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Lost past por Kitana

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Eres como una predicción de las buenas,

Eres como una dosis alta en las venas;

Y el deseo gira en espiral

Por que mi amor por ti es total,

Es para siempre.

 

Kanon se levantó muy temprano esa mañana, se sentía cansado, el trabajo en la construcción se le antojaba más pesado de lo que había imaginado. Milo ya se había levantado y estaba en la cocina improvisando un desayuno para los dos. Llevaban ya seis meses fuera de casa, evitando todo contacto con sus respectivas familias. Las cosas habían sido muy difíciles, ambos tenían que trabajar para poder mantenerse, las cosas eran más difíciles de lo que hubieran podido imaginar, habían pasado tiempos verdaderamente difíciles.

 

Las verdes pupilas de Kanon se clavaron en la espigada figura de Milo. Sonrió apenas mirarlo y es que era feliz, aún cuando había días en los que solo comía un trozo de pan y un poco de jugo, era feliz y nada se comparaba con esa sensación de plenitud que experimentaba.

 

El trabajo en la construcción era duro y difícil, pero no importaba si Milo estaba a su lado.

- Buenos días. - dijo Milo con esa esplendorosa sonrisa que ni siquiera los días sin comer le habían podido arrancar.

- Buenos días.- dijo Kanon, se acercó a él y reclamó un beso de esos labios que tanto adoraba.

- Siéntate, vamos a desayunar.- dijo Milo empujándolo suavemente hacía la mesa.

- ¿Hay noticias de la universidad?

-  Todavía no, pero confío en que me den la beca, así tendríamos algo de ayuda con los gastos.

- Sí... eso sería bueno. - dijo Kanon mirando fijamente a su pareja.

- ¿En que piensas?

- En que no sé como es que alguien como tú esta con alguien como yo.

- ¿La frase "por que te amo" no te dice algo? - dijo Milo con una sonrisa. Kanon lo miró con seriedad, Milo no entendía, pero cada vez eran más frecuentes aquellas expresiones en Kanon.

- A veces eres tan ingenuo...

- No lo soy, ingenuo sería creer que le importo a alguien que no seas tú. - dijo Milo algo dolido. Kanon detectó ese matiz desesperado en su voz y se apresuró a ir a su lado para intentar confortarlo.

- Lo siento... es que... todo ha sido tan extraño y difícil.

- Eso no importa, tú sabes que estoy aquí porque quiero, porque te amo y porque no estaría en ningún lugar mejor que contigo. Te amo Kanon.

- Y yo a ti Milo... - dijo y se besaron, Milo aferró el cuello de Kanon para tenerlo más cerca, ambos se fundieron en ese beso apasionado y ansioso, las manos de Kanon se deslizaron hasta el trasero de su amado. Las manos de Kanon recorrieron cada parte de esa zona de la anatomía de Milo, el más joven se dejó llevar por las acciones del otro, a su lado estaba descubriendo aquello que jamás había querido probar con nadie más. Kanon deslizó sus manos al interior de la ropa de Milo, pronto sus dedos se cerraron alrededor del miembro fláccido de Milo, quien se sobresaltó ante ese contacto, durante esos seis meses no habían ido más lejos que unas cuantas caricias bastante atrevidas, pero siempre paraban sin ir más allá. - Tranquilo, lo haremos cuando estés listo. - dijo Kanon abrazándolo con ternura. - Tengo que irme, debo trabajar y tú debes ir a la escuela.

- No te entretengas mucho, ¿sí? Me preocupa cuando te tardas.

- No tienes de que preocuparte, sé cuidarme.

- Tal vez, pero no quiero que te pase nada, llega temprano ¿sí?

- Está bien, cuídate.- Kanon lo besó con suavidad para luego abandonar el diminuto departamento que compartían.

 

Después de ti, la pared,

No me faltes nunca,

Debajo el asfalto y más abajo estaría yo...

