado, deteniéndose para permitirle al artista ser el que hiciera el último movimiento.

Así lo hizo, Deidara comenzó a acercarsele con los brazos ligeramente alzados, como si le estuviera invitando a una muestra de afecto que el Uchiha añoraba recibir, por lo mismo también se adelantó un poco, esperando rodearle entre sus brazos y deteniéndose a medio camino cuando algo le hizo retroceder con brusquedad.

A Kaiyah se le desorbitaron los ojos, la boca de Ren cayó más abajo de lo que era posible e Itachi, cuya cabeza había imaginado un montón de posibilidades excepto aquella, se quedó brutalmente quieto y con la cabeza echada a un lado, enseñando a la perfección allí en donde su pómulo resentia el escosor del puñetazo.

Habiendo superado el momento de quietud, la voz furiosa voz del artista resonó por lo alto.

– ¿¡No que estabas muerto, maldito bastardo infeliz!? – Aún mantenía en puño arriba, como si desease estrellarselo en la cara una y otra vez hasta romperle el vendaje.

El regreso de la realidad no solamente le ayudó a asumir la sobrevivencia del Uchiha, también le rememoró la dolorosa despedida y los crueles meses de soledad que se la pasó sufriendo por alguien que nunca estuvo muerto, y como si eso no fuera suficiente, la adrenalina no era suficiente para remitir los crudos estirones que siguió experimentando su cuerpo. Recordandole que seguía sufriendo el peor de los calvarios y que la persona frente a él tenía gran parte de la culpa.

Itachi, por su parte, no tenía idea de cómo reaccionar.

– Deidara...

– ¿¡Que!? – Exclamó tan súbitamente que le hizo abrir un poco los ojos – ¿Ahora que excusa de mierda me vas a meter? ¿Me dirás que acaso toda fue una maldita ilusión? ¡Explícame de una puta vez que es lo que está pasando, porque hace meses que te hacía muerto!

– ...Sobreviví – Atinó a decir, no alcanzando a pronunciar lo demás cuando Deidara se le acercó a él en medio de un furioso tambaleo, sujetándose el abdomen con una mano mientras no paraba de amenazarle con la otra.

A Itachi sinceramente no sabía que le preocupaba más, si el que estuviera tan furioso o que se pudiera caer en medio de aquella sarta de blasfemias.

– ¡Me di cuenta de eso, grandísimo imbécil! ¿¡Acaso piensas que soy estúpido!?

– No, eso no es... – Meneó un poco su cabeza con el fin de aclararse, fallando en el segundo que le siguió otra furibunda interrupción.

– ¿¡Seguro!? ¡Porque para haberme hecho creer por dos malditos meses que estabas bajo tierra de seguro debes creerlo! – Finalmente bajó el puño, pasando a mirarlo como si quisiera arrancarle la cabeza – ¡Maldición! ¡Yo te hacía revolcandote en el fuego del infierno! ¿¡Y ahora resulta que estabas vivo!? ¿¡Que demonios se supone que tienes en la cabeza!?

Como traída de vuelta a la vida, Kaiyah se reincorporó con un pequeño brincó y dió un tentativo paso al frente.

– Deidara, no te alteres – Le veía agitarse con tan poco cuidado que le daba pavor el imaginar lo errático que de seguro estaría el corazón del bebé – Se te van a romper las costillas.

– ¡Me importa una mierda! – Exclamó, mirándola sin perder un gramo de histeria en lo que apuntaba sin discreción al acusado – ¡Ese desgraciado hijo de perra me dejó varado en medio de esta maldita choza para que me hundiera en mi miseria! ¿¡Tienes alguna idea de lo jodido que fue eso!? – Volviendo a mirar al recién llegado con todo el odio que pudo proferir – ¡Cierra la puta boca! – Espetó apenas notó que separaba los labios para responderle – ¡Me viste la cara de imbécil! ¡Eres un bastardo infeliz! ¡Todos los Uchiha son una porquería! – En respuesta a su ira otra ráfaga de chakra rebotó cerca de sus costillas, enviándole una ráfaga de dolor tan potente que le hizo abrazarse a si mismo y gruñir – ¡Que puto dolor, joder!

Necesitando con urgencia un descanso, Deidara tanteó una mano en el aire  hasta que dió con un árbol que utilizó de soporte para sentarse nuevo; Itachi seguía estando aturdido por el cúmulo de maldiciones que acaba de recibir, pero al reparar con más detalle en el estado adolorido del embarazado, una chispa de alarma se encendió en sus ojos con tal potencia que atrajo la presencia de Kaiyah, quien le dió una suave palmada en el hombro.

– Está bien, no te preocupes – Entonces le susurró con una sonrisa – Tu bebé nace hoy.

No hubo desconcierto en la tierra que le impidiera sentir como todo su mundo se sacudía por la noticia. Jamás creyó que llegaría a tiempo para ver a su hijo nacer, pero ahora que tenía la posibilidad no pudo evitar ilusionarse. Pasando rápidamente de estar sorprendido a experimentar una mezcla de emoción y  ansiedad que casi rayaba el pánico, acrecentandose cuando Deidara extendió una mano, pidiendo en silencio la ayuda de un Ren que no había parado de sonreír desde el momento del puñetazo. El médico se sentó a su lado y le ofreció su brazo para que pudiera apretarlo, sobando un poco su espalda en el proceso.

Por más que Deidara apretó los labios, a los oídos de Itachi llegó aquel bajo quejido de angustia, haciendo que se acercase casi de inmediato. No obstante, no llegó a dar ni dos pasos cuando Deidara le apuntó con un dedo.

– Te me acercas y te emparejo el otro ojo.

Al Uchiha no le quedó más remedio que detenerse, manteniendo su distancia en lo que el gusanito de la envidia le corroía al ver como el artista se apoyaba en el médico, buscando un apoyo que él perfectamente podía darle.

Algo frío le rozo un costado y se encontró a la Hyuga extendiendole un vaso de jugo con hielo.

– El viaje debió ser largo – Explicó ella con tranquilidad – Tómalo, te hará bien. También deberías entrar para que termines de curarte.

Itachi miró nuevamente con aire decaído en dirección al parturiento antes de asentir, generandole a Kaiyah una suave mirada de simpatía.

– Ve tranquilo y no te preocupes, aún queda tiempo – Al ver cómo su paciente seguía echándole furtivas de odio al Uchiha, agregó – Además, él va a necesitar algo de tiempo para que se le baje el coraje.

"Voy a necesitar más que eso" Deidara se removió en su lugar viendo como la mujer se llevaba al recién llegado, absteniéndose de seguirlos para erradicar lo poco que quedaba del clan Uchiha; Al pensar en Itachi todo su sistema se alteraba por el deseo de golpearlo, y eso a su vez solo acrecentaba su propio dolor. Sus músculos dolían, sus huesos no se quedaban atrás y para rematar ahora el pequeño monstruo no paraba de moverse, aparentemente reconociendo que la energía le pertenecía a su Uchiha favorito.

Ren sintió como de pronto Deidara le sacaba de su ropa un Kunai y alzó una ceja.

– ¿Y tú cómo para que quieres eso?

– Para sacarle un ojo si se me acerca – Lo dijo con tanta naturalidad que el médico no pudo evitar reír.

– Cálmate, rubio – Como su prioridad era mantenerlo calmado, le dejó preservar el arma para no caer en disputas – No estoy en contra de que lo mates, pero hazlo cuando sea producente. Ahora nos hace más falta vivo.

Guardandose el objeto en el bolsillo del pantalón, Deidara gruñó sin dejar de ver por dónde se había ido el Uchiha.

– Es un bastardo.

– Ciertamente lo es – Congenió graciosamente sin dejar de atenderlo – Pero tu mocoso necesita que tu cuerpo esté relajado o no podra mover bien el chakra, ¿No querrás estar de parto por dos días más, o si?

– Obvio no – Quería contenerse, pero le costaba demasiado controlar sus emociones; Estaba cansado, adolorido y sensible, preguntándose una y otra vez como alguien podría querer pasar voluntariamente por aquello – Necesito acostarme un rato.

– Si quieres te llevo adentro.

– No, ese imbécil está ahí.

– Relájate, a ti te llevaré a tu habitación y él se quedará afuera. Hasta le paso el seguro y me pongo en medio si hace falta, aunque de todas formas no creo que entre si no le das permiso.

– ...Bien – Masculló sin ganas, no quería estar en el mismo sitio que él pero su agonía era superior.

– Hecho entonces, ahora arriba – El médico se apartó para que pudiera incorporarse y luego sostenerse en él, pero Deidara apenas logró levantarse cuando terminó encorvado hacía adelante, con los ojos entrecerrados en lo que se le escapaba otra adolorida queja – Carajo, ¿Estás bien?

– ¿Cómo se te ocurre preguntarme esa porquería? – Inquirió entre dientes, observándole de tal forma que le hizo suspirar.

– Ya, ven – Ren le ayudó a enderezarse para que pudiera enrollar los brazos en su cuello, usandolos cómo soporte e inclinando el torso de forma tal que su abdomen quedase colgando. Los músculos de su espalda suspiraron de alivio, y Deidara, con la cabeza escondida entre sus brazos, suspiró.

– Esto es horrible.

– No pienses tanto en eso – Utilizaba la misma voz tranquila que su compañera, trazando patrones en sus hombros y meciendole suavemente para tranquilizarlo; Sonrió al ver cómo Deidara se movía junto a él sin problemas – ¿No quieres que ponga música?

– ¿No quieres tú también un puñetazo?

– Hombre, no – Rió un poco – Pero no me molestaría si le das otro a él, eso fue fantástico.

Sin levantar la cabeza, una sonrisa adornó su pálido y sudoroso rostro.

– ¿De verdad?

– Maravillosamente, será una visión que me lleve por el resto de mi existencia, tenlo por seguro.

