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Notas del capitulo:

"Aún puedo escuchar tus pasos, tu andar. La luna ilumina las horas de mi soledad, ¿y dónde estás? Yo aquí te espero. "

Lejos de la ciudad - Kudai

Capítulo 3: Caminos en la ciudad

 

Levi caminó hacia la entrada de su casa y sacó el abrigo que había dejado colgado en el viejo perchero de madera para proceder a vestirlo. Su madre le seguía el paso por detrás y le ayudó a arreglar el cuello de la tela para que quedara perfectamente doblada mientras él terminaba de abotonarse la prenda.

—   ¿De verdad tienes que irte, cielo? —

Las palabras de su madre sonaban dulces como siempre, pero el azabache notaba la tristeza que intentaba ocultarse tras la sonrisa que le regalaba, al tiempo que él se ponía la bufanda de lana — que ella había tejido para él hace mucho tiempo — y volteaba a mirarla.

No le gustaba la idea de que Kuchel — su madre — se quedara sola en esa casa, pero sabía que pedirle abandonar el campo y mudarse a la ciudad no era lo que ella deseaba, pues toda su vida había detestado el ajetreado ritmo de vida citadino, los olores a contaminación y el ruido molesto, así como los altos edificios que impedían ver el sol nacer y ocultarse; no, su querida madre siempre había amado la tranquilidad de la naturaleza.

El chico hubiese deseado quedarse a su lado, en ese pueblo, para ayudarle con los cultivos que mantenía y que brindaban el sostén económico a su familia; pero la universidad estaba demasiado lejos como para hacer ese viaje de ida y regreso todos los días, por lo mismo, la residencia universitaria se volvió su hogar durante los días de semana, e incluso, los fines de semana cuando tenía exámenes o trabajos pendientes; de esta forma, sólo podía ver escasos días en el mes a su madre y acompañarla en su soledad.

Bueno, a veces — como en esta ocasión —, tenía la oportunidad de encontrarse con la compañía de su tío — Kenny — quién también se daba el tiempo de viajar para estar con su hermana menor.

—   Me quedan los últimos exámenes antes del receso de fin de año. — respondió el azabache, sabiendo que en parte era verdad; sin embargo, el otro motivo por el que se había visto en la necesidad de regresar con urgencia a su habitación en la residencia era por Eren.

El moreno había desaparecido por completo las últimas dos semanas. No había recibido mensajes ni llamadas de él, mucho menos alguna visita inesperada. Lo cierto es que Levi se había encontrado a sí mismo en una contradicción de pensamientos, pues, en estricto rigor, esperaba que Eren no necesitara alojo otra noche y que el evento que lo había llevado hasta su habitación hace dos semanas había sido un hecho aislado y que no se repetiría; sin embargo, su instinto le decía que, en realidad, no es que el moreno no le necesitara, sino que no quería ser una molestia para él y, debido a esto, se negaba a comunicarse. Por lo mismo, había estado pendiente a su teléfono en caso de que lo contactara y se había negado a salir de la residencia por miedo de que el chico llegara y Levi no estuviese ahí.

Se sentía un idiota, porque en su mente se reprochaba el no haber insistido más en que se quedara, en convencerlo de que podía ayudarlo, que quería ayudarlo. Tampoco le había confesado que también se sentía atraído por él y que no le molestaba tener que ser paciente; era ridículo porque, ciertamente, no conocía del todo a Eren, de hecho, prácticamente seguían siendo desconocidos, así que sonaba absurdo y disparatado darle tanta importancia a mantener el contacto entre ellos.

Pero ya no podía cambiar las cosas. Eren era un adulto y tomaba sus propias decisiones, sobre las cuales Levi no tenía incidencia alguna. Aun así, eso no quitaba que se sintiera sutilmente ansioso de sólo considerar que el moreno estuviera aguardando en su puerta ahora que había decido visitar a su madre ese sábado.

—   No te exijas tanto, Levi. — le dijo su madre repentinamente, acunando la mejilla de su hijo con ese carisma maternal que, a veces, el chico extrañaba estando solo en la ciudad.

—   No te preocupes. — intentó tranquilizarla. Luego, miró a su tío, quien estaba apoyado sobre el barandal de la escalera que estaba frente al recibidor de la entrada, la cual daba acceso al segundo piso de su casa. — ¿Seguro que puedo llevarme tu auto? — le preguntó al hombre, quien, cuando mencionó que se marcharía esa misma noche de vuelta a la residencia, le ofreció su vehículo para que no tuviese que tomar un autobús.

—   Sólo no le dejes con el tanque vacío, enano. Pasaré por él durante la semana. — comentó con indiferencia. — Ni se te ocurra chocarlo. — le advirtió antes de dirigirse nuevamente a la sala y perderse de su vista. Levi contuvo la carcajada, pues era la manera que tenía Kenny de decirle que tuviera un buen viaje y se cuidara.

—   Avísame cuando llegues. — le pidió Kuchel, dejando un beso en su mejilla.

—   Lo haré. Gracias por todo. —

Levi le dedicó una corta sonrisa a su madre y luego abrió la puerta, marchándose de su hogar.

El frío de diciembre se colaba por sus ropas en el pequeño trayecto que tuvo que hacer hasta el garaje, donde su tío había estacionado el antiguo sedán que conducía desde que Levi tenía memoria, quizá mucho antes.

El interior del automóvil no lo abrigó del todo, pues la temperatura se transfería por los vidrios hacia el interior. Se apresuró en encender el motor, que rugió escandalosamente cuando por fin logró echarlo andar, recordándole uno de los motivos por el cual no solía pedirle el auto a su tío y es que ese pedazo de chatarra amenazaba con fallar en cualquier momento, aun cuando Kenny aseguraba que estaba con la revisión técnica al día.

