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Aka to Shiro por Lima369

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Ruki

 

En ese momento estaba en el porche de la cabaña, sentado en una mecedora que había comprado en el pueblo un par de días antes.

 

Ya hacía más de un par de semanas que estaba a cargo del extranjero, como se había acostumbrado a llamarlo y se debía admitir que se había habituado rápidamente a vivir en ese ambiente tan diferente a todo lo que había conocido.

 

Habían llegado a ese punto donde el de negros cabellos dormía solo de noche y era tan enérgico como siempre había sido, a esto se le sumaba a las múltiples sonrisas que le daba al peliblanco acompañadas de risitas, lo nervioso que se ponía en su presencia, llegando a tropezarse y tirar cosas y lo mucho que estaba mimándolo, pues, al ser él quien mantenía en orden la casa, le hacía de comer, le preparaba el baño y la ropa… a decir verdad solo le faltaba bañarlo y lo hubiera hecho con gusto de no ser porque el mimado príncipe se negó desde el inicio. Y, sin querer admitirlo realmente, había logrado colarse un poco en sus emociones con todas esas acciones que le hacía creer que era lindo.

 

Lo único que aún no lograba hacer era salir de su cálido ambiente. Apenas y toleraba la corriente de aire frío cada que el de cabellos plateados entraba a la casa y aunque eso no era tan seguido, apenas estaba unos minutos sin que el calor hiciera estragos con él, pero podía notarse en el ambiente, que esos momentos que pasaban juntos… eran especiales y únicos para ambos y se notaba en la manera en que el más bajo parecía estar cómodo con la presencia del pelinegro, lo dejaba moverse libremente y de vez en cuando le correspondía a sus sonrisas con una ligera de lado o un simple asentimiento.

 

Ninguno había hablado más que de cosas necesarias además de que el más bajo no podía estar mucho tiempo dentro de la cabaña y el otro no podía estar fuera de ella.

 

Konk, Knok

 

Escuchó el golpeteo en la ventana, algo que el de cabellos negros hacía con frecuencia, primero al no estar acostumbrado al cristal y ahora solo lo hacía para llamar la atención del más pequeño.

 

Volteó a verlo después de escuchar nuevamente la uña contra el vidrio, empañado, en el que se podía leer claramente “¿Qué estás haciendo?” escrito con un dedo y atrás de este se veía la sombra de Reita, esperando una respuesta.

 

El príncipe se puso de pie y se recargó en el borde de la ventana.

 

“Pienso.” Fue la respuesta sencilla que escribió a continuación.

 

“¿En qué piensas?”

 

“En ti.”

 

Comenzó a reír suavemente, tratando de imaginar el rostro ajeno, todo nervioso y tratando de responder a esas dos palabras que no eran más que verdad, aunque no en el sentido en que seguramente estaba pensando el otro. En todo ese tiempo solo podía pensar en cómo sacarlo de esa casa y el mes se acercaba a su final y sabía que no tardarían en venir, debía sacarlo de esa casa y meterlo en otra sin que muriera en el proceso. Había pensado en todo lo que podía pasar por su cabeza: ropa, toneladas de ropa, armaduras rellenas de carbón, ponerlo a vivir bajo tierra y un largo etcétera, solo le faltaba construir un túnel, pero no era lo suficiente fuerte ni audaz para poder excavar y construir una casa lo suficientemente lejos que no causara sospechas. Se estaba acabando su repertorio y no encontraba una solución.

 

“¿En mí?”

 

La respuesta llegó más tarde de lo que debería haber llegado.

 

“Sí. Necesito que hablemos. Voy a entrar.”

 

Sin esperar una respuesta se encaminó hacia la puerta y una vez frente a esta llamó tres veces, esperó un par de segundos a que el otro se cubriera y entró.

– ¿Reita? –. Lo llamó sorprendido de no verse atacado por él apenas cerrar la puerta y luego de buscar con la mirada lo encontró frente a la ventana, agachado y mordiendo sus labios.

– ¿Estás bien? En que pensabas al no cubrirte ¿eh? –, lo regañaba mientras iba acercándose a él, – ahora voy a tener que cuidarte de nuevo –. Terminó de regañarlo mientras tomaba su capa y evitaba que se acumulara el calor en él para tenderla sobre el moreno, sin embargo, este último tomó los brazos ajenos antes de que la capa cayera sobre sus hombros, dejándola a medio camino y mostrándole su rostro, un poco sonrojado y sus ojos llenos de ansiedad.

 

 – ¿De qué? –. Miraba justo a sus ojos, queriéndole decir que no importaba cuanto se esforzara, esta vez no iba a escapar de él como todas aquellas veces en que simplemente evadía sus preguntas. Esta vez sería diferente, ansiaba seriedad por parte del más bajo ya que todo lo que hacía le indicaba que sus sentimientos, si no mutuos, al menos eran correspondidos en cierta medida.

 

– No te pongas así y habla con claridad –. Exigió el príncipe luego de salir de su asombro y de intentar zafarse del agarre, fracasando obviamente.

 

– ¿De qué quieres hablar conmigo? –. Volvió a preguntar, caminando hacia el otro y no dejando que este se moviera, causando que ambos quedaran muy cerca.

– Vaya… –, en lugar de inmutarse terminó por pegar su pecho al ajeno antes de reír suavemente, – no sabía que fueras así de intenso. Pero lamento decepcionarte, no estoy aquí por eso. Necesitas irte de aquí –.

