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TRiADA por Kitana

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Notas del capitulo: Hola!!! aqui traigo un nuevo capitulo de esta historia, como siempre, las adevertencias de rigor, todos los personajes están en OOC, si son muy apegados al canon, abstenganse, violencia explícita y algo de tormento psicologico, dicho esto, je je espero les agrade

--- Y ahora... ahora sabrán lo que es el dolor... "

 

Aquellas palabras resonaron en su mente. Abrió los ojos lentamente, suponiendo que seguía en el mismo lugar de siempre. Pero... había algo distinto. Podía sentir la áspera textura del césped bajo su piel.

 

Inhaló profundamente, llenando sus pulmones de oxigeno. Se sintió violentamente expuesto, sin saber como era que había logrado llegar ahí. Sintió como su tórax se expandía dolorosamente al inhalar. Intentó moverse, más el dolor que aguijoneaba cada centímetro de su cuerpo. Sin proponérselo, su rostro se curvó en una mueca de dolor.

 

Aún así, consiguió incorporarse. Pudo ver que a su alrededor se hallaban tendidos los hombres al lado de los que había peleado esa última batalla. Pese a su aturdimiento, pudo reconocerlos. Frente a él se hallaba Death Mask, a la derecha de éste, Virgo, y unos pasos a la izquierda, pudo reconocer a Géminis.

 

Su mente  trabajaba vertiginosamente. Tenía que encontrarlo, si ellos estaban ahí... él también estaría. Haciendo un gran esfuerzo, logró ponerse de pie a pesar del casi insoportable dolor. Con andar torpe, comenzó a desplazarse por ese lugar que pronto reconoció. Se trataba de uno de los jardines interiores del templo del patriarca, uno de esos sitios a los que solo ciertos miembros de la orden habían tenido acceso antes de ese día.

 

Al pasar cerca de Acuario sintió unos irrefrenables deseos de molerle a golpes como no había tenido oportunidad de hacerlo en el pasado. Más se frenó, había cosas más urgentes que esa.

 

Al fin logró distinguir la espigada e inconfundible figura de Milo de Escorpión  tendido en las proximidades de la fuente situada al fondo de aquel apacible jardín. Estaba tan cerca... al fin le había hallado. Avanzó hacía él sintiendo que cada paso le destrozaba a causa del dolor. Llegó a su lado, y se desplomó de rodillas junto a él. La desesperanza se abrió paso en él cuando lo contemplo yerto, frío, sin trazas de albergar vida en su cuerpo. Con pulso inestable, acercó el índice a la carótida del griego para conocer la respuesta. Un débil pulso fue lo que percibió. Una sensación de alivio le invadió al percibir los latidos de ese corazón.

 

Lo miró un instante y no hubo necesidad de pensarlo. Lo tomó en sus brazos, a pesar de que aquel acto amenazaba con fragmentarle la columna. Sintió como si su cuerpo fuera saltar hecho mil pedazos en cualquier momento, más no le importó, tenía que sacarlo de ahí, evitar que siquiera lo miraran. Resuelto, se dirigió a Escorpión.

 

Una vez ahí, le acomodó sobre la polvorienta cama y desnuda cama que cobijara su pasión, su amor...

 

Al verlo dormir, se sintió confundido, sumamente contrariado, furioso... no sabía como manejar las emociones que le producía verle en tan apacible estado, ¿cómo era que habían terminado en semejante situación?

 

Se apresuró a llegar al baño deseoso de asearse, le dejaría dormir mientras se bañaba.

 

La caída del agua tibia acariciando su piel se sentía tan bien. Se  sumergió en la placentera sensación física dejando de lado los pensamientos que le atormentaban. No quería pensar, no quería dejarse llevar por las mil y una ideas que rondaban por su febril mente en esos precisos instantes. ¿Cómo...? ¿Cómo se había atrevido siquiera a hacerlo?

 

Algunas horas más tarde, Milo despertó presa de una violenta pesadilla. De sus labios escapó un apagado e involuntario grito.

 

Se sorprendió al hallarse en su templo, por un momento  se creyó inmerso en alguna de esas espantosas pesadillas que poblaban su existencia después de la muerte. Más... el dolor que le atenazaba el cuerpo, la sensación del frío acariciando su piel... era tan real que no le dejaron lugar a dudas.

 

Giró el rostro al sentirse observado. Lentamente se incorporó lleno de sorpresa.

 

Simplemente no podía creerlo... debía ser el preludio de una asquerosa pesadilla destinada a quebrar su maltrecha alma. Intentó hablar, pero las palabras no se formaron en su garganta cuando le vio, sentado frente a la cama, con los brazos cruzados sobre el ancho pecho, bello como un dios, mirándole con una fría serenidad que estimo impropia de él. Aquellos ojos de irises casi transparentes denotaban una furia callada, sorda, que no pudo dejar de notar. Tenía la impresión de que la tormenta estallaría en cualquier instante, hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera...

 

--- Afrodita... --- susurró con voz cavernosa mientras se deslizaba por la cama lo más rápido que sus adormecidos miembros le permitían en dirección de ese ser que podría ser llamado el único amor de su vida. Piscis solo lo miraba. Logró abandonar la cama, intento abrazarle, más Afrodita se lo impidió. La palma abierta del sueco sobre su pecho le impidió acercarse.

