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Querido amigo por Cris fanfics

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Me encontraba tumbado en mi cama con el sobre en la mano. Habían pasado los meses desde que padre me confió mi expediente, pero cada día que pasaba me sentía menos capaz de abrirlo y leer lo que había dentro.

No le había contado nada a Xavier, ni tampoco a Dylan —que en muy poco tiempo se había ganado todo mi cariño y gran parte de mi confianza—. Sentía que aquello era algo que tenía que afrontar solo.

Suspiré ruidosamente. Aquel asunto me exasperaba.

De pequeño había exigido saber qué le había pasado a mis padres, y tras averiguar que habían muerto me había preguntado millones de veces qué era exactamente lo que les había ocurrido, pero ya no tenía valor para saber la verdad.

Antes de me diera cuenta, empecé a darle vueltas a la cabeza por enésima vez:

¿Habrían fallecido en una accidente de tráfico mientras iban al trabajo? Aquello era lo más probable. O quizás les había caído algo de un edificio; la gente suele tener la mala costumbre de tener macetas en las cornisas de las ventanas incluso cuando hace viento. O tal vez…

Alguien tocó a la puerta, sacándome del hilo de mis pensamientos.

Me incorporé, escondí el sobre debajo del colchón y abrí. Sin esperar a que le ofreciese entrar, el invitado me empujó y entró en la habitación.

— ¡Compañero! Me extraña que no estés con Xavier ni con tu sombra viviente.

— Hola, Claude, ¿estás buscando a Xavier? Se fue hace un rato para ver a…

— ¡No, hombre! —exclamó mientras me ponía un brazo por encima de los hombros y me guiñaba un ojo—, hace mucho tiempo que tú y yo no hablamos de nada. Somos amigos pero apenas nos conocemos. Por eso pensaba que sería buena idea pasar el día juntos.

Solté un risa nerviosa.

Claude tenía razón. Aunque quería mucho a todos mis amigos no me sentía cómodo para hablar de asuntos privados o más serios con ellos como con mi mejor amigo.

A pesar de esto, conocía lo suficiente a Claude como para saber que prefería dar patadas a un balón —o cualquier cosa que supusiera quemar su hiperactividad— que tener una conversación profunda con alguien.

— ¿Ethan está ocupado hoy? Es raro que no estéis juntos.

— ¿Crees que he venido a verte porque nadie quiere estar conmigo? —preguntó haciéndose el ofendido.

— ¿Es así?

Silencio incómodo.

— Claude, sé sincero.

— Sí.

Aún cuando conseguí no empezar a reírme en ese mismo momento, él notó el gesto.

— ¡Oye! ¡No hace falta que te rías de mí! —me gritó sonrojado como un tomate—. Vale, vale. Lo pillo. Ya me voy.

— ¡No, espera! ¿Necesitabas algo? Yo tampoco tengo nada que hacer hoy.

— ¿Que no tienes nada que hacer? ¿Es que ya te sabes todo para los exámenes?

— Ya me parecía raro… Isabelle y Ethan no quieren ayudarte ¿verdad?

Claude bajó la cabeza y me miró con ojos de cachorrito. Había acertado de lleno.

— En serio, ¿por qué nunca te preparas para los exámenes? No entiendo como Lina se apiada de ti y te aprueba.

— Porque sabe que todo no son los estudios.

— No lo son todo, pero son importantes.

— ¡Ya lo sé! Pero es que no soy capaz de estudiar solo… Ethan dice que no quiere tocar un libro el día antes del examen porque se lía con lo que ya se sabe de memoria, e Isabelle ni siquiera me abre la puerta.

— Me parece lo más normal del mundo. Siempre esperas al último momento para pedir ayuda. ¿No has oído que a quién madruga dios le ayuda? Pues eso… Además, tú eres de los que más entusiasmados estaban con eso de que este año nos dejaran salir del orfanato solos. ¿Cómo es que no te has esmerado más?

— Porfaaaaaaaaa —me suplicó juntando las manos.

Por fin comprendí porque Lina y Bryce trataban a Claude como a un niño pequeño.

