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Reyes olvidados. por fuyumi chan

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Mihail podía sentir cómo la débil neblina de su sueño se disipaba, su corazón latía rápidamente y volvía a percibir el lazo que lo unía a su alma gemela. Sin embargo, estaba inmovilizado, incapaz de abrir los ojos. Era prisionero de un hechizo. En la penumbra, escuchó una conversación.


 


"¿Estás segura de que fue liberado?" se preguntó una voz en tono conspiratorio.


 


"¡Lo juro! No miento, él está libre. Debemos matar a su compañero. Estoy segura de que eso lo debilitará hasta el punto de empujarlo al suicidio", gritó una desesperada voz femenina. Mientras tanto, una repugnante mano acariciaba la mejilla de Mihail.


 


— No creo que eso detenga a Alexander — respondió otra voz con franqueza. — ¿Acaso eres estúpida, Dalia? Lo único que provocará es que se ensañe aún más en matarnos. Pero si mantenemos a su compañero como rehén, al menos tendremos algo de tiempo para encontrar la forma de acabar con él —


 


— No... creo que es mejor matarlo ahora que lo tenemos frente a nosotros — insistió la voz femenina. — Todas las almas gemelas son iguales. Cuando uno de ellos muere, el otro se marchita. Sus vidas están entrelazadas, después de todo. No podemos perder esta oportunidad...


 


La voz se detuvo abruptamente con el sonido de una pared rompiéndose. "¿En serio piensas que Alexander Vasiliev se detendrá por algo así?", continuó la otra voz con determinación. — Ese sujeto esclavizó y maltrató a su propio compañero durante años. Lo convirtió en vampiro en contra de su voluntad. Solía dejarlo desprotegido y lo obligaba a participar en su guerra contra los humanos. ¿Crees que su muerte lo debilitaría? Para él, Mihail es simplemente una mascota. ¿Qué puede dolerle su muerte? No lo dudes, pero no al punto del suicidio. En cambio, matará a todos nuestros seres queridos antes de venir por nosotros. Lo hará como venganza por matar a su juguete favorito. No tendrá piedad con niños, compañeros embarazados o ancianos. No le importará. Los matará a todos por el simple placer de vernos sufrir. Es un monstruo sin emociones, Dalia.


 


— ¿Realmente crees que soy tan estúpida como para caer en tus excusas? Sé que estás enamorado de Mihail, por eso te niegas a matarlo. ¡Tu estupidez nos llevará a la muerte! —exclamó Dalia con debilidad, hasta que finalmente se quedó en silencio con un gemido ahogado. La voz masculina se acercó a Mihail, y el vampiro lo besó, causándole asco y recordándole quién era. Era Iván Fedorov, la antigua mano derecha de Alexander. Sin embargo, eso era lo de menos.


 


Lo realmente sorprendente era que Iván estuviera enamorado de él y no de Alexander, como Mihail había sospechado inicialmente. Mihail no entendía cómo era posible eso. Nunca había hecho nada para ganarse el afecto de Iván. Pero la traición repugnante ahora tenía más sentido, y Mihail se llenó de rabia homicida al sentir las manos lujuriosas del vampiro sobre él. Quería matarlo, despedazarlo, hacerlo papilla , pero no podía hacerlo debido al hechizo que lo mantenía petrificado. Se llenó de indignación al darse cuenta de cómo el repugnante vampiro se aprovechaba de su estado vulnerable. Todo era tan erróneo con ese hombre, porque si bien las personas solían ver o interpretar la verdad desde un punto subjetivo, distorsionando acontecimientos que no entendían por otros más convenientes a su lógica, al final la verdad siempre prevalecía sobre la mentira. Pero al parecer, Iván estaba tan desquiciado que no podía ver la obvia verdad y Creía fervientemente que Mihail era una débil víctima de maltrato, una suposición absurda. Aunque es cierto que Alexander lo había esclavizado durante un tiempo, esa era solo una verdad a medias. La falta de inteligencia parecía ser evidente en Iván, ya que solo alguien ciego podría creer en el supuesto "maltrato de Alexander". Aunque Alexander actuara como un completo idiota con él en público, estaba claro para cualquiera con ojos que todo era una farsa. Alexander era terriblemente malo actuando, y muchos lo habían notado. Era innegable el amor que Alexander sentía por Mihail, y muchos enemigos, conscientes de eso, intentaron matarlo debido a eso en más de una ocasión. Sin embargo, para desgracia de todos aquellos que se atrevieron a intentarlo, en lugar de encontrarse con un compañero sumiso y débil, se enfrentaron a un sanguinario guerrero que disfruto hasta el último minuto de sus muertes. Todo porque solían subestimarlo debido a su "complexión pequeña" según los estándares de los vampiros de sangre pura, pero medir 1.80 metros no era en absoluto pequeño para los humanos, sino más bien una estatura normal. Esa fue la perdición de sus enemigos. Mihail nunca había sido una inocente y vulnerable flor necesitada de protección.


