Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Help me por Ryu_chan

[Reviews - 57]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Gracias por sus reviews ^^ fueron un gran aliciente para actualizar más rápido *¬* y más con la colaboración de mis musas ¬¬ menos mal que no me abandonaron! xD

Bueno, aqui dejor el segundo cap, espero no aburrirlos con tanto preámbulo xD pero es que necesito que la historia tome forma T_T

Disfruteeen!

 

Entreabrió los ojos con cansancio vislumbrando la pequeña estancia iluminada únicamente por la luz del atardecer. El silencio que había solo hizo que el cansancio lo consumiera de nueva cuenta.

 

Movió la cabeza en dirección a la puerta observando como Fanny, una de las tantas enfermeras que lo atendían, entraba con una bandeja llena de comida. Ella al verlo despierto le sonrió con simpatía, gesto que agradeció en el fondo, al ser la única que parecía preocuparse por él.

 

-¿Cómo está el chico más lindo del hospital?- preguntó dejando de lado la bandeja para acercarse hasta acariciar sus negros cabellos con suavidad- ¿Acabas de despertar? Porque vine en la mañana y seguías durmiendo.

 

Sonrió un poco sin responder a ninguna de las preguntas de la hermosa morena de curvas impresionantes que tenía enfrente. Bajó un poco la vista carraspeando un poco antes de preguntar:

 

-Desde que me durmieron nadie ha venido a verme, ¿cierto?

 

Fanny se quedó en silencio alzándole el rostro pasados unos segundos. Sonrió al apreciar la inseguridad en esos orbes azules, casi negros, pero tan bellos...

 

-¿No tienes hambre? Te ves un poco débil.

 

Frunció el ceño sabiendo que había ignorado su pregunta olímpicamente. Al menos ya sabía que nadie se había preocupado por ir a ver su estado ese día.

 

-Gracias, Fanny, pero estaría mejor solo- murmuró sin mirarla, enfadado de nueva cuenta.

 

La mujer permaneció unos minutos más acompañándole, pero al ver que el chico solo la ignoraba se levantó acariciándole de nuevo las hebras azabaches para marcharse, luego de un tiempo, con movimientos pausados y silenciosos.

 

Al sentirse solo soltó un suspiro lleno de desesperación y amargura.

 

Ni siquiera se molestó en probar de la comida que le trajeron. La odiaba, era como comer papel.

 

Se quedó en silencio meditabundo, tenía tantas ganas de salir al jardín de detrás del hospital... Eso era lo único bueno que tenía ese lugar, un inmenso jardín lleno de rosas, margaritas, tulipanes, y demás flores que daban al lugar un aspecto casi irreal.

 

Pensando en aquello no pudo soportar más el tener que permanecer en esa fría habitación por más tiempo.

 

Con cuidado se quitó la aguja que conectaba su brazo con la transfusión de sangre para sentarse con cuidado en la colcha. Tomó aire de una bocanada y terminó de pararse sintiendo como el duro suelo recibía a sus descalzos pies.

 

Omitiendo el pequeño escalofrío que lo recorrió por entero, se dirigió hasta la puerta con sigilo abriéndola y cerciorándose de que no hubiese nadie por el pasillo. 

 

Con pasos rápidos salió de su escondrijo recorriendo el lugar casi desierto en busca de ese maravilloso jardín.

 

 

 

 

 

 

Sonrió con alegría al ver la escena que se daba ante sus ojos.

 

La madre de Stefano al fin había ido a verle después de casi dos semanas de duro trabajo, y por tal motivo, de complicaciones para su visita que solo hacían que el pequeño se entristeciera con cada día que pasaba lejos de su progenitora.

 

Los dos estaban un poco alejados de él, hablando en murmullos llenos de felicidad y amor, mientras sus brazos entrelazados a sus cuerpos sentían el calor ajeno. Le pareció el acto más hermoso que hubiese visto en su vida.

 

Como un ser podía amar tanto a otro, era algo realmente maravilloso.

 

Decidido a darles su momento, salió con lentitud de la habitación sonriendo luego, al estar completamente solo en el pasillo.

 

 

 

-Vaya, me pregunto que hará tan feliz a Mathew- dijo una voz a su lado a lo que volteó sonriente.

