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Querido amigo por Cris fanfics

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Tras la escapada de aquella noche, Aquilina nos había prohibido a Xavier y a mí salir a jugar con nuestros compañeros durante el resto de la semana. En lugar de eso ocuparíamos nuestras horas muertas en hacer los quehaceres necesarios para el mantenimiento del orfelinato.

Y por si eso no fuese poco castigo, encima nos habían puesto en labores que no tenían nada que ver entre ellas. A Xavier le fue encargado la limpieza de la zona de los dormitorios y la sala de juegos; mientras que a mí me había dejado organizar, limpiar y atender la cocina además de cuidar de las plantas del jardín interior. Debido a esto solo coincidíamos en las horas de clases, las de estudios, y por la noche.

Para nosotros, acostumbrados a pasar prácticamente todo el tiempo juntos, aquel era el peor castigo posible.

Y allí me encontraba yo, en mi tercer día de suplicio limpiando las mesas que poco a poco iban quedando libres mientras los más atrasados llegaban a desayunar lo que habían dejado los más madrugadores, cuando escuché una conversación que me llamó la atención.

— Hacía tiempo que no dejaban a alguien tan mayor en el orfanato.

— Tienes razón, el último que llegó sabiendo lo que pasaba fue Dave… aunque este chico es bastante mayor que él en aquel entonces.

— Últimamente no han dejado aquí a muchos niños, y los dos últimos que han abandonado son demasiado pequeños como para ser plenamente conscientes de lo que les está ocurriendo… A diferencia de este pobre.

Zeke, Ronny y Karen —unos compañeros de Dave— hablaban lo más bajo que podían para que no les escuchasen las mesas colindantes. Pero, para su desgracia, yo sí les había oído.

— Perdonad —intervine.

— ¡Hola Jordan! ¿Qué tal va tu castigo? —preguntó Zeke mientras se llevaba a la boca lo que quedaba de su manzana.

Le dirigí una mirada de circunstancias, señalándole la cofia que Lina me había obligado a ponerme para no llevar el pelo suelto cuando trabajara con la comida.

— Creo que a buen entendedor pocas palabras bastan.

— Ya veo que te lo estás pasando muy bien —contestó con una sonrisa pícara.

— ¿Ha llegado un chico nuevo? —pregunté intentando dirigir la conversación a donde me interesaba.

— Baja la voz ¿quieres? —Rhonny se llevó el dedo índice a los labios, nervioso—. A lo mejor no le dejan aquí hoy sino otro día, o tal vez ni siquiera se quede. Puede ser el típico caso en el que un padre amenaza a su hijo con abandonarlo. Y no es plan de difundir rumores sin saber… —dijo bajando aún más el volumen de su voz mientras miraba a sus alrededores para comprobar que nadie estuviera atento a nuestra conversación.

Me resultó inverosímil que unos padres hicieran algo así a su hijo: estar en la situación de pensar en poder ser abandonado no era precisamente una broma, y dudaba de que así consiguieran mejorar la actitud de los menores… más bien la empeorarían.

Zeke debió de imaginar lo que se me estaba pasando por la cabeza.

— Hay muchos ricachones que tratan el tema como si fuese un juego. Si supieran lo que se siente estando en un orfanato no se atreverían ni a asomar las narices por aquí.

— Cuando ese tipo de gente viene me gustaría que padre les sacara de aquí a patadas —corroboró Karen—. Los odio, a ellos y a sus hijos mimados.

Cayó un pesado silencio.

— Pero a lo mejor no es ese el caso.

— Jordan tiene razón. Vi al chaval cuando pasé por el salón y su cara era un poema…

— ¡Jordan! —nos interrumpió la voz de Aquilina desde la puerta del comedor—. ¿Has acabado ya?

— ¡No! Solo me queda limpiar las mesas y lavar la loza, pero estoy esperando a que terminen todos.

— Déjale eso a Pat y a Ethan. Ven al despacho de padre, te esperamos allí.

No hizo falta que me lo repitiera dos veces. Me despedí de los chicos y, una vez me quite la cofia y el delantal y comprobé que mis dos compañeros me hacían el relevo, fui a reunirme con ella.