--- No. --- dijo el sueco con tono glaciar. Milo no podía creerlo, Afrodita le estaba rechazando...

--- Pero... ¿qué...? --- balbuceó el griego sin poder comprender lo que ocurría, ni la razón de esa mirada cargada de desprecio que Afrodita le dirigía.

--- Creí que eras más inteligente que esto griego... no creo que seas tan imbécil como para creer que voy a hacer como si nada hubiera pasado.

--- ¿De que hablas? --- logró  decir Milo sin salir de su asombro, mismo que se reflejaba en su rostro.

--- Lo sé griego... sé lo que pasó, lo que hiciste mientras no estaba... ---- dijo el sueco con un tono de voz que a cualquiera le hubiera helado la sangre. Estaba loco de ira, sus ojos brillaban como los de un animal salvaje. --- Te acostaste con él... ¡con ese maldito infeliz!

--- ¿Cómo...? --- susurró  Milo mirándole con los ojos desorbitados de sorpresa al saberse descubierto.

--- ¿Dónde quedaron tus juramentos griego de amor eterno? ¿Dónde quedó todo ese amor que decías sentir?  --- le escupió Afrodita lleno de odio. --- No puedo creer que de verdad lo hicieras, no tú... ---- dijo el sueco escupiendo las palabras.

--- Afrodita... yo...

--- ¡Cállate! ¡Me das asco! --- rugió furioso Afrodita.

 

Milo no se sentía capaz de hablar, de hilar un pensamiento coherente, su rostro reflejaba lo impensable, sorpresa, dolor, la angustia que la producía aquella situación. Afrodita enfurecía más y más a cada instante, sus ojos destilaban odio, furia en su estado más puro.

--- ¿Cómo pudiste? - preguntó asiendo a Milo por el cuello, el griego simplemente le miraba incapaz de reaccionar --- ¿Sabes lo que significó estar en el infierno? ¿Sabes lo que fue padecer día con día los más ominosos tormentos? No, no lo sabes... no sabes  lo que pasé en ese maldito lugar... no tienes ni idea de lo que viví allá... ----dijo el sueco, la furia brotaba por sus ojos --- No esperaste por mí... ¡te dejaste llevar por tu maldita lujuria! --- dijo Afrodita sacudiéndolo con violencia.

 

El griego no reaccionaba sólo lo miraba sin hallar la manera de tranquilizarlo.

 

--- Me traicionaste...

--- Yo...

--- No digas nada... ni una sola palabra. --- dijo Afrodita ciñendo con más fuerza la garganta del escorpión. Milo se llevó las manos al cuello al notar que le faltaba el aire. --- Mientras me pudría en el infierno, tú te revolcabas con ese insignificante cretino; mientras me congelaba en Cocito... ¡tú le calentabas la cama a Leo! --- le golpeó con furia, Milo sintió crujir sus costillas a causa de ese puñetazo., no respondió al golpe, ni a los siguientes, Afrodita seguía golpeándolo. --- ¿Por qué de entre todos los perros que pululan en este maldito lugar tenías que escogerlo a él? ¿Cómo pudiste hacerlo? --- dijo arrojándolo con violencia sobre la cama, Milo cayó como un fardo sin poder procesar nada de aquello --- ¿Dónde quedó tu orgullo? ¿Dónde quedó  tu indiferencia al momento de dejar que se metiera entre tus piernas? ¿Te das cuenta? Dijiste tantas cosas acerca de él... le despreciaste tanto por ser la ramera del asesino de su hermano... ¡y tú terminaste siendo su ramera! --- dijo Afrodita, aquella frase terminó por romper con la pasividad del griego, Afrodita lo notó furioso. La mano de Milo se cerró en torno a la muñeca de Piscis cuando éste intentó aferrar sus largos cabellos. El sueco lo miró, sabía que aún estaba débil, pero conocía bien su fuerza y velocidad.

--- No digas nada más... --- siseó el griego poniéndose de pie.

--- ¡Maldito seas griego! ¡No eres más que una ramera!

--- ¡Tú mismo me empujaste a sus brazos cuando decidiste abandonarme! --- gritó Milo con el rostro descompuesto por la ira, Afrodita le tiró un puñetazo que el escorpión detuvo con precisión milimétrica.

--- ¡Imbécil! ¡Puta! --- gritó Afrodita asestándole un rodillazo en el vientre. El griego asió uno de los brazos de Afrodita para no caer. --- ¡No tienes ni una puta idea de lo que he hecho por ti!

--- Cállate... --- dijo Milo con voz entrecortada --- Tú no simplemente moriste en una batalla, ¡tú te suicidaste! --- dijo el griego atacándole.  Afrodita esquivó el golpe.

--- ¡Eso no te daba derecho a revolcarte con el primer  infeliz que se cruzó en tu camino!

--- ¡Cállate! ¡Perdiste el derecho a reprocharme algo cuando te dejaste matar por ese niño estúpido que ni siquiera merece llevar un cloth!

--- ¡Me revienta que ni siquiera ahora hayas entendido lo que hice! ¿No te das cuenta? ¿Es que no lo entiendes? ¡No puedes entenderlo! ¡Lo hice porque cuando se supiera que Arles era Géminis me convertiría en un apestado, aún peor que ese mal nacido de Leo! ¿Habrías resistido eso? ¡Pues yo no  lo creo!

