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Aka to Shiro por Lima369

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Nervios.

Esa era la única palabra que podía describir las sensaciones que el moreno estaba experimentado.

En el momento en que sus ojos se encontraron con los del castaño su corazón se aceleró, y estaba claro que no se debía a la carrera que había emprendido anteriormente.

Estaba completamente perdido en esa mirada, en el brazo ajeno que se encontraba rodeando su cintura y que acariciaba suavemente con sus dedos la piel que alcanzaba a verse bajo su playera y el cómo estos le hacían sentir más escalofríos de los que ya padecía por el ambiente.

De forma casi automática, llevó sus manos a los pectorales del mayor mientras con la punta de su lengua humedecía sus hermosos labios.

Por otra parte, el castaño estaba completamente atontado con ese ser tan misterioso y hermoso.

No podía evitar quitar la mirada de esos ojos que le incitaban a estar cada vez más cerca, cada vez más...

Cuando sintió las manos del chico tocar su cuerpo él no pudo evitar atraerle de tal manera que sus cuerpos quedaran unidos y, por lo tanto, tan cerca uno de otro que un beso no sería mucha complicación.

Y esa fue la intención del más grande al acariciar la mejilla del moreno con la palma de su mano y detener la caricia en su barbilla. Miró los labios ajenos mientras se acercaba, para poder pedir permiso. El pelinegro cerró los ojos y entreabrió sus labios, esperando ese beso mientras se ponía sobre las puntas de sus pies.

Apenas notó esa posición tan sumisa por parte del menor no pudo evitar acercarse a él por completo.

De una forma que no podía evitar sentía la necesidad de tocar esos labios con los propios. Le parecían tan apetecibles que no podía evitar sentir su sabor ya en su boca. Le encantaba la idea de poder besarle. Sentía unas ganas irrefrenables de poder devorar esos labios y le erizaba la piel el imaginar los jadeos del pequeño cuando se apoderara de esos labios.

Sus alientos se entremezclaban y ayudaban a aumentar la excitación y el deseo de ambos. Porque, para que negarlo, se notaba a leguas cuanto se deseaban aquellos dos.

El castaño entreabrió sus labios y se encorvó un poco, de esa manera podía estar más cerca del chico y este estaría más a su merced.

– Oigan... –. Se escuchó al fondo una voz, agitada y cansada. – Gracias por esperarme –. Era la voz del peliblanco.

Se habían olvidado de él.

Antes de que pudiese ver lo que estaban haciendo el castaño separó al moreno de si y suspiró con fastidio.

–Ya será después –. Susurró a un sonrojado y nervioso pelinegro que había reaccionado aún más mal, ya que simplemente aventó al de ojos ambarinos y su notorio sonrojo, por su piel morena, evidenciaba que algo estaba pasando.

Cuando el peliblanco les alcanzó y notó el sonrojo del menor se sintió terrible de saber que posiblemente el pelinegro amaba a la misma persona que él. Sin embargo trató de disimularlo. Él había tenido su oportunidad de enamorarlo y nunca lo había logrado. Dejaría que las cosas tomaran su propio curso.

Respiraba realmente agitado cuando llegó junto a ellos.

– Creo que nos debes una explicación –. Le miró el castaño con los brazos cruzados.

– Uruha... –, hablo jadeante y cansado, – El es Aoi... viene del otro lado de la frontera.

Fue su sencilla explicación mientras se dejaba caer a la nieve. Realmente cansando.

El ojimiel se volvió al otro apenas escuchó esas palabras....

El que ese chico estuviera ahí significaba que él podía irse al otro lado... escapar de ahí... conocer un mundo diferente. Sonrió y se acercó a él.

– Hola Aoi. Un gusto conocerte –. El pelinegro, dudoso y nervioso tomó esa mano.

– Hola Uruha –. Susurró ese nombre que soñó con pronunciar durante mucho tiempo.

– Ruki... voy a llevar a Aoi a pasear. Quédate en la cabaña. Mas tarde hablaré contigo.

