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TRiADA por Kitana

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Notas del capitulo: Hola!! pues disculpen el retraso, una vez más el tiempo me come, lamento hacerles esperar tanto, proxima semana habra más actualizaciónes y uno que otro estreno je je, besos, gracias a mi beta estrella Cyberia, je jegracias por todo, bye bye
 

La oscuridad de la noche se extendía ya por Rozan. El ambiente cálido del verano hacia estragos en el anciano que permanecía sentado ante la cascada como de costumbre. Dohko de Libra clavó sus  pequeños ojos en un punto lejano, esa columna de roca que se alzaba frente a él como el presagio de algo increíblemente tangible a cada segundo.

 

Respiró hondo, pudo sentirlo. Fue como estar a milímetros del lugar y sentir respirar de nuevo aquello que el sello inscrito en la perenne roca encerraba.

 

--- Ha llegado el momento. - dijo en voz baja. Por primera vez en muchos años, se puso de pie y abandonó su puesto mientras decenas de haces luminosos brotaban de aquella roca que había custodiado durante más de doscientos años. --- Hades ha vuelto a la vida.

 

En esos momentos, Milo de Escorpión se encontraba en las puertas de las habitaciones de la diosa, había sentido aquella perturbación y de inmediato identificó la razón.

 

Creo que nos reuniremos antes de lo que imaginé.

 

Pensó mientras sus ojos se posaban en el templo de Piscis. De momento había otras cosas que atender, ya habría tiempo de enfrentar a los espectros de Hades, no tardarían en llegar a las puertas del santuario.

 

Había notado que se colaba al santuario. No entendía el motivo de su presencia ahí. Se había acercado a las habitaciones de la diosa al sentirlo cerca. Sintió que la furia hacía hervir su sangre. No se había sentido así de iracundo en toda su vida... solo una vez... al enterarse de que en realidad no había muerto.

 

Abrió la puerta sin tocar, no tenia tiempo para cortesías, no tenía mucho que decir, ni siquiera estaba seguro de que pudiera de verdad ser él, porque se suponía que estaba muerto. Con ojos fríos y vacíos se aproximó a la diosa. Ella le miró fijamente, sabía de lo que se trataba. Él no dio explicaciones. Simplemente se acercó a la cortina que ocultaba de la vista de todas las habitaciones en las que la deidad pasaba la mayor parte de su tiempo cuando se encontraba en el santuario.

 

A veces parecía como si ella se escondiera de sus subalternos, como si le pesara mirarles a la cara cuando les daba alguna orden u indicación. De momento no le interesaba la actitud de la mujer que le miraba sin entender a ciencia cierta que se proponía.

 

Prácticamente derribo la puerta, ahí estaba, frente a él, mirándolo con gesto sereno, gesto que contrastaba con la furia que hervía en su pecho a pesar de su semblante eternamente apático.

 

--- Será mejor que te largues... o tendré que matarte. --- siseó a media voz.

--- He venido a apoyarles en la guerra que se avecina.

--- No nos hacen falta traidores entre nuestras filas. --- dijo el rubio clavando sus opacos iris en el hombre que tenía enfrente. Estaba justo como lo recordaba, quizá un poco más maduro, pero solo eso, seguía siendo Kanon, el Kanon que le arrebató todo cuando le creyó muerto.

--- La diosa me ha perdonado.

--- Tal vez ella si, pero no el resto de nosotros.

--- ¿El resto o solo tú?

--- Sí a mi me desprecian, ¿tu que crees que sentirán por ti?--- dijo Milo con un deje sarcástico que Kanon supo identificar.

--- Sabes que no pueden comenzar esto sin mí.

--- Es verdad... pero nadie me reprochara el despachar a un traidor como tú. --- dijo el escorpión disponiéndose a atacar. Kanon simplemente le miró, estaba soberbio, con ese aire altanero de antaño, con la armadura que le había costado sudor y sangre obtener.... ¿habría lugar para él en ese corazón? no lo sabía, no quería ilusionarse en vano, por lo que podía ver, Milo no estaba dispuesto a siquiera escucharle.

 

Sintió el primer ataque de Milo, fueron tres de sus agujas escarlatas, le resultó obvia la intención del rubio de terminar ahí mismo con su vida. De cualquier manera, no se defendería, si iba a morir, al menos que fuera por su mano. Comenzó a sentir el ardor que los mortales aguijonazos le producían, no solo dolía escocía la piel.

 

 Finalmente lo perfeccionaste...  pensó mientras Milo se disponía a atacarle una vez más. Los fríos ojos del guardián del octavo templo se posaron en él. No olvidaba esos ojos, jamás lo haría mientras la vida animara su cuerpo. Lo recordaba de niño, de adolescente, lo había visto crecer, pero se había perdido la transición definitiva a ese hombre que se encontraba frente a él, mirándolo con toda la frialdad e indiferencia de que era capaz.

 

-- Dime Dragón Marino, ¿vives o mueres? --- dijo Milo con es matiz cargado de apatía que tan bien le conocían en el santuario.

--- Ya tomé mi decisión, no me iré.

--- ¿Estás seguro de lo que dices?

--- Sí, he venido a pagar mi deuda con Atenea.

--- ¿Pretendes que crea eso? ¿Pretendes que confíe en alguien como tú? --- dijo Milo sintiéndose rebasado por la situación --- Si no te largas ahora, de verdad te haré descender a las profundidades del infierno.

--- Haz lo que tengas que hacer escorpión.--- Milo frunció el ceño y se dispuso a atacar nuevamente.

--- Tú lo quisiste.

 

El rubio no tuvo compasión, le atacó hasta en ocho ocasiones con las agujas escarlata. Milo se detuvo un momento, a pesar de haberle atacado con ocho de sus agujas, Kanon seguía ahí, mirándolo fijamente con ese par de ojos que había llegado a amar. En ese momento se preguntó si Kanon decía la verdad al afirmar que había vuelto para apoyar a la diosa. Cayó al suelo, Milo lo miró con una mueca de profunda indiferencia.

 

Kanon se puso de pie una vez más, Milo solo miraba como la sangre de  su ex amante comenzaba ya  a brotar. Lo atacó una vez más preguntándose hasta donde llegaría la resistencia del menor de los gemelos.

 

Le vio caer nuevamente, habían sido ya  diez agujas y seguía en pie.