--- ¡Pudimos resolverlo!

--- No, no pudimos... te habrías largado, ¿qué hubieras hecho al saberlo? Seguramente habrías intentado matar a Géminis, ¡eres tan imbécil que lo hubieras enfrentado! ¿Crees que con tu patético ataque hubieras conseguido algo? ¡Él te habría matado sin miramientos!

 

Afrodita contempló como el rostro de Milo se distorsionaba, había pasado de la confusión a la rabia y su rostro, por regla apático mostraba el cambio gradual que jamás se hubiera creído podría tener lugar. Nunca lo había visto así... nunca antes había roto su máscara de indiferencia para mostrar furia, estaba fuera de control.

 

--- ¿Me culpas por lo que hice con Leo? No desdeño mi responsabilidad... pero eso no significa que sea solo culpa mía... ¡tú eres responsable también de que halla llegado tan lejos! ¿Tienes una idea de lo que fue para mí verte muerto?- gritaba el escorpión --- ¡me lo arrancaste todo cuando decidiste morirte!

 

Un puñetazo de Afrodita se estrelló en el rostro de Milo reventándole el labio inferior. Milo se repuso, atacó a Afrodita con furia, tanta como la empleada por el sueco.

 

--- ¡Eres un idiota! ¡Un maldito idiota! --- le gritó Afrodita mientras lo pateaba. Sentía escocer las lágrimas en sus ojos, Milo no podía notarlo, estaba muy ocupado intentando defenderse del ataque del sueco, sintió una vez más como los puños de Afrodita se estrellaban contra su tórax fracturándole varias costillas. La sangre subió desde su estómago a su garganta provocándole un espasmo. Afrodita estaba demasiado furioso, no podía pensar, no podía razonar correctamente, su intelecto estaba obnubilado por los celos y el dolor.  --- ¡Te acostaste con ese imbécil mientras yo padecía mi castigo en el infierno! Yo sufría en el Hades y tú simplemente, como buena ramera, le abrías las piernas a Leo, ¡maldito! ¡maldita puta! --- le escupió furioso, Afrodita sintió que en cualquier momento se echaría a llorar. Milo lanzó un sanguinolento escupitajo y alzó el rostro furioso.

--- ¡Tú me orillaste a esto! --- gritó el griego -Me retorcía de dolor y tú ya no estabas ahí... ¡hubiera preferido morir contigo a vivir así!

--- ¡No me hagas reír! ¡Qué poco dura la eternidad para ti! --- las manos de Afrodita aferraron la abundante cabellera del escorpión.

--- ¡Cállate! - gritó Milo ---Lo sabías todo sobre Arles  y no me lo dijiste.

--- Me callé, ¿y qué? ¡eso no te da derecho a acostarte con cuanto imbécil se haya cruzado en tu camino!

 

La furia de Afrodita había estallado... Milo se llevó la mano al pecho, sorprendiéndose al palpar aquella flor que se hundía en sus carnes arrancándole una expresión de dolor. El griego no podía salir de su estupor, ni siquiera se defendía ya.

 

"Así que es así como va a terminar... " pensó sintiendo que la muerte se acercaba de nuevo, no pudo notar las lágrimas de Afrodita, mezcla de dolor y rabia. Afrodita lo lanzó al suelo con violencia, Milo no hizo nada por evitarlo, no podía salir aquel estado de estupor.

 

El sueco aferró una vez más su cabellera para luego estrellar la cabeza del escorpión contra el pulimentado piso de mármol.

--- ¡Y decías amarme! ¡Decías que después de mí no habría ningún otro! ¡Infeliz! ¡No tienes ni una idea de todo lo que sufrí, de todo lo que hice por ti! No sabes lo que  siento por ti, lo que  significas en mi vida.... --- decía mientras estrellaba una y otra, y otra vez la cabeza de Milo contra el piso --- ¡Le vendí mi alma al dios de la muerte no por esa maldita chiquilla inútil, sino por ti! ¡Para verte de nuevo!

 

Las lágrimas surcaban las pálidas mejillas del santo de Piscis. Contempló la rosa clavada en el pecho de Milo enrojecer lentamente a causa de la sangre que drenaba del cuerpo yerto del griego.  El cuerpo de Milo parecía el de un muñeco de trapo, completamente desmadejado, con los ojos fijos en la nada... había comenzado a convulsionar.

 

Afrodita no paraba, no dejaba de estrellar el cráneo del griego contra el piso. La sangre oscura y espesa del espartano comenzó a gotear entre sus dedos manchando sus manos.

 

Aquello le devolvió a la realidad, gruesas y ardientes lágrimas surcaban manchaban su pálido  rostro. No podía creer que aquello fuera verdad... pero él lo había aceptado...

 

--- Maldito... mil veces maldito... --- susurró mientras hacía desaparecer la rosa que bebía la sangre de Milo. Sus acuosas pupilas se clavaron en el rostro impávido de su amante --- Maldito seas... pero aún así... no puedo dejar de amarte. Apoyó la nívea frente sobre el ensangrentado pecho del griego que yacía inconsciente y casi muerto --- Maldito Leo... nunca debió atreverse siquiera a tocarte... pero ese y yo vamos a ajustar cuentas, pronto, muy pronto... --- musitó el sueco sintiendo que nada en el mundo podía aliviar el dolor y la furia que sentía en esos momentos.

