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Inefable por Menma Lightwood-Uzumaki

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Notas del capitulo:

¿Notas? ¿Cuáles notas? A mi lo que me gusta es el D R A M A UwU

Último capítulo de la primera parte del desvergue, señores.

A Drey: Pequeña uva, quiéreme pofavo xD

Edmary ¿Ves que no me tarde casi nada? Ando prendida en candela y eso que son las tres de la mañana xD


                           IX 

      
       When my heart's not pure

      Would you kill my disease?

      And when there's no cure

      You are just what I need

        When I lose my mind

    Would you still remind me?


En el momento que una persona decide que va a dedicar su vida para entrenar y convertirse en ninja debería existir un segundo para poder pensar en lo difícil que va a ser el camino de ahora en adelante, pero la verdad es que eso casi nunca sucede, porque la mayoría de las personas comienzan a entrenar siendo tan pequeños que no tienen la madurez necesaria para decidir si eso es lo que quieren hacer con su vida más allá de que sus padres les estén diciendo que lo hagan; Ese segundo, sin embargo, si existe unos años después, cuando ese mismo ninja ya adulto decide en qué va a gastar toda su energía de ahora en adelante, si en enseñar, ser AMBU, aspirar al consejo, seguridad o incluso ser el Kage de su aldea. Lo mismo aplicaba para aquellos que entraban a la vida criminal, siendo ellos quienes por lo general lo pensaban un poco más, porque ese es un punto que muy pocas veces tiene retorno.

Deidara siempre tuvo muy en cuenta que iba a perder parte de su libertad al desertar de su aldea, y lo estuvo aún más al ser reclutado para Akatsuki a pesar de no haber tenido opción. Supo siempre sin lugar a dudas que su vida sería complicada, rápida y dolorosa, pero luego de tantos años viviendo entre criminales no pensó que pudiera volver a sentir ese gusanito de dolor recorrerle todo el pecho.

Evidentemente el mundo le demostró que estaba equivocado.

Aquello que apretaba con fuerza en la mano le sacó sangre, y cuando abrió el puño, un pedazo roto y astillado de madera descansaba en su piel.

Sasori...

Había perdido a Sasori.

El tiempo había pasado increíblemente rápido, los meses transcurrieron con una facilidad impresionante mientras su vida daba vueltas una y otra vez al rededor de una rutina que lo mantenía bastante satisfecho consigo mismo en más de un aspecto. Se había vuelto más fuerte y perseverante gracias a su esfuerzo, paciente y observador por las enseñanzas de Sasori, un poco más astuto gracias al Uchiha que también hacia papel de amante, y también más adulto.

Había cumplido sus diecinueve años apenas hace poco, y tuvo un cumpleaños como nunca lo había tenido. Se la había pasado casi todo el día gozando de una atención que jamás en su vida había recibido, empezando porque lo primero que vió al despertar fue un pequeño saco de monedas sobre las sábanas, la etiqueta tenía escrito: "Cómprate algo y no despilfarres, rubio"  y Deidara se había echado a reír porque lo que Kakuzu le había regalado era tan poco que a lo máximo que podía aspirar eran unos dangos, y no de los que eran buenos. Por lo que pudo estar de acuerdo con Hidan en que el inmortal era un viejo avaricioso. Sin embargo, apreció silenciosamente el gesto.

El otro inmortal no hizo nada muy relevante salvo burlarse de él y ofrecerle la oportunidad de unirse a su culto para vivir más años, más o menos lo mismo va para Zetsu, pero a diferencia de ellos Kisame le había dado una palmadita amistosa en el hombro, y como no tenía nada que darle le permitió sostener su espada por diez segundos enteros. Eso había sido todo un acontecimiento teniendo en cuenta que la Samehada no se le reveló ni se puso a soltar ruidos raros más propios de un animal que de un arma.

Pain no le había dicho nada directamente, pero Konan le hizo saber que podía irse tan lejos como quisiera siempre que volviera para el amanecer del siguiente día. Su golpe de emoción había sido tanto que quiso irse de una vez, pero una figura enana le quitó algo de tiempo en lo que le tiraba de la capa para después darle una gruñona felicitación junto a un pequeño saquito lleno de una rara arcilla que solo se conseguía en Suna. Sasori la había comprado hace muchísimos meses para fines artísticos propios de su habilidad, y siempre se la negó cada vez que Deidara se la había pedido. Al verla, se le escapó una sonrisa conmovida que tuvo que disimular con una broma sobre su egoísmo de marioneta, y diez minutos después de una breve conversación entre maestro/alumno abandonó la base de Akatsuki con una expresión de felicidad que mantuvo durante todo su viaje.

Pasó todo su día volando de un lado a otro, comprando materiales con parte de sus ahorros y visitando nuevos lugares. Por razones obvias escogió los más lejanos, y se permitió, por esta vez, sentir que era verdaderamente libre; Comió lo que le gustaba, durmió una siesta al lado de unos árboles que lloraban flores aromáticas y también se cortó el cabello. Nada demasiado obvio, pero lo tenía muy largo y como la misión era importante se lo recortó hasta la cintura, el flequillo apenas se lo tocó, simplemente se lo acomodó de modo que quedase algo más grueso, así podría tapar mejor el artefacto que ya tenía en su ojo izquierdo.

Regresó a la base a eso de las dos de la mañana mas enérgico que nunca, y solamente cuando llegó a la puerta de su habitación fue que noto que había una persona que no le había dirigido la palabra en todo el día.

– ¿De regreso ya, rubio? – Habló la voz del hombre tiburón con algo de flojera, arrastraba un poco los pies pero su humor seguía intacto – Te hacía en algún bar hasta mañana.

Deidara se giro a verlo y luego se encogió de hombros.

– No se me da el beber por diversión.

– Lo mismo le dije a Hidan, pero estaba convencido de que allí estarías – Entonces sonrió ancho, enseñando el filo de sus dientes – En realidad su idea era llevarte a un bar de mala muerte para emborracharte, pero Sasori comentó que le volarias la entrepierna si lo intentaba.

– Definitivamente – Se rió él, sacudiendo la cabeza – No se cómo es que le pareció que eso podría funcionar.

– Bueno, estamos hablando de Hidan. No es como si pudieras esperar algo mejor de él.

– No esperaría nada, para empezar.

– Y sería lo mejor – Comentó él, algo divertido con su nivel de prudencia para ser conocido como alguien loco y de poco pensar. A Deidara, sin embargo, le rondaba una idea diferente en la cabeza.

– Hablando de eso – Se despegó de la madera donde había estado recostado para mirarlo con curiosidad – ¿Quién fue el que se le ocurrió la brillante idea de decirle a Hidan? Porque yo no fui y tampoco creo que quisiera saberlo por su cuenta.

– La verdad ni idea, ha de haberlo oído por ahí, supongo.

– Hmm... – Instruido con los años suficientes para identificar un espacio en blanco, ladeó la cabeza – ¿Cómo te enteraste tú?

