Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Querido amigo por Cris fanfics

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El Servicio Secreto les había ordenado ir allí tras el desayuno. Iban a contarles por fin qué era lo que querían de ellos, pero Jordan no se sentía capaz de concentrarse en ese hecho.


A pesar de que sus diez compañeros de equipo se encontraban en el salón, al único al que Jordan conseguía prestar atención era a Gregory —el bajito centrocampista que le había pedido ayuda en los entrenamientos para después clavarle un puñal en la espalda en la prueba final de la Alius, intentando lesionarle y poniendo a parte del equipo en su contra—, que lo miraba con odio y asco desde el lado opuesto de la estancia.


No sabía cómo debía actuar: por una parte quería acercarse a él y disculparse por todo lo que le había hecho una vez había pasado a ser Janus, pero por otra sentía miedo y rechazo a hacerlo, ya que seguía sintiéndose mal por el feo que le había hecho el otro traicionándole —además de que siempre había sentido antipatía hacia aquel enano prepotente y egocéntrico—, por no mencionar que no estaba seguro de que solo un “lo siento” sirviera para que Gregory olvidase todo lo ocurrido… Aquella situación no era como la que habían tenido Xavier y él mismo.


Y pensando en esto, perdió la oportunidad.


Gregory, al ver que Jordan dudaba, hizo un mohín y se acercó a otros dos de sus compañeros para hablar con ellos, pasando de su antiguo capitán.


La moral de Jordan cayó por los suelos.


— ¿T-te en-encuentras bien? —Dylan puso una mano sobre su hombro.


Asintió con la cabeza, pero no le contestó, no tenía ganas de hablar del tema.


Se apartó de su fiel amigo y se sentó en una esquina de la habitación, intentando no pensar en nada que le hiciera sentir deprimido.


Su mente fue a recordar automáticamente la noche anterior, haciendo que se le subieran los colores y consiguiendo que los compañeros que estaban cerca de él lo miraran de forma extraña por ello.


Cuando aquella mañana se había despertado, Xavier ya no estaba a su lado, se había ido sin despedirse, pero aún pudo notar su calor en el lado del futón en el que él había estado, que era la prueba de que habían pasado buena parte de la noche durmiendo juntos.


Sonrió de forma inconsciente mientras se rodeaba el cuerpo con los brazos.


Le iba a echar de menos.


Justo entonces la puerta se abrió, precediendo a la entrada de tres agentes —dos de los cuales eran los que habían llevado a Jordan en coche hasta allí— con portes serios y seguros.


Todos los chicos dejaron lo que estaba haciendo para ver cómo los adultos entraban en la estancia, la recorrían evitando las hileras de sillas ordenadas de cuatro en cuatro que habían de por medio y se colocaban al lado de la televisión de plasma que estaba empotrada contra la pared.


— Sentaos, por favor.


Ninguno de los jóvenes contradijo su orden.


Jordan, dándose cuenta de que sería una estupidez dar toda la vuelta para estar al lado de Dylan —que se encontraba en los asientos más cercanos a la televisión—, se sentó en la antepenúltima fila, entre las dos chicas y el tímido mediocampista de pelo naranja.


Una vez todos tenían un sitio, el agente al que Jordan apenas había tratado empezó a hablar.


— Muy bien… —Se quitó las gafas negras y cerró los ojos para frotárselos con las yemas de los dedos— Me llamo Marshall, estos son mis compañeros Taylor y Marge —hizo hincapié en el hombre del sombrero y en la mujer rubia respectivamente—. Os vamos a explicar el porqué os hemos traído aquí cuando vuestro destino era o bien acabar en un correccional o colaborar con la policía.


Tenía la atención de toda la sala.


— Poned el vídeo —ordenó a los otros dos.


Marge sacó un pendrive del bolsillo interior de su chaqueta y lo puso en uno de las ranuras de la televisión antes de encender el aparato y seleccionar con el mando un archivo que ponía “Alius”.


Jordan tragó saliva, con cierto miedo a lo que les fueran a mostrar.


Tras una interminable pantalla en negro, imágenes de un edificio destrozado le tomaron totalmente desprevenido. En un primer vistazo parecía que el día estaba nublado, pero cuando se fijó bien se dio cuenta de que era el polvo en suspensión lo que hacía que el lugar tuviera esa tonalidad grisácea. Había unos adultos en la escena que trataban de ayudar a unos adolescentes con uniformes escolares. Algunos de los estudiantes tenían heridas y lloraban, otros tantos gritaban que habían sufrido un ataque terrorista como si repitiéndolo una y otra vez pudieran hacer algo al respecto; obviamente todos estaban asustados por lo que les había ocurrido.


