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Aka to Shiro por Lima369

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Temor...

Duda...

Angustia...

Todas esas emociones hacen que actuemos de formas raras y diferentes, al tiempo que son una manera de desahogar las penas.

Esos son los sentimientos que juntos hacen que actuemos y pensemos como normalmente no lo hacemos.

Esos fueron exactamente los que embargaron a ese pobre chiquillo de piel morena que en esos instantes se encontraba caminando hacia la cabaña escondida a mitad del bosque.

Caminaba entre la nieve, hundiéndose hasta las rodillas avanzando a pasos torpes y algo desesperados pues levantaba los pies hasta que salían de la nieve y volvía a hundirlos hasta que tocaba firme, en su andar llevaba a cuestas una carreta tras él, dificultando un poco más sus pasos; realmente podía notarse que era la primera vez que caminaba en aquella helada y blanquecina cobertura del suelo pues pudiendo abrirse camino entre la nieve con la carreta era él quien usaba sus propios pies para poder entrar con la carreta por la altísima nieve que aún pisaba. Lo más extraño de todo era que arrastraba con él una capa que lo cubría del viento helado y las plumas de nieve que caían esa mañana. Estaba casi seguro que, de no haber sido por el peliblanco realmente habría terminado perdido en ese paisaje blanquecino y helado, pues, aunque no pareciere no conocía para nada aquel lugar y desde el principio fue consiente que no era capaz de encontrar por su cuenta a ese castaño que había, literalmente, robado su corazón.

/Flash-Back~/

"– Yo le conozco... –"

"– Puedo llevarte hasta él...–"

Definitivamente eso lo había engatusado apenas lo escuchó, pero... ¿realmente podía confiar en él? Porque estaba completamente seguro de que le había reconocido. Era él el que se había llevado a su amado y del que llevaba la capa blanca que aún tenía el olor del más alto y de ojos ambarinos, pero no le importó el daño que le pudiera ocasionar a él o que lo engañara respecto al paradero del más grande, sin ponerse a pensar en el posible fallo a su decisión y solo pensando en el castaño al que, posiblemente, volviera a ver pronto...

– Llévame con él... –. Esas palabras aún le causaban sonrojo inevitable. Se sentía tan avergonzado por hablar de esa manera y mostrarse, de cierto modo, bastante vulnerable frente a aquel ser que parecía ser tan impotente y, de una manera prácticamente inevitable, amenazador y le era más incómodo el que únicamente se mostraba frente a su primo.

–Primero necesito hablar contigo así que vayamos a mi casa –.

Sin poner objeción a lo que decía caminó a su lado, sin embargo, no contaba con que su cuerpo no soportaría por mucho más tiempo a aquel helado ambiente y, tras caminar apenas un par de metros, cayó tendido al suelo, inconsciente. De nada sirvió llevar consigo la gran capa blanca y mucho menos funcionó el que su cuerpo emanara calor puro. Ese frío intenso presente en el ambiente había terminado por sobrepasar sus propios límites, además de que la capa y que la ropa que llevaba no eran apropiadas para soportar el frío, la capa era demasiado grande y pesada, además de que, por su forma y la altura del chico impedían que atajara el frío ya que, al estar prácticamente abierta dejaba entrar la mayor parte del aire y la ropa era tan escasa y su material absorbía el frío juntamente con la nieve que caía.

El peliblanco apenas pudo reaccionar al verle caer de aquella manera tan repentina en la blanca nieve y, tan pronto como pudo se hincó a su lado, mirándole de una manera un tanto asustada y preocupada.

– Oye... –, le zarandeó suavemente y apenas en ese momento fue cuando pudo darse cuenta de lo que realmente estaba pasando. El chico tenía la piel terriblemente fría, sus labios estaban algo morados y ese ligero color tostado ahora resaltaba más blanco entre sus ropas negras e incluso podría compararse con la del príncipe si su piel hubiera tenido un color más blanco del que ya presentaba.

Prontamente tomó al chico por la cintura y lo colocó sobre su hombro, cargándolo como si fuera un muñeco o un costal y corrió hacia el lugar más cercano que conocía: la casa de su abuela.

Ciertamente se veía muy gracioso corriendo de ese modo, parecía que iba dando saltitos entre la nieve y al ser tan pequeño y llevar encima a otro ser pequeño solo aumentaba el nivel de "graciosidad" que podía tener. Pero en ese momento la adrenalina que sentía por el reciente desmayo del pelinegro y la presión de poder ser visto por alguien en aquellas condiciones le incitaban a moverse cada vez más rápido y sin sentir el peso de ese chico que acababa de conocer.

Entró en la cabaña de su abuela y rápidamente encendió la chimenea y dejó al otro sobre el tapete frente al fuego, le quitó la capa y tomó aquella que anteriormente fue suya la que le había dado su abuela y que no había podido usar. Sacudió el polvo y la calzó en el pequeño adolescente, sorprendido de que le quedaba a la medida. Se sentó a su lado, esperando y viéndole atento; esperando a que despertara y su corazón se encontraba en una cabaña muy lejos de ahí, junto a otro castaño también inconsciente...

 


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