El segundo motivo era que el viejo Kenny tenía la mala costumbre de fumar dentro del vehículo, por lo que estaba impregnado del olor a tabaco y, por supuesto, sucio con cenizas de cigarro y papeles de goma de mascar que intentaban disimular el aliento de fumador.

Cuando el calor de la calefacción le hizo sentir sus manos otra vez, se puso el cinturón y emprendió la marcha de regreso hacia la ciudad, conocedor de que le esperaba casi dos horas de viaje con una radio en mal estado y un cd viejo de blues que parecía estar atorado en el compartimiento respectivo.

Debía admitir que le gustaba conducir, sobre todo a esas horas de la noche donde el campo se hallaba en silencio y las calles que conectaban a las carreteras hacia la ciudad estaban más despejadas de vehículos, permitiéndole relajarse un poco y poder echar a andar su mente con cualquier cosa.

Se sentía un poco triste de haberse marchado tan pronto de su hogar. Tal vez debió haber esperado a tener más tiempo libre para pasar con su madre y no apresurarse en visitarla de manera tan fugaz; pero es que, esos últimos días, se había sentido un poco ahogado en su habitación de la residencia, rememorando una y otra vez sus encuentros con Eren, principalmente el último y el dolor marcado en su mirada verdeazulada cuando le dijo que no quería tener una relación con él.

Curiosamente, pese a que se esmeraba por estar todas las noches en su habitación en caso de que el moreno apareciera, también sentía que detestaba estar ahí, porque todo en su habitación parecía estar marcado por ese chico; se sentía tan patético de estar obsesionado con alguien quien, desde el primer momento, le había asegurado que su relación era netamente sexual y que no se debía encariñar.

Quizá su sentir tenía que ver con la confesión del mismo Eren sobre su atracción por Levi, al confesarle que le gustaba; tal vez eso había encendido una luz verde en el corazón del azabache para permitirse idealizar un futuro en donde podrían llevarse mejor, conocerse y tratar de ver hasta dónde podían llegar, más allá de acostarse un par de veces al mes.

Levi sabía que tenía que dejarlo ir. Tenía que quitarse de la mente a ese joven moreno de preciosos ojos color esmeralda. Tenía que dejar de esperar su llamado y salir de su habitación, volviendo a su vida normal, esa que le permitía salir a veces con sus compañeros y visitar algún bar cuando sus amigos tenían una tocata… evento que, por cierto, lo había llevado a conocer a Eren.

Sí, esa noche había llegado a ese bar porque Isabel y Farlan — sus mejores amigos desde la secundaria — tenían una pequeña agrupación y a veces tocaban en locales como ese. Levi sólo asistió a esa tocata porque el lugar quedaba relativamente cerca de la universidad y había sido un viernes, por lo que no le importaba salir hasta tarde y pasar un­­ rato agradable fuera de sus deberes universitarios.

Y todos sus planes habían sido cancelados cuando la perfecta sonrisa de Eren apareció junto a él, sentándose a su lado comenzando una conversación en la que se vio sumergido sin darse cuenta; es más, ni siquiera recordaba que estaba en ese bar para apoyar a sus amigos o que él no era de los que les coqueteaba a extraños en ese tipo de lugares.

No, con Eren fue como adentrarse en un mundo nuevo, uno donde se sentía dominante ante ese chico encantador que buscaba la manera de hacerlo sonreír, de mirarlo con tal profundidad y sin un ápice de vergüenza o inseguridad. Eren se había mostrado tan determinado en conquistarlo en esa noche que Levi cayó rotundamente en su encanto y, para cuando ya llevaban más de una hora conversando — cada vez más en confianza como para reír abiertamente o dejar que el chico acariciara sutilmente su mano o le susurrara cosas al oído, sólo para dejar que sus labios le rozaran la mejilla hasta acariciar ligeramente su boca al alejarse — el azabache supo que lo deseaba de una manera hambrienta y desesperada.

Se sorprendió de sí mismo cuando le ofreció al chico acompañarlo hasta la residencia, quien aceptó triunfal en el mismo instante. Levi pagó la cuenta de ambos y comenzaron a caminar hacia la universidad, entre sonrisas y miradas lujuriosas, tal vez dominados por el alcohol o el hechizo de la noche de un viernes en la ciudad, donde dos extraños podían dejarse llevar por sus deseos y complacer sus necesidades más carnales.

Levi había jugado con la paciencia del chico cuando este intentaba besarlo en medio de su caminar, cuando habían subido las escaleras hasta el piso donde estaba su habitación y, justo cuando abrió la puerta de esta y dejó pasar al joven de ojos cuales océanos, se acercó hacia él y lo besó sin reparos, sin dulzura y sin vergüenza.

Se desconocía completamente, pues nunca había hecho algo así. Besar a un completo extraño, a un chico que había conocido hace dos horas antes en un bar. Y ahí estaba, recostándolo sobre su cama y subiéndose sobre él para devorar esos labios carnosos con sabor a ron y menta, usando su lengua para recorrer su paladar y sentir la suavidad de esa cavidad suspirar contra su boca.

Las expertas manos de Eren se abrazaron a su cintura tras sacarle la chaqueta, buscando la piel que se escondía bajo sus prendas, sintiendo aquellas manos frías recorrerle la espalda mientras enterraba los dedos en sus músculos.

El azabache sentía tanto deseo por ese extraño joven que había tenido pensamientos de lo más irracionales atravesar su mente cuando soltó sus labios y llevó su boca hacia el cuello contrario, sintiendo con fuerza su olor; ese aroma que le recordaba al verano, a la cascada que antecedía al río que estaba cerca de su hogar. Su nariz se incrustó en esa extensión de piel levemente sudada, mordiéndola y saboreándola, sediento, todavía siendo víctima de las manos del chico que ya se habían encargado de quitarle toda ropa de su torso, exponiendo su cuerpo ante él.

