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Querido amigo por Cris fanfics

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Dí una patada al balón que la máquina había lanzado a toda velocidad hacia mí pero —con la pierna dolorida tras todo el entrenamiento anterior— no pude devolver el golpe, solo desviarlo. El aparato no tardó en tirar otra pelota, esta vez al lado opuesto al que me encontraba. Con un soberano esfuerzo de voluntad, forcé a mi cansado cuerpo a correr, aunque no pude llegar a mi objetivo. Un tercer balón salió disparado justo hacia mi estómago y solo gracias a mi agudizado instinto tras todos aquellos meses de entrenamiento conseguí esquivarlo impulsándome hacia atrás; perdiendo el equilibrio y cayéndome en el proceso.

— Ya es suficiente —oí una voz procedente de detrás de la verja que separaba los cubículos de entrenamiento del pasillo.

Por un momento no me moví. Respiraba entrecortadamente y estaba empapado en sudor. Entonces, lo más rápido de lo que era capaz, me incorporé.

— ¡Quiero intentarlo otra vez!

— Te has forzado demasiado. Tus compañeros acabaron hace más de una hora.

— Por favor, señor Wyles, sé que puedo hacerlo. Solo deme otra oportunidad.

— No insistas. Ya tenemos once jugadores que son mucho mejores que tú. Te has quedado otra vez fuera.

Me mordí el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Qué rabia me daba aquella situación, aún seguía siendo demasiado débil; la distancia que me separaba del niño indefenso que, al no haber podido impedir que le secuestraran ni a él ni a sus amiga, había estado a punto de dar al traste con buena parte del plan de padre no era tan grande como yo quería.

Tras un año entero entrenando sin descanso en el recinto subterráneo que se encontraba en Osakaland, había mejorado mi técnica, mi fuerza y mi rapidez. Pero aún así no sentía que estuviera haciendo ningún progreso, y esto se debía a que todos mis compañeros avanzaban más rápido y mejor que yo.

Solo quedábamos veintidós personas entrenando allí, el resto había superado las pruebas y habían sido trasladados a otro recinto más grande y con entrenamientos más intensos en el monte Fuji.

Como siguiera así acabaría formando parte del equipo de menor rango de todos.

— Márchate a descansar, mañana empezará de nuevo el entrenamiento habitual.

Sin mediar palabra salí del cubículo y me dirigí a mi habitación.

**********

Estaba haciendo rebotar el balón de fútbol contra la pared de mi cuarto a modo de desahogo. Maldiciendo a padre, a Wyles y a todo lo relacionado con el ministro Vanguard mientras ignoraba las palabras consoladoras de Dylan, que se encontraba sentado en mi cama.

— Jordan… ¿m-me estás escuchando?

— ¿Tú que crees?

— Que no —suspiró—. O-oye deberías cal-calmarte.

— ¿Qué derecho tiene esa serpiente, que viene solamente una vez cada cuatro meses, de ignorar todos mis esfuerzos solo porque la prueba final me salga mal? ¡No es justo!

— Tran-tranquilo, tarde o temprano nos ire-iremos de aquí. Solo hay que se-seguir esforzándose. Como sueles de-decir tú: «al mal tiempo buena cara» —me sonrió.

Respiré profundamente un par de veces. Era injusto pagar con Dylan mi frustración, no se lo merecía, él era la única mano amiga que tenía en aquel lugar…

Todos los amigos por los que me había metido en aquel plan se habían distanciado de mí o, peor, empezado una enemistad conmigo nacida del recientemente conocido sentimiento de superioridad. Y mi antiguo mejor amigo no se libraba de entrar en una de esas dos categorías.

Tras llegar a las instalaciones de entrenamiento mi relación con Xavier no había mejorado en absoluto. De hecho, había empeorado aún más. No habíamos podido hablar ni estar juntos debido a los entrenamientos y a que gracias a sus grandes aptitudes físicas y su técnica con el balón había sido de los primeros en marcharse de allí, con tan solo cuatro meses de entrenamiento a sus espaldas.

Y todo esto había hecho que latiera en mi corazón un nuevo sentimiento hacia él: el rencor. No solo pisoteaba mis sentimientos con su indiferencia, sino que también me superaba en todo con una facilidad aplastante. Pero, como se suele decir, no hay mal que por bien no venga. Con estos malos sentimientos como parte de mi motor me estaba esforzando más que nunca para demostrar mis capacidades… y restregárselas en la cara a Xavier cuando nos volviéramos a encontrar.