– ¿Yo? – Resultó curioso, porque Kisame pareció como reparar en algo, porque un gesto de confusión se abrió en su rostro de tiburón – Tampoco tengo idea, la verdad.

El rubio elevó una ceja.

– ¿Como no vas a saberlo?

– Simplemente no lo sé, rubio – Sorprendentemente se le vio la sinceridad ahí, ligada con algo de indiferencia sobre el tema – A lo mejor y le escuché a Sasori coméntarlo en algún momento, con eso de que es tu compañero y no se abstiene mucho de guardar secretos lo habrá dicho alguna vez que andábamos cerca. No sería muy raro si así fuera, a fin de cuentas somos un grupo pequeño, detalles como esos no pasan fácilmente por alto.

"Pero si que lo hicieron los últimos tres años"  Un gesto de desconfianza le cruzó la cara al encontrar tantas incongruencias en el asunto, pero lo borro rápidamente con otro de indiferente despreocupación. No iba a comentar esas cosas con Kisame, menos teniendo en cuenta lo mucho que le gustaba hablar de temas ajenos.

Hizo un movimiento como si le siguiera la corriente.

– Supongo que sí.

Kisame se fué unos minutos después, pero Deidara ya no tenía interés alguno en dormir. Ya estando solo le fue imposible no sacar cuentas sobre los detalles incongruentes de esa conversación, principalmente porque apartando el hecho de que esa gente había ignorado su cumpleaños por años, estaba más que seguro de que nunca le había dicho a Sasori que fecha era, y en el caso de haberlo hecho y no acordarse, también estaba seguro de que no lo hubiera dicho en presencia de alguien, más porque su lado antisocial le hubiese empujado a prevenir demasiada atención o chistes de mal gusto cuando el día llegase. No obstante, Kisame se había visto honesto en su respuesta, no sabiendo de dónde había provenido la información pero convenientemente tranquilo de no saberlo.

Calcularlo fue algo difícil, pero teniendo en cuenta lo increíblemente oportuno que era el que aparentemente todos incluyendo su compañero lo supieran sin saber de dónde, como si el conocimiento se hubiera implantado limpia y sutilmente en sus mentes, obtuvo la respuesta que buscaba.

Tocó apenas dos veces, luego la puerta se abrió.

Le vio ahí con la ropa usual que usaba debajo de la capa de Akatsuki en vez de su ropa de dormir, casi presintiendo que le había estado esperando despierto. No necesitó más nada aparte de eso, por lo que impidiéndole formular lo que seguramente era un saludo de cortesía, se acercó a él y le tiró de la camisa para besarlo con su acostumbrada ferocidad.

Itachi no le deseo en ningún momento un feliz cumpleaños, no le regaló algo material que pudiera presumir ni tampoco se mostró más abierto o diferente por ser su día, pero a Deidara poco le importaba, lo que había hecho a cambio valio más la pena que cualquier otra cosa que hubiera recibido antes.

Había utilizado esos ojos por él, ignorando todas las burlas que había hecho sobre ellos para poder obserquiarle un día normal, la ilusión de tener personas que sienten interés por ti, y la experiencia de volver a sentir lo que era hacer lo que quisiera por el mero hecho de que era su día.

Había sido un verdadero cumpleaños gracias a él.

Y así como Itachi tuvo su forma particular de felicitarlo, Deidara también tenía su manera de darle las gracias.

Para cuando Deidara terminó de alistarse a eso de las diez de la mañana del día siguiente, estaba solo en un cuarto cuyo dueño hace rato se había ido para realizar un entrenamiento con su compañero, pero él se sentía tan ligero como no lo hacía hace años; Los detalles afectivos no eran su prioridad, pero debía aceptar que el gesto le había calado profundo, porque estuvo seguro que no hubo una ocasión dentro de Akatsuki en la que se hubiera sentido tan cercano a si mismo como ese día, a lo que siempre había sido. Un ser libre y estridente creador de caos.

Tal vez Itachi le había cortado las alas, pero también había hecho lo posible para devolverselas aún si esta vez no había tenido la obligación de hacerlo. El tiempo no era relevante, lo era la intención, y por ello es que se prometió nunca olvidar lo bueno que había sido ese dia, y gracias a quien había sido posible.

Pero nada podía ser bueno siempre, el día de la captura del jinchuriki del Ichibi llegó muy rápido. Se fue con su maestro a la arena y entró tal como se había planeado desde hace tiempo. Y lo logró, pudo cumplir con su misión y traerlo, el único percance fue ese horrible dolor que le estremeció de pies a cabeza cuando el brazo le fue arrancado del cuerpo, y lo peor vino cuando supo que tendría que esperar un buen rato para tenerlo de vuelta; Sasori obviamente le regaño todo el camino, pero a él le faltaba sangre así que con un torniquete en la herida luego de unos primeros auxilios se centró en mantenerse estable e ignorar ese terrible sufrimiento.

Ya después de extraer el bijuu todo se volvió un desastre.

Llegó el equipo de la hoja, Pain le dió una regañina por haber dejado que los siguieran, y para mejorarlo todo tuvo una interacción de lo más incómoda con el Uchiha gracias a que Sasori decidió hacerle plática literalmente frente a todo el mundo.

– Itachi – Su gruesa voz alzándose en el lugar – ¿Que clase de persona es el Jinchuriki de las nueve colas?

Deidara ya le conocía lo suficiente como para saber que no tenía intenciones de querer contestar, pero Pain seguía siendo el líder.

– Díselo – Ordenó fríamente para desaparecer del lugar.

Tras un segundo más de silencio, el Uchiha contestó a su compañero, aunque sus ojos rojos estaban mirándole a él de reojo.

– Será el primero en gritar y embestir contra ustedes.

– ¿Que demonios? – Hasta Sasori se mostró tan confuso como él con tremenda descripción.

Movido por la falta de algunos miembros, Deidara le había mirado con extrañeza.

– ¿No podrías ser más específico? – No estuvo seguro de que error había cometido exactamente, pero ese Sharingan le observó con una fría mortalidad antes de desaparecer sin dignarse a contestar; Parpadeó un poco – Pues vaya...

"¿Y ahora que se supone que hice?" No pudo sino quedarse desubicado ante tremenda falta de empatía. Se negaba adjudicarselo a la presencia de los demás debido a que eso no evitaba que al menos se portase un poco cortés con él si la situación lo ameritaba, de modo que lo único que pudo suponer es que estaba enojado, el porque resultaba irrelevante considerando que era él quien estaba amputado, y aún si le daba algo más de importancia de la que le gustaría, dejó el asunto de lado para lidiar después con ello; En el dichoso grupo de Konoha estaba nada más y nada menos que Kakashi Hatake y la mismísima abuela de Sasori, cuando el rubio la vió supo que algo se venía, pero lo disimuló hablando con su maestro hasta que finalmente le tocó partir.

Esa fue la última vez que lo vio con vida.

