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Una habitación en silencio. (Traducción finalizada) por yuniwalker

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El sexo que compartió con sus niños y con su antiguo amante, duro por mucho, realmente mucho tiempo. Fue venenoso, tan duro y tan cruel, que incluso se sintió como si hubieran destruido el valor de su existencia en un segundo. Pero aunque sabía que era su ruina, también pensó que era su culpa por beber el alcohol que derramaban sus manos. Es decir, se sintió como si hubiera sido forzado al inicio. Pero, aunque empezó amargo, al final fue increíblemente dulce.

Y la dulzura causó adicción. 

Más, más, más... De repente, estaba deseando que los niños vinieran a él a cada hora e incluso se estaba volviendo un tanto dependiente. Era realmente como una droga. Le quitaba cada respiración y provocaba que Kim San pareciera no tener intención alguna de detener el acto de obligar a su boca a abrirse para beber de ellos. Fue como dijo su hijo, "no podía parar ahora". Los dedos que agarraban su mano eran tiernos que no podía soltarlas e incluso pareció que era más bien, como si le hubieran puesto una cuerda alrededor del cuello. Eran unos cuerpos varoniles, mucho más grandes y más fuertes que el suyo y de todos modos, por alguna razón, Kim San no dejaba de pensar en sus niños como "pequeños y frágiles".

"Papá, mira. Hice esto para ti."

En el sueño, su pequeño Lee Taek solo tenía 9 años. Y el niño le estaba entregando un ramo de hermosas florecitas rojas que había armado para él por ser, según él, "un día especial".

Las rosas, que estaban descuidadamente dobladas en papel de regalo, parecieron tan frágiles que pensó que eran el tipo de cosas que podían desbaratarse en cualquier momento si no tenía cuidado. Sin embargo, para Kim se veía más bonito que cualquier otra cosa que hubiera recibido a lo largo de su vida. Cuando Kim San sonrió ampliamente y aceptó el ramo, el niño extendió sus bracitos para intentar sostenerlo y sonrió de la manera más bella que había visto hasta entonces. Isaac, que estaba observando la escena desde el otro extremo, se acercó a él en silencio y puso una corona de margaritas en la cabeza de su papá. Fue completamente hermoso verlo levantar las puntas de sus piecitos y hacer todo lo posible por abrazarlo, por lo que Kim San inclinó la espalda en su dirección y dejó que se hundiera en su pecho. Y al verlo lleno con sus flores, Isaac finalmente sonrió brillantemente, agarró el rostro de su padre y lo besó en la mejilla con un sonido de "muack".

"Papi, hicimos esto para el Día de la Madre."

"¿Hoy es el día de la madre? Papá se olvidó."

Kim San sonrió con tristeza y acarició las cabezas de sus pequeños niños, que estaban paraditos para esperar sus elogios por el regalo que le habían hecho. A los niños les encantó tanto que papá se viera tan satisfecho, que se rieron a carcajadas y lo sujetaron muy, muy fuerte de las manos y del cuello también.
Kim San entonces tomó el ramo que Lee Taek le dio y se dirigió a la sala. Encontró una botella decente y colocó las flores allí después de verter un poquito de agua. Luego, las que Isaac le puso en la cabeza, también fueron removidas y cuidadosamente colocadas en una cajita que siempre utilizaba como adorno de centro. En esa pequeña caja, había artículos pequeños que los niños le ofrecían como regalo a su padre: Pulseritas, piedras bonitas, tréboles de cuatro hojas, y algunos dibujitos que no tenían forma. Kim San, quien los había dejado un momento, miró todo esto como si fueran las cosas más hermosas del universo, y finalmente se giró hacia el calor que colgaba de sus piernas. Isaac y Taek estaban sonrojados y mirando en su dirección.

"Papi ¿Te gustó?"

"Me encantó."

Y beso suavemente la mejilla de Isaac. Pero como si Lee Taek se sintiera celoso de él, mostró su rostro frente al suyo y se estiró para que también pudiera besarlo. Kim se sentó en el suelo, tocó a ambos niños al mismo tiempo en la cabecita y les dijo que "los amaba más que a nadie o que nada en su vida". Los niños parecieron estar muy felices con el gesto de papá porque sonrieron también y abrazaron al hombre tan fuerte que ni siquiera podía moverse.

Ese fue, realmente, el momento más feliz de su vida. Cuando tuvo a sus bebés entre sus brazos y nada más existía. Sus dos regalos preciosos, enviados desde el mismísimo cielo en forma de ángeles.

