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EL BEBÉ INESPERADO DEL SEDUCTOR MULTIMILLONARIO por cyntia

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—Estás radiante.

Naruto sonrió y cruzó su mirada con la de Ino en  el espejo.

—Me pregunto por qué.

Ino sonrió y se apartó hacia un lado para darle a la maquilladora más espacio para moverse alrededor de Naruto.

—A lo mejor —dijo Ino lentamente— tiene algo que ver con esa enorme piedra que tienes en el dedo.

Naruto no conseguía ocultar su emoción. La vida era mejor de lo que lo había sido nunca. Se estaba preparando para rodar el anuncio de BubFun sin una pizca de nerviosismo ni temor. Se sentía sano y ridículamente guapo con su vientre hinchado, y se iba a casar con el padre de sus bebés, el hombre que había cambiado por completo su forma de percibir el mundo.

El antiguo Naruto estaría aterrorizado de que fuera demasiado bueno para ser real, de que una repentina ráfaga de aire pudiera llegar y destrozarlo todo. Pero el nuevo Naruto no. Estaba calmado y sereno, y había aprendido a amar y a ser amado incondicionalmente, y no podía permitir que sus viejas costumbres disminuyeran su felicidad.

Con el cabello y el maquillaje arreglados, caminó con decisión hacia  donde estaban expuestos los juguetes de BubFun, en una sala adorable y con un gusto exquisito. El  niño que representaba a su hijo en el anuncio estaba comiendo un plátano bajo la atenta mirada de su papi doncel. Naruto miró el techo, las luces, el escenario que había visto infinidad de veces, pero desde una posición diferente. Siempre había estado entre bambalinas y hoy estaba en primer plano.

El corazón le dio un vuelco y cerró los ojos. No era tan fácil como le había parecido la noche anterior. Había estado levantado un rato antes de que Sasuke se despertara por todo lo que Naruto se estaba revolviendo y moviendo, y le pregunto si estaba bien.

Le había explicado con sinceridad que estaba asustado, y él le había explicado con sinceridad que era capaz de hacerlo. Había sentido que valía una fortuna. Pero ahora no se sentía tan bien. Cuando abrió los ojos, parpadeó dos veces y luego una tercera.

Sasuke estaba de pie en el extremo del decorado con la mirada fija en Naruto. Como si supiera lo que estaba pensando, como si hubiera sabido de antemano que podría echarse atrás, se había perdido una reunión muy importante para estar ahí con él.

Todos sus miedos se disiparon y sonrió, mordiéndose el labio y negando con la cabeza. Él le guiñó un ojo y todo se volvió celestial. El lugar, la situación, sus sentimientos. Una mirada hacia él le bastaba para sentir que podía comerse el mundo. Tal era el efecto que tenía sobre él, y el destino se lo había dado a él. Para cambiar su vida. Para ponerla patas arriba antes de dejarlo mejor de lo que estaba antes.

Instintivamente, sus dedos juguetearon con el anillo con diamante que tenía en el dedo y recordó una vez más lo que sasuke significaba para él. Cuando se encaminó de nuevo al decorado, las rodillas no le temblaban, y como también era el director, dio las instrucciones necesarias antes de que todo estuviera en su sitio.

***

La espléndida fiesta prenatal se celebró en la mansión palaciega de Sasuke. Ino y Sasuke se habían aliado para trabajar como locos día y noche y así darle a Naruto la celebración más maravillosa de su vida.

Asistieron un centenar de invitados y, aunque estaba pasándoselo mejor que nunca, tuvo que pasar la mayor parte del tiempo sentado porque los pies se le estaban hinchando.

Se acarició el vientre mientras se marchaban los últimos invitados y dio profundos respiros cuando el camarero le tendió un vaso de agua. En cuanto colocó el vaso en una mesa cercana, unos brazos fuertes le rodearon los hombros desde atrás. Lo besó una y otra vez en la mejilla haciendo ruido y Naru, riendo, se aferró a los brazos de Sasuke.

—Muchas gracias por todo lo que haces.

—Mmm… —No dijo nada, sino que simplemente hundió la cara en la curva de su cuello. Una vez le había confesado que el pecho se le encogía cada vez que estaba cerca de él, medio asustado, medio eufórico. Asustado porque no quería estar nunca lejos de Naruto, pero aterrorizado por el gran control que Naru tenía de sus sentimientos. De su humor, de su felicidad—. Te debo tanto. —Deslizó las manos por su vientre con posesividad—. Nuestros bebés se están poniendo regordetes ahí dentro.

