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Castigo Divino por Mascayeta

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La noticia del extraño en la Casa de Gobierno no fue del agrado de Miyagi, quien se devolvió para su casa con la intención de encontrar al hermano de Takahiro, ya que Henmi le informó que no había llegado junto al grupo de Belewe.


Al entrar a la casa lo encontró abrazado a un cojín llorando. Miyagi le pasó el pañuelo para encender un cigarrillo, al sentir que Misaki estaba más relajado comenzó a hablar de algo que consideró indispensable para que entendiese que no era el fin del mundo lo que había pasado en las luchas.


—A los diecisiete años me enamoré de mi sensei, una humana que al igual que yo sabía que era una relación imposible, pero donde pudo más la necesidad de amarnos que el impedimento de la edad. Fue así como el día que sus padres le dijeron que debía comprometerse, fue a mi apartamento y pasó lo que tanto habíamos evitado.


Misaki no comprendía muy bien a qué iba la historia, pero guardó silencio y permitió que el hombre a quien admiraba siguiese.


—Las cosas estaban perfecto entre nosotros, pero en un descuido alguien nos vio y avisó a las autoridades. Ella era mayor que yo por diez años, así que antes de verla en la cárcel le propuse que huyéramos.


Miyagi se levantó para buscar algo dentro de la biblioteca, la antigua fotografía fue colocada en manos del Omega que admiró la belleza de la mujer que aparecía en esta.


—Sensei aceptó, manejamos toda la noche, tomaríamos un barco a las Kuriles y de allí a Siberia. Luego veríamos que hacer.


A la mente de Yō volvió el recuerdo del accidente, dos patrullas los siguieron haciendo que en un descuido el carro chocara con una de las barandas de seguridad para finalmente caer al vacío. Ambos sabían que iban a morir, no obstante, ella se sacrificó por él obligándolo a consumir su carne.


Era lo único que le mantendría con vida, su amada sensei le daba la oportunidad de esconderse por nueve años con su forma animal, y comenzar de nuevo. El sabor de la carne lo mantenía en su memoria, a pesar de los años transcurridos y de la sangre que debía consumir para mantenerse con su forma actual. Una salvación parcial que le dieron los Ojos Grises para poder cumplir con la misión que tenía señalada desde antes de nacer.


Fueron dos semanas en que su lobo vagó en la inconsciencia, entre sueños vio su pasado y su presente, era descendiente de Arcas, el nieto que siempre se creyó que no fue convertido en lobo una vez loresucitó el dios del Rayo, pero Zeus no fue selectivo al maldecir el linaje de Licaón. Lo único bueno fue que, al ser hijo de Calisto, sus descendientes tenían un privilegio sobre los otros. 


Miró a Misaki, él no necesitaba saber todo eso, los ojos verdes lo miraban ansiosos por el final de la historia.


—Los Omegas Puro me salvaron, al despertar lo primero que vi fue un chiquillo de cinco años que fruncía el ceño mientras revisaba mi boca.


Misaki bajó la cabeza, era lógico pensar que Yokozawa estuviese presente en la narración. Una eterna tortura.


—Sensei yo...¿por qué mi lobo no se mostró? Acaso...


—Lo tienes, pero no es quien quieres.


—¿Es tan difícil no seguir el instinto?


Miyagi se acercó para responderle con un suave "no". Los ejemplos eran muchos, y aquellos que se quedaban con los humanos eran prueba de esto. No obstante, cuando se aceptaba el ritual, se debía vivir con las consecuencias.


—En ocasiones lo que ansiamos y lo que nos conviene no van de la mano, el problema aquí es que comprobaste lo que Takafumi lleva dos años diciéndote.


—¿Por qué siempre él? —estalló Takahashi apartándose del pelinegro—. Lo odio, odio que siempre sea protegido, que a cada minuto ustedes recuerden que él es "perfecto" por ser un Guardián. ¡Es un maldito imbécil que debió morir!


Misaki sintió que alguien agarraba su brazo haciéndole girar, el dolor de la cachetada en su rostro fue suficiente para volver a gritar lo que había dicho.


—Es lo peor que pudo haberle pasado al Resguardo, me alegra que Yasuda lo abandonara, que no pueda estar con su destinado y ojalá muera como todos los de su estirpe.


El chico salió corriendo sin siquiera molestarse por saber quién era la persona que lo había golpeado. Si el aura de ese desconocido era terrible, él también podía mostrar una igual, corrió por entre las calles del lugar para terminar frente a la Casa de Gobierno, extrañamente se encontraban los líderes y Takahiro en la puerta.


No lo dudó, necesitaba a su hermano, quería salir de allí, negar su existencia y su condición de lobo. Él quería estar con Takano ¿por qué se lo impedían? ¿Por qué solo Yokozawa podía ser feliz?


Takahiro lo abrazó el leve olor que percibió en Misaki lo puso en alerta, los Usami también lo sintieron, era como si lentamente la situación estuviese tejiéndose para revelar la verdadera posición en que estaban.


Risako haló al Nephrite olfateándole.


—¿Dónde está? ¡Responde!


—¡Suéltalo!, ningún Ojos Grises sobrevivió, además por el estado de Misaki y como salió de la justa, puede haber cogido el olor de cualquier parte.


La mayor de los Takatsuki liberó al joven, por más que quisiera ir en contra del Omega que acaba de llegar, Henmi tenía el poder que ella ambicionaba, y que solo podía conseguir al casarse con Haruhiko.


«Esta noche te quedaras con Takahiro, pero mañana hablaremos tu yo».


«No tengo nada que hablar con ustedes, no tengo vínculo por realizar y no aceptaré a nadie que no sea Takano» —respondió Misaki de la misma manera que Tsumori-san le había dado la orden.


«Serás imbécil —respondió el Omega mayor— estás tan consumido por la rabia que no te diste cuenta de que ya llevas el olor de tu destinado».


La conversación entre los Nephrite no se extendió por la cara de sorpresa que el ojiverde colocó por la afirmación que Henmi había hecho. El Delta se apresuró a llevar a Misaki a la habitación para asearlo y protegerlo. Él más que nadie sabía del dolor de no poder estar con la persona que se ama.


Una vez recostados, Takahiro acarició los castaños cabellos mientras tarareaba una canción de cuna que siempre ayudaba a tranquilizar a su hermano, quien en ese instante lloraba en silencio y arrepentido por todo lo ocurrido; lo conocía tan bien, que comprendía la frustración de Misaki, ese sentimiento de ser ajeno a todo lo que creyó era su vida perfecta, pero, sobre todo, desilusionado de él mismo, por haberle deseado la muerte a otro.


La ira hacía que actuáramos de formas que nunca imaginamos.


En la puerta el peliplata escuchaba la voz de quien llevaba su marca, percibía el dolor y la tristeza de estar solo, y rechazado por su pareja.


—¿Hasta cuándo lo vas a postergar? —Haruhiko preguntó desde la oscuridad el pasillo.


—No soy quién para negarle estar con su hijo, y menos para meterme en medio de su relación —contestó Usagi reponiéndose del momento de debilidad.


—Misaki tiene veintitrés años, ¡has cuentas por favor! —Haru-san no dijo nada más, era un problema que no le incumbía, pero que si seguía de esa manera terminaría explotándole a ese par en la cara.


Mientras tanto, en la casa de Miyagi un lobo plateado de ojos lila trataba de mantenerse en calma; después de la muerte de su primer destinado, una nueva oportunidad llamaba a su corazón, y él cometió el error de lastimarlo por defender a su hermano.


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