 


Alexander sabía eso de sobra, pero siempre intentaba protegerlo, su adorable obsesión lo enternecía. Sabía del porqué del comportamiento, pues su amado había perdido a muchos hermanos por traiciones. Por ello, se lo dejaba pasar aunque no le gustara y nunca tuvo el corazón para decirle que dichos intentos por protegerlo de las hienas traicioneras habían sido inútiles. Ahora veía el error, desde ahora no volvería a tolerar ese tipo de comportamiento por parte de su alma gemela, sobre todo porque esa había sido la causa de que Alexander descuidara su propia protección. Su arrogancia y el creerse todo poderoso los habían metido en ese problema, obligándolos a dormir por quién sabe cuánto tiempo. Mihail estaba enojado, no solo con los causantes de su condición, sino también con Alexander y su negativa de no matar a Iván por sentimentalismos baratos y amistad cuando Mihail se lo ordenó.


 


—Juro que ese imbécil jamás volverá a tocarte, mi pajarito. Solo debo averiguar cómo romper su vínculo y serás libre de la manipulación del enlace—afirmó Iván exasperándolo. Porque jamás hubo tal manipulación, ¿Cómo podría haberla? No con la forma en que se conocieron y lucharon el uno contra el otro. Recuerdos de aquella primera vez le vinieron, causándole nostalgia.


 


 


Alta Edad Media, año 927 D.C.


 


Mihail se despertó bruscamente al escuchar los graznidos de los cuervos que se alimentaban. El cielo estaba oscuro y el frío acariciaba sus mejillas. A su alrededor, yacían esparcidos cientos de cuerpos; la mayoría, sin duda, muertos, mientras sollozos agonizantes se escuchaban en la distancia. Mihail se puso de pie, abrumado y asustado. Nunca pensó que sobreviviría. Un sentimiento de alivio amenazó con hacer brotar lágrimas en sus ojos. Sin embargo, al intentar incorporarse, un dolor casi insoportable recorrió su cuerpo, casi haciéndolo caer. No había salido ileso como creyó en un principio, pero eso palidecía en comparación con los cadáveres desmembrados de sus camaradas y los pocos que aún agonizaban, deseando la muerte. Se consideró afortunado, aunque ese sentimiento duró poco al divisar a las criaturas que se encontraban a pocos pasos de distancia. Lo que vio lo dejó petrificado. Allí, en pleno atardecer, cuando todo comenzaba a oscurecer, varios ojos brillantes como la sangre levantaron sus miradas al ser descubiertos. Los seres estaban devorando a sus compañeros agonizantes. Mihail había oído hablar de ellos, pero nunca creyó que los encontraría o los vería con sus propios ojos. Los seres paranormales eran criaturas extrañas y escasas últimamente, especialmente desde que los humanos comenzaron a cazarlos.


