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Una falsa historia de Amor por Mascayeta

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Notas del capitulo:

2/6

Ronald Weasley bajó directamente a la oficina de Dumbledore, al diablo la lealtad con Ginevra y Lily, las malditas mujeres lo metieron en un lío que le costaría varios galeones. Muy a su pesar debía reconocer que se equivocó al creer que capturar a Teddy sería fácil, pero aún más que el vástago de Harry sería una mansa oveja. La educación del que años atrás fue su sobrino, por lo visto, muy diferente a la que James le brindó a su hijo.


Avanzó por el corredor hacía la sala de juntas que prácticamente el antiguo director de Hogwarts había convertido en su "guarida", bien dicen que para esconder algo lo mejor es hacerlo en el sitio más evidente, sin embargo, también constituía un riesgo demasiado alto si alguien lo delataba.


Albus había movido muchas de sus influencias en muy poco tiempo y eso podía salirle caro, aunque lo más seguro es que sus esbirros, entre esos él, serían los primeros en caer.


Ron sacudió la cabeza, no quería terminar en Azkaban, por más que quisiera negarlo, las reformas legales propuestas por el antiguo bando de la Luz se basaban en regímenes totalitarios muggles que reprimían a los criminales u opositores de maneras extremistas, por eso, actualmente muchos de los inconformes y en especial, los descendientes de los antiguos Sagrados Veintiocho, se limitaron a abandonar el país o mudarse al lado de los no-magic, desestabilizando aún más la tambaleante economía postguerra, y como bien lo reportaron los duendes de Gringott junto a las otra criaturas mágicas, debilitando la magia ya que muchas de las líneas ancestrales de Sangre Pura desaparecieron generando un mayor número de nacimientos de squib y magos con poca fuerza, y menor posibilidad de la aparición de lobos Alpha u Omega.


Ron alzó la mano para tocar la puerta que se abrió mostrando a un Harry enojado que casi lo tira al suelo. Su presencia fue suficiente para que Ginny diera alcance al azabache que gruñó deteniendo la mano de la pelirroja que se estremeció agachando la cabeza.


—Mi muchacho, me alegra verte, por favor necesito que acompañes a Harry a donde se hará la rueda de prensa —la voz conciliadora de Albus era una señal que no debía despegarse de Potter, años escuchando la misma orden le daban la experiencia para comprender que la Beta y la Omega dentro de la oficina pagarían lo dicho en El Profeta.


Asintió cerrando la puerta y apresurándose para dar alcance a Harry que ya iba cerca del ascensor.


Una vez dentro del elevador, el Alpha que alguna vez consideró su mejor amigo lo golpeó con fuerza inmovilizándolo contra la pared posterior de la cabina, Ron definitivamente declararía ese día como el peor de su existencia.


—¿Dónde diablos está Ariel?


—No sé de qué hablas hermano, yo acabo de llegar de una misión en Escocia.


Un golpe seco llegó al lado de la cara de Ronald, Harry cambió el color de sus ojos al verde que se asemejaba a la maldición asesina, las feromonas del lobo aumentaron demostrando su jerarquía ante Weasley.


—Voy a volver a preguntar y quiero la verdad, "hermano" —susurró Potter con un tono grave que el pelirrojo reconoció como el límite entre la voz del Alpha y la del humano—. ¿Dónde está mi hijo?


—No tengo la menor idea.


Las fosas nasales de Harry se abrían y cerraban olfateando con curiosidad al cautivo, pocos segundos antes de que llegasen al atrio, liberó al que consideró al menor de los varones Weasley Prewett.


Al quedar solo en el elevador, Ron respiró tranquilo. La verdad es que tras el golpe que recibió de Teddy, no supo que sucedió con los que estaban en la mansión Prince, cuando el elfo doméstico lo despertó, ya se encontraba en el Ministerio.


 


Albus Dumbledore se caracterizaba por ser un hombre paciente, metódico y, sobre todo, que sabía cómo convertir una situación adversa en algo favorable para sí mismo. Sin embargo, cuando Ronald cerró la puerta para ir tras de Harry, lo único que pudo pensar fue en destruir a las dos mujeres que tenía ante él, no por nada fue señalado como uno de los magos más grandes del mundo.


La energía mágica que liberó logró doblegar a la Beta que pronto se llevó las manos a la garganta tratando de respirar, mientras la menor de las Weasley resistió un poco más teniendo el tiempo suficiente para cubrirse con algo similar a un Protego, una estupidez que Albus utilizó a su favor concentrándose en disminuir el tamaño de la burbuja de protección para comprimir a Ginny que comenzó a golpear la sólida estructura con desesperación.