--- ¿Qué esperas Escorpión? ¡Ataca de una vez! --- gritó Kanon provocándole, Milo no se hizo esperar, se lanzó contra él haciendo gala de su renombrada velocidad. Dos agujas más penetraron  la piel de Kanon. Entonces l a diosa apareció para frenarle.

 

--- ¡Suficiente Milo!

--- ¡No, no es suficiente! --- gritó el rubio con una mueca de verdadero odio deformando sus rasgos. --- Aún si ella te ha dado el perdón... no confiaré en ti. --- dijo golpeándolo nuevamente, la sangre oscura  espesa que brotaba de las heridas de Kanon le  manchó el rostro.

 

Kanon cayó de bruces esperando  que Milo le rematara, no había creído que de verdad fuera capaz de hacerlo. Sabía que a pesar de todo, Milo era capaz de evaluar las situaciones, nunca se dejaba llevar por sus impulsos, era demasiado pragmático.

 

--- Estás indefenso Dragón Marino, te he quitado ya casi todos tus sentidos. El tiempo de usar a Antares llegó... --- susurró Milo con voz plana. Miro los ojos de Kanon, le pareció que de alguna manera, había algo distinto en ellos, pero no supo precisar que.

 

Lo vio levantarse otra vez, le atacó con furia, con odio y rencor acumulados. Le dio la espalda, Kanon permanecía tumbado en el piso, sangrando. Habría sido tan fácil acabarlo...

 

--- Con su permiso, debo volver a mi templo, los espectros se acercan rápidamente. --- dijo, con una leve inclinación de cabeza se despidió de la diosa. Enseguida se dirigió a la puerta.

-- ¿Te vas? ¿Dejarás a tu diosa con un traidor? --- dijo Kanon poniéndose dificultosamente de pie.

--- Aquí no hay ningún traidor, solo un santo dorado como yo. El santo dorado de Géminis.-- dijo y salió sin más.

 

Kanon no pudo evitar las lágrimas, se echó a llorar creyendo  que Milo le había perdonado. Se tomó  unos momentos para recobrarse y poder darle alcance.

--- ¡Milo! --- gritó para hacer que se detuviera. El rubio ni se inmutó. --- ¡Espera!

--- Tengo cosas que hacer, no puedo perder mi tiempo contigo Géminis. --- dijo sin menguar su apresurado andar.

--- Necesitamos hablar... más que por la diosa, estoy aquí por ti.

--- Eso a mi me tiene sin cuidado, tus intenciones me importan muy poco. Déjame aclararte que si no acabé contigo no ha sido porque aún sienta algo por ti. No te mate porque para mi desgracia necesitamos de toda la ayuda posible, en especial ahora, solo quedamos cinco y según se ve, hemos sido traicionados. --- lo miró fijamente taladrándole con esa gélida mirada cargada de indiferencia. --- No te equivoques Géminis, lo único que hice fue retardar unas horas tu muerte, hoy se acaba para todos. --- dijo y se dirigió a su templo.

 

"Maldita sea..." pensó mientras se dirigía a su templo, estaba ansioso por bajar hasta Aries, solo para verle una vez más...

 

El guardián de Aries abandonó sus aposentos ante aquella sensación, la oscuridad se acercaba presta al santuario. No podía existir un error... estaba sucediendo.

 

Podía sentirlo a su alrededor, acechando los dominios de la misericordiosa Atenea. Esa amenaza que flotaba en el aire no iba dirigida tan solo a la diosa que ahí moraba, era una amenaza que pendía cual espada sobre las cabezas de todos.

 

El día para el que había sido preparado estaba llegando. Lo supo al instante. Estaba preparado, sin embargo, hubo algo que le desequilibró. Notó una poderosa presencia en las cercanías de su templo, no podía creerlo.

 

"No puede ser..." se dijo mientras aquella presencia se aproximaba. No, no era posible, no él...

 

Frente a sus ojos apareció la figura de un hombre embozado en un manto tan oscuro como un cielo sin luna.  Un grito estuvo a punto de escapar de su garganta al reconocer plenamente ese cosmos tan sereno como amenazante. Era él, lo sabía a pesar de que su rostro estaba cubierto, jamás podría olvidar ese cosmos. No podía ser otro más que él.

 

--- Mu  de Aries. --- dijo aquel ser con una voz profunda que no tardó en reconocer. --- Ven aquí, arrodíllate ante mí. --- le ordenó. Mu bajó el rostro confundido y se arrodilló a unos pasos de ese hombre. Se acercó hasta él, Mu pudo notar el rancio aroma de la muerte emanando de ese hombre al que había admirado, de ese que había sido casi un padre para él y cuya muerte le había conducido a la más honda de las desesperanzas. --- Mu de Aries... Mu de Aries...  --- repitió en un susurro. Mu no se atrevió a levantar el rostro --- Hay algo que debes hacer por mí. --- dijo avanzando un poco más. --- Debes subir hasta los aposentos de la diosa y tomar su cabeza para mí, tienes doce horas para cumplir mi mandato. --- dijo --- Es una orden Mu de Aries. --- dijo con voz firme, Mu le miró lleno de confusión, ¿por qué le pedía algo semejante? ¿por qué le daba esa orden?

--- No... no puedo, ni siquiera por venir de usted puedo cumplir esa orden...

--- No puedes negarte... pequeño. --- dijo ese hombre acariciando con suavidad los cabellos de Mu.

--- No, no puedo. --- dijo Mu sin poder evitar que ese simple gesto del hombre frente a él le devolviera al pasado.

--- ¿Tratas de desobedecerme? Sabes bien que no puedes hacerlo... sabes bien lo que va a suceder si lo haces.

--- Sin importar las consecuencias, no lo haré... mi deber es proteger a mi diosa.--- dijo  Mu apretando con furia los puños.

--- Si yo fuera tú, lo obedecería, olvida tu maldita arrogancia y obedece. --- dijo una voz que provenía de detrás de una columna.--- No puedes negarte. --- Mu giró el rostro en dirección al sitio de donde provenía la voz. Frente  a sus ojos aparecieron dos siluetas más.

--- Esa voz--- susurró  Aries sin dar crédito a lo que escuchaba.

--- Si no vas a obedecer, apártate y déjanos el camino libre a nosotros. --- dijo el tercero de aquellos hombres que olían a muerte y oscuridad.