 

Después de ti, la pared,

No me faltes nunca,

Debajo el asfalto y más abajo estaría yo...

Sin ti...

 

Milo se dirigió a la preparatoria oficial a la que ahora asistía, no sin dejar de pensar en Kanon, lo amaba y eso lo tenía bien claro. No iba a dejarlo a pesar de la insistencia de su madre, hacia un par de semanas que Alethia lo había localizado, pero no había mencionado nada a Kanon porque no sabía como podía reaccionar. ¿Qué haría si lo obligaban a volver? No quería dejar a Kanon, lo amaba demasiado. Y estaba seguro de que juntos terminarían venciendo cualquier adversidad, lo habían hecho bien en los últimos seis meses, ¿por qué no seguir así? Con el tiempo seguramente las cosas mejorarían.

 

Kanon iba llegando a la construcción en la que trabajaba como electricista. Cuando consiguió ese trabajo se alegro de que hubiera una forma útil de emplear todo lo que había aprendido de su padre y hermano.

- Así que era cierto... no imaginé que terminarías en un sitio como este. - dijo una voz bien conocida a sus espaldas.

- Tío Shura.- murmuró Kanon sintiendo que toda la sangre en su cuerpo se estancaba.

- Muchacho, eres bueno escondiéndote. - dijo Shura con una sonrisa algo torcida.

- Tuve que hacerlo o me hubieran despachado igual que a Saga y al viejo.

- Debí suponerlo... ¿o es que en realidad te escondes para que nadie sepa del muchachito con el que vives?

- Él no tiene nada que ver con esto.

- O sea que no le has dicho a que te dedicas después de la escuela.

- Dejé la universidad.

- Eso ya lo sé, ¿sabes? Anaximandro estaría decepcionado de ti. Pero yo no. Fue una jugada bastante buena escaparte con tu novio.

- ¿Qué quieres?

- Nada, solo darte la oportunidad de recobrar todo lo tuyo. Aquella noche nos fue mal a todos, ¿sabes? Perdí a mucha gente muy útil y te creí perdido a ti también. Por suerte me equivoque, ¿verdad?

- Sí... logré salvarme a penas.

- Supe que despachaste a uno de los hijos de Wyvern, el tal Lune. ¿Es cierto? - el menor asintió con la cabeza, Shura estaba muy bien enterado de todo lo que sucedía en su vida, ¿qué tanto más sabría?- Dime Kanon, ¿estás listo para volver?

- No. No sé si quiero volver.

- Hijo, sabes que no es por voluntad, tenemos un nombre y un prestigio que cuidar, ¿cuánto crees que tardaran en venir a buscarte esos bastardos Wyvern? Piénsalo, no solo estás en riesgo tú, también ese chico Milo, es un Scouros, tendrá mucho dinero muy pronto. Eres más listo de lo que pude haberme imaginado, Anaximandro estaría orgulloso de ti. - dijo Shura con una sonrisa de satisfacción.

- Lo mío con Milo no es por dinero.

- Por los dioses Kanon, no creí que fueras tan sentimental.

- Déjame pensarlo unos días... después me comunicaré contigo.

- No intentes escapar chico, sabes que no puedes. Y al tomar tu decisión, piensa, si yo te encontré, ¿cuánto tardarán los Wyvern en encontrarte? Y sobre todo, no te olvides de lo que puede pasarle a Milo si ellos llegan antes que nosotros.

 

Tú eres la enfermedad y el enfermero

Ya me has convertido en tu perro faldero

Sabes que sin ti ya yo no soy

Sabes que a donde vayas, voy, naturalmente...

 

Al final de su jornada Kanon volvió a casa con más preguntas que respuestas. ¿Cómo pensar siquiera en arrastrar a Milo a una vida como la que tendría de seguir a su lado? aquella no era la vida que quería ofrecerle, lo único que quería era permanecer a su lado, hacerle feliz... pero con Shura y los Wyvern detrás suyo, aquello parecía una misión imposible.

