Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Querido amigo por Cris fanfics

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Cuando abrí los ojos seguía tirado en el suelo de la cabaña. El aire de la habitación estaba helado e Isabelle estaba acurrucada sobre mi pecho, buscando calor y seguridad.

La luz del sol empezaba a iluminar la estancia, dándole a todo lo ocurrido durante la noche un aire surrealista. Había sido todo demasiado caótico como para suceder de verdad.

Un rayo de luz repentino me dio de lleno en la cara, haciendo que saliera de mi amodorramiento. Solo entonces me atreví a mirar al lugar donde sabía que, si todo había sido real, debía estar nuestro secuestrador.

Un rostro parcialmente desfigurado que había quedado congelado en una mueca de eterno terror me terminó de convencer de la veracidad de lo ocurrido.

Aparté la mirada casi inmediatamente, con una sensación de malestar en el estómago.

Tras terminar de asimilarlo todo, lo primero en lo que pensé fue en Bryce. La última vez que le había visto había salido a enfrentarse al segundo secuestrador; tal vez se encontrase herido o algo peor.

Con ese pensamiento en mente me motivé a levantarme.

Toqué el hombro de Isabelle, intentando despertarla lo más suavemente posible, pero fue imposible. Asustada y con los ojos abiertos como platos, se alejó de mí. Al comprobar que solo era yo pareció relajarse un tanto, aunque al darse cuenta de que se encontraba prácticamente desnuda se tapó con pudor y se puso en guardia de nuevo.

— ¿Recuerdas lo que pasó ayer? —pude preguntar.

Se notaba que hacía un esfuerzo por rememorarlo todo pero, al igual que yo, aún debía de tener la cabeza un poco ida.

De repente, pareció que todos los recuerdos le salpicaban en la cara como agua ardiendo. Giró la cabeza con brusquedad hacia el rincón dónde se encontraba el hombre.

— Está… ¿Está muerto?

Negué con la cabeza efusivamente.

— No lo sé… Creo que sí.

— ¿Llegó a hacerme algo? —dijo intentando mantener la entereza, aunque se notaba que estaba a punto de echarse a llorar— Me duele el cuerpo.

— No te hizo nada. Conseguí liberar a Bryce antes de que tuviera la oportunidad.

— Bryce… ¿Qué fue lo que pasó exactamente? ¿Y dónde se encuentra?

— Quería ir a buscarle, pero preferiría no ir solo.

La única respuesta que recibí fue un estornudo por parte de ella.

— Creo que me he puesto enferma —dijo levantándose del suelo a la vez que se colocaba lo mejor posible el kimono.

— Normal. La casa está helada… literalmente —miré por un momento al hombre congelado y a la cantidad de escarcha que le rodeaba.

Mientras que con una mano Isabelle se agarraba la ropa con la otra me ofrecía su ayuda para levantarme. Ayuda que acepté encantado.

Apenas podíamos caminar, así que tuvimos que avanzar apoyándonos en el hombro del otro.

La casa estaba tan destartalada y abandonada como me imaginé en un primer momento. Debía de estar inhabitada desde hacía años y por eso aquel par la había elegido como escondrijo.

La pregunta real, y más importante, era dónde estábamos exactamente: la lógica me decía que debíamos estar en el bosque que rodeaba el pueblo y sus alrededores, nuestros secuestradores no habían tenido tiempo como para llevarnos más lejos que eso, pero en realidad tenía muchísimo miedo de que nos hubiesen dejado abandonados en un lugar desconocido y muy lejos de nuestro hogar.

— ¡Ahí está! —Isabelle interrumpió mi hilo de pensamiento.

Nuestro amigo se encontraba en la entrada de la casa, tirado cerca del cuerpo del segundo hombre. Y así verifiqué mi impresión de la noche anterior: su pelo estaba manchado de sangre, incluso podía verse parte de la herida que le habían provocado. No pude evitar fijarme que tenía unos cuantos arañazos y moretones en sus destapados brazos, lo más probable es que provocados por la pelea con el secuestrador.

Nos acercamos a él y le zarandeamos, temiéndonos lo peor. Pero una sonrisa de auténtica alegría se nos escapó al ver que sus párpados temblaban para después a abrirse poco a poco.

— Menos mal —empecé a llorar de alivio.

— Chicos… ¿por qué estáis llorando?

Isabelle se limpió las lágrimas que también habían empezado a caer de sus ojos y gritó:

— ¡¿Tú qué crees, estúpido?! ¡Pensábamos que estabas muerto!

— Siento daros una mala noticia, pero hoy no tendréis esa suerte.

A pesar de las circunstancias no pude evitar que se me escapara una sonrisa; aún con todo Bryce seguía siendo igual de sarcástico que siempre.