Levi se había erguido, mirándolo directamente a sus ojos verdes y notando lo opacos que estaban. Sus labios entreabiertos dejaban salir exhalaciones irregulares por la excitación y, pese a la oscuridad, podía notar sus pómulos un poco sonrojados. Sonrió ladinamente al verlo bajo su cuerpo y metió su mano bajo la sudadera que traía ese día, sintiendo los músculos de su abdomen tensado y cálido, estremeciéndose bajo su caricia y enredando sus largas piernas en torno a él.

Besó sus labios nuevamente, permitiendo que esta vez fuera la lengua contraria quien invadiera su boca al tiempo que él pegaba su cadera contra la entrepierna del chico y notaba lo duro que estaba en esa zona. Sonrió entremedio del beso y procedió a desvestir el torso del joven en apenas unos segundos, exponiendo ese cuerpo que ya había imaginado de tan solo delinearlo con sus dedos.

Eren tragó fuerte cuando se sintió escrutado por su mirada gris y Levi estiró su mano para apartar algunos mechones castaños de su rostro ardiente. Le había preguntado si quería seguir, si estaba bien seguir con eso y el chico se mostró extrañamente emocionado ante sus palabras. El azabache no quería hacer algo que después supusiera un malentendido y es que jamás había tenido sexo casual, pero el joven se estiró para besarlo otra vez y le aseguró que deseaba aquello, que lo deseaba a él.

Convencido y sucumbiendo a sus bajos instintos, volvió a abalanzarse sobre él, esta vez con más dominancia y necesidad. Embistió suavemente contra la entrepierna del chico, robándole el primer gemido no contenido que resonó en ese pequeño espacio que era su habitación; por alguna razón, ese gemido lo encendió de maneras indescriptibles, teniendo que repetir la acción anterior, esta vez con más fuerza, sujetando las caderas contrarias para permitir ese exquisito roce entre sus hombrías.

Eren susurró su nombre casi involuntariamente y el azabache no perdió el tiempo, desabrochando su pantalón después de haberle quitado los zapatos — y también los propios — sólo para sacar esa prenda de entre medio y regocijarse ante la erección que tenía el moreno, incluso cuando todavía tenía la ropa interior puesta.

Sin dejar de mirar sus ojos verdes, brillantes por la expectación y excitación del encuentro, procedió a besar su marcado abdomen mientras acariciaba sus piernas, subiendo por el muslo hasta las caderas y luego bajando suavemente, sólo para repetir el proceso, sin quitarle protagonismo a su boca que sólo descendía entre mordiscos y la traviesa lengua que pasó por el ombligo del moreno y llevó al chico a arquear la espalda, suspirando suavemente.

La piel canela del joven era exquisitamente suave, brillaba por el sudor que se acentuó cuando Levi llevó su boca hasta su miembro y mordió la punta de este sobre la ropa interior; en esta ocasión, el gemido se volvió más ronco, alzando las caderas para volver a sentir esa caricia que efectuó el mayor.

Las manos de Eren se deslizaron hacia los cabellos azabaches de Levi y acariciaron sus hebras lisas lenta y distraídamente. Hasta que el más bajo se yergue nuevamente, acercándose a él para besar sus labios y estiraba su mano para llegar hasta el cajón del velador y buscar algo allí.

El sonido característico del plástico del preservativo hizo que Eren detuviera el beso y lo mirara por unos instantes. Levi entonces le dedicó una sonrisa ladina y, adivinando cuales eran sus pensamientos, volvió a bajar sus manos hasta las caderas del chico, en esta ocasión, para quitarle la ropa interior; así, cuando el viril miembro del moreno se alzó ante él pudo notar que el chico se puso un poco nervioso. Tal vez porque el azabache se quedó mirándolo atentamente mientras sacaba el condón de su envoltorio y, ante la curiosidad del otro, lo colocó en el miembro de Eren y, rápidamente, se agachó para comenzar a lamerlo.

Otro gemido resonó en su habitación y Levi lo interpretó como una señal para que continuara. El preservativo tenía un sabor frutal que buscaba opacar el propio sabor del latex, pero ciertamente era una sensación que dejaba pasar, porque su atención real era la forma que tenía de palpitar la hombría de Eren contra su boca y la manera desesperada que estaba teniendo por introducirse más en ella, aferrándose a las sábanas mientras trataba de contener los gemidos de placer que le producía ese arrítmico oral.

Levi nunca se creyó un experto en sexo, pero tenía que admitir que, esa noche, había sacado las mejores armas de su arsenal para complacer al chico que estaba debajo de su cuerpo, balbuceando su nombre entre peticiones de que siguiera tocándolo de esa manera; fue así que, entre sus súplicas y sus deseos por llevarlo al orgasmo, continuó aumentando el ritmo con el que su boca ascendía y descendía por la extensión de ese miembro, que cada vez se ponía más duro y le aumentaba el volumen a la voz del moreno. Acarició la piel de sus piernas y subió por su abdomen, presionando la yema de sus dedos por esa extensión de piel canela tan tersa.

El joven, por su parte, trataba de tocar los pálidos brazos del azabache, delineando su piel hasta llegar a los hombros contrarios y perder su mano en la nuca de ese, sin intenciones de pedirle más, pero necesitado de aquello; hasta que lo sintió retorcerse bajo suyo, elevando las caderas en su dirección para llegar más profundo en la boca de Levi y, finalmente, correrse en el condón.

Los jadeos del chico se sincronizaban con su pecho que subía y bajaba apresuradamente tras el orgasmo. Levi se sentó entre las piernas de Eren y limpió su boca con el dorso de su mano, para luego acercarse hacia el joven y besar sus labios, siendo correspondido por él.

—   Aguarda un segundo. — le había pedido. Le sacó el preservativo con la esencia del moreno y se fue al baño, para luego volver con lo que sería su nueva arma contra el chico. El otro lo miró con un poco de miedo cuando le enseñó la botella de lubricante que había traído del baño.

