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Inefable por Menma Lightwood-Uzumaki

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Notas del capitulo:

¿Ustedes ubican el juego de "La papa se quema"? 

Pues este capítulo se titula: El Deidara se quema, y ya van a leer porqué xD

Le quiero mandar su merecido saludo a mi querida Edmary por estar siempre pendiente de la historia, ojalá este capítulo te emocione tanto como a mi UwU 

A Kaory por ser tan fiel a mis historias y siempre darme esas dosis de cariño que me dan ganas de vivir. Eres un sol, nunca te apagues UwU 

Y finalmente a Sabaku no Tamarii por mandarme su apoyo y emocionarse con la historia. 

Este capítulo es para ustedes, por su atención y su cariño, ojalá esto les guste OwO

 

 

XXVIII parte III

    
 I was minding my business

When the thought of you snuck in

Now I want you to be a part of this

My heart is full of joy and sadness

And things resewn a life with you

And should I wait till all is perfect?

Or should I learn it all from you?

 

Aún siendo caracterizado por poseer un carácter adicto al peligro, a Deidara le sacudió una oleada de pavor al ver de frente a Uchiha Madara después de tanto tiempo.

El susodicho, por el contrario, se veía bastante complacido.

– Vaya, parece que hemos llegado algo más temprano de lo que creí – Su voz iba acorde a su despreocupación, siendo avalada por la interferencia de un remolino que se encargó de materializar a su compañero; Obito estaba serio como de costumbre, pero Madara se mostró cómico al reparar en el Uchiha más joven – ¿Nuevos ojos, Itachi?

Los músculos del aludido se tensaron, incapaz de mostrarse menos que amenazante al observar a los intrusos; Deidara estaba en un estado similar, pero logró sentir como Kaiyah le soltaba disimuladamente los tobillos, posicionándose algo más lejos en una actitud preventiva que no le costó entender al ver cómo de pronto el Susanoo de Itachi barría el espacio en el que estaban los dos Uchihas.

La técnica funcionó, los intrusos dieron un salto atrás e Itachi aprovechó la distancia para cortar la atadura en su muñeca, acomodarlo entre sus brazos y saltar fuera de la casa.

La explosión que siguió después no supo que bando la provocó, pero el resultado fue inevitable: La mayor parte de la casa quedó en ruinas, envuelta en un humareda poderosa que no paraba de crecer; Deidara observó el panorama con lastima, no consiguiendo materializar su tristeza puesto que, a falta de movimiento, su abdomen volvió a dolerle.

Ahora no solamente debía lidiar con el chakra, también con la abertura en su piel que Kaiyah dejó a medias; Se llevó una mano a dónde sentía más dolor y la humedad de su propia sangre lo recibió con una tibieza fantasmal, reflejando la magnitud de una herida que lentamente volvía a cerrarse; La impotencia fue tremenda, había sufrido demasiado en esa camilla como para tener que reiniciar el proceso, pero tampoco podía simplemente exigir que Kaiyah regresara si a unos cuantos pasos estaba Madara esperando para arrancarle el pequeño monstruo de las entrañas.

Deidara se quejó con los labios apretados e Itachi le frotó como pudo.

– Aguanta un poco, necesitamos alejarnos primero.

– ¿Que tanto? – Murmuró con dolor mirando a un Itachi quien, sin abandonar el ceño fruncido, hizo un clon el cual le arrebató de sus brazos. Cargandolo con la misma urgencia.

– Lo más que se pueda – Tras echar un vistazo al rededor, dió un apretón a su mano – Volveré pronto.

Ni siquiera le dió tiempo de reaccionar cuando el clon se encontró corriendo con él en dirección contraria, dejando al Uchiha original completamente solo y a merced de un Madara que lucía insanamente entretenido.

– No desprecio la colaboración de un buen guerrero Uchiha cuando la veo – Comentó con tranquilidad, enseñando en sus ojos un Sharingan que relucía cómica y peligrosamente – Pero siendo sinceros, Itachi, debiste morir cuando tuviste la
oportunidad.

Sin importar lo difícil que pudiera ser su posición, su rostro se mantuvo frío.

– Tu plan ha fallado – Aún le molestaban los ojos de vez en cuando, pero el Mangekyo relució en ellos con confianza – Sasuke jamás va a pelear en tu bando.

– Una lastima, la verdad – Movió su cabeza con ligereza, apenas mostrandose dolido al respecto – No era un gran prospecto, pero tampoco puedo decir que la idea me era indiferente.

– Y sin embargo, has venido.

– Por supuesto – A diferencia del suyo, su Mangekyo brillaba con crueldad – No suelo desperdiciar buenas oportunidades, y ese pequeño experimento que ustedes crearon es una de ellas. Que pensaras que lo dejaría estar es casi tan divertido cómo el que creyeras que no vendría.

En contraste a la mueca que esperaba por su humor chirriante y malévolo, Itachi se limitó a mirarlo con una fijeza casi perturbadora.

– Nunca lo creí.

El ataque de fuego fue uno que no esperó, aunque debió hacerlo, teniendo que cubrirse con su armadura y luego evadirlo para no terminar quemado; Era una lastima que las cosas terminaran de esa forma, en especial si tomaba en cuenta que Itachi hubiera sido una adquisición más prometedora que su pequeño e inestable hermano menor, sin embargo, no todo podía ser perfecto, y aunque ganarle reduciría aún más el casi extinto clan Uchiha, todavía quedaría en el mundo un pequeño pedacito de él esperando por ser explotado para su beneficio.

Totalmente ansioso por conocer a la personita que le aportaría la victoria en su apocalipsis, Uchiha Madara relució junto a la luna antes de sacar su propio Susanoo.

La siguiente explosión fue tan fuerte que Deidara logró escucharla, el clon aún le seguía llevando a una dirección que no podía distinguir gracias al cansancio y la oscuridad, por lo que no le quedó de otra que confiar en él, llegando a quedarse absolutamente impactado cuando el Uchiha se detuvo en medio del bosque, justo en frente de una figura maltrecha que les esperaba.

Deidara amplió sus ojos cuando distinguió su cabello bicolor entre la penumbra.

– Ren... – A su murmullo de sorpresa le siguió una sonrisa sincera – Te hacía en el infierno.

– ¿Que te puedo decir? Hacía mucho calor así que decidí volver – Su voz sonaba algo agitada y por un costado de su cabeza corría una línea de sangre, pero él no parecía reparar en ella; Entonces se acercó a ojear lo que quedaba de su herida – ¿Cómo te sientes?

– Más muerto que vivo – Suspiró en medio de un quejido que hizo a Itachi torcer la boca.

– ...Esto se está cerrando más rápido de lo que creía – Avisó al clon con seriedad, pasando por alto sus resentimientos personales y enfocandose en su labor – Necesitamos sacarle al mocoso ahora o se van a descompensar demasiado.

Deidara se encogió un poco más en si mismo cuando un estremecimiento doloroso le hizo apretar los dientes, consiguiendo que su acompañante le diera una breve mirada de preocupación.

– Le llevaré al consultorio.

– No es suficiente – Sus ojos marrones se vieron frustrados – El consultorio más cercano está a unos cuarenta minutos como mínimo, incluso si aumentaras la velocidad no llegarías a tiempo.

Itachi frunció mínimamente las cejas.

– ¿Que sugieres?

– Justo ahora lo único que se me ocurre es buscar algún refugio natural, podríamos esperar allí hasta que Kaiyah llegue y luego terminar de operar.

"¿Refugio natural?" Deidara sabía que tenía motivos más importantes por los que preocuparse, no obstante, el solo imaginarse tirado en el suelo rocoso mientras le abrían la piel le hizo fruncir el ceño.

– De ninguna jodida manera.

Ren compartió una mirada con el Uchiha antes de girarse nuevamente a su paciente.

– Creo que no me estás entendiendo, rubio, necesitas que te operen.

– Pero no en una cueva.

– En dónde sea – Replicó él con gruñido – Pero tiene que ser en esta misma hora y no hay otro sitio disponible al que pueda llevarte.

– Todavía está el pueblo – Argumentó en medio de una mueca que se transformó en mala cara al ver como Itachi parecía estar a punto de abogar a favor de su médico – Que ni se te ocurra – Le advirtió seriamente – Tú y tu moral de mierda no me dejaron vivir en mis cabañas porque no eran sitios "seguros", así que ni te creas que voy a dejar que me abran por la mitad en una maldita cueva.

Su necedad hizo resoplar al médico, pero se mantuvo en silencio para que Itachi pudiera tomar una decisión, la cual, a sabiendas de la volatilidad del artista, terminó inclinandose a su favor con un suspiro y un breve asentimiento.

– Llévalo al pueblo – Habló entonces, consiguiendo que Ren rodase los ojos.

– Eso está casi a la misma distancia que el consultorio.

– Con un carajo, Ren, ¿También necesitas que te señale los atajos? – Deidara le miró con fastidio en lo que sentía que el cerebro se le nublaba de a momentos; Tal vez estaba moribundo, pero su médico no, y nadie era mejor que ellos para llegar al pueblo en tiempo récord, incluso de noche.

Ren no estaba de acuerdo ya que ir a una zona poblada no solo era un plan predecible, también ponía en riesgo la vida de los habitantes al exponerlos a un sádico como Madara. No obstante, ir a una cueva tampoco es que fuese una mejor idea, en especial si tomaba en cuenta la abundancia de bacterias que podían poner en peligro la salud de ambos pacientes.

No era una decisión para nada sencilla, pero debió escoger la que le pareció más prudente para todos.

Alzando las manos con derrota, el médico volvió a resoplar.

– El maldito pueblo será entonces.

Habiendo sido decidida la ubicación, Itachi dejó a Deidara en brazos de Ren para así buscar a Kaiyah; Ni siquiera tuvo tiempo de hacerle una seña de despedida, pero intentó no preocuparse, a fin de cuentas si todo salía bien no estarían separados por mucho tiempo.

A pesar de las diferencias de poder, Ren era más rápido que aquel Uchiha al que tanto criticaba – principalmente porque se encontraba en mejor estado físico – pudiendo abarcar una gran cantidad de terreno en muy poco tiempo.

"Joder, dame un maldito respiro..." Incapaz de ver el camino, Deidara mantenía los ojos cerrados con fuerza, era como si el monstruo finalmente hubiera decidido tomarse en serio sus quejas y ahora le exigía cruelmente que le sacara de su sitio.

No podia culparlo, él también quería que se lo sacaran de una buena vez.

La siguiente vez que se detuvieron no fue en alguna construcción cercana al pueblo para que lo pudieran atender, sino justo en medio del bosque, con su médico dejándole en el suelo para después mover la cabeza de un lado a otro como si buscase algo.

Tras soportar unos largos tres minutos enteros de agonía, Deidara se removió en su sitio antes de preguntar.

– ¿Por qué te detienes?

– Hay demasiadas presencias de energía Uchiha alrededor, no puedo ubicar una ruta segura y la oscuridad tampoco me está ayudando... – Su gesto estaba torcido, contraído por la molestia – Necesito los ojos de Kaiyah, vamos a tener que esperarla aquí.

– Dios, Ren, no me salgas con esa porquería ahora... – Su voz ahogandose al ritmo de los brutales estirones que hicieron al otro chico suspirar con pesadez.

– Lo siento, pero necesito que venga para despejarnos el terreno y de todas maneras no puedo operarte solo.

– Nos van a encontrar aquí.

– Te estoy comuflando lo mejor que puedo con mi chakra – Al menos esperaba que ese par de Uchihas no se hubiese grabado tan rápido su marca de rastreo – Eso nos dará algo de tiempo.

– No el suficiente... ¡Mierda! – Siseó entre dientes, sosteniendose de pronto un costado del torso; A Ren se le abrieron los ojos y se agachó junto a él de inmediato.

– ¿Que pasa?

– ¿Y yo como voy a saber? Tu eres el puto médico – Entrecerrandole los ojos con un rencor que el dolor no le permitió mantener. Era un sufrimiento ligeramente diferente al que ya sentía, más punzante y específico, ubicado justo en el lado izquierdo de su torso; Lo primero que pensó fue que era alguna otra consecuencia del chakra, y así era, pero no tan mínima como creyó que sería.