Luego de todo un día en el que casi pierde la vida, Deidara regresó a Akatsuki con el nuevo integrante pisandole los talones por si se desmayaba en algún momento, no tenía ningún brazo y encima había perdido a su maestro; Estuvo un rato largo en revisión, teniendo que soportar treinta minutos en una silla mientras Kakuzu le volvía a unir la piel pedazo por pedazo, un día con una alta temperatura debido al grado de sufrimiento y al tiempo que estuvo expuesto su organismo a las bacterias exteriores, otro día más en cama gracias a la inmensa debilidad que tenía y para finalizar, veinte minutos de una felicitación mitad sermón por parte de Pain. Estaba feliz por tener al demonio, pero le cuestionó las heridas y el haber dejado a Sasori aún si este así lo quiso de esa manera.

Deidara escuchó sin prestar realmente atención, aún se sentía débil y no podía sino quedarse acostado hasta que tuviera la fuerza suficiente para volver a la ruda y desgastante rutina.

Sin embargo, en su última noche de reposo recibió una visita que no esperaba.

Abriendo sus ojos azules, un casi moribundo Deidara le había visto allí, de espaldas y con las manos apoyadas en la mesa de los instrumentos médicos; Se incorporó en sus hombros con dolor, notando la rigidez de su postura.

– ¿Aún estás enojado? – Su visitante solo le vió de reojo tan seriamente que supo la respuesta – ¿Por qué?

– Fuiste imprudente – Fueron sus precisas palabras, escuchandose serio pero también diferente en un sentido que no podía explicar con claridad.

– Si... – Igualando su actitud en lo que alzaba la barbilla – ¿Y?

Hubo unos segundos en los que no hizo nada, quizás analizando al igual que él lo ilógico que era recriminarle aquello cuando sabía cómo era su personalidad; Se separó de aquella esquina entonces, dándose la vuelta para verle unos segundos de frente. Su rostro no decía nada, pero la opaca luz en sus ojos parecía renegarle, acercándose lo suficiente para pasar sutilmente el pulgar por una de las costuras en sus brazos...; Abandonó el lugar en silencio después de eso. No le respondió, no le dijo nada más, pero a Deidara no le hizo falta nada de eso, mucho menos al ver que en aquella mesa de la equina había un solitario frasco de antibióticos.

Lo escondió entre su ropa tras tomar uno, cayendo en un estado de tranquilidad anestesiante por los fármacos, dejando que se llevasen un poco del frío que sentía en su pecho por la perdida de su compañero, el regaño de su líder, el dolor de sus brazos y la implícita decepción de un Uchiha que siempre parecía esperar más de él, incluso si no le daba motivos.

La ruda charla de Pain no le había afectado, pero esas dos palabras pronunciadas por Itachi si. Había sido impulsivo y casi moría, podía entenderlo un poco mejor ahora, comprendiendo también que ya no tendría un maestro que le hiciera ver esas fallas.

Las cosas habían cambiado, y él debía aprender a adaptarse.

Resultó una revelación difícil, por lo que utilizó sus días libres para dormir, necesitando darle a su mente un descanso; Estuvo durmiendo en intermitencia por cinco días, levantándose solamente para darse una ducha ocasional y comer, porque no tenía mucho ánimo para nada más. Fue al tercer día que le dijeron que haría equipo con Tobi, por lo que su amargura en los siguientes días no pudo ser mayor.

Eso le regresaba ahora, sentado en silencio dos semanas después, con la carne aún resentida y un sentimiento extraño de soledad.

– Andas inusualmente callado, rubio.

– Mmm – Fue su escueta respuesta ante la presencia del mercenario que por allí pasaba.

– ¿Por qué no entrenas? Necesitas dejar de pensar tanto y volver al trabajo.

– Ahora no – Su sequedad no ofendió a Kakuzu como había creído, al contrario, le oyó suspirar un poco.

– Debo ser honesto, no tengo y nunca tendré idea de cómo es esto de lamentar una perdida. Mato gente muy a menudo y mi compañero de equipo es un lastre que no me dolería perder, pero Sasori era un buen tipo. Comprendía mis ideales sobre guardar el dinero y no era un insoportable mediocre como las últimas adquisiciones de este equipo – Y miró como a lo lejos Hidan parecía querer partir a la mitad a un Tobi que se desvanecía una y otra vez, haciéndolo molestar; A Deidara una mano le palmeo secamente el hombro – La inmortalidad verdadera es figurativa, rubio. Y aquellos como nosotros que pretendemos hacerla realidad, debemos comprender que no es más que una ilusión.

Deidara frunció los labios, pensando en cómo por más que Sasori se hubiera esforzado por ser una marioneta, siempre necesitaría algo de humanidad para sobrevivir, y por ese detalle es que pereció al final; Hidan necesitaba sus rituales y dependía de su Dios, y aunque Kakuzu tenía cinco corazones, si se los destruían todos él moriría igual. Todos seguían siendo humanos a la final, y el ser humano siempre tiene un punto débil.

"Decías que moriría pronto..."  Un gesto de oscura ironía le cruzó por la cara "Y fuiste el primero en hacerlo"

Levantando el rostro para verlo, Deidara torció una sonrisa amarga y asintió.

– Gracias.

– No agradezcas, por hoy te la dejé gratis – Apartando su mano para alejarse a paso lento – Pero a la siguiente tendras que pagar, no es fácil escuchar un buen consejo hoy en día.

"¿A eso le llama un buen consejo?" Le dió un ligero tic en lo que volvía a quedarse en soledad, definitivo que era imposible esperar algo de bondad por más de diez segundos en Akatsuki; Una brisa le erizo el vello de los brazos, causándole una punzada en las zonas aún sensibles por las costuras, ya era de noche y lo mejor sería regresar adentro, allí en donde el ambiente no pudiera agregarle más factores dolorosos a su piel lastimada. Se puso de pie y volvió de nuevo a la base con calma, dándole vueltas a la idea de irse a recluir otro rato, pero le terminaron interceptando a llegar al terreno.

– Deidara – Habló un Pain que parecía ir de salida – ¿Donde dejaste a Tobi?

– Por ahí – Comentó con indiferencia, sin ganas de andar añadiendo detalles innecesarios que no le interesaban.

– ¿Han practicado últimamente?

– No – No iba a mentir porque la verdad es que Tobi si le había perseguido algunas veces para que le enseñara que hacer como equipo en una pelea, pero él se había negado usando excusas.

El líder se cruzó de brazos.

– Deidara, tengo en cuenta de que esto de tener un nuevo compañero no es sencillo para cualquiera, no todos logran trabajar bien y sinceramente dificulto mucho que Tobi llegue a compenetrarse tan bien contigo como Sasori lo hacía, pero con algo de esfuerzo podrían volverse un buen equipo con el tiempo. Para eso se requiere práctica, la cual no vas a conseguir si sigues evadiendo a tu compañero y desobedeciendo órdenes – Y lo que más o menos había comenzado con una voz sutilmente empática terminó volviéndose en la misma amargada y monótona de siempre – Busca un espacio y entrena con él. Eres el encargado de ese equipo ahora, y si llegan a fallar te haré personalmente responsable.