Sin dejar de mirarlo intensamente, curvando sus labios en una sonrisa torcida a la vez que todavía se relamía los restos del sabor del condón y de la boca de Eren, se posicionó nuevamente sobre el chico y volvió a besarlo demandantemente.

Lo cierto es que él también comenzaba a sentirse incómodo con su propia erección, que estaba aprisionada por sus ropas y, con sorpresa, fue el mismo Eren quién comenzó a desvestirlo con maestría y dándole atención a su miembro, sin perder el contacto de sus bocas, con Jaeger haciendo movimientos con sus labios sobre su lengua que lo hicieron delirar.

Cuando el moreno lo tocó, sintió que veía estrellas. Su mano se movía con tanta lentitud sobre la ropa interior que lo hizo temblar, incluso creyó que se derrumbaría sobre él; las piernas del contrario se enredaron en sus caderas, permitiendo de nuevo esa proximidad entre sus miembros que se sentía tan deliciosa que el mismo Levi se había escuchado a sí mismo gemir de placer.

Una de sus manos estaba siendo usada para mantenerse sobre el cuerpo del chico, a una presión lo suficientemente placentera para que sus pieles se rozaran cuando el moreno se deslizaba debajo de él, siguiendo el ritmo de su mano opresora sobre el miembro de Levi, usando su pulgar para ascender lentamente desde los testículos hacia el glande; la otra mano de Ackerman recorría cada centímetro de piel de Jaeger, a veces apenas rozando su dermis y, en otras, apretando con fuerza ese órgano que se erizaba ante su contacto.

Pronto, notó que el chico volvía a tener una tentadora erección, sobre todo cuando los labios de Levi dejaron de succionar la lengua contraria y les dedicó atención a sus pezones, aquellos botones que se crisparon por la humedad de su boca y llevó al chico a retorcerse más debajo de él; qué deliciosa sensación le embargaba al azabache. Le excitaba de sobremanera la forma que tenía Eren de responder a sus caricias, ya sea moviendo su cuerpo para acoplarse a sus toques o gimiendo lo más contenido que podía, entendiendo el lugar en el que estaban.

Aprovechando que el joven Jaeger estaba concentrándose en el placer que le brindaba su boca contra su pecho, bajó su mano libre con lentitud hasta el trasero contrario, manoseándolo con descaro y gruñendo contra la piel de Eren cuando esta caricia provocó que el chico acelerara un poco la masturbación que todavía le hacía al miembro del azabache.

Un calor interno lo invadió desde la zona baja de su estómago hasta su pecho para finalmente salir como gemido por sus labios, haciéndolo temblar nuevamente e irguiéndose de nueva cuenta sobre le chico. Ante su mirada vidriosa, abrió el frasco con el lubricante y empapó su mano con él, avisándole lo que haría a continuación.

Llevó su mano lubricada hasta el miembro de Eren y aceitó toda su extensión con una caricia lenta, presionando lo suficiente en la base de su órgano y luego en la cabeza de este. Eren soltó un par de maldiciones nada disimuladas, logrando robarle una carcajada cuando lo sintió completamente a su merced, bajando su mano de nueva cuenta por sus testículos hasta llegar a su entrada.

Ahí, se quedó haciendo círculos alrededor de ella, besando los labios de Eren que no dejaban de suspirar. Sentía sus mejillas ardiendo contra su cara y le recorrían descargas eléctricas cuando las manos del chico acariciaban su espalda con fuerza, enterrando sus dedos de vez en cuando al ser abordado por olas de placer.

Con paciencia y sabiendo que aquella caricia le estaba gustando a su pareja sexual, comenzó a introducir lentamente su dedo índice en la entrada del chico, quien no esperó para protestar contra su boca, llevándolo a callar aquellos gruñidos con sus labios que no se detenían en saborear al contrario.

Apenas había introducido la mitad de su dedo cuando lo retiró lentamente, y luego volver a introducirlo dentro de Eren, esta vez, el chico suspiró más pausadamente, moviendo su cuerpo hacia él, invitándolo a entrar un poco más; Levi accedió, todavía besando provocadoramente al chico para distraerlo de aquella invasión, hasta introducir completamente su dedo dentro de él.

Jaeger gimió entre sus labios, llevando sus manos morenas hacia los cabellos de Levi y tomarlos con un poco de brusquedad para separarlo de su rostro y proceder a mirarlo.

—   Sigue. — le había pedido. Estaba tan agitado que apenas había sido un murmullo contra la boca de Ackerman, quien elevó su cuerpo para apreciarlo con mayor facilidad, maravillándose por la hermosura que tenía ese peculiar joven. Este mostró unos indicios de vergüenza al inquietarse bajo su inquisitiva mirada o tal vez porque el más bajo todavía tenía su dedo moviéndose con suavidad dentro del moreno.

Sin embargo, no quería negarse a su petición. Así que, aprovechando la lubricación que tenía en las manos, apartó suavemente al primer invasor y procedió a ingresar dos dedos dentro de la entrada del chico.

Otro quejido escapó de su boca abusada por los besos de Levi, ahora mostraba mayor incomodidad ante su toque y el azabache procuró repartir besos a lo largo del cuello contrario, mientras acostumbraba al otro a esa invasión, haciendo pequeños círculos dentro de este y, a veces, atreviéndose a separar un poco sus dedos para enanchar la zona, preparándolo para lo que estaba por venir.

De pronto, un gemido ensordecedor reverberó desde el pecho de Eren, atravesando por su garganta y escapando por sus labios entreabiertos, resonando en la habitación que se hallaba bajo los constantes gemidos de ambos y sus respiraciones agitadas; las paredes de su entrada se contrajeron entorno a los dedos de Levi y fue cuando descubrió que había tocado su punto P.