— No cantes victoria. Esa herida tiene muy mala pinta —dije señalando su cabeza—, será mejor ir a que un médico te eche un vistazo.

Tan pronto terminé de hablar, Bryce alzó la mano hasta su frente y se rascó para quitarse un poco de sangre, ya seca.

— Sí, la verdad es que duele bastante.

Con cuidado de no hacerle daño, le ayudamos a levantarse.

— Bryce, ¿qué fue lo que hiciste anoche? ¿Tienes poderes y nunca nos lo habías dicho? —preguntó Isabelle.

— ¿Poderes? ¿De qué hablas?

— ¡Congelaste a esos cabrones!

El chico apartó la mirada y se tomó el lujo de estar su buen rato pensándose la respuesta.

Cuando terminó, sus ojos azules demostraron auténtico terror.

— ¡Es cierto! —exclamó apartándose bruscamente de mí y casi tirándose encima de Isabelle—. ¡¿Estás bien?! ¿Te han hecho daño?

— Sí a lo primero y no a lo segundo. ¿En serio no recuerdas lo que ocurrió? Tú y Jordan me salvasteis de que ese salvaje me… —gesticuló la siguiente palabra, pero pareció incapaz de pronunciarla.

Resignada, bajó la cabeza y dejó que la melena le tapara la cara. Estaba claro que no quería hablar más del tema.

Pero Bryce no pareció darse cuenta de ello, así que le hice un gesto lo suficientemente significativo como para que no se le ocurriese meter más cizalla.

Asintió con la cabeza sutilmente para que me diera por enterado de que entendía la situación.

— De todas formas ya da igual. Lo mejor será marcharnos de este lugar.

Mis compañeros no tuvieron nada en contra. Volvimos a hacer una cadena humana y fuimos hacia la puerta de entrada, deseando salir de aquel lugar y olvidar todo lo ocurrido allí, pero algo nos detuvo en el sitio. En el exterior se escuchaban pasos, y eran varias personas.

Isabelle y yo nos quedamos paralizados, y Bryce, tras un momento de pánico, intentó arrastrarnos otra vez al interior para ponernos a salvo; lo único que consiguió con ese gesto fue que nos cayéramos los tres.

Solté una maldición. Había sentido cómo mis pobres huesos retumbaban con el golpe.

Los pasos se detuvieron.

— ¿Jordan? ¿Eres tú?

Me salió una sonrisa espontánea al reconocer esa voz.

— ¿Xavier?

Un fuerte golpe echó la puerta abajo, logrando que un torrente de luz me cegara durante unos segundos.

Cuando volví a recuperar la capacidad normal de la vista pude ver claramente como un seguro Dave se internaba en el edificio agarrando con fuerza un bate de béisbol que le daba un aspecto aún más amenazante del habitual.

— ¿Hay alguien más con vosotros?

Los tres negamos con la cabeza.

— ¡Están solos! —gritó al exterior.

Dos cabezas más asomaron por el marco de la puerta.

— Lina… Xavier…

La primera, al reparar en la ropa rota de Isabelle y en nuestras heridas, se abalanzó al interior sin mayores contemplaciones.

Su hermano no tardó en seguirla.

Tras el barullo inicial en el que los tres recién llegados nos pedían información sobre lo ocurrido y sobre nuestros atacantes, Aquilina le pasó su chaqueta a Isabelle para que se cubriera y empezó a mirar nuestras heridas.

— Jordan, no te preocupes, tus cortes son dolorosos pero son solo heridas superficiales; cuando te desinfectemos se cerrarán normalmente y no te dejarán cicatrices… —calló de sopetón, como si quisiera añadir algo más pero cambiara de opinión en el último momento.

Suspiré con fuerza, más aliviado de lo que me atrevía a expresar en voz alta a pesar de que a ella se la notara dudosa; el simple hecho de que intentase parecer segura me hacía sentir mejor.

— Menos mal —susurró Xavier, echándole un vistazo a la sangre que aún emanaba de mis heridas y salpicaba buena parte de mis brazos.

Lina se apartó de mí y fue hasta Bryce.

Tras un rápido vistazo a su herida dijo:

— Bryce… contigo hay que correr al hospital desde que lleguemos a casa.

— Gracias, no me lo hubiera imaginado sin ti —contestó, irónico.

— No te han golpeado muy fuerte si puedes seguir siendo igual de pedante que siempre —hizo una mueca de disgusto.

— Si ya hemos acabado deberíamos marcharnos de aquí —intervino Dave, que se encontraba fuera controlando que nadie se acercase.

— Tiene razón, vámonos.