--- No... no puede ser... ustedes están muertos. --- dijo Aries poniéndose de pie lleno de sorpresa. --- Ustedes... ¿Piscis? ¿Cáncer? --- dijo un tanto alterado.

--- Eso es correcto. --- siseó Afrodita lanzándole una mirada de furia mal contenida.

--- Pero... ustedes están muertos... tal vez no han conseguido el descanso y son almas en pena.... --- dijo Aries.

--- Te equivocas... borrego.  Nuestro nuevo jefe decidió darnos una segunda oportunidad, ¿no es cierto Afrodita? --- dijo Cáncer mientras él y Afrodita se despojaban de los mantos que les cubrían. Mu los miró muy sorprendido, las armaduras que portaban eran idénticas a las armaduras doradas, sin embargo, sus colores eran los colores de la oscuridad.

--- ¿Te gustan Aries?  --- dijo Afrodita --- Estoy seguro de que quieres poner tus malditas manos sobre estas cosas.

--- Hades no solo nos devolvió nuestros cuerpos, también nos dio estos sapuris para venir a hacerte polvo Aries. --- dijo Death Mask con un aire de locura.

--- ¿Hades? ¿Entonces han traicionado a la diosa solo por volver a la vida? ¡Ustedes dos dan asco! --- una suave carcajada brotó de la garganta de Piscis.

--- Me tiene sin cuidado lo que pienses de mí, he venido por la cabeza de Atenea y no me iré sin ella. --- dijo el sueco, sus ojos casi transparentes brillaron de una manera nunca antes vista.

--- No deberías juzgarnos Aries... ¿qué sabes de lo que hemos pasado en la muerte? Cierra de una vez la boca y apártate.

--- Apártate Aries. --- masculló Piscis.

--- No voy a permitirles cruza por este templo. --- dijo Mu con decisión. Abrió los brazos e interpuso su "cristal wall" --- Ustedes ya no son santos de Atenea, sino espectros de Hades.

--- Maldita sea. --- gruño el italiano. Atacó con sus ondas infernales, pudo escuchar como la muralla crujía levemente. Afrodita también lo notó y atacó con sus rosas negras. Se dijo que un ataque más bastaría para reventar la defensa de Aries.

--- ¡Quítate de en medio idiota! --- gritó el rubio mientras se disponía a atacar de nuevo.

--- Basta. --- dijo el hombre que permanecía con el rostro cubierto. Afrodita y Death Mask se replegaron. El sueco estaba furioso, no entendía porque todo tenía que ser tan complejo, a sus ojos lo único que debía hacerse era acabar con la raíz del problema. Ya comenzaba a dudar del hombre al frente de todo aquello. --- Has mejorado bastante Mu. --- dijo el espectro que aún no revelaba su identidad. --- Sin embargo, no es suficiente para intentar igualarte a mí. --- dijo, a un toque de su dedo, la muralla salto hecha pedazos. --- Ustedes, vayan ya por la cabeza de Atenea. --- los asesinos asintieron y se dirigieron hacia Aries.

--- Es hora de terminar con todas nuestras cuentas pendientes Mu. --- dijo Death Mask con esa mirada que rayaba en la locura, se disponía a descargar un potente puñetazo sobre Mu, más no pudo hacerlo debido a que alguien se interpuso. --- Maldita sea... ¿qué te crees niño cretino? --- escupió con odio el italiano.

--- ¿Qué sucede Mu? --- dijo el recién llegado mirando a Aries. --- ¿Por qué están ellos aquí?

--- Esto no es de tu incumbencia Pegaso, las órdenes de la diosa son que ustedes permanezcan al margen de esta pelea. --- dijo Aries con seriedad. El santo de bronce no se había percatado de la identidad de los atacantes hasta ese momento.

---- Antes de que digas algo estúpido... no, no somos fantasmas, ¡somos espectros de Hades y estamos tan vivos como tú! --- gritó Afrodita al tiempo que atacaba a ese joven. Estaba deseoso de matarlo ahí mismo, de matar a todos esos patéticos santos de bronce que habían venido a arruinarlo todo.

--- Vete Seiya, el dios al que sirven es más poderoso de lo que puedes imaginar, debes irte, esta no es tu batalla. --- dijo Mu.

--- No puedo irme y dejarlos aquí. --- dijo el chico poniéndose de pie después de recibir el golpe de Afrodita. --- Sé que hay un gran peligro acechando al santuario.

--- Esto no te incumbe, debes volver a tu hogar y no intervenir, son órdenes de la diosa.  --- le dijo Aries.

--- ¡No te creo! --- gritó el chiquillo. Los asesinos miraban con fastidio la escena.

--- ¡Maldita sea! No voy a estar contemplando su melodrama barato toda la noche, o te quitas del camino o te quitamos niño. --- dijo el sueco hecho una furia. Toda esa farsa le tenía harto.

 

No pudo contenerse, se lanzó contra ese chiquillo y le golpeó con toda la furia contenida durante esos dos años vividos en el infierno. Lo escuchó gritar, estaba siego de furia, lo atacó una vez mas.

 

Lo dejó en el piso, Death Mask se apresuró a atacarlo, el italiano estaba enloquecido, pudo escucharlo reír mientras se disponía a darle el golpe final al chiquillo. El rostro de Death Mask se contrajo de decepción cuando Mu le impidió acabar con ese muchacho. Lo siguiente que supo de él era que al parecer se había esfumado incluso su cadáver. Se sorprendió a si mismo de sus dotes de actor, era obvio que no había muerto, ¿A dónde lo enviaría Aries? No podía saberlo, pero lo mejor era que le hubiera enviado bien lejos, donde él no pudiera encontrarlo.

 

Aries discutía con el primer espectro. No puso atención a aquello, no le importaba. A final de cuentas, todo en lo que podía pensar era en Milo, en su griego. Él era la única razón por la que había aceptado participar en aquella locura, solo por verlo una vez más.

 

"¿Por qué demonios no has bajado aún?" pensó mientras sus límpidos ojos se remontaban hasta el templo del que fuera su amante.

 

Todo estaba sucediendo justo como lo habían previsto, justo como había sido orquestado aquella noche. Los dioses sabían que tan arriesgado era el plan, y que sin duda, la peor parte del plan era la que los asesinos muertos debían ejecutar.  Las maldiciones no cesaron de brotar de sus labios cuando a la señal del otro espectro tuvieron que bajar la guardia para permitir que el ataque de Mu les enviara directamente a las puertas del infierno.