Aunque la verdad era que no me estaba saliendo bien el plan.

Tras aquel día solo quedábamos unos pocos haciendo el entrenamiento básico y sabía que mis habilidades no eran tan buenas como las de muchos de mis compañeros y rivales.

— Tú podrías haber salido de aquí hoy, Dylan —le dije ácidamente—. No sabes la rabia que me da que te contengas por mí.

— El único mo-motivo por el que e-estoy aquí eres tú. No pienso ir-irme sin ti.

— Que Xavier haya dejado de ser amigo mío no quiere decir que tengas que sentir lástima por mí —repliqué, cortante.

Él pareció sorprendido por la mención de mi antiguo amigo.

— No es por e-eso que estoy con-contigo. Lo es-estoy porque eres mi a-amigo, y los amigos no se abandonan los unos a los o-otros.

Aquello me dolió más de lo que debería.

— Lo sé —me resigné—. Lo siento… hoy no estoy de buen humor.

— ¿Quieres que ha-hablemos en otro momento?

— Sí, estoy agotado.

— Está bien. Bu-buenas noches.

— Ídem —me despedí.

Una vez solo, guardé el balón debajo de mi cama y me senté en el lugar que mi amigo había usado hasta momentos antes para, después, tumbarme a dormir aún con el uniforme puesto.

Lo que no quería admitir sobre el asunto de Xavier, ni siquiera ante mí mismo, era que en el fondo el mayor motivo por el que quería reencontrarme con él en igualdad de condiciones era porque le echaba muchísimo de menos y deseaba que todo volviese a ser como antes. Y qué mejor forma de conseguir esto último que demostrarle que yo también podía estar a su nivel.

**********

El pitido que indicaba el comienzo del descanso resonó en toda la sala.

Dave, que era el capitán del equipo contrario, había superado varias veces todas nuestras defensas y había hecho un hat-trick tan solo en el primer tiempo. Nosotros, por nuestra parte… no habíamos marcado un solo gol.

Cansado y frustrado, salí del terreno de juego y me senté en el suelo, alejado de mis compañeros para poder pensar.

Como quedábamos el número exacto de personas para hacer dos equipos distintos, padre nos había transmitido sus deseos de que hiciéramos equipos mixtos —ya que antes éramos equipos solo de chicos y solo de chicas; pero con el reducido número de chicas que quedaban estas ya no podían trabajar siendo tan pocas— y que nos dedicásemos los cuatro meses antes de la última prueba a hacer partidos de fútbol reales entre nosotros. Lo cual nos había desilusionado a todos porque nos quitaba el tiempo que teníamos para mejorar las habilidades individuales.

— ¿Por qué padre no nos da directamente las malditas piedras y acaba con toda esta pantomima? Ya hemos perdido un año de valioso tiempo —se quejaba Pat, una de nuestros centrocampistas.

— Porque su intención con todo esto es comprobar nuestros límites cuando aún somos humanos. Si nos las diera ya, no habría manera de que él pudiera diferenciar quienes son mejores que otros —contestó el portero.

— Pero aún así… todo esto es tan innecesario.

— Si con el tiempo todo se puede cambiar, hasta el quejarse es una pérdida de tiempo —intervine, molesto de escuchar todos los días desde que empezamos la rutina lo mismo.

A mis compañeros les costó razonar lo que había dicho, dándome así la oportunidad de callar lo que fueran a decir a continuación y obligarles a centrarse en el terreno de juego.

— ¡Gregory! En el segundo tiempo no acapares la pelota; no eres delantero y no tienes ni la fuerza ni la capacidad de traspasar a los defensas rivales, mucho menos de chutar y marcar, así que pásasela a tus compañeros y no tengas miedo de hacer retroceder el balón hasta nuestra defensa, si conseguimos que se centren en el ataque tal vez nuestros delanteros sean capaces de hacer algo entrando por las bandas.

— ¿Desde cuando eres tú el capitán? —me respondió con su voz chillona e irritante.

Le dirigí una mirada fulminante, pero él no pareció amedrentarse.

— Si me escucháis tal vez podamos hacer algo contra ellos. ¿O es que alguien tiene un plan mejor?

Silencio.