"Al menos alguien se está divirtiendo" Dejó salir el aire pesada y ruidosamente, había llegado al punto en el que aquellas poses no le avergonzaban, se conformaba con que redujeran su dolor y acortaran su sufrimiento. La parte triste es que la comodidad no le duraba demasiado, pues no pasaban ni diez minutos antes de que le entrase la necesidad de cambiar de posición.

– Realmente me quiero acostar – Deidara se echó atrás con una expresión agobiada, pues por mucho que quisiera hacerlo por su cuenta, su cuerpo no le colaboraba a la causa.

Ren no pareció ofuscarse cómo él, acercandosele por un costado y extendiendole los brazos en una implicación muy obvia.

Suspiró resignado.

– Te mataré si me dejas caer.

– No hay posibilidad alguna de que eso pase – Se escuchó extremadamente seguro de ello, dándole la confianza para dejarse cargar en lo que le llevaba de regreso a adentro; Deidara sentía los párpados pesados, los muslos rígidos y cuando su cabeza se recostó sobre el hombro de su médico, una punzada le molestó debajo de la frente.

A pesar de que Kaiyah se levantó al verlos llegar, fue Itachi el que habló primero.

– ¿Está bien?

– ¿Que te importa? – Murmuró el paciente por lo bajo, distinguía la preocupación en su voz, pero eso no era suficiente para apaciguar su ira; Miró a Ren con fastidio – Ya tírame en algún lado antes de que me desmaye.

Ren le dejó en su cama, instandole a que se acostase del lado izquierdo para luego echarle algo de aire con un gran abanico. Se sentía bien principalmente porque el pequeño monstruo se encontraba en otra de sus pausas, otorgandole el alivio suficiente para poder escapar de sus problemas en la inconsciencia.

Cuando la Hyuga entró a la habitación, su colega le hizo una seña para que hiciera silencio.

– ¿Hace cuánto se durmió? – Preguntó lo más bajo que pudo, sintiendo algo de pena por la forma en la que su rostro se contraía por la incomodidad en sueños.

Ren emitió un profundo sonido que expresaba su cansancio.

– Lleva como veinte minutos.

– ¿Aún sigue enojado?

– ¿Tú que crees? – Su voz era sarcástica, así como su expresión – No lo culpo en lo absoluto, casi muero y vuelvo a nacer pensando que tendría que pelear contra Uchiha Madara.

Ella meneó la cabeza.

– Debió avisarnos, eso es seguro.

– ¿No te ha dicho nada a ti? – Su curiosidad elevandose al conseguir una respuesta negativa.

– Solamente me dejó curarle un par de heridas, está muy lastimado y creo que no ve bien del ojo izquierdo. No tengo idea de que le habrá pasado en estos meses,  pero se ve cansado.

– Mejor cansado que muerto – Comentó, arqueando una ceja al mirar de nuevo al artista – Aunque no sé si Deidara piensa lo mismo.

Aunque Kaiyah pudiera vanagloriarse de contar así fuese con un poco de la confianza de su paciente, adivinar lo que pensaba era una ardua tarea la mayoría de las veces. Su carácter era firme, pero también volátil de una forma que lo hacía alguien difícil de leer, algo parecido a Itachi, que curiosamente era indescifrable por lo opuesto; Decir que solo estaba feliz por ver a Itachi sería simplificar el asunto, sobretodo teniendo en cuenta lo mucho que sufrió por su ausencia y la enorme facilidad con la que solía agarrarle rencor a las personas.

Exhaló hondo.

– Tampoco yo.

La siesta del paciente no duró demasiado, apenas cuarenta y cinco minutos que le permitieron aclarar su mente, aún si no podía decir lo mismo con su cólera.

Si su vejiga no le hubiese recordado que tenía otras prioridades se pudo haber quedado tirado en la cama, por lo que debió arrastrar los pies hasta llegar al baño; Una gota de sudor cayó por su frente mientras se lavaba las manos, no pudiendo aplacar del todo el calor por mucho que se lavase el rostro. No podía mentirse, ansiaba demasiado otro baño, uno largo en el que pudiera quedarse un rato bajo el agua, pero la ducha no era una opción, al menos no cargando los tobillos hinchados y las caderas adoloridas.

Siempre podía solo meter una silla al baño, pero resultaba una ridiculez si contaba con una bañera.

– Llevas rato ahí adentro, ¿Sigues vivo? – Ren tocó un par de veces y se detuvo cuando le abrió la puerta.

Deidara notó que Kaiyah se había acercado para verificar que todo estuviera en orden, por lo que se dirigió directamente hacia ella.

– Voy a tomar ese maldito baño – Lo había dicho entre dientes y sin muchas ganas, pero a ella igualmente le brillaron los ojos.

– ¡Me parece bien! ¿Agua fría o caliente?

– Fría – Respondió sin pensarlo, sintiendose pegajoso por el sudor – Me estoy muriendo de calor.

– Bien, te dejaré que utilices el agua fría por un rato, pero luego cambiaremos a una temperatura más tibia, eso te va a servir para la hinchazón.

– Vale.

En vista de que no tenía planes de desnudarse con tanto público, el artista se quitó los pantalones y reemplazó la camisa por otra algo más larga que solía usar en casa, metiéndose con ella a la bañera. Se quitó el moño de inmediato, queriendo sentir el agua caer lentamente por su cabeza hasta cubrir sus orejas. La sensación era casi terapéutica, y Kaiyah colaboró en mantenerla gracias a la pequeña regadera manual con la que mojó su cabello.

Deidara cruzó los brazos sobre el borde y recostó la cabeza en ellos, calmandose al sentir como el agua templada contrarrestaba el ardor en su vientre.

– ¿Necesitas algo más? – Ante el ofrecimiento de Ren, él le observó con crudeza.

– Si, sácalo de mi vista antes de que lo mate – Apenas molestándose en mirar a un Itachi quien, atraído por el bullicio, se había asomado al ver que dejaban la puerta abierta.

Ren se mostró alegre al hacerle una cómica reverencia para después girarse al Uchiha, con su mano formando una galante seña que le invitaba a alejarse del lugar. El susodicho en cuestión frunció las cejas, pero salió sin comentar nada junto al médico, dejándolo solo con Kaiyah.

Ella sabía que no debía involucrarse, pero su mente no paraba de pensar en la expresión desilusionada del Uchiha al verse tan fieramente rechazado por Deidara; Como doctora estuvo presente en todas la veces que discutieron sobre el crecimiento de la criatura, y siempre sintió ternura al ver cómo, a pesar de estar neutral, sus rostro brillaba con el entusiasmo de un padre feliz. Imaginaba entonces que para él estar tan alejado del trabajo de parto y del mismo Deidara debía ser más doloroso que sus propias heridas.

Ciertamente la situación no se trataba de él, pero tenía experiencia de sobra para saber que cuando estaban en compañía del otro – de preferencia sin furia de por medio – Deidara se tranquilizaba más rápido.

Aprovechando que su paciente se veía calmado, ella carraspeó un poco.

– He tratado las heridas de Itachi hace rato – Comentó de manera casual, apenas logrando que él torciera la boca.

– ¿Y?

– Tiene algunas cortadas muy profundas, en especial en su muslo, pero estará bien.

– Me alegro – Aunque su forma tan áspera de decirlo no lo hacía sonar muy convincente.

– Su ojo izquierdo está algo delicado y cojea un poco al caminar, así que debió serle bastante difícil llegar hasta acá desde tan lejos...

– Kaiyah – Él levantó un poco la cabeza entonces, viendole con una acidez casi dolorosa – Ve al grano.

Aceptando que era imposible apelar a su lado más comprensivo por mucho que se estuviera muriendo, suspiró.

– ¿Por qué no dejas que se acerque un poco?

Él alzó una ceja con fastidio.

– ¿Eso era todo? ¿Lo que quieres en convencerme de que hable con él?

– ¿No crees que le gustaría estar aquí?

– Más que yo hace dos meses, no creo – Bufó, echando la cabeza a un lado en lo que ella se acomodaba, buscando que no la ignorase.

– Entiendo que estés molesto...

– Molesto es poco.

– ...Pero ese bebé es parte de su legado.

– Él y toda su herencia se pueden ir al carajo – Echó la cabeza a un lado, rodando lo ojos con la apatía que siempre le daba hablar del clan Uchiha.

Kaiyah se removió en su lugar sin perder la mueca.

– Deidara, yo le atendí personalmente y te puedo asegurar que si tuvo la pelea que dijo que tendría. Pareciera que solo encontró la forma de sobrevivir.

– Eso ya lo sé – Espetó entonces, chapoteando algo de agua en el proceso – Pero bastante a ese hijo de perra como para saber que no hubiera sobrevivido de no tener un plan, y adivina a quién no se lo dijo.

– Tal vez no podía hacerlo – Aventuró ella con cierta esperanza – O quizás era muy complicado.

– Me da igual si tenía que venderle el alma al diablo o resucitar a todo el puto clan Uchiha, si tenía un plan de reserva debió habermelo dicho en vez de dejarme aquí como un imbécil pasándolo mal por un tipo que nunca estuvo muerto – Sus ojos le observaron con frialdad, pero también con el resquicio de algo roto que se volvía mas notable cuando Itachi tenía la osadía de dirigirle la palabra, y fue entonces que comprendió el verdadero problema.

Kaiyah siempre supo que el principal problema de esos dos era la comunicación, y cuando creyó que lo habían arreglado no hubo alguien más conforme que Deidara. Tener al maestro del engaño siéndole totalmente honesto debió hacer muy feliz a su ego, por lo que descubrir de pronto que existía la posibilidad de haber sido engañado – y más en un momento tan delicado como lo era un parto – debía ser más que frustrante para él.

Deidara no estaba molesto, no realmente, solo se sentía herido.

Y si era objetiva, debía aceptar que tenía motivos para estarlo.

– Me pudo haber enviado una maldita nota... – Confirmó sus pensamientos en lo que murmuraba sin perder la mueca de aprensión – Tan solo una. Tuvo casi tres meses para hacerlo, pero no, el muy maldito me dejó así y luego se fué – Su voz se había atorado un poco al final, necesitando enderezarse para respirar un poco – Olvídalo, no tengo cabeza para esto.

