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Querido amigo por Cris fanfics

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En la segunda parte le correspondía sacar al equipo rival.

Les dirigí a cada uno de los cinco chicos que habían decidido que me querían como capitán una mirada cómplice.

El plan era simple: les quitábamos el balón con toda la velocidad de la que fuéramos capaces e impedíamos al resto de nuestros compañeros ponerle un pie encima, si lo hacían empezaría una guerra interna entre nosotros, y debíamos evitarlo aunque nos atacaran por ello. Porque nosotros no les responderíamos, pero entre ellos podrían hasta lesionarse.

Carrie hizo el pase inicial a Ronny, el delantero más próximo a ella, y este empezó a moverse por el campo como una centella.

— ¡Izzy! ¡Mantente donde estás! —grité mientras cubría a un centrocampista enemigo.

Ronny intentó pasarle, pero se dio cuenta de mi presencia y miró a su alrededor buscando otro compañero. Por desgracia para él, todos estaban cubiertos.

Fue entonces cuando Izzy aprovechó aquello para quitarle el balón... O más bien lo intentó.

El delantero hizo una finta con envidiable agilidad y siguió su camino sin inmutarse por el vano esfuerzo de mi compañero.

Sin ningún problema sobrepasó a la defensa y al portero y marcó otro gol.

— ¡Ronny! No acapares toda la diversión para ti solo —gritó Carrie haciendo un puchero.

— Tranquila. ¡A la próxima te toca a ti!

Dylan comenzó el juego la siguiente vez. Intentamos aprovechar aquella ocasión para avanzar por el campo rival pero, una vez más, nos quitaron el balón y marcaron.

Y así la siguiente vez. Y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente… hasta que el marcador marcó un diez a cero.

Desde luego nos estaban ahorrando el trabajo de evitar confrontaciones; algo bueno había que verle a aquella situación que arrastraba nuestro orgullo por los suelos.

— Queremos un cambio de jugadores —dijo Dave antes de que volviéramos a sacar de centro.

— ¿Qué cambio? Si no hay nadie en los banquillos.

— Quiero ocupar la posición de portero, Zeke será ahora delantero.

Todos nos sorprendimos por aquello pero, sobre todo, sentimos algo de esperanza. Tal vez Dave no fuese tan buen portero como su amigo; tal vez tuviéramos una oportunidad, por pequeña que fuera, de redimirnos en aquel partido.

Hice un gesto de ánimo a mis compañeros y estos asintieron, con las ganas de luchar recuperadas.

Esta vez, en lugar de pasar a Rhona como había estado haciendo el resto de las veces, Dylan me pasó a mí.

Recibí el balón y corrí por el campo prestando atención en todo momento a la posición de mis camaradas.

— ¡Que te crees que vas a pasar!

Saturn lanzó una segada con toda la intención de rematarme el tobillo. Pero esta vez yo ya me esperaba algo así. Chuté la pelota hacia arriba y salté para interceptarla con el pecho y devolverla al suelo.

Seguí corriendo. Y durante la carrera pude oír los comentarios de los centrocampistas que se acercaban a mí:

— ¿Acaba de intentar robarle el balón alguien de su mismo equipo? Esta vez se ha visto claramente que lo ha hecho a propósito, ¿pero qué les pasa?

— No es nuestro problema. Si se hacen la zancadilla ellos solos, mejor. ¡Vamos a por él!

Entre los dos cargaron contra mí.

Yo, como respuesta al ataque, frené en seco y retrocedí un tanto.

— ¡Dylan!

Mi amigo estaba al otro lado del campo, en la banda izquierda, haciéndome señas con la mano.

— ¡Cubridle!

Todos los mediocampistas salvo los dos que habían intentado robarme el balón fueron a por él.

Sonreí pícaramente.

— ¿Qué…?

— Idiotas.

Antes de que pudieran hacer nada, chuté el balón por encima de sus cabezas para que Rhona pudiera interceptarlo.

Aquella era nuestra oportunidad. Impedí el avance a los dos centrocampistas contrarios que estaban conmigo y observé los alrededores.