— Ya me lo parecía. ¡Rhona! ¡Dylan! —continué dando instrucciones a nuestros delanteros—. El balón no os va a morder, si tenéis la oportunidad de marcar chutad con fuerza. Y prestad atención al movimiento de los defensas y los centrocampistas; si tenemos la oportunidad de haceros un pase largo debéis de estar listos para recibirlo.

— ¡Entendido! —contestaron al unísono.

— Y todos los demás… la única ventaja que he podido ver que tengamos contra nuestros rivales es nuestra velocidad. Así que no retengáis el balón más de lo necesario, intentemos jugar de una forma en la que los pases y los regates predominen sobre todo lo demás ¿de acuerdo?

— ¡Sí!

De nuevo, sonó el silbato.

Entramos todos al campo con una nueva determinación. Puede que perdiéramos otra vez, pero por lo menos en aquella ocasión daríamos guerra hasta el final.

**********

Uno a cuatro en nuestra contra.

Tal vez no fuera un gran resultado, pero el momento de nuestro gol nos había subido a todos muchísimo la moral. Fue épico ver la cara de Zeke tras dejar pasar un tanto; fuimos tan rápidos que no se lo vio venir.

Al terminar el partido, mi equipo al completo se tiró al césped. En el segundo tiempo habíamos quemado demasiada energía.

El equipo de Dave nos miraba con superioridad: a pesar de todo, estaba claro que ellos eran mejores a nosotros, teníamos que parecer idiotas con aquellas sonrisas triunfantes en la cara cuando habíamos perdido.

— Eres un buen capitán —me dijo Rhona—. Es la primera vez que conseguimos hacer algo contra ellos.

Miré al resto de mi equipo. Todos salvo un par de ellos asintieron a la afirmación de nuestra compañera.

Aunque no lo demostré en ese momento —más bien intenté quitarle mérito a lo que había conseguido— estaba muy orgulloso.

Hacía mucho tiempo que no me sentía así de realizado.

**********

Dejé que el agua de la ducha calentase mi piel durante un rato.

Estaba solo en las duchas y quería aprovechar aquellos momentos de tranquilidad para permitirme el lujo de no pensar en nada. Pero, en mi caso, querer no era poder.

Tenía que encontrar la manera de superar a mis compañeros si quería ser de los siguientes en salir de allí. Estaba claro que físicamente no tenía ninguna oportunidad, así que mi única solución sería intentar hacer una supertécnica —que, por lo que nos había contado padre, eran como llamaban a las habilidades como las de Bryce en los deportes— y aprender a dominarla.

Pero aquello era imposible. Yo nunca había demostrado tener capacidades sobrehumanas y era muy poco probable que en aquellos momentos fuera a conseguir nada solo porque lo deseara con todas mis fuerzas.

La idea de todo aquello era que una vez acabáramos los entrenamientos básicos padre nos daría las piedras Alius y, solo entonces, seríamos capaces de usar supertécnicas.

Cuando terminé de asearme salí de la ducha y me vestí. Como había dicho aquel mismo día en el partido: preocuparse por algo que no tiene solución es ridículo. Lo mejor sería que me apegara al programa que nos tenía preparado padre y dejarme llevar por lo que ocurriese.

Al abandonar los aseos me encontré de frente con Gregory.

— Te has tomado tu tiempo.

— ¿Qué quieres? ¿Estás molesto por lo del partido? —A nadie le caía bien Saturn debido a su carácter egocéntrico y sus aires de grandeza; yo no era la excepción, y no pensaba fingir lo contrario.

— No… Quería pedirte que me ayudaras —dijo bajando el tono de su voz.

— ¿Y eso? ¿Te encuentras mal?

— Es en serio —contestó a mi ironía—. Necesito ayuda y tú eres el único que puede dármela.

Tragué saliva antes de, con precaución, preguntar:

— ¿Qué necesitas exactamente?

— Entrena conmigo. Tú eres de los mejores jugadores de nuestro equipo (aunque te niegues a reconocerlo) y, como demostraste antes, puedes ver los fallos de tus compañeros y corregirlos.

Me mordí el labio y pensé con toda la rapidez de la que era capaz.

En parte no quería ayudarlo; él nunca había hecho nada por mí, y sabía que era un egoísta de cuidado, pero… no me gustaba tener que dejar a nadie atrás porque tras aquel último año sabía cómo se sentía ser uno de los eslabones más débiles de la cadena. Además de que, simplemente, no era capaz de ver a nadie pasándolo mal, aquellas cosas me superaban.

