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Castigo Divino por Mascayeta

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En la casa especial para los vínculados del Belewe, Hiroki se acostó tratando de conciliar el sueño.


La Alpha Risako Takatsuki se encargó de hacer una presentación detallada del crimen que cometió, lo cual presagiaba una amargura de estancia en el Resguardo. Muy a su pesar, tan pronto ella y Henmi salieron, tanto Omega como Beta se lanzaron a preguntar todo sobre el suceso. De alguna forma su ego se elevó al saber que para ellos defender su dignidad significaba un acto de valor y que, en otro sistema de justicia, ese hecho hubiese sido galardonado.


Dando vueltas en la cama lo dicho por los sus compañeros le recordó la última conversación con su padre.


Kamijou Nobuo le enseñó que ser Omega no era una abominación sino el regalo más hermoso de la manada. El Alpha lo había criado hasta sus quince años, ya que su madre a diario le echaba en cara el estigma social que implicaba su existencia. Ella odiaba lo que significaba ser un lobo, así que todo lo que le recordara el linaje, fue desechado de su casa.


Hiroki perdió la cuenta de las veces la escuchó maldecirlo por ser un Omega, por eso fue sometido a una educación estricta, criado como un humano, exigido al límite en lo académico y lo físico, aprendió a desarrollar destrezas en artes marciales y música, pero su especialidad era la literatura...todo fue relativamente perfecto hasta que a los catorce años llegó su celo.


Un protervo Caramel, el peor de todos los Omegas.


Esas palabras resonaban en su mente como una maldición, un año después Nobuo lo sacó del suplicio en que su existencia se había convertido, para dejarlo al cuidado de su tía Kirishima Yua, una Omega que le recibió con los brazos abiertos, y el infantil de su hijo Zen como su hermano menor. La historia inventada por el chico de ser el hijo del segundo matrimonio de su padre fue creída por todos, más cuando el castaño lloraba explicando el doloroso accidente en que supuestamente sus progenitores perdieron la vida. Ni Hiroki se escapó de derramar una que otra lágrima con semejante pantomima; lo mejor fue que desde ese día supo lo que era reír, las bromas y el cariño... hasta que llegó él.


Los golpes en la ventana le hicieron recobrar la conciencia, cansado por el viaje, las luchas y la velada de festejo, su cuerpo cobró factura haciendo que quedara dormido antes de darse cuenta. A los pequeños tacs en la ventana se unió un gritó que conocía bien, abrió el cristal esquivando la piedrecita que fue a impactar contra el suelo.


El tambaleante ojiavellana le pidió bajar, minutos después Takano lloraba en su regazo como era costumbre desde que se conocieron a los dieciséis años. Hiroki acarició el negro cabello escuchando por enésima vez su amor perdido.


—No sé cómo lo hace, pero parece tener un detector para los destinados.


La frase detuvo el movimiento, tal vez por ser guardián, Takafumi sabía quiénes estaban unidos por el hilo rojo, pero también tenía prohibido contarlo.


—Posees debilidad por todo aquel que sea castaño de ojos verdes —dijo Hiroki retomando el mimo, no recordaba una sola pareja de Takano que no tuviese esa descripción—. Mi médico diría que quieres encontrar el reemplazo de alguien.


Masamune rió de mala gana —¿Desde cuándo mi hermano de crianza se convirtió en psicólogo?


—Desde que un estúpido Alpha apareció en la casa de mi tía Yua.


Ahora la risa fue sincera, al igual que Hiroki, él llegó donde los Kirishima cuando su madre desesperada para que su actual marido no descubriera la existencia del bastardo, le pidió que se hiciera cargo de criarlo.


La famosa abogada Takano Kotoko lo abandonó a su suerte en la casa de una amiga de la universidad cuando su nuevo marido le pidió deshacerse de lo que le recordaba su anterior matrimonio. Así fue llevado a una casa donde una mujer castaña con mayor dignidad que cualquiera que hubiese conocido, abrió la puerta pidiendole a Kotoko que se marchara para no regresar. Al volver al lado del adolescente lo abrazó prometiéndole que en esa casa conocería la calidez de un hogar y le presentó a sus dos hermanos. 