Los compañeros que no habían querido colaborar conmigo en el segundo tiempo se encontraban en nuestra parte del campo y los jugadores del equipo rival habían ido a cubrir el lado izquierdo, creyendo que mi pase iba dirigido a Dylan y en un exceso de confianza que les había hecho creer que no había forma de que yo pudiera hacer nada para avanzar más allá del centro del campo por ser una amenaza menor.

Aquello se resumía en un confrontación entre Rhona, Dave y yo —siempre y cuando nuestros rivales no jugaran a avanzar por el campo para que ella no pudiera hacer un pase—.

Dave sonrió con la confianza de alguien que sabía que no podía ser superado por nada.

—¡Vamos, Rhona! —grité dándole ánimos.

Una vez lo suficientemente cerca de la portería, tiró con todas sus fuerzas.

Pero Dave tenía un as bajo la manga que no podríamos haber previsto de ninguna manera.

— ¡Agujero de Gusano!

El mismo escalofrío que sentí cuando Bryce usó por primera vez sus poderes recorrió todo mi cuerpo.

Las manos de Dave habían empezado a emanar energía de un brillo verdoso que resultaba hipnotizante; las juntó y aquella energía formó una especie de… red que atrajo el balón hasta su centro. Tras tragarse el esférico, la red desapareció para volver a aparecer encima de la portería y escupir la pelota con tanta fuerza que resquebrajó el suelo.

— Es inútil —dijo Rhona, que había caído sobre sus rodillas ante tan impresionante demostración de poder.

Preocupado por ella, me acerqué lo más rápido que pude para ayudarla.

— No sirve de nada que os esforcéis, ya habéis demostrado todas vuestras capacidades. Se acabó el partido.

— Aún no ha sonado el pitido final…

— Ni falta que hace. ¿O crees que tú puedes hacer algo, Jordan?

No respondí. No había forma de que yo pudiese superar una supertécnica.

Él se limitó a tirar con suavidad el balón hacia mí.

— No os acerquéis —ordenó a sus defensas.

Me levanté, dejando a Rhona donde estaba, y observé fijamente a Dave para después hacer lo mismo con la pelota.

Mis piernas empezaron a temblar.

El tiempo seguía pasando.

— Vamos, tira o pasa el balón.

Puse la pierna encima del susodicho de forma posesiva.

— ¡T-tira! —me animaba Dylan desde lejos.

Pero yo ya había decidido qué era lo que iba a hacer.

El reloj marcaba que tan solo quedaban cinco minutos de partido. Si me quedaba quieto la humillación pasaría más rápido y mis compañeros no tendrían la oportunidad de hacer nada.

Aquello era lo mejor.

— Ya veo. Me alegro de que proceses tan rápido cual es tu situación —sonrió de forma cruel y condescendiente aquel al que había considerado mi amigo, mi hermano mayor, hasta no hacía tanto tiempo—. ¿Sabes qué? Ni aún con todo el esfuerzo del mundo habríais superado esta prueba…

Bajé la cabeza con la intención de que el flequillo tapara mis ojos nublados por las lágrimas. No sé si lo conseguí.

— Y eso es exactamente lo que padre quería, que supierais cual es el lugar que ocupáis en todo esto.

— ¿Qué… quieres decir? —volví a alzar la mirada.

Él se limitó a jalar del cordón que rodeaba su cuello y colocarlo por fuera de la camisa.

Una hermosa pero poco o nada tallada piedra violeta colgaba del collar.

— La piedra Alius…

Escuché como los defensas rivales empezaron a reírse a carcajadas. Era de suponer que si Dave tenía el fragmento de meteorito ellos también lo tendrían: lo que quería decir que no habían hecho su mejor esfuerzo durante el partido.

Se habían estado divirtiendo a nuestra costa.

Padre no confío ni en mis compañeros ni en mí y había dado por sentado que éramos inútiles y no teníamos oportunidad.

Habían jugado con nosotros. Habían jugado conmigo.

Tras procesar las implicaciones de aquello, la impotencia se transformó en rabia y en dolor por la humillación completamente innecesaria.

Adelanté el pie al balón y le dí una patada para que saliera impulsado hacia atrás. Justo en el instante que estuvo en el aire conseguí golpearla con toda la fuerza y odio del que fui capaz. Y en ese momento una especie de energía empezó a recorrer mi cuerpo, haciéndome sentir fuerte y seguro de mí mismo.

A partir de aquel momento todo se puso negro.


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