Después de mostrar esto, el cámara apuntó al campo de fútbol, dónde se encontraba el equipo del Kirkwood totalmente para el arrastre, tirados en el césped y lamentándose por haber perdido aquel partido que tan importante había sido para el futuro de su escuela.


La culpabilidad carcomía a Jordan por dentro, no quería seguir mirando, así que giró la cabeza en otra dirección… para encontrarse a Izzy, el chico que se encontraba a su lado, con la mirada gacha y agarrando su pantalón con rabia mientras se mordía el labio para no hacer ningún ruido mientras lloraba.


Quiso decirle algo para animarle, pero un sollozo a su otro lado lo detuvo; Pat también estaba llorando.


Observó el resto de la habitación. Todos sus compañeros parecían arrepentidos de alguna u otra manera: unos cuantos lloraban, otros simplemente habían apartado la mirada —como había hecho él mismo— y unos pocos —entre los que se encontraba Dylan— se forzaban a mirar el vídeo aunque era evidente que les estaba costando hacerlo.


Pasaron un par de minutos antes de que terminara de reproducirse, y los gemidos llorosos de aquellos que se habían desecho en lágrimas se hicieran más evidentes.


Los agentes no dijeron nada, solo estaban quietos en su sitio, como auténticas y solemnes estatuas de alabastro.


De repente, Dylan se levantó del asiento.


— ¿Dylan…?


El chico tartamudo ignoró a su amigo y se dirigió a los agentes.


Estos le observaron atentamente, tensos por la repentina seguridad que demostraba y por lo cerca que estaba de ellos.


Ni siquiera Jordan sabía que era lo que pretendía hacer, y precisamente por eso le sorprendió lo que ocurrió a continuación:


Dylan se puso de rodillas y apoyó la frente contra el suelo.


Un gemido sorprendido y generalizado invadió la sala. Ninguno de ellos había visto nunca en la vida real a nadie haciendo el dogeza, la postura de arrepentimiento por excelencia que literalmente quería decir: «la ley podrá castigarme, pero eso no compensará lo arrepentido que estoy».


— N-no me m-merezco el per-perdón pero, por favor…, de-dejadme enmendar p-parte de mi error.


Jordan reconoció aquella cita de una película de samuráis que habían visto juntos hacía mucho tiempo, pero aún así no dejaba de resultarle encomiable lo que estaba haciendo.


Aunque no podía negar que lo más que deseaba hacer en aquellos momentos era acudir a su lado para decirle que dejara de hacer aquello, sabía que sería una falta de respeto que, no solo resultaría inapropiada, sino que su amigo nunca le perdonaría. Por mucho que le doliera verle humillándose de aquella manera debía dejarle hacerlo.


El agente Taylor hincó una rodilla a su lado y le agarró un hombro, haciéndole así alzar la cabeza.


— Tranquilo. Sabemos que esto no ha sido completamente culpa vuestra, que había algo oscuro detrás que os hizo actuar así.


Rhona —la segunda delantera del equipo— se levantó del asiento y se apartó de la hilera de sillas para hacer una reverencia que, aunque no tan sentida como la de Dylan, también demostraba culpabilidad.


— Siento todo el dolor que he causado y que no he intentado detener de ninguna manera. No nos merecemos el buen trato que nos han dado todo este tiempo ustedes y los servicios sanitarios.


Y entonces no pudo aguantar más. Él también se incorporó y, saliendo por el lado contrario al de su compañera, hizo la misma inclinación.


— Lo siento. —No tenía nada más que añadir a lo que habían dicho sus dos compañeros antes que él.


Pat e Izzy se enjuagaron las lágrimas y, prácticamente al unísono, imitaron a Jordan.


Paulatinamente todo el equipo acabó haciendo lo mismo. Incluso los que por naturaleza habían demostrado ser más crueles no podían negar que lo que habían hecho había estado terriblemente mal y sentirse culpables por ello.


— Si de verdad estáis tan arrepentidos aceptad lo que os vamos a proponer, es lo mínimo que podéis hacer. —Sonreía el agente Marshall, comprensivo.


— Dispare —respondió Gregory, siendo el primero en levantar la cabeza.


No hizo falta que la agente recibiera instrucciones, empezó a buscar dentro de la carpeta “Alius” el documento que necesitaba.


Cuando lo encontró, en la pantalla se mostró un mapa de Japón con círculos rojos alrededor de algunas localizaciones.