— Está bien, pero ¿cómo pretendes que entrenemos los dos solos? Durante el día estamos todos obligados a jugar partidos de once contra once.

— Pero nadie nos ha dicho nada de no entrenar por la noche.

— No, pero porque lo normal es que estemos cansados. Si eso es lo único que se te ocurre no tengo más remedio que decirte que no cuentes conmigo. No pienso dejar que mis resultados diarios vayan a peor por esforzarme de más.

— Todo gran premio requiere un sacrificio —sonrió de forma pícara.

Cómo odiaba que usaran refranes para rebatirme las cosas: esa era mi línea.

— Déjame pensármelo.

Él asintió con la cabeza.

— Esta noche en el campo. Te espero.

Me marché de allí sin contestarle.

**********

Los pasillos cubiertos con paredes y suelo metálicos estaban completamente a oscuras. Las luces se habían apagado poco después de la hora de las duchas y, si no fuese porque me sabía el camino de memoria. me hubiera perdido. Aunque a los pocos minutos de empezar a caminar el sonido del balón recibiendo golpes me corrigió de mi error; ni en las peores circunstancias me hubiera desubicado con ese sonido tan característico como guía.

Al llegar al campo, que sí estaba iluminado, vi a mi compañero —bajito y débil pero ágil en todos sus movimientos— haciendo chuts al aire y tratando de predecir la caída del balón sin parar de moverse de un lado a otro.

Apoyé mi espalda contra la pared y me dediqué a mirarle esperando a que notara mi presencia y, de paso, observando mejor su forma de jugar.

Tras retener por una última vez el esférico empezó a jadear y a limpiarse el sudor que chorreaba por su frente.

Cuando iba a empezar de nuevo, se colocó justo de cara hacia mí.

Durante una fracción de segundo me miró con sorpresa, pero no tardó en recomponerse.

— Sabía que vendrías.

Me acerqué a él.

— ¿Y cómo quieres que te ayude? ¿Alguna idea para empezar?

No respondió, sino que se dedicó a juguetear con la pelota y a mirarme con el desafío brillando en sus pequeños y maliciosos ojos verdes.

No tardé en responder a su provocación y empezar la coreografía de pies que correspondía a la hora de quitarle el balón a un rival.

**********

Durante los meses siguientes estuvimos todas las noches haciendo entrenamientos intensivos. Una y otra vez competíamos e intentábamos averiguar qué errores cometíamos con frecuencia para poder corregirlos. Todo esto sin abandonar nuestra rutina diurna ni un solo día.

Tras este esfuerzo empecé a tener la esperanza de poder dar una buena impresión a padre. De veras que quería demostrarle lo bueno que me había vuelto.

Y así, con el tiempo, llegó el momento de la prueba final. Que, como era de esperarse, no era otra cosa que un partido entre los que quedábamos.

En aquella ocasión —al igual que con todas las pruebas que habíamos tenido hasta entonces— no fuimos monitoreados por los robots de padre, sino que Wyles vino a vernos en persona.

En absoluto silencio nos colocamos en nuestras posiciones. Dylan cogió la pelota y empezó a darle suaves patadas hasta colocarla en el centro del campo.

Nos correspondía a nosotros hacer el saque inicial, y podía notar como todo mi equipo estaba tenso.

Sonó el pitido y Dylan empezó haciéndole un pase a Rhona.

Comenzamos a hacer pasos largos por todo el campo, intentando mantener el balón y dar tiempo a los delanteros y a algunos mediocampistas —entre los que me incluía— a avanzar por la parte rival del terreno de juego.

Todo parecía ir bien… hasta que Gregory recibió el balón.

— ¡Gregory pásala! —le gritaba Pat al ver que acaparaba el balón para sí y corría contra los delanteros rivales él solo.

El más bajito la ignoro y, para sorpresa de todos, consiguió driblar al primero de ellos.

Pero no tuvo tanta suerte con el siguiente jugador que le salió al paso.

Dave le arrebató el balón con una brutal segada y siguió avanzando, superando nuestras defensas.

— ¡Atrás! —grité— ¡Hay que evitar que llegue hasta la portería!

A pesar de nuestros esfuerzos, Dave consiguió engañar a Gordon con un amago de disparo falso y marcar aprovechando su error.

Los chicos del equipo rival no festejaron el logro de su compañero. ¿Para qué? Si ya sabían que tenían todas la oportunidades de ganarnos.