– Creo... – Comenzó Ren con incertidumbre – Que te acaba de fisurar una costilla.

– Fabuloso – Masculló él, solamente eso era lo que faltaba.

Ren se levantó y comenzó a dar vueltas en el lugar, confiaba en la velocidad del Uchiha y que este pudiera contactar a su compañera a tiempo. No obstante, lo que no tomó en cuenta fue que a Itachi no se le hacía muy sencillo encontrar a la Hyuga si tenía que luchar contra Madara, incluso usando clones. Entre eso, que nadie había visto a Obito en un buen rato – aquello tenía a todo el mundo inquieto –  y que la propia Kaiyah se mantenía en movimiento para no ser un blanco fácil, encontrarla no resultaba tan sencillo como inicialmente habían creído.

No estuvieron esperando demasiado tiempo, pero lo delicado de la situación y la angustia que acarreaba les tenía bastante tensos. A Ren ya le dolía el brazo por lo fuerte que Deidara le estaba apretando, y aún así en lo único que podía pensar era en las consecuencias de seguirse tardando tanto en sacarle al pequeño monstruo.

– Espera un poco... – Le decía en un tono que buscaba tranquilizarle, aunque era obvio que no lo estaba consiguiendo – Kaiyah ya debe estar en camino.

– Solo tú te crees esa mierda – Se le agotaba la paciencia y las gotas de sudor que caían por su frente solo servían para exasperarlo; Exhaló con agitación – Estoy llegando a mi maldito límite.

– Lo sé, pero necesito que te calmes.

De haber podido, la mirada de su paciente le habría enterrado varios metros bajo tierra.

– Tu lo dices porque no te estás muriendo.

– Mierda, rubio, soy un asco para esto de animar a las personas, así que ayúdame un poco ¿Quieres? – Continuaba algo acelerado, mirando de un lado a otro para ver si sentía llegar a su compañera – Yo no puedo hacer nada más.

– Oh, si que puedes – Con la mandíbula tensa, los ojos del artista le vieron con rudeza – Eres un maldito ninja médico.

– Ya te he dicho que no soy médico...

– Pues como si fueras un puto vendedor de ofertas – Aseveró cada vez más impaciente – Eso me da igual, el punto es que sabes cómo sacarme de este lío.

– No, bueno, quizás si... – No era tan experimentado como su compañera pero eso no significaba que no estuviera capacitado para tomar su lugar de ser necesario. El detalle, sin embargo, era que seguía estando solo – Pero no me parece que sea buena idea, necesito como mínimo a alguien de respaldo.

– Yo soy tu jodido respaldo – Clarificó él entre dientes – Te asisto si te da la gana, pero necesito que te muevas de una vez.

Entendiendo que estaba casi entre la espada y la pared, Ren se pasó una mano por el cabello al sentir como le embargaba la indecisión.

– Es que Kaiyah es la que debería...

– ¡No me importa quien lo haga! – Habiéndose declarado completamente harto de aquel suplicio, Deidara se removió con histeria, casi pegándole un puñetazo en el proceso – ¡Solo sácame esta mierda!

– ...¡Joder! ¡Está bien! – Alzó las manos, resignandose finalmente – ¡Pero luego no te andes quejando si te mueres!

Haciendo acoplo de esa seguridad espontánea que surge en los momentos más críticos, el médico le alzó de nuevo para dirigirse a la primera construcción que se le atravesase en el camino, esta vez con la intención de que si su compañera no llegaba en los primeros cinco minutos, él mismo llevaría a cabo la cirugía. La idea no le gustaba, era demasiada presión y para rematar no tendría a nadie que sostuviera a Deidara cuando se agitase – y contaba con que lo haría – de modo que le era imposible estar tranquilo, avanzando por el bosque mientras intentaba ser lo más discreto posible.

Desafortunadamente, teniendo como enemigo a un ninja cuyo poder ocular era el sharingan, esa misión no fue tan exitosa como pudo serlo.

El golpe les vino demasiado rápido, con una fuerza que desestabilizó el agarre de su médico sobre él. Deidara salió eyectado de sus brazos, con su cabeza salvándose de pegar contra el suelo porque otra persona le sostuvo con rudeza; A Ren le vió chocar contra una secuencia de árboles de forma tan brusca que generó un sonido brutal, y no pudo enfocar la vista en otro lado cuando una mano se cernió alrededor de su garganta, apretando con fuerza.

– Eres un completo fastidio... – El Sharingan de Obito brillaba con molestia, el guante en su mano se sentía frío y no fue hasta que se le ensombrecio la visión que supo que ese par le había dado un buen uso a los árboles chamuscados que encontró anteriormente.

Ese sedante era, sin lugar a dudas, mucho más fuerte que el anterior.

"Al menos así ya no duele tanto..."  Sentía impotencia al verse en terreno enemigo, pero concentrarse le era difícil cuando se encontraba bajo los efectos del único medicamento capaz de reducir su dolor; No sentía que se desmayaría, pero si se encontraba atontado, supuso que se debía a que la propia condensación de chakra estaba impidiendo que el sedante actuara con eficiencia.

Lo podía tomar como un logro, pero no halló fuerzas para ello. Terminando por cerrar los ojos antes de experimentar una fuerte sacudida.

Luego todo quedó en calma.

– ¿Cómodo? – Preguntó algo sarcástico una voz antes de que algo le tocase un mechón de cabello.

Deidara dió un manotazo en el aire y logró pegarle a la mano enguantada.

– Vete al infierno – Murmuró por lo bajo, escuchando apenas un pequeño bufido cómico.

– No hace falta – Un agarre sobre su brazo tiró de él para que se incorporase, sentandole en lo que una voz mascullaba cerca de su oído – Ya estamos ahí.

Deidara entonces despegó los párpados con pesadez, pudiendo enfocar, luego de un gran esfuerzo, el espacio en el que se encontraba; Era un un lugar increíblemente oscuro y siniestro, como un enorme vacío que apenas era llenado por algunas superficies sólidas. Ellos se encontraban sobre la más grande, y no pudo evitar sacudirse con brusquedad al sentir que aún no le soltaba.

– ¿A dónde me trajiste, imbécil?

– Esta es mi dimensión principal – Le anunció como si se la estuviera presentando – No te acostumbres, no duraras mucho tiempo aquí, pero te necesito lejos de tu séquito personal si quiero terminar con esto... – Se detuvo, tomándose un momento para echarle un repaso rápido. Sus ojos se detuvieron en su vientre con aire despectivo – ...Te ves lamentable.

Una vez más espabilado y sintiendo el peso de aquella mirada rojiza, Deidara se sostuvo la parte herida del abdomen mientras veía a su captor con una gravedad que rozaba el peligro.

– Acércate y te romperé de nuevo esa maldita máscara.

– No dudo que eso te gustaría – Ladeando un poco la cabeza con una tranquilidad exasperante – Por el momento te tomaré la palabra, pero no te emociones, volveré muy pronto.

Tal vez fuese una corazonada o simplemente un mal presentimiento, pero intuia que, de regresar, lo haría con la más terrible de las compañías.

Obito terminó por desaparecer en medio de su característico remolino, dejándolo totalmente solo en medio de aquel paraje oscuro y sin ningún tipo de salida.

"Joder..."  Apretó los dientes cuando más chakra rozó cerca de sus costillas, haciendo que la presunta fisura doliese aún más; Necesitaba escapar de ahí, pero era misión imposible si no contaba con algún poder ocular.

Viéndose sin opciones, a Deidara no le quedó de otra que esperar – aunque retuvo en las bocas de sus manos unas figuritas con la poca arcilla que a veces almacenaba en ellas, por si acaso – cruzando los dedos para que la situación se pusiera a su favor. Mantener la calma, sin embargo, se hacía más engorroso a medida que iban pasando los minutos, el cuerpo le dolía, los huesos también y no hallaba consuelo por mucho que el sedante le hubiese ayudado un poco con sus dolencias.

Estaba a un paso de removerse contra la primera pared que encontrase cuando alguien apareció. Al principio se puso a la defensiva, pero luego se relajó al identificar aquellos ojos sangrantes que conocía muy bien.

– Te habías tardado... – Suspiró más tranquilo, extendiéndole los brazos; Él no le dijo nada, se limitó a acariciarle un lado del rostro con los nudillos antes de llevárselo. Utilizando su propio sharingan para aparecer en lo que parecía ser una cueva.

– Kaiyah está en camino – Fue lo primero que dijo al ubicarle sobre una roca, con sus ojos mirándole con aprensión.

Deidara le miró de forma similar.

– Madara también.

– Lo sé – Suspiró.

– No podemos esperarla.

– Lo entiendo, pero...

– No quiero esperarla más – Espetó finalmente, observando sus ojos. Y así como había sido en la mayor parte de su relación, no necesitó más que eso para explicarle lo que quería que hiciera. Sabía que quizás no era buena idea, que seguían sin estar en un lugar seguro... pero para ese punto lo único que quería era darle un final a ese tormentoso trabajo de parto.

A diferencia de Ren, Itachi no requirió de más especificaciones para intuir lo que le estaba pidiendo. Él también estaba consiente de lo extremo que era el aceptar, pero se les estaba acabando el tiempo y entre arriesgarse a esperar – exponiéndose a que ambos pudieran morir – o hacerlo por su cuenta, prefería lo segundo.

Y como a diferencia de él y su médico, Itachi no conocía los atajos para llegar al pueblo, le tocaba ser atendido justo donde menos había querido: en una dichosa cueva.

El Uchiha le ayudó a tenderse lo mejor que pudo, luego solo pudo atinar a morderse la manga de la camisa, esperando en silencio a que la peor parte comenzara.

Y que fuese la última vez, por supuesto.

A Itachi no se le ocurrió nunca que terminaría llevando a cabo el nacimiento de su propio hijo, pero debió enfocarse, buscando mantenerse sereno en lo que dejaba expuesto su abdomen y enterraba sutilmente la punta del arma sobre la línea que Kaiyah había marcado antes.

Silencioso como siempre era, la voz de Itachi se deslizó en su cabeza.

"¿Listo?"

"Ni soñando" Debió ser sincero, procediendo a cerrar los ojos con gesto adolorido "Hazlo y ya"

Deidara creyó que al tratarse de Itachi quizás aquello sería menos doloroso, pero por mucho que su pulso fuese firme, en el segundo que el filo del arma separó su piel, un sordo y laborioso quejido escapó de sus labios apretados.

Tras la farsa que fue su muerte, jamás se le ocurrió que el Uchiha pudiera generarle un dolor más intenso, pero era obvio que se había equivocado... de nuevo.

Seguía siendo tan terrible como al inicio, quizás un poco peor porque perdía chakra a cada segundo que pasaba, y no creyó que existiera una sensación peor en el mundo hasta que vio la silueta de Itachi desaparecer en medio de un estruendo. Parecía como si algo le hubiera empujado lejos, pero incorporarse le fue imposible gracias a la mano que le tomo de la camisa y le jaló hacia atrás, arrastrándolo unos segundos; No tuvo tiempo de reaccionar o intentar pararse, antes de darse cuenta esa persona ya lo había arrojado a un lado, tirándole justo a los brazos de alguien que, aunque le sujetó con más sutileza, no disminuyó la fuerza de su agarre.

– Debo admitir que esa estrategia de evasión fue bastante buena – Madara parecía dirigirse a Itachi, aunque a este último no podía verlo, la única visibilidad que tenía era el rostro de su enemigo, sintiendo como unos dedos presionaban su nuca; A Deidara no le hacía falta preguntar para saber que su mano seguramente tendría otra dosis de sedante – Pero necesitas más de un clon para poder distraerme.

