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With you por L_inverse

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Notas del capitulo:

“Y tu sombra me persigue, me asfixia y me rompe. El fantasma que ahora eres tú. Siempre fuerte, siempre débil; terminar, regresar, nada es estable. Y yo rompo el vicio aquí.”

Me voy - RBD

 

Capítulo 5. Reiniciar el círculo

 

Algunas de las cosas que había esperado de ese encuentro se habían desarrollado justo como lo imaginó; la primera era el estado más demacrado que presentaba su padre, con las mejillas hundidas debido a su delgadez por la mala alimentación que siempre llevaba, el cabello ligeramente grisáceo a los costados de su cabellera y un par de arrugas en su frente y las comisuras de su boca.

La segunda cosa era encontrarlo medianamente borracho, o mejor dicho, con una resaca que se debía a su consumo constante de alcohol durante el fin de semana, que tendía a suspender los domingos para soportar esos lunes de vuelta a su rutina laboral.

Por supuesto que la tercera era su impresión inicial de verlo parado frente a la puerta, pues Eren se había marchado hace poco más de un año de ese lugar y no había guardado comunicación con su progenitor desde entonces; sin embargo, había esperado que — una vez superado la sorpresa inicial de ese reencuentro — este lo mirara con indiferencia, incluso con desprecio, ya que la última vez que se habían visto y conversado, el moreno le había soltado con recelo todo lo que sentía respecto al miserable estilo de vida que llevaba y que le había obligado a llevar desde que su madre los abandonó.

En lugar de una actitud reacia a recibirlo o molesta por su presencia, Grisha Jaeger — su padre — había adoptado un semblante cargado de alivio, emoción y tristeza; abalanzándose sobre él para estrecharlo entre sus brazos cuando el llanto se desbordó como gruesas lágrimas que salían de sus ojos verdes — como los de Eren — y pequeños sollozos ahogados que se estrellaron contra el hombro de su hijo.

Aquella reacción había tomado por sorpresa al más joven de los Jaeger, dejándolo petrificado ante las acciones de su padre, a quien jamás había visto llorar, ni siquiera cuando Carla — su madre — se había marchado de sus vidas.

No obstante, este shock inicial le duró apenas unos segundos, volviendo a sus cabales para darle unas cortas palmadas en la espalda al hombre, sintiéndose incómodo frente a esa muestra de afecto que no esperaba recibir.

—   ¿Estás…? — el sollozo interrumpió la pregunta que su padre intentó hacerle cuando se apartó para mirarlo. — Estás tan grande, hijo. — comentó, completamente maravillado cuando lo recorrió de pies a cabeza con la mirada.

—   Sigo igual, papá. — respondió él, tosco pese a no pretender serlo. — ¿puedo pasar? — preguntó tras aclararse la garganta e intentar sonar menos agresivo.

—   Por supuesto. — se apresuró a decir, entrando a la vivienda y dejando espacio para que el chico lo siguiera.

Cuando se vio rodeado de esas paredes de madera y el olor a encierro que estaba impregnado en el ambiente, el joven sintió una horrible nostalgia invadir cada una de las células de su cuerpo.

El pequeño sillón de tela color vino seguía frente al viejo televisor que trasmitía un partido antiguo de baloncesto; en medio de esa pequeña sala había una mesita de centro de madera, con un trozo de papel doblado debajo de una de las patas para darle equilibrio. Encima de ella — por supuesto — había unas latas de cerveza, seguramente vacías, junto a envoltorios de comida y papeles sucios.

Se notaba que no había barrido la casa en días, pues el polvo se acumulaba entre las uniones de la cerámica del piso y los espacios vacíos donde faltaba algún trozo de ella después de que se rompiera.

Más al fondo, estaba la mesa redonda con las cuatro sillas que usaban de comedor cuando él vivía allí, aunque ahora parecía estar llena de bolsas, papeles y cajas amontonadas, siendo completamente inútil para el dueño de casa.

El estado de ese pequeño espacio le había bastado para recordar uno de los tantos motivos que tuvo para marcharse de allí; el descuido, la flojera, la falta de interés por brindarle un lugar digno a Eren, era una espina que llevaría en su corazón para siempre.