Presintiendo que podía salirse del agua con tal de zanjar la conversación, ella se levantó primero.

– No te preocupes, yo iré a dar unas vueltas, le diré a Ren que venga un rato.

Deidara la vio marcharse con cierto remordimiento, no deseaba liberar su furia contra nadie pero tampoco podían culparlo si le hostigaban con esa clase de preguntas.

Lo primero que vio ella al entrar a la sala fue a Itachi sentado al borde del sofá, levantando la cabeza al verla.

– ¿Cómo está? – Se veía serio, pero a ella le produjo lastima ver cómo su postura sugería que podía saltar en cualquier momento.

– Muy a la defensiva – Suspiró con un decaimiento que pareció conjunto – Pero bien dentro de lo cabe. El bebé también está estable – Allí dudó un poco, torciendo ligeramente la boca – Mmm, también he intentado hablar un poco con él... pero no ha funcionado mucho que digamos.

– Está bien – Su semblante se veía casi tan herido como su cuerpo – No hay problema.

– De todas maneras puede que al rato considere la idea.

Su colega, quien recién acababa de tomarse otra taza de café, bufó por lo bajo.

– Lo dificulto – Su burla tuvo como resultado que su compañera quisiera estrangularlo, por lo que debió respirar profundamente antes de fijarse en el Uchiha.

– Ignóralo, le gusta ser un fastidio la mayoría del tiempo.

– No se equivoca de todas formas – Por mucho que en sus ojos existiera un entristecido tinte de resignación, Ren no vio conmovido en lo absoluto.

– Obvio no.

– Ren – Aseveró ella.

– ¿Que? Es la verdad – Antes de que ella le interrumpiera, hizo lo que no había hecho hasta ahora: Se dirigió a Itachi – Vamos, Uchiha, hacer como que te ibas a morir y regresar vivo está bien – Echó un vistazo a dónde seguro Deidara le seguiría maldiciendo y sonrió burlón – Querer que te lo perdone es avaricia.

– Por Dios, ¿Podrías solo hacer tu trabajo y ver cómo está Deidara? – Gruñó ella, y al ver que su supervivencia dependía de ello, el médico rodó los ojos y se fué, mascullando en todo momento algo sobre que no lo dejaban tener un segundo de paz.

A Kaiyah le preocupó que pudiese generar discordia, pero Itachi no lo tomó en cuenta. Estaba demasiado preocupado como para tomar en serio los comentarios filosos del médico.

Mientras que la Hyuga reflexionaba en silencio el cómo arreglar aquel drama marital, Ren entró al baño con su energía habitual.

– ¿Que tal todo por ahí?

– Horrible – Tenía la mejilla aplastada contra su brazo y no le abundaban las ganas de vivir – Aunque no tanto como hace rato.

– ¿Ya tienes algo de frío?

– Un poco, si.

– Bien, entonces ahora intentaremos con el agua más caliente a ver qué tal te va.

Por mucho que la idea no le simpatizó al inicio, resultó que la calidez del agua no fue tan malo como había creído. Su piel se aclimató con rapidez, y aún si seguía experimentando los estirones, el tener los músculos menos rígidos le sirvió para relajarse un poco.

– ¿Que hora es ya? – Inquirió viendo de reojo los tonos oscuros que iba adquiriendo el trocito de cielo que podía ver desde la ventana.

– Las cinco y media, aunque se ve más oscuro porque está nublado.

"Llevo demasiado tiempo aquí..."  De no ser porque seguramente se retrasarían secandolo para la cesárea, Deidara perfectamente se pudo quedar ahí todo el día. Quería estar listo para cuando llegase el momento y es por ello que salió, escurriendo leves chorritos de agua que se detuvieron cuando Ren le ayudó a secarse el cabello.

– Así que... – Comenzó él, ampliando su sonrisa cuando Deidara le miró – ¿El parto o los brazos?

Rodó los ojos de inmediato.

– Los brazos.

Sin embargo, aceptaba en silencio que la brecha que separaba el dolor de ambos eventos ya no estaba muy alejada entre si.

Ren esperó afuera de la habitación a que le pasase la ropa mojada y luego se fué para darle espacio, permitiendole vestirse a su ritmo; La ropa que eligió era exactamente igual de holgada y cómoda que la anterior – como esa camisa contaba con bolsillos, escondió el Kunai ahí por si acaso – solo que en tonos más oscuros. La camisa no le produjo problemas, pero al terminar de ponerse los pantalones una fuerte punzada de dolor explotó cerca de su cadera, fue similar a recibir un martillazo justo entre los huesos y eso le hizo sentarse con brusquedad. Tirando sin querer algún que otro objeto en lo que, con el rostro contraído, vocalizó un grave lamento que atrajo de inmediato la presencia de un Itachi cuyo corazón latio más fuerte al verle caído.

– Deidara – Llamó suave, con sus ojos refulgiendo en agonía – ¿Me puedo acercar?

– No – Era la primera vez que se lo pedía, y aunque el tormento en su voz logró nublar su visión, le siguió viendo con rencor – ¿No que estabas muerto? Pues quédate muerto.

– Necesitas apoyo.

– También lo necesité hace dos meses y te importo una mierda.

A Itachi realmente no afectaba su odio, pero si el que de verdad se creyese que no era importante para él – Y lo era, muchísimo más de lo que podía expresar con palabras – es por ello que su pecho pareció agitarse, contraído no solo por la enfermedad sino también por ese desprecio que no paraba de herirle en lo más profundo del corazón.

– Esto cada vez se pone mejor – Ren, quien también había escuchado el desastre, se deslizó por un costado del Uchiha para agacharse al lado de su paciente. Una vez de pie, le puso mala cara – Ya deja de pelear o se te van a romper las costillas.

Para la de veces que le habían dicho lo mismo, Deidara estaba a un paso de arrancarselas y golpear a Itachi con ellas.

Gruñó.

– Solo llévame afuera.

– Está anocheciendo.

– Pues para algo tenemos luz – Le entrecerró los ojos con terquedad, a lo que a Ren no le quedó de otra obedecer. Lo último que le faltaba era que también se enojase con él.

Kaiyah observó cómo Ren le guiaba a paso lento de vuelta al jardín, quedándose algo pensativa. Ahora que tenía una idea sobre los verdaderos sentimientos de Deidara sobre la aparición del Uchiha, se le ocurrió más fácilmente una idea sobre que hacer al respecto. Tal vez no era la mejor, pero de algo debía servir.

– ¿Por qué no intentas darle la razón? – Su súbita interrogante captó el interés de su interlocutor – Es decir, en cierto modo sabes que la tiene, pero creo que si quieres tener la oportunidad de dar tu versión de los hechos deberías intentar ser un poco más... – Ella se debatió un poco buscando la palabra correcta – Resiliente.

Itachi la miró fijamente.

– ¿De que forma?

– Perseverando – Contestó sin mucho apuro, señalandole la puerta de entrada – Sal de aquí y deja que te vea un rato. No es necesario que hagas nada porque probablemente solo consigas que se moleste, basta con que sepa que estás ahí. Nosotros haremos lo demás.

Ella se vió bastante convincente al guiñarle un ojo, transmitiendole la confianza suficiente para salir y sentarse en los escalones de la entrada principal, desde allí podía visualizar a Deidara sentado a un costado del jardín, hablando a medias con su médico y deteniendose un segundo al verle llegar, pareció como si quisiera refutar sobre algo, como dejó suficiente distancia entre ellos logró que se ahorrase el comentario despectivo.

No era necesariamente un avance, pero se sentía más tranquilo al poder verlo así sea de lejos. Desafortunadamente, también era cierto que hacerlo y no poder acercarse a ayudar le resultaba tan difícil como saber de su estado por medio de otras personas.

A Ren le seguía pareciendo un asunto muy cómico.

– Es persistente – Accedió de buen agrado aún si Deidara no se lo tomó la misma forma.

– Es un maldito necio.

– También, pero es porque está preocupado.

– ¿No que te caía mal? – Le alzó irónicamente una ceja, haciendo que el médico se encogiera de hombros.

– Me caen mal absolutamente todos los Uchihas, pero que lo desprecie no significa que no pueda ver lo obvio – Se permitió echarle otro vistazo al susodicho, estando más que entretenido al compararle con esos perros que se les ordena sentarse pero siguen temblando por la emoción – Si le llamases ahora estoy seguro que brincaria.

A pesar de todo, el artista no pudo ocultar la sonrisa.

– ¿Tu crees?

– Bueno, podrías intentarlo, pero eso ya es cuestión tuya.

– ...Mejor que no – Por muy desinteresada que hubiera sido su respuesta, había en su rostro una mueca que su compañero pudo describir como indecisa, lo cual le hizo sonreír.

– Te ves cansado, ¿Tienes hambre o sed?

– Sed, pero no creo poder tragar más bebidas raras.

Apreciaba mucho las combinaciones saludables, pero ahora su estómago no estaba del todo apto para recibir experimentos.

– Agua será entonces – Echándose un poco hacía atrás, vaciló – ¿Te quedaras así en lo que vuelvo o te vas a parar?

– Caminaré un rato – No le agradaba tanto como la idea de quedarse acostado hasta morir, pero tomar esa clase de decisiones requería un consenso con todas las demás partes de su cuerpo, y la mayoría de ellas votaba en contra de la idea, en especial sus pulmones – A ver si esto termina de una buena vez.

El médico soltó una risita.

– No comas ansias, rubio. Aún te falta un poco más.

– Si, si... – Echó los ojos a un lado, incorporándose con rigidez mientras apretaba los labios – Desearía poder arrancarme la espalda ahora mismo.

– ¿Te presiona mucho?

– Demasiado – Se lamentó.

– Eso es porque estás cargando mucho peso, intenta equilibrarlo de vez en cuando – Deslizándose por un costado, tomó sus manos y las guío hasta colocarlas sobre el bajo vientre, buscando que lo sostuviera – Así, ¿Ves?