Cuando salimos de la casucha la naturaleza nos sorprendió en todo su esplendor. El rocío caía lentamente de las hojas y los pájaros piaban como no lo hacían aquellos que vivían en las ciudades. Por no hablar del fresco olor a tierra húmeda tras el paso de la noche que despejaba mi dolorida cabeza.

— ¿Cómo habéis llegado hasta aquí? —preguntó Isabelle mientras empezábamos a caminar.

Xavier —que era el que me ayudaba a mantenerme en pie— parecía molesto pero, como pudimos comprobar, no se debía a su pregunta.

— Tras darnos cuenta de que Jordan y tú habíais desaparecido os buscamos por todo el pueblo pensando que estabais perdidos. Pero cuando por otros compañeros nos enteramos de que Bryce tampoco aparecía por ninguna parte supimos que aquello no era normal y llamamos a la policía; los muy inútiles nos dijeron que antes de las veinticuatro horas no se daba a nadie por desaparecido, menos aún a unos adolescentes en un día de fiesta en el que podríais haber decidido pegaros una escapada.

— Entonces los chicos volvieron al orfanato y hablaron con Aquilina sobre lo que ocurría —continuó Dave—. No podíamos quedarnos de brazos cruzados sabiendo que os podía haber pasado algo malo, así que ella y yo decidimos recorrer el bosque de palmo a palmo hasta encontraros… o saber con certeza que no os encontrabais aquí.

— Y Xavier vino porque, a pesar de que la primera vez que insistió en acompañarnos le encerramos en su cuarto, fue tan cabezota que por ir a buscaros por poco se parte una pierna bajando desde la ventana en un intento inútil de escapar —añadió Aquilina, seca, taladrando a mi amigo con la mirada—. Pero como no hubo suerte y no se la rompió, no tuvimos más remedio que dejarle acompañarnos.

— Gracias, hermana, por desearme tanto bien —contestó con sorna.

Enternecido por lo que había hecho y aliviado de que aquella situación hubiese acabado al fin, aproveché para pasar el brazo por su cintura bajo la excusa de que caminaba mejor así, aprovechando el momento para disfrutar al máximo de su cercanía.

A pesar de las más de tres horas que tuvimos que caminar hasta salir del bosque, sentí como una cálida sensación invadía mi pecho durante todo el trayecto. Volvíamos a casa.

**********

Cuando llegamos todos los chicos del orfanato se abalanzaron sobre nosotros. La avalancha de preguntas sobre nuestro estado, las lágrimas incesantes y el abrazo de Dylan hicieron que me volviera el dolor de cabeza y que me separase de Xavier. Y ni Aquilina ni Dave pudieron hacer nada para detener a la marabunta.

Sin embargo, un potente voz consiguió lo que ellos dos no.

Todos se apartaron de nosotros y dejaron un pasillito humano por el que una figura bajita se abrió paso.

Bryce fue el primero en reaccionar ante su presencia, aunque no lo hiciese de la forma más animada posible.

— Hola, padre.

El hombre se detuvo en frente nuestro, mirándonos fijamente. En todo ese tiempo no se me ocurrió una forma natural en la que actuar, y a Isabelle parecía que tampoco.

Antes de que me pudiese dar cuenta, padre nos estrujó a los tres contra él.

— Me alegro de que os encontréis bien.

Isabelle se deshizo del agarre para agacharse y corresponderle con un débil abrazo —dejando escapar un par de lágrimas escurridizas— pero ni Bryce ni yo hicimos lo propio. Él por su forma de ser y yo por el molimiento que sentía en todo el cuerpo: lo único que quería era dormir en mi mullida cama y que me dejasen en paz de una vez, aunque había que reconocer que se estaba muy cómodo con alguien sosteniéndome así…

Cerré los ojos, dejando que la apacible oscuridad me rodeara y, finalmente, imité a Isabelle y apoyé la cabeza en aquel hombro, quedándome dormido arrodillado en el suelo.

Estaba tan cansado que en aquellos momentos apenas fui consciente de cómo, estando yo más dormido que despierto, Xavier me levantaba y me tendía el hombro para subir las escaleras y tumbarme en mi cama para después limpiarme las heridas.

A pesar del dolor, me sentía tan relajado que acabé cayendo en un sueño profundo en el que muchos recuerdos me zambulleron en un torrente de imágenes inconexas y carentes de sentido: simplemente eran elucubraciones de un cerebro agotado.

La única escena que recordé con claridad tras despertarme fue aquella en la Xavier me besaba en la frente. Un contacto tan íntimo y reconfortante que casi lo sentí como si fuera real.

Un bonito sueño tras haber conseguido sobrevivir a una auténtica pesadilla.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).