 

El confirmar aquello que le quemaba las entrañas, simplemente le había hecho perder la razón, perder el asomo de consciencia que todo ser humano posee, por más vil que éste fuera. La razón había perdido la batalla y con ella, las riendas de su ser, en ese momento se sentía capaz de todo, de acabar con todo lo que le rodeaba, de arrasar al santuario mismo.

 

Tenía que sacarlo de ahí, alejarlo lo más posible del santuario. No iba a dejarle ni un poco de el a esos perros del santuario. Tenía que hacerlo.

 

Pasaron tres semanas, los dorados en su mayoría, estaban repuestos de aquel extraño e inexplicable despertar.

 

Los habían buscado, sin embargo, no tenían idea de donde hallarlos, comenzaban a creer que ellos dos no habían resucitado como el resto. Nadie podía afirmar con certeza que se encontraban vivos o muertos, y nadie se atrevía a sostener una u otra cosa abiertamente. Algunos proponían dejar de buscarlos, alegando que se trataba de una búsqueda infructuosa y que consumía tiempo valioso.

 

Solo Death Mask no perdía la esperanza de hallarlos con vida, creía conocerlos bien a ambos y estaba seguro de que era cuestión de tiempo para que los hallaran. Sus ojos no podían haberlo engañado, aquel día lo había visto, había notado el cosmos del griego, aún si no se lo había dicho a nadie.  Si, cualquiera de los dos era perfectamente capaz de esconderse tan bien como para no ser encontrados.

 

Los días después de la resurrección se le antojaban deprimentes al santo de Cáncer. Nadie parecía recordar lo que había sacrificado durante la batalla con Hades, poco les importaba a ellos como era que se sentía... necesitaba drogarse, las drogas eran lo único que le ayudaba a mantenerse calmado y no ceder a la desesperanza, le hacían olvidar... no se creía capaz de tolerar más la abstinencia.

 

Esa mañana se encontraba a solas en su templo, aún no terminaba de acostumbrarse a él nuevamente, aunque ciertamente lucía más habitable que antaño. La duda acerca del destino de sus compañeros asesinos seguía taladrando su mente.  No podía dejar de pensar en cual habría sido el paradero de ambos. Nadie podía sacarle de la cabeza que estaban vivos. Aún si nadie más le creía, el seguía pensándolo. No había una sola alma en el santuario que creyera en su palabra. Nadie se fiaba de él, todos desconfiaban, no solo porque se trataba de uno de los asesinos forjados por Arles, también por su adicción.

 

A pesar de que la mañana era joven, ya se encontraba bebiendo, a falta de drogas, el licor era su único refugio.

 

No dejaba de darle vueltas a lo mismo, Misty estaba cerca, pero no parecía decidirse a buscarle de una vez por todas. Se dijo que tal vez el joven francés al fin había recapacitado y reconocido que no había futuro al lado de alguien como él. Él finalmente se había cansado de esperar y había decidido buscar nuevos horizontes. Aquello le dolía en demasía, Misty era lo único que de verdad poseía en medio del caos que era su existencia. Le dolía, inexplicablemente a sus ojos, dolía.

 

Pudo sentir un potente cosmos en las cercanías de su templo, pronto supo de quien se trataba.

--- ¡Dohko de Libra solicita permiso para entrar al templo del cangrejo! --- escuchó, arrojó la botella en algún rincón de la habitación y se puso de pie para ir a recibirlo.

 

Aún no se habituaba al nuevo aspecto de su maestro, Dohko lucía más joven que él y eso le inquietaba.

--- Buenos días Ángelo. --- dijo el chino sonriéndole con amabilidad.

--- Buenos días maestro. --- dijo Death Mask intentando ocultar por todos los medios posibles su aliento alcohólico.

---- No te has presentado en los entrenamientos, vine por ti para que me acompañes al Coliseo, necesitas entrenarte. --- dijo el oriental obviando el aroma a licor que emanaba de su discípulo.

---Se lo agradezco maestro, pero prefiero quedarme en mi templo. --- dijo el italiano en voz baja.

--- Me tienes preocupado Ángelo... no has salido de este templo prácticamente desde que regresamos y evades a todos, ¿qué sucede?

--- Simplemente prefiero estar aquí, de cualquier manera, el resto no se siente muy cómodo conmigo. Además, no se nos permite salir del área de los doce templos.

--- Eso lo sé. Pero aún así, los entrenamientos son cosa aparte, deberías presentarte en ellos.

--- No me apetece... aún no me siento del todo bien.

--- Al menos podrías bajar y hacernos compañía.

--- No sé si mi compañía sea bien recibida.

--- Ángelo, ten presente que a pesar de todo lo que ha sucedido en el pasado, todos merecemos una segunda oportunidad. ---Death Mask contempló los serenos ojos de su maestro. Quiso creer en sus palabras, quiso creer que de verdad merecía esa segunda oportunidad ---Anda, será mejor que bajemos ahora mismo o empezaran sin nosotros.  --- dijo Dohko y le palmeó la espalda. Ese gesto bastó para llevarle de vuelta a su infancia en Rozan.