 

-El trabajar en un lugar como este, eso es lo que me hace feliz, Rose- respondió pasando un brazo alrededor de los hombros de la mujer de cabellera negra y ojos del mismo color, que aproximaba tener unos treinta y algo de años.

 

-Me alegro que este trabajo llene tus expectativas- sonrió la mujer avanzando bajo el semi abrazo del más alto-. Por cierto, me han llegado rumores de que quieres hacer de enfermero personal...

 

Mathew abrió los ojos sorprendido, para después relajar las facciones; por un momento había olvidado que la gente en ese lugar era demasiado cotilla para su gusto personal.

 

-Bueno, supongo que si... Será mi primera experiencia adulta, o algo así- rió.

 

-Estaría tranquila si esa experiencia que tú dices fuera con un paciente poco problemático, pero no, de a primeras tuviste que meterte con uno de los peores- riñó, suspirando luego-. ¿Al menos sabes que enfermedad tiene el chico?   

 

-Pues... mi abuelo dijo que tenía hemofilia y epilepsia.

 

-Y sabes de que tratan esas enfermedades, ¿no?

 

-Algo así... no estoy muy seguro, la verdad.

 

-Te deseo suerte, mi querido Mathew. Además de ser enfermo, ese chico tiene un carácter de los mil demonios...- sonrió afectada dándole una palmadita, alejándose de su abrazo-, yo mientras, voy a ir a atender a uno de mis pacientes. Te veo luego- despidió yendo escaleras arriba.

 

-Así... que necesitaré mucha suerte...- murmuró pensante.

 

La verdad era que no conocía de nada al hermano de Andrea, pero por lo que había escuchado tenía una reputación terrible.

 

En un principio había aceptado solo por el hecho de que tenía lazos sanguíneos con Andrea, pero ahora que se lo pensaba mejor, quizás no era muy buena esa idea.

 

Siguió caminado sumergido en sus pensamientos hasta llegar a las puertas acristaladas que dividían los fríos pasillos de la gran vida que se desarrollaba en el exterior.

 

Sonrió levemente pensando en que estaba en su hora libre, es decir, en su hora para hacer de vago como muchos le decían.

 

Traspasó el umbral aspirando el dulce aroma de las flores, sintiendo como el viento le despeinaba los cabellos en un suave vaivén. Le gustaba sentir la naturaleza cerca de él, la vida misma crecer en sus narices. Era un gran placer que en dadas ocasiones se permitía.

 

Observó en su andar como varios pacientes hablaban con otros, o con sus familiares al ser horas de visita, mientras unos pocos andaban en sillas de ruedas paseados por sus enfermeras en un ambiente cálido como lo era a esas horas de la tarde.

 

Era 13 de octubre de 2008, el otoño había tomado como presa toda Europa, tiñendo sus hojas antes verdes de un color entre naranja y rojo que caían de las ramas de los árboles de a decenas a cada minuto. El clima se hacía más frío con el pasar de los días y pronto habría que usar calefacción esperando la llegada del invierno.

 

Miró su alrededor buscando algún lugar donde sentarse, pero ningún banco estaba vacío. Suspiró medio molesto sentándose en la orilla de una de las tantas fuentes que inundaban el lugar.

 

Y pensó.

 

Pensó en todos los pasos que dio hasta llegar a ese lugar, en el que en un principio se había rehusado a  colaborar junto con su abuelo. En ese entonces era una persona tan superficial...

 

Su mirada pasó por todas las personas, en su mayoría viejos, que estaban allí, y no pudo más que sonreír al imaginarse el mismo las tantas veces que había ido a ese lugar junto a su abuelo. Sus orbes turquesas se detuvieron en un joven que, arrodillado en el césped a no más de tres metros de él, arrancaba con suma ferocidad, a su parecer, la hierba que lo rodeaba.

 

Frunció el ceño levantándose y yendo directo al chico, que al parecer solo logró atraer su atención, pero es que no podía permitir que nadie destruyera las plantas que crecieron con tanto esfuerzo durante todos esos años. Ni siquiera un paciente tenía derecho alguno.