—Todo por lo que llevó trabajando durante años ustedes par de mentecatas, lo destruyeron —Lily abrió la boca buscando aire mientras caía de rodillas frente al anciano que la miraba con asco—. Dame una maldita razón para no acabar con tu vida, ¿En dónde quedó la chica altiva e inteligente que me cautivó en Hogwarts?


La voz trémula de la mujer dejó escapar el nombre del Omega que desde su llegada a Hogwarts interesó a Albus. La concentración de anciano mago se perdió permitiendo que las dos pelirrojas descansaran del ataque.


—¡Explícate! —el grito causó un estremecimiento en Evans que apenas lograba respirar con un poco de normalidad. Un hechizo punzante la tiró al suelo retorciéndose como si de un Crucio se tratara por lo débil que estaba—. ¡Habla de una vez!


—¡Está vivo!¡Severus Snape está vivo! Uno de los Aurores lo vio con Malfoy —contestó Ginny alterada por el sufrimiento de Lily.


—LARGO.


Ginevra ayudó a la Beta a levantarse para lo más rápido abandonar la oficina del loco que alguna vez admiró. No obstante, antes de marcharse advirtió a Dumbledore que pronto sus padres le harían una visita. Tantos años guardando secretos podrían darle una ventaja táctica sobre el mago. Albus dejó pasar la amenaza por darle prioridad a la visión que se abría ante él.


Demasiadas coincidencias al mismo tiempo, un primogénito del que nadie sabía, la desaparición de Granger después de abandonar La Madriguera, y ahora esto, Severus vivo.


El ahora líder del grupo más fuerte del Wizengamot avanzó hacía el escritorio que se encontraba en la sala abriendo el cajón secreto que ocultaba, sacó un frasco y tomó varias de las pastillas que desde hace tiempo lo mantenían estable. Minutos después con más calma miró su mano, la desaparición de Snape significó para él mucho más de lo que otros creían. El pocionista lo ayudó a mantener la maldición del horrocrux que imprudentemente tomó de la pocilga en que vivía Morfin Gaunt con brebajes que nadie logró reproducir.


En el maldito año que pasó tratando de darle las pistas al Trío Dorado para conseguir lo demás artefactos con el alma de Voldemort, sólo la ayuda de la familia Malfoy le dio el tiempo para investigar con los muggles y conseguir lo que en ese instante era su medicina. Empero, los médicos ya le habían dado un ultimátum, su expectativa de vida era de dos años, con suerte unos seis meses más. Moría, y tal como se lo vaticinó Grindelwald, lo haría solo.


Inhaló profundo, entró al baño interno que tenía en la oficina, y mojó su cara. Frente al espejo logró arreglar un poco su apariencia, el cansancio podía ocultarlo con un glamour, pero no le convenía, necesitaba generar algo de lástima entre sus seguidores por la equivocación de la que pronto sería culpado, una que se convertiría en la posibilidad de tener al Omega Prince bajo su control.


 


Harry procuró mantener la ira que sentía controlada, no iba a darle gusto a su madre y menos a la Omega que le juraba amor eterno de declarar a Draco como su concubino. En otra época lo hubiese hecho sin dudar, ya que creía que Ginny lo amaba, ahora dudaba incluso de la amistad que los Weasley le profesaron desde su infancia, cada vez estaba más seguro que era una deuda de vida que Lily tenía con Molly, porque definitivamente, Arthur era un pelele que disfrutaba de los beneficios que su astuta mujer conseguía.


Potter caminó a través del pasillo para llegar a la tarima colocada para la rueda de prensa en el atrio del Ministerio, tres décadas después y seguían manteniendo la odiosa costumbre de Cruch y Umbridge de lucirse como los emperadores romanos al dar una noticia —buena o mala— al pueblo.


Con su aparición los aplausos interrumpieron el breve discurso de presentación que el Ministro daba, Schacklebolt le sonrió sin llevar esa muestra de apreció a sus ojos. Harry no se extrañó, él se encargó de perder el respeto que el hombre le tenía con los errores que cometió desde que cursaba sexto año en Hogwarts. La distancia y el tiempo no cicatrizaba todas las heridas, y menos si estas fueron ocasionadas por la traición.


Una mueca de resignación se formó en el rostro del Chico Dorado, ¿Ese era su destino con Draco?


Pronto una sonrisa se dibujó en su rostro que le recordó la sensación que le producía cuando la expresaba en los años de adolescencia, la misma que perdió en la medida que crecía dejándose llevar, primero por la banalidad y la envidia, y luego por el remordimiento y el deseo de proteger a Ariel.


¿La causa de su risa?