Lo que sucedió con Itachi luego de aquello es un misterio que no tuvo tiempo de resolver. Lo único que logró suponer fue que, al estar con Madara, sería Obito el que estuviera entreteniendo a su pareja, sin embargo, parecía que el enmascarado también había optado por los clones, ya que para cuando el artista pudo enfocar su visión estaba justamente en la posición que más había querido evitar desde que escapó de Akatsuki: Tirado en el piso en compañía de dos sociopatas con sharingan.

El fantasma de los Uchiha estaba situado a su espalda, dejándole parcialmente recostado sobre sus piernas cruzadas mientras sus manos le mantenían fijos los brazos. La presión era fastidiosa, aunque no tanto como el tener a Obito frente a él con un Kunai en la mano, sujetando sus piernas con el peso de su propio cuerpo.

No mintió cuando dijo que volvería pronto, eso era seguro.

Entre el bullicio que se colaba por el ajetreo de la batalla, la voz de Obito se escuchó intrigada.

– ¿Le aplico más sedante? – Su ojo debió notar que no está tan atontado cómo debería, no obstante, su compañero apenas dudó en su respuesta.

– No – Su tono rebosaba de despreocupación, así como de un toque burlón que rozaba la crueldad – Está bien así.

"Bastardo hijo de perra"  Sacudirse apenas tuvo como resultado que Obito presionase una de sus manos sobre su abdomen. Más que dolorosa, la sensación de tener su chakra tan cerca solo sirvió para poner más eufórico al polizón que aún se removia bajo su piel; Era evidente que el monstruo no lo quería cerca, y para ser sincero él tampoco.

– ¿Que acaso no podían dejarme en paz? – Estaba incómodo en aquella postura tan expuesta, aunque su voz se las arregló para sonar furiosa.

– Tu pudiste seguir nuestras indicaciones y elegiste no hacerlo – A pesar de la monotonía, la voz del enmascarado emanaba una curiosa satisfacción mientras apartaba la prenda llena de sangre – Esto es lo único que falta.

– Estúpido imbécil – Gruñó entre dientes, rebelandose ante el muro implacable que era el Uchiha mayor – Si te equivocas vas a matarme.

Aún con la máscara puesta, Deidara podría jurar que el rostro de su ex compañero era inexpresivo.

– ¿Y cuál sería el problema con eso?

– La muerte es de lo último de lo que tendrás que preocuparte – Madara opacó su siguiente respuesta con un tono sosegado que no iba de la mano con la tensión del momento – Tu técnica sigue siendo invaluable con o sin genes Uchiha. Si sobrevives, puedes contar con que encontraremos un buen uso para ella en la próxima guerra.

Su tono era excesivamente resuelto, como si ya hubiera planificado todo lo que haría con capacidades que él aún no terminaba de descubrir. Casi pudo sentir que era una especie de castigo divino por haberle hecho lo mismo a los Jinchuriki cuando estuvo en Akatsuki, salvo que él estuvo obligado a hacerlo mientras que Madara estaba allí por mero interés personal.

Estando en esa posición le podía ver claramente, de modo que le miró a los ojos con determinación.

– Si me dejas vivo, encontraré como escapar.

– Chico, para estar fugado debes permanecer oculto, y yo siempre supe en dónde podrías estar – La rugosidad de los guantes de Madara le picó en los labios cuando le cubrió la boca, anticipándose a la queja que soltaría al sentir como el enmascarado le separaba la piel tirante con los dedos, queriendo revisar el chakra que había debajo – Me atrevo a decir que tu escolta es lo menos inútil que tiene este insulso gobierno, pero cometió un error al permitirte salir de esa casa. Tal vez seas poderoso, pero tienes la sutileza más mediocre de esta era – La voz del Uchiha era cada vez más sinuosa, bajando hasta transformarse en un sombrío murmullo que resonaba en su oído – ¿Realmente creíste que podías estar a menos de un kilómetro sin que yo lo notase? – Ahora se escuchaba divertido, y él solo pudo rememorar la vez que se lo encontró en aquel pueblo en llamas – Debiste creer que tenías suerte, pero lo cierto es que no habrías podido regresar a tu prosaica fantasía de ensueño de no ser porque decidí dejarte en paz, al menos por un rato.

Ajeno a la conversación que mantenían, Obito pareció terminar de jugar con sus entrañas y ahora miraba fijamente su objetivo.

– Deberás mantenerlo quieto o de lo contrario morirán ambos – Informó al otro con seriedad, consiguiendo que Madara le mirase.

– Nadie se muere hoy – Más que un comentario sonaba como una advertencia, él ya lo tenía todo calculado y una muerte inesperada no estaba en sus planes.

El uso que le daría al Kinjutsu aún no estaba del todo claro, posiblemente se lo dejaría a Kabuto para que, haciendo uso de la energía extra, evitase fallos en la aplicación del Edo Tensei. De ser así lo más probable es que se la pasara sedado por todo lo que dure su visita, pero estaba bien por él.Deidara era un dolor de cabeza estando despierto y lo único que podría aconsejarle a su subordinado es que lo asesinara en caso de que las cosas se compliquen.

Ellos eran criminales sin ningún tipo de segunda oportunidad, en cambio Deidara contaba con el apoyo de un héroe y la ventaja de haber traído al mundo un Uchiha. Si las cosas por alguna razón terminaban mal para ellos, como mínimo se llevaría la satisfacción de saber que el artista tampoco viviría para disfrutar los beneficios de esas ventajas.

Atrapado como el prisionero que aparentemente nunca dejó de ser, a la mente de Deidara le sobrevolaron un montón de pensamientos que poco a poco comenzaron a tener sentido. Desde la tranquilidad de su estadía al hecho de que, ni una sola vez, su posición secreta se hubiera visto comprometida a pesar de estar huyendo de dos Uchihas de alto rango. La respuesta le llegó tan rápido que se preguntó cómo no lo pensó antes, pasando a ver la cara de resolución de su captor con una sola interrogante en mente.

«¿Por qué?»

Le pudo haber encontrado, sacado a rastras y secuestrado de nuevo cuando Itachi le dejó solo, pero no lo hizo, y no podía entender porqué.

Madara, con su ennegrecida mirada puesta en él, adivinó sus dudas con tal facilidad que le provocó una sonrisa torcida.

– ¿No lo has adivinado aún? – Portando una calculadora lentitud, sus ojos rojos brillaron peligrosamente cuando se inclinaron sobre los suyos – La mejor forma de mantener controlado al pueblo es hacerle creer que es libre – A su lado, el enmascarado se removió cómo si encontrara el asunto entretenido, mientras que Madara esbozo una mueca apacible, rebosante de satisfacción – Admito que te me perdiste un par de veces, Itachi te escondió bien, no le quitaré el crédito por eso, pero siguió sin ser suficiente. Una vez supe en que zona podías estar solo debimos esperar un poco, y aunque pensé que llegaríamos tarde, lo cierto es que te encontré en el momento exacto.

Como para enfatizar sus palabras, Obito terminó de posicionar su arma contra su piel, comenzando lentamente a presionar hacia abajo.

– Además resultaba mejor de esa forma – Vivaz y sutil, el Uchiha sonrió de lado – Estabas resguardado del resto del mundo con ninjas que monitoreaban tu salud y no intentabas matarte. Ni siquiera yo lo hubiera hecho mejor.

El intento de morder su mano en respuesta quedó en el olvido cuando Obito le abrió la piel, mareandolo en segundos. Era notable que el enmascarado carecía de la precisión de Itachi y la rapidez de Kaiyah, pues la brutalidad con la que cortaba su carne fue una que perfectamente le habría sacado un grito de no haber tenido cubierta la boca.

Obito no estaba siguiendo la ruta o tomandose el asunto con cuidado, literalmente solo le estaba cortando a lo bestia; Ni siquiera sabía si estaba calculando la distancia necesaria para evitar herir al pequeño monstruo por error, y solo por un segundo todas esas cuestiones dejaron de importarle.

No era la mejor alternativa, pero tenía la opción de rendirse y dejar que finalmente alguien – así sea un sádico como Madara – acabase con el horrible sufrimiento que llevaba casi dos dias soportando.

Fue apenas un segundo, uno muy crítico y existencial en el que la idea de aceptar su derrota estuvo tan cerca que casi podía tocarla... Y se habría vuelto realidad de no ser por aquel débil cosquilleo en la columna que le avisó que Itachi se acercaba a su dirección. Estaba lejos, quizás demasiado, con algo de suerte podría llegar a tiempo para salvar su vida, pero dificultaba mucho que le alcanzara la velocidad para impedir que le robasen a la pequeña cosita que tanto se esmeró en proteger.

El pequeño monstruo se movió bajo su piel y él frunció el ceño, recordando su mantra de casi toda la vida:

De ninguna jodida manera se iba a rendir ante a un Uchiha.

Con esfuerzo, sus manos se abrieron lo suficiente como para que las bocas en ellas escupieran las dos figuritas que guardaban; Cada una contenía bastante chakra – incluso contaban con un poco de energía que logró robarle a los propios Uchiha – de manera que al estar prácticamente pegado a Madara, cuando hizo explotar la primera supo con seguridad que alguna extremidad le habría destrozado.

La segunda explotó solo cuando logró incorporarse del primer impacto, la espalda y parte del hombro le escocian por haber estado tan cerca de la colisión, no obstante, lograr deshacerse brevemente de aquel par fue impulso suficiente para alejarse en dirección contraria.

El tiempo extra, el humo y el bullicio sirvieron para que Itachi pudiese dar con él más rápido, aunque tampoco pudo alegrarse demasiado puesto que Obito, habiendo utilizado su técnica para protegerse de la mayor parte de la explosión, ya estaba de pie esperándolo; Por su parte, Madara aún debía estarse reconstruyendo,  y por mucho que su futura presencia representase un peligro para el Uchiha más joven, este a su vez ya contaba con su propio respaldo.

La participación de sus doctores en el campo de batalla fue beneficiosa para Itachi, pero ciertamente no demasiada para él, puesto que al tener al enemigo de por medio, llegar a su posición era prácticamente imposible para cualquiera de los dos bandos.

Al final, su única opción fue adentrarse en el bosque.

No tenía fuerza para llegar al pueblo, tampoco a ninguna cueva, de modo que lo único que pudo hacer fue seguir caminando hasta que alguien decidiera aparecer para echarle una mano.

Nadie lo hizo, y quince minutos después tampoco logró seguir avanzando.

Tirado en medio de un sinfín de árboles, Deidara ya no podía ubicar en dónde estaba. Sabía que la energía estaba llegando a un punto crítico y no solo porque escasamente podía sentir a su polizón, sino porque el dolor lentamente se estaba comenzando a parecer a lo que sintió cuando regresó a Akatsuki: Un agotamiento terrible que bailaba al borde de la asfixia.

Deidara tenía muy presente como sería el panorama si el monstruo no nacía en los próximos minutos: el chakra se endureceria hasta formar una réplica de sus figuras de arcilla, y para cuando el corazón de la criatura dejase de latir, le sobrarían apenas unos diez segundos antes de que explotase, llevándose todo a su paso, incluyendo su vida.

Necesitaba una mano con increíble urgencia, pero al pasar los minutos y darse cuenta que ninguna persona – buena o mala – vendría para ayudar, Deidara tuvo que maldecir.

"A la mierda"  Rememorando un momento igual de decisivo de hace muchos meses atrás, apretó los dientes "Lo haré yo mismo"

Por algún motivo, algo dentro de él siempre supo que las cosas serían de esa manera.

Con una mano sacó de su bolsillo el Kunai que le robo a Ren en su momento, y no se permitió mirarlo una segunda vez antes de ubicarlo junto encima de la dichosa abertura ya ni siquiera hacía el esfuerzo de cerrarse; A diferencia de aquella vez en Akatsuki, sus movimientos no podían ser indiscriminados. Un error de cálculos y podría terminar perforandose un órgano o cortando una pequeña cabeza, de modo que debió ser preciso, enterrando rápidamente el arma dónde debía y luego deslizandola a un lado.

La piel se separó en dos, y él debió morderse el antebrazo izquierdo para no gritar.

