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Querido amigo por Cris fanfics

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Las dulces notas de una cajita de música resonaban por el edificio, y nadie —ni siquiera yo— era tan desalmado como para pedir al que las estaba escuchando que parara de hacerlo.

De hecho, aquella música había conseguido que mi cruel corazón se ablandara y me hiciera sentir auténticas ganas de hablar con su dueño.

Guiado por el retumbar del sonido en las frías paredes, llegué hasta un rincón polvoriento y lleno de máquinas estropeadas que habían sido desechadas por su incapacidad de cumplir la labor para la que habían sido fabricadas… como nos pasaría a nosotros si, de alguna extraña manera, fracasáramos nuestra misión.

— Diam...

El sonido de una tapa de madera al cerrarse precedió al fin de la música.

— ¿Janus? —se levantó de donde segundos antes había estado sentado con las piernas cruzadas—. Lo sien-siento, sé que no debería es-estar aquí. Ahora vuelvo a mi cuar-cuarto.

— No hace falta. No vengo a echarte una bronca ni a ordenarte nada… solo quería estar un rato contigo.

Dubitativo, volvió a su posición anterior y abrió de nuevo la caja. Yo no tardé en sentarme a su lado.

Estuvimos buena parte de la tarde en silencio; solo disfrutando de la tranquilidad que suponía el estar los dos solos, escuchando aquella canción repetitiva que nunca acabaría.

— Es la misma que trajiste contigo a tu llegada al orfanato, ¿verdad?

Él asintió, sin dejar de mirar el preciado objeto.

— ¿Por qué es tan importante para ti? ¿Es un regalo de tus padres?

— No… de mi a-abuela.

— ¿Y dónde está tu abuela? ¿Ha… fallecido? —pregunté llevado por una súbita curiosidad pero, aún así, procurando no ser demasiado rudo.

— Lo último que supe de ella es que la iban a internar en un asilo para ancianos… no me dejaron ni despedirme —tartamudeó.

— Lo siento mucho. —Y lo decía con sinceridad.

Él se encogió de hombros y no retomó la conversación. Así que decidí que era mejor no continuar hablando del tema.

— La música es muy relajante. Podría seguir escuchándola todo el día.

— Yo lo hacía cuando vivía con mis padres. Era tan fácil olvidarme de todo lo que me rodeaba cuando el mecanismo se ponía en marcha… a veces parecía que solo existíamos la caja y yo.

Iba a responder a aquella revelación que me había hecho, pero me detuve en seco cuando vi que estaba llorando.

— Las cosas no han cambiado, yo sigo huyendo de mis problemas y la música no para de sonar para darme la falsa impresión de que todo va bien.

No supe hacer otra cosa para animarle que cogerle de la mano para demostrarle mi apoyo. Por mucho que se estuviera sincerando conmigo lo cierto era que desde que me había vuelto capitán nuestra relación se había enfriado bastante y no sabía cómo se tomaría que le abrazara así de sopetón.

Pero él no pensó igual que yo. Al notar mi gesto se derrumbó sobre mi hombro, apartando la caja de música a un lado sin cuidado alguno.

— ¿Cómo soportas esto? Lo que hacemos y la forma en la que nos tratan: como herramientas. Yo no puedo más.

Me tentó decir un «te lo dije» pero no fui capaz. Aquello sería cruel incluso para mí.

Apreté con cuidado su cabeza contra mí y le susurré:

— Yo tampoco soporto esto… lo odio con toda mi alma. Por eso me estoy esforzando para salir del bache, porque sé el porqué estoy aquí.

— ¿Por Schiller y nuestros compañeros? ¿De verdad vale la pena seguir con esto por ellos con todo el mal que nos han hecho estos últimos dos años? Nos han humillado, engañado, defraudado…

— Lo sé. Y ese es otro de los motivos por el que aguanto. Porque algún día les demostraré lo equivocados que estaban al tratarnos así, que yo puedo estar a la par con ellos. Ser su igual y actuar como tal.

Él no continuó hablando. No sé si porque no estaba de acuerdo conmigo o porque solo quería que dejara de hablarle y poder llorar tranquilo.

Si hubiese sido la primera opción lo podría haber entendido perfectamente. Hasta aquel momento aquellas habían sido mis metas, pero hasta yo tenía que admitir que no tenían sentido alguno.