— Está bien —aspiré con toda la resignación de la que era capaz—. A mí también me ayudará repasar un poco. ¿Nos vemos en un rato en la biblioteca?

— ¡Oído cocina! —se limitó a exclamar mientras salía corriendo de la habitación, dejando la puerta abierta.

Ese chico no tenía remedio.

**********

— ¡No entiendo nada! Eres un genio en inglés mínimo.

— Solo es el presente perfecto, no es tan complicado.

La biblioteca estaba vacía. Claude era, efectivamente, el único que había dejado los estudios para el último día. Casi me daba pena.

Casi.

— Me rindo, no creo que pueda aprobar mañana.

— Ni siquiera lo has intentado, solo hemos estado diez minutos con inglés…

— ¡Exacto! Y mira como voy. Es imposible —tras decir esto tiró la mitad superior de su cuerpo contra la mesa.

— Si te pones así no te ayudo. Vas a conseguir que me haga un lío o que me olvide de cosas.

— ¡Espera! Eres mi única esperanza, Jordan, por favor no te vayas.

— Vale… —Me rendí otra vez ante la toda poderosa mirada de cachorrito—. Y no te preocupes, quien las sigue las consigue —dije con una gran sonrisa con la que pretendía motivar a mi compañero.

— Brillas demasiado —susurró él mientras me miraba con la cara de quien ha visto un gatito abandonado.

—¿Perdona? ¿Has dicho algo? —fingí no haberme enterado… aunque me había gustado el comentario.

— No, nada…

— Solo vosotros dos podríais hacer tanto ruido mientras estudiáis —intervino una tercera persona.

Ambos nos giramos, sorprendidos.

Dave estaba cogiendo folios y lápices de colores del armario de materiales mientras se esforzaba por no mirarnos directamente.

Pero, por desgracia para él, estaba perdido desde el mismo momento en el que se hizo notar.

— ¡Dave! —exclamó Claude levantándose y acercándose a él—. Antes me pasé por tu cuarto y te llamé, ya veo porque no contestabas.

«¿En serio fui su última opción?» pensé con desgana.

— Hace un rato estaba repasando en mi habitación, he llegado hace poco. Y si no te importa, Claude, apártate un poco; estás demasiado pegado a mí.

— Pero si te dije que era yo… ¡ah! Ya veo, tú eres de los que estudian escuchando música.

«En serio, Claude… pilla las indirectas».

— Te oí perfectamente. Es solo que no quería abrirte porque sabía qué era lo que querías. Me imagino que Jordan no se lo vio venir.

— Eso es cruel —se fingió triste.

— ¿Y tú qué estás haciendo, Dave? —intercedí, cansado del tema de Claude.

Noté cómo se sonrojaba un poco mientras apretaba contra sí lo que tenía entre las manos.

— Iba a hacer flores de origami.

— ¡Cómo mola! ¿Podemos unirnos?

— Claude, habíamos venido aquí a estudiar.

Él se encogió de hombros.

— Qué más da. Ya me las apañaré para aprobar mañana. Con mi astucia y mis ojos de corderito lo tengo todo controlado.

— Tú verás.

— Lo siento, pero quería estar solo. Podéis seguir con lo vuestro.

— Venga ya, Dave. Será más divertido hacer origami juntos.

— He dicho que no.

— ¡Vamos! ¿Qué más te da?

Estaba empezando a notar que al mayor no le estaba gustando lo más mínimo la insistencia de Claude, tenía que parar aquella situación antes de que empezaran a discutir o algo peor.

No era buena idea hacer enfadar a Dave.

— Claude, déjalo estar.

— Pero ¿por qué…?

Un sonoro golpe detuvo a Claude antes de terminar la pregunta.

Dave había dado un puñetazo contra el mueble, dejándose la mano completamente roja.

— ¡Dave! ¿Pero qué haces? —exclamé mientras me levantaba para comprobar que no se hubiese hecho daño en el puño.

Él pestañeo, aturdido. No parecía darse cuenta de lo que había hecho.

Por desgracia, ese tipo de cosas solían ocurrirle a menudo, y mayoritariamente terminaban peor que con un simple puñetazo a un armario.