Él asintió mientras reconocía que no había intentado esa técnica porque seguía poco acostumbrado a manipular aquella barriga, pero resultaba una buena opción considerando que tenía la fuerza necesaria para llevar cosas pesadas, solo esperaba no cansarse pronto; El poder equilibrar su peso le hizo sonreír de una manera que inevitablemente sacudió al Uchiha, a sus ojos, verlo sonriendo y sostenerse cuidadosamente a si mismo era una imagen espléndida que solo mejoraría de haber podido estar presente.

– ¿Que haces por aquí tan pronto? – Kaiyah recién acababa de cenar y seguía sentada en la mesa de la cocina.

– Deidara tiene sed y... ¿Esa es mi comida? – Sus ojos cafés brillaron al ver que su compañera había calentado su plato.

– Me imaginé que tenías hambre.

– Puedes apostarlo – No esperó ni un segundo para sentarse en la mesa, degustando aquello que su compañera había preparado; Kaiyah le vió comer como si el mundo se fuera a acabar y negó con la cabeza.

– ¿Cómo va todo?

– Hasta ahora bien, no se ha vuelto loco y sigue moviéndose para ayudar al chakra – Tomó un largo trago de jugo para no ahogarse con los alimentos – Si todo sale bien deberíamos estar operando a eso de las diez de la noche.

Ante la expectativa de finalmente poder conocer el rostro de su paciente estrella, Kaiyah esbozó una sonrisa enternecida.

– Va a ser un momento muy especial.

– Si, aunque lo sería aún más si los padres pudieran hablar sin querer sacarse los ojos – Sonrió ampliamente – Bueno, uno de ellos.

– ¿Todavía sigue enojado?

– Estamos hablando de Deidara, si dependiera de él se llevaría el rencor a la tumba – No obstante, rememoró el gesto de indecisión que le había visto y puso un rostro pensativo – Aunque creo que esta vez es diferente.

– ¿Ah si? – Ligeramente esperanzada, ella le observó con atención – ¿De que forma?

– ¿Quieres mi opinión? Yo creo que solo les hace falta una buena excusa para que se hablen, el problema es que ese rubio es demasiado orgulloso como para permitir que sea a costa de su dolor.

– Mmm... – Tenía mucho sentido si lo veía de esa forma. Deidara se podía estar muriendo, pero era incapaz de permitir que Itachi utilizaste aquello como una forma de evadir la culpa que le correspondía, o en este caso, el esfuerzo que debía hacer – Muy bien...

– ¿Que vas a hacer ahora? – Inquirió al ver que se levantaba con demasiado animo hacía la nevera.

– Buscarles una excusa – Le sonrió para después verse muy elocuente – ¿No dijiste que Deidara tenía sed?

Comprendiendo sus pretensiones, al otro médico no le quedó más que sonreír.

– Y luego dices que yo soy manipulador.

Obviando las palabras de su compañero, Kaiyah llenó un vaso con agua fría – con hielo, por supuesto – y luego llamó al Uchiha con la mayor discreción que pudo para que su paciente no la pillase confabulando en su contra.

– Nosotros estamos algo ocupados con las cosas que faltan por organizar – Informó apenas le tuvo en frente, extendiendole el agua con la mayor inocencia que pudo fingir – ¿Podrías llevarle esto a Deidara? No me gustaría hacer que viniera caminando hasta aqui.

Itachi de inmediato se mostró algo cauteloso con la petición, pero ya había visto a Deidara moverse y prefería evitarle el esfuerzo aún si con eso se ganaba un puñal entre las cejas.

Aún dudoso, tomó el vaso y se dirigió hacía afuera.

Cansado de caminar, Deidara había vuelto a sentarse gracias a la ayuda de un árbol grueso que tenía cerca, la fase de sufrir por la espalda había mermado y ahora su centro de tortura estaba enfocado en el dolor de sus órganos internos junto la tensión de su piel. Todo eso, sin embargo, quedó en segundo plano cuando visualizo al Uchiha más cerca de lo que le había tenido desde que le profirió aquel puñetazo. Que osara avanzar tanto indudablemente le hizo poner mala cara, pero se relajó un poco al ver cómo se detenía para alzar ligeramente lo que traía en las manos, justificandose sin decir mucho.

"Esos dos se piensan que soy imbécil..."  Para ser ninjas de élite, a él le pareció hilarante que su intervención fuese tan evidente y sencilla. Rechazarlo habría sido sencillo, pero seguía teniendo sed y pocas ganas de reclamarle a las dos personas que no paraban de atenderlo con diligencia, por lo que de mala gana estiró la mano, permitiendole avanzar; Deidara recibió finalmente su agua, y aunque estaba consiente de que había procurado no tocarle por error, Itachi solo retrocedió un poco, esperando que le entregase el vaso de vuelta.

Una vez allí, Deidara no pudo evitar echarle una mirada. Tenía el cabello más corto, ya no tenía la banda en la frente ni tampoco las vendas del principio, por lo que podía ver su rostro. Debajo de su ojo derecho había un rasguño que continuaba hasta la mitad de su mejilla – combinando, de paso, con el moretón que le dejó por el puñetazo – reluciendo en un rojo brillante. Tenía puesta una ropa desgastada que le hacía parecer un viajero, cubriendo sus brazos pero no su cuello, permitiéndole ver el resquicio de lo que parecían ser moretones. Su aura emanaba cansancio, debilidad y algo de dolor, pero seguía firmemente de pie, esperando cortésmente a que terminase de beber agua.

Suspirar fue inevitable, así como fastidioso. Aún le odiaba un montón, pero el collar que seguía firmemente sujeto en su cuello delataba que también le quería.

– ...Kaiyah dice que tuviste una pelea.

– Si – Respondió enseguida, estando sorprendido pero contento de escuchar que se dirigía a él sin alguna grosería de por medio – Contra Sasuke.

– Ya lo sé – Su intención de verse indignado siendo frustrada por otro estirón de piel que le hizo quejarse con el rostro contraído.

Itachi se sobresaltó un poco en su sitio.

– ¿Estás...?

– Atrévete a preguntarme si estoy bien y haré que desees haber muerto de verdad – Tras gruñir, respiró hondo un par de veces para asimilar el subidon de dolor. Una vez logrado aquello, observó los ojos preocupados del Uchiha con una mueca de aprensión – ¿Por qué volviste?

– Tú me prohibiste morir ¿Lo recuerdas?

Sintiendo los ojos escocer debajo de sus párpados, Deidara formó una mueca que se semejaba a una sonrisa triste.

– Debí haberte prohibido que te fueras.

– No hubiera podido cumplirlo – Muy lentamente, Itachi dobló las rodillas hasta que pudo sentarse; Estaban separados a poco más de un metro, de modo que la aflicción en su voz era notable – Ahora estoy aquí, y no tengo intenciones de ir a ningún lado. No esta vez.

– ¿Acaso esa es una promesa? – El sarcasmo fue imposible de evitar – Porque ya has roto varias de esas antes.

– No es verdad – Repuso él, figurandose de no sonar demasiado serio para no ofenderle – Probablemente me tardé más de lo que debí en cumplirlas, pero lo hice. Por eso estoy aquí ahora.

– ...¿Cómo? – Preguntó al fin, dejando que la intriga fuese más grande que el recelo – ¿Cómo lo conseguiste?

Al tener finalmente la oportunidad de explicarse como tanto había querido, el Uchiha apenas se tomó un segundo antes de comenzar a relatar todo lo que había pasado.

Al abandonar la casa aquel día, Itachi se enfrentó solo a un camino cuyo único peligro era la profundidad de sus emociones. Le había dolido tanto irse que comparó ese momento con el exilio de su propia aldea, consolandose con la idea de que, al menos, su familia no corría ningún peligro esta vez; Se repetía aquello sin descanso, pero igualmente deseó regresar, absteniéndose de hacerlo gracias a la imagen de su hermano cuyo recuerdo le dió la fuerza suficiente para seguir su camino.

Solo se detuvo una vez para descansar, el resto del tiempo se limitó a esperar en el templo Uchiha, sentado en aquel trono de piedra.

A pesar de haberle dejado suficientes pistas – así como también le dejó pistas falsas a Zetsu para que no estuviera presente en la pelea – su hermano se tardó unos dos días en llegar, y verlo le causó un revoltijo de sensaciones. En menos de un minuto todos los momentos que habían compartido juntos pasaron por su cabeza, desde el dia que le conoció en el hospital hasta la última vez en Konoha cuando sus ojos le miraron con rencor. Estaba más alto ahora, sin embargo, aunque seguía manteniendo aquel porte de seguridad inquebrantable. Le recordaba a su padre, y quizás un poco a si mismo, solo que Sasuke tendría un futuro más brillante.

Él se aseguraría de eso.

Así como pudo ver los recuerdos de lo que habían vivido, también lo hizo con aquellos que jamás vivirían, como el de ver su rostro de reservada felicidad al notificarle que sería tío o la visión de Sasuke cargando a su sobrino recién nacido, manteniendo en todo momento esa mueca de espanto que solía poner cuando Fugaku le encargaba llevar algo demasiado pesado y presentía que se le podía caer.

Fueron una sucesión de imágenes hermosas que debió ocultar mientras volvía a tomar el rol de villano que todos creían que era, dándole pie a una pelea de la cual, a pesar de las heridas que llegó a recibir, salió sintiéndose bastante satisfecho.

El podía ser su hermano, pero también era un ninja y por lo mismo reconocía que a Sasuke aún le daban muchas cosas por aprender, así como errores que corregir, pero de igual manera le complacía enormemente ver que se había esforzado en su entrenamiento, llegando a sorprenderlo en más de una ocasión.

