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Querido amigo por Cris fanfics

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Xavier se había despertado minutos antes, pero no tenía ganas de abrir los ojos ni de, mucho menos, levantarse. Se estaba bien en el suelo a pesar de que su cuerpo se encontrase un poco resentido: el frío que refrescaba su piel le animaba a no moverse de allí en todo el día.


De repente, sintió como alguien se posicionaba encima de él y le daba un beso la mejilla.


Sonriente, atrajo hacia sí a Jordan y le estrechó entre sus brazos. No le importó el calor que desprendía, si por él hubiese sido no le habría soltado.


— Xavier —pudo decir aún estando sofocado por el fuerte abrazo—. Déjame ir, me estás asfixiando.


El otro chico se rió, sin tomarse en serio a su pareja por el tono infantil que había usado, pero al final acabó haciendo más débil el agarre con el que le retenía para que fuese libre de moverse si así lo deseaba.


— ¿Por qué te levantas tan temprano? Duerme un ratito más conmigo.


— Hace rato que me desperté, no podía seguir durmiendo, he estado adelantando cosas —le dio un beso en los labios—. Tienes una toalla limpia en el baño, y puedes usar mi ropa si quieres. Voy a estar preparando el desayuno, baja cuando termines.


Tras unos arrumacos más, Jordan se separó de Xavier y le dejó solo en la habitación.


El pelirrojo decidió levantarse al poco rato para no hacerle esperar.


Una vez en la ducha —ya despejado y con el agua fría haciéndole sentir mucho más fresco— se permitió el lujo de disfrutar un par de minutos de la tranquilidad que suponía saberse lejos de todas sus obligaciones; solo volviendo a pasar tiempo con Jordan, como en los viejos tiempos pero mejor en casi todos los aspectos.


Inmediatamente después de pensar en la felicidad que le proporcionaba estar con Jordan no pudo evitar recordar las circunstancias en las que estaban —que les obligaban a verse en secreto como si fueran dos criminales en vez de una pareja enamorada— y en lo egoísta que él mismo estaba siendo cediendo a sus deseos de dar rienda suelta a sus sentimientos románticos cuando no debería permitirlo.


— ¿Qué estoy haciendo? —se preguntó a sí mismo, presa de un ataque momentáneo de arrepentimiento que no tardó en controlar.


Respiró hondo y pensó lo que siempre se decía para sus adentros cuando los nervios por la inevitabilidad de lo que iba a ocurrir con él en un futuro no muy lejano lo atacaban: «vive el momento».


Dejó que sus preocupaciones se marcharan de su mente con la misma fluidez que la del agua siendo tragada por el desagüe del plato de ducha y se dio prisa en terminar de asearse.


**********


Cuando Xavier llegó a la cocina, Jordan estaba de espaldas a la puerta, profundamente metido en sus pensamientos mientras lavaba un montón de platos; con otros tantos escurriéndose en el fregadero.


Tocó a la puerta para que no se asustara al verle allí de sopetón.


— Buenos días —le saludó el chico de pelo verde con una gran sonrisa para después volver a concentrarse en lo que estaba haciendo—. Espero que no te importe que sea solo un batido de cacao y un par de sándwiches para cada uno —movió la cabeza señalando el desayuno de ambos, que se encontraba encima de una mesita que no era, ni remotamente, tan grande como las que habían en el comedor.


— Gracias, con eso tengo y me sobra, con el calor que hace tampoco me iba a apetecer comer nada más.


Jordan se limitó a asentir, ocupado en restregar una mancha que se negaba a salir.


El pelirrojo —al que le resultó atractivo ver la concentración en sus facciones— le abrazó por la espalda.


— ¿Qué haces? —preguntó, molesto, antes de que Xavier aprovechara que había girado la cabeza en su dirección para robarle un beso que le dejó sin aliento.


Xavier abrió los ojos a mitad de la experiencia, observando de reojo la esponja que tenía el moreno entre las manos… para arrebatársela en un abrir y cerrar de ojos.


— Yo me encargo, tú vete a comer tranquilo —le empujó a un lado, quitándole el espacio que había estado ocupando hasta el momento.


Jordan, aún con el corazón a mil y con las mejillas ardiendo, se negó:


— Tú eres un invitado, no tienes por qué hacer nada —intentó recuperar el control del fregadero—. Vete al comedor con tu parte del desayuno antes de que me enfade.