 

Salieron de Cáncer y se dirigieron al coliseo. Death Mask apreciaba los pequeños pero constantes esfuerzos de su maestro por incorporarle a las actividades del resto. Sin embargo, comprendía bien que al final resultarían infructuosos, no dejaban de mirarle mal por haber escondido la identidad de Arles.  A nadie le agradaba la idea de tener a uno de los tres cerca, en especial si se trataba de él.

 

Llegaron al Coliseo y pudo sentir el torrente de miradas sobre sí. Estando solo no se sentía con fuerzas para tolerarlo tan bien como antes. Los extrañaba, extrañaba a los únicos  que podían entenderle, a los únicos que podían aceptarle.

 

El resto de los dorados ya se encontraban en el coliseo, divididos en pequeños grupos llevaban a cabo el entrenamiento, más por tener algo que hacer que por verdadera convicción de que era necesario. Nadie sabía lo que estaba pasando ni entendía las razones por las que la diosa les había aislado del resto.

 

Atenea seguía sin aparecer por sus dominios. Todos se preguntaban por qué la diosa se negaba a aparecer, así como las razones por las que solo se les permitía deambular por los doce templos y tenían terminantemente prohibido bajar al pueblo. La mayoría aceptaba de mala gana lo que sucedía, a sabiendas de que no había manera de salir, el sistema de vigilancia implementado era bastante sencillo, se vigilaban unos a otros, lo cual genero no pocos roces entre ellos. Quizá el único que permanecía al margen de todo, además de Death Mask, era el hermano gemelo de Saga, Kanon. Siempre aparecía apartado del resto, apenas hablaba con los demás y por regla, no se integraba a ninguna de las actividades.

 

Los ojos de Cáncer se fijaron en la espigada figura de Aioros de Sagitario, era extraño que se encontrara ahí, le hacía sentirse incómodamente joven, incómodamente nostálgico. Por momentos le parecía verlo de nuevo como solía ser en el pasado, años atrás cuando recién había conseguido su armadura, cuando el resto aún eran aprendices.

 

Siguió a Dohko hasta llegar al lado de Shion, el patriarca había abandonado sus ropajes sacerdotales y  usaba ropas de entrenamiento como el resto.

 

Recordó aquella noche en Star Hill, había sido un accidente que lo viera todo... sacudió la cabeza para desechar esos pensamientos, no tenía caso pensar más en ese asunto.

 

Mientras Shion le hablaba a Dohko de las nuevas noticias que tenían de la diosa, Saga de Géminis no perdía de vista al italiano. Death Mask no pudo evitarlo, se sintió como en los tiempos de Arles, la inquietud se apoderó de él. Bajó la vista evadiendo encontrarse con los ojos de Saga, el geminiano aún le resultaba un tanto intimidante. Saga miró de reojo a Shion cuando habló de un posible regreso de la diosa en los próximos días.

 

Tenía sus sospechas, esos dos sabían, si no con exactitud, al menos con mayor claridad que el resto lo que estaba sucediendo afuera, lo que el resto ignoraba.

 

Lamento que ni Piscis ni Escorpión estuvieran en el santuario, esos hombres solían enterarse de más cosas de las que se pudiera imaginar, era como si nada pudiera esconderse de los rubios. Siempre se había preguntado como había sido posible que Milo ignorara su identidad... había llegado a la conclusión de que había sido obra de Afrodita, Piscis podía ser terrible cuando se decidía a  hacer algo.  No creía que los asesinos estuvieran muertos, había acudido a sus templos al poco de haber despertado, y había escondido bien los indicios de la presencia de ambos. Él sabía que al menos uno de ellos seguía con vida. Pero, por el momento, nadie más debía saberlo

 

Saga no le quitaba la vista de encima a Death Mask, estaba seguro de que él sabría algo, tal vez sabría donde hallar al resto de los asesinos. Tal vez el italiano no era muy de fiar dada su adicción, pero valía la pena intentar descubrir si sabía algo.

 

Se acercó lentamente a él. Death Mask lo miró y no pudo evitar sentirse transportado a los lejanos días de Arles.

--- Me gustaría que habláramos... en privado. ---- dijo el griego en un murmullo al pasar a su lado. Death Mask se sorprendió, ¿qué podría querer Saga de Géminis con él? --- Solo será un momento.

--- ¿De qué quieres hablar?

--- De asuntos que a ambos nos interesan.  --- Saga se apartó, Cáncer decidió seguirlo. El geminiano se detuvo solo hasta alcanzar el extremo más apartado del coliseo. Death Mask se sentía ansioso.

--- ¿Qué sabes de ellos? --- le pregunto con impaciencia.

--- Lo mismo que tú, que bien podrían estar vivos. --- Saga notó el desencanto del italiano.

--- Creo que será mejor que regrese a mi templo. --- dijo Death mientras Saga lo miraba estudiando sus reacciones.

--- ¿Los buscarás? --- inquirió Géminis.

--- ¿Podría hacerlo sin salir de los doce templos?

--- Tú si. --- dijo Saga con aire misterioso. Cáncer permaneció en silencio, ese hombre sabía algo, de lo contrario no le habría incitado de esa manera.

 

Después de tres semanas, las posibilidades de hallarlos eran pocas, pero... ¿valía la pena jugarse la última carta? Death Mask se dijo que debía pensarlo cuidadosamente antes de actuar. Le dio la espalda a Géminis y se dirigió a su templo.

