Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Querido amigo por Cris fanfics

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El patio estaba vacío a excepción de Dylan y yo, que estábamos haciéndonos pases con un balón de fútbol.

Aunque padre iba a contar a todos los niños del orfanato sus planes, me vi en la necesidad de explicárselo todo a mi amigo antes de que ocurriera. Después de todo, él no era como la mayoría de chicos del Don Sol.

Cuando terminé de hablar, Dylan me preguntó con su habitual tartamudeo:

— ¿Por qué me lo has contado?

— Porque si no quieres participar en esto no quiero ni que te obliguen ni que tú te sientas en la obligación de hacer nada que no quieras. Eres el único del orfelinato que no se ha criado con padre, y no le tienes el mismo cariño que el resto de nosotros… así que no le debes nada.

La luz del amanecer debió cegarle, porque se puso el brazo frente a la cara a modo de visera.

— ¿Y a dónde vais a ir?

Me encogí de hombros.

— A unas instalaciones de padre en Osaka, pero esa no es la cuestión, Dylan —recibí el último pase de mi compañero y mantuve la pelota para asegurarme de que me prestaba atención—. Piénsate bien que es lo que quieres hacer, si quieres escapar de aquí será mejor que lo hagas con mi ayuda que tú solo.

— ¿Escapar? Eso es un poco… extremo.

— Como dice el dicho: «huye del malo que trae daño».

No creo que Dylan hubiese escuchado nunca ese refrán, pero aún así no hace falta ser un experto en ellos como para comprender cual era el significado de este.

— Si sabes que lo que hace está mal, ¿por qué quieres ayudarle?

Tras darle una patada al balón este acabó fuera de la valla, al lado del camino.

— Es mi padre —contesté.

— No, no lo es. Tú tenías un padre antes de esto. Y sé que no eres como yo ni como otros tanto de los que están aquí, no tienes los ojos de alguien que ha sido abandonado.

A pesar de su habitual timidez, provocada por la vergüenza que le daba su tartamudeo, aquella vez había sido bastante elocuente.

Antes de contestarle le sonreí de forma tranquilizadora; sabía que en aquellos momentos se estaría arrepintiendo de lo que había dicho pensando que me había molestado con sus palabras.

— Ese hombre y Aquilina han sido lo más parecido a unos padres que he tenido durante gran parte de la infancia. Aunque ellos me vean como un niño más para mí no es lo mismo, los quiero muchísimo. Además… ya he dado mi palabra de que le ayudaría en todo lo que estuviese en mi mano.

Esa no era toda la verdad. El otro gran motivo por el que había dicho que sí era porque el resto de mis amigos no habían puesto reservas en ser parte de aquel extraño plan, y no podía abandonarles: eran como mis hermanos. No quería dejarlos solos ni tampoco estar solo yo.

— Comprendo —me respondió.

Hubo un incómodo silencio, pero no me lo tomé mal. Sabía que su respuesta no iba a ser inmediata, después de todo, si se marchaba del orfanato lo tendría difícil para sobrevivir.

La única solución buena que le veía a todo el problema con Dylan era que alguien le adoptase antes de que el tiempo se nos viniera encima, pero tenía que ser realista; los niños que llegaban a nuestro orfanato no eran adoptados por nadie, ese era el motivo por el que crecíamos sintiéndonos como si fuésemos una familia: éramos lo único que teníamos.

El momento de sosiego fue bruscamente interrumpido por el ruido procedente del caserón.

Dylan y yo nos giramos justo para ver cómo Aquilina salía por la puerta principal, llevando consigo maletas de equipaje.

— ¡Lina, espera, por favor! —la desesperación teñía la voz de Dave.

No pasó mucho tiempo para que este y Xavier salieron como una exhalación de la casa.

Imaginando qué era lo que podía estar pasando, salté la valla y corrí hasta la entrada para poder alcanzar a Aquilina antes que mis compañeros.

Me interpuse entre ella y la salida extendiendo los brazos lo máximo que podía, jadeando un poco por la carrera.

— Jordan… déjame pasar.

— No.

— Tú y yo sabemos que no eres el tipo de persona que obliga a nadie a hacer nada en contra de su voluntad. Apártate.

Tenía razón. Pero aún así no le hubiese hecho caso si no fuese porque siempre le había tenido mucho respeto y porque desde que se había hecho adulta me resultaba… intimidante.

Me quité de su camino. De todas formas había ganado el tiempo suficiente como para que Dave y mi mejor amigo la alcanzaran.

— Hermana, no te marches.

— Lo siento, Xavier, pero no puedo quedarme, si lo hago os acabaré odiando y sé que eso es injusto; vosotros no habéis hecho nada malo.

— Aquilina, comprendo que no estés de acuerdo con nosotros pero aún así no puedes irte. Por favor, quédate, hazlo por nosotros… por mí.

Ella centró su atención en Dave, que a su vez le devolvía una intensa mirada.

— Ya te dije que no podía ser —soltó una de las maletas y le acarició la mejilla—. Por tu propio bien, no me obligues a repetir la escena en público.

Él acusó el golpe. Tras un instante en el que estuvo en shock por la respuesta de la adulta, frunció el ceño y puso la boca en una mueca ¿despectiva? ¿de odio? ¿dolida? No sabría cómo describirlo.

Lina ignoró estos gestos por su parte y volvió a a hablarnos colectivamente:

— Chicos, de verdad que os quiero pero, simplemente, no puedo quedarme aquí viendo como padre os utiliza y no hacer nada al respecto. No puedo —reiteró.

— Padre no nos está utilizando —dijo Xavier—. Nosotros hemos decidido ayudarle por voluntad propia.

Aquilina le dirigió una mirada llena de lástima.

— Entonces no hay nada más que añadir.

Volvió a recoger la maleta y siguió su camino.

Cuando pensaba que aquella sería la última imagen que tendría de ella—dándonos la espalda y sin ningún remordimiento por dejarnos atrás— se detuvo y se dio la vuelta.

Por el tono de su voz pude apreciar que estaba llorando.

— ¡Cuidaos mucho! ¡No hagáis locuras!

Todo esta situación era una locura en sí. Era estúpido que nos pidiera eso de entre todas las cosas, pero de todas formas no se lo tuve en cuenta.

Sin importar que pudieran pensar el resto de mí, alcé el brazo y grité con todas mis fuerzas mientras observaba como seguía avanzando y se convertía en un puntito lejano:

— ¡Cuídate tú también! ¡Te echaremos mucho de menos!

Así fue como se marchó de nuestras vidas la persona que realmente nos había querido y cuidado prácticamente toda nuestra infancia; sin que nosotros nos diéramos cuenta del alcance real de la pérdida que acabábamos de sufrir.

Tras perderla de vista no estuvimos allí demasiado tiempo. Un nuevo día acababa de empezar y aquel iba a ser uno en el que padre cambiaría la vida de nuestros compañeros y amigos para siempre.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).