Retrocedió sus dedos unos milímetros y luego volvió a avanzar en esa dirección, recibiendo otra contracción de parte del chico, cuyas caderas se alzaron en sincronía con el movimiento de su mano; Levi sonrió perversamente, demasiado excitado con el encuentro, impaciente por saber si lograría hacerlo gemir más cuando por fin decidiera complacer a su propio miembro que no había bajado su erección, incluso cuando Eren lo había soltado y se estaba entregando a las caricias de sus dedos traviesos.

Dio un par de círculos alrededor de esa zona de una manera exageradamente lenta y observó cada una de las reacciones del chico cuando se acercaba y se alejaba de ese punto delicioso que le estaba haciendo ver estrellas.

—   Más. — le exigió, demandante. Su voz áspera por la excitación y la falta de aire, su cuerpo temblando de deseo por aquello.

Levi ya no quería esperar. Besó de nuevo los labios de Eren y penetró con fuerza con sus dedos una última vez, ahogando el jadeo del chico en su boca y jugando con su lengua que se movía erráticamente; luego, sacó sus dedos y volvió a registrar su cajón, aun acariciando el cuerpo del chico y suspirando contra su piel.

Encontró otro preservativo y se incorporó para quitarse la ropa interior, mostrando su hombría alzada y palpitante con un deseo incontrolable, tanto que se apresuró en ponerse el condón, mirando atentamente que Eren parecía asustado y deseoso, toda contradicción en sus ojos fijos en las manos de Levi que habían estado vertiendo un poco más de lubricante sobre el látex.

—   Dijiste que querías más. — le susurró el azabache al oído, besando su lóbulo, acariciando las piernas contrarias desde la parte interior del muslo hacia afuera, en círculos placenteros de sus manos suaves y cálidas, bañadas en el aceitoso lubricante. — ¿Aún lo mantienes? —

—   Mierda, sí. — había dicho el chico, cuando situó la punta de su miembro sobre la entrada de este.

Ackerman lo sintió temblar un poco y lo miró atentamente cuando avanzó hacia su interior con dificultad. La punta de su glande entró y el chico gritó inmediatamente, mientras Levi hizo el intento de controlar la ola de placer que desató sobre sus músculos al sentirse apretado por las paredes de ese conducto estrecho.

Le dio unos segundos para acostumbrarse, besándolo suavemente y acariciando sus glúteos con calma, intentando que sus músculos se relajaran o podría hacerle daño. Y, sin esperar que le avisara, se introdujo un poco más adentro, volviendo a hacerlo sollozar contra su hombro cuando su espalda se arqueó y se abrazó al azabache.

Levi siguió avanzando con calma, ignorando un poco que el otro chico todavía sentía más dolor que placer ante su invasión, hasta que por fin, pudo introducir por completo su hombría dentro de Eren, suspirando contra el cuello del chico al sentir el cálido interior de este darle la bienvenida.

Se quedó quieto entonces. Eren todavía se aferraba a su espalda, incrustando sus dedos en sus omóplatos y escondiendo el rostro contra su hombro, casi mordiéndolo. Las piernas de este estaban abiertas para darle más espacio a Levi de invadirlo y, de pronto, el chico rodeó la cintura contraria con sus largas extremidades y le pidieron comenzar a moverse.

Con cautela e intentando no ser dominado por aquella necesidad por aumentar el ritmo de sus embestidas, comenzó a moverse ligeramente, saliendo y entrando sin alejarse mucho de las caderas contrarias; sin embargo, fue Eren quien comenzó a exigir más profundidad a aquel movimiento, acoplándose perfectamente debajo de él para iniciar un vaivén sincronizado y rítmico, jodidamente placentero.

Le sintió gemir entre suspiros cortos, hasta llegar a aumentar la intensidad de su vocalización; creyó que por ser él quien estaba profanando su entrada sería el que dictara el ritmo de esa penetración, pero había sido el joven quien tomó el control de los movimientos, elevando sus caderas y bajándolas para que su entrada acariciara toda la extensión del miembro de Levi, incluso cuando era el chico quien estaba debajo de él.

Y, dios, Ackerman ya no podía contener los gemidos de placer que se escapaban desde su garganta. El chico se apretaba de manera irregular y le hacía encender un deseo intenso de querer llegar más al fondo de este, más cálido y húmedo.

Eren le sujetó las caderas y lo obligó a penetrarlo más duro, y él accedió, rompiendo sus barreras racionales y comenzando a embestirlo con fuerza y un poco de aceleración. La cama se movía contra la muralla y sus manos le parecían temblar, incapaces de sostenerlo cuando las manos de Eren se posicionaron en la base de su espalda, presionando con fuerza en esa zona y obligándolo a estar cada vez más dentro de él.

Sus gemidos incontenibles le estaban haciendo perder la cabeza, se escuchaba tan obsceno y placentero que su mente estaba completamente bloqueada y entregada a las sensaciones de su cuerpo ante cada toque de Eren, ante la ardiente cavidad que ahora penetraba con más brutalidad, ante sus besos húmedos que apenas permitía que sus labios se tocaran por el irregular ritmo de sus respiraciones y jadeos, entre maldiciones y el nombre de Levi saliendo por su boca con necesidad, pidiéndole más.

Pensó que podría estar horas así y, cuando sintió que estaba por llegar al orgasmo, se vio tentado en dejarse llevar por este; pero no, tenía mejores planes para esa noche con ese chiquillo. Así que, cuando también comenzó a sentir que el miembro de Eren comenzaba a palpitar a punto de llegar al climax, salió bruscamente de su interior, llevándose una mirada confundida e iracunda por parte del otro.

—   Voltéate. — le ordenó autoritario.

El chico tragó fuerte, pero se apresuró en obedecer, posicionándose sobre sus rodillas y manos mientras alzaba la cadera, quedando a total exposición de Levi, quien volvió a vaciar un poco más de lubricante sobre la entrada del chico y, sin hacerse esperar, volvió a penetrarlo.