"Por supuesto que sí" Se vió más amargado, puesto para el que se pensara que lo único más terrible en la vida era estar solo y apagado, muy probablemente no sabía lo que era estar apagado y en compañía de Tobi. Era literalmente el equivalente a andar con un humor de querer matar a alguien mientras un payaso te lanza chistes malísimos al odio.

– Si – Terminó bufando sin ganas, sabiendo de antemano lo terrible que sería aquella convivencia.

Pain terminó de irse y él pudo volver a ingresar al recinto, quedandose absorto al ver las escaleras. Arriba estaba su cuarto, pero también lo estaba aquel lugar que no había visitado en mucho tiempo; Ahora que lo pensaba ni siquiera había visto de nuevo al Uchiha después de aquella vez, y más allá del hecho de que su cuerpo extrañaba la rutina una parte emocional también anhelaba su misteriosa compañía, esa que ya se había adaptado a su aura de oscura nostalgia revoloteando a su alrededor.

Era probable que no fuera la mejor idea teniendo en cuenta que no habían tenido mucha comunicación últimamente, pero Deidara sentia curiosidad por saber más detalles de esa silenciosa e inconclusa conversación que habían tenido aquel día. Comprendía sin problemas la parte de su irresponsabilidad y como eso casi terminaba con su vida, la parte que le daba curiosidad era el porque el Uchiha se lo había tomado de esa manera. Quizás no se lo diría directamente, pero Deidara se había especializado en leer entre líneas, por lo que se conformaba con lo que pudiera conseguir.

Subió cada escalón hasta que finalmente llegó arriba, solo que...

"Que raro..." No estaba, había subido y no estaba. Al menos eso era lo que había creído al no verlo sentado en el lugar donde normalmente se sentaba para mirar el cielo. Por costumbre sus ojos se habían ido a ese espacio, pero una vez el entrenamiento como ninja se puso en funcionamiento por encima de lo evidente, logró sentir su presencia muy cerca de donde estaba, solamente que era inusualmente más tenue. Le costó porque había subido muy tarde, pero le logró identificar sentado en un extremo opuesto del lugar, encima de un escombro en la parte más oscura. No podía verle muy bien, pero la escasa luz nocturna le mostró un semblante de cruda mortificación que solo había visto una sola vez hace mucho tiempo atrás.

"Mierda..." Deidara apenas recordaba como era verlo padeciendo uno de sus silenciosos ataques por su rara enfermedad, y ya fuera por la impresión de su decaimiento o la inevitable empatía, se sintió acercarse lentamente hasta donde él estaba; Pudo haber llegado, pero no hubo avanzado un metro cuando Itachi elevó los ojos para verlo. Se detuvo de inmediato, la visión de ese Sharingan mortífero dejaba en claro que su portador no quería su presencia en ese momento.

Itachi estaba serio, manteniendo su mejor aire de mortalidad hasta que esa cabeza rubia desapareció después de cerrar los ojos y soltar un pequeño suspiro; El Sharingan se desvaneció, y él se llevó una mano al pecho cuando le sintió desaparecer escaleras abajo, doblándose hacía al frente con los labios entreabiertos en un acto inconsciente para llevar más oxigeno a sus pulmones. Los sentía ardiendo, tenía una llamarada del fuego más ardiente justo en el centro de su pecho, y cada año parecía hacerse más grande, quemando todo lo que se le atravesara en el camino. Una bocanada de aire fresco le alivió un poco el mareo, pero no tuvo el mismo efecto con sus pulmones, fue peor incluso, porque la picazón de su garganta comenzó a atosigarlo. Y supo, aún cuando se dedicó a toser lo más silenciosamente que pudo en la palma de su mano, que habría sangre cuando la retirase de allí.

Lo sabía porque ya era costumbre, y porque también podía saborear el sabor apagado de su propia sangre con la lengua. Era desagradable, era lamentable, y era su vida.

Lo único que había conocido y muy probablemente lo único que conocería jamás.

Había tenido los ojos cerrados con algo de fuerza, tratando de hacer que su atrofiado sistema volviera a recuperar el ritmo cuando algo caliente le rozó la otra mano. Abrió los ojos entonces, viendo aquella pequeña taza ser extendida para que la tomase. El líquido era oscuro y expedía un ligero humo que olía como a hierbas silvestres y humedad.

Sabía sin problemas que era y para que servía, así como también como es que él lo sabía.

– Eso huele horrible – Había comentado Deidara reclinándose sobre su hombro para intentar captar mejor el aroma. Cuando lo hizo, arrugó la nariz – Y apuesto a que sabe igual.

Sentado en una roca frente a la base, Itachi disimuló una sonrisa.

– No está tan mal – El rubio le había mirado con una mueca irónica bastante graciosa, por lo que él, movido por un momento de confianza, se la extendió para que la probase.

Deidara le había entrecerrado los ojos como si le hubiese puesto algún somnifero potente a la bebida, pero terminó tomándola de todas formas. La miró primero, la olió una segunda vez, y una vez determinó que no se la tomaría si lo seguía haciendo, le dió un sorbo breve. Lo siguiente fue prácticamente inevitable, Itachi terminó dejando salir una abierta sonrisa divertida al ver la cara de asco que puso, con la punta de su lengua escapando de su boca. Sabía de sobra que no lo escupía porque su orgullo era inmenso.

– Lo que te tiene moribundo de seguro ya te quitó el sentido del gusto – Dijo una vez logró controlar el amargo en su boca; Se estremeció – Que agrio, joder.

– Es un poco fuerte – A Itachi no le gustaba el sabor más que a él, pero había logrado acostumbrarse con el tiempo, por lo que cuando se tomó la mitad del brebaje de un solo trago no hizo ninguna mueca.

– ¿Fuerte? – Repitió con sarcasmo – Dame un litro de eso y hasta podría embalsamar un cadáver, ni las lombrices se atreverían a salir.

Las ganas de reír casi provocaron que devolviese lo que le quedaba de bebida, pero la controló a tiempo y logró beberselo todo. No obstante, sus ojos le delataban, la estaba pasando bien.

Siempre terminaba pasándola bien estando con él.

– Recuérdame nunca dejarte escoger las bebidas – Soltó al ver como claramente estaba disfrutando de sus comentarios – Que si no me quiero morir explotado mucho menos intoxicado.

– Esto no es algo que se encuentre en mi lista de preferencias – Le dió algo de gracia que así lo creyera.

– ¿Ah no?

– Es algo esporádico solamente.

Recibió una sonrisa cómica como respuesta.

– Amén por eso, ni yo te desearía ese mal.

– Cuesta creerlo – Agregando algo su propio humor apagado. Deidara se burló un poco, y él se vió despreocupado – Además, tiene sus ventajas.