Ya atravesando el pasillo vi a padre y a Aquilina de pie junto a un chico que no conocía y que estaba sentado en uno de las sillas de la “salita de espera” que eran cuatro asientos y una mesita empotrada a la pared con un periódico viejo encima para que las visitas se entretuvieran.

— Jordan, perdón por interrumpirte, pero necesitamos tu ayuda.

Miré de reojo al chico, pero él tenía la cabeza gacha mirando fijamente una pequeña cajita de madera que tenía entre las manos. No parecía estar prestando atención a lo que ocurría a su alrededor.

— Este es Dylan —continuó padre—, será vuestro compañero de ahora en adelante.

— Encantado.

Él no se presentó y tampoco me respondió. Lo único que hizo fue levantar un poco la cabeza, permitiéndome así ver mejor su aspecto: tenía el pelo marrón oscuro peinado de una forma un poco extraña, no era un peinado que hubiese visto antes (si es que era siquiera uno); sus ojos azules estaban rodeados de unas profundas ojeras y su cara estaba hundida, como si no hubiese dormido y comido en condiciones desde hacía bastante tiempo.

Lina colocó una mano en el hombro de Dylan, haciendo que reaccionara. Él se levantó del asiento y me tendió una mano huesuda mientras con la otra agarraba la cajita.

— E-encantado… —dijo con un débil hilo de voz.

Le conocía desde hacía menos de un minuto y ya me había roto el corazón en dos. Sentía que si le estrechaba la mano demasiado fuerte le rompería la muñeca, y su piel pálida que permitía ver más venas de las que se deberían apreciar a primera vista tampoco ayudaba a que me sintiera de otra manera.

— Nos gustaría que le enseñases el orfanato y que pasaras el día con él —continuó Aquilina.

— ¿Yo? No tengo ningún problema en hacerlo, pero ¿no deberían encargarse los más mayores de eso?

— Tienes razón, pero creemos que tú eres el más indicado para ayudar al nuevo.

Entendí rápido la indirecta. No se refería solo a pasar el día con él, quería que fuese su compañero mientras se acostumbraba a nosotros. Lo sabía porque habían hecho algo similar conmigo cuando llegué al orfelinato años atrás: dejaron que Xavier se ocupase de hacerme compañía porque no querían que estuviese solo con todo lo que me había pasado, pero tampoco deseaban forzarme a estar con gente porque sabían que eso podía ser aún peor que dejarme pasar la pérdida por mi cuenta… Lo malo de aquella técnica era que no se habían parado a pensar que yo no era un adolescente, sino un niño de poco más de cuatro años. Pero tampoco me había ido tan mal.

— Desgraciadamente, Dylan, ahora mismo todos los chicos tienen compañeros de cuarto, así que tendrás que dormir solo —le explicó padre—. Pero te hemos dejado la habitación colindante a la de Jordan, así que si necesitas hablar con alguien puedes contar con él.

Dylan no dijo nada, parecía haber vuelto a encerrarse en su mundo.

Yo asentí, sin tener ningún problema con aquello. Si podía ayudarle a integrarse, yo encantado.

— Bueno, Jordan, puedes ir enseñándole la planta baja. Cuando vayáis a la zona de dormitorios el cuarto de Dylan ya tendrá su cartel, así que si quiere déjale descansar.

— De acuerdo, padre.

— Ah, y por favor… ven a verme esta noche a mi despacho.

Afirmé con la cabeza antes de darme la vuelta y volver al salón, comprobando que Dylan me seguía.

**********

Ya habíamos recorrido el orfanato de punta a punta.

A pesar de lo que padre me había dicho, pensé que dar un paseo con él y conocer gente le ayudaría más que encerrarse entre las cuatro paredes de su habitación.

Él tampoco dijo nada al respecto y, aún cuando le presenté a algunos de nuestros compañeros, seguía con aire alicaído.

Yo ya pensaba que no iba a conseguir ninguna respuesta de él en su primer día cuando llegamos a la planta de las habitaciones.

Subiendo las escaleras nos encontramos con Anne.

Yo la conocía y su aspecto no me imponía tanto respeto como la primera vez que la vi, por eso me sorprendí al oír el gemido angustiado que soltó Dylan y notar como se agarraba con fuerza a mi brazo.

