La noche anterior se había adentrado en el bosque en busca de descanso, pero el escándalo de unos golfos le despertó, cosa que no le hizo ninguna gracia.
Por el ruido que hacían, corrían. Decidió ver un poco, por ver si valía la pena castigarles por despertarle.
Cuando por fin les encontró, descubrió que unos veinte hombres armados perseguían a un joven por entre los árboles. Se notaba que el joven estaba en peligro y que iba desarmado.
Debería haberle dado lo mismo, debería haberse dado la vuelta y encontrar otro lugar donde pasar la noche, pero la mirada del joven no se lo permitió. Había algo en él, que le atraía.
Corrió por entre los árboles a la misma altura que el joven, evitando que éste pudiese si quiera notarle. Empezaba a ser de noche y podría librarse mejor, pero los otros se acercaban peligrosamente a él, no quedaba mucho para que le alcanzasen, por lo que no le quedó otra.
Frenó bruscamente y se giró, haciendo que el grupillo que perseguía al joven se parasen delante suya.
-¿Y tú quién eres?
-Me habéis despertado.
Todos comenzaron a reírse. Tokimoro desenfundó la katana suave y lentamente, ante la mirada de todos, que se reían aún más.
-Somos demasiados, no podrás con todos.
-Probemos.
De tres en tres, sumándose alguno tal vez, fueron hacia Tokimoro con las katanas levantadas, desafiándole. Lo que no se esperaban es que la velocidad de Tokimoro era mayor que la suya, y no importaba el hecho de que se enfrentara a tres o cuatro, les derribaba de un solo toque, dejándoles en el suelo desangrándose, otros en cambio perdía la cabeza o algún brazo, en cualquier caso todos murieron en menos de diez minutos, y Tokimoro ni si quiera sufrió rasguño alguno.
Entonces decidió buscar al joven, para asegurarse de que se encontraba bien. Ya era de noche y la visibilidad disminuía con cada paso que daba.
Cinco horas le costó encontrarle, sentado, apoyado en un árbol, durmiendo, un bobo sin duda. A nadie se le hubiese ocurrido entrar en el bosque y quedarse dormido sin ningún arma con la que protegerse.
Permaneció de pie, con la katana apuntando a su cuello, esperando a que se despertara, tendría que responder unas cuantas preguntas.
Al fin se despertó, el sol casi tocaba el cielo sur.
-Tú no eres de aquí.
Notó el temor del joven.
-No.
-A dónde vas.
-A Yokohama.
A Yokohama, cerca de la capital. Era evidente, no era más que un pueblerino buscando fortuna.
-Cómo te llamas.
-Shinokera Milo.
-No vas por buen camino.
Guardó la katana en su funda y se marchó. No sabía por qué deseaba saber su nombre, era como si esperase que fuese alguien a quien esperaba. Pero él no esperaba a nadie más que a la muerte. Un joven pueblerino. Bueno, por lo menos estaba bien, tanto que pudo dormir en toda la noche, cosa que él no. Nunca sabría que él le libró de los maleantes.