 

Recorrió el camino a pie como cada noche. No tardó en reconocer uno de los autos de su tío siguiéndole. Con una sonrisa de medio lado se acercó al auto, no tardó en reconocer a Isaac y Hyoga, los hermanitos Olenko, como despectivamente llamaba Saga a esos dos chicos.

- Creímos que te habían enfriado como a tu maldito hermano. - dijo Isaac ofreciéndole la mano, misma que Kanon estrechó con gusto.

- Dicen que hierba mala nunca muere. - dijo Kanon mientras estrechaba la mano de Hyoga.

- Y si muere no hace falta. - añadió Hyoga, el comentario del menor de los Olenko hizo reír a los tres jóvenes.

- Tú siempre sabes como levantarme la moral chico. ¿Qué hacen por aquí?

- Nada, solo conociendo el barrio, S dijo que tal vez encontraríamos algo interesante, ¿tú has visto algo interesante Isaac?

- No, yo solo he visto a un cabrón con más agallas que sesos. - dijo el mayor riéndose con ganas.

- Idiota. - murmuró Kanon riéndose también.

- Bueno señoritas, ¿nos vamos a quedar aquí toda la noche o prefieren ir a refrescarse con una cerveza? - sugirió el menor.

- Vamos. - dijo Kanon. - Pero antes quiero ir a dejar esto en casa. - dijo mostrándoles la mochila en la que  guardaba sus herramientas.

- Por los dioses, si lo que quieres es saber si tu chico esta bien, solo tienes que preguntarlo, Syd y Bud lo vigilan, no queremos que le hagan daño. - dijo Isaac con cierta burla.

- ¿Qué les ha dicho S?

- No mucho. En realidad nada. Quiere que te ayudemos a reflexionar acerca de las ventajas de volver con la familia, pero eso no nos importa a nosotros, tú volverás si es que lo quieres, ¿cierto K?- dijo Hyoga.

-  Cierto. De cualquier forma, vamos.

- Tú mandas viejo. - dijo Isaac. Kanon entro en el auto. Lo primero que  Isaac le preguntó resultó predecible para Kanon.

- ¿Es verdad que enfriaste a Lune Wyvern?

- Sí, tuve que hacerlo. Era él o yo. Nos tendieron una trampa, papá fue el primero en morir. Saga peleo como fiera... no debió haber muerto.

- No te ofendas K, pero en estas cosas... lo único que se sabe de cierto es que vamos a morir un buen día y que no será de viejos. - dijo Hyoga para luego carcajearse.

- Eso es verdad... pero aún así... en cuanto tenga frente a mí a Radamanthys Wyvern voy a matarlo.

- Esas son palabras mayores, ese tipo es el mayor de los Wyvern, si te están cazando por Lune que era el más pequeño y el menos importante, ¿has pensado en lo que harán si matas a Radamanthys? - dijo Isaac.

- Eso no me importa.

- Debería, recuerda al chico que te espera en casa. - dijo Hyoga.

- Él nunca se verá inmiscuido en esto. ¿Lo han entendido?

- Nosotros lo entendemos, pero, ¿crees que S este de acuerdo?- Kanon se quedó callado. Lo que Isaac había dicho era cierto, si quería seguir adelante con Milo, necesitaba, sino la aprobación, cuando menos la indiferencia de Shura. Llegaron a un pequeño bar. Los tres entraron, la gente los miró extrañados. Eran demasiado jóvenes, y se sorprendieron aún más al notar el arma que Hyoga llevaba en la cintura.

 

Conversaron largo rato. Bebieron un poco, y después de que Kanon prometiera ponerse en contacto con ellos lo antes posible, los Olenko le llevaron de vuelta a su departamento. Al entrar se encontró a Milo durmiendo apoyado en la mesa. Se había quedado dormido esperándolo. Le despertó con un beso, Milo entre abrió los ojos y dejó que Kanon le cubriera el rostro de besos.