Ignorando su pasivo-agresiva amabilidad, Xavier se cuadró en el sitio.


— Nada me moverá de aquí —dijo con solemnidad, intentando hacer reír a Jordan.


Y así —a pesar de que Xavier consiguió su propósito—, empezó una guerra de empujones en la que ninguno de los dos pensaba rendirse.


Xavier, que ya veía que iba a perder, puso el dedo debajo del grifo abierto, dirigiendo el chorro de agua hacia Jordan.


— ¡Xavier! —le recriminó, mirando su camisa empapada.


— Eso te pasa por cabezón. Ve a cambiarte, que yo terminó aquí mientras tanto —se puso manos a la obra.


— ¿Y si no quiero cambiarme? —refunfuñó, en un último intento de salirse con la suya.


— Si lo prefieres puedes estar sin camiseta… Yo no me quejaría de las buenas vistas.


Jordan se encogió de hombros, sin ganas ninguna de volver a su cuarto, y se quitó la prenda dejándola estirada en una silla.


— Está bien —cogió una bandeja y puso el desayuno en ella—. Te espero fuera —le picó un ojo y salió al comedor, con una sonrisa traviesa en los labios.


Xavier no se hizo de rogar; tardó menos de cinco minutos en reunirse con Jordan, que había decidido sentarse en una de las primeras mesas según se salía de la cocina, y sentarse frente a él.


Y se sobrevino el silencio, solo interrumpido por el sonido que hacían al masticar y beber.


Xavier estaba actuando con naturalidad, pero a Jordan se le notaba nervioso; era extraño para él haber despertado al lado del pelirrojo y en aquellos momentos estar desayunando juntos como si no pasara nada, incluso la anterior situación en la cocina en aquellos momentos se le antojaba muy fuera de lugar. En sus encuentros nocturnos no se sentía tan intimidado e inquieto porque —aunque corrían el riesgo de ser descubiertos— le resultaba mucho más normal en sus circunstancias ocultarse de todo el mundo que pasar tiempo uno junto otro con tanta... normalidad.


— ¿Qué tal dormiste anoche? —preguntó Xavier, que había notado el nerviosismo de su compañero e intentaba romper el hielo.


Al principio la conversación resultó forzada y banal. Sin embargo, no tardó en cambiar.


Ventajas de tener casi toda la infancia en común.


— ¿Y te acuerdas de cuando Bryce interrumpió la declaración de Claude a aquella chica que venía de vez en cuando al orfanato a donarnos ropa? Lo siento mucho por él, pero fueron geniales las caras de los tres. No sé cual me hizo más gracia: si la de indiferencia absoluta de Bryce después de la burrada que dijo, la de auténtico espanto de Claude o la totalmente sonrojada de la pobre chica —decía Jordan entre risas.


— Eso es muy cruel —sonrió el pelirrojo.


— ¡Tú también te reíste!


— Pero yo, a diferencia de ti, tuve la decencia de no hacerlo delante de todo el mundo en el mismo momento en el que ocurría todo.


— Se me escapó ¿vale? Reconoce que la situación fue muy graciosa.


— Pues menos mal que no estuviste en aquella ocasión en la que Isabelle, Dave y yo nos pusimos a hacer avioncitos de papel con unos documentos que padre había dejado a nuestro alcance y decidimos, sin ser del todo conscientes de lo que estábamos haciendo, hacerlos volar por la ventana del segundo piso —hizo una pausa, perdido en sus recuerdos—. Nunca se volvió a saber nada de esos papeles.


— ¿Cómo reaccionó padre al averiguar lo que habíais hecho? —sonrió con ternura, intuyendo por cómo había contado la anécdota que esta tendría un final bonito.


La chispa alegre que el pelirrojo había tenido hasta aquel momento brillando en sus ojos se volvió triste y nostálgica.


— Nosotros, sabiendo que hicimos algo mal, fuimos a disculparnos entre lágrimas. Él nos miró con cansancio; había vuelto de uno de sus viajes y no estaba en su mejor momento —contaba como si estuviese narrando un cuento… o una vivencia muy lejana—. Como te imaginarás no le hizo mucha gracia lo que habíamos hecho, pero no nos castigó de ninguna manera. Solamente se agachó a nuestra altura y nos acarició en la cabeza, suplicándonos que no lloráramos más porque aquel asunto tampoco era para tanto.