Carrie, que era compañera de Dave, se acercó a mí y dijo con un tono de voz lo suficientemente alto como para que todos la escucharan:

— ¿Qué se supone que estáis haciendo? Sabíamos que no ibais a conseguir ni llegarnos a las suelas de los zapatos, pero... esto es patético. Esperábamos que al menos os esforzarais.

Ignoré sus palabras y, con la sangre ardiendo de la rabia, fui de cabeza hacia Saturn.

Él se limitó a esperarme quieto en el sitio, con una sonrisa en los labios.

— ¿Qué ha pasado ahí, Gregory? ¡Hemos estado practicando los malditos pases durante meses! ¡¿Es que eres tan mal jugador que no comprendes que necesitamos hacerlos para ganar?!

Él, a pesar de su ridícula altura, se permitió hablarme con aires de grandeza.

— No tengo por qué obedecer tus órdenes.

Me quedé helado ante su respuesta tan fuera de lugar.

Antes de que pudiera contestarle algo, Wyles nos ordenó seguir jugando.

«¿Qué ocurre? ¿A qué viene ese arrebato ahora?» pensé.

Volvimos a sacar de centro.

A pesar de que nadie había dicho nada acerca de nuestro rebelde compañero, pude comprobar que en aquella ocasión todos evitaron hacerle pases.

Mejor. Así no se volvería a repetir aquel error.

Tras recibir un pase de Dylan corrí hacia la portería. Solo tenía que superar a un defensa y tendría la oportunidad de medirme cara a cara contra Zeke, el portero.

Sin embargo, una repentina segada me detuvo en seco. En aquel movimiento el que alguien había intentado quitarme el balón me había dado en el tobillo.

Loco de dolor, me tiré al césped artificial y me cogí la pierna.

— ¡Jordan! —pude escuchar a Rhona y a Dylan en la lejanía.

Levanté la cabeza intentando buscar a mis compañeros con la mirada pero, en su lugar, vi como Saturn corría con el balón en los pies y como el defensa que yo podría haber esquivado con facilidad le arrebataba el balón y lo tiraba fuera del campo, haciendo un fuera de banda.

Entonces varios de mis compañeros y rivales se acercaron a mí.

— Miradle la pierna. Como se haya hecho un esguince vamos a tener que seguir sin él.

— Jordan, por fa-favor le-levántate —me suplicó Dylan.

Con las lágrimas nublándome la vista, hice un esfuerzo por incorporarme.

— Tranquilos… puedo seguir.

— ¡De eso nada! —exclamó una de las chicas de mi equipo—. Tú te vas al banquillo y después directo a que te vean el golpe.

La ignoré y me levanté con la ayuda de Dylan. Una vez de pie me miré la zona dolorida. No era para tanto, dolía mucho pero no creía haberme roto ni torcido nada.

— Con un poco de hielo en lo que queda de la primera parte estaré listo para continuar en la segunda —concedí.

Quería superar aquel partido, pero no hasta el punto de hacerme un daño grave por cabezota.

—Está bien… continuaremos con diez jugadores la media hora que falta.

Tras sentarme en el banquillo y que un compañero me diera el hielo que aliviaría mi dolor, fue el turno de Gregory de acercarse a mí.

— Somos del mismo equipo... ¿Por qué? —musité, destrozado por aquella reacción tan violenta hacia mí por parte de alguien que debería estar de mi lado.

— Seamos realistas, Jordan. No hay forma de que superemos a nuestros rivales; son todos mucho mejores que nosotros.

— Por eso teníamos que trabajar en equipo. ¿No es por eso por lo que me pediste ayuda para entrenar? ¿Para mejorar y aprender a colaborar con nuestros compañeros?

— ¡Ingenuo! Los débiles no tienen derecho a intentar ponerse a la altura de los más poderosos, por eso me he limitado a enfrentarme a ti. Puede que forme parte del equipo más débil… pero no me voy a conformar con ser uno más.

— ¿Quieres ser el capitán? —comprendí al fin—. ¿Por eso has entrenado conmigo? ¿Para analizarme? ¿De veras crees que padre me querría a mí en ese puesto?

Él asintió.

— Sé perfectamente que eres uno de los que mejor habilidad tiene de este equipo y el único con actitud de líder. Así que no me queda otra que pisarte y pasar por encima tuyo para ocupar tu lugar —dijo dándome la espalda y volviendo al campo una vez terminó de hablar.

