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Atlantida por lizerg_chan

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Notas del capitulo:

Gomen ne por la demora!!!!

Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, sino a su autor Kishimoto-sama, este fic lo hice solo y únicamente como diversión

Parejas: SasuxNaru, SaixGaa, MinaxIta y ShikaxTema

Aclaraciones y Advertencia: Este es AU (Universo alterno) Contiene Yaoi, Tortura, contiene mitología griega, egipcia y mexicana

Beta: Usarechan

 

 

Aclaraciones:

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Capitulo 10.- Descubrimiento V

 

 

Minato estaba sentado en la rama más alta de un árbol, sus alas estaban extendidas para ayudarle a mantener el equilibrio.

 

Aquellas visiones que el primer quinto señor les mostro aun lo atormentaban. Siempre había guardado la esperanza de encontrarse con su abuelo, pero ahora… aquella pequeña luz se extinguía como una vela castigada por el viento.

 

—Minato… —lo llamó Itachi, el pelinegro se mantenía frente al aludido suspendido en el aire — ¿Quieres hablar?

 

 

El rubio no respondió. Itachi lo miró con preocupación, valiéndose de su posición se acercó al mayor para darle un delicado beso en los labios; ante esto, Minato lo atrajo en un abrazo obligándolo a sentarse en sus piernas.

 

 

—Gracias… —le susurró antes de besarlo.

 

 

Mientras tanto; Sasuke se encontraba frente a Antianira, la mujer estaba sentada frente a una pequeña mesita redonda y una silla extra.

 

— ¿Por qué no te sientas? —le sugirió la sacerdotisa —Todo aquello que deseas preguntarme requerirá de mucho tiempo.

 

El pilar del sur gruñó por lo bajo antes de sentarse frente a esa mujer que lo confundía y ciertamente lo volvía loco.

 

—El viento y el fuego están relacionados… —comenzó la mujer —. Tus sentidos debieron decírtelo la primera vez que viste al joven Naruto.

 

Sasuke comprendía lo que la mujer decía; la primera vez que había visto al rubio, su cuerpo parecía arder como el mismo fuego que controlaba y sentía que su corazón se le saldría del pecho en cualquier momento.

 

—El fuego y el viento se complementan —comentó Antianira —. El fuego es poder… es salvaje, hambriento y solo sabe destruir —Sasuke tan solo asintió; él mejor que nadie conocía al temperamental y orgulloso fuego —, por otro lado el viento es libre, grácil e indomable; es quien permite que los seres continúen con vida, pero así como el fuego, puede ser caprichoso y demostrar su furia asesina.

— ¿Esto nos lleva a alguna parte? —cuestionó con fastidio y molestia.

—Si… debes comprender la conexión entre ustedes antes que cualquier otra cosa —dijo con tranquilidad. Sasuke frunció el ceño, se cruzo de brazos antes de comenzar a replicar.

 

—Lo sé perfectamente —gruñó —, sin el viento el fuego simplemente se extinguiría, depende de él para sobrevivir y crecer.

 

La verdad es que no le gustaba saberse dependiente de nadie pero era la cruel y dulce verdad; sin el aire, el fuego simplemente se extinguiría.

 

—Todos los elementos están relacionados —habló nuevamente la ex reina —, ningún elemento es más importante que el otro, todos se necesitan para mantener el frágil equilibrio.

 

Antianira continuó explicándole cada elemento y su papel en el delicado equilibrio.

 

 

—Cómo los elementos que ustedes representan; están destinados a permanecer unidos —dijo con parsimonia —; amor, amistad, hermandad, esos lazos los mantienen juntos a ustedes y a todos aquellos descendientes de pilares.

 

— ¿A qué te refieres? —Antianira sonrió dulcemente, se acomodó el cabello tras una de sus orejas antes de proseguir —Tu hermano y el hermano del joven Naruto –así como ustedes –, están destinados a amarse —Sasuke no pudo evitar una sonrisa —, sin embargo, aquel destino no llegara si no peleas por él —Antianaria colocó los codos en la mesa, unió las manos para descansar ahí su barbilla —. ¿Estás dispuesto a luchar por ese amor? ¿Lo amas? —Sasuke asintió con la seguridad impresa en todo el rostro.

—Si —dijo con seguridad. Antianira sonrió.

—Entonces, señor del fuego… —habló nuevamente —tu lucha debe iniciar ahora o de lo contrario, el viento podría soplar en otra dirección alejándose de ti permanentemente.