El corte que hizo era más grande de lo que seguro Kaiyah habría recomendado – era de unos veinte centímetros y sentía que casi pasaba de un lado de su cadera a otro – pero preocuparse por ello no le impactó tanto como la siguiente parte.

Soltó el arma con las manos temblorosas y luego las dirigió a la abertura, pudiendo sentir con la punta de los dedos aquel errático chakra que cada vez era más débil. La temperatura de su interior era cálida, pero no tanto como la cosita que tocaron sus dedos al llegar más profundo; Inevitablemente quedó pasmado unos segundos, analizando el hecho de que acababa de tocarlo por primera vez. El lapsus fue terroríficamente fantasioso, necesitando respirar profundo para seguir con su tarea antes de que se le acabase el tiempo.

Al intentarlo con más determinación, Deidara pudo identificar que aquello que ahora tocaban sus manos era un cálido, pequeño y escurridizo bracito.

Su primer instinto fue tirar de él, pero no lo hizo porque sabía que contaba con la fuerza suficiente para arrancarselo si no era cuidadoso, es por ello que tuvo que meter más profundamente la otra mano, logrando sostenerlo de la única forma que creyó que no lo mataría.

Finalmente, con una mano sosteniendo lo que presumía ser su cabeza – era más pequeña de lo que había imaginado – y la otra rodeando su espalda baja, Deidara tiró hacia arriba en lo que un terrible escalofrío le recorrió la columna. El chakra le dió guerra un segundo, como si no quisiera dejarlo ir, pero él fue terco, consiguiendo jalar una última vez antes de que los brazos le cayeran inertes a cada lado del cuerpo.

Lo primero que sintió después de eso fue alivio.

El ablandamiento de sus músculos fue inmediato, permitiendole descansar aún si su respiración siguiera errática y desastrosa. Deidara tenía los ojos cerrados y jadeaba con rapidez, necesitando de unos minutos para sobreponerse al aturdimiento y regularizar los latidos de su corazón; Una leve brisa le apartó el cabello de los ojos en lo que el chakra restante curaba sus heridas, el bosque se encontraba en absoluto silencio y él, totalmente abatido en todo el sentido de la palabra, estuvo a nada de quedarse dormido.

Lo siguiente no estuvo seguro que lo provocó, tal vez fuese la completa calma del paisaje, el susurro del viento o la inquietante tranquilidad proveniente de pequeño cuerpo que yacía encima de él, pero sin importar como fuera, tenía que comprobar algo.

A ciegas y con cierto titubeo, Deidara posó dos dedos sobre aquella pequeña espalda, y si bien era cierto que subía y bajaba como se esperaría, el ritmo era tan languido y deficiente que incluso él pudo notar que eso no estaba bien; Kaiyah le había dicho que el chakra le haría recuperarse rápido, y tenía razón, no habían pasado ni diez minutos y ya podía captar mejor su propio flujo de chakra. El problema era que así como podía sentir como su sistema se elevaba con rapidez, el del pequeño se hacía cada vez más reducido; No hacía nada, ni siquiera emitía algún sonido, había llegado al mundo en un complejo silencio que, en menos de un segundo, se volvió devastador cuando ya no le sintió respirar.

Deidara se quedó quieto mientras le recorría un inesperado espasmo de incredulidad, ¿Eso era todo? Desde un principio siempre se le hablo de la posibilidad de morir, de que el chakra podría matarlo, de que si no se cuidaba tendría grandes consecuencias, que en el mejor de los casos ambos estarían bien...; Pero jamás se le ocurrió que él podría sobrevivir mientras que lo único que quedaría del pequeño monstruo sería un cuerpo que cada vez se hacía más frío...

¿Acaso ese era el final?

¿Era así como estaban destinadas a terminar las cosas?

"No, de ninguna maldita manera" No había llegado tan lejos para que de repente a esa sabandija enana le diera por largarse luego de haberle destruido de adentro hacia afuera. Había llegado sin su permiso y podía apostar que no se iría sin él.

La urgencia del momento le impidió pensar demasiado cuando le rodeó con los brazos, le había dejado sobre su estómago apenas logró sacarlo y no lo había visto ni una sola vez, tampoco planeaba hacerlo por ahora, su único interés era seguir con los ojos cerrados, el ceño fruncido y toda su esfuerzo enfocado en el chakra que aún le quedaba, buscando redirigirlo justo como hacía con sus esculturas. Solo que en vez de una figura de arcilla, el recipiente era el pequeño bollito que estaba negado a dejar ir.

El chakra se aferró al bebé con rapidez, aunque no obtuvo mucho cambio. Eso, más allá de preocuparle, le hizo enfurecer."Me has jodido la vida desde el primer segundo que apareciste, me quitaste el hambre, el sueño y la maldita tranquilidad. Tuviste la fuerza para romper cada uno de mis huesos hasta dejarme hecho polvo... ¿Y ahora te rindes?"

La energía ayudó a preservar el calor que le quedaba así como potenciar que la sangre siguiera fluyendo, instando a su corazón a latir. Parecía reticente a hacerlo, pero Deidara no era conocido por ser alguien que se rinde facil "Tu no te vas a ir a ningún lado" El chakra le dió algo de guerra pero él lo obligó a mantenerse en su sitio con un gruñido "Te vas a quedar a pelear contra el mundo de la misma forma que hiciste conmigo, y ganarás justo como lograste ganarme a mi"

Mientras más chakra le daba al pequeño, menos quedaba para él. Ahora podía sentir el dolor de su herida abierta, la costilla fisurada y los órganos inflamados, pero no le importó, a fin de cuentas lo había pasado peor en la vida y aún así nunca llegó a rendirse; Él podía con ello, y ese pequeño monstruo también.

"Nunca he sido débil y tú tampoco lo serás"

Sobrepasandose a si mismo, Deidara incluso le rodeó con más esmero para que pudiera sentir la calidez de su piel "Vamos, vuelve a hacerme quedar como imbécil..." Era imposible que su pequeña anatomía estuviera más estable, solo necesitaba que respirase "Pruebame que todo este tiempo estuve equivocado..."

A su mente vinieron todos los momentos que él consideró malos, desde las pequeñas dolencias hasta las mas fuertes y dolorosas patadas...; Reconocía la altanería a dónde sea que fuese y sabía de sobra que ese monstruo la portaba, así como los genes del mayor genio que el mundo conocería jamás.

"Demuéstrame que llevas su sangre"

El flujo de energías logró hacer que latiera su corazón; Era apenas un breve y tembloroso latido, pero su estabilidad era más que suficiente.

"Demuéstrame que también eres un maldito Uchiha"

Solo necesitaba que respirase una vez más, un solo respiro y tenía la certeza de que podría seguirlo haciendo por su cuenta.

"Demuéstrame..." Su propio sistema estaba a nada de sufrir un colapso por falta de energía, y de no ser por la adrenalina que recorria por sus venas hace rato se hubiera desmayado; No lo hizo, se mantuvo totalmente firme en lo que, ofreciéndole una última súbita ola de chakra, se aferró a su pequeño cuerpo con la fuerza que le quedaba.

"Demuéstrame que también eres mi hijo"

La energía se agotó de pronto, dejando un gran cuerpo herido y a otro más diminuto que se removió de pronto. El movimiento sobre su estómago le paralizó por completo, pero se sintió reaccionar finalmente cuando, con cierta torpeza, unos pequeños dedos se cerraron en su muñeca.

A sus oídos llegó un bajo y gutural sonido que se asemejaba a una queja, seguido de otro algo más agudo, en ningún momento dejo de removerse, así como tampoco le soltó la mano; A Deidara muchas cosas le habían afectado desde que abandonó Akatsuki, la diferencia entre esos momentos y el que estaba atravesando ahora, es que no pudo identificar del todo el porqué, o si era lógico reaccionar de esa manera, pero su brazo – ese que no le sujetaba – se posó sobre sus ojos al escuchar aquel balbuceo, ahogando entre la tela ensangrentada de su ropa el río de lágrimas que descendió por su mejilla.

Completamente solo y herido en el bosque, Deidara lloró amargamente, y su pequeño monstruo lloró con él.



OoOoOoOoOoOoO



Así como en épocas pasadas, a Deidara se le hizo difícil calcular el tiempo que tenía esperando en aquel lugar. Al menos ya no estaba recostado en medio de un charco de sangre, sino sentado con la espalda contra un árbol y las piernas flexionadas hacia arriba para no exponer su herida. Había abierto los ojos hace algún tiempo, pero no había bajado la cabeza para mirar ni una sola vez a la cosita que dormitaba entre sus brazos.

El trauma que fue el parto aunado a la caótica batalla que muy a lo lejos podía escuchar le habían dejado entumecido, incapaz de pensar mucho más allá de lo básico. Sin embargo, no necesitaba mirarlo para saber que estaba bien. Le tenía directamente pegado a su piel, de modo que podía sentirle respirar sin problemas, así como también de vez cuando sentía unos ligeros rasguños en su pecho, provocados por unas pequeñísimas uñas.

Había cerrado lo que quedó de su camisa alrededor de su cuerpo, por lo que el bebé se encontraba bastante cómodo, el contacto le mantenía caliente y la cercanía con Deidara le tenía tranquilo; Su palida mejilla yacia aplastada contra su pecho y hace algunos minutos logró abrir los ojos, incomodandose rápidamente por el brillo de las explosiones y prefiriendo aferrarse a él para volver a dormir.

A excepción del breve llanto al principio, la criatura se había mantenido bastante silenciosa y a Deidara eso le cayó bien, necesitaba tranquilidad si quería conservar la poca paz que le quedaba.

No tenía idea de como se sentía, simplemente actuaba de acuerdo a lo que se le iba pasando por la mente, y a pesar de que muchas veces había dicho que no toleraria cargar al monstruo, por mucho que sintiera ganas de soltarlo y ponerlo lo más alejado que pudiera, sus brazos continuaban rígidos en su lugar.

Porque Madara y Obito seguían allá afuera, porque en cualquier segundo podia aparecer un enemigo para robarselo, y eso, aunque quisiera convencerse de que no era su asunto, le tenía en un estado de alerta.

Incluso se había vuelto arisco cuando un venado se acercó a olisquear a la bolita con patas. Sus intenciones no sobrepasaban la curiosidad, pero él le soltó un manotazo casi sin pensarlo, golpeando su hocico para luego volver a la misma postura con más recelo que antes; No tenía ninguna excusa para tanta desconfianza y de todas maneras no quería pensar en ello, pues algo le decía que seguiría de la misma manera hasta que alguien viniera a buscarlo.

Ese alguien, finalmente, apareció quince minutos después.

La oscuridad le impidió a Deidara reconocer a la otra persona de inmediato, por lo que tuvo que esperar a que estuviera lo bastante cerca para abandonar la actitud defensiva, sintiéndose aliviado tan pronto reconoció aquel cabello negro junto a las distintivas ojeras.

Itachi se veía sacudido y magullado, con raspones y líneas de sangre que caían a lo largo de su rostro, aunque se las limpió con rapidez al verlo a él; Deidara podía comprender el motivo de su agitación, tenía rato sin verlo y ahora que lo encontraba estaba desecho, despeinado, pálido, ojeroso y para rematar bañado en sangre de pies a cabeza, incluso parte del césped a su alrededor estaba teñido de rojo, producto de la herida que, al no contar con chakra, ya no se curaba de la misma manera que antes.

Más rápido de lo que creyó posible el Uchiha estuvo de rodillas a su lado, haciendo el amago de llevárselo. Seguramente no fue capaz de notar a la tercera personita gracias al apuro, la adrenalina y que el propio Deidara estaba demasiado encogido en si mismo, utilizando sus piernas para ocultar del mundo aquello que la persona frente a él de seguro querría ver.

Al tratar de cargarlo, Deidara le sostuvo el brazo para que no lo hiciera, consiguiendo que sus ojos se quedasen viendo por un segundo interminable.

Luego, muy lentamente, Deidara estiró las piernas, y la criatura que se resguardaba entre sus brazos frunció el ceño, emitiendo un suave quejido por la repentina claridad que portaba la luna.

