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Querido amigo por Cris fanfics

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El sol brillaba con fuerza, haciendo que fuera imposible estar en la calle y casi una utopía estar entre cuatro paredes.


Normalmente, con el tiempo así, Jordan apenas podría pensar con claridad en algo que no fuese darse una ducha de agua fría o comer montones de halado para aliviar aquel inaguantable bochorno, pero en aquella ocasión era diferente.


Sentado en el frío suelo de la habitación, que calmaba su agobio ante el calor, no podía evitar dar vueltas a lo sucedido el día anterior.


Se habían marchado sin él, y Dylan ni siquiera se había despedido.


No sabía cuál de las dos cosas le dolía más. Y el silencio que había en el edificio no ayudaba nada a llenar el hueco en el pecho que le provocaba la ausencia de sus compañeros —especialmente de su mejor amigo— ni a aliviar el ahogo de pensar en qué haría si resultaba que había perdido todo poder que pudiera haber habido dentro de él para siempre.


Harto de esta sensación, se levantó y se dirigió a su balcón con la esperanza de que, ya que estaba empezando a atardecer, corriera un poco de aire fresco.


Y así fue. Una ráfaga de viento zarandeó su melena y su ropa.


Respiró profundamente antes de sentarse con la espalda contra la pared que daba a la puerta del cuarto y cerrar los ojos. No era su intención dormirse, pero estaba tan relajado que con el pasar de los minutos tampoco pudo evitarlo.


Y por primera vez en días cayó dormido con nada rondándole la cabeza, solo con la mente en blanco, descansando de verdad por fin.


**********


El suave tacto de unos dedos acariciándole con ternura la mejilla le sacó del sueño.


Con una ligera sospecha de quien era el que le estaba haciendo aquello, dejó caer su cabeza contra la fría mano, buscando el mimo.


— Xavier… —dejó salir su nombre en un suspiro.


— ¿Qué haces aquí fuera en plena noche? Te vas a enfermar.


Abrió un poco los párpados, lo justo para poder mirarle.


— Hacía calor y salí a tomar un poco de aire, ¿me he quedado dormido?


— Sí, te encontré así hace un par de minutos.


Jordan infló los moflete y, sin previo aviso, le abrazó contra sí.


— Qué gusto da cuando te reciben así. —Correspondió y le rodeó con los brazos, dándole caricias en la espalda, permaneciendo así un rato.


— Me gusta que tu piel esté siempre fría.


— Eso es porque tú tienes una temperatura corporal un poco más alta de lo normal. —Se apartó del moreno y le dio un golpecito en la frente con los dedos antes de cambiar de tema—. ¿Cómo has estado?


Jordan paró inmediatamente de restregarse el lugar donde el pelirrojo le había golpeado.


— No muy bien —contestó tras unos segundos pensando qué responder.


— ¿Es peligroso lo que os ha mandado el Servicio Secreto?


Por un momento Jordan estuvo a punto de echarle en cara que hubiera venido a verle para sonsacarle información, pero se contuvo al darse cuenta de que no le estaba pidiendo detalles, solo estaba demostrando su preocupación por él.


— Sí, aunque tampoco es que importe ya demasiado: no voy a seguir ayudándoles.


— ¿Has decidido alejarte de esto e irte a un lugar seguro? —Xavier tenía ilusiones de que así fuera.


Negó con la cabeza y tragó saliva, con vergüenza de decir aquello en voz alta delante de él.


— No puedo usar supertécnicas —soltó del tirón bajando la mirada y cerrando los ojos, con miedo a ver su reacción.


La distancia que le separaba de Xavier en cuanto a poder se refería siempre había sido abrumadora; el hijo adoptivo de Schiller era uno de los miembros más fuertes de la Alius mientras que él solo había sido el saco de boxeo con el que practicaba. Ahora que esa distancia se había hecho aún mayor debido a su incapacidad de usar sus poderes tenía auténtico pánico de que Xavier se diera cuenta de que no merecía la pena estar con él, de que solo era un chico del montón que lo único que hacía era arrastrarse patéticamente en un intento de lograr sus objetivos… viendo siempre sus esperanzas rotas en mil pedazos.