—   Siéntate, por favor. — indicó su padre, nervioso. Cerró la puerta de la casa y se dirigió a la estancia contigua, que era la cocina, desde donde podía ver un montón de loza sucia acumulándose en las encimeras y el lavaplatos. — ¿Te sirvo algo? —

—   ¿Tienes algo que servir? — preguntó con brusquedad, mordiéndose la lengua al instante y mirando de reojo a su progenitor, quien intentó no mostrarse lastimado por la frialdad de su trato, aunque Eren podía saber con exactitud lo mucho que le estaba constando mantener una actitud entusiasta por ese reencuentro, al percatarse de la forma en que sus manos se movían inquietas y no podía mantener su vista fija en el moreno.

—   Hijo… no sabes cuánto me alegra saber que estás bien. — comentó Grisha, todavía bajo el marco de la puerta de la cocina, mientras que Eren se había quedado de pie en medio de la sala.

—   ¿Piensas que estoy bien? — el nudo de su garganta no hacía más que crecer, tiñendo sus palabras de sarcasmo y conteniendo las ganas de salir de ahí. Ni siquiera el aroma de Levi podía apaciguar el cúmulo de emociones que lo abordaban terriblemente en ese instante, no con tantos recuerdos golpeándolo incansablemente de sólo mirar ese lugar y mirar al hombre que lo habitaba. — Sería muy sencillo para ti creer eso ¿no? Así no te sentirías culpable por dejar que me fuera. —

—   No digas eso. — murmuró el mayor, mostrándose afligido ante sus palabras. — He estado preocupado por ti desde que te fuiste, pero… —

—   ¿Pero qué? — le espetó, sin poder ocultar la rabia que bullía en su interior. — ¿Pero salir a buscarme era mucho trabajo para ti? Era más sencillo quedarte en el sillón ahogándote en alcohol, ¿verdad? —

—   Te fuiste por voluntad propia, Eren. Yo jamás te pedí que te fueras. —

—   ¡Oh, claro! Al parecer no recuerdas la discusión que tuvimos cuando me marché. — se estaba alterando, subiendo su volumen de voz y haciendo que esta reverberara en la estancia. — Descuida, es comprensible. Después de todo, estabas borracho, como siempre. — sus palabras eran veneno puro, que escupía con ese sarcasmo que intentaba disimular el dolor que ahora acongojaba su herido corazón; ese veneno que lo había estado consumiendo todo ese tiempo, tal vez toda su vida.

—   Recuerdo a la perfección todo lo que me dijiste. — por primera vez desde que le abrió la puerta y sus miradas igualmente verdes se encontraron, el tono de su padre se volvió más ronco y serio. — Fue exactamente lo mismo que me dijo tu madre cuando nos abandonó. —

Eren se tragó sus palabras. No porque le causara tristeza en sí el comentario hecho por Grisha, sino porque, de alguna forma, no quería que lo recordara.

Sabía que estaba mal conformarse con tan poco, pero su padre sí había hecho intentos y mínimos esfuerzos por cuidarlo; comprando comida para la casa, útiles de aseo, dándole dinero de vez en cuando para que se comprara ropa… no era lo ideal, porque hubo muchas carencias en su desarrollo desde que tenía doce años; sin embargo, el hecho que aún lo mantenía pensando en su progenitor casi a diario… era que él no lo había dejado como su madre.

Por esta razón se sentía como una especie de traidor al haberse marchado de esa casa tras soltarle un montón de crueldades y no volviendo a preocuparse más por él; ni una llamada en las fiestas, ni una visita para saber cómo estaba… nada.

Ciertamente no era su obligación. El hecho de ser su padre no significaba que lo tuviera que perdonar por el poco empeño que puso en criarlo mejor o en brindarle una mejor calidad de vida; lo cual no tenía nada que ver con el aspecto económico, sino con la parte emocional, comunicativa, educacional y de crecimiento personal.

Pero, pese a todo, Eren lo quería. Porque su padre había cuidado de él las noches de enfermedad; había celebrado sus cumpleaños con pequeños pasteles y algún regalo que pudiese costear, de la misma forma en que lo hacía para navidad; también lo apoyaba cuando tenía que salir en excursiones escolares, al menos dentro de lo que sus ingresos lo permitían.