 

Se detuvo a centímetros de su cuerpo, dándose cuenta que tendría más o menos su edad. Con decisión posó una de sus manos en su hombro esperando alguna reacción agresiva, pero lo único que hizo el otro fue parar todo movimiento de una.

 

-Hey, chico, ¿estás bien?- preguntó apretando su hombro-. ¿Dónde está tú enfermera?- "¿Por qué demonios te permiten hace esto?" era lo que iba a preguntarle de a primeras, pero se detuvo en el último momento, debía recordar las normas de cortesía...

 

Esperó pacientemente su respuesta, que después de unos segundos pudo escuchar de su voz temblante. ¿Estaba llorando?

 

-No hay flores... no es primavera... No hay nada...

 

-Claro, es porque es otoño- dijo extrañado por esas palabras tan gélidas-. Oye, en verdad ¿estás bien?

 

-Otoño...- repitió el chico volteándolo a ver.

 

Mathew no pudo más que ahogar una exclamación al ver como de los brazos del muchacho salía sangre, mucha sangre de varias heridas que pudo apreciar parecían de espinas. Subió la vista hasta su rostro pálido como el papel por la repentina pérdida de sangre y al ver su mirada azul completamente ausente no pudo más que gritar por ayuda por varios minutos hasta conseguir llamar la atención de algunas enfermeras.

 

 

 

 

 

Preocupado, exasperado y ridículamente mal; era así como se sentía en esos momentos mientras caminaba en círculos captando la atención de varias personas y doctores.

 

-Tranquilízate, Mathew- calmó una mujer a su lado, de mirada pasiva y cabellos canos-, no hay porque formar de esto un escándalo.

 

-Demonios, Claire, ¿es que no lo entiendes aún?- preguntó deteniendo su andar de un lado para el otro-. Esto es grave, el chico estaba sangrando de a chorros, y su mirada... parecía estar en otro mundo... Como si la muerte ya lo hubiera acogido. Estaba tan ausente- se llevó una mano a la frente ante sus palabras deseando que todo saliera bien.

 

-Ya, ya. Todo va a salir bien, esto ya es cosa de todos los días.

 

-¿Qué quieres decir con eso?- la miró extrañado por sus palabras.

 

-Ese chico, viene mucho al hospital y siempre es por cortes voluntarios en el cuerpo.

 

La observó sin entender mucho a que se refería.

 

-Lo que quiero decir es que, por lo que me han dicho y los rumores de pasillo que he escuchado, ese muchacho quiere suicidarse tomando de ayuda su enfermedad.

 

-¿Pero cómo...?

 

-Hemofilia.

 

A su mente vinieron las palabras de su abuelo, junto a las de Rose. Hemofilia, ¿epilepsia? Tragó en seco preguntando a Claire si ese era el chico del que todos hablaban, el que tenía epilepsia, su respuesta le dejó helado.

 

-Claro, ese es Julián Whiston Rothschild, hijo mayor de un exitoso empresario y una hermosa modelo y actriz- informó a la vez que varios doctores salían de la habitación del mencionado.

 

-¡Abuelo! ¿Cómo está?- preguntó impaciente yendo hasta él.

 

-Bien, por lo menos lo encontraste a tiempo de que perdiera más sangre y la cosa se complicara. No entiendo como logró escaparse hasta el jardín habiendo tanta gente por los pasillos...- meditó el hombre de tercera edad angustiado- supongo que ya sabrás quien es este chico, ¿no?

 

-Si- murmuró apenado.

 

-¿Y aún así quieres seguir con esta estupidez?

 

-No es ninguna estupidez, quiero cuidarle, y ya abuelo.

 

-El muchacho está loco, ese es el único término que puedo darle a su estado mental- dijo en voz moderada.

 

Se mordió el labio inferior mirando a otro lugar. Era la primera vez que oía a su abuelo hablar de un paciente así, no sabía porque pero le daba mucha vergüenza que dijera eso. Ese tan Julián no parecía loco, más bien, por su mirada, parecía tan solo...

 

-Ya déjalo, Chris. Anda a descansar, yo me ocuparé de lo demás- interrumpió Claire dándole unas palmaditas en la espalda.

 

-Vale- sonrió viendo a su nieto- piénsalo bien, Mathew. Cuidar de una persona en ese estado solo te llevara a la locura. Piénsalo- finalizó metiéndose en el ascensor junto a Claire.