- Buenas noticias. - murmuró mostrándole una carta.

- ¿Te dieron la beca?

- Sí, al cien por ciento, ¡te das cuenta!

- Irás a la universidad Milo.

- Y tú podrás volver. Estoy seguro de que podremos salir adelante juntos.

- Sí... juntos, siempre juntos. - dijo Kanon y le abrazó. Milo apoyó la cabeza en el pecho de Kanon, se sentía feliz, solo lo necesitaba a él y a nadie más.

 

Como cada noche durmieron juntos, abrazados, luego de proporcionarse una larga sesión de caricias y besos. Aquella noche Milo le permitió llegar más lejos, se dijo que era lo esperado ya que llevaban seis meses viviendo juntos. Pronto se sorprendió a sí mismo ensayando caricias tan atrevidas como las de Kanon. El oji verde se comportó tan cuidadosamente como pudo, la pasión que Milo despertaba en él era incontenible. Milo sintió que uno de los dedos de Kanon se abría paso en su interior mientras los labios del oji verde  se encargaban de besarle con pasión y dulzura.

 

Pronto ambos estuvieron completamente desnudos. Milo se dejó llevar por la marejada de emociones placenteras que le invadían, en tanto que Kanon se frenaba a sí mismo, no quería causarle ningún daño. Con suavidad fue abriéndose camino por  el estrecho interior de ese hermoso joven de cabellos azules, así, fundidos en ese ardiente abrazo, con los largos mechones del cabello intensamente azul de Kanon sirviéndoles de cortina se juraron una vez más amarse por el resto de sus vidas.

- Te amo tanto... - murmuró Milo con lágrimas en los ojos. Kanon le sonrió y depositó un beso en sus labios.

- Y yo te amo demasiado, hasta la médula de los huesos. - dijo mientras se movía con suavidad en el interior de su joven amante. Milo sintió que moriría en los brazos de Kanon cuando el orgasmo le tomó por sorpresa. Se aferró a la espalda de su amado como un naufrago a una tabla en mitad de la mar furiosa. Así se sentía, como si Kanon fuera la única razón de su existencia. Aquellas sensaciones eran en extremo placenteras para ambos, Kanon se sentía feliz, tan vivo como solo en presencia de Milo podía sentirse. Derramó su semilla en el interior de su amado Milo, el único que había logrado entrever más allá de la aparente simplicidad de su vida. - Nunca me dejes de amar...

- No podría aunque quisiera... tendría que arrancarme el corazón para dejarte de amar Kanon. - dijo el oji azul mientras que Kanon le ceñía en un sofocante abrazo.

 

Después de ti, la pared,

No me faltes nunca,

Debajo el asfalto y más abajo estaría yo...

 

Después de ti, la pared,

No me faltes nunca,

Debajo el asfalto y más abajo estaría yo...

Sin ti...

 

A la mañana siguiente, se levantaron ligeramente tarde, Milo tuvo que correr para llegar a la preparatoria y Kanon para llegar a tiempo al trabajo. Ambos estaban felices, no podían evitarlo, se sentían demasiado felices después de lo sucedido la noche anterior. .

 

Sin embargo ninguno de los dos pudo dejar de pensar en las ofertas de sus respectivas familias. Milo daba por sentado que su lugar era al lado de Kanon, pero el oji verde seguía dudando de que el permanecer juntos fuera lo mejor para Milo, aun cuando cada momento a su lado le parecía maravilloso.

 

Al mediodía le llamaron a la oficina del encargado de la obra, Kanon se imaginó lo peor, tal vez iban a despedirlo o algo así. Se sorprendió mucho al ver en la oficina del contratista a su tío. Shura le miraba con gesto burlón.

- Por tu cara diría que estás asustado Kanon, pero de sobra sé que los tipos como tú no se asustan, ¿cierto sobrino?- dijo Shura.

- ¿Qué sucede?