Aún si lo hubiese disimulado mejor, pudo igualmente ver de reojo como unos ojos azules le examinaban el tono de piel, sabía que estaba viendo cómo lentamente parecia volverse algo más pareja y menos fantasmal. Y, si su silencio significaba que estaba tratando de captar su respiración, entonces también podría ver cómo ahora estaba algo más apaciguada.

Deidara le había sonreído de nuevo, pero no fue como las veces anteriores, estq vez hasta podía jurar que lucía también algo apaciguado, pero no de la misma forma.

– Me lo imagino.

No habían vuelto a tocar el tema de la misteriosa bebida de nuevo, ni siquiera cuando la volvió a beber las siguientes veces. Deidara dejó de hacer comentarios y simplemente le dejaba tomárselo antes de hacerle alguna broma usual, casi como si inconscientemente quisiera asegurarse de que lo tragase todo antes de continuar. Debió ser en uno de esos momentos que vió como era que lo preparaba, porque lucía y olía exactamente igual.

Tras un resoplido, con algo de rudeza unos dedos hicieron que los suyos sujetasen la taza, y él apretó la mano al instante, tomándola; Deidara le había mirado en silencio con mucha seriedad, esperando el momento en que se la llevase a la boca con la misma expresión de resignación que siempre ponía. Una vez lo hizo, se levantó de nuevo.

Esta vez no tenía intención de volver de nuevo y la razón era sencilla, puesto que tras tantos años conociendo a alguien como Deidara le conocía a él, le era fácil intuir muchas cosas que no le decía en voz alta, cosas que a él sencillamente no le hacia falta preguntar porque lo comprendía mejor que nadie.

A él tampoco le gustaba que lo vieran desmoronarse.

Y aunque ese pensamiento no hubiera cambiado en lo absoluto, una mano sujetó la suya igualmente. El artista ya se había decidido a darle la privacidad que tanto quería cuando el suave tirón le hizo detener, sabía que no era una petición ni mucho menos una orden, simplemente un deseo expresado de forma silenciosa. Entre sus opciones estuvo el negarse, pero cuando sus ojos cayeron en él de nuevo, en su aire de dolorosa fatiga, en esos ojos negros que emanaban un profundo cansancio, en esa alma que parecía gritar por un momento de alivio... simplemente no encontró una razón para irse.

Se sentó en el suelo entonces, justo frente a él, observando como aquellos efectos que dejaban en evidencia lo frágil que podía llegar a ser aquel que tantas aldeas temían iban remitiendo paulatinamente. Fue un proceso muy lento, lleno de baches que parecían amenazar con eliminar el efecto del medicamento, y en uno particularmente fuerte lo que habría podido convertirse en otro ataque de tos terminó siendo un cosquilleo vacío. Itachi miró la brillante luz que se reflejaba en su pecho, y cerró los ojos en lo que le envolvía suavemente la muñeca con su mano. Su sonrisa era tenue pero se encontraba conmovido, ambos sabía que algo tan simple como una técnica básica de sanación no era suficiente, pero bastaba para retener los efectos más repentinos y así hacer a la medicina surgir su efecto.

No le comentó nada, pero por la manera en la que su pulgar trazaba formas imaginarias en el dorso de su mano supo que estaba agradecido.

Resultó una guerra, una que Deidara no podía creer que él pudiera haber aguantado solo tanto tiempo, pero terminaron ganando. Eso, sin embargo, no le hizo demasiado feliz.

Habían ganado esa vez, pero nunca se sabía la próxima.

Aún cuando estuvo estable no le quitó la mano de encima, tenía el ansioso sentimiento de querer verificar que le latía bien el corazón, y cuando la madrugada comenzó a hacerse más fría y solitaria, el suave y constante tamborileo debajo de sus dedos terminó por adormecerlo. La cabeza le cayó un poco hacia adelante, pero fue otro brazo el qué, rodeándolo con cierta indecisión, le terminó de atraer por completo.

Antes de dormirse por completo Deidara observó el panorama entre sus párpados caídos, estaba reclinado sobre él, con la mejilla descansando en la curvatura de su cuello, la mano izquierda se le había resbalado y ahora reposaba en su estómago, sostenida por una de sus propias piernas las cuales había encogido un poco en busca de comodidad. Tenía un brazo ajeno rodeándole el hombro izquierdo, evadiendo limpiamente las costuras en lo que un oscuro cabello le rozaba la punta de la nariz; Itachi tampoco había tenido la intención de dormir, pero la estable respiración sobre su piel era hipnotizante, y el calor que emanaba su cuerpo era suficiente para mantenerlo cómodo. No debió, pero le terminó rodeando con el otro brazo de todas formas, usando esa cabeza testaruda como apoyo para la suya.

Hacía tantos años que no dormía abrazado a alguien de esa manera que la dulzura del recuerdo terminó por envolverlo. Aún si no hubiera una cama, un hogar cálido o sentimientos definidos, terminó aferrándose a ese chico igualmente. Al fin y al cabo no necesitaba ninguna de esas cosas para sentirse como Deidara le había hecho sentir en ese momento, como si por un segundo existiera alguien en el mundo al que su vida le importase tanto como a él le solía importar la vida de los demás.

Ambos eran criminales buscados por todo el mundo ninja, y sin embargo se desconectaron del mundo sin sentirse de esa manera. Durmiendo en brazos de otra persona que aunque se negaban a querer, necesitaban más de lo que pudieran imaginar.




              OoOoOoOoOoOoO




Si antes Deidara pensaba que su vida no estaba tan mal, ahora podía decir que estaba bien. Buena, incluso. Y aunque no hubiesen pasado ni tres semanas desde la vez que casi se quema las pestañas haciendo ese té de porquería, no podía retener las ganas de aceptar que las cosas no estaban yendo nada mal. Con su compañero la cosa era estándar, le entrenaba para trabajar con él y tomando alguna vez el rol que Sasori había tenido también le instruia sobre ciertas cosas, es verdad, le hacía volar como siete veces al día, pero el sujeto era masoquista y siempre terminaba rogándole para continuar. En cuanto a su habilidad y curación la cosa iba casa vez mejor, cierta personita le había recomendado algunos brebajes que podía tomar para calmar el dolor de los músculos mientras su piel terminaban de cicatrizar, por lo que aunque no estuviera del todo recuperado, ya podía cargar bastante fuerza sin temor a que se le desbaratara el cuerpo.

Con Itachi, por otra parte, su ánimo se debía a dos palabritas que ahora formaban parte de su curiosa rutina:

Dormían juntos.