Al igual que era característico de Claude el ser extremadamente activo e impulsivo y de Bryce ser distante y frío como un témpano de hielo; el mal humor de Dave era su “seña de identidad”. Desde pequeño tenía muy poca paciencia y era sencillo hacer que se enfadara, y con la llegada de la pubertad su temperamento había ido a mayores.

Todo esto no quería decir que fuese una mala persona… de hecho cuando estaba tranquilo era muy agradable y se podía perfectamente hablar con él.

Aunque había llegado un momento en el que Dave se había dado cuenta de que su carácter era un auténtico problema.

Aún recuerdo aquella noche en la que vino a nuestro cuarto a rogarle a Xavier que hablase con padre para que le buscasen ayuda —tras haber destrozado todo su cuarto y haber pegado a su compañero en un ataque de ira y frustración—.

Debido a que padre estaba más de viaje que en el orfanato, y a falta de tutor, tuvo que ser Aquilina quien se pusiese con él a enseñarle a controlarse. Y gracias a ella le iba mejor, pero aún así era duro para él.

— ¿Te duele mucho? —pregunté tocándole con suavidad la muñeca.

— No, no te preocupes, solo palpita un poco.

— Puedo ir a la cocina a coger hielo si queréis —intervino Claude, tímidamente.

— No, ya voy yo. Perdonad si os he asustado.

Dave dejó los materiales encima del mueble y se marchó, sujetándose la mano que tenía dolorida y con la cabeza gacha.

Tras que abandonase la biblioteca, Claude se apresuró a decir:

— No quería enfadarle.

— Sé que no era tu intención Claude —suspiré—, pero tienes que comprender que cuando alguien te dice no, es no. Sobre todo si esa persona tiene el carácter que tiene Dave.

Él zarandeó la cabeza.

— Me gustaría compensarle.

— No insistas, podrías meter aún más la pata.

Ignorándome por completo fue hasta el armario y recogió lo que Dave había dejado.

— ¿Qué vas a hacer?

— Voy a hacer las flores por él. Ha sido culpa mía que se hiciese daño y ahora no pueda... así que qué menos —terminó encogiendo los hombros.

— No sé, Dave dijo que quería hacer las flores solo. A lo mejor se enfada más si las hacemos nosotros en su lugar.

Claude se encogió de hombros.

— Por eso he dicho que las voy a hacer yo, no nosotros.

— No seas tonto, no sabes hacer origami así que te tengo que enseñar sí o sí; prácticamente me has puesto en un compromiso.

Claude sonrió inocentemente.

— Oye, si me ensañas no me vendría mal...

Suspiré con todas mis fuerzas.

— Qué se le va a hacer, por lo menos tienes buena intención con todo esto. Vamos a intentar que Dave haga las paces contigo.

**********

Estuvimos el resto de la tarde repitiendo una y otra vez las flores. No solo porque quisiésemos hacer un racimo con bastante cantidad, sino también y sobre todo porque tanto Claude como yo —pero sobre todo él— doblábamos mal el papel o se nos salían los colores del margen en el que queríamos dibujar.

Era frustrante, pero tras un arduo trabajo nos había quedado un racimo bastante bonito.

— ¡Mis manos duelen!

— Sí, a mí también. Hacía tiempo que no hacíamos manualidades, he perdido mucha práctica.

— Tal vez nos podamos librar mañana de los exámenes si le decimos a Aquilina que no podemos escribir —rió Claude.

— No seas exagerado, que se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Y si enfadas a Lina aún te puede obligar a hacer un examen oral delante de todo el mundo.

Puso los ojos en blanco.

— No he dicho nada.

— En serio, Claude… eres de lo que no hay.

El sonido de la puerta al abrirse llamó nuestra atención. Deseaba que fuera Dave quien acababa de entrar; en el fondo tenía mucho ilusión de que viera nuestro trabajo terminado.

La esperanza no fue en vano.

— ¿Aún por aquí? ¿Qué estáis hacie… —Se detuvo a mitad de pregunta cuando vio el ramo de flores de papel en la mesa.