 

Furioso y deseoso de acabar con todo lo que tenía enfrente fue como arribó al infierno una vez más. No le gustaba nada ese maldito lugar, odiaba a los espectros aún más que a sus antiguos compañeros, en especial a los jueces cretinos.

 

--- ¿Todo bien? --- le preguntó Cáncer mientras se apartaba el cabello de los ojos.

--- Define bien. --- siseó el sueco.

--- Así es como tenía que ser. --- dijo Death con resignación.

--- Cierra la boca. --- gruñó Afrodita. Avanzaron en dirección a la entrada al palacio de Hades. Afrodita no podía dominarse.

--- Ya viene. --- dijo Death Mask.

--- Lo sé... recuerda el maldito plan, ¿quieres? No te dejes llevar por tus jodidos impulsos.

--- Eso debería decírtelo yo a ti, casi nos cuesta la misión tu estúpido afán de ver al griego.

---Cállate y sigue avanzando. --- ordenó Afrodita furioso.

--- De acuerdo.

 

Pronto pudieron verlo, con aquella armadura que, según Afrodita, Milo habría considerado poco práctica para una pelea. Se plantó frente a ellos con ese aire despótico y engreído que los asesinos detestaban.

--- ¿No se supone que traerían la cabeza de Atenea? ¿Qué demonios se supone hacen aquí?

--- Cambio de planes Wyvern. --- dijo Afrodita desafiante.

--- Queremos ver a Hades. --- dijo Death Mask.

--- ¿A Hades? ¡Lo único que verán ustedes dos patéticos remedos de guerreros será el fondo del infierno! - gritó el juez.  Afrodita se mantuvo firme, aunque irritado por lo que tenía que hacer.

 

"Maldita la hora en que acepté hacer esto" pensó el sueco mientras él y Death Mask echaban a correr fuera del alcance del juez que les perseguía.

 

Pronto el juez les dio alcance, los ojos del sueco brillaron de furia. Los asesinos sintieron que lo poco que les quedaba de dignidad se esfumaba en ese instante.

 

---- ¿Una última palabra antes de que vuelvan al infierno? --- dijo el juez con burla.

--- Sí... yo pondré el último clavo a tu ataúd juez. ---- dijo Afrodita furioso.

 

Instantes después se vieron cayendo al fondo de aquel pozo del que era imposible volver a salir.

 

En el santuario, la alarma ya había sido dada, pronto comenzaría la cruenta batalla que decidiría el futuro de millones de almas. Los santos dorados se encontraban en sus templos, prestos a vender cara la derrota ante las huestes de Hades.

 

Ya Leo había descubierto a esos tres que habían traicionado a la diosa, en esos momentos se encontraban en Virgo, enfrentando a Shaka.

 

La ira pudo más que la razón en Milo de Escorpión, se apresuró a llegar a Virgo, deseoso de terminar con lo que quedara de los espectros de Hades en esos momentos, deseoso de confirmar sus sospechas. A pesar de la indiferencia que reflejaba su rostro, Milo era un mar de inagotable furia y rencor.

 

Llegó lo más rápido que fue posible hasta Virgo, había detectado el estallido de energía,  la desaparición del cosmos de Shaka. Se preguntaba, ¿qué razones tenía para morir? ¿De que se trataba aquello?

 

Llegó a tiempo para ver a los traidores discutir con Aioria. El león estaba furioso.

--- ¡Infelices! ¡Traidores! ¡Atrévanse a atacarme los tres a un tiempo como hicieron con Shaka! ¡Vamos, háganlo si es que tienen agallas! --- gritaba Aioria.

--- Por los dioses Aioria, creí que habías madurado un poco, pero aún no has dejado de ser un niño. --- dijo Saga mirándolo con aire de reprobación.

--- Vaya, vaya, el león dormido se ha despertado de mal humor. --- dijo Shura en son de burla.

--- ¡Voy a enviarlos a lo más profundo del averno! --- dijo Leo arremetiendo contra ellos.

--- Basta Aioria... --- dijo Mu deteniendo al griego antes de que atacara a los espectros.--- No es honorable atacarlos en ese estado, tú lo sabes,

--- ¿De verdad crees que les importa el honor? --- dijo la voz plana y gris del guardián de Escorpión. Una sonrisa cínica se poso por unos instantes en sus labios. Lentamente se desplazó hasta el grupo, estaba furioso, había dejado de sentir el cosmos de Afrodita hacía un buen rato. La furia y el rencor estallaron en su interior envenenándole por completo. Tenía frente a sí a los dos seres a los que más despreciaba en todo el ancho mundo, en sus manos estaba la oportunidad perfecta de alcanzar esa tan codiciada y casi irrealizable venganza. Por primera vez en su vida creyó que la fortuna le sonreía.

--- Escorpión, debiste quedarte en tu templo. --- le dijo Mu, el griego no le escuchaba, esetaba muy ocupado estudiando a sus rivales. --- ¿La diosa te envió? ---- Milo permanecía en silencio, pasó a su lado sin mirarlo siquiera.

 

Camus no podía apartar la vista de él, estaba impresionante, aún más de cómo lo recordaba. Sintió que Milo lucía sin duda más oscuro de cómo lo recordaba, sin embargo, eso no dejaba de ser fascinante. Tenía ante sus ojos al hombre que había amado aún en la muerte, ese al que bien podía llamar el amor de su vida, su eterna desgracia.

 

No tuvo tiempo de nada, ni siquiera lo vio venir. Milo le asestó un potente puñetazo en el estómago sacándole el aire.

 

---Pero... ¿qué...? --- dijo antes de sentir el segundo golpe. No hubo tiempo de decir más, las agujas escarlata habían hecho blanco en su cuerpo.

--- ¡Cállate! --- gritó el rubio convertido en una fiera sedienta de venganza. --- ¡Voy a matarte  Camus de Acuario! --- dijo disponiéndose a atacarlo una vez más.