- Necesito de tus muy especiales talentos... esta misma noche. - Kanon estaba a punto de protestar. - Y antes de que digas alguna estupidez, déjame decirte que mis soplones me han informado que Hades ya sabe donde encontrarte. Así que decide, ¿estás conmigo o contra mí? Sabes que puedo ayudarte, a ti y al chico con el que vives. La vida en la calle no es tan fácil, supongo que ya habrás tenido ocasión de comprobarlo.

- Supongo que esta es una de esas ofertas que no admiten un no como respuesta, ¿cierto?

- Muy cierto, así que te espero esta noche. Isaac pasará por ti. Y por cierto, deja ese muladar en el que vives, mi familia no puede vivir en un sitio tan deplorable como ese. Tu madre está en la ciudad, podrías ir con ella, sería la cubierta perfecta.

- ¿Desde cuando?

- Desde que se supo lo de la muerte de tu padre. - Shura abandonó el lugar. Le dejó la dirección de su madre a Kanon. El muchacho contempló una y otra vez aquel trozo de papel. Habían pasado casi diez años sin que viera a su madre. Ni siquiera a Saga le había dicho que él presenció la discusión que tuvo lugar la noche en que ella abandonara a su padre. El lo había escuchado todo porque nuevamente le habían castigado encerrándolo en el sótano de la casa. Siempre supo que su madre no había muerto y que era culpa del oficio de su padre que ella había decidido irse y, que de no ser por la intervención de su padre, seguramente se los habría llevado consigo.

 

Kanon se sintió entre la espada y la pared, no podía negarse, y si aceptaba no habría modo de dejar aquello jamás.

 

Estaba en un dilema. Volvió al departamento. Milo aún no regresaba de la escuela. Le alegró no toparse con el peli azul, sabía que no debía haberlo arrastrado a aquello.  Sabía que era mejor no arriesgarlo, pero lo había hecho y ahora tenía que pagar las consecuencias. Tomó una decisión. Al menos lo intentaría. Sí, eso era lo más justo. No podía estar sin él, no concebía la vida sin él. Así de simple.

 

Fue a buscar a su madre, aquello no iba a ser sencillo, quizá ella lo creía muerto, o no lo reconocería. Tenía que arriesgarse y buscarla. No podía dejar pasar esa oportunidad. Llamó a la puerta con cierta timidez. De inmediato apareció una chica como de catorce años, ella se le quedó mirando sin saber que era lo que quería.

- Busco a Marín Sakamura. - dijo él.

- ¿Conoces a mi tía?

- Sí. ¿Está en casa?

- Sí, espera, voy a llamarla.- la chica se parecía mucho a su madre, él ni siquiera tenía idea de que su madre tuviera  otros parientes, y ahora resultaba que tenía una prima. La chica salió poco después, le pidió que entrara, su tía lo esperaba adentro. Kanon entró en la casa sintiéndose nervioso, ¿y si no lo aceptaba? ¿y si todo salía mal? Quizá debió llamar antes, quizá debió preparar de alguna manera el terreno antes de presentarse así nada más. Tuvo que tragarse todas aquellas emociones cuando la vio frente a sí, estaba idéntica, tal y como él la recordaba, aunque un poco más madura, con aquella melena roja cayendo hasta sus hombros, y la misma sonrisa dulce y cargada de ternura que siempre tenía para él

- Kanon. - dijo ella abriendo los brazos. Kanon no supo que hacer, si abrazarla o exigirle aquella explicación que por años había esperado. Al ver que no se movía, Marín decidió acercarse a su hijo. Kanon miraba al piso sin saber que decir, se dejó abrazar por ella. - Me alegra tanto ver que estas bien... lamento lo de tu padre y Saga... mi pobre hijo... has estado solo mucho tiempo, ¿has estado bien? ¿no te han hecho daño?

- Madre yo...