Jordan se estremeció.


— Padre fue muy amable con nosotros —recordó algunos momentos que había pasado con él que, aunque escasos, le habían marcado mucho y siempre tendrían un lugar en su corazón.


Xavier bajó la cabeza antes de decir:


— Lo siento.


— ¿Eh? ¿Por qué?


— No me imagino lo que habéis tenido que sentir tras que padre os echara de la Alius, ha tenido que ser muy duro.


— No hay mal que por bien no venga. Si no nos hubiera dado la patada ninguno de nosotros se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando en realidad y aún hoy seguiríamos bajo la influencia de la piedra Alius. Además… ya nos hizo bastante daño con lo que nos obligó a pasar para ser uno de sus equipos.


— Yo siendo vosotros no hubiera conseguido sobreponerme—negó con la cabeza, con la piel de gallina solo de pensar en las circunstancias de los chicos del Tormenta de Géminis: usados como carne de cañón para luego ser abandonados por aquel a quien consideraban su padre.


— No deja de ser curioso cómo un buen hombre como padre acabó haciendo todo esto. Así, sin motivo aparente, y teniendo todo lo necesario para ser feliz el resto de su vida.


El pelirrojo hizo un gesto de desacuerdo con la boca, no del todo de conforme con lo que acababa de escuchar.


— Sabes que nunca fue inocente, precisamente. Cuando era joven colaboraba con el gobierno proporcionando armas y haciendo negocios ilícitos por debajo de la mesa.


— Y de repente se retiró de todo eso y decidió comprar y dirigir él mismo un orfanato, ¿no te parece extraño?


Xavier arqueó la ceja, interesado.


— ¿A dónde quieres ir a parar?


— Tú mejor que nadie sabes que ocurrió algo que cambió a padre para siempre —le miró fijamente a los ojos—. ¿Crees que todo puede estar conectado de alguna manera?


— La muerte de Xavier —paladeó las palabras sin saber cómo sentirse al pronunciarlas; el hijo biológico de Schiller era un asunto espinoso—. Dudo que tenga que ver con la Alius.


— Pero aún así creo que sería interesante entender por qué padre actúa como actúa. Tal vez podamos convencerle para acabar con todo esta locura sin necesidad de que nadie más tenga que pasarlo mal. —Cada vez estaba más emocionado, cuando terminó de hablar casi parecía que se iba a levantar de la silla y ponerse a hacer aspavientos.


Y esa emoción estaba poniendo a Xavier en un compromiso.


— El pasado, pasado está. Deberíamos concentrarnos solo en el presente.


— ¿Me estás diciendo que no te gustaría encontrar una solución pacífica? ¿Que acabase todo bien?


— Es muy fácil soñar, Jordan. ¿Cómo pretendes hacerlo?


El susodicho se tomó su tiempo para pensar en aquella pregunta.


— Tú eres la persona más cercana a padre, si hablaras con él tal vez te escucharía.


— No lo creo, y la verdad es que tampoco quiero intentarlo. Me comprometí a ayudarle en todo esto, no puedo darle la espalda ahora.


Jordan se encogió de hombros.


— No lo veo como tú. Para mí eso no es darle la espalda, si ves que está en un error no entiendo por qué no le haces ver la realidad.


— ¿De verdad estás tan en contra de lo que padre quiere hacer? Es decir, es cierto que ha actuado mal en varias ocasiones y que tal vez podríamos intentar que suavizara un poco su modus operandi… Pero sus planes a largo plazo no están nada mal, solo quiere que Japón prospere como país.


— ¿Intentando provocar una guerra mundial y amenazando al propio Japón? Lo siento, pero veo fallos en el plan.


La conversación se había vuelto tensa, sin embargo, Jordan no quería parar de debatir… En contra de lo que deseaba Xavier.


— No quiero seguir hablando de esto. Lo cierto es que estoy haciendo lo que hago simplemente por ayudar a padre, y tú lo sabes.


— ¿De verdad crees que así lo ayudas?


— Sí.


— ¿Cuánto más vas a aguantar hasta que ese hombre se de cuenta de que lo que está haciendo es una locura, Xavier? —la pena teñía sus palabras.


El hijo de Schiller le sonrió con tristeza.