 

Chasqueó la lengua no dándole mucha importancia a las palabras del viejo, una vez que se le metía algo en la cabeza hacerle cambiar de opinión era casi imposible, por no decir imposible.

 

Miró de reojo la puerta de la habitación del chico preguntándose si estaría bien ir a echarle una ojeada...

 

De todas formas, le había dicho a Andrea que lo visitaría antes de su traslado.

 

 

 

 

Observó con molestia su alrededor apretando los dientes inconscientemente, pero es que no podía evitar que las palabras antes dichas por ese hombre calaran a fondo, tanto como para hacerle vibrar de la ira.

 

¿Cómo se atrevía un tercero a cuestionar su modo de vida?

 

Quizás era preocupación de su parte como le había comentado Fanny tantas veces... o puro cotilleo como pensaba él.

 

Rió con suavidad al imaginarse a un pequeño grupo de viejos doctores chismoseando de la vida privada de sus pacientes como si fueran gente realmente importante, reyes o actores quizás.

 

Abrió y cerró sus manos con inquietud sintiendo aún los efectos del tranquilizante, y recordando como se había decepcionado al no haber encontrado ni el pétalo de una flor en el que con anterioridad había sido el jardín de sus sueños.

 

Así que estaban en otoño...

 

El saber eso solo aumentaba el vacío en su alma.

 

El imaginar la frialdad con la que sus padres lo mantuvieron encerrado por cinco largos meses sin dejarle siquiera asomarse por la ventana del pasillo.

 

¿Tanto asco daba?

 

Seguro sí, y mucho.

 

 

Un poco sobresaltado giró su cabeza hasta dar con la persona que había entrado en su habitación. Si no hubiese estado tan entretenido en sus pensamientos no le hubiera ocurrido aquello. Se avergonzó un poco admirando mejor al hombre que le sonreía desde el umbral.

 

-Hola, pequeño, ¿te encuentras mejor?- preguntó caminando hasta él.

 

-No me llames así, no soy ningún chiquillo, y mucho menos tenemos la suficiente confianza.- masculló molestó por tal apelativo recibido de un tipo al que no conocía de nada. Aunque, si se le parecía un poco familiar...

 

-Así que eres gruñón...- le miró por largo rato sin demostrar nada en sus facciones. Analizando su comportamiento.

 

Él frunció el ceño sin escapar de la mirada turquesa de la que era presa.

 

Realmente era raro ese tipo...

 

Mathew solo sonrió amigable al notar la incomodidad que aumentaba en su acompañante. Tendió su mano moviendo su cabeza enérgicamente:

 

-Mucho gusto, soy Mathew, tú próximo en...- se mordió la lengua evitando que la palabra enfermero se le saliese se su gran bocota. Primero le daría confianza y luego ya le podría decir la verdad.

 

Julián lo observó con extrañeza obviando la mano que se tendía a él para voltear el rostro hacia la ventana, ignorándolo.

 

El mayor estaba a punto de decirle sus cuatro verdades cuando la puerta volvió a abrirse y de ella entró un alto rubio de ojos verdes, casi transparentes que mostraba una suave sonrisa que se ensanchó más al ver a Mathew el cual se la devolvió con un guiño.

 

-¡Mathew! No esperaba verte tan pronto- rió el recién llegado dándole una palmada en el hombro, dirigiéndose a su hermano- Julián, ¿estás mejor? Tú rostro se ve menos pálido que ayer- murmuró rozando con sus dedos la mejilla de su hermano.

 

-Estoy bien, ahora ¿Podrías irte y llevarte a éste de aquí?- señaló molesto de ver a tanta gente ahí, se sentía invadido, extraño...

 

-Huy, pero que modales- se acercó al pelinegro susurrando en su oído- al parecer tendré que castigarte mucho para que cambies de actitud, pequeño gruñón- besó su mejilla con rapidez antes de salir casi corriendo con Andrea de su brazo.

 

 

El rostro de Julián no podía ser más expresivo en esos instantes. La sorpresa lo había invadido en un principio, pero ahora, solo la molestia y la leve sensación de calidez en su cuerpo era lo único que ocupaba todos sus pensamientos.

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).