 

--- Sabías que eso pasaría, ¿no es cierto? --- dijo Dohko mientras sus ojos seguían a su discípulo.

--- Tenía que arriesgarme. No podemos seguir así y tú lo sabes, necesitamos respuestas, un punto desde el cual partir para tomar una decisión.

--- ¿Y qué decisión habríamos de tomar? Estamos atados a este lugar hasta que ella lo decida, lo sabes a la perfección.

--- Tenemos que confirmar lo que sospechamos antes de decirlo Dohko. Tal vez ni siquiera debemos hablar al respecto.

--- ¿Estás sugiriendo que permanezcamos aquí aislados hasta el día de nuestra muerte? Shion, no puedo apoyarte en semejante locura.

---No pretendo quedarme callado por siempre, los dioses saben que me siento tan desesperado como tú, sin embargo, debemos actuar con cuidado.

--- La última vez que dijiste eso, solo sobrevivimos tú y yo. --- sentenció el chino con involuntaria dureza.

--- Entiéndeme Dohko... no es fácil saber lo que sé, no es fácil intentar cuidar de estos hombres mientras no tengo la certeza ni siquiera de lo que sucede allá afuera. No sabemos nada, solo conjeturas, solo ideas de lo que pasó porque nadie nos dice nada.

--- Empiezo a creer que Géminis tiene razón cuando dice que sabes más de lo que dices...

--- ¿Géminis?

--- Sí, Géminis. --- dijo Dohko mirándole fijamente. ---- Me buscó en Libra hace unos días.

--- ¿Qué te dijo?

--- Hizo muchas preguntas, preguntas que no respondí obviamente, en parte porque me has pedido discreción y en parte porque no tengo ni una maldita idea de que podría decirle.

--- Dohko...

--- No te entiendo Shion.... Simplemente no te entiendo... ahora pretendes empujar a Ángelo a hacer algo que no harías tú.--- dijo el oriental bajando el rostro.

--- No he dicho que será él, solo digo que el camino esta abierto y cualquiera podría tomarlo.

--- Pero solo él te guiará hasta Piscis y Escorpión, ¿no es cierto?

--- Dohko...

--- Deja de decir mi nombre... si se percatan de que ha salido, lo echarán de la orden, tú lo sabes.

--- No lo atraparan, es más inteligente de lo que crees, deberías darle un poco más de crédito. Es tu alumno después de todo. --- dijo Shion intentando robar una caricia a Libra. El oriental evadió el avance del ariano. Por el momento tenía otras cosas en que pensar. --- Él saldrá y volverá con bien, estoy seguro.

--- ¿Por qué habría de volver una vez afuera?

--- Porque fuera de este lugar, su vida carece de propósito. --- dijo Shion con frialdad, Dohko lo miró dolido, ¿cómo podía decir algo semejante?

 

Libra se alejó molesto, Shion lo miró, tal vez no era el mejor método, pero necesitaban a los asesinos de vuelta. La diosa no sabía de su ausencia, se había ocupado de mantener el secreto de Piscis y Escorpión.

 

Él los había visto partir. Y aunque fingía no saber nada, sospechaba que Death Mask sabría donde encontrarlos. Por eso tenía que ser él quien saliera...

 

Nadie se imaginaba lo cerca que uno de los asesinos se encontraba en esos momentos...

 

Aioria de Leo había decidido volver a su templo luego de un ligero y breve entrenamiento al lado de su hermano. La temperatura había ascendido violentamente en los últimos días, lo cual sumado al cansancio que le acometía, le había producido sueño. Su ánimo no era el mejor. No dejaba de extrañar la retorcida persona de Milo de Escorpión, de preguntarse una y otra vez si de verdad estaba muerto como la mayoría creía.

 

Se preguntaba, cómo era posible que si todos estaban ahí, él no estuviera. No le sorprendía que Piscis no hubiera vuelto, a sus ojos, él era quien menos merecía haber vuelto a la vida, consideraba que Afrodita era un asesino nato, alguien capaz de matar a la menor provocación.

 

Entró en su templo, una sonrisa triste se dibujó en los labios del quinto custodio al recordar a Milo tumbado en el sillón mirando la televisión con gesto ausente.  Repentinamente, sus fosas nasales se vieron inundadas con aroma que le resultaba tremendamente familiar.

 

Giró el rostro en todas direcciones, esperando hallar la fuente de  dicho aroma. Alertó sus sentidos, pero lo único que podía percibir era ese aroma...

 

"No... no puede ser posible... solo es mi imaginación jugándome una mala pasada." Se dijo al notar que la intensidad del aroma decrecía. Sí... él conocía bien ese aroma, sin embargo... había algo diferente, algo que no podía identificar.

 

Recobró la serenidad y enseguida se dirigió al baño, ese aroma parecía flotar por todo su templo. Lo atribuyó todo al estrés provocado por la pérdida del escorpión, aunado a la incertidumbre que le acometía desde que se enterara de las nuevas reglas. Una vez en el baño, se inclino para humedecer su rostro, la momentánea sensación de frescura lo alertó. Estiró la mano para alcanzar una toalla. Lo que vio en el espejo al levantar el rostro le dejó sin aliento. Aquel aroma se volvió más intenso....