Eren había comenzado a trabajar de joven precisamente para que sus caprichos no tuviesen que ser pagados por su padre, y que este se encargara únicamente de las cosas esenciales del hogar.

Sin embargo, la comunicación entre ellos se fue haciendo cada vez más difícil conforme el moreno fue creciendo y comenzaba a molestarle no poder invitar a su casa a sus amigos o parejas, pues esta siempre estaba sucia, descuidada y con su padre ebrio en medio de la sala.

—   Por lo que veo no vienes a saber si sigo vivo simplemente. — la voz del hombre hizo que Eren alzara su mirada hacia él, encontrándose con un intento de sonrisa carismática adornar ese rostro cansado y viejo.

—   No sólo por eso… — confesó, increíblemente menos arisco que antes. — Necesito dónde quedarme unos días. —

—   No hay más que decir. — dijo Grisha, caminando hacia el único pasillo que había en la casa, justo después del comedor. — Ayúdame a limpiar tu habitación para que te instales. —

Con alivio, se dio cuenta de que estaba agradecido de que su padre no le pidiera más detalles sobre esa petición y el repentino arribo que tuvo en el lugar que alguna vez fue su hogar.

Por supuesto que era parte de la personalidad de su progenitor el no intervenir demasiado en su vida, ni cuestionar los detalles de esta; razón por la cual suponía que ese día en que decidió irse de allí, su padre no le preguntó muchas cosas y él terminó asumiendo que poco le importaba lo que pasara con él, estallando en una discusión — que en realidad fue un discurso por parte de Eren — sobre todo lo malo que había en su relación y lo mucho que necesitaba salir de ahí.

Cuando el mayor abrió la puerta y dejó entrever ese cuarto que escuchó sus llantos y risas por tantos años, el moreno sintió que ya no podía controlar por más tiempo el torbellino de emociones que hacían su cuerpo temblar en ese instante; tanto así que no se sorprendió al sentir la mano de su padre sobre su hombro y aquella lágrima desobediente que se deslizó por su mejilla y terminó por humedecer la bufanda de Levi.

Todo seguía exactamente igual. Su cama arrinconada en la esquina derecha de la habitación, junto al pequeño velador que todavía soportaba la lámpara que había roto en un arrebato de rabia el día que su madre se marchó y que, curiosamente, había sido su padre quien lo acompañó a pegar pieza por pieza, dejándola como un mosaico poco vistoso, pero que, en ese preciso instante, había sido la representación gráfica de su corazón.

Ese que se rompió al comprender que su madre no lo amaba lo suficiente para llevarlo con él, que prefirió huir de ese hogar y dejarlo atrás; ese pequeño corazón de doce años que se hizo trizas en cientos de fragmentos y que fue su padre quien le ayudo a recolectar, pegándolos en posiciones equivocadas y dejando extremos cortantes en algunas zonas; sin embargo… la lámpara seguía ahí y, curiosamente, Eren también, de nuevo en esa habitación llena de polvo y recuerdos.

—   Puedes quedarte el tiempo que quieras… después de todo, esta sigue siendo tu casa, hijo. — un sollozo escapó de su boca al escuchar a su padre decir eso y tuvo que esconder su rostro tras su mano para evitar que lo viera llorar.

Dentro de todo lo malo que vivió en ese lugar… era el único al que, hasta la fecha, podía llamar su hogar.

—   Gracias, papá. —

Durante mucho tiempo, había sido consumido por un miedo terrible. Un miedo que no tenía más justificación que la idea de que la vida se le iría en cualquier momento, con cualquier mala decisión que tomara debido a su inestabilidad emocional; y ahora, se vio como ese niño que llegaba a casa después de ser molestado en la escuela, ese que se refugiaba bajo las mantas cuando había tormentas eléctricas; ese adolescente que salía cansado de sus trabajos a tiempo parcial y llegaba a descansar sin más preocupaciones que su vida social y si podría comprarse la chaqueta que quería.

Desde que se marchó de ahí, no volvió a sentirse seguro por las noches, no volvió a sentir ganas de volver al lugar donde vivía, por más que tuviera una mejor situación que aquella, por más limpio que estuviera o la cantidad de comida que había en el refrigerador.

