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Querido amigo por Cris fanfics

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El detective le había quitado las esposas. Y no solo por la analítica de aquel día —que, como Jordan esperaba, no había mostrado nada diferente a lo normal— sino también por Dylan, que le había pedido que lo hiciera.


A pesar de esto, Jordan seguía algo enfadado con su amigo. No estaba de acuerdo con la decisión que había tomado y le dolía que le hubiera dejado de lado cuando, hasta el momento, siempre le había seguido como si fuese su perrito faldero. Pero, por otra parte, no podía evitar estar feliz porque hubiera conseguido armarse de valor para hacer algo que realmente le haría sentir realizado; aunque ese algo fuera ponerse en contra de su padre… Otro tema que tenía pendiente.


Ya no sabía qué pensar sobre lo ocurrido durante aquellos últimos dos años. ¿Había sido en realidad la piedra Alius la que le había provocado esos sentimientos oscuros? ¿O lo único que había hecho era despertar el rencor y el odio que latían dentro de él? ¿Su padre los había utilizado como herramientas sabiendo que ellos no se opondrían a él? ¿O solo había contado con su ayuda y él, como capitán de uno de sus equipos, le había defraudado y, por lo tanto, obligado a echarle de la institución?


Se acurrucó aún más entre las sábanas blancas.


«Ojalá tuviera las cosas tan claras como Dylan. Yo lo único que sé es que quiero volver al orfanato y vivir como antes: ayudar a Lina a atender el orfanato, ver discutir a Bryce y a Claude, jugar al fútbol con normalidad, estar con mis amigos, volver a ver a Xavier… no quiero odiar más, ni siquiera a ellos» pensó llevándose la mano al corazón, que le latía con más fuerza de la normal recordando el mal trato que había recibido en la Alius por parte de todos los que tenían una posición mayor a la suya.


¿Era su ilusión de volver a la normalidad tanto pedir?


Por primera vez en mucho tiempo volvió a soñar despierto con Xavier. De entre todos los ya mencionados, hacia al que menos quería sentir rencor era hacia él; añoraba tanto su serenidad, su aguda inteligencia y su siempre fiel compañía…


Deseó poder volver al día en el que ambos se habían dado la mano en el porche, aquel en el que Schiller les habló sobre la piedra Alius, para poder decirle que cada vez que le veía sonreír su corazón latía un poco más rápido, que su simple presencia hacía que todo lo malo desapareciera de su mente, que deseaba estar a su lado y hacerle feliz el resto de su vida...


Se quitó las sábanas y extendió el brazo hasta la luz de la habitación, como tratando de alcanzarla. Tras unos segundos observando su mano izquierda, cerró los ojos y empezó a imitar con ambas manos las caricias que le había hecho a su amigo aquel día, imaginando que, en aquella ocasión, era él quien le tocaba de aquella manera.


— Xavier…


Un ruido proveniente de la puerta le sacó de sus fantasías.


Alarmado, abrió los ojos e incorporó medio cuerpo de la cama.


— ¡¿Quién está ahí?!


No hubo respuesta, solo silencio.


«No puede ser… ¿será él?» su cara se iluminó con una gran sonrisa.


Desde que había hablado con Dylan una noche atrás y este le había contado lo que había ocurrido con su caja de música, Jordan había empezado a darle vueltas a la cabeza a la idea de que Xavier estuviese rondando por allí, velando de sus compañeros a su manera. Eso sería algo muy propio del Xavier que había conocido en el orfanato.


Se aproximó a la puerta con miedo de que al abrir resultara que quien estaba al otro lado no era Xavier o, peor, que no hubiera absolutamente nadie y que todo fueran imaginaciones suyas.


Cuando esta última posibilidad pasó por su mente detuvo su mano a escasos milímetros del picaporte.


El cuerpo le temblaba, incapaz de seguir adelante.


Intentó volver a hablar, pero de su garganta no salió ningún sonido.


Notó como algo que hasta el momento había estado apoyado en la puerta se apartaba de ella.


«Xavier...» sus ojos se llenaron de lágrimas que hicieron que todo se difuminara.


A los pocos segundos pudo escuchar unos pasos alejándose del lugar. Deseó abrir la puerta de un portazo, pero su propio cuerpo lo detenía con aún más eficacia que las cadenas de Smith.


— Es-espera —dijo con voz inaudible.


Los pasos se escuchaban cada vez más lejos.


Jordan se tragó las lágrimas y, con un titánico esfuerzo, gritó:


— ¡No te vayas!


Pero a pesar de su fuerza de voluntad, aquello que debería haber sido un grito quedó como una frase a media voz.


Y ya no pudo más. Maldiciendo su debilidad apoyó ambas manos en la puerta, cayendo de rodillas frente a ella con la cabeza gacha y empezando a llorar.


Cerró los ojos y paulatinamente empezó a darse de lentos pero dolorosos cabezazos contra la madera.


Tras minutos haciendo esto se detuvo y se atrevió a a volver a ver lo que le rodeaba… para encontrarse de frente con un pequeño sobre que, quien quiera que hubiese estado allí momentos antes, había pasado debajo de la puerta.


Con respeto reverencial —como si hubiese encontrado un tesoro arqueológico que pudiese romperse con un trato demasiado brusco— cogió el papel entre sus manos.


No tenía remitente, pero tampoco esperaba que lo tuviese.


Poco a poco, fue desenvolviendo el envoltorio que cubría a la carta.


Cuando leyó el escueto mensaje que esta contenía no sabía si reír a carcajadas o seguir llorando.


Apartándose el fleco de la frente con una mano y limpiándose el rastro de las lágrimas con la otra, echó la cabeza hacía atrás y releyó de nuevo.


— Conque la esperanza es la segunda alma del desdichado ¿eh? — susurró para sí mismo.


Se levantó con energías renovadas y abrió la ventana, recibiendo la luz del sol de mediodía en toda su plenitud.


Leyó una vez más la carta antes de romperla en pedazos y observar con alivio cómo el viento se los llevaba consigo.


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