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Sonata de jalea por 1827kratSN

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—Puedo enseñarte a morder herbívoros hasta la muerte.

—No —soltó un suspiro cansado—, eso no es lo mío.

—Y qué tal… bailar.

—¿Sabes bailar?

Tsuna miró expectante al azabache quien de mala gana asintió con la cabeza, porque no era algo de lo que estuviera orgulloso, solo sucedió cuando era joven y su abuela le enseñó. Nunca pudo decirle que no a su abuela.

—¿Me enseñas?

—Tendrás que recompensarme si lo hago.

—¿Y si te enseño a encontrar y manipular los puntos de presión para neutralizar a un atacante?

Kyoya miró al castaño que le acababa de proponer la cosa más indecente que había escuchado jamás.

Pero antes de que pudiera pensar en cosas más raras, Tsuna le aclaró la duda.

—El novio de mamá me lo enseñó.

Kyoya hizo un ligero movimiento con su cabeza para afirmar y dar a entender que creyó la explicación, porque era coherente, de otro modo Tsuna jamás hubiese aprendido a defenderse a costa del dolor ajeno.

—Está bien.

Entonces fue el castaño quien se lanzó a sus brazos, riendo suavecito, agradeciéndole entre susurros, y apretándole suavemente los costados antes de elevar su mirada y casi suplicar porque empezaran de una vez.

Le tomó de la mano y se enderezó en medio de esa sala, atrajo las manos de Tsuna alrededor de su cuello, le tocó suavemente la cintura, y empezó a enseñar los movimientos básicos con los que defenderse ante cualquier sonata básica.

Y casi al mismo tiempo, el rostro del castaño adquiría un matiz rojizo intenso que se desbordaba por sus mejillas hacia sus oídos, incluso su cuello pareció arder en vergüenza.

—Solo quería que me abrazaras un poquito —susurró su confesión.

—¿No querías bailar? —se burló.

—Soy muy torpe para eso.

—Hasta ahora lo has hecho bien.

—Es porque Hibari me guía con suavidad.

El azabache le besó la sien derecha de Tsuna, después la mejilla, y ladeó una sonrisa antes de abrazarlo un poco más y deslizarse en esa sala solitaria. No lo dejó huir, lo mantuvo cautivo cerca de su pecho y juró que esa iba a ser su hobbie desde ese punto.

Solo una excusa para tomarse de las manos, abrazarse, o simplemente escuchar el latir ajeno.

—¿En serio debo enseñarte los puntos de presión?

—Fue el trato —Hibari sonrió.

—Solo promete que no lo usarás con mis amigos.

—Hum…

—Kyoya.

—Piensa en esto como manualidades

—¿Manualidades?

—Si usas las manos, son manualidades.

Tsunayoshi rio divertido por la tamaña tontería que acaba de escuchar de labios de Kyoya, y, aun así, decidió enseñar el arte del dolor. Sabía que Kyoya no usaría esas habilidades para el mal.

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