Esta vez la incomodidad contraria no le importó mucho, pues sabía que se acostumbraría en unos instantes. Levi ya había encontrado el punto dulce del moreno y volvería a abusar de esa próstata desde esa posición.

Eren ahogó sus gemidos en la almohada, pero en ningún momento bajó su trasero o se alejó de él. Por su parte, Levi se maravilló con esa exquisita piel sudada de la espalda de Jaeger, tomando sus glúteos entre sus manos para apretarlos contra su propio miembro y hacerle sentir aún más placer de estar embistiendo al otro.

Y demonios, ahí estaba de nuevo esa deliciosa sensación de ser casi tragado por la entrada ardiente del chico, quien voluntariamente contraía sus paredes para producir mayor placer en el azabache. Estaba viendo puntos de luz donde no los había, estaba nuevamente en un trance de placer, con los gemidos de Eren reverberando en la habitación, alzando sus caderas, mostrando ese trasero redondo y volviendo a moverse para alcanzar una mayor profundidad de penetración.

—   No puedo más. — le gritó entrecortado. Y, segundos después, ahí estaba, apretándose exquisitamente sobre el miembro de Levi, eyaculando sobre las sábanas al tiempo que gemía ronco y sus piernas temblaban junto a las del azabache.

Este no quiso esperar otra vez, no quiso contenerse porque ya no tenía la voluntad para hacerlo, así que dio otras rápidas y violentas estocadas más, golpeando con sus caderas el trasero de Eren y, finalmente, sentir ese calor emerger como un orgasmo en sus músculos, quitándole el aire y nublando su mente por unos segundos de extremo placer.  

Había vuelto a la realidad para encontrarse con la habitación en silencio, incluso afuera de la residencia el mundo parecía haberse quedado mudo, como si estuviese expectante de la escena que protagonizaron; y, de pronto, la risita de Eren se hizo presente bajo él, notando que estaba respirando todavía de manera irregular y que sus cabellos estaban desparramados sobre sus hombros.

—   ¿Estás bien? — le preguntó Levi en esa ocasión, no sabiendo si estaba riéndose o llorando, pues todavía tenía el rostro incrustado en la almohada. Luego, el moreno se volteó en su dirección y le sonrió con un carisma que no había mostrado anteriormente. No era esa sonrisa lujuriosa o provocadora, sino que parecía más cálida, satisfecha. El azabache se vio tentado de sonreírle de vuelta y, al hacerlo, el otro pareció avergonzarse un poco.

—   Tal vez necesite que salgas lento y con cuidado. — le respondió, haciendo que el dueño de la habitación soltara una carcajada y procediera a salir cuidadosamente, procurando que el condón saliera sin problemas.  — Lo siento, manché tu cama. — comentó cuando se movió para recostarse cerca de la pared, todavía un poco jadeante. Se mostró sumamente afligido por ese hecho, pero, incluso con lo meticuloso que era Levi con la limpieza, no le importó de gran manera.

—   Iba a cambiar las sábanas de todas formas. — le respondió, sacándose el preservativo con su semilla y tomando su ropa interior antes de dirigirse al baño. Todavía sentía las piernas débiles producto del gran orgasmo que había tenido y, sencillamente, no había podido dejar de sonreír ante eso.

En eso que se había lavado las manos y limpiado los rastros de semen de su miembro, sintió que el chico procedía a sacar las sábanas sucias y dejarlas sobre la silla que estaba junto a la ventana. Ya se había calzado la ropa interior y se había vuelto a tomar el cabello en ese moño desordenado que dejaba su ancha frente al descubierto y le daba más expresión a su rostro.

Cuando sus miradas se habían vuelto a encontrar, Levi se sintió ridículamente nervioso y avergonzado. Como no tenía experiencias en ese tipo de encuentros, no sabía qué era correcto hacer, si decirle que se quedara — porque realmente quería que se quedara —, pedirle su número, despedirlo de inmediato… ¿hacerlo otra vez? Tendría que comprar más preservativos, eso era seguro.

—   ¿Me prestas tu ducha antes de irme? Estoy lleno de sudor, lubricante y, bueno, otros fluidos. — mencionó, rascando su nuca distraídamente.

—   Adelante. — le dijo. — ¿Recojo tu ropa o puedes agacharte? — se atrevió a bromear, recibiendo una dulce risita del chico.

—   Te agradecería si la recogieras. — respondió, mostrándose extrañamente inocente. ¿Quién diría que era el mismo chico que se había mostrado tan osado al coquetearle en el bar y seguirlo hasta su habitación?

Y es que así era Eren, había descubierto el azabache. Porque después de salir de la ducha y de haberse vestido, el moreno le dejó su número de celular y le habló del maldito acuerdo al que accedió Ackerman, pensando que era la mejor opción para ellos. De esta manera, cada vez que se volvían a encontrar, el chico hacía uso de sus encantos característicos para seducirlo y excitarlo de sobre manera, probando posiciones nuevas en cada ocasión y, a veces, haciéndolo más de una vez; todo eso venía acompañado de sus sonrisas cálidas y miradas avergonzadas cuando ya tenía que marcharse.

Extrañamente, el mejor recuerdo que tenía de Eren había sido esa primera noche juntos, incluso cuando sus otros encuentros habían sido más pasionales y despojados de vergüenzas. Pero esa noche se había maravillado con cada faceta de él; con su lado provocador, con su lado pervertido, su lado más osado, ese lado más sumiso y también su calidez.

Suspiró cuando por fin había salido de la autopista para adentrarse a las calles de la ciudad. Había estado pensando todo el camino en el moreno, incluso cuando no quería seguir pensando en él; no se comprendía en absoluto. ¿cómo era posible estar tan obsesionado con él? ¿se debía al sexo? ¿se debía a esta situación poco usual en su vida? ¿es que no podía separar lo que era tener una relación de ese estilo con alguien, acostumbrado a tener parejas?