Los ojos de Itachi volaron automáticamente a la fuente de aquel adorable sonido, y la expresión de inquietud en su rostro aflojó para darle paso a una de estupefacción absoluta. Era evidente que no esperó encontrarse con el pequeño monstruo ya nacido, pero cualquier duda con respecto a su accidentada llegada al mundo quedó en segundo plano cuando asimiló la maravilla que estaba frente a sus ojos.

Inicialmente se mantuvo estático, preso del estupor y la incredulidad, pudiendo liberarse en el segundo que sus nudillos se alzaron para acariciar su regordeta mejilla.

Al bebé no pareció simpatizarle demasiado el gesto ya que hizo un puchero, y fue un gesto tan jodidamente hermoso que Itachi sintió como cada entretejido de preocupación se desvanecía. No existía el peligro, solo él y dos de las tres personas por la cuales era capaz de hacer el mundo arder.

Verlos juntos allí, con su pequeño monstruo retozando en brazos de la persona que amaba fue indescriptible, así como la felicidad que apretó su garganta, amenazando con ahogarlo.

Al estarle viendo, Deidara no se perdió de ninguna de sus expresiones, ni de sus labios entreabiertos, su ojos enamoradizos o la lágrima que cayó para limpiar la marca de sangre en su mejilla. Itachi ni siquiera reparó en ella, sus ojos se alzaron para verle con un profundo sentimiento antes de murmurarle algo que nunca le había dicho, al menos no en ese contexto; Era exactamente lo mismo que deseó decirle cuando se enteró del embarazo, cuando le ofreció el acuerdo e incluso cuando le llevó por primera vez a la casa.

Antes no lo encontró prudente, pero ahora realmente sentía que era lo único que le faltaba por decir.

– Gracias...

Carente de energías, Deidara se limitó a sonreír.

"Al menos hice algo bien..." De sus labios brotó un suspiro que casi satisfecho, puede que aún siguiera horriblemente adolorido, pero contar con la presencia de Itachi le proveyó de suficiente tranquilidad para ceder al cansancio, cerrando los ojos apenas un minuto después.

Se durmió con la imagen del Uchiha conociendo a su pequeño monstruo, sintiendo como su mundo se oscurecia para dar paso a lo que él creía era la zona de su subconsciente en el que no existen los sueños. No obstante, su cabeza le sorprendió dándole uno de lo más nostálgico y peculiar.

En su imaginación estaba sentado en lo que presumía era la frontera que separaba Suna y Konoha, apenas recordaba haber pasado por allí una vez en alguna misión pasajera, pero la fantasía que venía con los sueños hacía que el paisaje desértico se viera brillante y hermoso, casi irreal.

– Te ves terrible.

Ni siquiera el resplandor fantasioso de la arena le sorprendió tanto como la aparición de una voz que casi creyó olvidada; Estaba sentado tan cerca de él que le impresionó el no haberlo visto antes, y su rostro, aunque huraño como acostumbrada en vida, se le notaba más ligero. Verlo nuevamente fue melancólico en muchos sentidos, en especial porque nunca tuvo la oportunidad de despedirse.

Era casi como vivir el último encuentro que no pudieron tener.

Deidara notó entonces que seguía con la ropa ancha llena de sangre, por lo que le miró de la misma forma que solía hacer cuando hacia alguna travesura.

– Tuve un par de inconvenientes.

– Contigo siempre es algo – Alzando ambas cejas, el viejo Sasori se vió tan apático cómo de costumbre – Aunque admito que estás mejor de lo que esperaba.

Incapaz de sentirse halagado cuando recordó que él solía utilizar ese mismo tono desdeñoso con Tobi, rodó lo ojos.

– ¿Esperabas verme hecho pedazos?

– En realidad, imaginaba que estarías muerto a estás alturas – Una vez confirmado que ni siquiera la muerte había podido arrancarle su franqueza, el ex miembro de Akatsuki se mostró algo más liviano – Que no lo estés debe significar que hice algo bien.

– Siempre te atribuiste demasiado, Danna – Tras negar un poco, sus ojos captaron el brillo surrealista del paisaje, mirándolo sin expresión alguna antes de fijarse en su antiguo maestro – ¿Dices entonces que aún no he muerto?

Por mucho que creyó que su duda era razonable considerando que estaba hablando con un muerto, los ojos de Sasori se elevaron para verle con su mejor dosis de escepticismo.

– Tú no te permitirias morir a manos de un Uchiha.

– Cierto – Hasta ese momento no había considerado que si moría en el parto técnicamente contaría cómo que perdió la vida por culpa de un Uchiha, aunque supuso que si el Uchiha en cuestión compartía su sangre eso debía aminorar parte de la humillación – ¿Entonces qué? – Inquirió entonces, sonriendo a medias – ¿Vine aquí por que echabas de menos mi arte efímero?

– Ni atravesar todos los infiernos me haría extrañar esa basura a la que llamas arte – El filo en su tono era tan decisivo que le sacó una risa cómica, pero sincera; Sasori pareció compartir levemente su ánimo cuando una de sus comisuras tiró hacia arriba – Tampoco me preguntes mucho, yo cuento con venir a ver que tan mal te ha ido.

Deidara sacudió la cabeza con pesar.

– Sigues sin tenerme fe.

– Eso quizás se deba a que ni siquiera mi muerte impidió que hicieras tonterías – Antes de que Deidara pudiera formar alguna oración que avalase sus logros en Akatsuki, los ojos de Sasori brillaron mordaces – Esa azotea es un buen ejemplo.

Aún si ya se hubiera acostumbrado a la idea de que Madara y prácticamente todo Akatsuki supieran de sus aventuras en los techos, escucharlo de su compañero en cuestión no dejó de ser impresionante, hasta algo vergonzoso.

– ¿Lo sabías?

Sasori alzó una ceja.

– Deidara, soy tu maestro, y más allá de eso, también tengo ojos. 

Su forma de expresarlo, tan crítica y evidente, le provocó una gracia que solo era opacada por su inmensa curiosidad.

– ¿Entonces por qué no dijiste nada si ya lo sabías?

– No era mi asunto – Fue tan honesto y desinteresado al respecto que no supo cómo no lo vio venir – Además, te veías bastante cómodo, por decirlo de una manera.

– También – Le sorprendió un poco la cortesía con la cual Sasori omitió el hecho de que, si se miraba con atención, cualquiera hubiese sido capaz de notar que entre ellos había algo. En Akatsuki no lo notaron precisamente porque todos se ocupaban de sus asuntos, de lo contrario, hace tiempo que lo suyo habría sido noticia – ¿Crees que fue una mala decisión?

– Creo que fue una pésima decisión, de las peores que has tomado – A pesar de escucharse cómo un regaño, el atisbo de sinceridad que apareció después le restó algo de dureza – Sin embargo, también creo que la experiencia te hizo bien.

– ¿Tú crees?

– Has madurado, tal vez no tanto, pero es más de lo hubiera esperado de ti en un principio – Entonces entrecerró uno de sus ojos con suspicacia – Curioso que consiguieras eso al lado de un Uchiha

Deidara movió la cabeza en lo que sopesaba el comentario, era cierto que siempre tuvo la capacidad de adaptarse a muchas situaciones, pero que esa en específico – y más en un contexto sentimental y sexual – hubiera logrado adecuarse tan bien a una persona que decía odiar, era un tema digno de sorpresa.

– Mucho lo aprendí solo – Resolvió luego, no queriendo darle mucho crédito a una persona que, para empezar, también era responsable de que estuviera hablando con espíritus. Pero cómo se trataba de Sasori, pudo apelar a su lado empático – Aunque tu contribución también fue bastante útil.

– Es bueno saberlo – A pesar de su seriedad, algo similar al confort pasó por su rostro antes de ser reemplazado por un sentimiento más nostálgico – Una lastima que mi tiempo haya acabado.

– Acabó porque así lo quisiste – Arguyó con acidez sin pensarlo demasiado, a lo que su maestro le observó de frente.

– ¿Que pretendes decir con eso?

Deidara le sostuvo la mirada unos segundos antes de soltar lo que desde hace tiempo ya intuía.

– Te dejaste morir en esa pelea, ¿No? – Aunque los silencios de sasori no siempre representaban una respuesta positiva, en esta ocasión sintió que de haber sido errónea su suposición fácilmente podría haberla negado, y no lo hizo – ¿Por qué? ¿No se suponía que querías vivir par siempre?

Su antiguo maestro suspiró profundamente.

– Deidara, tal vez si hubieras escuchado al menos un poco de lo que te decía lo habrías entendido... creo en la belleza de lo eterno, en aquello que podemos preservar por siglos, y eso incluye lo que conforma mi alma, o al menos lo que queda de ella – Sus dedos vagaron distraídamente sobre su pecho, allí en donde había tenido la única parte que me hacía humano; Tal vez el costo de perder la vida le había hecho ganar un corazón, pues relució humanidad en su semblante cuando le miró de nuevo – Tal vez no lo creas, pero aquí donde estoy soy más eterno de lo que alguna vez fuí en vida.

– ...¿Formaré parte de esa eternidad algún día?

– Lo más probable es que si, aunque no creo que coincidamos de nuevo, a fin de cuentas tú has cambiado bastante. Mereces algo mejor que el sitio a dónde yo voy.

El artista no sintió la necesidad de preguntar su paradero, quizás porque estaba mejor imaginando el sitio al que iría – uno hecho a su medida, con marionetas que pudiera crear por toda la eternidad – de manera que pasó de ello e hizo mueca cómica.

– Ahora más bien suena como si me tuvieras mucha fe.

– Digo las cosas como son, es todo – En un gesto que le recordó enormemente a los primeros consejos que le dió para sobrevivir a Akatsuki, Sasori le observó con una mezcla de severidad y resignación – Por ahora mejor preocúpate de tu vida y la de esa cosa chillona que dejaste atrás.

Inevitablemente se sintió abrir los ojos, más curioso de lo que creyó que estaría.

– ¿Aún vive?

– Si, lo hace, supongo que eso es gracias a ti. No diré que es lo mejor que has creado, pero no negare que tus esfuerzos obtuvieron unos resultados bastante interesantes... – Los ojos grises se quedaron fijos en un punto del desierto, y a Deidara le pareció que podía ver, así sea brevemente, un poco del cuadro en el que seguro estaba el pequeño monstruo, puesto que murmuró un desentendido «Bonito, muy bonito...»

Deidara no pudo evitar burlarse de la lejanía de su tono.

– La nostalgia no te sienta.

– La paternidad a ti tampoco, pero ya ves, es lo que nos ha tocado – Procediendo a comentar con una mezcla entre advertencia y complicidad – Intenta no arruinarlo, mocoso.

Alzando el mentón con su mejor dosis de altanería, Deidara se vió teniendo dieciséis años en la base de Akatsuki, burlándose de su maestro como tanto le gustaba hacer.

– No te prometo nada.

El artista podía decir sin problemas que extrañaba un poco de esa normalidad que tuvo en su juventud, antes de que aparecieran los genes Uchiha o las técnicas evolucionaran de repente. Pese a ello, no se arrepentía, había aprendido mucho en el último año y eso en gran parte era gracias a Itachi, sus doctores y, en una pequeña escala, también a su vicioso pateador de órganos.

Es por ello que no se sintió desesperado por aferrarse al momento, más bien sentía que le estaba dando un cierre apropiado. Escasamente en su vida tuvo la oportunidad de abandonar etapas con la tranquilidad que merecían, y poder hacerlo así sea una vez marco una diferencia que fue notable en el segundo que sus oídos captaron voces y pasos de personas que no estaban presentes. A lo lejos podía escuchar la voz de Ren, así como murmullos de personas que seguramente estaban a su lado en dónde sea que su cuerpo estuviese. Eso, además de alegrarle, le provocó un suspiro.

– Algo me dice que ya debo irme.

– No debiste venir para empezar, pero es difícil mantenerte lejos de los lugares a los que no perteneces – Sasori se tomó la molestia de mirarlo con la misma apatía que siempre utilizaba para reprimirlo, luego, sin un toque de empatía por la inestabilidad de su alma, le dió un seco empujón en la espalda – Vete ahora.

