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Querido amigo por Cris fanfics

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El despacho de padre se encontraba tan ordenado y pulcro como siempre.

Él estaba sentado en su escritorio, y al abrir la puerta pude notar el movimiento de su cabeza apartándose de los papeles que sostenía entre sus manos para ver quién había entrado. También percibí la forma en la que sus ojos pequeños y apagados —que raramente abría— se iluminaban con entusiasmo al reparar en Xavier.

Pero nosotros tres no éramos los únicos en la habitación.

Aquilina estaba apoyada contra la pared, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Dave se encontraba a su lado, soberbio y erguido en toda su altura como si fuese un miembro de la Guardia Real, siempre imperturbable.

Bryce e Isabelle también estaban allí, ambos sentados a una prudente distancia el uno del otro, con la diferencia de que él actuaba con su sobriedad de siempre y ella estaba un poco apartada (y no solo del chico de pelo blanco, sino también del resto de los presentes, algo que no era normal con lo social que era).

— Ya estamos todos, padre, ahora cumpla lo que me prometió.

— Tranquilo, Bryce, no iba a cambiar de opinión. —Dejó de prestarle atención y dirigió su mirada hacia nosotros dos—. Sentaos.

Sin querer prolongar más en el tiempo la espera para sus explicaciones, aceptamos su ofrecimiento.

— Supongo que debería empezar a contaros todo desde el principio…

— Supones bien —le interrumpió Aquilina con un tono seco. Estaba claro que el enterarse que nuestro secuestro había sido por culpa de padre la había enfadado bastante.

El anciano la miró con comprensión.

Y más le valía comprenderla. Después de lo ocurrido lo mínimo que podía hacer era comportarse con humildad.

Él pareció hundirse en la silla durante los instantes previos a su explicación, como si aguantase una carga demasiado grande para sus hombros, pero a medida que hablaba se le veía más calmado y decidido.

A diferencia de mí.

No sé cómo se lo tomarían el resto de mis compañeros, pero el saber el pasado de padre como socio influyente del gobierno japonés vendiendo armas, la existencia de un meteorito con la capacidad de llevar las al ser humano hasta su máximo potencial y la intención de padre de negociar con él con fines lucrativos y militares me enervaron.

Tras que padre terminase, reinó el silencio.

Lina fue la primera en romperlo:

— ¡¿Estás loco?! —gritó.

— Aquilina, contrólate. —Dave la agarró del hombro para forzarla a que le mirase.

— ¿Por qué? —continuó ella hablándole a padre e ignorando a nuestro compañero—. ¡¿Acaso no aprendiste de lo que pasó la última vez?!

— Precisamente por él hago todo esto, hija. Por él —dijo con cansancio.

Ella retrocedió como si le hubiesen disparado una bala en el corazón.

Antes de que saliese con un portazo de la habitación pude ver como las lágrimas caían a borbotones por sus mejillas.

Dave hizo el amago de seguirla, pero padre le detuvo.

— Déjala marcharse. Si intentaras hablar con ella lo único que conseguirás es que se enfade contigo y no solucionarás nada.

Tras un momento de duda, Dave volvió a su posición anterior como si no hubiese ocurrido nada, pero aún mirando a la puerta como si quisiese aprovechar cualquier distracción nuestra para precipitarse hacia el exterior.

— ¿Por qué ha reaccionado así? No es como si el primer ministro te hubiese dado el visto bueno de todas formas.

Me giré escandalizado hacia Bryce, y no solo porque hubiese tuteado a padre, sino también por la forma en la que le había quitado peso a la situación.

— No le des importancia.

— Claro, padre, no es como si sus sentimientos te importasen nunca de todas maneras —masculló Dave con el odio impreso en su voz.

— Ya basta. No es el momento de discutir; esto también es importante para Isabelle y Jordan.

— Xavier tiene razón —le apoyó el chico de pelo blanco—. Padre, ahora que el tema del secuestro se ha aclarado… ¿Podrías decirme qué fue lo que me ocurrió? ¿Y cómo conseguiste, ahora que no tienes poder político, ocultar la muerte de esos hombres?

— Acallar a los medios es bastante sencillo cuando tienes la cantidad de dinero apropiada para ello —contestó escueto—. Y en cuanto a tus capacidades… si estuviésemos hablando de esto hace tres o cuatro décadas me negaría a contarte nada sobre ello; pero en los últimos años ha dejado de ser información clasificada, todo el mundo conoce su existencia...

Bryce separó la espalda del respaldo de la silla, interesado por el matiz que había adoptado el tema.

— En japonés, por favor —exigió Isabelle.

Bryce la mandó a callar con un gesto, padre estaba a punto de empezar a hablar de nuevo.

— Como estaba diciendo… el asunto de tus poderes viene de hace muchísimo tiempo. Desde siempre los gobiernos han ocultado de la gente corriente a aquellos con capacidades sobrehumanas y les han usado para el espionaje y la guerra. Pero debido a que cada vez nacen más personas con estas capacidades ha llegado un momento en el que no se ha podido esconder más.

«Poderes piroquinéticos, fuerza sobrenatural, la capacidad de invocar tu propio espíritu animal y manejarlo o, como es tu caso, el poder de crear y controlar el hielo. Todos estos y muchos tantos dones que otrora fueron inusuales ahora se han vuelto extremadamente comunes. Tanto, que no podrás encontrar algo en lo que no se usen; desde trabajos rutinarios hasta deportes y competiciones».

— Si son tan comunes… ¿Por qué nunca habíamos oído hablar de ellos? —intervino Isabelle.

— No vemos las noticias ni leemos los periódicos —le contesté—, el único que lo ha hecho es Bryce, y únicamente porque estaba buscando información sobre el secuestro. Si es tan normal no creo que le den tanta importancia como para publicitar cada vez que alguien los use, por eso él tampoco se había enterado antes.

—Supongo que tiene sentido —cedió a regañadientes.

Padre tosió disimuladamente.

— Además de lo que ha dicho Jordan eliminar ciertos canales de la televisión y no permitir que periódicos que hablen del tema llegasen aquí ha servido de mucha ayuda para manteneros ignorantes. Sinceramente, no me gustaba la idea de que tuvierais toda esa información, quería manteneros a salvo de las posibles repercusiones de todo lo que este asunto trae con él...

— ¿Y qué va a pasar ahora, padre? Aunque haya conseguido ocultar esto al público… es muy probable que esa empresa, y otras, vuelvan a intentar algo similar a lo del secuestro.

— Ese es uno de los motivos por el que he decidido contaros todo esto, Xavier. A pesar de que me gustaría aseguraros que no os va a pasar nunca más nada similar si lo hiciera os estaría mintiendo. Ahora estáis en peligro. Y quiero que seáis capaces de defenderos.

Bryce se levantó del asiento y se acercó al escritorio para preguntar:

— ¿Y cuáles son los otros motivos?

— Necesito vuestra ayuda.

Me quedé helado en el sitio. ¿Por qué necesitaría alguien tan influyente como padre la ayuda de unos críos?

— ¿Para qué? —siguió interrogando Bryce, haciendo eco de mis propias dudas.

— Para conseguir que Japón ocupe el lugar que le pertenece en este mundo —hizo una pausa y nos miro a todos con detenimiento—. Quiero que vosotros seáis los que impulséis una nueva era… y el primer paso es conseguir que el primer ministro entre en razón y permita que se sigan llevando a cabo mis planes. ¿Y qué mejor forma de convencerle que haciéndole ver lo frágiles que son las cosas más importantes para él?


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