 


—¡Comida caliente! —exclamó uno de ellos, con los ojos desorbitados y absortos en el frenesí de la sangre. Mihail, asustado y con el dolor de su cuerpo olvidado, sintió cómo la adrenalina bombeaba por sus venas al salir corriendo. Podía escuchar sus burlas y casi sentirlos cerca de su nuca; estaban jugando con él. Aterrado, buscó en su ropa la daga que su padre le había legado antes de morir. El arma era pequeña pero letal, con un filo casi mortal. Sin detenerse a mirar atrás, agitó la daga a su espalda mientras corría en otra dirección, escuchando cómo uno de los vampiros gritaba.


 


—¡Maldito humano! Juro que te destriparé —se quejó, mientras sus compañeros se burlaban de él. —Pobre e inútil criatura, un humano débil casi te saca los ojos —rió uno de ellos. —Tranquilo, amigo, te guardaremos algo, si es que queda —emitió otro entre carcajadas, y algo lo empujó hacia el bosque. —Corre, corre, corre, corderito, hasta que escapes de los feroces lobos, si puedes —cantó una voz femenina. —Yo que tú no entraría al bosque, sería... una elección tan mala. Aunque, quién soy yo para quejarme, si tu decisión nos divierte —expresó otro vampiro desde las sombras.


 


—Chicos, ¿Cuándo fue la última vez que cazamos a un humano? —preguntó, apareciendo frente a Mihail. El vampiro tenía una complexión musculosa, era tan alto como un árbol y su cabello era rubio pálido. En lugar de mostrar temor, Mihail se levantó y alzó su daga, lo que provocó una estruendosa carcajada por parte del vampiro. —¿Qué vas a hacer con ese cuchillo de cocina, corderito? Apuñalarnos, eso no nos va a matar —afirmó, volviéndose sombra ante la mirada atónita del chico. —Tal vez, si nos entretienes lo suficiente, consideremos perdonarte —expresó la mujer, aunque en su voz había claros indicios de mentira.


Mihail entró en un estado de ansiedad ante la inminente muerte. Los vampiros claramente se estaban divirtiendo con él. Eran como gatos jugando con su presa, torturándola y haciéndole creer que tenía una oportunidad de escape antes de dar el golpe final y devorarla.


 


Mihail se sentía perdido, sabía que no era rival para los vampiros, pero si ellos pensaban que sería un bocado fácil, estaban equivocados. Calmó su respiración y corrió nuevamente por el bosque, ignorando las burlas de los vampiros. En un instante, sintió un viento helado acercándose a su derecha. Sin detenerse, tomó con fuerza su pequeña daga y, por suerte, logró darle en el cuello a la vampiresa que emergía de las sombras en ese mismo momento. Ella, enrabietada y sin poder hablar debido a la pérdida de sus cuerdas vocales, cambió sus manos a garras y logró rasgar su pecho, arrojándolo varios metros hasta chocar de espaldas contra un árbol. El impacto le robó el aliento, pero solo tardó unos segundos en recuperarse. Arrastrándose por el suelo, se encontró con los pies del vampiro rubio, que se regocijaba en su sufrimiento. Sin dejarse intimidar, Mihail clavó el cuchillo en el pie del vampiro y arrojó tierra sobre sus ojos.


 


—Eres una molestia, humano. Solo espero que tu carne esté jugosa cuando nos cansemos de jugar contigo —expresó el enorme vampiro con rabia. Mientras Mihail corría por los senderos oscuros y escabrosos en la penumbra, sintió una mordida fugaz a su derecha que lo hizo gritar de dolor y apuñalar al aire, pero no fue capaz de ver nada.