 

Sasuke no comprendía del todo, pero decidió no preguntar. Se levantó de su silla y abandonó la habitación en busca de su otra mitad.

 

Mientras tanto; Sai, Gaara, Aquetzalli y Nefertina se encontraban a unos metros de la casa. El pelinegro y su buena amiga la náhuatl, se encontraban ejercitándose un poco siendo observados a lo lejos por el pelirrojo y la esfinge.

 

—Si te gusta deberías demostrárselo —habló la criatura sin recibir respuesta —. Insultarlo no hará que se dé cuenta.

—No me gusta ese idiota —gruñó el pelirrojo. Nefertina miró al cielo, seguramente preguntándole a alguna deidad el por qué ese pelirrojo era tan cabeza dura.

—Entonces deben ser imaginaciones mías —comentó con sarcasmo —. Gaara te conozco desde que estabas en pañales y puedo darme cuenta de lo celoso que te pones cuando Aquetzalli está cerca de Sai o éste le pone atención.

—No estoy celoso —gruñó sin mirarla; su atención estaba fija en la pareja que en esos momentos hablaba y reía como si de una pareja de enamorados se tratara.

—Claro que lo estas —afirmó Nefertina —. Tienes la misma expresión que ponías cuando Itachi y yo estábamos juntos.

—No estoy celoso —recalcó el pelirrojo. Nefertina dejó escapar un suspiro. Era inútil tratar de convencer al señor de la tierra para que aceptara sus sentimientos. Miró a la nahuatl esperando que tuviese más suerte.

 

El señor del agua y su amiga estaban sentados en el pasto descansando un poco después de su duro entrenamiento.

 

—Extaño nuestro hogar —comentó Sai mirando al cielo —. ¿Crees que podamos regresar pronto? —la chica miró a su amigo un poco confundida.

— ¿Es que no estás cómodo con los otros señores? —lo cuestionó. Sai dejó escapar un ligero suspiro.

 

 

Desde que todos se habían reunido; el señor del agua se sentía desplazado. Todos tenían hermanos que los querían, mientras él estaba solo. Debía admitir que sentía ciertos celos del pelirrojo pues desde que se habían encontrado, Temari solo le presentaba atención a él. Deseaba tanto volver al pasado.

 

 

—Quisiera que las cosas fuesen como antes —dijo el pelinegro ocultando su rostro entre las piernas. La morena lo miró con congoja, se acercó a él y lo abrazó para reconfortarlo.

—Si queremos regresar a casa debemos acabar con el señor del engaño —le susurró la chica.

— ¿Tú nunca me dejarás? —le preguntó mirándola a los ojos. Aquella expresión le destrozó el corazón a Aquetzalli, eran pocas las veces que había visto triste a Sai, pero todas tenían el mismo origen: soledad.

 

—Estaré contigo hasta que los dioses me lo permitan —le aseguró. El pelinegro le sonrió agradecido —. Sai, tú sabes que no estás solo —le dijo la princesa azteca —. Hicimos un juramento de hermandad, ¿Lo recuerdas?

—Si —sonrió el aludido —. Tú, Tleyotl, Tlilmiztl y los demás… incluso el señor Netzahualcóyotl son mi familia.

 

La nahuatl asintió con una hermosa sonrisa en los labios.

 

—Mi familia es mejor que la de Gaara —Aquetzalli sonrió ligeramente. Con que las sospechas de sus nuevas amigas eran ciertas.

—A ti te gusta el joven Gaara, ¿verdad? —no hubo necesidad de una respuesta, el sonrojo en su rostro lo delataba —El agua y la tierra están destinados a complementarse.

—Yo no le intereso a Gaara —Aquetzalli suspiró pesadamente; se acercó a él y besó su mejilla de tal forma que cualquiera que los estuviese viendo desde lejos pensaría que se besaban.

 

Un ligero temblor se dejó sentir del cual solo Aquetzalli se percató. La nahuatl sonrió para sus adentros al darse cuenta que el señor de la tierra los estaba espiando.

 

— ¿Qué tal si comprobamos que lo que dices es cierto? —Sai la miró sin comprender pero aun así asintió con la cabeza. Confiaba plenamente en ella.

 

Aquetzalli le sonrió sentándose en las piernas de su amigo, envolviendo su cuello con sus brazos, pegándose lo más que podía a él.