—Tu aura es igual al color de tus ojos —Hiroki se detuvo por completo tratando de retirar al Alpha de sus piernas, pero este se levantó solo para sostener sus manos y obligar al castaño a mirarlo—. ¿Desde cuándo lo sabías?


—No sé de qué hablas —dijo Kamijou logrando zafarse del molesto agarre, para simplemente ser sostenido ahora de los puños que Takano de inmediato apretó con fuerza.


Desde que se vieron por primera vez su lobo lo supo, pero fue más fácil negarse a la realidad que Takafumi en más de una oportunidad le repitió con sutiles insinuaciones.


—¡Habla Hiroki! —ordenó Masamune con más rabia que ansiedad. Al no obtener respuesta se sintió frustrado, sacando conclusiones sin fundamento—. Tu silencio lo dice todo, por lo visto prefieres a quien te dio el anillo que llevas en el anular... ¿es de ese médico? ¿Kusama?


—No hables de lo que no sabes —respondió el Caramel haciendo acopio de toda la fuerza en su cuerpo, para el Alpha era tan fácil demostrar su punto de vista, solo usando sus feromonas haría que respondiera sin problema.


El aullido del lobo hizo que ambos voltearan con dirección al Lago, indudablemente ese era Yokozawa. Hiroki trato de correr, pero la sola mirada de Takano lo detuvo, por un momento creyó que utilizaría la "voz" para doblegarlo y comprobar lo que suponía, pero simplemente se transformó a su forma animal y corrió dejando al Omega respirar tranquilo.


Al ingresar a la casa, Ritsu lo esperaba con una taza de café.


—Creo que debemos conversar —en definitiva, de Onodera no podía escapar, se lo debía.


 


Kirishima alzó la cabeza cuando escuchó el llamado, todo su cuerpo tembló ante la necesidad del apareamiento. Lo sabía y por culpa de él había adelantado su calor. De inmediato retomó su forma animal y salió rumbo hacia el Lago Sagrado.


La reacción fue secundada por Miyagi, antes de alcanzar la cueva donde el lobo plateado de ojos grises se encontraba, Zen fue detenido por el negro de Miyagi y el marrón de Takano, ambos estaban en posición de ataque, el aroma a Anís se acrecentaba y no permitiría que ellos le arrebatarán a su pareja.


«Debes ceder Kirishima» —la voz de Yô le llenó de rabia, en la arena había podido perder contra él, pero aquí no lo haría.


«Por ahora es mejor que te alejes hermano, hazlo para saber quien mató a Sakura».


Takano conocía muy bien a Zen y era mejor llevarlo a un terreno donde su corazón aterrizará sus instintos.


Aunque el Alpha no quería escuchar la razón del humano, era claro que la mención de la humana de la que fue pareja, controló un poco su necesidad. El caballo blanco que apareció detrás de sus atacantes terminó de calmarlo, agachando la cabeza, Kirishima gimió pidiendo disculpas. Solo entonces Miyagi y Masamune se dieron cuenta de su presencia.


Los tres lobos esperaron ver a la Diosa Selene desaparecer rumbo al lugar donde Takafumi se encontraba.


En la cueva, con la desesperación de no ver a su compañero Yokozawa lloraba. La hermosa presencia de la niña que en la tarde le ayudó con Sorata fue suficiente para colocarse boca arriba dejando su vientre al aire. La dulce caricia tranquilizó los temores y la desesperación de su siervo, el Guardián pudo descansar.


Miyagi les ordenó seguir con los preparativos, mirando al Kirishima, ya convertido en hombre le habló:


—Tu hija estará con él hasta que pase su celo, ahora debemos proteger al Elegido, hay que moverse rápido por si los asesinos ya descubrieron que ellos están vivos.


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