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Aka to Shiro por Lima369

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Reita

Poco a poco fue tomando conciencia de sí mismo al irse removiendo.

Estaba acostado boca arriba.

Todo su cuerpo dolía.

Estaba cansado, se sentía terriblemente pesado además de aplastado por algo que no lograba identificar pero que le impedía moverse, parecía que quería dejarlo sobre el suelo, incluso lo sofocaba un poco y a esto se le sumaba que sus pulmones ardían con cada inhalación que daba y se a semejaba a como si el aire quemara su garganta al pasar por ella.

Sus pesados ojos no le permitían si quiera ver donde se encontraba antes de volver a cerrarse.

Desesperado, trató de levantarse pero al mover sus brazos sintió un tirón en todos sus músculos y como un gran peso sobre su cuerpo lo obligaba a mantenerse en su posición, casi aplastándolo, haciéndole aún más difícil respirar. Arrugó su frente y un quejido grave y lastimero escapó de sus labios sin que pudiera evitarlo.

– Por fin despiertas –. Escuchó una voz profunda y muy varonil a su lado y unos momentos después todo ese peso sobre su cuerpo desaparecía, dejándole una sensación de libertad que disfrutó con un suave suspiro.

– Comenzaba a pensar que ya estabas muerto –. Volvió a quejarse apenas dejó de escuchar esa voz que no conocía y luego un escalofrío intenso recorrió su cuerpo, aunque él realmente no sabía que era aquello, pues apenas había tenido esa sensación algunas veces en su vida.

– ¿Dónde...? –. Su frase se quebró debido al ardor en su garganta, ese que no lograba identificar como sequedad, causada por el fuerte frío que, básicamente, había quemado sus mucosas; esa única palabra fue dicha con voz rasposa y apenas audible. Después de intentar decir algo fue interrumpido por un acceso de tos, causándole más daño a su garganta. Se irguió apenas unos centímetros, apoyando su peso una de sus manos para tratar de quedarse ahí mientras buscaba acostumbrar sus ojos al débil resplandor del fuego en la estancia

Volteó a ver a ese hombre a su lado. Cuando logró enfocarlo no podía creer lo que veía. No podía creer que realmente ese ser estuviera frente a sus ojos.

Nunca había visto algo tan perfecto... y es que esa palabra "perfecto" se queda corta a lo que él sintió al verlo.

Sus ojos alargados...

Sus iris blancos...

Su tersa y lechosa piel...

Su blanco cabello, cubriendo parte de su frente y un poco erizado en las puntas, cayendo más o menos a la altura de su nuca y alguno que otro mechón acariciando su mentón y cuello, logrando cubrir sus orejas.

Pasó sus ojos por el contorno de la mandíbula, redondeada y firme.

Sus pómulos algo levantados que se confundían un poco por sus mejillas, que aunque rellenitas no lo hacían ver gordo aunque si adorable, y más aun con el suave sonrojo que lo atacaba en ese momento junto con esa respiración acelerada que llevaba, casi como si estuviera tentándole a echarse sobre él.

Luego bajó por lo que podía ver de su cuerpo, topándose con ese esbelto cuerpo, pequeño y apenas cubierto de ropa.

La mirada del de cabellos oscuros se quedó fija sobre ese chico que ocasionó preocupación en su acompañante

– ¿Estás bien? –. Preguntó al tiempo que le entregaba un pocillo con agua que apenas tuvo en sus manos el otro mantuvo su mirada fija en ese líquido, viéndolo atentamente con el ceño levemente fruncido y una mueca en sus labios similar a una sonrisa, debido a lo mucho que este lo extrañaba y fascinaba. El pequeño tazón humeaba un poco ya que su contenido estaba caliente y comenzó a divertirse al hacer que el líquido se moviera junto con cada movimiento que él hacía, además de que descubrió que podía ver su reflejo en ella, viéndose por primera vez en su vida.