Y, a causa de esto, no pude evitar preguntarme si realmente estaba participando en todo aquel descabellado plan por motivos personales… o si solo me estaba dejando llevar por la marea destructiva que había creado padre y por mi reticencia a independizarme de lo único estable que tenía en mi vida.

**********

Teníamos un nuevo objetivo más importante que destrozar escuelas.

El primer ministro Vanguard parecía haber atendido a las amenazas de padre tras ser secuestrado y haber sido “amablemente” despachado por los hombres de Wyles; así que, siendo libre de nuevo, podíamos dejarle tranquilo a él y a su hija.

Pero todos sabíamos que si Aquilina había decidido tomar parte por el equipo del Raimon para detenernos no la detendría nada. Ni siquiera un político poderoso.

«Maldita seas, Lina. ¿Te marchaste solo para traicionarnos? Puede que padre no nos haya ordenado hacerte nada, pero la próxima vez que nos veamos destrozaré a tu equipo y te mostraré el error que has cometido al ponerte en nuestra contra».

— Entonces ahora tenemos que ir a Hokkaido a por él, ¿cierto capitán? —dijo Rhim, interrumpiendo de lleno mis pensamientos.

— ¿Qué decías?

— Ya hemos terminado de reclutar jugadores en Nara. Ahora tenemos la oportunidad de ir a por ese famoso delantero que, según muchos, compite en habilidad con Axel Blaze y otros de los grandes.

— Sí, si es tan bueno como dicen cuando tenga la piedra Alius podría incluso poner contra las cuerdas a Torch, Gazelle y Xene… Eso sería interesante de ver —sonreí.

— Malditos… —una de las chicas de aquel equipo de pacotilla al que acabábamos de derrotar nos miraba con rencor desde el suelo—. No lo hagáis, esto no es justo.

— ¿Qué puedo decir?… La vida no es justa —me permití el lujo de contestarle con altanería a la vez que ignoraba su súplica.

**********

Tras que el Instituto Alpino recibiera nuestra grabación retándoles supimos que estarían preparados para hacernos frente y de que, además, era muy probable que el Raimon estuviera allí para intentar detenernos.

Pero no importaba. Sabíamos que el Alpino sin Shawn Froste no valía como equipo: si le secuestrábamos antes de que empezara el partido —o, por lo menos, conseguíamos alejarle del sitio para que no participara— era obvio que nuestra victoria estaba asegurada. Así que dejamos en manos de los hombres de Wyles el encargarse de Froste para que nosotros fuéramos adelantando con la parte sucia del plan.

Del Raimon no nos preocupamos; ya los habíamos derrotado antes y no podrían haber mejorado demasiado en aquella semana en la que no nos habíamos encontrado.

O eso creíamos. Ya que el equipo del Raimon se presentó antes de que empezara el partido con un chico que, aunque no lo pareciera por lo poca cosa que era, era el famoso delantero de Hokkaido. Habían derrotado a quienes habíamos mandado a derrotarlos.

— Así que estos son los extraterrestres…

— ¡Shawn! ¡Van a reducir nuestro instituto a escombros!

— Tranquilos. No lo permitiré —afirmó mirándome a los ojos con decisión.

— Pero ¿de qué vas? —dijo un chico alto que me sonaba de los anteriores partidos y de haberlo visto en el Fútbol Frontier— ¡Si estabas temblando como un flan hace dos minutos!

— Te agradecería que no me recordaras cosas pasadas, Kevin —sonrió.

Perfecto, ahora nos tomaban tan poco en serio que se ponían a molestarse los unos a los otros ignorándonos olímpicamente. Esto estaba empezando a dejar de ser serio…

Por suerte, Evans interrumpió las pullas de sus compañeros.

— ¡Academia Alius! ¡Os estábamos esperando! ¡No vamos a permitir que sigáis campando a vuestras anchas!

— Mark Evans… tu tenacidad resulta patética. Me cuesta comprender por qué te empeñas en jugarte la piel por otros institutos.

— No pararemos hasta que la Academia Alius caiga derrotada —dijo con firmeza.