 

El escorpión se había olvidado por completo de Saga y Shura, estaba furioso, tanto como nunca se había permitido estar. La sola visión de Camus de Acuario bastó para revivir en él todo el dolor que llevaba a cuestas. Por si fuera poco, la frustración se había añadido al dolor y la furia, no había conseguido ver a Afrodita nuevamente. Maldijo a su suerte, a esos hombres que le habían estorbado en esos momentos que se le antojaban determinantes en su existencia. lo único que tenía en mente en esos momentos era exterminar a Acuario, borrar todo rastro de su existencia, esta vez no quedaría ni siquiera un cuerpo que sepultar...

 

Su distracción le puso en peligro, peligro que dificultosamente pudo evadir, pronto se recobró del ataque de Géminis. El chico de bronce le había advertido a tiempo...

 

"Demasiado débil, demasiado lento... tienes que concentrarte..." se reprochó mientras miraba fijamente a los tres traidores. Los labios del escorpión se plegaron en una mueca de disgusto que se difuminó casi al instante.

 

Saga lo miró fijamente, reconoció en ese hombre la gélida mirada del asesino que solía servirle, de ese joven carente de moral y prejuicios a la hora de matar. Pensó también en Afrodita, eran tal para cual... y sin embargo, estaba seguro de que en el fondo, Escorpión jamás llegaría a amar a nadie... ni siquiera a si mismo. Milo sintió la penetrante mirada del gemelo sobre sí, aquello solo incrementó su disgusto.

 

"Maldito Virgo, apenas los rasguñaste." Pensó el rubio mientras se disponía a lanzar un nuevo ataque.  Esos tres aún tenían intenciones de seguir peleando, sin importar nada.

 

--- Malditos cerdos... --- masculló el escorpión al ver la posición de ataque que adoptaban sus oponentes. --- Con que, ¿lo harán de nuevo?

--- Si... es nuestro último recurso, y vamos a usarlo. --- dijo Saga.

--- Ya nada importa... solo cumplir nuestro objetivo. --- sentenció Shura con gesto desolado.

--- Están pasando por alto un detalle.... Ustedes no son los únicos que pueden ejecutar esa técnica. --- dijo el escorpión con aquella voz plana.

--- Si hacemos al mismo tiempo la exclamación de Atenea, el santuario será destruido, junto con todos nosotros. --- dijo Mu intentando frenar aquello.

--- Tanto mejor. - dijo  Saga. --- Así terminaremos más pronto con esto. --- dijo Saga mirando fijamente a Milo. Había cambiado, no podía saber que lo había provocado, pero ese hombre estaba lleno de una tremenda oscuridad.  Pero sin duda, ya no era el mismo muchacho que le obedecía ciegamente.

--- Ha  sido suficientes charla... yo digo que es hora de terminar con estos perros. --- dijo Milo.

--- Estoy de acuerdo. --- dijo AIoria.

 

Mu no tuvo más remedio que reconocer que tenían que atacar, era obvio que nada iba a detener a esos hombres.

 

Ambos grupos adoptaron la postura y se situaron unos frente a otros.

 

"Que el infierno nos acoja a todos..." pensó Milo mientras encendía su cosmos. Las masas de energía formadas con el ataque de ambos grupos colisionaron, por momentos pareció que ninguno progresaba, pronto todos pudieron sentir que algo estaba interfiriendo, alterando el delicado balance que habían alcanzado ambos ataques.

 

Milo maldijo mentalmente a esos chiquillos... una vez más se interponían en su camino, una vez más le arrebataban algo. Sintió deseos de abandonar su puesto y liquidarles como debía haber hecho dos años atrás.

 

No tuvo tiempo de hacerlo, la energía fue desviada hacia el cielo, y al estallar provocó una onda expansiva que le golpeó de lleno. En cuestión de segundos se vio sepultado por los escombros de lo que fuera el templo de Virgo.

 

Le tomó unos minutos recobrarse y emerger de los escombros, tosió un poco mientras se enfocaba en hallar los cosmos del resto, tanto sus compañeros como los de bronce estaban con vida, pero eso no le importó, pronto detectó el cosmos de Saga, aunque debilitado, seguía vivo.

 

Vio brotar de entre los escombros un brazo que de inmediato reconoció como de Saga de Géminis. Se movió lo más rápido que pudo para llegar hasta el espectro, Saga lo miró fijamente, esos ojos eran de verdad los ojos de un asesino.

--- Tal como tú dijiste hace tiempo Saga... no habrá piedad... --- siseó el escorpión disponiéndose a asestarle el golpe final.

 

Milo podía degustar ya en su lengua el metálico sabor de la sangre de su oponente, de ese hombre al que había aprendido a odiar con el paso del tiempo. Su venganza estaba a instantes de ser consumada. Sin embargo, la intervención de la diosa lo impidió. La diosa les ordenó detenerse y llevar a los traidores a su presencia.

 

---- Van a matarla... --- siseó el rubio sin perder de vista a los tres espectros. La diosa repitió la orden, el griego lanzó una maldición entre dientes y bajó los brazos, la oportunidad de vengarse había desaparecido, se la habían arrebatado como todo en la vida...

 

Pese a que creía que era una reverenda tontería, obedeció, no tenía más remedio que hacerlo. Con escaso cuidado asió a Camus por un brazo y le llevó a rastras en dirección a la estatua de la diosa, ahí, ella les esperaba.

 

--- Milo... ---susurró Camus al ver la pétrea expresión en el rostro del hombre que seguía amando a pesar de todo.

--- Ni siquiera lo intentes... Cállate... como sigas hablando no me importará el castigo que deba recibir si te mato.

--- Tenemos que hablar... hay tanto que quiero decirte...

---Nada de lo que salga de tu sucia boca me interesa. La última vez que hablé contigo, perdí lo que más he amado en el mundo. No nos queda nada de que hablar, el día en que tu discípulo entró en mi templo saldamos nuestras cuentas. --- dijo con supremo rencor. Camus guardo silencio, decepcionado, había esperado que al menos fueran capaces de hablar.

 

Unos pasos detrás de ellos avanzaba el resto. Shura no podía dejar de mirar a Aioria, enfureció al notar que las verdes pupilas del hombre al que amaba no se despegaban de la figura del asesino.

 

---Sé que no es el mejor momento para esto... pero aunque no lo creas, te he extrañado Aioria. --- dijo el español. Aioria permaneció en silencio. Los verdes ojos del heleno no perdían detalle del hombre que avanzaba frente a él. --- Así que al fin se ha dado cuenta de que existes... --- dijo el español intentando esconder su dolor.