— Tenemos al Raimon haciendo frente en primera línea a la Academia Alius —explicó Marshall—, en segunda plano tenemos un equipo de reserva… que ya sea para sustituir al Raimon si son derrotados definitivamente o para ayudarles a entrenar están ahí y, por último, estáis vosotros. Vuestra función para derrotar a Schiller será tirar abajo el imperio empresarial que tiene en las sombras.


— ¿Qué?


— Sabemos que tanto vuestra antigua fuerza como la de vuestros ex-compañeros vienen de un meteorito al que llamáis “piedra Alius”. No nos hacemos ilusiones pensando que podáis infiltraros en la base del monte Fuji para destruirlo, pero sí creemos que podéis detener las pretensiones de Schiller de replicar sus efectos.


— ¿De qué está hablando? —preguntó Rhona.


— Schiller se presentó ante el ministro Vanguard antes de que todo esto empezara para decirle que quería copiar los efectos del meteorito para producir armas a gran escala. Y no puede estar haciendo esto en otro sitio que no sea en sus fábricas. —Señaló los círculos rojos—. Y, si resulta que no lo está haciendo allí, como mínimo tendrá información en ellas que nos puede resultar útil sobre el meteorito.


A Jordan le temblaron las piernas. El gobierno lo sabía todo: desde lo que estaba en conocimiento de todos ellos hasta los proyectos ocultos de Schiller. Pero, entonces…, ¿por qué no habían detenido ya toda aquella locura? ¿No tenían el poder para ello?


— ¿No hay otra forma de hacerlo? ¿Por qué no van ustedes a las fábricas, que tienen más derecho que cualquiera?


— No podemos. Eso sería provocar a Schiller abiertamente para que ataque el congreso.


— ¿Y no es lo mismo si lo hacemos nosotros?


— No. Porque esto lo vamos a hacer entre bambalinas, no estaremos acusando en público al Grupo de Operaciones Schiller de estar implicado de ninguno manera con los “alienígenas” y, aunque él quiera declarar antes los medios que el gobierno está haciendo espionaje, no tendrá pruebas.


— Es una diferencia demasiado sutil—intervino Jordan, al que aquella explicación le sonaba a mentira—. Además, si quiere atacar al congreso lo hará de todas formas, aunque no tenga pruebas de que nos habéis mandado vosotros.


El agente parecía repentinamente cansado.


— Lo sabemos, pero es la única forma en la que podemos tener un poco de seguridad… ¿Aceptáis participar entonces?


— ¡S-sí, señor!


A Jordan no le gustó la inmediatez con la que Dylan se había decidido pero, por otra parte, tampoco es que tuvieran ningún motivo para negarse; aunque arriesgaran sus vidas aquello era lo correcto, y el resto de chicos opinaban igual.


Ya fuese para hacer justicia, impedir que la Alius hiciera más daño, tomar venganza o recuperar la vida que habían tenido anteriormente, todos tenían un motivo más allá de la culpabilidad para ayudar al Servicio Secreto.


Y por eso no hubo nadie que decidiera quedarse atrás.


**********


Mientras todo esto ocurría, Xavier estaba en Ehime, observando con un mueca de fastidio cómo el submarino que su padre le había dado a Ray Dark para que usara como base se hundía en el fondo del mar, con gran parte de su mole convertida en trozos sueltos de chatarra por culpa de la explosión.


Aunque su expresión no se debía a esto, sino a lo que había visto en el partido entre la Royal Academy Redux y el Raimon.


En los últimos días se había replanteado muy seriamente si traicionar a Schiller; no le gustaba nada su forma de actuar para conseguir sus objetivos, como si no le importara nada a parte de su meta… Pero había resultado que el bando contrario era exactamente igual.


A Aquilina no le había importado en absoluto arriesgar la salud de los miembros del equipo contrario ni la de los de su propio equipo. Un chico había parado una técnica prohibida de lleno —técnicas que recibían ese nombre porque debido al daño que se causaban los que las usaban habían tenido que ser vedadas para que nadie hiciera una locura con ellas—, quedando muy mal herido, y ella no lo había sacado del partido y por culpa de esa decisión el jugador tendría que pasar un buen tiempo en el hospital.


— Así que lo sacrificaría todo y a todos con tal de conseguir el equipo más fuerte. Al final, están haciendo lo mismo que mi padre —susurró al viento, que le zarandeaba el pelo en todas las direcciones.


Entonces la decisión estaba tomada.


Empezó a caminar por el borde del puerto, disfrutando del espectáculo que suponía ver el hundimiento de un submarino tan grande, acunado por el olor a petróleo y a mar.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).