— ¡Je! La incapacidad de los terrícolas para aceptar su destino es aún peor de lo que imaginaba —perpetué la actuación a sabiendas de que Aquilina no habría dicho nada sobre nuestra autentica identidad por temor a verse salpicaba por la relación que la unía a nosotros—. ¿Por qué incluso después de perder dos veces contra nosotros os negáis a aceptar que somos superiores a vosotros en todo?

— ¡Ja! ¡Los que no lo pilláis sois vosotros! ¿De verdad creíais que nos íbamos a rendir y no íbamos a tratar de mejorar nada desde nuestro último encuentro?

La verdadera pregunta era que hacía ella —Victoria Vanguard— con el Raimon. Se suponía que su padre se había rendido ante la Academia Alius. No podía ser que hubiera decidido actuar en contra de nuestro padre.

— Muy bien… Creo que los humanos tenéis un dicho para esto: «No hay dos sin tres».

Y empezó el partido.

**********

Galileo, tirado de rodillas en el suelo, estaba aún más confuso que todos nosotros. Aún usando una supertécnica había sido incapaz de para el tiro del, en aquellos momentos, único goleador del Raimon.

— ¡El remate guiverno ha entrado! ¡Gol!

— Imposible… Están… ¿Están dominando? —acerté a decir.

— ¡No puede ser! —exclamó Galileo siendo por fin del todo consciente de lo que acababa de ocurrir.

Pandora se acercó a nosotros.

— Su fuerza ha aumentado mucho. Han superado nuestras expectativas. Además, tienen a Froste como nuevo jugador en el equipo y no existen datos sobre su forma de jugar. Ya no podemos predecir sus estrategias.

Un reto de verdad. En el fondo llevaba mucho tiempo deseando enfrentarme a alguien de igual a igual… por fin tendría la oportunidad de demostrar mi valía.

— ¡Qué interesante, Mark Evans! Muy bien. Escuchadme todos. Vamos a darlo todo en este partido —mi mirada pasó por cada miembro de mi equipo—. Si perdemos, nos castigarán. Debemos ganar a toda costa. No podemos manchar el buen nombre de la Academia Alius ni del Tormenta de Géminis.

El saque nos correspondía a nosotros.

Diam hizo un pase a Pandora, que empezó a avanzar por el campo rival con la agilidad de siempre.

Pero, con una exclamación triunfante, el chico que había metido el primer gol a favor del Raimon le arrebató el balón con facilidad.

Io y Grengo fueron a por él, pero no tuvieron oportunidad. Les esquivó con agilidad e hizo un pase al centro del campo.

Traté de interceptarlo, pero el defensa de pelo largo y movimientos elegantes se hizo con el esférico primero.

— ¡¿Eh?!

— ¡No sois los únicos que os movéis rápido! ¡Tuya, Jude!

Un sudor frío recorrió mi espalda.

Rhim y Diam avanzaron a la parte del campo que correspondía a nuestros rivales para interceptar el pase pero, inesperadamente, el capitán de la Royal saltó para evitar que esto ocurriera.

Estaba equivocado. Aquello no era un enfrentamiento en igualdad de condiciones…

Un nuevo pase, esta vez a Shawn Froste.

Ellos eran mejores.

— ¡¿Acaso pensáis que podéis igualar nuestra velocidad?! ¡¡Que os lo habéis creído!!

Corrí forzando mi cuerpo al máximo para coger el balón; el delantero de Hokkaido también empezó a correr. Aquello era un duelo de velocidad, y tenía que ser yo quien lo ganara, no podía ser de otra forma.

Él iba más rápido. Iba a conseguirlo antes de que yo pudiera hacer nada.

Extendí la mano con rabia, en un desesperado intento de evitarlo, pero cuando me quise dar cuenta el balón ya no estaba.

— ¿Qué pasa? ¿No te lo esperabas? —preguntó con una pedantería que no había mostrado antes.

Le iba a responder, hasta que le miré a los ojos y el miedo se apoderó de mí. Aquellos ojos ambarinos me observaban como si fuese un insecto que pudiese ser aplastado en cualquier momento… la mirada que hasta aquel momento mi equipo y yo le habíamos dirigido a nuestras víctimas.

Caí al suelo y observé al chico de la bufanda, que corría como si fuese uno con el viento.

— ¡No… No puede ser!

