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Querido amigo por Cris fanfics

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La base de la Academia Alius seguía tan imponente como siempre. Cualquiera que encontrase la enorme fortaleza futurista por casualidad en mitad de las constantes tormentas de nieve no podría más que asombrarse por su hallazgo… y desaparecer para que ese secreto no saliera a la luz.


Y en mitad de todo aquello se encontraba Schiller, acompañado del siempre fiel Wyles, que había estado a pie del cañón desde el principio… por no decir que él había sido el comienzo de todo.


Estaban en la sala del meteorito. Este estaba situado en medio de la habitación, en un lugar hecho expresamente para él, con cables enganchados que absorbían su energía para que los miembros de la Alius se nutrieran de ella.


— ¿Están los tres aquí?


— Sí, señor Schiller. Torch, Gazelle y Xene andan siempre pujando por hacerse con la supremacía de la Academia Alius.


— Sin duda, es algo positivo que los tres de disputen esa posición.


Viendo que el anciano no se dignaba a decir nada más, procedió a llamar a los jóvenes:


— ¡Vamos! ¡Venid aquí!


No tardaron nada en aparecer, ya que habían estado esperando detrás de la puerta a que los llamaran.


Claude —ahora llamado Torch— daba cada paso con una dignidad y fiereza contenida que le daba el aspecto de alguien totalmente seguro de sí mismo, como si con tan solo desearlo pudiera tener el mundo bajo sus pies y aplastarlo. Era lo que tenía el haber forzado su etapa para madurar; había superado su comportamiento infantil… sin haberlo hecho realmente: creando así a un adolescente con un excesivo orgullo que, a veces, actuaba como un niño y era imprevisible.


Por otra parte, Bryce —alias Gazelle— caminaba de forma tranquila, pero su presencia no resultaba para nada apacible: su mirada azul celeste, que parecía capaz de congelar a todo aquel que se pusiera en su camino, observaba a los demás por encima del hombro como si de simples hormigas se tratasen. Nada demasiado diferente a lo que había sido sido un par de años atrás, pero contando con un poder que hacía que la distancia entre su mente gélida y el resto del mundo fuera aún más insalvable… y también que él mismo se creyera una especie de “dios” en todos los aspectos.


Y ambos chicos, con sus arrogantes formas de ser, hincaron la rodilla delante de aquel hombre viejo, bajito y rechoncho como si fuese alguien merecedor de todo respeto.


— Aquí Torch, capitán del Prominence.


— Aquí Gazelle, capitán del Diamond.


Tras presentarse formalmente, Schiller les hizo un gesto indicándoles que se incorporaran como única respuesta.


—¿Quería hablar con nosotros, padre?


— ¿Y dónde está Xene? —interrumpió Wyles antes de que su superior tuviera la oportunidad de hablar.


Los chicos se miraron el uno al otro antes de que el de pelo blanco contestase:


— No lo sabemos…


— ¿Ya ha estado saliendo otra vez por su cuenta? —se notaba la irritación en las palabras del hombre.


Por el contrario, a Schiller le parecía simpática la actitud del capitán del Gaia.


— ¡Jo, jo! ¿De verdad? Hay cosas que nunca cambian.


— No importa que Xene no esté aquí. Yo me encargaré de que tu voluntad se cumpla, padre.


— Sí, padre —coreó Gazelle—. Por favor, dinos cuál será nuestra próxima misión.


— No. —La respuesta fue cortante—. Creo que será mejor que esperemos hasta que Xene vuelva. Mientras tanto, volved a vuestras ocupaciones.


— De acuerdo.


— ¡Pues vaya!


Torch no se esforzó en ocultar su malestar mientras se marchaba de la sala, a Gazelle sin embargo parecía darle igual la situación.


**********


Torch descargaba su ira dándole un puñetazo a la pared.


— ¡Qué rabia! Xene siempre ha sido el hijo favorito de nuestro padre.


Gazelle detuvo su camino. Realmente no quería perder su tiempo con Torch —tenía que entrenar con su equipo para poder hacerle la competencia a él y al predilecto de Schiller— pero aquella podía ser una ocasión única para picarle: una de sus actividades favoritas.


— Eso es porque Xene se parece a… Bueno, ya sabes, a esa persona a la que padre tiene tanto afecto.