Él no conocía el agua así, a pesar de que ayudó a su primo a construir el puente, su labor era mínima y su cuerpo luchaba por seguir vivo, su atención no tenía por qué centrarse en el agua.

– Oye... –, le llamó al tiempo que se acercaba a la ventana y la abría sutilmente, empujándola y atrayendo de inmediato su atención y alcanzar a ver como dejaba entrar el aire, que heló casi toda la habitación y movió sus cabellos al ser algo fuerte, ganándose una vista que sabía difícilmente volvería a ver, – esa es para que la bebas y mejores, no para que la veas.

Para el peliblanco era más que común ver el agua, pues al derretir el hielo con una fogata el agua formaba parte de su todo, sin embargo, en el mundo contrario lo que no asaban simplemente lo freían o dejaban secar o lo comían crudo.

Cuando el pelinegro volvió a ganarse la mirada de su acompañante, no pudo evitar notar que el rostro este estaba pálido y su respiración se normalizaba de a poco.

Acercó el tazón a sus labios y dio un sorbo al contenido, sintiendo casi de inmediato como le regresaba la vida, no por el líquido, sino por el calor que recibió con solo rosar sus belfos; su garganta, al humedecerse y calentarse se aclaró de inmediato.

– Lo siento. Es la primera vez que veo esto –. Su voz seguía ronca y algo cansada, pero ya era entendible y no dolía al hablar.

Debido a ese comentario recibió una de las miradas prepotentes del príncipe y no pudo evitar pensar que ese hombre era realmente hermoso, ahora sus hermosos ojos alargados eran más pequeños, viéndose sumamente atrayentes por el blanco de fondo, sus delgadas cejas juntarse en su frente y lo suavemente ladeada de estaba su cabeza, para él era irresistible.

– ¿Lo dices enserio? –. La sonrisa burlona que le dedicó después de hablar se lo confirmó. Estaba enamorado de ese peliblanco, de ese ser de mirada misteriosa y facciones delicadas pero que seguía siendo tan varonil e imponente.

Se puso de pie y se acercó hasta él, logrando ponerlo contra la pared y viéndolo desde arriba al ser más alto que él mientras el de cabellos plateados no podía hacer nada más que sujetarse con fuerza de sus hombros, viéndolo con algo de confusión para luego entrecerrar los ojos y entreabrir los labios. Ante eso el de cabellos negros no pudo evitar acercarse aún más hasta juntar sus labios, sintiendo ese cosquilleo como no había sentido ningún otro. Sus manos se deslizaron hasta alcanzar la fina cintura de su compañero, aumentando las sensaciones, casi sintiendo que habían nacido para encontrarse algún día y estar juntos. Mordió el carnoso labio inferior del más bajo y cuando no vio resistencia de su parte terminó por introducir su lengua en la cavidad ajena, recorriéndola con lentitud antes de sentir como el otro llevaba sus manos hasta su cabello y enredaba gran parte de este entre sus dedos. Un suave suspiro salió de esa boca fría, chocando contra la suya, enviando de inmediato una sensación gélida a todo su cuerpo, erizando toda su piel, ocasionando que terminara de abalanzarse sobre él, besándolo con más auge y sintiendo el placer aflorar en su cuerpo cuando el otro hacia suaves sonidos que hacían que toda su boca vibrara y esas vibraciones solo hacían que él se encendiera más, deseando más de todo, más contacto, mas saliva, más sonidos... y eso comenzó a buscar, llevando sus manos a...

– ¡Oye! –.

Parpadeó varias veces antes de ver al hombre, con el que hace un momento se besaba con intensidad y casi compartía su alma, aún junto a la ventana.

... lo había imaginado todo...

Eso lo hizo apenarse demasiado y tomar un poco de color.

"Qué vergüenza" fueron las palabras que se repetían una y otra vez en su cabeza. Y esto solo aumentó al notar lo que ese pensamiento y leve momento de calentura le causaron en su cuerpo, un notorio bulto en su entrepierna.