Deidara se dirigió entonces al desierto en lo que Sasori  le veía marchar, sabía que no le vería de nuevo, pero así como a su compañero, el reencuentro le había servido para no preocuparse por eso.

De alguna forma u otra, intuía que le iría bien, y esperaba sinceramente que así fuera.

– Por cierto, Danna... – Los mismos ojos que tanto le habían regañado en vida le observaron con la parsimonia que daba el descanso eterno; Alejado un par de metros, Deidara sonrió un poco – Fuiste una mierda de maestro.

A pesar de su naturaleza poco afectiva, Sasori pudo observar como todas las facetas de su crecimiento pasaban frente a sus ojos, desde el momento que lo conoció en Iwa hasta el punto en el que estaban actualmente; Ahora Deidara se veía más adulto, mas consiente del dolor que le podía traer la vida, y sin embargo, no le notaba cansado, casi como si ya estuviera listo para adueñarse de la siguiente etapa de su vida, equipado con la misma cabezoneria trajo al nacer y la escasa paciencia que él había ayudado a aumentar un poco.

Tal vez no fuese eterno, pero había pulido a ese niño como a cualquiera de sus piezas de arte, y ahora veia el resultado de su esfuerzo. Una vida joven, volátil, astuta, creativa... y especial.

Siempre lo había sido.

Akasuna no Sasori le observó en silencio, dejando que el cariñoso sentimiento le revolotease un poco antes de corresponder el gesto.

– ¿Que esperabas? Si nunca te quise como alumno – Obtuvo un ruedo de ojos bastante arisco que le dió gracia, pero antes de dejarlo marchar con su habitual terquedad, sintió que necesitaba decir una última cosa – Ah, y Deidara...

– ¿Mmm? – El susodicho se giró a último segundo para verlo allí, justo como la última vez que lo había hecho.

Sasori sonrió a medias.

– No vuelvas pronto.

Desaparecer fue como quedarse dormido, un evento inconsciente que sucedió de un momento a otro. Su mente seguía nebulosa y a pesar de todo su única inquietud era el dolor que seguramente sentiría al abrir los ojos, no obstante, a pesar de sus bajas expectativas, al recuperar un poco de conciencia se dió cuenta de un detalle que casi había olvidado.

"Al fin..." Podía sentir una ligera molestia en su mano izquierda, provocada por la vía que le estaba dando aquello que mantenía su cuerpo adormecido "Medicamentos..." Exhaló de dicha sin abrir los ojos, su abdomen ya no pesaba y la almohada bajo su cabeza era tan cómoda como el cobertor que cubría su cuerpo.

Sencillamente no podía pedir más.

Tenía dudas sobre los acontecimientos de la batalla, pero ninguna fue superior al mareo que provocan los cócteles de antibióticos. La conciencia se le hizo muy brillante aún sin despegar los párpados, y antes de considerar cualquier idea terminó quedándose dormido nuevamente.

Contrario a la calma existencial que sentía Deidara mientras tomaba su merecido descanso, Itachi se había exaltado muchísimo en su momento. En un segundo todo era perfecto mientras conocía a su bebé y al siguiente debió sujetarlo cuando los brazos del artista le fallaron, desmayandose mientras la sangre aún desbordaba de su herida. El Uchiha debió forzarse a reaccionar y ser rápido para llevarlo al sitio en el que sus médicos aguardaban para atenderlo, por lo que dejó al infante sobre el pecho del herido – puesto que ahí se veía bastante cómodo – y luego lo cargó a él.

El viaje no fue demasiado largo, y llegar no fue tan difícil como tener que separarse de un moribundo Deidara cuyos médicos no le permitieron estar en la misma habitación.

Ren se había ido con ellos para darles las indicaciones necesarias ya que era uno de sus médicos principales, y aunque Kaiyah hubiera deseado estar presente, su misión tenía como objetivo un paciente diferente.

– Itachi... – Ella sentía lastima por él, por su rostro afligido y sus cejas fruncidas por la preocupación.

La Hyuga se le había acercado bastante, pero no obtuvo reacción de su parte hasta que sus manos trataron de tomar al pequeño monstruo; Sus ojos oscuros se desviaron de la puerta y su expresión se tornó fría cuando dió un involuntario paso atrás, incluso pudo ver en ellos el fantasma del sharingan amenazando con salir.

A Kaiyah no le sorprendió su actitud, principalmente porque todos estaban erráticos desde la batalla con Madara – eso y que, por sobre todas las cosas, era un papá primerizo queriendo defender a su bebé – de manera que alzó las manos en son de paz antes de estirarlas de nuevo con más calma.

– Tengo que llevármelo un rato – Al ver un leve fruncimiento de cejas, Kaiyah señaló al infante sin perder la amabilidad de su voz – Itachi, está sucio, cuando termine de bañarlo haré que te lo traigan.

Al no haber estado por meses nadando en líquido como la mayoría de los bebés, el monstruo no estaba tan arrugado como se esperaría, así como tampoco había nacido lleno de sustancias pegajosas. De hecho de haber sido una cirugía menos bizarra podrían haberle consagrado cómo el recién nacido más agradable en ese aspecto, pero desgraciadamente debido a la conmoción, la falta de experiencia del paciente y el tiempo que estuvo al aire libre, el pequeño monstruo se había embarrado casi por completo de la sangre de Deidara; El baño era urgente y la revisión también, por lo que al Uchiha no le quedó de otra que entregárselo.

Kaiyah sonrió un poco ante su implícita renuencia.

– Enviaré a alguien para que te cure las heridas pronto, tú también debes descansar.

Ella le dió la espalda, abandonando rápidamente el lugar para evitar que los nuevos instintos paternos del Uchiha le hicieran detenerla. En cierto modo le parecía tierno, pero por ahora tenía asuntos más importantes, como atender su paciente estrella; Normalmente ella no se encargaba de esa tarea, pero se rehusó a qué alguien más lo hiciera, poniéndose manos a la obra para dejar al pequeño monstruo como nuevo.

Las siguientes horas a partir de entonces resultaron diversas para todos, Deidara no las sintió por seguir dormido, Ren tampoco por estarle atendiendo y Kaiyah mucho menos gracias a lo entretenida que estaba mientras revisaba al bebé. Estipuló su peso, estatura, le cortó el cordón umbilical – Lo cula era lo único verdaderamente tangible ya que, por temas del Kinjutsu que aún no comprendían, la placenta era una masa amorfa de chakra que se desvaneció apenas cortaron el cordón – y luego le dió un baño, riéndose en todo momento al ver la carita de satisfacción que tenía el bebé cuando le cepilló el cabello con suavidad.

Lo último que hizo fue darle de comer – la parte buena es que al ser doctores contaban con reservas de leche materna – y tampoco presentó problemas por ello.

Cada quien parecía inmerso en su mundo, todos excepto Itachi quien la media hora que estuvo en revisiones no le abstuvo de preocuparse. Estuvo como tres horas sin recibir noticia alguna, y para completar su suerte Kaiyah estaba sola cuando regresó para informarle que por cuestiones de seguridad era mejor moverse a la segunda ubicación que habían pactado en un principio; Itachi ofreció su ayuda para llevar a cualquiera de los dos pacientes, pero ella le informó que ya se los habían llevado por separado – y en horas diferentes para no generar sospechas – solamente faltaban ellos.

– Ve tú primero – Le instó ella con una sonrisa – Yo aún necesito dejar todo organizado aquí, cuando sea seguro iré con ustedes. Ren ya debería haber llegado.

Sin perder ni un segundo, el Uchiha se dió la vuelta y salió del consultorio.

Intentó ser lo más discreto que podía considerando la circunstancias, más no por ello redujo la velocidad. Deseaba llegar lo más pronto posible y aún cuando lo hizo, su intranquilidad solo se desvaneció al ver el pequeño bulto que Ren cargaba en brazos.

Los ojos marrones brillaron por alguna burla que quizas querría decirle, pero pareció cambiar de opinión al final , procediendo a entregarle su tan ansiada carga con una tranquilidad inusual para él.

– Felicidades, Uchiha – Fueron sus únicas palabras antes de retirarse; Itachi apenas notó que le había dejado casi solo, ahora su única compañía era la personita que dormitaba entre el revoltijo de mantas que le habían puesto para protegerle del frío, removiendose de vez en cuando con un ceño fruncido que inevitablemente le recordó a Deidara.

Estando más libre y sin el apuro de salvar a alguien, el nuevo papá tomó asiento para inspeccionar más de cerca al pequeño monstruo que había ayudado a crear.

La manta era blanca pero el traje tenía un color crema, algo terroso, se parecía bastante al colorido de las esculturas que Deidara solía hacer, así como también era el mismo conjunto que en su momento había categorizado como «No tan terrible» de todos los que compró en el pueblo, y se le veía tan bonito como había imaginado; Sus manos eran muy pequeñas y no tenía las pestañas tan largas como Sasuke al nacer, aunque sin dudas – y sin intenciones de ofender la memoria de su hermano – consideraba que su criatura era mucho más bonita; Sus mejillas eran más llenas e Itachi las acarició con la garganta apretada, así como sus enrojecidas orejas y los mechoncitos de cabello oscuro que se le escapaban del gorro. Ansiaba enormemente que despertara para ver sus ojos, pero al mismo tiempo quería que permaneciera así, durmiendo mientras sus brazos le mecian.

En uno de sus brazos tenía una venda, producto de la herida que Deidara le hizo sin querer al abrirse el abdomen, aunque Itachi no lo culpaba en lo absoluto, esto porque sabía – además de ser solo un rasguño algo profundo – que si no lo hubiera hecho ninguno de los dos hubiera sobrevivido.

«Se habría muerto si Deidara no le daba todo ese chakra» Aseguró Kaiyah, y tenía razón. Él no tenía porque hacer nada aparte de sacarlo, pero lo hizo, le mantuvo con vida a pesar de que no era su obligación.

Deidara no solo se había salvado a si mismo, también salvó a su pequeño monstruo, y eso jamás podría pagarselo.

El suave aroma a bebé le rodeó cuando se inclinó para besar su frente, consiguiendo otro involuntario puchero y que unas pequeñas manos subieran para tocar su nariz; Su tacto se sintió tan tierno y su rostro tan familiar que terminó echando la cabeza atrás para luego cubrirse los ojos con su mano izquierda. El pequeño monstruo se mantuvo tranquilo en lo que le sostenía con el otro brazo, durmiendo apaciblemente mientras el genio de toda su generación apretaba los dientes, sintiendo como las lágrimas caían por su rostro.

No se encontraba triste, al contrario, estaba absolutamente conmovido. Lloraba porque habían conseguido ganar, por la maravilla que entre ellos hicieron posible, porque finalmente veía materializarse todos los sueños que jamás creyó merecer...; Lloraba porque aquello que llevaba en brazos era absolutamente perfecto, magnífico, sublime...

Era hermosa.

Su hija era preciosa.

Saber que la tendría no fue un tercio de lo fantasioso que resultó tenerla consigo, llenando su corazón con un amor inmenso que solo con muy pocos podía compartir. Desde el segundo que abandonó su casa solo pudo pensar en ellos, su familia, y en cómo aquel arbitrario deseo que surgió al inicio del embarazo con un «¿Y si...?» terminó materializandose en una pequeña princesa cuya existencia iluminaba todo su mundo.

Lo único que faltaba era que Deidara estuviese recuperado para poder charlar con calma sobre el asunto, sin embargo, el paciente estaba lidiando con sus propios problemas.

Al principio todo está bien, los medicamentos le tenían bastante sedado y las pocas veces que se permitió abrir los ojos le recibió una oscuridad que terminó por instarle a cerrarlos de nuevo. Ni siquiera notó cuando lo trasladaron a la nueva casa, y por muchas horas creyó que no existiría nada capaz de perturbar la espesa bruma que adormecía sus sentidos... por lo menos hasta que surgió aquel extraño sentimiento.