--- Que no te engañe el espejo Leo.... --- dijo una voz  a su derecha. No había sido una ilusión, ¡él de verdad estaba ahí!

--- Piscis... --- susurró incrédulo Aioria. Afrodita no le respondió, Leo no podía hacer más que mirarlo, la sorpresa había sido enorme, estaba pasmado. --- Tú estás muerto...

--- ¿De verdad? ¿Eso es lo que crees? --- dijo el sueco, Aioria le miró, estaba sonriendo... era una sonrisa extraña, cruel,... tremendamente inusual en ese rostro tan hermoso como cruel, Afrodita lo miraba con esos ojos casi transparentes de una manera indescifrable.  --- Creí que eras más elocuente Leo...  me ves y todo lo que se te ocurre decirme es que estoy muerto... creí que al menos serías más creativo. --- dijo el rubio sin quitarle la vista de encima.---- Me preguntaba como sería este momento... cuando uno está pudriéndose en el infierno tiene mucho tiempo para imaginar cosas como esta... te da por pensar tantas cosas... --- dijo bajando la mirada hasta su propia palma --- No tienes ni una idea de lo asqueroso que puede llegar a ser el infierno. --- dijo el sueco al tiempo que en su palma aparecía una hermosa rosa blanca.

--- Viniste a matarme... ¿usarás esa rosa? --- dijo Aioria nervioso, para ser un sueño o una alucinación, era demasiado real. --- Puedo detenerte Afrodita, lo sabes. --- dijo el castaño mirándole fijamente.

--- El griego tenía razón cuando decía que eres el tipo más estúpidamente ingenuo que había conocido. --- a Aioria se le heló la sangre al escucharlo hablar en pasado de Milo, por un momento pensó que Afrodita había sido capaz de asesinarlo.

--- ¿Dónde esta él?

--- Lejos... donde tus asquerosas manos no pueden tocarle. --- dijo el sueco sin dejar de sonreír de aquella manera, sus dedos hacían rotar aquella rosa de un inmaculado blanco. ---- No vine aquí para hablar de él... tú y yo tenemos cuentas pendientes Leo. Aioria se quedó callado, por la actitud de Afrodita, supuso que el sueco ya sabía de su relación con Milo.

--- Yo lo amo.

--- No me creas tan estúpido Leo... --- siseó Piscis mientras le lanzaba una mirada cruel.  --- Que te quede bien claro que nadie toca lo que es mío, en especial si ese alguien es un rastrero hipócrita como tú. --- dijo sosteniendo la flor a la altura de sus ojos.

--- Lo que pasó...

--- Ahórrate las explicaciones Leo, no las necesito.

--- Entonces, ¿qué pretendes? --- dijo el griego sin entender.

--- ¿De ti? Solo una cosa... dejarte bien claro que nadie toca lo que me pertenece.

--- Sí te refieres a Milo yo...

---- Por supuesto que me refiero a Milo, y te recuerdo que él me pertenece, así que como puedes ver, nunca hubo sitio para ti. Entiéndelo Leo, solo estuvo contigo porque yo no estaba, ¿de verdad crees que me habría cambiado por ti? Yo no, fuiste solo entretenimiento pasajero. Él jamás te amo, jamás te amará, entiéndelo de una vez. --- aquellas palabras hicieron enfurecer a Aioria, Piscis sabía perfectamente donde atacar...

--- Tú lo dejaste...

---- Cierto, pero eso no significa que tú podías tenerlo, él me pertenece, aún muerto siguió siendo mío, ¿qué te hace pensar que mientras te metías entre sus piernas no pensaba en mí? ¿De verdad te crees capaz de borrarme en su mente y en su cama? Eres demasiado insignificante Leo, no eres más que la sombra de tu hermano, nunca podrás ser más que la sombra del gran Aioros de Sagitario. --- dijo Afrodita con saña. - Aprovechaste la situación para meterte en su cama, pero... jamás pudiste ni podrás entrar en su corazón, porque ese, al igual que el resto de él, tiene un solo dueño: yo.

--- No voy a discutir esto contigo...

--- Me alegra, tampoco quiero perder el tiempo discutiendo algo que es obvio. No voy a perder mi tiempo en estupideces, ya hemos hablado demasiado.--- dijo Afrodita retrocediendo un paso. ---  Entérate de una vez Leo, hay cosas en este mundo que no puedes entender ni mucho menos poseer, y el griego esta en ambas categorías...

--- Estás loco...

--- Tal vez... pero, a diferencia de ti, no soy tan estúpido como para no percatarme de la realidad.... --- Leo miraba al sueco esperando un ataque de un momento a otro, se preguntó si Piscis se atrevería a matarlo a sabiendas de las consecuencias. No podía engañarse, esa mirada en los ojos del santo de Piscis denotaba que estaba dispuesto a todo y que las consecuencias, simplemente eran intrascendentes. Para Afrodita, la situación era simple, quería acabarlo, borrarlo de la faz de la tierra para que jamás volviera a posar, ya no sus manos, sus ojos en el escorpión.