---Shura... no es el momento ni el lugar para hablar de esos asuntos. --- dijo Aioria evitando mirarlo.

--- Es verdad... el momento entre tú y yo ha ido a morir entre las piernas de ese infeliz... - dijo el hispano mirando con odio al escorpión.

--- Basta... no lo hagas más difícil de lo que ya es...

--- Al final le ganaste a Acuario, tienes lo que siempre deseaste, es todo.

--- Shura... no tienes derecho a hablarme así...

--- Es verdad, tal vez ni siquiera debería hablarte.

 

El orgulloso león bajo el rostro, estaba avergonzado. Aioria se mantuvo en silencio, no podía, no quería reconocer que en el fondo, él no significaba nada más que compañía para Milo. El escorpión seguía pensando en Afrodita, seguía amando a ese hombre tan cruel como hermoso. Nadie volvió a romper el silencio.

 

Al fin alcanzaron la estatua de Atenea, ahí, la diosa en persona les esperaba. Ahí estaba, mostrando más decisión de la que ninguno de sus súbditos le hubiera visto nunca. La mujer sostenía a Niké en la diestra y les miraba nerviosa. Milo se plantó frente a ella y dejó caer a Camus al suelo.

 

Los ojos de Milo se encontraron con los de Aioria, pudo ver el dolor que su compatriota experimentaba en esos momentos. Repentinamente giró el rostro para encontrarse con la mirada de Shura, el español lo miraba con franco odio. El griego se limitó a mirarlo con la indiferencia de siempre, cosa que hizo enfadar aún más al español.

 

Camus alzó la miraba, pudo notar el intercambio de miradas entre Aioria y Milo, ¿ahora él? ¿acaso que todos poseían encanto a los ojos de Milo,, todos, excepto é? Colérico, se puso de  pie por sí mismo.

 

--- Acércate Kanon. --- pidió la diosa,  Milo pudo notar el deje de temor en la voz de la joven. el aludido hizo lo propio llevando entre sus manos orlada caja que abrió ante los presentes. Su contenido sorprendió a todos los santos.

 

El rostro de Saga de Géminis se contorsionó de estupor, lo que sus ojos reflejaban era una mezcla de dolor y sorpresa que no pudo disimular.

 

Se trataba de la daga con la que años atrás Saga intentase asesinar a la diosa.

 

Milo observó detenidamente el rostro de Géminis, se veía desencajado, confundido.  La diosa le ofreció aquella daga, Milo pudo notar el miedo que la mujer experimentaba, a sus ojos era entendible, diosa o no, su parte humana temía a la muerte.

 

--- Acércate  Saga. --- Saga la miró con culpa, se apartó de Mu y avanzó hacia ella. --- Sé a que has venido, por lo que han venido... vamos Saga, toma esta daga y cumple tu misión.- dijo poniendo en manos del imponente guerrero el letal instrumento. - Hazlo Saga, hazlo y serás libre...- Saga no sabía que hacer, como actuar ante aquello, ¿era verdad? ¿La diosa deseaba morir en sus manos?

 

Milo contemplaba con gesto indiferente la escena, no tenia claro que era lo que pasaría, a todas luces la diosa estaba aceptando su muerte por razones que a él le resultaban desconocidas. Pasara lo que pasara, estaba seguro de que su vida terminaría aquel día. Se preguntó si Géminis sería capaz de auto maldecirse de aquella manera. Su respuesta llegó pronto.

 

 La diosa no le dio a Saga tiempo de decidir, al ver la inactividad del guerrero, ella misma empujó la daga contra su pecho.

 

La sangre oscura y tibia comenzó a brotar, aquella herida era fatal. Milo contempló aquello con marcada indiferencia, a sabiendas de lo que ocurriría. Empezaba a creer que el único motivo que tenía para viajar al inframundo era Afrodita. La diosa parecía no necesitarle.

 

--- ¿Qué deseas de mí Acuario? --- dijo el escorpión con gesto violento. --- Tus amigos y tú ya consiguieron aquello que venían a buscar, no queda nada más aquí para ti.

--- ¿Qué tienes con Leo?

--- Nada que te importe. --- dijo el griego dándole la espalda. Estaba indignado, aquello que había presenciado era la negación de todo aquello en lo que un día creyera...

 

La diosa estaba muerta, vio su cuerpo sangrante y desmadejado ser sostenido por Saga, pronto la cubrieron con un  inmaculado lienzo blanco y partieron con rumbo al castillo de Hades. Camus le dirigió una lánguida mirada antes de partir, como le hubiera gustado decirle esta vez todo lo que tenía en mente.

 

Milo se dirigió a una de las salidas del santuario, estaba ansioso por terminar con todo, moriría, como se lo había dicho a Kanon, ese día terminaría todo para todos, para bien o para mal...

 

Caminaba lentamente, pronto Aries y Leo le dieron alcance.

 

--- ¿Qué hacemos ahora? - dijo Aioria.

--- Lo que se espera que hagamos, ir al infierno y acabar con Hades. --- dijo Milo con indiferencia. Aioria escudriñó aquel rostro que por momentos parecía el de un muerto. Reconoció que la batalla estaba perdida aún antes que comenzara, que Afrodita jamás dejaría de poseer el corazón del gris personaje que avanzaba con escasa premura hacia la salida más próxima.

 

Él también había notado el cosmos de Afrodita y suponía que el hecho de que Milo hubiera bajado a Virgo no significaba que de verdad se interesara por lo que ahí sucedía, sino que esperaba llegar a tiempo para encontrarse con su amante. Aquello era como echar sal a la herida. La actitud de Milo no hacía sino confirmarle que jamás dejaría de amar al sueco, aún en las circunstancias en que se encontraban. El comportamiento de Milo no hacía sino escupirle en la cara que solo Afrodita podía conmover a esa masa de indolencia.

 

Milo siguió caminando sin fijarse en nada ni en nadie, todo estaba por terminar, fue entonces que comenzó a pensar en lo que había sido su vida, no había sido más que una colección de desafortunados eventos que habían ido a transformarle en ese ser gris y apático que deambulaba por el santuario intentando sobreponerse a lo que había derribado los cimientos de su vida: la muerte de Afrodita.