— Jordan...


— ¡Quería ayudar! ¡Pero siempre que hago algo todo se va a la mierda! —gritó del tirón, incapaz de mantener dentro de sí una de las cosas que llevaba atormentándole desde hacía días, sin darse cuenta de que había empezado a llorar—. ¡Cuando intenté ser útil a padre resulté ser de los más débiles de todos! ¡Cuando me hice capitán perdí como un novato contra el Raimon! ¡Y ahora que quiero acabar con la Alius y que volvamos todos juntos a casa no soy capaz de colaborar y no lo seré jamás! —Ahogó un sollozo antes de preguntar con desesperación—: ¿¡Qué se supone que debo hacer!?


Una vez hubo acabado de hablar, el chico pálido le agarró el mentón, obligándole a levantar la cabeza.


— ¿Caes una vez y ya te rindes sin intentarlo más? ¿Eso es todo lo que puedes dar de ti mismo?


— No sé que más hacer… Soy inútil.


— ¡Eso no es verdad! —le puso la mano en el hombro, intentado darle seguridad—. No eres ningún inútil, Jordan. Si lo has dado todo pero aún así no has sido capaz de seguir el ritmo no tienes nada de lo que avergonzarte, ¡todo lo contrario! Deberías enorgullecerte de tu aportación a la causa. El que da lo que tiene no está obligado a dar más.


De alguna extraña manera, Jordan se sintió adulado porque Xavier se acordase de aquel refrán que le había enseñado hacía tanto tiempo y lo hubiera usado para rebatirle y animarle.


Pero aquel dicho estaba muy fuera de lugar en su situación.


— Pero yo no lo he dado todo, Xavier… —Aunque quisiera no podría ir con sus compañeros, solo sería una molestia.


— ¿Entonces qué haces de brazos cruzados y llorando por las esquinas? ¡Esfuérzate, haz algo, y demuéstrale a todo el mundo de lo que eres capaz!


— ¿Y qué pasa si fallo? ¿O si decepciono a alguien? —preguntó consciente de que sin supertécnicas prácticamente todo intento de ayuda sería una molestia.


— De los errores se aprenden, y si alguien no está allí para apoyarte en tus momentos más bajos significa que no te pierdes nada sin su compañía. En serio, Jordan —le abrazó contra sí y le susurró cerca del oído—, fuiste tú quién me enseñó estas cosas, ¿cómo es que no te las aplicas a ti mismo?


— Es más fácil decirlo que hacerlo —rió sin alegría—. Además, una de las cosas que me has dicho va un poco en tu contra: tú no estuviste conmigo en el hospital, ni tampoco cuando lo pasaba mal en la Alius. —Aunque su comentario era cortante lo cierto era que lo decía sin ningún tipo de rencor, solo quería saber qué tenía que declarar Xavier al respecto.


— Hubiera deseado estar ahí para ti, pequeño, pero no pude no fallarte… —le apretó más fuerte contra sí—. Me encantaría prometerte que no será así de ahora en adelante.


No era del todo cierto lo que acaba de decir, Jordan no podía evitar recordar todos los momentos en los que Xavier le había intentado ayudar. No había olvidado que su amigo de la infancia había ido a verle a escondidas al hospital; ni que había ido a buscarlo a Kioto seguramente sin que nadie se lo ordenase; y tampoco que cuando se había puesto la piedra Alius por primera vez al cuello le había avisado para que no la usara… aunque hubiera decidido ignorar sus advertencias. Y tampoco era tan cruel como para tenerle resentimiento por lo ocurrido antes de abandonar el orfanato cuando ya sabía sus motivos para actuar así y los comprendía mejor de lo que se atrevía a reconocer.


Xavier no merecía odiarse a sí mismo después de haber dado todo lo que podía teniendo en cuenta la situación en la que estaba.


— Lo sé —hizo el amago de besarle en los labios, pero Xavier le detuvo.


— ¿Qué vas a hacer? ¿Seguirás lamentándote o te esforzarás por aquello que quieres?