 

—El señor de la tierra nos está observando —le susurró al oído simulando jugar con éste.

— ¿Estás segura? —ella asintió mirándolo al rostro antes de unir sus labios con los del moreno en un simple contacto.

 

Gaara estaba al límite del autocontrol, en el momento en que la chica se sentó en las piernas del pelinegro y ese beso que compartían tan apasionadamente fue para él como la misma fuerza de la naturaleza. Extendió sus alas, lanzándose contra la nahuatl; la golpeó con una roca que la lanzó algunos metros distancia en un estrepitoso choque.

 

— ¡Aquetzalli! —gritó el pelinegro corriendo en su auxilio.

 

Gaara apareció entre ambos amigos; sus alas permanecían extendidas dándole un aspecto amenazante.

 

—No vuelvas a tocarlo con tus sucias manos, zorra —habló Gaara mirando a la nahuatl que trataba de reponerse del golpe.

— ¡¿Qué demonios te pasa idiota?! —le gritó un histérico Sai — ¡Pudiste matarla!

 

Mientras ambos discutían; Nefertina se acercó a su amiga para ayudarla. Por suerte ella había reaccionado justo a tiempo y el golpe no le había dado de lleno.

 

— ¿Te encuentras bien? —ella asintió, aun algo descolocada. La esfinge la ayudó a sentarse mientras la examinaba cerciorándose que no tuviese ningún hueso roto.

—Creo que me he pasado —comentó algo adolorida. Ambas miraron a los dos chicos; el pelinegro le gritaba infinidad de cosas al pelirrojo quien solo se mantenía quieto.

 

Aquetzalli jamás había visto a su amigo tan enojado y Nefertina nunca se hubiera imaginado lo celoso que Gaara podría llegar a ser. Aquella combinación podría ser peligrosa.

 

— ¡Suficiente! —los interrumpió Aquetzalli para evitar alguna tragedia. Se levantó del suelo con ayuda de la esfinge —Actúan como niños.

— ¡Casi te mata! —chilló Sai señalando a Gaara acusadoramente, el aludido se hizo el desentendido.

—Gaara solo actúo por celos —habló Nefertina en tono divertido ganándose una mirada de reproche por parte del aludido.

—Es verdad —lo apoyó Aquetzalli con una sonrisa en los labios.

 

Sai pareció calmarse, miró al aludido intensamente antes de preguntar:

 

— ¿Es cierto? —preguntó mirándolo a los ojos. Gaara no contestó, se cruzó de brazos y desvió la mirada negándose a dar su brazo a torcer.

 

—Te llevaré a tu habitación para que descanses —dijo Nefertina a Aquetzalli rompiendo el incomodo ambiente. La nahuatl tan solo asintió.

 

Cuando estuvo seguro que estaban solos, Sai se acercó más al pelirrojo hasta quedar a escasos dos pasos.

 

—Aquetzalli es mi hermana… —comenzó Sai.

—No lo es —le cortó el pelirrojo —. Esa mujer ni siquiera es de nuestro pueblo —Sai frunció el ceño. ¿Cómo se atrevía a decir eso?

—Aquetzalli es mi hermana, nos criamos juntos, compartimos momentos felices y tristes —habló con molestia. —Ella, Tleyotl y Tlilmiztl, el señor Netzahualcóyotl y los demás son mi familia —dijo con el ceño fruncido —. Ellos me cuidaron y me enseñaron lo que era el calor de una familia.

—Temari fue quien te crió —repuso el pelirrojo. Sai no pudo negar esa gran verdad, suspiró para tratar de calmarse.

—Ella fue como una madre —aceptó —, pero todos ellos fueron mi familia.

 

Gaara cerró los ojos, dispuesto a irse y olvidar el tema. Era obvio para él que Sai estaba enamorado de esa mujer. Abrió los ojos nuevamente al sentir algo cálido en sus labios; lo que vio lo dejó perplejo: ¡Sai lo estaba besando!

 

— ¿Porqué me besas? —le preguntó confundido después de romper el beso.

—Por que me gustas —respondió con simplesa —  ¿Yo te gusto? —le contestó con otra pregunta.

 

Gaara sonrió por primera vez en su vida; acercó sus labios a los de Sai y lo besó con amor y cariño.

 

No solo se gustaban, no solo sentían atracción el uno por el otro; se amaban, se querían y deseaban estar juntos así como los ríos lo están de la tierra y las rocas.

 

 

Continuará…

 

 


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