—Pues eso espero. Treinta y cuatro semanas. —Naruto se estremeció y se frotó la parte baja del vientre al notar unos dolores agudos.

—¿Qué ha pasado? —Se retiró con preocupación.

—En realidad nada. Los últimos dos días he tenido estos dolores, pero es completamente normal. Lo he buscado en Google.

Él negó con la cabeza.

—No uses Google como sustituto de alguien que se ha sacado con esfuerzo un título de Medicina, Naruto. Deberíamos preguntarle a tu ginecólogo.

—Estoy bien, de verdad. —Se levantó—. Solo necesito tumbarme. Estoy increíblemente cansado.

Al levantarse agarró la chaqueta del traje de Sasuke; las rodillas le temblaron, se le nubló la vista y se esforzó por ver. La piel se le quedó entumecida y sintió un  cosquilleo en los pies al tiempo que perdía el equilibrio.

—Vaya.

Sasuke lo sujetó con fuerza. Naruto levantó la mirada hacia él y la expresión de miedo de su rostro fue lo último que vio antes de que su visión se nublara por completo.

***

Sasuke no sabía cómo lograba estar de pie o respirar. Todo era una batalla. Cada momento hacía que su cuerpo convulsionara de pánico mientras esperaba sentado en la fila de robustos asientos metálicos y el personal del hospital corría de un lado a otro ocupándose de sus tareas. Desconectado de la actividad que había a su alrededor, volvió a mirar el reloj de la pared. Todavía igual que diez minutos antes. El tiempo pasaba despacio y el cerebro le funcionaba aún más despacio.

Se levantó y se puso a caminar, intentando mandar algo de sangre a sus extremidades conmocionadas. Tenía la vista fija en la puerta por la que habían metido a Naruto media hora antes.

Su mirada se cruzó con la de una doctora y la expresión de su cara le dejó ver que lo estaba buscando. Caminó deprisa hacia ella y ella le sonrió brevemente, pidiéndole que se sentara.

—el señorito Namikaze está mejor.

—¿Qué ha pasado?

—Sigue sedado, pero por el momento no corre ningún peligro. Por el momento.

—Vale.

Tenía la sensación de que había algo más.

La doctora dio un profundo respiro; era una chica joven y pelirosa con ojos de un verde agua que estaba intentando ser compasiva. Pero él no quería su compasión. Quería estar cerca de Naruto y de sus bebés.

—Los bebés tienen los pulmones poco desarrollados, muy poco desarrollados para una gestación de treinta y cuatro semanas.

—Dios mío. —Se pasó las manos por el pelo.

—Y una de ellas tiene un problema cardíaco que habrá que tratar después del nacimiento. Puede que necesite una cirugía correctiva y...

—¿Puedo ver a Naruto? —No podía seguir escuchando sin derrumbarse en pedazos. La doctora suspiró.

—Sí.

Sasuke empujó la puerta de la habitación donde Naruto estaba tumbado con un aspecto diminuto e… irreconocible. Tenía tubos por el brazo y una máscara en la cara. Respiraba con dificultad y el vientre hinchado subía y bajaba. Se atragantó por la emoción. Jadeó y la vista se le nubló por la humedad de las lágrimas que le anegaron los ojos. Se acercó a Naruto, pasando la palma de la mano por la de Naru.

Un millón de miedos le pasaron por la mente. No quería apartar la mirada de su cara. «Por el momento está fuera de peligro». Fuera lo que fuera lo que eso significaba, le destrozó el corazón en mil pedazos, haciendo que la situación fuera cada vez más dolorosa por momentos. Le dio un beso en los nudillos, arrastró una silla para acercarla a la cama y le apretó la mano con fuerza mientras cerraba los ojos.

Se incorporó de golpe cuando Naru se movió y pasó una mano sobre su vientre.

—¿teme?

El pequeñísimo gemido que brotó de sus labios hizo que él apretara los dientes. el enfermero le quitó la máscara de la cara mientras Naruto parecía esforzarse por abrir los ojos.

—¿Qué ha pasado? —Tenía la voz ronca.

—Estás bien. Los bebés están bien —le dijo, mintiéndole a medias—. Te has desmayado, nada más.

Se giró hacia él y él se levantó y le retiró el pelo de la frente con una mano.

Naruto intentó mantener los ojos abiertos, pero el sueño volvió a arrastrarlo de nuevo.

 


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