Estaba más agotado de lo que había previsto, viendo borroso y llegando a toser sangre cuando debió utilizar el Susanoo para defenderse de ese último ataque. Ciertamente Kirin era una técnica poderosa, logrando desgarrar su capa y presionar sus pulmones contraídos, no obstante, para su suerte también venía con el efecto colateral de dejar al usuario bastante débil, y fue por aquella debilidad que pudo quitarle el sello maldito de Orochimaru.

«Sasuke...»

Entonces sus dedos ensangrentados tocaron su frente, y a los ojos de Sasuke su hermano se despidió por última vez antes caer muerto; Fue una visión que ni siquiera tuvo tiempo de disfrutar, con el dolor, la dicha y el agotamiento haciéndose tan pesados que terminó desmayandose un segundo después, cayendo inerte al lado del cadáver de su hermano.

O eso creyó.

Ya que la mente, sin lugar a dudas, nunca sería tan poderosa como un Sharingan bien utilizado.

Al lado del cuerpo inconsciente de Sasuke no yacia ningún cadáver, solo la figura de un ninja herido y medio desparramado en el piso que no dejaba de toser; Estaba tan destruido como su hermano le había visto, solo que no lo suficiente como morir, al menos no de inmediato. Desde un inicio planeó quedarse con una reserva extra de chakra, y aunque su misión original fuese implantar el Amaterasu en el ojo izquierdo de Sasuke para alejarlo de Obito, sabía que era un esfuerzo inútil si de todas formas Madara estaba vivo. Entre sus opciones estuvo el frustrarse, pero escogió sabiamente tomarlo como la señal que necesitaba para llevar a cabo un plan que solo podía categorizar como suicida.

– Te ves bastante mal, Uchiha – Habló graciosamente alguien a su lado; Sus ojos sangrantes apenas podían enfocarse en los detalles, pero su gran altura y el brillo de sus dientes filosos terminó por delatarlo.

La presencia de Hoshigaki Kisame nunca había sido tan oportuna.

Itachi sintió algo que chocó contra su espalda y lo reconoció como la Samehada en el segundo que se vió lleno de energías combinadas. Aquello tristemente no bastaba para salvarle la vida, pero si para darle las fuerzas necesarias de ir a su siguiente parada.

No contaba con mucha energía, pero afortunadamente su compañero si.

– Me imagino que entiendes que luego de esto me deberás una muy grande – Elocuente y sarcástico como siempre era, tomó de su brazo para ayudarle a caminar. Alzando una de sus finas cejas al ver cómo miraba a su hermano – ¿Nos lo llevamos también o que?

– Si – Murmuró él con la voz ahogada, tenía los pulmones llenos de sangre y con la lluvia seguramente no tardaría en darle una pulmonía, pero no dejaría a Sasuke atrás.

Kisame hizo rápidamente un clon de agua que se echó a Sasuke sobre el hombro, siguiéndoles muy de cerca mientras se alejaban del lugar.

Tal vez Itachi no podía evitar que Madara localizara a su hermano, pero al menos podía retrasar su encuentro.

No menos de media hora después se encontraron en una posada en donde Sasuke fue dejado sobre la cama de una de las habitaciones, Itachi consideró seriamente el coaccionar a los empleados pero Kisame le terminó ahorrando el esfuerzo, consiguiendo con su porte intimidatorio y un par de palabras que el chico consiguiera un servio decente, luego, una vez el joven Uchiha estuvo seguro, se marcharon.

La segunda parte del plan, era, sin lugar a dudas, la más difícil, principalmente porque implicaba que debía sobrevivir, y esa era una tarea que se le estaba haciendo cada vez más difícil; Por un minuto quiso renunciar, solo queriendo agotar sus últimas fuerzas para volver a casa... no le importaba si hubiera tenido que arrastrarse, habría sido feliz abandonando el mundo en brazos de Deidara, abrazado con fuerza al enorme vientre que resguardaba a su bebé.

La única razón de porque no lo hizo, fue porque sabia que la felicidad de Deidara habría sido mucho mayor si hubiera podido regresar para quedarse... y compartía el sentimiento.

No le había dado aquel collar en vano, quería permanecer hasta el último de sus días a su lado, y aún si en vez de aceptarlo él decidía correr a los brazos de su libertad, entonces quería vivir para cuidar al pequeño milagro que habían creado juntos.

Sin importar lo que fuera, quería vivir.

Lo quería como nunca antes lo había hecho y por ello se aferró con fuerza a las escasas esperanzas que tenía, con la carne desgarrada, los pulmones colapsados pero sus ojos fijos con determinación a dónde quería llegar.

Kisame se encargó de darle un poco más de chakra y una bolsa de alimentos antes de tener que retirarse por un inoportuno llamado de Pain, aunque eso no le afecto en lo absoluto. Le agradeció como pudo y se quedó lo más quieto que su sistema le permitió en la cueva que sería su refugio temporal.

Ya solamente le quedaba esperar.

Estuvo de esa forma por un tiempo incalculable, llegando a puntos en los que sentía que la vida se le escapaba de las manos. Su fuerza de voluntad fue lo único que logró mantenerlo con vida en ese momento tan vulnerable, y se sintió más efervecido cuando visualizó a su clon llegar.

En la breve parada que hizo antes de la batalla no solo descansó y le envió un cuervo a Kisame, también hizo un clon de sombra que mandó a Konoha con una sola misión, y esa era infiltrarse en el centro de la Raíz; Hacerlo no fue particularmente fácil teniendo en cuenta que sus miembros siempre fueron muy cautelosos, incluso entre ellos mismos, pero escabullirse y pasar inadvertido no fue tan complicado gracias a sus antecedentes como espía – Y más sin contaba con las ilusiones del sharingan –, puesto que, en si mismo, lo verdaderamente difícil fue encontrar aquello que buscaba. Pese a eso, y considerando que estaba hablando de Danzo Shimura, supuso sin problemas en dónde debía estar.

Que un alto mando como él tuviera una cámara secreta en su organización no fue mucha sorpresa, menos el descubrir que adentro guardaba los ojos que a traición les había arrancado a los cadáveres del clan Uchiha; Saber lo que había hecho le causó repulsión, pero se encargó de llevarse los que necesitaba para después escapar del lugar con la misma discreción que tuvo al principio.

Dos de esos ojos eran para Sasuke, por lo que se los hizo llegar a la posada en la que, por suerte, aún seguía dormido.

Los otros dos eran para él.

Conseguirlos le llevó aproximadamente seis días, y fueron momentos en los que su cuerpo original yacia completamente colapsado en aquella cueva, con sus reservas acabadas y una respiración deficiente, pero consiguió soportarlo.

Ya reunidos, Itachi se transportó con ayuda de su clon hacia un centro médico que era exclusivo para criminales, lo conocía porque había sido allí donde se encontró con Kaiyah luego de tantos años mientras él acompañaba a Juzo, su antiguo compañero, para curarse una herida que tenía en el abdomen; Al llegar no le hicieron más preguntas de las necesarias, y tras utilizar el último resquicio de chakra que le quedaba coaccionar al doctor en turno, finalmente cedió ante el desgaste de sus heridas, desmayandose sobre la camilla.

Cuando despertó habían pasado dos semanas, y a pesar de ello tuvo que permanecer otra más sin posibilidades de levantarse de la cama. Le había dado la orden al médico de cambiar sus ojos por los que había traído, así como de preservar su vida lo mejor que pudiera, el problema es que como no tuvo tiempo de hacer las especificaciones necesarias de lo que podía o no hacerle, terminó recibiendo una inesperada pero necesaria cirugía.

Llegados a ese punto, Deidara amplio los ojos sin molestarse en ocultar su impacto.

– ¿Te trasplantaron un pulmón?

– Ambos, de hecho – Su confesión no hizo más que agrandar su mueca de asombro – También un par de procedimientos de rutina.

– ¿Cómo cuáles?

El Uchiha honestamente no recordaba todos los exámenes que le habían hecho ya que la mitad del tiempo estuvo sedado, apenas levantándose de vez en cuando gracias al dolor de la incisión, pero recordaba sin ningún problema que sus meses internado fueron desastrosos, sobretodo porque cada vez que salía de algún problema entraba en otro; Si no era una infección leve por la cirugía se descubría que tenía muy bajo peso, cuando no estaba teniendo problemas con la dieta sus labios adquirían un tono azulado que delataba una enfermedad hereditaria del corazón – aquello si lo sabía, pero nunca antes lo trató a profundidad ya que no tenía pienso de vivir tanto – y así sucesivamente hasta que terminó siendo el paciente con más diagnósticos que ese centro médico había recibido. Estuvo entrando y saliendo de revisiones por todo un mes, curando finalmente su cuerpo como nunca lo había hecho y soportando las ganas de salir corriendo apenas se sintió lo bastante fuerte para caminar por su cuenta.

Habían pasado dos meses, y aunque le decían que debía estar ingresado al menos otro más, sus ojos no paraban de desviarse a la ventana mientras se preguntaba si su hijo ya habría nacido.

La mitad del tiempo se la pasaba pensando en su hermano, en la profundidad de sus heridas y la desolación que de seguro sentiría cuando el chismoso de Madara le contase su historia. Pensarlo conseguía ponerle ansioso, pero como la otra mitad del tiempo se la pasaba pensando en Deidara, la inquietud terminaba difuminandose para darle paso a un sentimiento de añoranza.

– Debe tomarselos todos si quiere recuperarse por completo – Tenía varios profesionales a su cargo, entre ellos una enfermera cuya pasión era hablarle a sus pacientes como si fueran conocidos de toda la vida; Ella le extendió otro frasco de medicamentos y un vaso con agua – ¿Tiene familia? ¿Una pareja, tal vez?

– Si... – Su mano acarició distraídamente su cuello desnudo, recordando tan vividamente los últimos momentos que tuvieron juntos que inevitablemente su corazón se llenó de ilusión – Estoy casado.

No podía hablar por nadie más que si mismo, pero aun se sentía de esa manera, pensando en él a cada segundo no como su amante ocasional o su compañero de vivienda. Era Deidara, el artista más explosivamente loco que había conocido, el otro padre de su hijo y la persona que amaba hasta el punto de pedirle que se casara con él; La mejor parte es que había aceptado, llegando a retribuir ese amor de una manera tan frenética, sincera y pasional que se ganó un título que Itachi jamás pensó que le daría a alguien, pero lo hizo.