 

Se dijo que en esos momentos no era más el hombre que había amado Afrodita, no era más que un pobre diablo que había sucumbido a la soledad, al dolor, que se había quebrado como jamás debió hacerlo.  Su vida le pareció un crisol de desgracias que solo había sido medianamente soportable cuando tuvo a Afrodita a su lado, nadie como él para arrancarle de la indolencia, para sacar lo poco que le quedaba de emociones, de pasión....

 

Viéndolo bien, nada había construido, todo había sido destruir, aniquilar, matar a quien interfiriera con aquellos a los que debía obediencia, aquellos que estorbaban. La cercanía de la muerte le había orillado a reconocer la vacuidad de su vida sin Afrodita, nadie había podido acercarse a él como lo hiciera el sueco.

 

Se había equivocado al enredarse en aquella extraña relación con Aioria, ¿con que cara se presentaría ante Afrodita ahora? No tenía idea de lo que iba a pasar, de lo que ocurriría de tenerlo frente a frente, seguramente Afrodita le mataría cuando lo supiera... se dijo que ya no importaba nada, iba a morir, y mejor morir a manos de su amante que a manos de un maldito espectro de Hades.

 

Mu y Aioria lo seguían de cerca, ninguno se atrevió a decir nada mientras se acercaban hasta el castillo de Hades. Se rió de si mismo, ¿quién diría que terminaría peleando hombro a hombro con Mu de Aries? La vida tenía giros por demás irónicos. Pronto se encontraron frente a las puertas del castillo de Hades. El final del camino se hallaba muy cerca...

 

--- Todos sabemos lo que hay que hacer. ---- dijo Aries. Milo se mantuvo en silencio, fijando sus opacos irises azules en la enorme puerta que guiaba a su destino final.

 

Les tomó segundos abrirse paso hasta el patio del castillo, sabían que lo que vendría no iba a ser tan fácil.

 

Uno de los tres jueces hizo su aparición. Se trataba de Radamanthys de Wyvern, no se sorprendió de que hubieran llegado hasta ahí.  Después de todo, eran santos dorados, la élite de las huestes de Atenea.

 

El juez se tomó el tiempo de mirarlos con detenimiento. No podían ser más dispares. Fue Leo quien llamó poderosamente su atención, ese hombre intentaba mantenerse sereno cuando era más que evidente lo preocupado que estaba por ese rubio de apático gesto que permanecía mirándole con indolencia.

 

--- Así que consiguieron llegar hasta aquí. Les aconsejo que vuelvan sobre sus pasos si en algo aprecian sus patéticas vidas. --- dijo el juez con jactancia. Los ojos de los tres dorados convergieron en la oscura figura del espectro.

--- Entraremos ahí para ver a Hades, será mejor que te apartes. - dijo Aioria.

--- Ustedes no podrán pasar de esta puerta, eso puedo garantizarlo.--- dijo el espectro con un mohín de burla.

--- Llévanos ante él. --- dijo Aries con decisión.

--- Si aún tiene honor... vuelvan sobre sus pasos, ahórrense la humillación de ser derrotados por Hades. Den media vuelta y regresen a su santuario. --- solo entonces el rubio habló.

--- ¿Honor? Deja de decir tonterías, el honor no tiene  absolutamente nada que ver en esto, ¡pelea juez! --- gritó el escorpión mientras sus enrojecidos ojos miraban al espectro.

 

La actitud mostrada por el rubio despertó el interés del juez. Así que él era el sobreviviente de la tríada de asesinos de Atenea, uno de los temibles tres, lo tenía frente a sí y podía estudiarlo a placer. Le habría gustado enfrentarlo con todo su poder, sin embargo, no había tiempo de cumplir su capricho, la situación apremiaba.

 

Uno a uno los dorados atacaron al espectro infructuosamente. Milo se deshacía en disgusto a pesar de su displicente gesto.

 

--- ¡Maldición! ¡No estamos consiguiendo nada! --- dijo Aioria mientras se reponía de un golpe del juez.

--- Sí alguien tiene ideas, es el momento de plantearlas. - dijo Mu llevándose las manos al abdomen. Sabía que era poco lo que podían hacer, pero aún así, quería intentarlo, dar batalla.

--- Tengo un plan. --- siseó el escorpión luego de lanzar un sanguinolento escupitajo. --- No vamos a conseguir nada sí seguimos atacando de manera aislada....

--- ¿Qué quieres decir Escorpión? --- preguntó Aries.

--- Estamos en desventaja si le atacamos uno a uno, tenemos más oportunidad si le atacamos los tres al mismo tiempo sobre un punto específico.

--- Habla claro. --- pidió Aioria.

--- Le aplicaré la restricción, luego los tres atacamos su brazo derecho, lo más seguro es que no consigamos mucho, pero con un poco de suerte y precisión, lograremos arrancarle el brazo. --- expuso el rubio.

--- Hagámoslo. --- dijo Aries irguiéndose.

--- Yo te cubriré mientras lo atacas.--- dijo Aioria con decisión.

--- Como sea, ¡hay que acabar a ese perro! --- gritó Milo encolerizado.

 

Mientras Aioria despistaba al juez con su ataque, Milo se acercó lo suficiente como para aplicarle la restricción. Los tres dorados sabían que no duraría mucho, tenían que aprovechar esa oportunidad.

 

Aioria dejó sentir una vez más su relámpago de voltaje sobre la anatomía del juez mientras Mu hacía lo propio, las agujas escarlata de Milo perforaron el hombro del juez momentos antes de que la restricción perdiera efecto.

 

Radamanthys se enfureció, esos tres no eran tan torpes como creía. Era obvia la existencia de un estratega entre ellos, de alguien que había conseguido orquestar aquello en segundos. Palpó su brazo, estaba seriamente dañado.

 

--- Malditos gusanos.... ---- siseó, pudo notar la imperceptible sonrisa de satisfacción en los labios del rubio. Había sido él, el sobreviviente de la tríada de asesinos, el cerebro detrás del músculo.

 

"Ahora si estoy listo para descender a los infiernos..." pensó Milo mientras se disponía a recibir el iracundo ataque del juez.

 

Alguien se acercaba, cuando estaban muy cerca se percató de que eran los santos de bronce. Habría querido borrarlos él mismo, pero, se lo dejaría a los espectros. De todas formas, iban a morir.

 

--- ¡Mu! --- gritó el dragón.