Lo único que podía tener seguro en ese momento era que ese hombre había causado estragos en él.

– ¿Qué te ocurre? –. Se acercó a él, aunque apenas un par de pasos. – Se supone que el agua te ayudaría a entrar en calor ¿sigues mal? –. Suspiró y fue a sentarse tan cerca como el calor le permitía. – No dejas de hacer cosas raras ¡Incluso olvidaste el agua! –, negó, casi como si estuviera riéndose por eso. Luego volvió a verlo, esta vez más serio, – ¿Sabes? He hecho de todo para que no mueras; te exijo que mejores ahora mismo –. Terminó por dictaminar, dejándole ver que no tenía idea de que estaba haciendo y la prepotente forma en que lo habían educado, sin embargo aquello solo lo hizo reír un poco, más que nada por que aquella actitud le hacía ver ternura en él, verlo exigir algo como aquello que obviamente estaba fuera de su control.

–Ya estoy bien. Gracias por lo que hiciste por mí y lamento las molestias que te ocasioné –. Se levantó con cuidado y fue a sentarse junto al fuego, yendo a paso lento y cuidadoso ya que apenas podía mantenerse en pie, llevándose un par de pieles para poder sentarse y rodear su cuerpo ya que sentía que el frío volvía a azotar su cuerpo. Inconscientemente fue acercándose a la llama hasta que esta rosaba su piel sin dañarlo, el peliblanco no podía creer que eso estuviera pasando realmente pero se abstuvo de comentar algo. – La verdad no pensé que podría ser tan malo venir aquí. Me sorprende no haber muerto desde el inicio, pero de verdad que te agradezco, aparte de cuidarme todo este tiempo me recibiste en tu casa sin conocerme solo para que mi primo y su amante vivieran felices –, cerró los ojos y suspiró, – y sobre todo porque sigues quedándote conmigo aunque a ti te afecta el calor –. Terminó volteando su vista a él, viéndolo con una sonrisa por demás sincera y cariñosa, luego sus ojos negros se cerraron para dejar a su dueño dormir y descansar.

Ruki

Realmente ese niño bajito no se esperaba nada de lo que estaba a punto de sucederle.

Nunca había visto a su amigo tan agitado.

Nunca lo había visto tomando decisiones tan imprudentes y sin pensar en nada.

/Flash-Back~/

Nunca en su vida había hecho trabajo duro. Sus manitas apenas y estaban mallugadas, sin embargo desde que decidió salir de todo lo que implicaba ser príncipe y vivir en un palacio tuvo que saberse arreglar por sí mismo. Debido a eso en ese momento trataba de partir algunos leños para poder encender un fuego y prepararse algo de comer, tres cosas que no tenía idea de cómo preparar, eh ahí la razón de que llevara más de dos meses comiendo solo pan y algunas frutas que compraba al ir al mercado, otra cosa que no había hecho nunca antes. Vaya si su vida había cambiado.

Cansado y con las manos rojas y adoloridas terminó levantando la mirada. Fue ahí cuando lo vio acercarse. Corriendo y llevando su capa blanca, intentando usarla como camuflaje.

No pudo evitar reírse de él.

¿Cómo se le ocurre hacer eso cuando estaban a plena luz del día y su cabello y ropas resaltaban sobre la espesa nieve?

Pero algo estaba mal, Uruha no iba a visitarlo de día a menos que fuera realmente una necesidad o una urgencia, y por como venía, se decantó por la segunda.

– Ruki... –. A penas tuvo aliento para llamarlo, había corrido sin parar desde que salió de su cabaña.

– Vaya, vaya... ¿Qué me hace merecedor de tu compañía? –.

El tono de burla que usó pasó desapercibido de inmediato.

– Lo traeré aquí... voy a robármelo –. Dijo decidido el de cabellos castaños.

– No quiero que traigas nada a mi casa, bastante tardo en mantenerla en orden –.