Casi había olvidado lo que era sentirse a salvo en un lugar hasta que conoció a Levi y, por muy extraño que pareciera, debido a las ironías de la vida, había vuelto a la casa de su padre, donde también se reencontró con ese sentimiento de seguridad.

Miró al hombre, quien había ido hasta la cocina a buscar unos paños junto a la escoba para desempolvar esa olvidada habitación y dejó salir un suspiro, completamente seguro de que había tomado la decisión correcta al volver allí.

 

~*~~~*~~~*~

 

No era plenamente consciente de todo el tiempo que llevaba mirando el techo de su habitación, completamente a oscuras por el horrible horario de invierno y la neblina que se asentó sobre la ciudad a tempranas horas de la tarde de ese domingo; de lo que sí era conocedor, era del montón de cosas que todavía tenía pendientes para esa semana universitaria y que tendría que darles atención antes de que se hiciera más tarde o se vería retrasado con las entregas.

Pero no tenía muchas ganas de salir de esa posición, incluso considerando que el frío ya había logrado congelar sus manos y pies y sentía la nariz sumamente fría; de hecho, el vaho de sus exhalaciones le daba a entender que era hora de encender el calefactor o podría coger un resfriado, sobre todo considerando que se encontraba sobre su cama, sin siquiera taparse con una manta.

Estaba metido en un trance de pura confusión, entre sus pensamientos más dulces y cálidos asociados a los recuerdos que ahora tenía de ese día compartiendo en armonía junto a Eren, que había sido igual o más fascinante que cualquiera de sus locas fantasías antes de que las cosas se complicaran un poco entre ambos, sabedor de que el joven no estaba pasando por un buen momento.

Sin embargo, había algunos pensamientos más amargos que no dejaban de dar vueltas en su mente y terminaban por opacar y envenenar las miradas y sonrisas del chico; y era el hecho de que Eren tenía pareja…

El tema no dejaba de disgustarle, pese a que se había convencido todo el día de que no tenía que darle importancia al asunto, menos aun cuando fue él quien estableció las nuevas reglas entre ambos y decidir empezar su relación como amigos.

El debate que tenía en su mente, no obstante, se debía a si esta decisión había sido acertada o no debido a que no podía ser tan descarado como para negar la atracción que sentía por ese hermoso chico de piel canela y ojos verdes, la cual se ponía a prueba constantemente cuando el otro le miraba de reojo o le regalaba una sonrisa llena de complicidad, como si él también estuviese recordando la forma en la que se devoraban mutuamente en sus encuentros y lo tentador que era dejarse llevar.

No tenía ánimos para salir de la cama y, pese a eso, cuando siente el llamado a la puerta, se puso de pie velozmente, casi como si hubiese sido impulsado por un resorte, llevando a su mente a imaginar la peor situación, en la que Eren había vuelto a ser lastimado y necesitaba de su consuelo y protección.

Ignorando que tenía la habitación en penumbras, se apresuró a abrir la puerta, pero una mezcla entre la decepción y el alivio invadió su cuerpo cuando sus ojos se toparon con la mirada agua marina contraria y una sonrisa llena de culpabilidad.

—   ¿Estabas durmiendo? — le preguntó casualmente, mirando hacia dentro de la habitación con curiosidad. Levi reaccionó y accionó el interruptor que encendió la luz en su cuarto y que lo llevó a entrecerrar brevemente la mirada por el abrupto cambio de intensidad.

—   Algo así… — miró a su amigo, escrutador. Era sumamente sospechoso que Farlan estuviera en su cuarto un domingo por la tarde, menos con ese frío, pues era de esas personas que nunca salían en invierno a no ser que fuese estrictamente necesario.

El azabache conocía muchos rasgos de la personalidad del chico que ahora había entrado con total confianza a su habitación, encendiendo el radiador tras evidenciar lo fría que estaba la estancia y sentándose sobre cama al tiempo que se sacaba los guantes y el gorro que tapaba su cabello color ceniza.

Se conocían desde que iban a la escuela y fueron muy buenos amigos en sus tiempos de adolescencia; de esos tipos de amigos que se contaban cosas bastante privadas y se pedían consejos personales cuando había alguna situación en sus casas o con sus vidas amorosas.