"Papá ¿Cómo estás, mi cielo?"

El dulce sueño que tuvo durante mucho tiempo, llegó a su fin con una voz joven y rasposa apuntando directo a su oído. Kim parpadeó, con ojos increíblemente borrosos, y miró a su alrededor.

"Choi se largo por fin, amor. Supongo que eso resuelve nuestras dudas sobre quien te merecía más."

Yoo Dam estaba acurrucada en los brazos de Isaac. No obstante, queriendo ser abrazada por su padre en lugar de por su hermano, abrió los bracitos y comenzó a gritar con toda la fuerza que le daban los pulmones. Obviamente Isaac se levantó lo mejor que pudo y abrazó a su niña para intentar consolarla, pero ella inclinó la cabeza y lloró:

"Papá, papi… ¡Vestido!"

"¿Qué pasa con el vestido, mi amor?"

"Ha estado así desde hace un tiempo."

Isaac estaba avergonzado por el llanto de la niña, pero Kim San se levantó igual a si ya estuviera acostumbrado a esto. Su cabeza estaba mareada y aunque en realidad no pareció tener mucha fiebre, había perdido fuerza porque trató con tres hombres agresivos durante toda la noche. Kim San reunió energía y se acercó a Yoo Dam.

"Veamos que pasa, bebé."

"¡Vestido!"

"¿Tu vestidito te molesta?"

Kim revisó el lugar que señalaba su niña.

"Papá, tienes que descansar".

Isaac trató de consolar a Yoo Dam, que luchaba entre sus brazos, en lugar de que tuviera que hacerlo él. Pero papá pareció no poder moverse durante mucho tiempo después de eso y, por esa misma razón, los gritos de la chiquita se hicieron increíblemente fuertes. Kim San había encontrado un papelito en su bolsillo.

"¿Mi amor?"

"..."

"Amor, dame al bebé. Te ves muy cansado."

"¿Qué? Ah, no. No. Yo puedo hacerme cargo."

No le gustó mucho la idea en realidad pero, a pedido de Kim San, Isaac no tuvo más remedio que dejar a la bebé a su lado tal y como se lo había pedido. Yoodam sonrió, vio a Kim San y lo abrazó con muchísima fuerza. Igual a si fuera ese peluche con el que tanto le gustaba dormir. Luego Kim, con una mirada un tanto triste, hábilmente apoyó y abrazó a su niña contra su pecho y dijo, con una voz que sonaba muy ronca:

"Mi bebé, te amo tanto. Te amo como no tienes idea."

Yoo Dam llevó sus manos a la boca de papá así que Kim San sonrió, suspiró, y suavemente tomó sus deditos y los bajó contra la cama. La pequeña se quejó y se movió una y otra vez hasta conseguir abrazar el cuello de Kim San con ambos brazos y decirle que "también lo amaba mucho". Pero ante el gran peso de la niña contra él, San Kim gimió porque las nalgas le dolían y no soportaba la espalda. Isaac extendió su mano para ayudarlo, pero Yoodam se negó, haciendo un sonido que sonó como un aterrador grito de ambulancia que no le dejó más remedio que darse por vencido. En los brazos de Isaac, la pequeña lloraba hasta destrozarse la garganta, pero cuando su padre la abrazaba y la arrullaba, poco a poco dejaba de llorar y finalmente suspiraba y se tranquilizaba hasta parecer que podía dormirse en cualquier momento. Kim San arrugó el papel para que nadie lo mirara y lo dejó caer por la cabecera. Luego, miró la cara de Yoo Dam y la besó. Sus mejillas estaban empapadas de lágrimas y su cabeza estaba tan sudada que el cabello se le pegaba en trozos. Era un regalo del cielo. Incluso si era una niñita nacida de una violación y un montón de relaciones sucias con sus hijos, no importaba en lo más mínimo cuando la hacía dormir o le besaba las orejas. La amaba desde que la vio nacer y la seguiría amando por el resto de su vida.

Kim San colocó cuidadosamente al bebé sobre la almohada. Su pequeña apretó los puños con fuerza, se movió y ​​bostezó, así que solo la tapó con una manta porque tenía miedo de que el frío ocasionara que fuera a resfriarse. Al final, la miró por un rato realmente largo y dijo:

"Solo quiero... Que estés bien. Mi niña."