Estaba intentando dejar el tema de Eren de lado, pero siempre volvía a sus pensamientos, una y otra vez, tan persistente como aquella noche que se conocieron en el bar. Confiaba en que, eventualmente, se le quitaría, que dejaría de estar pendiente de su teléfono y que podría salir por las noches sin el temor que de que Jaeger llegara a su puerta buscando su protección, buscando consuelo o buscando compañía.

Pero, en el fondo de su corazón, esperaba que volviera a aparecer en su vida, que la ciudad le regalara nuevamente la oportunidad de encontrárselo, que sus caminos se encontraran, quizá, en otras circunstancias. Lo único que quería era volver a detallar su mirada cuales aguas profundas, su sonrisa que marcaba sus pómulos y el sonrojo en ellos, así como también su voz pronunciando su nombre, contándole aquello que se guardaba, aquello que mantenía dentro de sí con esmero.

¿Podría ser esa noche donde la ciudad le devolviera a sus brazos a ese fascinante joven de ojos verdes?

 

~*~~~*~~~*~

 

 

Pese a que ya era cerca de la media noche, el joven moreno de ojos verdes todavía consideraba que era muy pronto para regresar a casa. Al igual que todos los días, tras salir de su turno en el trabajo, caminaba por ese paseo peatonal que durante la mañana y la tarde era muy concurrido, pero que, después de las diez de la noche, se volvía un lugar silencioso, solitario e impregnado del olor de los perfumes de las tiendas y la comida chatarra.

Ese paseo era sólo parte de su trayecto para llegar hasta el puente que cruzaba el río, donde se detenía para apoyarse sobre el barandal descuidado y mirar hacia las aguas oscurecidas por la noche y sutilmente más viscosas debido a que el frío cambiaba la densidad de la capa superficial del fluido, avisando que, para eso de finales de diciembre, esa superficie terminaría siendo una capa de hielo frágil como el cristal.

A lo lejos las luces de los rascacielos dejaban destellos trémulos sobre el caudal y las sombras de algunos árboles les daban un aspecto aún más oscuro a las aguas más abundantes tras las lluvias de noviembre.

Eren prefería quedarse ahí hasta que ya no podía sentir las piernas y las manos de tanto frío o hasta que el cansancio se hacía tan grande que sólo le quedaba caminar el largo camino hasta el lugar donde vivía.

Ciertamente, cuando las cosas en su vida se habían vuelto demasiado agobiantes, ese lugar había sido testigo de sus lágrimas amargas y gritos contenidos, también conocía los espeluznantes y secretos pensamientos que guardaba con temor, cuando había considerado tentadora la idea de simplemente dejarse caer y que el río lo llevara a cualquier lugar, lejos de la ciudad, lejos de su vida.

Nunca lo había hecho, claramente. Su parte racional había ganado las pocas veces que esos pensamientos lo invadieron, espantándolos con rapidez e intentando ignorar que era una señal de la fuerte depresión que llevaba acuestas desde que iba en la secundaria.

Curioso era decir que, desde que había conocido ese lugar, ese viejo puente que cruzaba el río y lo llevaba a otros sectores de la urbe, había vuelto ahí con frecuencia. Era poco transitado por vehículos y por personas, tal vez porque recurría a ese lugar cuando ya era bien entrada la noche, pero incluso en las épocas de calor no parecía ser un sitio de alta demanda… un lugar ideal.

Allí podía verse reflejado borrosamente en las aguas, también podía ver la ciudad e imaginar un montón de cosas que nunca pasarían en su vida… Fue así como, al igual que todas las noches desde hace un tiempo, el recuerdo de Levi lo embargó, pues él era una de las tantas cosas que pensó que jamás le ocurrirían a alguien como él.

Había días en los que el moreno sentía que lo único que necesitaba era que alguien lo abrazara con fuerza y le dijera que todo iba a estar bien, que no había nada de malo con él, que las cosas podían mejorar y que lo ayudarían a salir adelante; que no importaba su pasado, ni sus raíces, ni sus errores, ni sus sueños frustrados… simplemente saberse a salvo en los brazos de alguien más, dejar de pretender ser fuerte y que podía arreglárselas por su cuenta, cuando sabía que no era así, que su vida se iba en picado y que se sentía atascado en el fondo de un agujero frío y oscuro.

Extrañamente, al conocer a Levi, esa persona tomó forma en su mente y siempre se vio siendo protegido por él. La calidez de sus cuidados la última noche en que se vieron agrandaba el nudo en su garganta, porque anhelaba aquel confort en un mundo donde sentía que nadie vendría a rescatarlo, que nadie estaría buscándolo, que nadie tomaría su mano para llevarlo a casa… porque pese a no saber quién era Levi en realidad, quería que él fuera quien lo condujera hacia algún sitio donde podría empezar de cero.

Y eran sus pensamientos más oscuros los que lo atormentaban al hacerle ver que no podía ser así de egoísta con alguien que no tenía nada que ver con él. Que era irracional pedirle ayuda a un chico como él, que tenía un brillante futuro en una carrera universitaria, que le dedicaba tiempo a su madre los fines de semana y que tenía un corazón lleno de empatía y bondad para ayudar a un extraño en una noche de lluvia.

No, Eren sabía que alguien como Levi jamás podría quererlo en su vida. Porque tenía que aspirar a algo mucho mejor, a alguien que no cargara con tantos problemas o que no sabía si quiera lo que quería en la vida, que tomaba decisiones sin sentido como aguardar hasta altas horas de la madrugada en un puente olvidado de la ciudad porque temía llegar a ese lugar al que debía llamar hogar.