No sabía cuántas hora llevaba dormido, pero si sabía que tenía más de veinte minutos sintiendose abrumado por algo, como un dolor emocional que no paraba de crecer. La parte más curiosa es que no lo sentía como suyo, la aflicción era enteramente ajena y aún así contaba con la potencia de hacerle remover en su cama, preso del agobio y la tristeza.

Era angustia.

Se sentía profundamente angustiado, llevado por un desconsuelo terrible al que no le encontraba sentido alguno, él estaba bien, tenía sus medicamentos e iba a vivir, ¿Que era lo que le hacía sentir tan mal?

El sentimiento se parecía bastante a la congoja que le sobrecogió cuando creyó muerto a Itachi, solo que más pronunciado, con un tinte de desesperación que combinaba bastante bien con el llanto amortiguado que se filtraba por debajo de la puerta.

La emoción iba y venía conforme pasaba el tiempo pero nunca bajaba su intensidad, se mantuvo firme de principio a fin, tan insoportable que se escuchó así mismo quejarse un par de veces con los labios apretados.

Una mano fría le sostuvo la frente unos minutos después – supuso que era Kaiyah por la delicadeza con la que parecía examinarlo – pero su intento de comunicarse con ella fue tan lento que no llegó a tiempo para evitar que saliera de la habitación; Que se fuera le frustró tanto que sus pestañas se humedecieron, se sentía desolado por alguna razón, y ser ignorado solo agrandaba la herida.

Sorprendentemente no se quedó mucho tiempo solo, alguien volvió a entrar al cuarto tan solo cinco minutos después, trayendo consigo aquel llanto tan estridente. El sonido le resultó brutal y molesto, pero irónicamente a medida que la fuente del escándalo se le acercaba, la intensidad más se reducia, llegando a un punto en el que todo quedó en un glorioso silencio.

Persistió un momento de parálisis absoluta, después, muy suavemente, algo le fue puesto al lado de su rostro con mucho cuidado.

Como por arte de magia, la angustia desapareció como si nunca hubiese estado allí, dejando en su lugar un agradable confort junto a un aroma suave, casi adictivo, que le hizo girar la cabeza para tenerlo más cerca. Algo frente a él se movió también, y antes de que su cerebro adormecido pudiera razonar en lo que era, una cosita suave, olorosa y tibia se apegó a su cara, presionando un poco su nariz; Aún no podía abrir bien los ojos, pero entre sus párpados cerrados Deidara podría jurar haber visto el brillo de un reluciente mechón dorado, idéntico al suyo; Honestamente él no tenía cabeza para procesar lo que estaba pasando, así que optó por dormir otra vez, sintiendo como a último segundo unas pequeñas manos le abrazaban el rostro.

La siguiente vez que despertó marcó un antes y un después de su recuperación, primero porque ya no tenía nada aferrado a la cara, y segundo porque pudo abrir los ojos.

Como cosa rara, lo primero que pudo ver con claridad fue el rostro cáustico de Ren.

– Pensé que despertarías para las próximas fiestas.

– ...No cuentas con tanta suerte – Le surgió la necesidad de reír, pero un dolor en su abdomen se lo impidió; Tocándose con cuidado, preguntó – ¿Ya me han curado?

– Curar es poco en comparación a lo que tuvimos que hacer en ese quirófano, esa herida era terrible, definitivamente no sirve para ninja médico – Cómico como siempre era, le dió una suave palmadita en el hombro – La parte buena es que te quitamos algo de piel y te reconstruimos el abdomen. Es un hecho que no quedará igual, pero volverá a su sitio si tomas tus medicinas y haces ejercicio.

– Gracias – No tenía mucho ánimo para agregar otra cosa, y Ren podría decir lo mismo de no ser porque aún tenía una pregunta crucial que hacerle.

– ¿Entonces...? – Por el movimiento de sus cejas y la crueldad de su sonrisa, Deidara podía intuir lo que preguntaría – ¿El parto o los brazos?

El artista se tomó un segundo para cerrar los ojos, rememorando brevemente todo el suplico que había pasado para luego abrirlos con una sonrisa igual de burlona que la suya.

– Los brazos.

– Mentiroso de mierda – Ren no pudo evitar soltar una risita, echándose hacia atrás para hacerle una resignada y dramática reverencia – Pero cómo no tengo forma de probarlo no me queda más que aceptar mi derrota.

Reírse sin provocar que sus puntos de sutura pidieran auxilio era misión imposible, por lo que se limitó a ensanchar su sonrisa tanto como pudo.

– ¿En dónde está Kaiyah? – Preguntó al cabo de un momento.

– Llegó hace rato cuando aún estabas dormido, entre ella y el Uchiha han mantenido las cosas en calma.

– ¿Y Madara?

Ren suspiró.

– Creeme, rubio, que si te contara todo lo que tuvo que pasar para que pudiéramos llegar aquí no me lo creerías – Viéndose bastante cansado – Es una historia muy larga, de seguro te la contarán cuando te puedas levantar.

– ¿Todo está bien entonces? – Cuestionó con cierta duda que fue disipada con un asentimiento efusivo.

– Todos estamos bien, alguno más que otros, claro. Tú y el Uchiha se llevaron la peor parte, pero Kaiyah, el pequeño monstruo y yo salimos relativamente intactos de todo el drama... ¡Oh! – Saltó de pronto como si acabase de recordar algo – Olvidé lo que le habías dicho a Kaiyah antes, ¿Por fin le quieres ver? Te lo puedo enseñar de lejos si eso te evita la crisis, por mi no hay problema.

La mano que reposaba cerca de su estómago tocó la gasa que protegía los puntos en su piel, era extraño no tener nada dentro del cuerpo luego de un largo rato, en especial cuando las dudas seguían siendo tan grandes como al principio.

– No lo sé – Confesó con una mueca – ¿A quien se parece?

El médico sonrió.

– Eso depende de a quien le preguntes.

– ¿Que diría Kaiyah?

– Ella probablemente diría que se parece a la cosa más ridículamente tierna que ha pisado la tierra, el Uchiha, por otra parte, de seguro dirá que se parece a tí... – Lo quisiera o no, la suposición le causó un revuelo interno nada sano para su deplorable estado de salud; Ren sacudió una mano – O a su hermano, no sé, ese rollo me sigue pareciendo raro.

Tras arrepentirse de reír con cierto atropello, el paciente observó a su doctor con curiosidad.

– ¿Y que dices tú?

– La verdad no lo sé, se me hace un humano de a ratos y una cosa arrugada en otros, pero puedes apostar que en todos se ve jodidamente adorable – Era increíble como a pesar de no ser una persona cariñosa, la mención del bebé ponía a todos, incluído a Ren, tan sentimentales; Sacudió la cabeza como si estuviera aturdido – No te lo niego, rubio, está bien tierno todo el asunto. Tan solo deberías verla, incluso tiene una cara de mal genio que...

– ¿Verla? – Interrumpió de inmediato, acallando el parloteo de Ren quien se quedó quieto, abriendo los ojos y boqueando por su desliz. Deidara ni siquiera podía pensar en recriminarselo, estaba demasiado abrumado por el latir de su entumecido corazón – ¿Es una niña?

"Mierda" Si Kaiyah o el Uchiha no lo mataban, él mismo lo haría por ser tan imbécil.

– Bueno...

– Es imposible que lo arruines más ahora, Ren – Su frialdad era notoria aún si con ella no consiguió más respuesta que un fruncimiento de labios lleno de culpabilidad; La verdad era más que evidente y eso le sorprendió demasiado.

Su acompañante exhaló con desánimo.

– Me imagino que necesitas tiempo para pensarlo.

– ¿Tú crees? – Se mostró tan arisco que el otro lo tomó como señal para darle espacio, comentando que estaría afuera por si necesitaba algo.

Deidara encontraba su estupefacción bastante razonable si consideraba que nunca pudo terminar de procesar el hecho de que el monstruo era una persona, una real. Que se lo confirmasen ahora era casi tan sorprendente como el saber que Itachi había querido secretamente una hija, puesto que si nunca se lo imaginó con niños, mucho menos con una niña.

Y él se la había dado.

O al menos eso decían, ya que por algún motivo no podía terminar de creerselo del todo. Y para cuando el aire a su alrededor se volvió más cálido con la llegada del amanecer, Deidara se encontró incorporandose con dolor y terquedad.

Tenía que verlo por si mismo.

La herida no era dolorosa, pero caminar si. Los puntos mantenían tensa su piel y en consecuencia sus músculos se encontraban rígidos, retincentes de dar un solo paso. Le costaba un poco recuperar el aliento y sus pulmones se sintieron contraídos cuando, a paso lento pero firme, salió de su habitación y echó un vistazo; El pasillo era más largo que el de su otra casa, el ambiente se sentía fresco y sus ojos vagaron por todo el lugar hasta que se detuvieron en la última puerta. A su lado estaba un baño – o algo así pudo suponer por la puerta entreabierta – por lo que supuso que la otra puerta debía ser una habitación.

Sus pies descalzos le condujeron lenta y silenciosamente hasta poder asomarse con la mayor discreción que pudo, sintiendo como sus ojos se abrían al captar aquella escena.

Itachi estaba al fondo de la habitación, sus brazos estaban vendados y en su rostro se veían varios raspones. Cargar con esas heridas debería mantenerlo en reposo, o al menos sentado, pero él se mantenía de pie, moviéndose muy sutilmente como cuando le ayudó en el parto, solo que ahora el objeto de sus atenciones reposaba la cabecita en su hombro derecho, arrullada por el movimiento y los susurros suaves que de vez en cuando soltaba para calmarle.

Deidara observó el panorama por un momento que se sintió eterno, alrededor del Uchiha habían muchos objetos regados – desde mantas y ropa hasta bonitos peluches – que le daban un toque de revoltosa paternidad al lugar, así como un aura de ternura que lucia reconfortante, incluso contagiosa...

Pero a pesar de ello, lo único que pudo pensar es que él no pertenecía a ese cuadro.

Amor, calidez, paternidad, responsabilidades, matrimonio... todo prometía ser caóticamente hermoso de una manera que le hizo sentir desubicado, recordandole que aquel no era su lugar por mucho que hubiese creído lo contrario.

– ¿Que se supone que estas haciendo? – Le murmuró Ren con apremio cuando le vió ponerse la capa que él mismo le había regalado para esa ocasión.

Deidara lo miró sin expresión.

– Tú sabes que hago.

El médico mentiría si dijera que no esperaba un cambio de opinión luego de todo lo que había pasado – si debía ser franco, tanto él como Kaiyah lo habían dado por hecho – pero al parecer su paciente no compartía su pensamiento.

– ...Aún estás herido, deberías reposar al menos tres días más.

– Descansaré en el camino.

– Estás que colapsas y lo sabes – Le frunció el ceño y Deidara hizo lo mismo. Ciertamente la idea inicial era que para ese punto estuviera recuperado, pero tras el accidentado trabajo de parto, el abrupto nacimiento y la perdida masiva de chakra, esa opción ya no era factible. Y ambos lo sabían – No hay forma de asegurar que no se te abrirán los puntos en el camino, así que no seas necio y quédate al menos un día más. Necesitas más medicinas y... Oye, rubio, ¿Me estás escuchando? – Se quejó lo más bajo que pudo al ver que simplemente terminaba de recoger sus cosas.

El artista parecía absorto en su labor de recoger lo poco que le pertenecía, y eso solo consiguió potenciar la mala cara de su médico.

– No ganas nada huyendo.

– No estoy huyendo, estoy cumpliendo con mi palabra – Espetó, viéndose serio pero también, en cierto modo, algo contrariado – Yo hice mi parte y ustedes hicieron la suya. No tengo nada que hacer aquí.

Una leve punción en sus puntos le hizo respirar profundo mientras terminaba por salir de la habitación en medio de un bamboleo persistente pero firme, dejando a su médico con la palabra en la boca.

Habiendo tenido que esperar a que tanto Itachi como la niña se durmieran, Deidara caminó por la casa en silencio. Sus sentimientos permanecían revueltos, pero tenía arcilla en un bolsillo y algo de dinero en el otro, por lo que no necesitaba nada más; Las memorias, así como los pocos souvenirs que se salvaron de la explosión en la primera casa, se quedarían atrás.