Él era su esposo, esa era su casa y ese que estaba a punto de nacer era su bebé.

Y no se lo quería perder por nada del mundo.

Soportó apenas una semana más, luego se encontró violando la orden de los médicos al escaparse apenas tuvo la oportunidad, evitando pelear para guardar energías y llevándose consigo un montón de inmunodepresores, antibióticos y la lista de la dieta que debía seguir para subir el peso que la enfermedad le había arrebatado; Kisame le había visitado apenas una vez antes de regresar a la aldea de la lluvia, pero le regaló una muda de ropa y también una dosis extra de energía, por lo que se encontró volviendo rápidamente a su hogar, pudiendo comunicarse de nuevo con los cuervos para saber que había pasado con Sasuke, – el cual, por cierto, ya se encontraba bajo el servicio de Madara – Konoha y también con Deidara, aunque para este último prefirió verlo en persona.

Deseaba enmendar las cosas, y durante todo el camino solo pudo desear que aún no fuese demasiado tarde.

El relato terminó entonces, y Deidara se encontró incrédulo ante lo que acababa de escuchar. Le sorprendía la agudeza del plan, pero también la facilidad con la que Itachi voluntariamente accedió a realizarse todos esos tratamientos; Desde que lo conocía nunca lo había considerado, quizás porque solo se cuidaba para vivir lo necesario, pero ahora había hecho la enorme hazaña de volver prácticamente a la vida solo para decirle que lo había hecho por ellos, por la vida que ahnelaba tener y los sueños que esperaba cumplir.

Aún así, Deidara mentiría si dijese que seguía sin tener dudas.

– ...Si saliste rápido de peligro ¿Por qué no me mandaste al menos una nota?

– Había perdido la comunicación con los cuervos y por mucho tiempo no tuve la energía necesaria para hacer un clon...

– ¿Y luego? – Desconfiado como toda la vida lo había sido, alzó una ceja con acritud.

– Luego pensé que era lo mejor – Suspiró con pesadez – Imaginaba que de saberlo habrías venido a buscarme.

– ¿Que te hizo pensar esa estupidez?

A pesar de que hasta el momento el Uchiha había mantenido una actitud bastante nostálgica y voluble, una chispa de audacia relució en sus nuevos ojos cuando le observó de nuevo.

– También dijiste que me seguirías a dónde fuera.

– ...Hasta el mismo infierno de ser necesario – No pudiendo contener la sonrisa torcida al rememorar aquel íntimo momento que alguna vez compartieron – No lo había dicho con esa intención.

– Aún así, habría sido un viaje muy largo y no quería que te alteraras.

– Claro, porque dejarme de luto por casi tres malditos meses de seguro era una mejor idea – Dejando de la lado la complicidad, Deidara se volcó de nuevo en aquella profunda indignación – Eres un imbécil.

A Itachi le pasaron por la cabeza varias respuestas que podía dar en su defensa, pero al ver como una furtiva Kaiyah le alzaba ambas cejas con significancia antes de volver a entrar a la casa, terminó optando por la opción más conveniente.

– Lo sé.

– No tienes idea lo mucho que te odio ahora mismo.

– Lo siento – Pronunció tan sinceramente como pudo, consiguiendo que finalmente tras cuatro largas y exhaustivas horas de intentos fallidos, Deidara bajase los hombros y perdiera ese aire violento que solía tener cuando buscaba matar a alguien. El lado negativo de ello fue que sus ojos enrojecieron de pronto, con su boca moviéndose de aquella manera que siempre hacía cuando algo le afectaba.

– Debiste habermelo dicho...

Verlo afligido fue tan doloroso que no pudo evitar acercarse, evaluando cuidadosamente la situación hasta que consiguió situarse a su espalda, sintiendose completo al ver que se recargaba sutilmente contra su pecho, supuso que para no presionar las cicatrices de su cirugía, aunque a él le tenía sin cuidado en ese momento.

– No era un plan seguro – Murmuró, pues aunque se arriesgaba a que se alejase, merecía escuchar la verdad – Apenas se me ocurrió la noche antes de irme y no tenía forma de saber si funcionaria.

– Pero lo intentaste.

– Si – Respiró profundamente, y antes de que pudiera decir algo más, añadió – Porque quería estar aquí.

Deidara necesitó cerrar los ojos un segundo, e Itachi le dió todo el tiempo que necesitó para reflexionar; Sus acciones definitivamente no habían sido las mejores, mucho menos las correctas, pero había escogido guardar silencio por el mero hecho de no querer ilusionarlo en vano, de que se quedase esperando por una promesa que no sabía si podría cumplir.

No sabía si eso era suficiente para hacer que lo perdonase del todo, pero al menos tuvo segura una cosa: Estaba feliz de tenerlo de vuelta, y lo sabía porque se ahorró el resto de comentarios desdeñosos y se limitó a quedarse allí, acomodado entre sus brazos mientras él reposaba la mejilla contra el nacimiento de su cabello rubio.

La sensación de estar nuevamente junto a él de esa forma fue irreal, casi fantasioso. Justo como lo había sido el volver a casa; Itachi se sentía dichoso, aunque podría haberse sentido mejor de no ser porque Deidara aún sentía que se quemaba en vida, apretándose a si mismo con dolor.

– ¿Necesitas algo? – Le urgió con el mismo desenfoque que no podía dejar de experimentar al verle de esa manera.

Pudiendo haberle insultado, el artista prefirió observarle con una mueca desganada.

– Si, que ya me lo saquen. Estoy harto de tenerlo adentro.

– ¿Te han dicho cuanto falta?

– No desde hace rato – Ganas de seguirse quejando no le faltaban, pero su cuerpo tenía otras prioridades y en ese momento eso era caminar – Tengo que... – Hizo el amago de levantarse, a lo que Itachi se adelantó para ayudarle – Gracias.

– ¿Otra cosa? – Preguntó con suavidad, viéndose abnegado y diligente.

A Deidara le resultó cómico notar su evidente alegría al ya no ser rechazado, así como su deseo de ayudar en cualquier cosa que pudiera; Resultaba una casualidad entonces que, a falta de Ren, el Uchiha si podía ayudarle con algo.

– ¿Puedes sostener peso?

– Puedo sostenerte a ti – La respuesta decía mucho, y aunque regañarlo paso por su mente, prefirió enfocarse en si mismo.

Fue entonces cuando todo indicio de pelea desapareció entre ellos, dejando solo a un Deidara que descansaba la cabeza en su hombro con los brazos alrededor de su cuello, y a un Itachi quien sostenía gran parte de su peso al rodearle debajo de los brazos.

Kaiyah estaba en la entrada observando a la pareja con bastante ánimo, y aún si Ren no compartía del todo su entusiasmo, alzó una mano cuando el Uchiha le miró de reojo, ondeandola suavemente de un lado a otro en una indirecta que se le hizo fácil entender.

Se movió muy ligeramente entonces – ganándose un chistoso pulgar arriba por parte del médico – llevando un ritmo lento, sosegado. Jamás habían compartido algo como un baile pero bien que aquello se le parecía bastante; El movimiento a Deidara le ayudó considerablemente, apaciguandole un poco mientras enterraba la nariz en la curvatura de su cuello y se permitía sentir la felicidad de tenerlo de vuelta.

Aunque eso, por supuesto, tampoco era un asunto muy sencillo de resolver.

– ¿Que pasará ahora?

– ¿Mmm? – Sin dejar de moverse, Itachi reparó en él con interés – ¿Sobre que?

– Estás aquí – Acotó de forma significativa – Eso cambia las cosas.

– No realmente – Él particularmente no encontraba gran problema al respecto, aunque podía intuir el porqué Deidara lo consideraba de esa forma – ¿Crees que si lo hace?

– Bueno, supongo que dependería de los motivos que te hicieron volver – Comentó con cierto recelo. Itachi no le había soltado, pero sus ojos recayeron en el accesorio que aún utilizaba.

– Pensé que darte esto lo había dejado bastante claro.

– ...¿Aún no has cambiado de opinión?

– No podría – Sonriendole de una manera que, aunque pudiera sugerir tristeza, era todo lo contrario – ¿Y tú?

– Me gustaría poder – Exhaló, sintiendo como las antiguas preocupaciones volvían a revolotear dentro de su cabeza – Así quizás todo sería más fácil.

– Nunca fue fácil desde un principio, pero no tiene que ser así por siempre.

– ¿Acaso realmente existe esa posibilidad? – Ante lo escéptico que había sonado, debió ser un poco más específico – Recuerdo que también dijiste que nada era capaz de impedir tu muerte.

– Y no lo hace, pero no tiene porque ser hoy.

– ¿Y mañana?

– Puede ser ser mañana, la siguiente semana o dentro de muchos años... – Le observó fijamente, encontrando su mirada en la penumbra – La cuestión es si querrás quedarte mientras espero a que eso ocurra.

Deidara siempre supo apreciar el don que tenía Itachi para despejar sus preocupaciones con una buena conversación, haciéndole ver detalles que quizás el estrés del momento le impedían notar. Ahora, sin embargo, no era un asunto en el que sus palabras sabias pudieran hacer una diferencia, ya que el problema realmente nunca había radicado en Itachi. Aceptar que le importaba fue sencillo, y aunque fue algo más complicado con el amor, terminó cediendo sin muchos problemas ante la idea de un futuro diferente al que había pensado.

El problema es que no estaban hablando de ellos dos solamente.

Quedarse con Itachi sonaba bien, perfecto, incluso magnífico...

Pero... ¿Quedarse con Itachi y un bebé? Peor aún ¿Un hijo de ambos? ¿Con el dichoso pequeño monstruo? ¿Para siempre?