Claude se incorporó y, poniéndose de puntillas, consiguió tocarle el hombro a Dave.

— Siento mucho lo de antes. No debería haber sido tan insistente, para compensarte he hecho las flores para ti… no las he hecho solo, pero es que no sabía hacerlas sin ayuda.

El silencio reinó durante unos segundos, que se me hicieron eternos, hasta que Dave puso una de sus gigantescas manos en la cabeza de Claude y le revolvió el pelo con cariño.

— Muchas gracias, chicos, ha sido un detalle que hayáis hecho esto; siento mucho haber actuado así antes. —Observó al chico de pelo rojo—. No estaba enfadado contigo en realidad, pero aún así pagaste tú por mi mal humor. Lo siento —repitió.

— No te preocupes, en serio —dijo Claude moviendo las manos apresuradamente y apartándose de Dave—. Ha sido también culpa mía, sé que soy bastante molesto a veces…

— Bueno, parad ya los dos —intervine al comprobar que ninguno sabía cómo continuar ya la conversación—. Os habéis disculpado, y eso es lo que importa.

— Sí, supongo…

— ¿Vais a ocupar mucho más la mesa? —Dave cambió de repente de tema—. Me gustaría sentarme aquí, es mi sitio favorito.

— ¿Vas a ponerte a leer?

Dave negó con la cabeza.

— Voy a hacer flores de origami.

Claude y yo no supimos que responder, aquello era bastante incómodo.

Sin embargo, Claude no quiso insistir en el tema y, con una breve despedida, salió de la biblioteca dejándonos a Dave y a mí solos.

Yo, por otra parte, no me fui inmediatamente sino que me entretuve cogiendo un par de libros que sabía que Xavier y yo querríamos volver a leer cuando acabasen los exámenes.

Estaba comprobando que uno de estos libros era el que deseaba cuando la voz de Dave me sacó de mis pensamientos:

— Jordan, ¿Xavier te ha contado si Aquilina ha tenido problemas últimamente?

Me giré hacia él, pensativo.

Era lógico que me preguntara a mí sobre ello, si algo le ocurría a Lina esta se lo contaría a su hermano y él, a su vez, me lo confiaría a mí para saber mi opinión y para que le diera ideas sobre cómo ayudarla. Pero no habíamos hablado de nada serio relacionado con ella en los últimos meses y así se lo hice saber.

— Ya veo.

— ¿Por qué lo preguntas?

Dave dudó antes de contestarme.

— Es que siempre está tan triste, tan sola, y resulta tan... insondable.

Que aquello lo estuviera diciendo Dave, que era de las personas más misteriosas y solitarias que conocía, suponía un mérito para Aquilina.

Dave siguió hablando mientras empezaba a doblar el papel poco a poco, con una suavidad que casi rozaba el mimo.

— Ella siempre está velando por nuestro bienestar y por el de padre, pero nunca busca el suyo propio. Y lo odio. Ojalá pudiese ayudarla tanto como ella me ha ayudado a mí, me gustaría verla sonreír siempre… tiene una sonrisa preciosa.

A medida que iba hablando su voz se hacía más ensoñadora, como si estuviese hablando del mundo fantástico de un libro excepcionalmente bueno.

— Entonces... ¿esas flores son para ella? —pregunté con suavidad.

La cara de Dave adquirió el color del pelo de Claude en menos de un segundo.

Para evitar que lo viera así bajó aún más la cabeza, intentando que su melena negra le tapara el lado de la cara que yo podía ver desde mi posición.

No contestó a mi pregunta con palabras, pero por su gesto me pude imaginar que la respuesta clara era que sí.

Al ver que Dave, tras aquel descuido que había dejado patente lo que sentía hacia Lina, no continuaba hablando, me despedí de él y volví a mi cuarto.

Por un momento pensé en contarle a Xavier lo que había descubierto pero, tras pensarlo mejor, decidí no hacerlo. Aquello era algo íntimo y no debía decirlo sin permiso de Dave. Si él quería que fuese un secreto, no saldría nada de mis labios.


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