Farlan Churz fue todo para él un tiempo… y de pronto dejó de tener significancia en su vida.

—   ¿Me vas a decir qué haces aquí? — preguntó el azabache, notando que le dolía un poco la garganta y decidiéndose a pararse disimuladamente más cerca del radiador para entrar en calor.

—   Sólo pasaba cerca de aquí y pensé que era buena idea venir a verte. — respondió con inocencia y sin quitar su sonrisa.

—   Estoy bien. Gracias. ¿Algo más? — la risa que estalló en su amigo parecía un poco falsa, tal vez porque solía intimidarse cuando Levi se ponía más mordaz o tal vez para disimular el incómodo momento en los que se habían sumergido una vez que el más alto entró a la habitación.

—   Me encantan tus habilidades sociales. —

Jodido hijo de puta”, pensó Levi. Farlan tenía muy buenas armas contra él, como esa sonrisa ladina y esa mirada a través de sus pestañas claras; detalles que tenía casi tatuado en su memoria.

—   Verás… — se odiaba a sí mismo por conocer tan bien a ese chico que estaba en su habitación. Farlan le estaba ocultando algo y su actitud nerviosa le daba una idea de lo que podría ser. — Hace tiempo estaba componiendo una canción y me sabe muy nostálgica. Me recuerda mucho a ti y… bueno, tuve que admitir que era sobre ti. —

Soltó un suspiro exasperado al tiempo que fruncía el entrecejo, desviando su atención de la avergonzada mirada de su amigo, que era una mera faceta para verse más sumiso y vulnerable y hacerlo caer en esa trampa.

Esa jodida trampa que había evitado desde hace varios meses y que, irónicamente, evadió gloriosamente la noche que conoció a Eren en el bar; esa trampa escondida en planes casuales y de aparente inocencia que vendrían a suponer un momento a solas entre ambos; esa trampa escondida en palabras dulces y frases cliché o canciones tarareadas intencionalmente como indirectas hacia él.

—   ¿Y qué quieres que haga? — le preguntó con brusquedad. La presencia del rubio lo ponía nervioso, y es que siempre había sido así, siempre había sucumbido a esa sonrisa ladina y esos ojos claros.

—   Nada con la canción, eres muy malo con la música. — comentó Farlan con una carcajada y el azabache no pudo evitar ruborizarse un poco, odiándose por ello. — Sólo quería que la escucharas. — añadió tras encogerse de hombros.

—   Sólo dime cuándo tendrán otra presentación y trataré de ir. — quería zanjar la conversación pronto y pedirle que se marchara. Aun sentía muy latente la maravillosa sensación de estar con Eren, así como la amargura de su revelación al ser su amante y que precisamente ahora estuviera Farlan ahí le daba a entender que todo terminaría en una ridícula discusión… o…

—   Tranquilo, le falta un poco. Quería saber si querías ir a mi casa en la semana a escuchar un avance y que me des tus apreciaciones. —

—   Prefiero escucharla cuando esté lista. —

Levi sabía que estaba a la defensiva. De hecho, se había quedado estático junto al radiador, apenas apartándose para que este no lo quemara, y no se había movido ni siquiera para ofrecerle algo de beber o prepararse un té.

Había olvidado completamente la existencia de Farlan y esta relación tan ambigua que a veces sobrellevaban, especialmente cuando los encuentros con Eren habían aumentado en su frecuencia y se había visto atraído por él.

El problema era que Farlan tenía un buen olfato para estas situaciones, y era capaz de notar cuando Levi quería poner distancia; razón por la cual buscaba excusas para verse y poder compartir aunque fueran unos minutos.

Era un egoísta. Un egoísta que sabía perfectamente el efecto que provocaba en el azabache cada una de sus virtudes y cualidades que lo habían hecho caer rotundamente enamorado de él cuando apenas tenía quince años; un egoísta que no soportaba verlo alejarse y olvidarse de él, era una obsesión lo que sentía por Levi y esta verdad no hacía más que dolerle… porque le hubiese gustado saberlo antes de que todo acabara de la peor forma posible entre ellos.