¿Estaría él realmente capacitado para ser un padre cuando jamás tuvo uno? ¿Ser diligente cuando a duras penas sabía ser responsable? ¿Dar la vida por alguien cuando nunca antes nadie dió la vida por él?

¿Podría de verdad comprometerse a algo tan grande? No lo sabía, y honestamente intentarlo no era el problema, sino lo que significaba, y no sabía cómo manejarlo...

No sabía cómo ser todo aquello que jamás tuvo.

Al separarse de él con cierta urgencia para poder rodearse a si mismo, Deidara decidió sabiamente dejar las dudas para otro momento, ya que centrarse en más de un problema solo le iba a terminar quitando la poca estabilidad que le quedaba.

La Hyuga estuvo inclinada frente a él muy pronto, volviendo a revisarle con el Byakugan para después ofrecerle una pequeña sonrisa que buscaba ofrecerle consuelo.

– Un centímetro menos y ya está.

– ¿Hace mucha la diferencia ese maldito centímetro? – Cuestionó ahogandose en el proceso, estaba a nada de caer en crisis y esperar estaba dejando de ser una opción.

– Pues podría hacer que la cirugía dure más tiempo  y creeme que eso no es algo que quieras.

"No puede ser peor que esto" Había vuelto a sudar incluso estando afuera, e Itachi tuvo que buscar una toalla para limpiar su frente.

Ren apareció a los cinco minutos con otra bebida fría, aunque ni su profesionalismo o la cara sufriente de su paciente le abstuvieron de sonreír a medias.

– Deidara... – Entonó de manera algo cruel – ¿El parto o los brazos?

– ¡Los malditos brazos! – Exclamó más por inercia que otra cosa, sobresaltando tanto a Kaiyah cómo al propio Itachi cuya mano salió ligeramente lastimada ya que el paciente la apretó con fuerza; Ren, por su parte, debió morderse el interior de la mejilla para no reír.

La Hyuga miró el horizonte, viendo cómo la luna ya se posicionaba de forma esplendorosa en su habitual posición y suspiró.

– Deberíamos entrar, la luz podría llamar la atención de los viajeros y es mejor pasar inadvertidos.

Pese a los inconvenientes, todos se mostraron de acuerdo con la idea, por lo que Itachi fue – para su agrado – quien ayudó a Deidara a llegar a su habitación mientras que ambos médicos se encargaban de cerrar puertas y ventanas, escondiendo la casa del mundo exterior y asegurando así el bienestar del paciente.

El cuervo se había alejado un poco al ver a su dueño llegar, pero nada pudo impedir que se posara sobre una de las repisas de la habitación, graznando por lo bajo a modo de hacer compañía; El cienpiés también andaba por allí, recostado en una esquina mientras seguía al artista con la mirada.

Kaiyah y Ren se quedaron en la sala, mientras que en la habitación principal, aparte de los animales, solo estaban Itachi y Deidara, sobrellevando juntos las últimas horas de aquella agonía.

Itachi no estaba recuperado del todo, pero eso no pudo disuadirle de hacer cualquier cosa que su pareja necesitase para amainar su dolor... y así lo hizo. Se quedó sentado para darle espacio, caminó con él cuando se lo pidió, le frotaba con cuidado la espalda baja o simplemente dejaba que apretase su brazo. Se convirtió en su soporte, en la pared que podía usar para recuperar el aliento o la almohada para abrazar cuando necesitaba algo de ánimo, en ese momento Itachi solo existía para él, y no pudo estar más agradecido por ello.

Llegado a un punto incluso le ayudó a comer, sosteniendo el pequeño plato de sopa y ofreciéndole otra cucharada al ver que no tenía mucho apetito. Sorprendentemente, Deidara no reparó mucho en ello y abrió la boca, aceptando el gesto un par de veces para luego volver a recostar la cabeza sobre su hombro.

Sucedió algo parecido cuando Ren les trajo un tazón de fruta. El Uchiha se había dicho que solo se la cortaría en trozos más pequeños, pero al ofrecersela no imaginó que Deidara, infinitamente agotado, se limitaría a separar los labios sin abrir los ojos, sintiendose demasiado harto de todo como para avergonzarse cuando Itachi se los dió en la boca.

Si de sacar algo bueno se tratase, el artista podía decir que al menos le gustaba contar con él en ese momento, pero si debía ser honesto, hubiera preferido simplemente no sentir más dolor.

– Carajo... – Siseó entre dientes, apretando los puños y siendo incapaz de relajarse por mucho que su acompañante le estuviera frotando los hombros.

En ocasiones le aceptaba el gesto y en otras le pegaba un flojo manotazo para que no lo tocase, pasando de querer apoyo a necesitar espacio de forma tan rápida que ni siquiera él mismo se aguantaba.

Le habían dicho varias veces que la muerte no habría sido una mejor opción, pero él lo dudaba con creces; No importaba lo que hiciera o en que posición se acomodase, estaba sencillamente en un estado en el que sentía que solo hallaría paz muriendo. Se sentía irritado, fastidiado, adolorido y sensible, queriendo todo y a la vez nada de tal forma que ya a ni siquiera se molestaba en acallar la mayor parte de sus quejas, y eso, aunque de cierta forma lo liberaba, sabía que mantenía a Itachi tan acelerado como todos los demás que le escuchaban.

– ¿Te quieres levantar? – Rondaban las diez y media de la noche cuando el Uchiha le hizo aquella pregunta, se encontraban sentados en el piso, y aunque Deidara dudó unos segundos por haber sentido una extraña y picosa sensación debajo de la piel, terminó por asentir.

Aún con su pierna herida Itachi tomó impulso y se levantó, estirando ambos brazos para que pudiera aferrarse a ellos, no obstante, aún si para Deidara habría sido sencillo sujetarse a él, apenas se hubo incorporado cuando se le doblaron las rodillas y cayó sentado de nuevo al suelo, apenas amortiguando su caída gracias a los brazos de su acompañante.

A Itachi se le aceleró el corazón, asustandose no por el tambaleo, sino por el espontáneo grito que formaron sus labios al hacerlo. Era más agudo y altisonante de lo que había escuchado hasta ahora, y se desenvolvía en una serie de tormentosos jadeos que le hacían creer que estaba a punto de quedarse sin oxígeno.

Deidara casi le estaba arrancando la piel del hombro, pero su atención estaba enfocada en Kaiyah, cuyo Byakugan activo les dió el diagnóstico que tanto habían esperado.

– Ahora sí.

"¡AMEN!" De haber podido, Deidara hubiese elevado ambas manos, pero no era capaz de sentir ni un gramo de felicidad mientras siguiera experimentando aquella horrorifica sensación de que estaba al borde de su muerte; El mundo se hizo lento por unos segundos, y antes de darse cuenta estaba acostado en la sala que habían despejado para la ocasión.

– ¿Sin anestesia entonces? – Cuestionó Ren en lo que movía un par de instrumentos.

Kaiyah se vió cautelosa.

– No creo que funcione.

– ¿Podrías intentarlo? – Itachi no deseaba atrasar el asunto, pero tampoco quería exponerlo a un dolor tan grande si existían otras opciones.

– Déjame ver – Ella se había movido rápidamente mientras Deidara apenas era capaz de hilar un pensamiento coherente, sus ideas iban a venían conforme lo hacía el dolor, y estar bocarriba resultaba un infierno del que no podía escapar porque su segundo médico le había sujetado preventivamente los tobillos; De pronto, Kaiyah relució en la esquina de su visión cargando una jeringa – Esperemos que al menos haga algo.

Él no sintió el pinchazo en ningún momento, pero si reparó en la pausa grupal que se formó un momento después.

– ¿Está funcionando? – Habló Ren en voz alta – Oye rubio, ¿Está funcionando?

– ¿¡Tengo cara de que si lo esté!? – Increpó, con su furia elevandose al ver que solamente habían perdido el tiempo; Era obvio que el chakra había desactivado el efecto del sedante, por lo que no les quedó más remedio que apelar al plan original: A sangre fría. Rápido y sin analgésicos.

Ante las circunstancias, Ren se vió obligado a sujetarle la muñeca derecha a la camilla, no haciendo lo mismo con la otra ya que la tenía fuertemente sujeta a la de Itachi, y estaba seguro de que no la soltaría. Posterior a eso desapareció de su vista, Deidara supuso que estaba a sus pies ya que de vez en cuando podía sentirlo, así como sabía que Kaiyah estaba al lado de su vientre por mucho que la cortina que hubiera puesto en medio de ellos le impidiese verla. La idea de aquello es que no viese el sangriento espectáculo, y no lo haría, el centro de su atención estaba enfocado en Itachi, en su rostro inclinado sobre el suyo, en los nudillos que le acariciaban con ternura y los suaves murmullos de aliento.

– ¿Listo, Deidara? Solo serán quince minutos, ¿De acuerdo? – A pesar de su seriedad, ella sonó amable – Solo quince minutos y habrá acabado.

En ese momento lo único que pudo pensar fue que si había aguantado treinta y tres horas, quince minutos no podían hacer la diferencia.

Y se equivocó horriblemente.

Sentir el filo del bisturí clavarse en su piel fue de las sensaciones más horrorosas que había sentido alguna vez, en especial porque no contaba con anestesia. Deidara podía sentir claramente como su carne se iba abriendo en dos, curandose sola de a momentos por el chakra que, aunque débil, seguía negado a darle tregua; Había experimentado la sensación de su piel siendo cortada antes, pero siempre de manera rápida y concisa, nunca con aquella lentitud tortuosa que prácticamente le hacía sentir como cada pequeño entretejido de piel se iba desgarrando poco a poco.

Lo primero que hizo fue tensarse, conteniendo la respiración en lo que apretaba con fuerza los puños. Ni siquiera sintió cuando se mordió el interior del labio, haciéndose sangrar en un proceso que solo se detuvo cuando Ren le ofreció algo para morder; Aceptarlo habría sido humillante en cualquier otro momento, pero necesitaba enfocarse en algo y tener aquel trozo de tela era una ayuda que decidió no despreciar.