Al principito no le quedó de otra mas que aceptar eso. Se sentía impotente y cansado como para hacer algo. Y solamente les vio alejarse. Viendo como el castaño tomó la mano del pequeño niño y se lo llevó corriendo, a esa velocidad que él nunca hubiera podido alcanzar.

Después de un tiempo corriendo el castaño se detuvo y volvió a rodear con sus brazos al pelinegro, sintiendo unas increíbles ganas de hacerlo aunque no sabía exactamente porque.

Lo llevó a conocer el gran paisaje que las tierras de Shiro ofrecían a los curiosos y a los aventureros.

Todo lleno de nieve... grandes montañas nevadas al fondo, bosques de tundra extendiéndose a sus pies. Parecí que en cualquier momento habría una avalancha y sepultaría todo.

Le mostró el cielo nublado sobre sus cabezas, que amenazaba con dejar caer una nevada en cualquier momento.

El pelinegro estaba fascinado por todas esas cosas nuevas que veía, y se encontraba nervioso por todos esos roses que tenía su mano con la ajena.

Por otro lado, el castaño simplemente se dedicaba a apreciar esas bonitas sonrisas que ofrecía el otro, gozando de verle así y poder apreciarle.

Cuando el sol llegaba al horizonte, anunciando el fin del día, el castaño se ofreció a llevar al pelinegro a casa y este, no lo dudó ni un momento y dejó que el mas alto caminara a su lado.

Cuando llegaron a la frontera caminaron, inconscientemente, más lento para retrasar el momento de separarse. Subieron el puente y justo a la mitad se detuvieron y se miraron fijamente durante lo que les parecieron horas.

Finalmente el castaño se acercó a él hasta juntar sus frentes, logrando que el chico se sonrojara y mordiera sus labios, sintiendo como su corazón se aceleraba al tenerle tan cerca.

– ¿Volverás mañana? –. Preguntó dulcemente y en un suave susurro.

El chico solo pudo asentir.

– Lo prometo... volveré aquí –.

Fue una respuesta simple, pero que ambos tomaron con sus manos y se negaron a buscar otra cosa.

El pelinegro se zafó del agarre para poder regresar a su casa, sin embargo el sentimiento de alejarse y quedarse vacío se anegaba más y más en él a cada paso que iba dando. En un momento de impuso detuvo su andar y se volteó a verle, sorprendido por verlo ahí de pie, mirándole fijamente y esa fue la gota que colmó el vaso.

Sin pensarlo dos veces corrió hacia ese castaño que tanto amaba y se colgó de su cuello mientras unía sus labios. Sin temor alguno a hacer el ridículo o no ser respondido. Sin embargo el castaño tomó la cintura ajena y le dio una vuelta mientras correspondía al beso, haciéndolo cada vez más intenso y profundo, jugando con la lengua ajena, saboreando esos labios gruesos, dándose mordidas.

El pelinegro, algo torpe, llevaba el beso tan bien como podía. Ese era su primer beso.

El castaño terminó por recargarlo en el puente y con suavidad comenzó a recorrer sus muslos con ambas manos, tocándolo dulcemente, queriendo que entendiera ese sentimiento que él tenía y tratando de hacerle sentir lo mismo.

El pelinegro comenzó a temblar por aquellas nuevas reacciones, le gustaban todas aquellas cosas nuevas que estaba experimentando, sin embargo, no podía evitar estar nervioso y el castaño se dio cuenta de eso. Comprendiendo que era demasiado para el pequeño cortó el beso abruptamente y le dejó salir de sus brazos.

– Te estaré esperando aquí mañana... no llegues tarde –. Susurró sobre los labios ajenos antes de darse la vuelta e irse corriendo.

El pelinegro se quedó atontado unos segundos, viéndole irse. Cuando regresó en sí se sonrojó y corrió de nueva cuenta hacia al lado contrario del castaño, yendo directo a donde Reita.

 


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