— Los del Servicio Secreto van a desear no tener a alguien tan cabezota con ellos. Quieran o no, voy a buscar una forma de ayudar —dijo con seguridad—. Aún sin supertécnicas.


— Así me gusta —le besó con entusiasmo.


Jordan no se contuvo en corresponderle. Le había echado de menos, y cada vez le costaba menos aceptar la situación en la que estaban. Seguía considerando que estaba mal verse siendo de bandos opuestos… pero toda aquella situación estaba mal de por sí: no tendrían ni que estar uno en contra del otro en primer lugar.


— He notado que no hay nadie aquí —alegó Xavier—. ¿Estabas deprimido por eso?


— Sí, se han ido sin mí.


— Comprendo que estuvieras así de triste cuando te han dejado solo en este caserón —Empezó a acariciarle la cabeza—. ¿Hace mucho tiempo que se fueron?


— Se marcharon ayer.


— No te preocupes, a partir de hoy vas a tener la compañía de un servidor.


— ¿Ya has terminado tus entrenamientos? ¿Qué tal te han ido?


— No, no estoy ni cerca de terminar de entrenar, pero creo que a alguien le gustará tener mi molesto culo lejos un tiempo —citó las palabras exactas de Isabelle, que le había mandado a paseo tan pronto como se había dado cuenta de que no tenían la menor oportunidad de ejecutar la Supernova sin que ella y el segundo delantero del equipo mejoraran individualmente—. Lo bueno de esto es que ahora vamos a poder vernos más a menudo sin ningún tipo de problema.


— Me alegro muchísimo —dijo con emoción mal contenida, acurrucándose aún más contra Xavier.


El pelirrojo no pudo evitar darse cuenta de que en aquella ocasión —a diferencia de todas las anteriores— Jordan no había protestado ante la idea de seguir viéndose. De hecho, a pesar de haber estado llorando hasta no hacía mucho, se le veía menos estresado y más cómodo con la situación que las otras veces.


— Hoy puedo aceptar sin ninguna pega pasar la noche contigo… Incluso podemos estar mañana juntos.


— ¿En serio? —preguntó con picardía mientras empezaba a acariciarle el pecho.


Xavier no vio necesidad de responder. En lugar de eso tomó el control de la situación y empezó a besar en el cuello a su pareja, consiguiendo que le recorrieran unos agradables escalofríos de placer.


— P-para… —gimió.


Obedeció inmediatamente.


— ¿No te gusta?


— No es eso, es que estás raro.


— Eso es porque no quiero seguir hablando, quiero estar contigo y dejar de pensar en todo.


Y Jordan aceptaría encantado aquella proposición si no fuese porque notaba algo extraño, sentía que no le estaba contando algo importante.


— Xavier, ¿ha pasado algo?


— No…


Y en aquel momento el moreno comprendió lo que le había dicho Dylan días atrás; repateaba que te engañaran de tan mala manera.


— No hace falta que mientas, con que me digas claramente que no quieres compartirlo conmigo me vale —se deshizo del agarre.


— Oye, no te enfades, no te quiero decir nada porque no va contigo. Además de que habíamos llegado al acuerdo de no hablar de nada que tuviera que ver con la Alius —le taladró con la mirada.


— Tienes razón —suspiró, intentando quitarse de encima aquella sensación de malestar que le había invadido de repente—. Pero sabes que si te sientes mal u ocurre algo que no te gusta puedes contármelo, ¿verdad?


Xavier se puso tenso, consciente de que lo que le pasaba era exactamente eso, pero también de que no podía contárselo a Jordan, aquello debía pasarlo solo.


— Sí, lo sé, y te lo agradezco —acortó la distancia que le separaba de él y le besó en la mejilla.


— ¿Cómo piensas agradecérmelo exactamente? —preguntó a modo de broma, reteniéndole entre sus brazos y apretando la cabeza de él contra su hombro con cariño.


— Entremos a tu cuarto y te lo demuestro —dijo sin ningún atisbo de pudor.


Aunque hubiera empezado aquella situación como una broma y no se había esperado esa respuesta, Jordan no pensaba rechazar aquello.


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