Le era difícil concentrarse, no encontraba forma de regular su respiración ni tampoco de dejar de removerse en su sitio. Sabía que le estaba complicando el trabajo a Kaiyah y lo confirmó cuando Itachi se cernió más sobre él, susurrándole un montón de cosas que no podía entender por más que lo intentaba, solo que buscaban calmarlo; No funcionó, de hecho, fue todo lo opuesto. Cuatro centímetros de piel fueron cortados exitosamente, pero cuando iba por el siguiente, el artista fue repentinamente azotado un mareo, de esos que vuelven brillante el mundo y dejan las mejillas hormigueando.

El frío creció y la fuerza le abandonó de pronto, llegando a escuchar a lo lejos la voz alarmada de Kaiyah cuando ya no pudo morder el pañuelo.

– ¡No dejes que se duerma! Si lo hace el chakra se volverá grueso de nuevo y así no podré hacer nada.

Unas manos diferentes le quitaron la tela de los labios para después mover su rostro de un lado a otro con cierto apuro.

– ¡Ren! – Apremió Kaiyah con rudeza, logrando que su compañero bufase con cierta desesperación.

– ¡Hago lo que puedo, mujer! ¿O acaso pretendes que le eche agua? Si se exalta solo conseguiré que le dé un paro cardíaco.

– ¡Solamente haz que se despierte de una vez! Yo de aquí no me puedo mover.

– Con un carajo – Ren se alejó entonces buscando algo de alcohol antiséptico que pudiese oler, ignorando que el Uchiha ya tenía su propia idea en mente.

El mundo de Deidara se había desdibujado, pero podía escuchar en su cabeza la voz de Itachi mientras sus manos tocaban su rostro, sacudiendole un poco y palmeando sus mejillas. Aquello debía ser obra del Sharingan, pero podía captar claramente el temor en su voz, así como el ligero temblor que le atosigaba al pedirle que abriera los ojos, que ya solamente faltaba un poco y que no podía rendirse ahora.

El frío jamás logró irse del todo, pero aquella presencia en su cabeza fue suficiente para hacerle abrir los ojos, pudiendo vislumbrar de forma borrosa a un Itachi que pareció volver a la vida cuando logró despertar. Habría sido un momento perfecto para besarle, pero Kaiyah seguía estando muy concentrada en su labor, y tan rápido como le fue posible retomó justo en dónde se había quedado.

El dolor fue tan súbito y crudo que terminó vocalizando un grito, de esos que no se creen capaces de hacer hasta que simplemente suceden, con su espalda despegandose unos centímetros de la mesa antes de caer sobre ella con fuerza. No se sentía en control con su cuerpo, por lo que no dejó de agitarse con violencia incluso cuando Ren le sujetó las piernas, aullando de dolor todo momento.

Había perdido el punto de enfoque, y solo lo recuperó a medias cuando sus ojos captaron el brillo carmesí del sharingan frente a él.

Itachi se había acercado hasta posar su frente contra la suya, utilizando su mano libre para sostener su mentón e instarlo a quedarse quieto.

"Deidara..." Estaba dentro de su mente y sabía que podía escucharlo sin problemas, pero aún así quería que lo mirase. Por mucho que no fuese del todo necesario para él, sabía que el genjutsu sería más efectivo si conseguía que lo viese directo a los ojos; No obstante, lograrlo parecía imposible, sus pupilas estaban dilatadas y miraban hacia todas partes sin enfocarse en ningún punto fijo, parecía haber perdido el rumbo y eso le destrozaba.

"Mírame... " Se lo había pedido de una forma que hizo enrojecer sus ojos azules, estando completamente preso del pánico y el dolor; Itachi no soportaba ver el sufrimiento ajeno y mucho menos el suyo, por lo que, con el corazón lleno de angustia y la voz rota, rogó:

"Cariño, mírame"

El impacto de aquello consiguió que se fijase en él por unos segundos, permitiendole ingresarlo en el máximo estado de calma que podía sin alterar su sistema o el proceso de la cirugía. Era un Genjutsu leve que no le abstuvo de sentir gran parte del dolor, pero que al mismo tiempo le permitía mostrarle imágenes que pudieran distraerle.

A riesgo que dudar demasiado, Itachi le mostró lo único de lo que tenía entera seguridad: su propio corazón.

Es así como Deidara pudo sentir en carne propia todos las emociones que tuvo durante los meses que estuvieron separados. Itachi le mostró lo mucho que pensaba en él, en las ganas que tenía de volver y seguir moldeando animales feos de arcilla que solo conseguirían burlas, en el deseo irreparable que sentía por volver a besarlo, por sentir a su hijo moverse bajo su mano, por volver a abrazarlo mientras acariciaba su cabello, por tener de nuevo la oportunidad de escucharlo reír...; Le confesó, en pocas palabras, que siempre había sido alguien importante para él, y que ese sentimiento no había parado de crecer hasta convertirse en lo que era ahora: el amor más sincero y grande que jamás había conocido.

Porque Deidara era único en el mundo, y también porque al mismo tiempo sabía que nadie jamás sería capaz de retribuir ese amor de la misma forma en que él lo hacía.

A Deidara no les distrajeron las imágenes, lo hicieron sus sentimientos. No pudiendo concentrarse en el dolor cuando tenía en frente a una persona que le estaba diciendo sin un apice de duda lo mucho que le amaba.

No tenía claras muchas cosas, mucho menos las relacionadas a su futuro, pero no le importó.

Itachi estaba en su presente y solo por eso quería quedarse para vivirlo.

Sus propios miedos desparecieron, el corazón se le llenó de esperanza y justo cuando se sintió nuevamente fuerte para seguir soportandolo a su lado, un estruendo fuerte sacudió el lugar hasta los cimientos.

La conexión que tenían se rompió, y los ojos de ambos vagaron al mismo lugar, llegando justo a tiempo para ver un ataque siendo dirigido a su posición y luego a uno de sus médicos interponiendose en el camino.

Deidara sintió sus ojos desorbitarse cuando vió el cuerpo atravesar las paredes.

– ¡Ren! – Kaiyah lo había gritado al mismo tiempo que él, estando súbitamente en blanco al ver al chico herido mientras que Itachi, más preocupado por el bienestar de los que quedaban, les envolvió a los tres con el Susanoo, enseñando en sus nuevos ojos el diseño de un Mangekyo Sharingan eterno cuya letalidad recayó en el causante del alboroto.

Recostado en el borde de la puerta con una sonrisa despiadada, Uchiha Madara jamás se vió tan peligroso.





Continuará...

Notas finales:

Aclaraciones:

1_ No, Kisame no sabe la verdad sobre Itachi, simplemente se llevó a Sasuke sin preguntar mucho porque su compañero se lo pidió.

2_ A Itachi se le ocurrió su plan justo en ese momento de la noche en la que se quedaron en silencio, pero como no era seguro de que sobreviviría, escogió guardar silencio para no decepcionar más a Deidara en caso de que no lo lograse.

3_ El rasguño que tiene Itachi está bajo el ojo derecho y el puñetazo se lo dieron en la mejilla izquierda, así que si, le ha quedado la cara bien bella xD

4_ La Samehada puede extraer energía de sus contrincantes y luego dársela al usuario si este lo necesita, así que básicamente eso fue lo que hizo con Itachi. Le dió el chakra que tenía guardado la espada.

5_ Zetsu no estuvo presente en esta pelea.

6_ Lo reitero, a Sasuke no le dieron el Amaterasu y tampoco tendrá los ojos de Itachi, para eso tiene los que le robó a Danzo.

7_ Los Uchiha en su mayoría tenían ojos negros así que a pesar del cambio, ni Itachi o Sasuke tendrán los ojos de otro color.

Ahora sí:

¿Alguien más además de mi se murió por ese «Cariño»? Joder, yo si. Fue hermoso.

Y bueno, la verdad no tengo mucho que decir con respecto al capitulo, me ha gustado mucho hacerlo, fue movido y muy pesado, pero estuvo genial reírme un rato con el berrinche de Deidara. LO DIJE UNA VEZ Y LO VUELVO A DECIR, soy team Deidara. Si mi pareja se atreviese a hacerle pasar tremendo susto no solo le metería un puñetazo, también le arrojaría un sartén ??_??

¿Ustedes fueron Team Deidara o Team Itachi?

¿Ustedes se imaginaron la aparición de Madara?

¿Se robaran al bebé?

¿Nacerá por fin o no?

Me encantaría leer sus respuestas en comentarios, denme motivos para vivir xD

Ya para finalizar, y por si se preguntaban los motivos de mi larga ausencia, es que como cosa rara estoy enferma, pero esta vez ha sido más grave ¿Por qué? Pues porque se me comenzó a caer de forma masiva el vello en todo el cuerpo y me dió la crisis. Creo que pueden entenderme cuando les digo que siendo mujer, ver cómo lentamente me estoy quedando calva es traumático, y es peor porque no solo es el cabello sino que también las cejas, así que ¿Sin cabello ni cejas? Es horrible, en especial porque no podía parar las clases en la universidad. Tuve que hacer magia para que nadie se diera cuenta de que ando echando más pelo que los gatos, pero logré sobrevivir al menos por este año.

Tenía el cabello hasta más abajo de la cintura y ahora he debido cortarlo hasta los hombros, eso sin contar los espacios de mi cabeza que ya no cuentan con pelo... ¿Entienden ahora el motivo de mi crisis depresiva? 

Mi autoestima está por el piso y lentamente estoy tratando de hacerla subir.

Actualmente debo tomar ocho pastillas al día por seis meses, así que a veces ando un poco tonta, pero escribir me ha ayudado mucho a sentirme bien, así que no se preocupen, ahora que he terminado las clases y no tengo ánimos de salir, quiero enfocar mi atención en mis historias ??’?

Que por cierto, hablando de eso, he subido dos one shot para compensar la ausencia, uno es un drabble y el otro uno más largo, pero ojalá les guste.

Nos leemos la próxima!

 


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