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Match por mary chan21

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Tadashi tenía la mirada fija en sus pantalones, más cortos de lo que deberían. Había vuelto a crecer, y, aunque supuso que ahora sí llegaba al metro ochenta, seguía sintiéndose tan pequeño como siempre. Ahora podía mirar a Tsukki directamente a los ojos, al menos en teoría, pero en realidad todavía era incapaz de mantener sus ojos en ello (aun viéndolo todos los días, hablando siempre con él, y era mejor ni pensar en cuánto le costaba con otras personas).


El sueño de la noche anterior se esfumó apenas despertó, y el rastro de lágrimas del mismo permanecía. Sus pecas se sentían suaves por ello, aunque él las odiaba tanto como cada día. Supuso que volvió a soñar con aquel encuentro, de hace tres años ya, y que también en sus sueños se había maldecido hasta el cansancio por no entender qué hizo para que aquella oportunidad se esfumara.


De alguna forma debió arruinarlo.


Tal vez no era lo suficientemente interesante para que la conversación siguiera.


La verdad, a pesar de haber revivido mil veces la experiencia en su mente, su negatividad le jugaba tantas malas pasadas que ya ni siquiera tenía claro cuánto ocurrió y cuánto era parte solo de su imaginación.


—Yamaguchi, ¿de verdad no lo vas a buscar?


Que incluso Tsukishima preguntara era una pésima señal. Que le insistiera solo una vez al año con el tema era un alivio. Lamentablemente, no podía esperar la misma indiferencia del resto de sus compañeros de clase.


—¡Yo encontré a mi alma gemela en menos de un mes usando esta aplicación! —dijo uno de ellos, enseñándole su móvil. Apenas echó un vistazo para disimular, pero la verdad es que solo quería largarse de allí. —Es muy práctica, el alcance es inmenso y cada vez más gente la instala. Deberías probarla, incluso si no quieres una relación ahora es lindo poder hablar.


Mantener una conversación apropiada por chat era todavía más complicado, si le preguntabas a Tadashi. En persona, al menos podías sonreír y evitar incomodidad en el otro, pero por escrito quedaría en evidencia su falta de seguridad. Su falta de todo, en realidad.  


—¿Eso significa que puedes localizar gente de todo el país? —preguntó con fingido interés. — Debe ser difícil entre tantos.


—Menos complicado que en tu vida diaria, amigo —replicó— Así son las apps de citas: filtras por edad, por sexo, por rasgos distintivos, y cuando ya hayas puesto las especificaciones de quien viste en tus sueños aparecen las coincidencias. En mi opinión, lo más fácil del mundo.


Sonaba sencillo, demasiado de hecho, tanto que apostaba que debía haber algo mal. Únicamente para apoyar su pesimismo, se obligó a replicar:


—¿Y qué pasa si esa persona se tiñe el cabello? ¿O si tiene un hermano gemelo?


—¿Es en serio, Yamaguchi? ¿Cuáles son las posibilidades? —rio su compañero— Eres muy pesimista, vas a espantar a la buena suerte. No creo que tengas que preocuparte por algo así.  Préstame tu teléfono.


Sin energía alguna para negarse, entregó su móvil y observó con resignación la instalación de la aplicación aquella. Sin embargo, no pudo evitar fruncir el ceño cuando vio los espacios en blanco de su perfil.


—Lo siento, amigo, no tengo idea de con qué llenarlo. ¿Qué suele poner la gente aquí? —Dios, en serio quería borrarla. Una descripción de sí mismo sonaba a pesadilla, pero apostaba que también sería un agobio leerla para cualquier otra persona. —Mierda, ¿tengo que subir una foto? Perdón, no puedo, de verdad que no puedo.


Por un instante, pareció que su angustia tenía efecto en la compasión del otro. Pero en cuanto sonrió, recordó que la empatía era lo que más le faltaba a las personas con los introvertidos.


—Tranquilo, vamos a ayudarte todos aquí. ¡Chicos, ayúdenme a completar la información de Yamaguchi! Hey, ¿cuál crees tú que es su punto fuerte? —le preguntó a la primera chica que se le cruzó. Para horror del nombrado, ella se quedó en blanco. Mierda, ¿no tenía ninguna cualidad buena? — Oh, cierto, antes de que se me olvide…


Sin darle tiempo de reaccionar, le tomó una foto con su celular y la subió a la app. Una parte de su corazón se hundió más todavía de lo que ya estaba. Se sentía expuesto ante el mundo. El rostro que siempre lo hizo sentir inseguro estaba en exhibición para la humanidad.