— Olvidemos el tema. —Cabizbajo, volvió a prestar atención a lo que le quedaba de desayuno—. Ahora estoy aquí, contigo, y no quiero pensar en nada que tenga que ver con la Alius, solo disfrutar del momento.


— Y ese es el gran futuro que hay entre nosotros —dejó caer Jordan, levantándose y saliendo del salón aguantándose las ganas de llorar.


— Si no tengo futuro, ¿de qué sirve pensar en él? —murmuró sabiendo que no había forma de que su pareja le escuchase, pero sintiéndose muy culpable y mezquino debido a las palabras que acababa de pronunciar y, en general, por todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor.


**********


Habían pasado las horas, pero Xavier no había querido ir a ver a Jordan. Se había quedado en el salón, sentado en el sofá, sin hacer absolutamente nada.


La situación era estúpida, su pareja era el único motivo por el que estaba en aquel lugar y, sin embargo, no se veía capaz de ir a buscarle tras haber hecho que estuviera al borde de las lágrimas. Y por esto había decidido que estaría allí unas horas más y, si Jordan no había ido a dar con él en ese tiempo, se marcharía de la casa y le dejaría en paz… para siempre.


Había llegado a la conclusión de que lo que estaba haciendo con Jordan era muy injusto. Aquel chico que había sido su fiel amigo toda la infancia y que le había perdonado sin reservas tras que le hiciera daño y le abandonase no se merecía sufrir más por su causa.


Espiró con fuerza, maldiciendo su situación.


— Xavier… —la voz del chico de pelo verde le llamó desde su espalda, asustándolo.


En cualquier otro momento habría perdido el tiempo picándole por lo sigiloso que había sido, pero en aquella ocasión no podía ni quería permitirse hacerlo.


Jordan se sentó en el sofá, con timidez, sin acercarse mucho al pelirrojo.


— Lo siento —dijeron al unísono al cabo de un rato en silencio.


Ninguno de los dos supo cómo reaccionar entonces, pero Jordan llevaba parte del día imaginándose qué decir para disculparse y, por lo tanto, tenía ventaja:


— Lo siento —reiteró—. A pesar de que tú me has dejado claro como quieres que vaya nuestra relación, y yo estuve de acuerdo contigo, te lo he acabado echando en cara.


Aquella declaración dejó más perdido aún a Xavier, que no tuvo más remedio que contestar apresuradamente.


— ¡No hace falta que te disculpes! Es normal actuar como lo hiciste; para alguien que quiere una relación duradera no llegar a un acuerdo sobre qué hacer en un futuro con su pareja es frustrante. Sobre todo teniendo en cuenta nuestras circunstancias —consiguió decir con claridad de puro milagro.


— Entonces… ¿No estás enfadado conmigo?


— ¡Obvio que no! —Le cogió de la mano, intentando transmitirle confianza—. Soy yo quien debería disculparme por hacerte pasar por todo esto.


Jordan negó con la cabeza.


— No hace falta. Yo he decidido seguir adelante con esto sabiendo exactamente lo que tú me ofrecías, has sido sincero, no tienes la culpa de que yo me haya hecho ilusiones en vano.


A Xavier se le rompió el corazón.


— Ojalá no fueran en vano, ojalá pudiera darte lo que quieres… lo que yo también quiero… Pero no puedo...


Jordan no pudo seguir escuchando como se restregaba el dedo en la llaga él solo.


Le estrechó entre sus brazos, queriendo protegerle de Schiler, de la Alius y de lo que quiera que fuese que lo tenía así de preocupado y derrotado.


— Tranquilo Xavier, estoy contigo.


— Perdóname…


— No estés triste. Odio cuando lo estás, tiendes a ocultar lo que sientes y es casi imposible darse cuenta para ayudarte.


— Perdón.


Jordan le ignoró —consciente de que no era el momento para corregirle el mal hábito que tenía de disculparse por todo casi por acto reflejo— y le besó en el cuello, empezando allí un recorrido hasta el lóbulo de la oreja.


— Te voy a ayudar ¿vale? No pienso permitir que estés así para siempre. Vamos a volver a casa juntos, con todos los chicos del orfanato, y todo volverá a ser como antes. Te lo prometo.


«Ojalá sea verdad» pensó Xavier, siendo incapaz de decir aquellas palabras en voz alta, profundizando el abrazo y deseando que no llegase el momento de separarse de Jordan de nuevo.


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