Sin que nadie pudiera hacer nada para detenerlo, Froste usó su poder sobre el hielo para marcar el gol que supuso el desempate entre nuestros equipos y el fin del partido.

Tras unos segundos cargados de silencio el capitán del Raimon exclamó a voz de grito:

— ¡Lo… lo conseguimos!

A partir de ahí perdí completamente el conocimiento de lo que estaba pasando a mi alrededor.

¿Qué iba a ocurrirme? ¿Padre me expulsaría solo por aquello a pesar de todos mis triunfos?

— No doy crédito… ¡¿Cómo pueden habernos derrotado unos simples humanos?! —externalicé la más preocupante de mis preguntas.

Shawn, que en aquellos momentos lucía como siempre, me sonrió con la mayor de las dulzuras.

— ¿No lo sabías? Los terrícolas tenemos un dicho para esto: «A la tercera va la vencida».

Una carcajada salió de lo más profundo de mi pecho. No dejaba de ser irónico, había recibido de mi propia medicina.

Una vez controlada la risa pregunté con sorna:

— ¿Os creéis que habéis vencido? Apenas habéis empezado a vislumbrar el verdadero poder de la Academia Alius.

— ¿Qué? ¿De qué estás hablando?

— El Tormenta de Géminis no es más que un equipo de reserva de la Academia Alius. Estamos lejos de ser su mejor equipo. Nuestro poder es insignificante comparado con el que tienen los otros equipos.

Me dolió el pecho al reconocerlo tan descaradamente, pero era cierto y sentí la necesidad de decirlo solo por hacerme más daño a mí mismo.

— ¿Estás diciendo que sois más todavía?

— Pasa de ellos Jude. Es que no saben perder —rió Froste.

La mención de esa última palabra en boca de mi rival hizo que me volviera loco de ira.

— ¿Perder, dices? ¡No hemos perdido! Todavía no comprendéis nada sobre nosotros…

Una ondulación en el aire helado detuvo mis palabras.

— Creo que ya has hablado bastante, Janus.

Me giré, con auténtico terror clavándose en mi estómago, hacia la dirección de la que provenía la voz.

— ¡Ah! Mi señor Dvalin.

Entre una nube de color rojo el equipo de Dave me miraba con las palabras «has perdido» en los ojos, acusativos.

Dvalin se separó un poco de los suyos, sonriente.

— Janus… he venido a informaros de que quedáis expulsados de la Academia Alius. Y ahora… fuera de mi vista.

Mi cuerpo temblaba violentamente, sentía que en cualquier momento iba a vomitar, y mis ojos estaban empañados de lágrimas.

Miré por última vez a mi equipo, haciendo especial hincapié en Dylan; que sonrió en un intento de calmarme… aun cuando se notaba que él estaba todavía más asustado que yo.

Solo entonces me atreví a mirar fijamente a mi castigador.

¿Qué había hecho para estar allí?

Con todo lo que me había esforzado ¿por qué estaba en aquella situación? Hice lo que se esperaba de mí. Se suponía que haciendo lo que padre quería de nosotros siempre estaríamos juntos y tendríamos la vida casi resuelta... y había acabado en aquella situación en la que iba a ser abandonado como un mueble viejo e inútil por manos de alguien a quien aún considero mi hermano mayor.

No pude despedirme de nadie, ni tampoco proteger a aquellos a los que se suponía que debía dirigir.

Pero, lo peor de todo, la espina que siempre tendré clavada en el corazón, es el no haberle dicho lo que sentía por él... Adiós, querido amigo.

Ojala hubieses estado allí para llevarme un último recuerdo de tus ojos verdes, ¿o eso era demasiado pedir?

Las piedra que se encontraba en mi pecho empezó a reaccionar y, antes de que me diera cuenta, todo se volvió blanco. Mi cuerpo fue violentamente arrancado del lugar en el que me encontraba y mis recuerdos se mezclaron como si mi cerebro se encontrase en un colador.

Aquello era el fin.

Y lo último en lo que se me ocurrió pensar fue en la lástima que sentía por Dave y su equipo.

No sabían que solo eran herramientas en manos de un loco al que no le importaba nada ni nadie más que sí mismo; y que no éramos tan diferentes como a ellos les gustaría.

Todos éramos igual de prescindibles ante los ojos de padre.


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