Si tan solo el sacrificio valiera la pena… si tan solo pudiera encontrar a su alma gemela…


Bueno, la verdad tampoco sabría qué hacer.


 




 


Había evitado todo el día ver las cosas que escribieron sus compañeros, pero al final del día, cuando ni siquiera quedaba el entrenamiento para distraerse, se le hacía infinitamente más difícil. Todavía más, viendo a Kageyama y Hinata tan felices juntos a pesar de discutir la mitad del tiempo.


 A lo largo de la jornada se habían estado pasando su celular para escribirle la descripción, y su corazón estaba dividido entre la vergüenza y la conmoción por el simple hecho de que tuvieran tantas cosas lindas que decirle. Tal vez no era una opción tan mala después de todo. Aunque su foto fuera tan sosa.


Trataba de ver el lado positivo, en serio que lo intentaba. Simplemente, verse en una aplicación donde podía compararse con tanta gente era demasiado. Incluso si su alma gemela utilizaba esta aplicación, ¿no preferiría irse con una mejor opción, habiendo tantos candidatos delante?


No, tenía que dejar de ser pesimista. Se suponía que todos estaban aquí para encontrar a sus almas gemelas, no para tener citas con extraños, ¿cierto?


Con esa idea en mente, llenó el formulario para establecer los filtros. Rango de edad fue lo único que llenó, por miedo a recordar mal, aunque sabía que era imposible olvidarle.


Llevaba apenas diez personas descartadas cuando lo vio. Se había teñido el pelo, y su expresión era muy distinta a la que recordaba, pero su rostro era inconfundible, incluso si en su encuentro había pasado más tiempo mirando el suelo que su cara.


“Atsumu Miya”.


—¿Cuándo te vas a dignar a enviarle un mensaje? —La voz de Tsukki le hizo dar un respingo. Tuvo el impulso de ocultar el celular, mas al final optó por mostrarle el perfil. Tal vez si lo viera entendería por qué le costaba tanto.


—Parece alguien popular, no quisiera atarlo por algo que quizá ya pasó para él.


Como siempre, uno de sus senpais estaba ahí para brindar su consejo y sabiduría.


—Pero esa decisión no es tuya, Yamaguchi —protestó Suga. —¿Y si esa persona quiere conocerte? Tú ni siquiera subes fotos a tus redes sociales… ya es suficientemente difícil encontrar a cualquiera, pero le has quitado toda oportunidad de elegir.


Solo por la culpa que le provocó esa frase, logró reunir valor para enviarle el mensaje.


 




 


Hola, ¿cómo estás?


Mira, sé que quizá suene raro, pero me preguntaba si todavía estaba todo bien entre nosotros.


Y si podríamos volvernos a ver”


Atsumu leyó el mensaje por quinta vez sin entender absolutamente nada. Para empezar, porque juraba tener buena memoria, y aquel rostro no le parecía conocido. Sí, admitía que estuvo saliendo con varias personas como venganza por la falta de respuesta de su alma gemela, pero le costaba creer que fueran tantas citas como para empezar a olvidar gente…


No, en realidad sí que fueron bastantes. Tenía que postear variedad para que ese desgraciado se arrepintiera de ignorarlo.


El chico del mensaje le pareció lindo, así que decidió ser benévolo con él.  De todas maneras, no recordaba qué habría dicho o hecho como para que fueran mal las cosas.


Hey”, escribió, “claro, todo en orden. Estoy libre el sábado después de práctica, por si quieres salir”.


Lo rápido que llegó la alerta de “escribiendo” se le hizo adorable. Amaba sentirse valorado, su presencia deseada… tal vez porque de quien más quería aquello no lo obtenía. De todas maneras, un chico lindo sería suficiente para alegrarle el fin de semana.


Claro, donde tú quieras”, leyó. “Estaré ahí sin falta”.


Realmente adorable. Ahí sí que se notaba interés.


Juntémonos en la estación y vamos juntos al parque Mikiyama, ¿te parece? Tengo ganas de dar un paseo”.