- No, no digas nada, solo deja que te mire un instante... te pareces mucho a tu padre, ¿sabes? Cuando lo conocí tenía tu edad. Lamento no haber visto a Saga, ni a ti mientras crecían, no te imaginas cuanto me arrepiento de haberlos dejado. - dijo ella rompiendo en llanto mientras Kanon la abrazaba.

- No tienes que pedir perdón, las cosas simplemente no salieron como tu querías, es todo.

- Hay tanto que quiero decirte...

- Tenemos que recuperar el tiempo perdido. - dijo Kanon intentando sonreír. Aquella situación no iba a ser fácil, pero al menos tendría a Milo y a ella, a su madre.

 

Se sentaron en el comedor a beber una taza de café. Kanon estaba de lo más nervioso, se dijo que en ese momento, Milo le hacía mucha falta. Kanon se mostraba poco receptivo a las muestras de afecto que Marín le proporcionaba, simplemente le dejaba hacer sin actuar en consecuencia. La pelirroja lo miraba con los ojos tristes, iba a ser difícil recobrar a su hijo, ya no era un niño, ni siquiera un adolescente, era un joven a punto de entrar a la edad adulta, un joven que había tenido una vida más dura de lo que ella podía imaginar.

- Dime algo hijo, ¿quién te dijo donde podías encontrarme?

-Shura, supongo que piensa respetar mi decisión de retirarme de la familia. - dijo Kanon, intentaba disfrazar la verdad lo mejor posible.

- Entiendo...

- No te escuchas muy convencida...

- Es porque no lo estoy, Shura no es de fiar.

- Lo sé.

- ¿Has estado solo todo este tiempo?

- No, he estado con alguien. Su nombre es Milo y pretendo casarme con él en cuanto las cosas mejoren un poco.

- ¿Casarte con él? ¿No crees que eres muy joven para eso?

- No te preocupes, yo me haré cargo, además, hemos estado sobreviviendo solos todo este tiempo.

- Debe ser muy importante para ti... y debe quererte mucho...

- Él no sabe nada. Y te ruego que no seas tu quien se lo diga, preferiría ser yo quien le contara todo llegado el momento.

- Debes decírselo... él debe saber.

- Solo espero que no termine yéndose...

- ¿Cómo yo...?

- Madre no...

- Antes me llamabas mamá... madre se oye tan frío, tan forzado... no puedo exigir demasiado... me ausente durante doce años.

- Deja de pensar en el pasado, sé porque te fuiste, te escuché esa noche pelear con mi padre y también te escuche exigirle que te permitiera llevarnos a mí y a Saga contigo, pero él no lo permitió. Solo tengo una duda, y si es posible, quisiera que me respondieras a ello. ¿Por que no nos buscaste?

- Porque Anaximandro dijo que si intentaba acercármeles siquiera ustedes morirían... y tú sabes que ellos son capaces  de eso y más.

-  No lo entiendo... ¿es que solo nos quería para entrenarnos para ser los asesinos de su familia? - dijo Kanon horrorizado ante aquella revelación.

- No fue su culpa... sino de Shura... siempre fue él quien manipuló a tu padre, y si se lo permites, te manipulara a ti también... el odio que siente hacia Hades Wyvern es la razón por la que ha generado tantas muertes, incluso la de sus propios hermanos.

- Conozco la historia... no me preguntes como...

- Siempre te enteras de todo lo que uno no quiere que te enteres Kanon. - dijo ella en tono cariñoso. - ¿Dónde has estado viviendo?

- En un departamento en San Juan.

- ¡Dioses! No puedes seguir ahí, ese lugar es horrible.

- Lo sé, pero no podemos pagar nada más.

- Kanon, por los dioses, no puedo permitir esto... vendrás a vivir conmigo.

- ¿Y Milo?

- Milo también... - dijo ella no muy convencida.

- Tienes que decirme quien te protege madre.

- Aioria Stavros.

- ¿El hermano de Aioros?

- Si, el mismo.

- ¿A cambio de qué?