Por supuesto, tampoco es como si se hubieran mudado a una sola habitación, formalizado su estatus o puesto sus cepillos de dientes en un solo vasito. Nada de eso. Es solo que ahora cada vez que el Uchiha andaba particularmente indispuesto, Deidara solía quedarse con él hasta que el sueño le ganaba, por lo que al día siguiente despertaba con la cabeza en sus piernas, el cuerpo entre sus brazos, de lado y con sus narices rozando o incluso abrazándose como a una almohada; Por ejemplo, el otro día se había despertado viendo que estaba en el piso, apachurrandole desde atrás el torso con los brazos, por lo que Itachi tenía en su cara una ligera mueca de ahogo que se le hizo demasiado divertida. Comenzó a carcajearse sin poder evitarlo y el sonido de su risa despertó a su acompañante quien se vio algo confundido, pero como la gracia no le permitía articular una oración, Itachi también se rió con él, contagiandose de su buen humor.

Había sido uno de los despertares más bonitos que había tenido.

Normalmente eso sucedía en su zona especial en el último piso, pero como a veces el polvo que traía el viento empeoraba la respiración del azabache, terminaban en alguna de sus habitaciones. Eso no era novedad para ellos, lo era el no estar solos cuando amanecía, ya que por norma general el invitado tendía a irse antes de llegar a la parte en donde deberían dormir; Obviamente también habían vuelto a su rutina de empotrarse contra la pared cuando mejor les provocase, por lo que aunandolo a todo lo demás la cosa estaba bastante bien.

– Deidara-sempai... – Rezongo un Tobi sacándolo de sus pensamientos. El chico se acercó lentamente a él, sobándose la rabadilla como si le fueran azotado – ¿Era necesario volarme tan alto?

Su estado a Deidara no le generaba empatía alguna, principalmente porque cuando Tobi se veía envuelto en una situación en la que salía lastimado era altamente probable que se debiera a algo que había causado él mismo, como en este caso.

El artista se cruzó de brazos.

– Eso es para se te quiten las ganas de pasarte de listo queriendo tomar mis cosas.

– ¡Pero si yo no toque nada!

– ¡Tomaste mis animales de arcilla y los transformaste en bolas amorfas! – Aún se le bajaba la tensión cada vez que recordaba la imagen de su arte completamente deformado por culpa de su nuevo compañero – ¡Tienes suerte de que no te volase la cabeza!

Tobi hizo un par de gestos raros a la vez que gesticulaba con voz culposa.

– Simplemente estaba experimentando...

– Pues para la próxima experimenta con tus propias cosas, o juro por Dios que no habrá Pain en la tierra que te salve de una muerte dolorosa – Deidara se dió la vuelta con la misma mala cara que siempre ponía al recordar como convivir con Sasori nunca fue tan molesto y fastidioso.

A Pain no podía interesarle menos la relación que tenían sus subordinados siempre y cuando no obstruyera la misión, pero las riñas entre Deidara y Tobi tenían la habilidad de alborotar a todo el equipo, por lo que al menos una vez por semana tenía que intervenir y encomendarles ser profesionales, sobretodo al ver que las explosiones a las que Deidara sometía al de la máscara no eran unas de las cuales se pudiera salir impune.

Era casi como si hubieran otros Hidan y Kakuzu en el equipo, haciéndole dudar seriamente de si esa habría sido una buena decisión. Se abstuvo de hacer algo simplemente porque Konan que le recordó que Deidara no podía trabajar sin un compañero y que Tobi resultaba un peligro si se le dejaba solo, más si utilizaba un uniforme de Akatsuki.

Nadie realmente estaba conforme con la decisión. La mitad del equipo quería al novato afuera, su propio compañero incluido. Kisame y Konan eran los únicos que no encontraban al chico tan excesivamente fastidioso, mientras que Pain estaba neutral e Itachi realmente nunca expuso una opinión al respecto.

Deidara se había sentido algo molesto por ello, pero el Uchiha respondió a sus quejas implícitas argumentando que no poseía nada en contra del chico porque en Akatsuki nunca había trabajado con él, tampoco se le acercaba nunca, por lo que siendo honestos Itachi no tenía motivos para encontrarlo fastidioso.

El artista se economizo el quejarse de que si no se le acercaba era porque Tobi aún con todo y estupidez tenía aprecio por su vida, pero como eso implicaba un elogio sutil a su reputación y porte de criminal respetado, terminó por guardarse el comentario.

Un quejido lastimoso se escuchó a su lado, espabilandolo. Tobi ahora se sostenía uno de los brazos con algo de fuerza.

– ¿Esa explosión era nueva? Porque creo que me acabas de arrancar la piel.

– No – Respondió serio – Era una de las normales.

– No lo pareció, sempai... – Lloriqueo otro poco más, y cuando Deidara le echó un ojo verificó que le había quemado un lado del brazo con algo más de empeño de lo que había calculado.

Estaba seguro de que la cantidad de chakra que había aplicado en aquellas arañas no había sido tanta como para que la capa de Akatsuki terminara tan carbonizada, menos con la habilidad de transportación que Tobi manejaba, el que aquello hubiera pasado se lo atribuía a otra de las cosas que estaban diferentes últimamente, y eso era su propio chakra; Deidara estaba consiente de que aunque no fuera el más fuerte de Akatsuki seguía siendo bastante hábil en diversas áreas, capaz de volverse un verdadero dolor de cabeza para ninjas de alto rango, sin embargo, últimamente ese nivel de peligro había escalado a un punto que no creyó poder superar dan rápido. Tenía como costumbre entablarse metas para seguir avanzando, pero los pasos que estaba dando eran tan agigantados que a él mismo le sorprendían. Se sentía bastante fuerte, rápido, incluso hasta más letal. Por sus venas corría un flujo de poder que estaba aprendiendo a reprimir, puesto que aunque fuera útil en las batallas, causaba problemas cuando era para misiones mas llevaderas.

En la última misión había querido volar parte de una construcción, pero terminó explotando el templo completo sin saber exactamente como lo había hecho. A Konan no le había hecho gracia, pero por suerte su reprimenda no fue tan dura.

En cierto modo le gustaba porque estaba recibiendo muchos halagos, en especial de los más viejos como Kakuzu o el mismo Pain, hasta Itachi le había regalado una mirada de reconocimiento a pesar de no haber hecho comentarios al respecto, pero aún así le costaba no sentir inquietud con respecto al asunto, porque momentos como esos era en donde recordaba que no tenía mucho control sobre sus nuevas capacidades.

– He avanzado mucho en estos días – Se excusó limpiamente sin perder la seriedad – Así que mejor no me provoques y cierra la boca, Tobi.

Tobi se encorvo de forma infantil y asintió sin ganas.

– Está bien...

– No lo digas así, joder. Responde como un adulto.

– Está bien, sempai – Lo intentó de nuevo con la voz menos aguda, pero Deidara igual torció la boca.

– Y tampoco me llames así, que si te enseño no es por gusto – Aquella frase aunque dicha que en su boca le recordó a su antiguo compañero, no cayendo en la nostalgia solamente porque su reemplazo volvía a dar brincos infantiles.

– Ya lo sé, pero para mí eres mi sempai así que te seguiré diciendo de esa forma – Prosiguiendo a hacer sus gestos de felicidad de nuevo.