– A Aoi... –. Terminó diciendo al ver que no había entendido nada.

– ¿Al niño...? ¿Vas a traer a ese niño aquí? –, la sorpresa e incredulidad podían leerse claramente en su cara, – ¿Te has vuelto loco? ¡No puedes tenerlo aquí! Te descubrirán de inmediato –. Se giró y negó, sin poder aún procesar esas palabras. Para él eso solo significaba que el otro de verdad había perdido la cabeza

/End Flash-Back~/

¿Robarse a ese Chico? Lo estaba diciendo enserio, no le quedó duda cuando vio como se lo explicaba... vio en sus ojos como estaba convencido de que debía ir por él, de que debían estar juntos. No pudo más que apoyarlo. Él nunca en su vida había hecho nada por él mismo y ahora que iba y le pedía apoyo no pudo negárselo. Sentía que con ese par de acciones que hacía por él estaba devolviéndole todos los favores que un día le hizo. Lo que si nunca esperó fue que see los cobrara con creces.

/Flash-Back~/

Lo estaba esperando al amanecer frente a la cabaña. Le había prometido tenerle ropa y provisiones listas para un tiempo. Ya tenía todo acomodado sobre una carreta, solo faltaba que se presentara y ya se estaba retrasando. Era antes del amanecer, habían acordado así para levantar menos sospechas aún y él no llegaba. Los nervios estaban comenzando a traicionarlo, se notaba por como caminaba por el proche de su caza lleno de nieve fresca que aún caia pero levemente además de que mordía sus uñas una y otra vez, volteando hacia todos lados posibles.

Apenas lo vio venir corrió hasta él, hundiendose hasta las rodillas conforme avanzaba y entonces descubrió el por que de su tardanza.

Llevaba una carreta con algunas pieles y pocas pertenencias del chico pelinegro que iba acostado sobre todo eso. El problema no era la carreta atascada en la gruesa capa de nieve que no los dejaba avanzar pues el intenso calor desprendido del moreno salía del carro lograba derretirla en un metro a la redonda, dejando que el agua se transformara en hielo apenas se alejaban de ella. El problema de su retraso tampoco era el calor, pues apenas lograba acariciar los árboles. El problema era que la carreta pesaba demaciado pues en ella no solo iban las improvisadas proviciones del moreno y él mismo, sinó que iba otro hombre bajo todas esas pieles y el más pequeño trataba de protegerlo con el calor.

– ¿Pero qué...? –, comenzó a decir el de ojos blancos.

– Ruki, por favor no digas nada –. Pidió el castaño mientras seguía avanzando.

– ¿Qué no diga nada? –, respondió bastante molesto, – Trajiste a alguien más, a alguien que no tolera este clima y que no puede vivir por si mismo y que obviamente va a morir ¿y quieres que no te diga nada? Maldición Uruha –. Terminó por darse la vuelta y dirigirse hacia la cabaña.

– Lo sé. Sé que arriesgué demasiado, pero no lo hubiera traído de no saber que hacer después –.

– ¿Y qué planeas genio? –. En su voz se notaba que seguía molesto por esa estupidez, como él insistía en llamarlo dentro de su mente, además por las fuertes pisadas que daba.

– Planeo dejarlo contigo –.

Se frenó en seco apenas escuchó esas palabras y se volteó a verlo. Causando que el más alto también parara su avance. En sus ojos blancos se notaba que trataba de mantener dentro esa personalidad prepotente y terca que durante años había mostrado sin pensarlo.

– ¿Qué? –. Habló casi en un susurro y por como tensó la mandíbula y empuñó sus manos se notaba que estaba más que molesto. – Es una broma ¿verdad? –.

– Para nada. Sabes que yo nunca bromeo al respecto de este tipo de cosas nunca –. Lo miró fijamente. – Ruki, de verdad quiero que me ayudes a cuidarlo –.