 


—Hola por aquí, ¿me recuerdas? —dijo la voz perteneciente al vampiro que momentáneamente lo había dejado ciego. El vampiro estaba en un claro iluminado por la luna, sus labios estaban rojos con la sangre que había robado de Mihail, y sus ojos, que habían sido cortados, estaban totalmente sanados—. Sabes, pequeño... ¿Cuánto duele lo que me hiciste? El hecho de ser inmortal no me hace inmune al dolor, pero no me quejaré más... Sabes delicioso, no como tus otros compañeros. Resignarse a la muerte hace que la sangre se agrie —se burló antes de desaparecer entre las sombras.


 


Mihail respiraba entrecortadamente mientras seguía corriendo, sintiendo las leves mordidas de cada uno de los vampiros, que se reían y burlaban de su debilidad. Mihail solo podía enfadarse consigo mismo por no poder asestarles ni un solo golpe, mientras se debilitaba con cada paso que daba. Estaba enfadado por no haber podido lastimarlos mortalmente. Pronto, a lo lejos, la luz de la luna se proyectó sobre un prado enorme de girasoles. Ahí, las piernas del muchacho perdieron fuerza y cayó de espaldas, solo viendo la luna en lo más alto del cielo. Su vista comenzó a volverse borrosa, y una sombra se posó sobre él, ocultando la hermosa vista del astro.


 


—Este humano no es divertido. No chilla ni ruega por su vida, lo sabe bien, pero no ha sido tan divertido —exclamó la vampiresa, enojando aún más a Mihail.


 


—Púdrete, maldita bestia. No pienso darte el gusto de... —murmuró, levantando la daga y apuntándola a su cuello, prefiriendo morir por su propia mano que darle el gusto a aquellos monstruos que lo torturaban para satisfacer sus retorcidos placeres. Antes de que pudiera llevar a cabo su objetivo, el grandote rubio lo detuvo.


 


—Oh, no, humano... No lo harás. Vamos a devorarte aún vivo —dijo con una sonrisa vil, cuando en la vista borrosa de Mihail, un cuarto vampiro apareció entre las sombras, asustando a los tres anteriores.


 


—¿Qué están haciendo? ¿Por qué no están cumpliendo mis órdenes? —bramó el nuevo vampiro. —Amo Alexander, nosotros simplemente teníamos sed y había un campo de batalla en el camino, así que decidimos tomar un poco de sangre de los moribundos —dijo el vampiro rubio. —Los humanos no lo notarán, todos estaban prácticamente muertos —añadió la vampiresa, arrodillándose ante el vampiro recién llegado. La voz del nuevo vampiro hizo retorcer algo dentro de Mihail, incapaz de apartar la mirada, sus miedos e ira desaparecieron y una paz se ancló en su ser con la presencia del monstruo.


 


—¿Qué te hace pensar que los humanos no revisan los cadáveres, Faddei? —reprochó el vampiro, decapitando a la mujer con una suave caricia, sin contemplaciones ni piedad. La sangre chisporroteó por todas partes. —Les ordené una simple cosa, ¿Cómo de difícil puede ser comprar provisiones en el pueblo? —preguntó, arremetiendo contra el suelo al enorme vampiro rubio. La tierra crujió y se agrietó, y solo se escuchó un sollozo apenas perceptible cuando los sesos y la sangre salieron volando por todas partes. Mihail se sentía eufórico.


 


—Mi señor... Perdóneme, juro que nunca volveré a desobedecerlo —sollozó el vampiro, cuyos ojos habían sido heridos por Mihail al iniciar la persecución.


El vampiro enojado se acercó lentamente al desobediente, su tono dulce apenas ocultaba su ira latente. Con ternura, tomó la barbilla del vampiro entre sus dedos.


 


—¿Sabes por qué detesto tanto la insubordinación, mi querido súbdito? —dijo, su voz susurrante y peligrosa. —El hecho de desobedecer mis órdenes alerta a los cazadores. ¿Por qué crees que tengo esas granjas de humanos, Alek? ¿Crees que están ahí por mero capricho? ¿Piensas que nos hemos vuelto débiles al dejar de cazar humanos? Permíteme preguntarte algo, ¿has notado de casualidad cuán escasos son nuestros números, verdad? —inquirió, mientras el vampiro solo asentía con la cabeza en señal de afirmación, lágrimas gruesas rodando por sus mejillas. —Si lo sabes, ¿por qué decidieron que era una gran idea cazar indiscriminadamente? ¡Eso obviamente alerta a todos los malditos cazadores de la zona!