- De nada... es la verdad. - dijo la mujer un tanto apenada. Kanon no le creyó. Entre esa gente, nadie daba nada sin esperar algo a cambio. - Debemos ir cuanto antes a buscar a tu novio, no quiero que estén en ese lugar ni un día más.

 

Poco después se dirigían en el auto de Marín rumbo al departamento, Milo ya estaba ahí esperando por Kanon, no había ido a trabajar, estaba preocupado por él. Le había buscado después de clases y al no encontrarlo en la construcción, volvió a casa para esperarlo. Estaba muy preocupado. Cuando lo vio entrar se sintió liberado de toda preocupación. Se sorprendió muchísimo cuando vio aparecer detrás de él a aquella mujer  cuyos rasgos eran vagamente parecidos a los de su pareja.

- Me preocupe. - dijo Milo un tanto intimidado por la mirada de aquella mujer pelirroja.

- No tenías porque, sabes que puedo cuidarme solo. - dijo Kanon y le abrazó, Milo se refugió en sus brazos con mayor ansiedad a la acostumbrada. - Milo... ella es mi madre. - el oji  azul levantó el rostro, Marín lo estudiaba a detalle, como queriendo descubrir una razón para rechazarle.  El muchacho era tremendamente hermoso, de eso no había duda, y al parecer su amor por Kanon era verdadero.

- Mucho gusto señora. - dijo el jovencito con una sonrisa tímida, Marín estrechó la pálida mano del joven, era obvio que provenía de una buena familia, tenía ese aire distinguido que no se aprende sino se hereda. - Milo Scouros.

- Marín, Marín Gemini. - dijo ella, se sintió extraña volviendo a usar su apellido de casada, pero de momento no podía decir más que eso.

 

Luego de explicarle a Milo que Marín había decidido hospedarlos en su casa, el peli azul empezó a empacar las pocas pertenencias de ambos, no tenían mucho. Sonriendo salió de la habitación, dejó la caja de acrílico de Antares sobre la mesa y volvió a recoger las ultimas cosas para subirlas en el auto de Marín.

- ¿Qué es esto? - dijo la mujer señalando con gesto de desagrado al insecto.

- La mascota de Milo, yo se lo regalé. - se apresuró a aclarar Kanon. El oji verde comenzó a pensar que no era tan buena idea aceptar la hospitalidad de Marín, era más que obvio que no le simpatizaba nada Milo.

- Bien, solo dile que no quiero que ande suelto por la casa.

- ¿La mascota o él? - Marín se quedó helada, jamás hubiera esperado una respuesta semejante, al menos no de Kanon.

 

Llegaron a la casa de Marín, ahí estaba esa chica que le había abierto la puerta a Kanon y alguien más, Aioria Stavros. Kanon le miró con cara de pocos amigos, sabía bien que él no era de fiar.

- Buenas noches.- dijo el hombre levantándose del sillón en que había estado sentado hasta entonces. Se acercó hasta Marín y con toda naturalidad le besó en los labios. Kanon estaba que reventaba, no solo contra él, también contra su madre.

- ¿Recuerdas a mi hijo Aioria?

- Sí... Kanon, ¿cierto? - Kanon tomó la mano de aquel hombre apretando con fuerza las mandíbulas. Milo contemplaba la escena sin entender tanta hostilidad. - ¿y quién es él? - dijo Aioria clavando sus preciosos ojos verdes en Milo.

-  Él es mi esposo. - dijo Kanon con decisión.

- Mucho gusto, ¿Cómo te llamas?- dijo el castaño tendiéndole la mano.

- Milo Scouros, encantado. - dijo el jovencito con una sonrisa que no pudo disimular, ¡Kanon lo había presentado como su esposo!

- ¿Scouros? ¿De los armadores o de los banqueros?

- De ambos, la armadora la maneja mi abuelo y el banco mi tutor. - dijo el muchacho.

- Interesante, los felicito. - dijo Aioria con una misteriosa sonrisa que a Kanon le causo desconfianza.