Me quedé en shock… ¿cómo se suponía que debía responder a eso?

Clavé mi mirada en el suelo el resto del primer tiempo, derrotado. Apenas fui consciente de los cuatro goles que nos marcaron ni de cómo el equipo se venía abajo con cada segundo que pasaba.

Lo único importante eran las palabras de mi compañero que rebotaban una y otra vez dentro de mi cabeza:

«Los débiles no tienen derecho a intentar ponerse a la altura de los más poderosos».

Apreté el pantalón de mi uniforme con todas mis fuerzas. Otra vez aquel sentimiento de impotencia, otra vez en una situación en la que solo me quedaba mirar y dejar a otros hacerse cargo de la situación.

«Soy miserable, y no puedo hacer nada para cambiarlo».

Lágrimas provocadas por el odio que sentía hacia mí mismo salieron de mis ojos.

El primer tiempo había acabado, y mis compañeros venían hacia el banquillo para aprovechar los quince minutos de descanso antes de volver a sufrir una humillación pública.

Me limpié la cara e ignorando el dolor en el tobillo me levanté, me alejé de ellos —sin dejar de mirar con odio hacia Saturn en el proceso— y me dediqué a observar al equipo de Dave durante unos minutos.

Ellos sí que estaban unidos. Tendrían sus problemas y sus diferencias, como todos, pero sabían apartar aquel tipo de cosas de su mente para concentrarse en lo realmente importante.

— Jordan…

Me giré y vi como Dylan, Izzy, Rhona, Pat y Gordon se acercaban a mí.

— ¿Qué ocurre?

Izzy y Dylan se miraron entre ellos, como dudando sobre cómo empezar a hablar. Pero Pat se impacientó y tomó la iniciativa ante los dos más tímidos.

— Todos nos hemos dado cuenta de lo que quiere Gregory. El resto del equipo ha decidido luchar por el puesto de capitán, pero nosotros estamos de tu parte.

— ¿Eh?

— Lo que ha hecho Gregory es inaceptable —continuó Rohna—, y la batalla contra nuestros rivales la tenemos perdida ya. Lo menos que podemos hacer es conseguir que ese cabronazo no se salga con la suya… con todo lo que has hecho para animarnos y ayudarnos a mejorar eres el único que se merece el título. Nadie más.

— Si no fuese por ti seguiría siendo un debilucho que no se atrevería ni a intentar quitar el balón —dijo Izzy, tocándose la mata de pelo naranja y despeinado de su cabeza con la mirada baja.

— Sé que la ayuda del portero no es una gran cosa en esta situación; pero seguiré dando lo mejor para detener los tiros a puerta. Y quería que supieras que tienes mi apoyo.

— Chicos… —empecé a llorar de nuevo.

— Jordan n-no llores, por fa-favor.

Absorbí aire por la nariz y traté de parar.

Dylan me puso la mano en el hombro, intentado reconfortarme.

— Soy débil, pero aún así me queréis de capitán —afirmé sin poder creérmelo.

— Nosotros tampoco somo la gran cosa y, además, la fuerza no lo es todo. Has sido un buen líder.

— Rhona tiene razón —dijo el gigantesco portero dándome un “empujoncito” de ánimo.

— Gracias.

— Vamos a pasarte el balón siempre que podamos ¿vale? Estate atento.

— No. Trabajaremos como hasta ahora. Nuestro fuerte es el trabajo en equipo y la velocidad: sería una estupidez cambiar de táctica ahora.

— ¡Entendido!

Los chicos volvieron con todos los demás, a la espera de que nos indicaran volver al campo, pero Dylan se quedó conmigo.

— ¿Te encuentras mejor del tobillo? —tartamudeó.

Resoplé, irónico.

— Lo que no te mata te hace más fuerte.

— Mientras no te haga más daño me da igual que no te haga más fuerte.

Le miré fijamente y acabé sonriendo de oreja a oreja. No quería ponerle nervioso ni que se preocupase de más por mí, tenía que fingir calma y seguridad en mí mismo.

— Tranquilo, estoy bien. Vayamos colocándonos en el campo, apenas queda tiempo de descanso.

Él asintió, pero aún así me dí cuenta de que seguía preocupado por el estado de mi pie por las miradas de reojo que me dedicaba a cada cinco segundos.

Lo irónico era que lo que menos me preocupaba a mí en aquel partido era mi dolor físico, sino lo que podría pasar con el equipo dividido de aquella forma.


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