Isaac lo miró con ojos tristes. Es decir, había algo extraño en la imagen de su padre sentado en la cama y cuidando a su pequeña hijita con esos ojos que gritaban que estaban a nada de comenzar a llorar. Se arrodilló lentamente y enterró su rostro en el muslo de su único amante. Estaba rígido debido a lo musculoso que era, pero también estaba bien. Es decir, por encima de todo eso, era un lugar cálido y acogedor y era un sitio en el que podía estar eternamente. Kim San acarició la cabeza de Isaac como si fuera un bebé. No podía amarlo como él lo amaba, pero al menos podía permitirse hacer esto de vez en cuanto para que supiera que no lo había abandonado. Y como embriagado por el toque suave y gentil de su padre, Isaac murmuró:

"Papá, te amo. Te amo demasiado."

Fue una confesión similar a la de un niño, así que no la respondió.

Después de que terminó de hablar, la puerta se abrió y entró un hombre con traje. Su frente, blanca y redonda, quedó bellamente revelada gracias a su cabello cuidadosamente acomodado con cera y el olor de su perfume comenzó a parecer muy similar al que llevaba Choi Hee seo más temprano en la mañana. Además, todo lo que tenía que hacer era ponerse la chaqueta sobre los brazos y sus hombros comenzaban a verse más anchos y amenazadores que al principio. Había regresado del trabajo, y tenía un rico ramo de flores rojas en la mano. Lee Taek, que estaba sonriendo de una manera maravillosa, se arrodilló, puso su mejilla en el muslo de su padre, miró a su hermano, que fingía ser inocente con él, y gruñó mientras decía:

"No piensas quedarte a papá todo para ti ¿Verdad?"

Lee Taek, quien murmuró como si su hermano mayor fuera repugnante, trató de empujarlo con la pierna, pero Isaac no se apartó ni un solo centímetro. Después de todo, conocía que la obsesión de su hermano no era menor que la suya y que tampoco era de los que se daban por vencidos por algo tan estúpido como una queja.
Lee Taek se sentó junto a Kim y le entregó las flores

"Es hermoso..."

Lee Taek observó el rostro de su padre, mientras admiraba el ramo de rosas con ojos que parecían estar sutilmente felices. Y tal vez era porque se trataba de sus favoritas, pero incluso pensó que estaba un poco más animado que en la mañana.

"Tú eres hermoso."

Lee Taek bajó la cabeza y besó a su padre en la mejilla, pero Kim San-eun solo se cubrió la boca con el ramo por temor a que pudiera besarlo en la boca. Sin embargo, Lee Taek ignoró este hecho y en su lugar, sonrió porque amaba la forma en que tenía sus grandes ojos bien abiertos y los pétalos pegados a su barbilla. Por si fuera poco, aunque Kim San estaba todo despeinado, se veía tan bonito como una celebridad de revista y provocaba que le respiración se les fuera sin hacer gran cosa para lograrlo. Lee Taek sonrió.

"Te amo. Más que nadie en el mundo".

E Isaac, todavía sentado en el suelo y con la cara en su muslo, sonrió tan apasionadamente que Kim San-eun se cubrió la cara al sentir la intensidad de sus pensamientos, incluso si no los estaba diciendo en voz alta.

"Gracias."

"Jajaja. Hay que dormir ya, mi amor. Es tarde y debes estar vuelto polvo."

"Sí..."

Kim se levantó un momento y, con el pretexto de cerrar todas las cortinas, miró un poco por la ventana y suspiró, sabiendo que Hee-seo debía estar por allí en algún lugar, simplemente esperando a que se hiciera de madrugada.
Su cara se calentó y su corazón estaba latiendo. Luego, dejó la luz del balcón encendida a propósito y volvió al lugar en donde estaba su niña, sus dos hijos y un papel sin firma que rezaba que "definitivamente se llevaría a la bebé antes de que saliera el sol".

Miró las flores, y luego los miró a ellos. Yoo Dam no combinaba con el lugar, ni con sus hijos o con nada de lo que ocurriera entre los tres. Era su responsabilidad, solo suya. Lo fue desde el momento mismo es que los dio a luz y les tendió las manos y lo sería mucho después de este día. Desde que no los frenó y desde que dijo que también los amaba, incluso si no era de la forma que esperaban.

Solo se tenía a si mismo.
A un amor inevitable.
Y a esa habitación.

Por lo que quedaba de su vida.

Fin.


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