 


—No, no... yo no sabía, nunca lo había pensado —lloró el vampiro desobediente, pero el vampiro feroz de ojos escarlata no le perdonó. Sin mostrar ni un ápice de emoción, perforó su pecho con sus garras negras y bestiales, haciendo que la sangre salpicara en el aire y alcanzara a Mihail, quien, a pesar del brutal sadismo presenciado, no podía apartar la mirada. Incluso se deleitó con la muerte de sus torturadores. Todo lo que sucedía parecía irreal para el humano.


El vampiro, después de arrancar el corazón de su lacayo y decapitarlo, dejó a Mihail en un estado de rubor y con la mirada perdida hacia el monstruo apenas distinguible. Solo pudo vislumbrar algunos detalles: tez de porcelana, ojos carmesí y cabello de fuego. El resto de sus rasgos eran borrosos debido a la pérdida de sangre.


 


—Eso fue... hermoso... —expresó el chico, obteniendo una sonrisa perversa por parte del vampiro. —Gracias. ¿No estás asustado? —preguntó acercándose al rostro de Mihail, lo que hizo que el chico recobrara la noción de los acontecimientos. Su rostro se puso pálido ante sus acciones y se desató una guerra en su mente.


 


—Tú también eres realmente hermoso, mi compañero... mi alma gemela —afirmó el vampiro, mordiendo su muñeca y luego prácticamente obligando a Mihail a beber de ella. —Bebe —ordenó, y el joven no pudo negarse. Con cada sorbo, sintió cómo su fuerza y excitación aumentaban, desconcertándolo. La atracción era inexplicable y carecía de lógica; era como si estuviera poseído por algún tipo de hechizo.


 


Una vez que el vampiro apartó su muñeca de la boca de Mihail, ambos se miraron en silencio durante unos minutos. Mihail rompió el hielo, perdido en la belleza de su oscuro salvador.


—¿Por qué me siento así por ti? —preguntó Mihail, buscando respuestas en la mirada del vampiro.


 


—Es porque somos compañeros, es el destino, el regalo y los deseos de nuestra diosa Laynir. Al principio, no se suponía que mi compañero fuera humano, pero al verte... eso ya no importa —sonrió el vampiro, desconcertando a Mihail.


—¿Cómo sabías que tu pareja sería humana? —preguntó Mihail, tratando de aclarar su mente de aquel supuesto hechizo que le impedía pensar con claridad. Pensó que si lo distraía lo suficiente, podría escapar.


 


—Un vampiro suele obsesionarse con un tipo concreto de sangre. Al principio, eso me sucedió a mí con la sangre vampírica. Ese es el modo que tenemos los vampiros de saber de qué raza es nuestra pareja, nos permite agudizar su búsqueda. Al principio estuve enojado con mi madre por cambiar a mi compañero, pero hace mucho que lo superé. Eres todo lo que siempre he esperado. Fue amor a primera vista —suspiró el vampiro, con anhelo en su voz.


Pero a los pocos minutos, sintió un traicionero pinchazo justo en el corazón. Si hubiera sido un vampiro normal, aquello lo habría dejado fuera de combate durante algunos minutos, por lo que el daño no era letal. Sin embargo, el dolor resultaba indescriptible para el vampiro, convirtiéndose en el golpe más doloroso de toda su vida inmortal. El desprecio de su compañero generó un vacío indescriptible en su pecho.


 


—¡El destino o los compañeros no existen! Si crees que puedes engañarme con tus poderes vampíricos para convertirme en tu mascota, estás equivocado —gritó el humano, empujándolo para salir corriendo bajo la mirada anonadada de Alexander. Su humano lo había rechazado.