Y así consiguió toda la atención del de pelo rojo.


— ¿A quién te refieres?


— ¡Ah! Es verdad… Tú no lo sabes —fingió inocencia—. Olvida lo que he dicho. —Y sin añadir nada más, continuó caminando por el pasillo.


Torch no reaccionó al momento, su mente estaba demasiado ocupada pensando en las implicaciones de que sus dos rivales conocieran algo de su padre que él ignoraba por completo.


— ¡¿Cómo voy a olvidarlo?! ¡Cuéntamelo Gazelle! —gritó en un intento de que el chico de ojos azules se diera la vuelta y terminara de hablar—. ¡Ah! Nunca me cuenta nada —Él también empezó a moverse, aún más indignado que antes— ¡Xene no es el único luchador de esta familia! ¡Se lo demostraré a todos! ¡No pienso dejar que Xene y el equipo Gaia se hagan con el título de Génesis!


**********


Jordan y sus compañeros se habían puesto en marcha a primera hora de la mañana para llegar al atardecer como muy tarde a aquel pequeño pueblo con tan solo una gasolinera y un supermercado como lugares destacables.


«Aún estando a las afueras, la urbe come bastante terreno a lo natural» pensaba Jordan, ciñéndose la camisa tras haber colocado mejor las cosas que tenía en la mochila para ir más cómodo.


Pat estaba sentada frente a él, en la acera, recuperando el aire tras la larga caminata.


— ¡Malditos sean esos imbéciles con esmoquin! ¡Les costaba mucho traernos en coche hasta aquí! Está bien que se quieran lavar las manos, ¡pero esto es demasiado!


El agente Taylor la taladró con la mirada.


El hombre iba vestido de civil; con uno de sus clásicos sombreros —esta vez de color beis para no llamar la atención—, unos pantalones de pana blancos y camisa y zapatos de ejecutivo.


Los adolescentes, sin embargo, vestían de forma menos elegante. Deportivas, unos pantalones sueltos de chándal y sudaderas con capucha —todo de color negro— eran lo que el Servicio Secreto había puesto a su disposición para pasar inadvertidos en aquel viaje… O así debería ser, porque no habían contado con el pequeño detalle de que hacía unos treinta grados y el sol había estado todo el día en su punto más alto sin una sola nube que lo cubriera.


— C-creo… que voy a mo-morir.


— Menudo exagerado.


— ¡Es fácil que lo diga el que va vestido con ropa fresca y de color claro! —le defendió Pat— Además, no deberías ser tan pelota con tus compañeros, tampoco han sido buenos contigo, te han dado todo el trabajo a ti.


— Sabía que no podíais venir solos, pero tampoco podíamos ser un grupo demasiado grande, así que me ofrecí voluntario.


— Claro, porque con estas pintas, ¿cómo va a haber alguien a quien le llamemos la atención? —preguntó con ironía.


— Ya está bien —la detuvo la chica de piel morena, con su habitual tranquilidad—. Si ya hemos terminado de descansar es mejor que empecemos a planear lo que haremos una vez dentro —señaló con el dedo al gran edificio que era la fábrica de armas de Schiller, que se podía ver en la lejanía.


— No hay mucho más que planear; ya os dimos unas instrucciones en el hostal, y en caso de contratiempos os hemos dejado a libre elección si preferís huir o seguir hasta el final.


— No vamos a huir, tenemos que quitarnos de encima esta amenaza, y ya nos habéis dicho que somos prescindibles así que… daremos lo mejor.


— Hablas como si fueran a matarnos —intervino Jordan—, pero no creo que el peligro sea para tanto, como mucho nos detendrán o nos volverán a soltar.


— Repite eso en voz alta hasta que te lo creas de verdad, estúpido.


Pasó por alto la puya de Gregory.


— E-en cualquier ca-caso tenemos que p-prepararnos. Es-esta noche va a ser mo-movida.


— No hagáis locuras, esta primera visita será para verificar si hay una falsificación ahí dentro o no.


Todos asintieron.


Jordan le tendió la mano a su amigo para ayudarle a levantarse y, antes de seguir al grupo, observó unos instantes más el edificio amenazador que se veía en la lejanía, esperándoles.


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