Anne, que se había acercado con la intención de presentarse, se detuvo, indecisa.

Al ver que Dylan seguía en shock, optó por no acercarse más a nosotros. Se despidió con un leve movimiento de cabeza al que yo respondí, dirigiéndole una mirada con la que le suplicaba que disculpara la actitud de mi compañero.

Dylan no se tranquilizó hasta que Anne bajó las escaleras y desapareció de nuestra vista.

— ¿Qué l-le pasa a e-esa chica? ¿Qué d-demonios eran e-esos tubos?

— Gracias a ellos puede respirar, son parte de una bombona de oxígeno—dije mientras me encogía de hombros.

Aquello parecía haber despertado su curiosidad, así que aproveché para comprobar si podía sonsacarle alguna reacción más.

— Anne nació prematura, pero a medida que se desarrollaba en la incubadora los médicos notaron que tenía problemas pulmonares —empecé a contarle, recordando prácticamente de forma literal lo que me había contado la propia Anne—. Sus padres eran pobres y no podían permitirse pagar al hospital la respiración asistida, así que decidieron hipotecar su casa para poder pagar los meses que su hija necesitase estar entubada pero, por desgracia, el problema de Anne fue a mayores y sus padres tuvieron que cederla a un orfanato para que pudiera sobrevivir.

Dylan apretó con fuerza mi brazo, clavándome las uñas y obligándome a parar. A lo mejor no quería escuchar más, no es que fuese una historia muy feliz. Pero cuando le miré a los ojos pude discernir que lo que le pasaba no era eso, sino que se sentía culpable por haber actuado de forma extraña con ella.

— Pero cuando padre se enteró de todo esto decidió ayudar a la familia —continué—. Pagó la deuda que tenían con el hospital y se ofreció a hacerse cargo de las necesidades médicas de Anne… y aquí está. Padre prefirió darle él mismo un hogar dónde se atendieran todas sus necesidades a que se tuviera que quedar en un orfanato abarrotado de niños en el cual sus cuidadores no se encargarían de las necesidades específicas de cada uno. Y la verdad es que ahora Anne es bastante feliz.

Hubo un breve silencio que no me molesté en romper; quería que Dylan pensara sobre lo que acababa de contarle.

— ¿P-por qué llamas al señor Schiller p-padre? ¿E-es tu padre de v-verdad?

— No, no lo es, pero me ha cuidado desde que era muy pequeño, así que es como si lo fuese. Casi todos los niños del orfanato le llamamos así, es muy bueno con nosotros. ¡Pero tú no tienes que hacerlo si no quieres! —añadí rápidamente al ver que se había puesto aún más pálido de lo que ya de por sí era—. ¡No tienes por qué verte obligado, en serio!

— Ya v-veo, entonces tenía razón, este es un lugar p-para gente torcida…

Gente torcida.

— ¡¿Disculpa?! —exclamé entre sorprendido y dolido por aquel comentario.

— L-lo s-siento, no quería decir e-eso —dijo con un un tono más débil del habitual—. Si n-no te importa me v-voy a mi cuar-cuarto ya, mu-muchas gracias.

— ¡No! ¡Espera un momento!

Por inercia le agarré del brazo para evitar que se escabullera, pero no calculé bien la fuerza e hice que trastabillara y soltara la cajita que había estado atesorando desde que le había visto por primera vez.

Al caer, la caja se abrió dejando escapar de su interior una dulce melodía.

Me apresuré a intentar recogerla y comprobar que no se había roto en el golpe contra el suelo, pero Dylan se me adelantó.

— Lo siento mucho, no quería que…

Él no me dio tiempo a terminar de disculparme. Hizo una leve reverencia y se refugió con rapidez en el interior de su cuarto.

Me quedé unos minutos quieto en el pasillo.

En parte quería seguirle, pero intuía que era mejor no hacerlo. Debería dejar el intentar hablar con él para el día siguiente, si lo hacía en ese momento podía hacer que se enemistara conmigo.

Me dí la vuelta y volví a la planta baja.

Pasé el resto del día ayudando a Xavier con sus obligaciones. Necesitaba hablar sobre lo que me había pasado y escuchar sus consejos. Si alguien podía aconsejarme sobre qué hacer en aquella situación ese era él.

Él y padre.


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