Su amistad se basaba casi exclusivamente por el cariño que le tenían a Isabel y porque, después de romper y estar alejados por meses, decidieron retomar un poco el contacto, en una tóxica amistad que terminaba en corazones rotos.

—   ¿Qué te ocurre, Levi? —

Ahí estaba, pensaba el azabache, ahí estaba ese lado de Farlan, inquisitivo sobre él, casi posesivo. Esa faceta que venía acompañado de un tono de voz más ronco y semblante serio, aquella que buscaba desnudarlo por completo y dejar sus emociones expuestas, latentes y sumisas para aprovecharse de su vulnerabilidad.

—   Que quiero que te marches. — sentenció, elevando un poco su tono de voz. Avergonzado de sí mismo por sentirse aún de esa forma en presencia del rubio.

—   No seas así… —

—   Soy así porque eres una jodida basura, Farlan. Vete de una vez. —

—   ¿Es eso lo que realmente quieres? — preguntó al tiempo que se ponía de pie.

Ackerman hizo su mejor intento por contener el sobre salto que lo abordó al verse reducida la distancia entre ellos, con cada paso que daba el rubio hacia él. Alzó su mano y la plantó en el pecho contrario, evitando que se acercara más de la cuenta y desviando su mirada hacia el piso, conocedor de que, al alzarla y toparse con esos cristales brillantes que tenía el rostro de Farlan, caería ante sus hechizos y volverían a reiniciar el círculo.

Pero este sabía cómo alterarlo de igual forma, poniendo su propia mano sobre la del azabache y pegándola hacia su pecho, hacia su corazón. Sentir esos latidos más desenfrenados — quizá no tanto como los de Levi —, le produjo un escalofrío; y es que sentía que había algo más detrás de esa abrupta aparición de Farlan en su dormitorio, sobre todo un domingo y a esas horas de la tarde…

Sin embargo, no quería averiguarlo, pues no sabía si era una simple jugarreta para hacerlo caer o si de verdad había algo que alteró a su supuesto amigo.

—   ¿Por qué nunca me eres sincero, Levi? — le preguntó con una voz aterciopelada. Otra estrategia que tenía para manipularlo. Y, pese a que Levi ya lo sabía, siempre caía en ella. — Sólo di la verdad… también me extrañas, ¿no? —

—   No. — admitió, orgulloso al notar que su voz sonó tan firme y decidida que le dio valor para plantarse más seguro y mirar al contrario.

Justo cuando la mirada cargada de confusión y molesta del rubio se acentuaba en su rostro ovalado, el sonido de su celular vibrando sobre el velador lo lleva a salir de ese trance, apartándose de su amigo y aventurándose a mirar la notificación.

Una sonrisa apareció inmediatamente en su rostro al ver el nombre del mocoso en el mensaje.

Eren.

«Fue un día maravilloso a tu lado. Gracias por todo. ¿almorzamos mañana?»

No pudo evitarlo en ese momento y, sin embargo, agradeció haberlo hecho, pues el hecho de comparar a Eren con Farlan le dio un valor hasta ese momento desconocido por el azabache; porque el joven con el que compartió la tarde era mucho más cálido que Farlan, era sonrisas tímidas y ojos cuales océanos. Tenía un montón de trabas que lo llevaban a sentir desconfianza, pero, pese a eso, se dejaba llevar junto al azabache y esto lo hacía sentirse bien, como si fuese útil para alguien más, como si tuviera la capacidad de sanar a ese chico y verlo brillar como merecía hacerlo.

Por el contrario, Farlan era una hermosa y elegante escultura de hielo. No era calidez lo que emanaba con sus sonrisas ladinas, no era inocencia cuando adoptaba una actitud más infantil… no era amor sino frialdad y capricho. Porque eso era para el rubio, un simple capricho, un juguete en su colección; uno preciado ya que era uno antiguo, uno de su infancia; probablemente el primer juguete que tuvo y que usó hasta aburrirse, hasta tener acceso a otros diferentes.