 


—¡No te he hechizado! —se defendió enojado, pero el humano respondió con un puñetazo. Antes de que intentara escapar nuevamente, Alexander agarró su brazo y lo retuvo firmemente.


 


—¿Cómo podrías hacerme algo así? El amor entre compañeros es algo imposible de manipular. No te he hecho nada —explicó el vampiro, sin ceder ni un ápice a pesar de los golpes recibidos.


—No soy tonto, sé cuándo estoy hechizado y lo que siento no es normal —afirmó el humano, propinándole varios golpes más, pero el vampiro se mantuvo firme.


—¿Normal? —murmuró Alexander, su expresión casi bestial. Sin embargo, en lugar de golpearlo como Mihail esperaba, presionó sus cuerpos juntos y le robó un beso, dejando al humano asombrado. Al principio, los labios de Mihail estaban tensos, pero pronto se rindieron participando con pasión. Sus lenguas se enredaron, sus bocas chocaron casi violentamente. Mihail mordió los labios del vampiro con deseo y lo empujó debajo de él, hasta que Alexander se sometió sumisamente. Perdidos en la lujuria, Mihail recuperó la conciencia cuando estaban desgarrando sus ropas. En el pecho del vampiro, vio su daga y las dudas comenzaron a surgir de nuevo. Sin embargo, astutamente, permitió que Alexander continuara, que colocara sus labios amorosamente en su cuello. Y cuando estuvo lo suficientemente distraído, Mihail traicioneramente agarró una roca del suelo y golpeó al vampiro. Sin mirar atrás, el muchacho corrió por el bosque, pero los remordimientos envenenaron rápidamente su corazón. Mihail no podía sucumbir a la seducción de aquel monstruo. Al llegar al campo de batalla, Alexander apareció nuevamente en el horizonte, y Mihail sollozó con dolor.


—¿Por qué? —preguntó, dolido.


 


—¿Cómo podría sentirme atraído por un monstruo como tú? Además, el amor entre dos hombres es antinatural. Me da asco sentirme así por ti. Simplemente te correspondí debido a la influencia de tu magia sobre mí. Pero la verdad es que prefiero la muerte antes que estar contigo —expresó, causando una expresión de dolor en Alexander.


 


—¿Cuántas veces debo explicarlo? Esto no es un hechizo, pero sabes qué... no importa. No deseaba un compañero humano de todas formas —exclamó, arrancando el cuchillo de su corazón y arrojándolo a los pies de Mihail—. Regresa a salvo con los tuyos, pequeña criatura débil e inútil, porque esta vez no pienso salvarte. Mihail se llenó de indignación con esas palabras.


 


—¡Hijo de... cómo te atreves a llamarme débil! Juro que la próxima vez que nos veamos, voy a arrancarte ese corazón yo mismo. No permitiré que te burles de mí y menospreciaré mi fuerza.


 


—Quiero verte intentándolo, inmundo y malagradecido humano —añadió el vampiro con desdén, provocando una oleada de rabia en Mihail. Lleno de furia, el humano recogió la daga del suelo y la arrojó hacia el monstruo, pero esta solo atravesó el aire vacío cuando Alexander desapareció entre las sombras. La partida del vampiro dejó a Mihail confundido y triste, sumergido en un torbellino de emociones y amargura.


 


— Es un monstruo, un vampiro. Ellos encantan a las personas, las seducen para luego matarlas. Mis sentimientos por él no son reales... Además, jamás me han atraído los hombres. Esto es por su magia — se dijo a sí mismo, tratando de convencerse. Sin embargo, el dolor y la desolación lo invadieron irremediablemente. Mihail ansiaba volver a verlo, a pesar de todo. "Es lo mejor", se dijo en medio del solitario campo de batalla, rodeado por el centenar de cadáveres esparcidos a su alrededor.

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