Volvió a aparecer de inmediato el “escribiendo”, pero en esta ocasión tardó en recibir respuesta. Parecía que por cada palabra borraba dos más, a juzgar por la demora. Qué ternura.


“¿Vives en Hyogo? Disculpa, yo vivo en Sendai.


Pero puedo ir


Creo


Déjame pedir permiso y te aviso”.


¿Cómo? ¿No vivía en la ciudad siquiera? ¿Entonces cuándo demonios se habían visto? Él no recordaba ni ir de vacaciones a Miyagi.


La confusión reinaba en la mente de Atsumu, mas se encogió de hombros y decidió dejarlo pasar. De todas maneras, el chico era lindo, quería verlo (de seguro estaba cautivado por él, insistiendo en verse pese a la distancia), y él estaba siguiendo la principal regla de las citas a ciegas, acordándose ver en un lugar público en caso de cualquier posible inconveniente. Seguiría hablando con él por si era simpático y con eso decidiría si seguía adelante con la cita.


Vaya, me encantaría verte, pero si no se puede me avisas


Por la práctica de vóley se me hace difícil encontrar tiempo, pero seguro podemos encontrarnos algún día en un punto medio”.


Si era una persona comprensiva, entendería la situación y no le haría problemas. Y claro, él necesitaba a alguien comprensivo, porque jamás dejaría el deporte que amaba de lado, menos aun pretendiendo seguir una carrera profesional. Era mejor saberlo desde ya antes de decepcionarse.


Me pasa lo mismo con el vóley :´(


Espero que podamos vernos, pero si no se puede prometo esforzarme para que nos encontremos en un partido oficial


Oh, eso cambiaba las cosas. Un jugador, como él. Posible rival futuro, también. Y debía ser bueno, si afirmaba que podrían encontrarse en un futuro. Le gustaba la gente segura de sí misma, sin duda.


Atsumu sonrió, sin saber cuán equivocadas eran sus primeras impresiones. Y lejos de allí, Tadashi también sonreía, pensando que por fin iba a encontrarse con su alma gemela, que no había ningún malentendido entre ellos, y que ahora sí tendría una explicación sobre lo que ocurrió hace años.


 




 


Comenzaron a hablar cada día. A Yamaguchi se le hacía difícil encontrar diariamente temas de conversación, pero se esforzaba y buscaba información actual, de cualquier cosa, especialmente deportes, que pudiera explotar con Atsumu. Y resultó ser más fácil de lo que imaginaba, aunque apenas un poco menos aterrador de lo que temía. Atsumu era un chico bastante hablador, gracias a él su propia torpeza pasaba a segundo plano, pues podía contar con que su habilidad natural salvara la conversación. Y no solo eso, sino que el chico incluso lo deleitaba con fotos y videos suyos, de sus jugadas en la cancha o simplemente de su vida diaria. Antes de darse cuenta, tenía una foto suya de fondo de pantalla, y se distraía mirando sus mejillas adorablemente infladas mientras comía onigiris.


Tenía que admitirlo, por más que fuera obvio: era imposible no enamorarse de su alma gemela.


Si tan solo fuera recíproco, quizá no le importaría tanto la distancia.


Yamaguchi no era capaz de hacerse ilusiones: tenía más que claro que los sentimientos de Atsumu no traspasaban la amistad. Lo sabía cuando el chico le enviaba audios de minutos completos hablando de su día, de todas las increíbles personas que conocía, con quienes jamás se podría comparar. Lo sabía cuando el mismo Atsumu comentaba lo feliz que estaba de haber encontrado a un amigo como él. Lo sabía dolorosamente cada vez que Atsumu despotricaba sobre el chico que le gustaba, y cómo tener citas con otros no daba resultados para hacerle recapacitar.


Sin embargo, por más que doliera, lo que más quería era verle feliz. Y si estaban destinados a ser simplemente platónicos, entonces haría todo lo posible por ser un gran amigo.


—Quizá tus intenciones son muy evidentes —comentó, masticando una galleta para quitarse la amargura de intentar darle consejos amorosos a su alma gemela. — Buscas que se sienta preocupado, pero todo lo que ve es que andas jugando con la gente. Si no se nota que es algo serio, difícilmente se sentirá celoso. O peor, podría pensar mal de ti como pareja, no ver un futuro contigo por esas actitudes.