--- Será mejor que se vayan. --- sentenció Aioria con gesto duro.

--- No tenemos tiempo para jugar con ustedes. Largo. --- masculló Milo con molestia.

 

Los cuatro muchachos se negaban a alejarse, intentaron intervenir, pero los dorados se los impidieron.

 

--- Esta pelea no es suya. --- dijo con desdén el guardián del octavo templo. 

--- Te equivocas, nosotros también somos parte de la orden de Atenea y pelearemos por ella y por lo que es justo. --- dijo Seiya, el rubio reprimió una expresión burlona y posó sus ojos en aquel chiquillo ingenuo.

--- Váyanse, las ordenes de la diosa fueron de impedirles intervenir en esta guerra. --- dijo Aries.

--- Pero... debemos llevarle su armadura. --- dijo el Pegaso mostrando una menuda estatuilla.

--- En ese caso, lárguense y déjennos a nosotros esto. ---dijo Aioria, los cuatro muchachos se sorprendieron, era verdad lo que se decía en el santuario, Aioria cada día se parecía más y más al mordaz escorpión.

--- Largo de una vez. --- susurró Milo sin apartar los ojos de Radamanthys.

 

Pronto desaparecieron de su vista. El juez pasó por alto a los que se alejaban, concentrándose en los tres dorados. Furibundo, el espectro quiso terminar con aquello cuanto antes. No resistieron mucho, tal como se había creído, el espectro terminó por arrojarles al Hades.

 

Estaba hecho, ahora solo tenían que esperar por la señal convenida...

Milo despertó al sentir un poderoso cosmos, se trataba de la diosa. Ateridos y confundidos, los tres dorados se pusieron en pie, algunos espectros se acercaron, les tomó instantes deshacerse de ellos.

 

--- Shaka... --- susurró Aries.

--- Es hora. --- dijo Aioria. Milo se mantuvo en silencio. Era consciente de que vivía sus últimos momentos, y en lo único en lo que podía pensar era en volver a ver a Afrodita.

 

Su andar se detuvo ante el muro de los lamentos. Ahí pudo distinguir no solo a Virgo, también a Libra y a los santos de bronce.

 

Observó a Libra mientras Mu se encargaba de entregarle a Shaka su rosario. El chino lucía completamente diferente de cómo lo recordaba.

 

---- Me alegra ver que estás aquí Milo de Escorpión. --- dijo el chino ofreciéndole la mano, Milo estrechó su mano con desconfianza.

--- Habrás creído que no me presentaría al saber que mi amante estaba con Hades, ¿no es cierto? --- dijo el griego con saña.

--- No malinterpretes mis palabras Escorpión.

--- Ni tú mis acciones. --- dijo dándole la espalda para examinar el imponente muro que se alzaba frente a ellos. Había leído de ese lugar, de ese muro, pero nunca lo había imaginado así. el muro parecía indestructible, aún el cosmos de Shaka de Virgo había sido ineficaz al intentar destruirlo.

 

--- Se dice que solo la luz del sol puede destruir este muro. --- dijo Milo en un murmullo.

--- Es verdad. --- dijo Dohko sorprendiéndose de lo dicho por el heleno.

--- La cuestión es, ¿cómo vamos a hacer llegar la luz del sol hasta aquí? --- dijo Aioria.

--- Podemos hacerlo. --- dijo Libra animado. --- Nuestras armaduras han sido bañadas con la luz del sol, en ellas se encuentra concentrada parte de su luz... todo lo que tenemos que hacer es elevar nuestros cosmos y atacar el muro, solo así podremos conseguirlo.

--- Entonces no perdamos más el tiempo y hagámoslo. --- dijo Shaka decidido.

 

Los cinco dorados tomaron las armas de Libra y atacaron el muro con nulo resultado.

 

--- No hemos conseguido nada... ---- dijo Shaka derrotado.

--- Eso es porque se necesita a los doce santos dorados para hacerlo. ---- susurró Libra frustrado.

 

Las palabras de Libra parecieron funcionar como un conjuro, al poco rato, el resto de las armaduras doradas se encontraban ante ellos. Solo faltaba Géminis, misma que se reunió con el resto a los pocos minutos. Ver aquella armadura le bastó a Milo para saber que Kanon estaba muerto.

 

Como en un sueño, pudieron ver a los santos fallecidos aparecer frente a ellos. Milo ahogó un grito de sorpresa al verlo,  Afrodita estaba ahí, tan imponente y hermoso como lo recordaba, escoltado por Death Mask. El italiano le sonrió con cansancio, el griego se acercó pasando de largo al lado de Camus que le miraba con desesperación.

 

Al fin estuvieron frente a frente. Afrodita no pudo soportar más y le tomó en sus brazos, Milo unió sus labios a los del único hombre al que de verdad había amado... ahora lo sabía, solo lo que halló al lado del sueco podía ser llamado amor.

 

--- Maldito seas griego... ---- susurró Afrodita con voz ronca. Aferró el rostro de Milo entre sus pálidas manos y le besó con pasión.

 

No hubieran querido separarse, pero el tiempo apremiaba y las circunstancias les obligaron a separarse.

 

Aioria los miró con desconsuelo desde los brazos de su hermano que le acunaban tiernamente.  Sus ojos vertieron algunas lágrimas de amargo dolor y derrota, Milo nunca había sido suyo, Milo nunca sería suyo. En la vida de ese hombre gris y desgarbado, él solo había sido el asidero para no perderse en la locura.

 

--- Vamos a morir... --- dijo Milo en un murmullo.

--- Esta vez ni siquiera eso va a impedirme seguir a tu lado griego. --- dijo Afrodita al oído del rubio, asiendo la nuca de su amante en un gesto posesivo.

 

Death Mask se colocó detrás de ellos, Milo le ofreció la mano en un último gesto de amistad que el italiano aceptó con una sonrisa cansada.

 

Pronto los doce cosmos estallaron al unísono, concentrándose en la flecha de Sagitario pudieron sentir como sus cuerpos se desvanecían en medio de ese estallido de luz., fue como un estremecimiento único... y luego, la nada.... Solo la más profunda oscuridad.

 

--- Afrodita. --- dijo Milo sin palabras. Al fin estaban juntos y nada ni nadie podría separarlos, nada ni nadie estaría entre ellos... o al menos, eso quisieron creer...


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