 

Por fin le decía esas duras palabras que no sabía cómo se tomaría el otro y no fue hasta después de que las pronunció que notó lo mal que se habían escuchado, dándose cuenta principalmente por como lo miraba el menor, como si acabara de ser rechazado. Dentro de la mente del de negros cabellos todo daba vuelta, se había ilusionado nuevamente y lo habían pisoteado otra vez, no podía creer que había vuelto a caer por esa actitud provocadora, bajó la mirada y soltó sus manos al tiempo que daba un paso atrás, se negaba a rendirse con él, sabía que sus sentimientos eran más fuertes que aquella vez en que Kai lo había tratado como un juguete y no se había rendido, ¿por qué ahora se sentía peor todavía?, ¿Acaso era porque con él nunca tuvo ningún contacto más que un simple roce de sus manos? O ¿por qué el bajo se portaba de esa forma tan despectiva pero interesada a la vez? No entendía nada…

 

– Oye, oye, oye, no me refería a eso… demonios… –, el de cabellos de luna se detuvo un segundo antes de abrazarlo, ¿qué pasaba con él? No era propio de si el arreglar malentendidos, ¿por qué ahora sentía la creciente necesidad de arreglar todo? Dejando todos esos pensamientos de lado atrajo al otro en un abrazo, resistiendo el contacto con él que le quemó apenas con un roce. – Hablo de que estar aquí es peligroso… necesito llevarte a otro lugar. Uno lejos donde de verdad nadie pueda encontrarte –. Frunció sus labios. Se daba asco en ese momento, no creía que dentro de él hubiera sentimientos así de cursis pero era como se sentía y si expresándolo hacía que el otro se quedara con él y siguiera mimándolo y queriéndolo los iba a decir sin dudar.  – Quiero estar contigo… y que te quedes aquí… –.

 

Luego de escuchar esas palabras, el más alto se aferró al abrazo que el otro le ofrecía, sonriendo un poco pero sin saber si aquello había sido o no una confesión.

 

– ¿Puedo saber a qué te refieres con eso? –.

 

– No lo creo, porque ni yo lo sé. Solo quiero que estés seguro y eso es lo único que me importa en este momento –.

 

El pelinegro lo apresó más en el abrazo a pesar de sentir su piel arder por el frío y sus dientes castañear; se separó un poco y terminó llevando sus manos al rostro de su compañero y acunando sus mejillas entre sus palmas y lo vio fijamente a los ojos.

 

– ¿Te sientes bien? –. Su ceño fruncido destacó en su rostro.

 

– Sí, me siento bien –. Una risa suave acompañó sus palabras. – ¿Pero sabes cómo me sentiría mejor? Si me dieras un beso.

 

El peliblanco solo puso los ojos en blanco y volvió a fruncir los labios.

 

– ¿Por qué me pides un beso Reita? –.

 

– Porque quiero besarte –.

 

– ¿Por qué quieres besarme? –.

 

– Porque me gustas mucho –.

 

El peliblanco se apartó un poco al escuchar aquello, sorprendido.

 

– No Ruki, no te vayas, hoy no –.

 

– Lo dices como si te dejara solo todo el tiempo –.

 

– Claro que lo haces, lo haces siempre, siempre que me acerco a ti, siempre que trato de hablar un poco más en las comidas, siempre que trato de tocarte… ¿Por qué haces eso? –.

 

– Hoy no, no quiero hablar de eso –.

 

Volvió a atraerlo.

 

– No, ya no quiero postergarlo, menos cuando podría morir al salir de esta casa, yo… no quiero perder el tiempo que tengo contigo, y menos cuando es tan poco –.

 

Volvió a apartarlo, no deseaba sentir esos brazos luego de que tan abiertamente hablaba de lo que quería y sentía, no quería lidiar con eso.

 

– No Ruki, quédate conmigo –.

 

– No puedo Reita –.

 

Negó varias veces.

 

– ¿Por qué no puedes? –.

 

– Me han quitado todo lo que quiero, toda mi vida, y tú eres lo más frágil y no sé si pueda protegerte, te irás tan rápido que no quiero volver a sentirme solo, así que prefiero arrepentirme toda la vida por no haberte correspondido sentimientos que obviamente tengo, que sufrir haberte perdido –.

 

Hizo aman de irse, siendo detenido por tercera vez por el moreno.

 

– No me hagas sufrir a mí también por esas decisiones, estoy aquí y no te dejaré luchar solo si llegara a pasar algo –.

 

La sinceridad en sus palabras reflejada en sus ojos hizo que el peliblanco recargara su frente en el hombro de su compañero.

 

– Detesto que no me mientas –.

 

– ¿Por qué lo detestas? Deberías de estar en mis brazos aceptando mi amor –.

 

Nunca llegó la respuesta a esa pregunta, solo, después de unos instantes de silencio volteo a verlo y lo vio a los ojos.

 

– ¿Aún me aceptas ese beso? –.

 

– Claro que sí –.

 

Dijo con una gran sonrisa antes de unir sus labios con los ajenos.

 

Inició como un suave rose que concretaba la unión de sentimientos de esos dos, pero, poco sabían en realidad que esa unión en realidad era más profunda y definía una conexión no solo entre sus almas, sino con el pasado, ese pasado que hacía muchos años y muchas reencarnaciones había conectado al presente, logrando la adaptación que decía la leyenda transmitida en cuento infantil.

 

Tan pronto como el beso fue subiendo de intensidad el de sangre real dejó de sentir la diferencia de temperatura en la habitación y el tacto contra la piel ajena dejó de escocer y, cuando se percató de que su compañero buscaba más contacto, una paz inmensa llegó hasta él.

 

Rompió el beso y solo le abrazó, sintiéndose en casa, en ese momento solo disfrutaría, ya buscaría que hacer al día siguiente.

 

 

 

 


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