– Ya me quedó claro. Estás loco Uruha. Estás loco si piensas que te ayudaré a cuidarlo. Apenas puedo conmigo mismo y este sujeto tiene diferente forma de vida y no podemos vivir juntos debido a eso –.

– Vamos, estoy pidiéndote un favor. No podía dejarlo solo allá y se que te hará bien tenerlo contigo –.

– ¿Qué me hará bien? Sabes a donde vendrá a buscarte mi madre apenas desaparezcas ¿Cierto? Vendrá aquí y no puede enterarse de que no estamos solos en el mundo. Será un completo desastre y todo por tu bondad de no querer dejarlo solo –.

– Claro que no y lo sabes bien. Si lo ayudas a adaptarse a este mundo podrá pasar desapercibido. A tu madre no le importaría que empezaras a vivir con alguien –.

El peli plata pareció considerar esas últimas palabras. Era cierto que si lograba adaptarse podría parecer que todo estaba en orden ahí, el único inconveniente era si lograría adaptarse antes de la próxima recolección.

Aunque debemos admitir que algo dentro de él le decía que no solo debía aceptarlo por alguna clase de deber, por regresar los favores al castaño o por la necesidad de ayudarlo.

– De acuerdo –. Terminó cediendo. – Pero te advierto que sobre la Reina no tengo garantía de nada. Si es descubierto antes de que pueda adaptarse yo no podré hacer mucho para ayudarlo. Creo que correré la misma suerte que él... –.

Apenas llegaron a la puerta de su ahora casa fue a buscar todas las pieles, abrigos y capas que usaba él para cubrirse, más que nada, del aire y para alimentar su ego y vanidad. Acercó el pequeño sofá que tenía en el lugar hasta la chimenea, que usaba como bracero para cocinar y rápidamente encendió fuego, dejando atrapado el calor contra el mueble y acomodó todo sobre este para hacerlo ver como una cama. Mientras tanto el niño tomaba las provisiones y las ropas y las acercaba al carro, donde el rubio yacía, quejándose en gritos horribles y desgarradores, sobre las capas que tenían los gigantes. La nieve se derretía incluso antes de tocarlo simulando una pequeña lluvia sobre él y perlando su cuerpo de agua pues mostraba gran parte de su pecho, cuello y brazos. Temblaba y se acurrucaba en el mismo, tratando de mantenerse alejado del aire, que para sus tres compañeros apenas y se sentía fresco, para él era como estuviera quemándolo en vida.

Lo ayudó a trasladarlo cuanto pudo debido a la temperatura que tenía su piel, sentía como si estuviera metiendo la mano en el fuego, sin embargo, no le hacía daño, era cálido y suave aunque si un poco incómodo y extraño al experimentar esa sensación tan nueva y única, dejándole ver incluso por primera vez la piel de su mano de otro color. Para el otro lado sucedía exactamente igual, el tacto del príncipe parecía hacerle daño pues se quejaba apenas era tocado y rehuía al contacto, sin embargo, si dejaba un momento su mano sobre la piel ajena le dejaba estar ahí, incluso parecía disfrutarlo un poco.

Al final fue el de ojos amarillos quien lo llevó hasta adentro y lo dejó sobre el sofá mientras que el de blancos cabellos sellaba cualquier entrada de aire, dejando solo la puerta y la ventana más alejada para comunicarse con el exterior y el pelinegro cubría a su primo con todo lo que encontraba.

De manera rápida le dieron instrucciones de cómo debía cuidarlo. Mantener el calor cercano a su cuerpo con los abrigos, el fuego y el agua caliente, además de darle la comida recién sacada del fuego.

Cuando lo dejaron solo con su nuevo inquilino el calor comenzó a azotar su cuerpo, haciéndolo sentir tal cual se sentía estando en la frontera. Por esa razón decidió salir un momento por leña para mantener el fuego y buscar una manera de que el calor no le afectara tanto, ya luego podría buscar una forma de mantenerse frío en ese ambiente.

/End Flash-Back~/

 


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