 

Mientras Kanon y Milo se instalaban en la que sería su habitación, Aioria y Marín conversaban.

- ¿Te das cuenta de que al traerlo aquí te pones en peligro no solo a ti sino a Marie y a él mismo? - le dijo Aioria con seriedad.

- ¿Lo dices por ti o por los Wyvern?

- Sabes que no me atrevería, mi problema es con Shura, no con todos los Gemini. Y el muchacho que trae consigo... ese es otro problema en puerta.

-¿Por qué lo dices?

- Ese crío es el único hijo de Emmanuel Scouros, el único heredero de todo lo que poseen los Scouros, en pocas palabras, el chico es un botín de guerra, y no pocos serán los que quieran quedárselo. En especial porque el que se case con él se queda con toda la fortuna Scouros. No te extrañes que pronto se presente por aquí Dohko Poulantzas... ese infeliz es una fiera tratándose de este muchacho.

-¿Poulantzas?

- Sí, el maldito abogado que maneja medio país. Y adora al muchacho, así que no te sorprendas sí un día aparece aquí y te destroza la casa para llevárselo. Tienes que deshacerte de ellos antes de que la bomba estalle.

- No puedo... es mi hijo, se lo debo.

- Tú no le debes nada a nadie más que a mí, ¿recuerdas? De no ser por mí Shura te habría matado ya. Y si tu hijo no le es útil terminará matándolo también.

 

Ajenos a aquella discusión, Milo y Kanon se encontraban recostados en la cama, Milo apoyaba la cabeza en el pecho de Kanon, el mayor parecía pensativo.

- ¿En que piensas? - dijo Milo acariciándole el rostro.

- En nada y en todo... han sido días difíciles, pero te prometo que todo cambiará, que estaremos bien.

- Te creo... y aunque no mejorara, seguiré a tu lado. Te amo Kanon, ¿ya te lo había dicho?

- Si, pero me encanta escucharlo de tus labios. - se besaron, Kanon sintió miedo. Sabía que lo arriesgaba todo al acceder a las peticiones de Shura, pero ¿tenía otra opción?

 

Al anochecer, Kanon abandonó la casa argumentando que debía trabajar, Milo se quedó despierto un buen rato pues tenía tareas pendientes. Estaba más calmado, al menos habían encontrado cierto apoyo. Aunque no estaba muy seguro de que Marín realmente lo aceptara, era extraño, pero podía sentir el rechazo de esa mujer hacia él.

 

Una vez que terminó sus tareas, apagó las luces y se metió a la cama. Kanon le había dicho que probablemente pasaría toda la noche fuera, así que optó por permanecer en la habitación que les habían dado sin causar molestias, no quería encontrarse con Marín. Pensó que era preferible aquello a tener problemas con ella, problemas que repercutirían en Kanon sin duda alguna.

 

En esos momentos Kanon se encontraba en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad, a su lado, los hermanos Olenko y los gemelos Mizar esperaban el momento preciso para actuar, la señal de Shura les puso en alerta a todos.

- Bien señoritas, ¡a trabajar! - les dijo Kanon a sus acompañantes. Entraron como un torbellino en aquel lugar, las instrucciones de Shura eran simples, al dar él la señal ellos entrarían para acabar con todo  lo que se moviera. Así de simple.

 

Todo terminó muy rápido. No sé detuvo a pensar siquiera en lo que había hecho, en su mente y en su corazón lo único presente era Milo, ¿hasta cuando seguirían así?

 

Volvió a casa con una extraña sensación de molestia, nunca se había sentido así jamás después de realizar actos semejantes, jamás lo había sentido. Milo se había quedado dormido ya. Contempló el apacible rostro de su pareja, era sencillamente hermoso, demasiado hermoso para ser real, pero lo era, y sabía que era completamente suyo... y no quería que nada ni nadie le arrebatara aquella sensación de pertenencia que jamás había sentido ante nada ni nadie.

 


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