Pensando que eso de seguro era una especie de castigo por todos sus malos actos cometidos, rodó los ojos y se ahorró la molestia de responder para continuar con su misión.

En ese momento se encontraban regresando de una de las pocas asignaciones que les habían asignado a su grupo. No hacian muchas debido a la evidente inexperiencia de Tobi, pero esta era una relativamente sencilla, su encargo como equipo habían sido desaparecer unos cuantos testigos que habían visualizado a Hidan y Kakuzu en su recorrido para capturar al Nibi. Aún les faltaba por llegar a su destino y lo que menos quería Akatsuki es que sus miembros fueran descubiertos siquiera antes de completar la misión.

Ya les faltaba poco para llegar a la última parada que harían antes de regresar a la base, pero antes de llegar a la cueva que usarían para acampar Deidara se topó con una construcción de lo más interesante. Era como un pequeño cementerio oculto del pueblo más cercano, las tumbas lucian viejas pero el césped que crecía al rededor se veía limpio y muy verde. Al rubio le llamó la atención ver a quienes pertenecían las tumbas, por lo que se acercó a los pilares que separaban la zona del resto del bosque. Podría jurar que le recorrió un extraño cosquilleo cuando traspasó la entrada, pero lo ignoró.

Se inclinó sobre las rocas y leyó:

Tajima Uchiha.

Izuna Uchiha.

Tsuki Uchiha.

– ¿Todos eran del clan Uchiha? – Alzó una ceja al ver que efectivamente no había nadie que no perteneciera al clan, y le sorprendió que algo similar estuviera tan lejos de Konoha.

– ¿Deidara-sempai? – Oyó a su compañero llamarlo y en respuesta alzó un poco la voz sin dejar de mirar.

– Por aquí.

Unos pasos que se hacían más cercanos le confirmaron que su compañero se acercaba hacia allá.

– ¿Por qué siempre me dejas botado, sempai?

– Porque eres un fastidio que no me deja vivir en paz – Pasó el dedo por uno de los nombres, estaba perfectamente conservado para ser de hace muchísimos años, y por el lustroso material pulido en los bordes, casi podría jurar que era como un cementerio para ninjas de élite. En su aldea ni siquiera aquellos que morían de forma honorable recibían una tumba de ese calibre, solo el Tsuchikage o miembros cercanos del alto mando podían llegar a aspirar a algo similar una vez que acabasen sus vidas, y aún si lo hicieran Deidara dudaba que se viera tan detalladamente cuidado como esas que tenía en frente.

– El día que alguien me haga algo te vas a sentir muy mal – Se le oyó un puchero en la voz.

– Tobi, el día que alguien te mate yo voy a ser más que feliz.

– ¡Eres demasiado cruel! Y yo que solamente quería...

Deidara ciertamente había estado demasiado concentrado mirando el lugar como para prestar mucha atención a su entorno, pero cuando el ruidoso y parlanchín de Tobi se calló de pronto, tuvo que voltearse a ver que había causado ese tremendo acontecimiento.

– ¿Ya te cansaste de fastidiar? – Su sarcasmo era evidente, pero elevó una ceja al ver a su compañero en la entrada del pequeño lugar. No fue su silencio lo que captó su interés, sino la forma en que su único ojo visible se veia inmenso, desubicado, casi como si no pudiera creerse lo que estaba viendo – ¿Que te pasa ahora?

Al ser interrogado tan directamente aquella extraña faceta en su compañero desapareció. Su rostro reemplazando el impacto con su faceta usual de imperactividad.

– ¡No es nada! Es que no sabía que estarías en un sitio tan feo como este – Se escuchaba igual de risueño, aunque podía sentir que algo en su voz temblaba un poco; Señaló al frente – ¿Acaso esas son tumbas?

Ligeramente desubicado por ese cambio, Deidara les echo otra mirada y torció la boca.

– Si.

– Oh, ¿Y de quienes son? – Se adentró en el sitio, situándose junto a él en lo que también parecía echar un ojo.

– Aparentemente son tumbas de ninjas que pertenecieron del clan Uchiha.

– ¿Del clan Uchiha?

– Si, eso dije, idiota – Bufando en lo que el de la máscara se acercó un poco más con aire de interés.

– Que raro, ¿De qué año crees que sean, sempai?

– No te sabría decir, las he visto todas y ninguna tiene fecha. Aunque me supongo que deben ser de la época por la primera gran guerra mundial ninja, de lo contrario no estarían tan lejos de Konoha.

Al artista no le parecía inusual la curiosidad de su compañero ya que normalmente preguntaba hasta por cosas que alguien de su edad ya debería saber. Sin embargo, lo único que si le resultaba algo extraño era su actitud, no se veía tan tonto como normalmente solía serlo, y su porte estaba algo tieso, casi como si se estuviera forzando a actuar natural.

– ¿Sabe, sempai? He oído que los Uchiha solían resguardar estos sitios con jutsus muy raros y tenebrosos.

– ¿Jutsus raros? – Frunció el ceño – ¿Como magia barata?

– Puede ser – Comentó con cierta duda chistosa, a lo que Deidara solo rodó los ojos.

– No, no puede ser. Esas cosas no existen, aunque si me los veo utilizando cualquier porquería para guardar sus secretos.

– ¿Ve? Jutsus raros – Escuchándose alegre como un niño pero a la vez algo intenso, como impaciente por algo.

– Tal vez no raros pero si prohibidos.

– Si eran Uchiha de seguro eran de los más peligrosos, ellos eran muy fuertes...

Deidara chasqueo la lengua.

– Eran unos imbéciles arrogantes antes y lo siguen siendo ahora, no hay mucha diferencia entre ellos y otros clanes a excepción de que solían creerse más de lo que eran – Procuró minimizar un poco su propio remordimiento para luego suspirar – Si usaron algo o no para resguardar sus cosas no lo sé y tampoco me interesa saber. Además sabes que yo no creo en esa clase de estupideces, Tobi, menos si vienen del clan Uchiha.

– Ah si, si lo sé. Pero ya sabe, si hubiera algo como eso pensé que usted ya lo sabría.

– Supongo... – Tras una sonrisa burlona breve al saber que por lo general tendía a ser minucioso con esos detalles, recordó el momento al entrar – Cuando puse un pie en el lugar si se sintió un aire extraño, pero no creo que sea magia ni trucos raros, simplemente debe ser porque es un cementerio – Se sacudió un poco con pavor – Nunca me ha gustado la idea de visitar cadáveres.

– Interesante...

El ceño del artista se frunció un poco más, su compañero había sonado como alguien que escucha algo que realmente capta su atención, pero no de una buena manera.

– ¿Seguro que no te pasa algo? Me suenas más idiota de lo normal.

– Para nada, sempai. Tobi está como siempre, muy feliz de ayudar – No había nada que le hiciera parecer algo más que un niño caprichoso, pero algún motivo algo en su cabeza no terminaba de creerle. Tal vez se había vuelto más desconfiado o quizás había pasado demasiado tiempo con alguien experto en interpretar las mentiras, fuese lo que fuese, se desvió de su interés cuando Tobi pegó un brinquito – ¿Nos vamos ahora? Ya me esta sonando el estómago y no me quiero desmayar de hambre.