Pese a todo lo vivido con Eren y las pocas cosas que le había contado de su vida, le daba la impresión de que, incluso al estar despojado de cariño, el chico de ojos verdes era mucho más capaz de amar de lo que alguna vez había podido amar Farlan…

Soltó un suspiro y, sin borrar la sonrisa de su rostro, sabiéndose extrañamente salvado por ese mensaje tan simple y agradable, volteó a enfrentar a Farlan, quien había cambiado completamente su actitud.

Ahora estaba con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo abierto, observándolo con escrutinio, entrecerrando la mirada y frunciendo los labios para dejarlos como una fina línea que manifestaba su molestia.

—   ¿Por qué tan feliz? —

Celos.

—   No te importa. — le soltó guardándose el aparato en el bolsillo. — Si no tienes más que decir, mejor vete. Tengo cosas que hacer. —

—   Oh, así que te haces el interesante… — comentó el otro, curvando una sonrisa poco alegre. — Me encantas, lo sabes. ¿Te parece si almorzamos mañana y conversamos con más calma? —

Su estómago se revolvió ligeramente, porque, si bien era cierto que el mensaje de Eren le había dado valor para intentar no caer en sus bajos instintos y sucumbir ante sus malos hábitos cuando se trataba de Farlan, también era muy cierto que una parte de él todavía se sentía amarrada al rubio; y esa parte tiraba constantemente de él, sobre todo cuando volvían a verse y conversaban despreocupadamente. Era una cuerda que se holgaba cuando se apartaban por un tiempo, casi olvidándose de que estaba atado a su amigo y que volvía a tensarse cuando recaía en esos círculos viciosos que los sumían en un estado lejos de la realidad, una en donde Farlan no lo había lastimado tanto, una donde su relación se había fortalecido y crecido como una flor que es cuidada con esmero y cariño…

Una en donde le creía que se amaban.

—   Estoy ocupado. Te avisaré si tengo tiempo en la semana. — respondió, reprochándose mentalmente por no darle un tajante negativa, sucumbiendo al miedo de pensar en la idea de que Farlan se marchara… para siempre.

—   Esperaré atento tu llamada. —

Fue lo único que dijo y luego se acercó, depositando un suave beso en la mejilla del azabache, apartándose con lentitud y sin dejar de mirarlo de esa forma tan penetrante, aquella que lograba hacerle perder el equilibrio y… caer.

 

 

 

Notas finales:

¡Hola a todos y todas!

Gracias por estar aquí una vez más en esta actualización. ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué les está pareciendo la historia?

Personalmente, creo que lo había dicho antes, me gusta mucho esta historia porque la siento mucho más real, más... aterrizada en muchos aspectos; y este capítulo me dolió un poco escribirlo, creo que saqué muchas cosas de mí aquí. 

Mostré una parte de la vida de Eren y Levi, este pasado que les hace cometer errores de nuevo y que viene a dar una justificación a sus acciones del presente. Solemos reiniciar los círculos cuando no somos capaces de aprender de las experiencias que vivimos, porque se suele de decir que de los errores se aprende, pero también de las cosas buenas que experimentamos. 

En este fanfic me pongo un poco más seria con muchas cosas, que quizá no me doy el tiempo de indagar en Criminal, por ejemplo. Tal vez porque el género es distinto y también porque el enfoque que quería darle a Criminal es distinto a esta historia. 

No sé, me gustaría saber qué les está pareciendo. Saben que sus comentarios siempre me hacen feliz y también sus críticas, siempre y cuando sean con respeto hacia mí y hacia quienes también son parte de esta historia como sus lectores. 

Ya,no les distraigo más.

Espero tenerles en el próximo capítulo y también no olviden darle una oportunidad al resto de mis historias (: Podría pasar un buen rato disfrutando de ellas.

Cuídense mucho.

Nos estamos leyendo (:

PD: Por cierto, nunca había comentado de esto, pero las canciones que pongo en el inicio de la historia son temas que se me vienen a la mente cuando escribo estas cosas. No sé si es una playlist en sí para la trama, pero esos fragmentos me pegan fuerte y a veces creo que le dan un poco de sentido a los capítulos. 

No sé si decirles que las escuchen porque puede haber muchos gustos aquí jajaja Pero son libres de hacerlo. He pensado incluso en armar una playlist en spotify o en youtube, tal vez me inspire un poco más. Lo pensaré. Pinky promise.

 


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