—Wow, eso sí que es ser pesimista. Y demasiado directo, me duele escucharlo —Verle hacer pucheros por videollamada calmaba por completo cualquier emoción negativa. — Aunque entiendo tu punto, de verdad detesto que seas la voz de la razón. ¡Soy mayor que tú!


—Un año realmente no es mucho, senpai —rodó los ojos, disfrutando el bufido indignado que obtuvo por su tono. — Menos aun cuando es un año lleno de decisiones cuestionables. En serio, ¿sacas tus ideas de comedias románticas estadounidenses? Porque no le encuentro otra explicación a tu lógica.


Semanas hablando, primero por chat, luego llamada, y finalmente por video, habían logrado a sacar a relucir esa personalidad burlesca de Yamaguchi cuando entraba en confianza. La única diferencia es que ahora no lanzaba esos comentarios detrás de Tsukki.


—¿Y dónde más voy a consultar? No es que hayan expertos en el amor rodeándome, precisamente. Todos solo tienen vóley en la cabeza.


—Incluyéndote.


—Incluyéndome —confirmó con orgullo, y una sonrisa preciosa. Una que, pese a lo linda que era, por alguna razón no se parecía a la de sus recuerdos… ¿Su memoria era frágil, distorsionada por sus antiguos sentimientos, o el chico en realidad había cambiado mucho? — Al menos cuento contigo, tu cabeza parece tener espacio para algo más.


—¿Qué puedo decir? De alguna manera consigo llenar mi cerebro con todo lo necesario para tener buenas calificaciones, y de paso ayudar a las pobres almas en desgracia que no pueden con la lógica de la vida.


—¿Así es como ayudas a tus amigos? Válgame —Amigos. A medida que pasaba el tiempo, más fácil era procesarlo, pero el motivo seguía pesándole sobre los hombros. Después de todo, Atsumu había demostrado interés en los hombres… ¿por qué no en él? ¿Qué le faltaba para que lo considerase siquiera? — Eres peor que mi hermano. Por cierto, es por su culpa que caigo en relaciones tóxicas, estoy seguro de ello, y deben haber pruebas psicológicas que me respalden.


—A mí no me metas en esto —se escuchó a lo lejos. Como Tadashi estaba cabizbajo, apenas alcanzó a vislumbrar una cabellera gris desapareciendo por el pasillo.


—Como te venía diciendo, ese amargado me tiene arruinado.


—Debe ser parte de la vejez, a él se le arruinó la juventud con ese tinte de cabello.


La risa del rubio fue tan estrepitosa que lo próximo que vio fue que lo derribaban con almohadas. Luego todo fue oscuridad, más risas y discusiones amortiguadas de fondo. Yamaguchi rio también, feliz de poder presenciar un atisbo de esas interacciones. Se despidió antes de ser involucrado, y se fue a acostar con una sonrisa. Le habría encantado tener un hermano, pero por gracia del destino su mejor amigo tenía un hermano genial con quien se había reconciliado hace poco, y su alma gemela también tenía una relación estrecha con el suyo. Si se volvían más cercanos, esperaba conocerle también.


 




 


“Samu me dijo que debías ser un idiota por no apreciar su color de cabello


Eso significa que tienes buen gusto”


Fue el primer mensaje que vio esa mañana, y su sonrisa apareció desde que vio al remitente.


Es grandioso que lo digas, tecleó, porque ahora me siento más confiado para decirte que ese rubio parece demasiado opaco para ti.


Apenas un segundo después, le llegaron varias vibraciones indignadas desde su bolsillo. Su sonrisa se ensanchó, disfrutando el momento. Después de todo, luego de meses, el gran día había llegado: iba a conocer a Atsumu en persona. Los nervios eran tantos como cuando estuvo en sueños. Solo le quedaba esperar que no terminara todo tan abruptamente como esa primera vez.

Notas finales:

Sé que el capítulo es más corto que los anteriores, pero preferí cortarlo aquí antes del encuentro. Y sí, supongo que será incómodo salir con tu futuro cuñado por accidente, pero eso ellos no lo saben todavía, así que estoy retardando esa incomodidad, que sí o sí se viene.


Si siguen leyendo esto, muchas gracias por permanecer aquí. ¡Hasta la próxima!


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