Deidara rodó los ojos.

– Si no aguantas un día sin comer mucho menos tres extrayendo un demonio – Le generó algo de gracia notar que estaba escuchandose igual que cierta persona; Se llevó dos dedos a la frente – No sé como Pain pensó que esto sería una buena idea...

– ¡Puedo hacer muchas cosas buenas! – Aseguró con mucha convicción – Si quiere se las muestro, solo deme un poquito de comida y con gusto lo hago.

– No tienes remedio... – Exhaló hondo, sintiéndose algo agotado. Casi una semana de viaje le estaba remitiendo en la cabeza – Te lo concedere solo porque también estoy cansado, pero para la próxima...

– ¡Que bien! ¡Entonces vámonos! – Celebró sin dejarlo terminar, saliendo del lugar en lo que Deidara, bufando ante lo poco profesional de su actitud, le seguia de cerca – Si nos apuramos tal vez podríamos volver a pasar por ese puesto de onigiris que tiene unas baratijas de colores igualitas a las que usted hace.

A pesar de que Deidara se había quedado intrigado por haber sentido de nuevo ese curioso cosquilleo al salir, se quedó tieso al escuchar semejante atrocidad.

– ... ¿Baratijas?

Conociendo a la perfección ese tono de voz que solo prometía desgracias a su persona, Tobi se pegó a un tronco.

– Sempai, le juro que yo no...

– Te dije una vez que ni un santo tiene tanta paciencia, Tobi – Entrecerró lentamente los ojos – Yo no soy un santo ni tampoco tengo paciencia, y mucho menos si tengo que lidiar con un idiota ignorante que no respeta mi arte.

– ¡Pero si yo nunca he insultado su arte!

– La última vez sugeriste que mis creaciones eran un plagio.

– ¿Y no lo son? – Preguntó con una inocencia que se le borró al ver como un terrorífico cien pies se caminaba en su dirección.

Basta decir que salió huyendo, y sin importar la enorme cantidad de excusas que su voz infantil pudo proferir, Deidara igualmente le lanzó un ave que rápidamente le dió alcance. El roce de la arcilla con su capa dió como resultado una bellísima explosión que su creador se encargó de disfrutar desde una distancia segura y una sonrisa de satisfacción que nunca podía evitar colocar cuando le hacía una maldad a su compañero. Sabía que ese inútil seguía vivo, pero no le esperaría. Iría a descansar tranquilamente y el otro chico de seguro volvería cuando sintiera que a su maestro se le bajaba un poco la ira.

Efectivamente lo hizo, volvio a eso de las diez de la noche todo chamuscado y renegando de seguir teniendo hambre, pero Deidara le tendió otra capa nueva y le instó a callarse la boca mientras le ofrecía parte de lo que había sobrado de la cena. De todas formas tampoco era tan mala persona como para no admitir que ser compañero de Tobi tenía sus ventajas por mucho que le molestase la mayoría del tiempo.

A la final a modo de compensarlo su compañero se ofreció a hacer la primera guardia y dejarlo dormir, Deidara no encontró mala esa idea, pero por más que lo intentó no pudo hacerlo. No era alguien particularmente paranoico, pero sentía que había algo que no estaba resultando bien, o quizás como si algo fuera a terminar mal de algún modo. Quizás era parte de su propio instinto, en la academia les enseñaban a diferenciar el pesimismo ante una situación y el instinto de supervivencia, encomendandoles a los jóvenes que todo buen ninja es capaz de sentir las posibilidades de su entorno aún si no se da cuenta, reaccionando con sospecha cuando estas tienden a ser malas. Ser criminal también había aportado algo a su prudencia, no porque le gustase romper las reglas significaba que podía ir o hacer lo que quisiera, el exilio tenía reglas que se debían seguir, y aún si dentro de Akatsuki no hubiera hecho algo que perjudicase gravemente su posición, seguía sintiendo que había una desconocida y extraña tensión en el aire.

Intentar descubrir que podía ser sin tener pista alguna terminó siendo engorroso para su mente, por lo que a la final se le fue imposible conciliar el sueño.

"Pues ya qué" Se levantó de su puesto, estirandose un poco para salir y decirle a Tobi que cambiaran de lugar, pero lo estrecho de la cueva y la rapidez de sus movimientos terminó haciendo que uno de los pergaminos se cayera parcialmente al fuego.

– ¡Carajo!

Lo tomo por el otro extremo y con la otra mano lo palmeo con fuerza para que se apagase. El papel dejo de consumirse, pero pasó otra cosa sorprendente.

La llama ardiente que había estado sobre el pergamino se movió ante el brusco movimiento que estaba haciendo, traspasandose limpiamente a su mano como si sus dedos estuvieran impregnados por algún líquido inflamable. Al rubio se le abrieron los ojos, apenas reparando en que tenía la mano envuelta en fuego cuando sacudió rápidamente el brazo, logrando que ahora la llama se pasase de su mano hasta caer de vuelta a la fogata, al hacerlo las flamas se elevaron tan alto que rozaron el techo de la cueva con una potencia impresionante. Deidara se pegó a la pared con rapidez para no quemarse la cara, mientras que Tobi apareció un segundo después de que el fuego volviera a su tamaño normal como si nada hubiera pasado; Su voz sonaba confusa a la vez que acelerada.

- ¿Pero que pasó?

Deidara guardó silencio en lo que trataba de que se le estabilizase el pensamiento, sus ideas vagaban de un lado a otro con sospecha, casi pudiendo confirmar que esto debía tener que ver con aquel mal presentimiento que no le dejaba en paz. Tenía los ojos algo abiertos, procesando ese ligero dolor que se asenta en el pecho solamente cuando puedes suponer con toda seguridad que algo bastante malo podría pasarte.

– ¿Sempai? – Tobi avanzó un poco, pero él ahora se estaba mirando la mano.

Estaba limpia, sin rastro alguno de cenizas o carbón. Su piel estaba intacta, sin el enrojecimiento o la hinchazón típica por una quemadura, su mente no podía recordar haber sentido algo similar al dolor. Se había quemado muchísimas veces antes trabajando con los explosivos, y jamás le había pasado algo semejante.

– ¿Que pasó? – Insistente como era, su compañero le empujó un poco.

Deidara le miró apenas, sabiendo de antemano que si aquello había sido extraño, lo que le siguiera no podía ser mejor.

– No tengo idea...








Continuará...

Notas finales:

Alguien se siente perdido? XD Prometo que las dudas se resuelven rápido, así que no se preocupen.

Pajarita hermosa, espero que te haya gustado :3 Agradecele a mi mente y al Ron que me tome en mi crisis por el tercer lugar del Haru jajaja

Un saludo.

Menma.


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