Harry sabía que una cosa que diferenciaba su relación con Malfoy de las demás, era que podía convertirse en un verdadero acosador en el afán de ganarse la atención del platinado, jamás dejó que la negación o un límite se entrometiera, por eso, a pesar de todo lo ocurrido, lograría la oportunidad de que el Sigma lo aceptase como su único Alpha.


Frente al atril, el ojiverde buscó a James con la mirada, frunció el ceño al no encontrarlo en ninguna parte, eso equivalía que no tenían noticias de Ariel, observó el gran reloj del Ministerio y notó que el plazo dado a Ginevra para que le devolviese a su cachorro estaba pronto a cumplirse. Como si las hubiese invocado, las dos pelirrojas hicieron presencia, para el azabache no pasó desapercibido el caminar errático de Lily, por lo visto, Albus tampoco estuvo de acuerdo con las acciones del par de damas.


Con un Sonorus, Kingsley pidió silencio, procedió a la presentación del caso y cedió el micrófono al Elegido, quien al tomarlo escuchó los aplausos de alguien a su espalda.


Al igual que el Ministro, y como lo hizo tantas veces en el colegio, Albus Dumbledore logró captar la atención con la potente voz que salió del hechizo sin varita que simulaba un altavoz.


El anciano mago fue escuchado con veneración por un público que oía las alabanzas que hacía a quien llamó su nieto, expresando con un pesar fingido, que su sangre no estuviese en James y en Harry, este último rodó los ojos al oír la frase muggle que trajo un aplauso eufórico por parte de los presentes al mago líder de la Luz, «padre no es el que engendra, sino el que cría».


Cuando le dio la palabra al Elegido, este observó la ansiedad e impaciencia en los rostros de los periodistas y los pocos invitados especiales, con un gesto que quiso hacer parecer una sonrisa comenzó a exponer lo que significaba estar allí para él, cerrando el discurso con una frase despectiva.


—Me importa poco este mundo y hace años lo abandoné —los murmullos de indignación retumbaron en el lugar causando satisfacción en Harry, más después de lo dicho por Albus—. ¿Quieren ganar galeones? ¿Vivir como lo hacían antes y durante la guerra? ¡Trabajen! Los Sagrados Veintiocho que tanto atacaron ya no existen para que los mantengan con sus millonarias cuentas en Gringott, y como desean que el Estatuto del Secreto desaparezca, entonces vayan al mundo muggle para que realmente sepan que es ganarse la vida "con el sudor de la frente".


—¡Desagradecido!¡Nos debes tu dinero!¡Esa fortuna es nuestra, de nuestros hijos!


Harry dejó de escuchar cuando los gritos se convirtieron en palabras soeces donde ni siquiera Dumbledore era capaz de contener la multitud.


De pronto alguien lanzó un hechizo hacia el niño-que-vivió-y-venció, declarando que, si no aceptaba su misión de salvarlos y entregarles las bóvedas Malfoy y Black, las tomarían por derecho de conquista. Pronto las maldiciones imperdonables resonaron, nada que Potter no pudiese esquivar o devolver apropiadamente, el mago que atacó con un Imperius pronto cayó junto a los que lanzaron Cruciatus; con ellos en el suelo observó a uno levantar la varita pronunciando el Avada, que fue detenido por un hombre que generó el silencio de la sorpresa de ver a quien se creía muerto.


—¿Con qué derecho alegas que este fulano puede disponer de lo que no es suyo? —como era de suponer la pregunta quedó sin respuesta. El rubio subió a l tarima escoltado por Remus Lupin y Zeigler Dutyo continuando con su declaración—. Lo dicho por este anciano, al igual que lo que hablas de las declaraciones de ese par de mujeres, carece de sentido cuando el único heredero de la fortuna Malfoy soy yo, Armand Malfoy II, primogénito de Abraxas Malfoy y una Omega que murió al darme a luz en América, sin tiempo para declarar mi existencia en este, su país natal y a su prometido.


La confesión fue interrumpida por el sonido de las chimeneas activándose, lo que hizo que las miradas de algunos se dirigieran a donde un grupo de siete personas que avanzaba con rumbo a la tarima. Poco a poco la formación que sólo los que conocían lo que significaba el rango del Clan de Invierno, dieron paso tratando de apartar a los que ignoraban la marca de la familia líder de los protegidos del dios de la magia.


Lucius y Harry tuvieron que controlar al Alpha en su interior que aulló al reconocer el aroma de quienes hicieron presencia en el lugar. Al frente del grupo caminaba Draco seguido por Zöke y Teddy, en el medio Ariel y Zmeya escoltados por quienes cerraban el grupo, Severus Prince y detrás de él, James Potter.


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