No necesitaba ningún objeto que le recordase lo que no podía tener.

Ren seguía pisandole los talones mientras balbuceaba un par de cosas que realmente no llegó a escuchar, pero solo se detuvo cuando visualizó a Kaiyah parada en la puerta de salida. Su boca estaba torcida con aflicción aunque sus ojos se mantuvieron comprensivos.

Deidara se removió en su lugar cuando la miró a los ojos, sintiendose incómodo de repente.

– Esto...

– No es lo tuyo, lo entiendo – En vez de darle una larga charla sobre sus inseguridades, ella le extendió un papel – Esos son los medicamentos que debes tomar, te los he anotado con instrucciones en caso de que te hagan falta.

– Gracias – Era triste que no tuviera nada más que decir, aunque ella poco lo tomó en cuenta, permitiendose el lujo de acercarse para darle un corto abrazo, murmurandole con sentimiento.

– Ven a verme siempre que lo necesites.

Al ver la actitud de su compañera, a Ren no le quedó de otra que suspirar con resignación, despidiéndose de él con una palmadita en la espalda.

No obstante, despedirse de ellos no fue tan nostálgico cómo había creído, eso quizás se debía a que no tenía intenciones de romper el contacto. A Kaiyah la seguiría viendo cada vez que fuera a curarse una herida – y también de vez en cuando para tomar algún té, ¿Por qué no? – y con Ren siendo un criminal no sería raro encontrarselo bastante de seguido. Incluso le había ofrecido la oportunidad de trabajar juntos de vez en cuando bajo cierto anonimato, de modo que aunque las primeras semanas pudieran parecer solitarias, sabía que siempre podía contar con ellos.

Cuando finalmente Deidara salió de la casa, el choque de realidad le hizo parpadear varias veces antes de continuar con su camino.

Jamás lo diría en voz alta, pero le costó alejarse de la casa aún si ya lo hubiera hecho varias veces. Probablemente se debiera a que era la última vez, pero llevaba un ritmo lúgubre, casi deprimente, manteniendo una de sus manos sobre la venda en su abdomen y necesitando detenerse cada cierto tiempo para respirar profundo. Intentaba no pensar en la incomodidad de los puntos lo mejor que podía, repitiéndose que muy pronto llegaría a alguna posada que le permitiera descansar, de preferencia en algún pueblo que vendieran medicinas pues ya le estaban haciendo falta.

Salió de bosque con el crepúsculo, encontrandose con el primero de muchos caminos que debería recorrer solo a partir de ahora. Era ancho y lo más probable era que condujese a una aldea pequeña, lo cual no era muy beneficioso si pensaba buscar una farmacia u hospital decente, para eso necesitaba un pueblo grande, pero podía conformarse con hacer escalas en lugares pequeños hasta que pudiese encontrar un sitio mejor donde vivir.

Su destino, sin embargo, fue de lo último que llegó a preocuparse cuando, a solo quince minutos de haber llegado, un cosquilleo familiar se hizo presente.

"Pues parece que me ha quedado el superpoder" Deidara negó con resignación, absorbiendo la conocida calidez que percibía el Kinjutsu antes de darse la vuelta, observándole aparecer a unos cuantos metros.

El suspiro que soltó fue profundo, audible y lleno de cansancio.

– ¿Que haces aquí, Itachi?

La expresión del Uchiha era seria, pero reflejaba tanta transparencia que le costó mirarlo a los ojos.

– Prometí que no te detendría...

– Pero no que no me seguirías... – La sonrisa a medias le surgió natural, así como la mueca de burla – Es una pena que ahora no te puedas dar el lujo de perseguirme hasta que me detenga y regrese.

Itachi entonces meneo la cabeza, con una de sus comisuras formando un gesto de resignación.

– De haberte ido no hubieras regresado.

– Es bueno que lo sepas entonces – Pero no le hacía feliz, tampoco el tener que mirarlo como si fuese un fastidio cuando era de todo menos eso – ¿Y ahora que? ¿Vas a pedirme que me quede?

– Jamás podría pedirte algo como eso – La profundidad de su voz fue tan significativa que Deidara tuvo que echarle la culpa a sus heridas por sentirse sobrecogido de repente.

– ¿Entonces a qué viniste?

– A ofrecerte algo.

– No me digas... – Escucharlo seguramente sería tan doloroso como saber que debía negarse, pero aún así no le detuvo – ¿Que es?

– Un lugar al cual volver.

El Uchiha no movió ni un músculo, y sin embargo, el peso de su oferta fue tan significativo que pareció acercarlos, como si buscase colarse en medio de su corazón.

Pero no se lo podía permitir.

– Te lo dije una vez y te lo repito ahora, no pienso volver – Espetó – Agradecería que no lo olvidaras.

Le dió la espalda después de eso, negandose a hablar de un asunto que ya habían discutido un montón de veces; Itachi le había abandonado antes para cumplir con su destino, y aunque se las hubiera arreglado para regresar después, eso no eliminaba que tenía todo el derecho de hacer lo mismo.

La voz a su espalda se escuchó sobrecogida a su propia manera.

– ¿Es eso lo que quieres?

Él no respondió de inmediato, principalmente porque la mayor parte de si mismo le instaba a no hacerlo. Lo más prudente sería ignorarle, pasar de su sentimentalismo y adentrarse al camino de tierra que miraba fijamente, ese que no tenía nada de especial salvo lo que representaba para él: Un escape, una salida; Tenía frente a sus ojos la culminación de todo por lo que había trabajado durante meses, pero sin importar lo mucho que siguiera añorando querer hacer más arte, entrenar y volar edificios, la sensación de irse era tan absurdamente poderosa como la de quedarse.

Al sentir que daba un pequeño paso a su espalda, Deidara chasqueó la lengua, sabía que lo que quería era que voltease, que lo viera, que mirase sus ojos y confirmase lo que acaba de decirle, pero no era fácil.

Tal vez si le hubiera hecho una pregunta mas sencilla, habría sido menos difícil responder.

Deidara optó entonces por una táctica más directa: se llevó las manos al cuello, y por primera vez en casi tres largos meses, se quitó el collar; Hacerlo no le hirió tanto como acercarse para entregárselo, y si bien lo hizo con toda la crudeza que pudo, Itachi se negó sacudiendo la cabeza.

Aún con la mano extendida, Deidara alzó un ceja.

– ¿Me vas a obligar a botarlo en algún lado? Porque sabes que lo haría.

– No lo acepto de vuelta porque nunca fue una atadura – Su resolución fue tan convincente que bajó su mano mientras sus ojos no se apartaban de los suyos – Es un símbolo, y seguirá siendolo sin importar la decisión que tomes.

– Ya he tomado mi decisión.

– Entonces llévalo contigo. – «Yo te llevaré conmigo» El mensaje le pareció tan explícito que no hizo falta decirlo en voz alta, lo había escuchado fuertemente en su cabeza, y un poco más en su corazón.

El camino que se suponía debía tomar seguía en su lugar, aguardando a qué decidiera tomarlo y huir de todo a lo que decía no pertenecer; La mención del compromiso y la familia siempre lograron desagradarle, como si debiera alejarse de la palabra para poder respirar... ahora no sentía eso, sin embargo, y se atrevía a pensar que fue así durante mucho tiempo, cambiando su reticencia por algo inestable que solo podía describirse cómo un profundo temor...

Pero... ¿Cómo hacerlo?

¿Cómo quedarse cuando siempre creyó que lo mejor era irse?

Lo único que pudo distraerlo de su lapsus de vacilación fue la mano que se estiró lentamente hacia él. No le pedía el collar y tampoco a si mismo, no exactamente, su única intención era ofrecerle el punto de apoyo que necesitaría si deseaba avanzar.

Aquello le hizo cerrar un segundo los ojos, bufando a medias con una mínima sonrisa. Se le veía cómico, pero su pecho se había ablandado y su voz tenía un tinte quebradizo cuando habló de nuevo.

– Me voy a equivocar muchísimo...

– Yo también – Rebosante de cariño y confianza, no mostró duda alguna – Y eso está bien.

Habría sido fácil decir que necesitó pensarlo más antes de tomar una decisión... pero no fue de esa manera. Tal vez su mente estuviera algo confusa, pero el resto de si mismo portaba la claridad suficiente para aceptar su mano, así como a todo lo demás que venía con ella.

El primer paso lo dió completamente solo, sin ningún impulso por parte de su acompañante cuya paciencia era tan infinita como el aprecio que sentía por él. En cambio, el segundo lo dieron juntos, y continuaron haciéndolo de la misma forma mientras se devolvían por el mismo camino que habían tomado.

¿Cómo quedarse cuando siempre creyó que lo mejor era irse? La respuesta era simple: Él jamás quiso alejarse. E Itachi, sujetandole como el soporte que nunca dejó de ser, estaba dispuesto a hacer todo lo posible para que nunca lo hiciera.





Continuará...

Notas finales:

Aclaraciones:

1_El chakra que resguardaba al bebé estaba destinado a curar las heridas de Deidara después del parto, pero él escogió dárselo al bebé para que pudiera respirar, es por eso que le costó curarse.

2_ Darle tanto chakra fue casi como hacerle rcp, la energía ayudó a su corazón a latir. Así que si, Deidara revivió a su pequeño monstruo.

3_ Si, Itachi hubiera estado feliz de tener un niño, pero secretamente le gustaba más la idea de tener una niña.

4_ Solo para aclarar, a Deidara le dolió más el parto xD solamente decidió mentir.

5_ Solo por si no se nota, a medida que Deidara se fue relacionando con la criatura los apodos que le ponía fueron cambiando. Ejemplo: Al principio solo era "El Kinjutsu o cúmulo de genes" porque aún no había procesado que estaba embarazado.

Luego fue "no-bomba" ya que si aceptaba el embarazo pero no al embrión cómo tal, le tenia desagrado y en cierto punto se encontraba resentido por su existencia.

Después, cuando la barriga creció y empezó a relacionarse más con su embarazo, paso a ser "pequeño monstruo" esto significa que aceptaba que dentro de si mismo había algo especial, aún si le costase sentirse del todo cómodo con la idea.

Y finalmente lo llamó hijo UwU no porque realmente se considere un padre, sino porque al fin pudo reconocer que el bebé es sangre de su sangre, y que, de alguna u otra forma, le importa lo que le suceda.

6_ Solo para aclarar, a Deidara no le hace falta la presencia del bebé, es al revés. Pero como tienen una conexión muy fuerte forjada a base de puro chakra, Deidara lo siente como si fuese una emoción propia.

Ejemplo: Imaginen que están conectados a un persona y a dicha persona le da muchísima hambre. Incluso si ustedes acabasen de comer sentirían un vacío muy grande en el estómago, porque pueden sentir el hambre de esa persona con tanta fuerza que hasta pareciera que ustedes no hubieran comido nada. Pues bueno, es lo mismo.

Ahora sí...

¡Tenemos una niña, señores! ¡YEIH!

Mis felicitaciones para todos aquellos lectores que votaron por la niña, ojalá les guste la noticia tanto como a Itachi.

Y hablando de él... ¿A alguien más le dió ternura su reacción cuando Kaiyah le fue a quitar al bebé? Yo lo sentí en plan: "Es mi bebé, busca el tuyo" xD

Y si, se que posiblemente deben estar confundidos ¿La bebé tiene el cabello negro o rubio? No se preocupen, esas preguntas serán respondidas en el último capítulo UwU

Debo acomodar muchas cosas antes de actualizar por última vez (Cries in gei) así que denme un poquito de tiempo para darle fin a esta bella historia.

Y ya solo me queda preguntar: ¿Les gustó el capítulo?

¿Que les parece que Deidara haya decidido quedarse?

¿Que les parece la faceta de Itachi siendo amoroso con su criatura?

¿Están emocionados por la nueva Uchiha? Yo si UwU

Nos leemos la próxima.


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