Y, pese a que sus demonios internos le decían que lo olvidara, que no se ilusionara con que Levi le sonreiría con cariño y lo cobijaría en sus brazos, él se hallaba pensando en él en todo momento. Tal vez si se esforzaba un poco más y conseguía el dinero suficiente para hacer algunos cursos y optar a un mejor trabajo, quizá si finalmente decidía volver al sitio donde vivía su padre para ahorrar dinero… Una parte de él quería esforzarse por ser merecedor de la atención del azabache, quería corresponder sus actos de bondad y llevarlo a conocer los pequeños lugares que le gustaban de Trost.

Pero el joven era una persona que sólo vivía el día a día, no sabiendo si esa noche tendría un lugar donde dormir o si el dinero le alcanzaría para sobrevivir hasta fin de mes; no tenía más proyecciones que levantarse al día siguiente para volver a su trabajo, para vagar por la ciudad soñando despierto con que algo pasaría que cambiaría su suerte.

No se percató en qué momento se hallaba conteniendo las lágrimas con fuerza, intentando no desmoronarse ahí y guardar la calma para volver al departamento donde vivía. Le dolía tanto pensar en Levi que a veces le faltaba la respiración, queriendo sucumbir ante sus deseos de llamarlo o llegar hasta su habitación en la residencia. Sobre todo en esos momentos en los que no sabía a dónde ir…

Hasta que, de pronto, en medio de sus esfuerzos por no sucumbir ante el llanto emergente que estaba atorado en su garganta, la luz de un automóvil llama su atención, puesto que el vehículo se había detenido unos metros más adelante de donde él estaba.

Sintió una oleada de miedo recorrer su helado cuerpo, considerando lo tarde que era, lo peligroso que eran esos barrios y lo solitario que estaba ese sitio como para ser abordado por algún ladrón o cosas peores.

Se preparó para alejarse del lugar con rapidez al ver que la puerta del conductor se abría y, de no ser porque sus piernas estaban tan rígidas por el frío, tal vez habría alcanzado a echar a correr antes de mirar al conductor…

Y se habría arrepentido totalmente.

Sus ojos se enfocaron en la silueta del hombre, debatiéndose si era una cruel burla de su desgastada mente, porque el cabello de Levi se meció con la brisa gélida de diciembre, mientras sus ojos lo miraban fijamente con incredulidad y confusión.

Se miraron por eternos segundos, casi como si el frío del invierno que se avecinaba hubiese logrado congelar también el tiempo en ese viejo puente. Eren recorría cada expresión del rostro contrario como si lo estuviese viendo por primera vez, porque no recordaba lo hermoso que era, incluso pese a la sombra que se proyectaba sobre su rostro al estar a contraluz de los faroles y la iluminación de su vehículo; o tal vez habían sido sus deseos de olvidarse de él lo que lo llevaron a ignorar el gran atractivo que Ackerman poseía.

“Levi Ackerman” pronunció mentalmente, al igual que la primera vez que el chico frente a él le había revelado su nombre.

—   Eren… —  

Algo se rompió en su interior al escuchar su nombre siento pronunciado por la voz grave de Levi, transmitiendo un montón de emociones en tan solo esas cuatro letras que se sabían extrañamente dulces cuando las decía él, cuando lo llamaba él. No supo si aquel sonido que escuchó dentro de su mente, como el cristal estrellándose contra la cerámica, había sido su orgullo o su estabilidad mental haciéndose añicos en fragmentos minúsculos y afilados que comenzaban a rasgar su garganta, provocando al instante las lágrimas que cayeron por sus ojos y llevándolo a correr hacia el azabache sin pensar en lo que hacía, lanzándose a sus brazos y abrazándolo con toda la fuerza que sus extremidades frías le permitieron.

Tembló cuando el sollozo que salió de sus labios se estrelló contra la suave tela del abrigo del hombro de Levi y luego le siguió otro aún más agudo cuando el azabache lo acercó más hacia él, sosteniéndolo entre sus brazos y estrechándolo con necesidad, como si él también necesitara de ese gesto para volver a respirar.

Eren siguió llorando amargamente, sin saber la razón de aquel llanto desbordado. Y, al igual que la última noche que había llegado hasta la habitación del más bajo, este no le preguntó nada, sino que se quedó a su lado, transmitiéndole calor y permitiéndole llorar a sus anchas, como si fuera totalmente normal.

—   Estoy aquí. — le susurró para confortarlo. — Estoy contigo. —

Sus sollozos se hicieron más fuertes, así como también su agarre contra los hombros contrarios y, pese a que se sabía amargamente lleno de sentimientos dolorosos, justo en ese instante podía de nuevo sentir calor; calor como si no estuviese llegando el invierno, calor como si se encontrara bajo la suavidad de unas mantas… calor como si Levi hubiese tocado su alma y avivado algo en él, una pequeña llama que flameaba con timidez e indecisión.

Él estaba ahí… y Eren no se quería marchar esta vez.

 

 

 

 

Notas finales:

¡Hola a todos y todas de nuevo!

Muchas gracias por llegar hasta aquí. Sé que me he demorado, pero por fin llegó mi computador y me animé tanto que decidí actualizar, aunque sea un poco de noche. 

Este capítulo me gusta mucho, no sólo por el lemon (que espero haya sido de su agrado), sino porque no quería una historia donde fuese super difícil que ambos estuvieran juntos, sino una donde comiencen a sanar juntos, poco a poco. En una suerte de apego de adultez. 

Espero que les haya gustado y estén pendientes, porque espero esta semana actualizar Criminal (: No prometo nada, pero estoy entusiasmada, así que quiero aprovechar este ímpetu.

Quiero dedicar este capítulo a una de mis mejores amigas, aunque sé que no leerá esto. Pero verla hoy me hizo sentir super bien y liberada, como siempre que conversamos. Así que gracias, Maca, por animarme a seguir escribiendo (: <3

Cuídense mucho.

¡Un abrazo!

 


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