 

Súbitamente, la rosa que los finos dedos del sueco sostenían se tornó de un intenso color violeta, tan intenso que parecía casi negro. Aioria no podía dejar de mirar aquella rosa, estaba convencido de que jamás había visto nada semejante. Afrodita jamás había mostrado esa rosa, o al menos, eso era lo que recordaba. De pronto, pudo ver como aquella flor desaparecía en la palma del rubio, convirtiéndose en un fino polvo que el sueco no dudo en soplar sobre su rostro.

 

Una suave risa, sarcástica y cruel, brotó del hermoso santo de Piscis.

 

--- Vigila el infierno por mí Leo.  --- dijo antes de desaparecer tan repentinamente como había aparecido.

 

Aioria se quedó estático, sin entender lo que había sucedido, había creído que Afrodita le atacaría, pero no había sucedido nada. No estaba seguro de que aquello hubiera sido real...

 

Horas más tarde, Aioros se apareció por el templo de su hermano, esperaba encontrarlo ahí dado que no se había presentado en Sagitario para comer como era su costumbre desde que volvieran a la vida.

 

Recorrió la estancia principal, le sorprendió que el templo se hallara sumido en un profundo silencio, Aioria no era partidario del silencio. Supuso que Aioria habría ido a vagar nuevamente por Tauro y se habría olvidado de comer como en otras ocasiones. A veces su hermano no dejaba de ser un niño.

 

Estaba a punto de irse cuando escuchó gotear el grifo del baño. Negó con la cabeza y se dirigió hacía allá, seguramente Aioria habría dejado la llave abierta.

 

Su sorpresa fue mayúscula al hallar a Aioria tirado en el piso del baño, inconsciente. Se arrodilló a su lado, estaba helado, casi sin pulso, sintió miedo y se preguntó cual sería la razón de su estado.

--- ¡Aioria! --- le llamó intentando que recobrara el sentido. Hizo todo lo que sabía para reanimarlo, pero Aioria permanecía inconsciente.

 

No podía hacer más, tampoco quiso dejarlo para ir en busca de ayuda, cargó a su hermano en brazos y lo condujo hasta el servicio médico.

 

El médico a cargo se apresuró a recibirlos.

--- ¿Qué le pasó? --- preguntó aquel hombre mientras revisaba los signos vitales del león.

--- No lo sé... fui a buscarlo a su templo, creí que no estaba y lo encontré tirado en el baño, inconsciente.

--- Los síntomas concuerdan con envenenamiento... --- murmuró el médico. --- Debemos hacer pruebas para saber que suero aplicarle.  Tomará tiempo. --- dijo apartando a Aioros,

--- ¿Va a reponerse?

--- Todo depende de que tan rápido podamos descubrir de que veneno se trata. Ahora déjenos con él, debemos trabajar. --- dijo el médico.

 

Aioros tuvo que apartarse de Aioria aún contra su voluntad. Aquello no era normal, ¿cómo y donde había sido envenenado? Y aún más importante, ¿quién lo había hecho?

 

Pronto el patriarca acudió a enterarse de la situación de Aioria personalmente. Encontró a Aioros muy angustiado, nadie había podido darle noticias de su hermano.

 

--- ¿Qué sucedió? --- pregunto Shion.

--- Lo encontré desmayado en el baño de su templo, el médico me ha dicho que le envenenaron. --- dijo Sagitario muy angustiado.

--- Lo que sea que le hayan dado, debe ser muy potente como para dejarle en ese estado. ¿Sabes si comió o bebió algo fuera de lo común? --- dijo Shion son suspicacia.

--- No, no, desayunamos juntos, tomamos lo mismo en el almuerzo... ¿quién...?

--- No podemos saberlo si él no nos lo dice, eso suponiendo que se haya percatado de ello, esta situación es delicada, si acaso fue atacado, debió ser alguien ajeno a la orden, de todos los santos de Atenea, no hay uno solo que emplee venenos para atacar. --- dijo el patriarca preocupado. --- Tenemos que esperar Aioros, esperemos que se reponga de esto.

 

Shion decidió quedarse un poco más, el santo de Sagitario parecía estar al borde de un colapso nervioso.

 

Libra había arribado también, quería conocer el estado de Aioria. movido por la curiosidad, Death Mask había seguido a su maestro hasta el servicio médico.  Cuando el italiano escuchó la forma en que habían sido las cosas, irremediablemente pensó en Afrodita, rememoró lo dicho por Piscis en el infierno, sin embargo, era ilógico pensar que hubiera sido él, aparentemente el veneno no había dejado rastro y donde Afrodita pasaba, siempre quedaba un rastro de rosas.

 

El médico finalmente salió a dar su parte, por su rostro, todos supieron que no había buenas noticias.

---- El joven se encuentra delicado pero estable. Me temo que no hemos podido dilucidar de qué toxina se trata, y sin saberlo a ciencia cierta, lo más que podemos hacer es intentar frenar los efectos. Solo puedo decirles que se trata de un veneno muy poderoso, seguiremos trabajando, me comunicaré de inmediato con la gente de la fundación, esto no podemos manejarlo solo con los recursos que tenemos. Por suerte la fortaleza de su hermano nos ha dado un tiempo valioso. De ser otro, ya estaría muerto. Aparentemente el veneno ha atacado todos los órganos vitales, si les soy franco, me sorprende que siga con vida.

 

Aioros se quedó callado, su rostro había adquirido un matiz sombrío. No entendía quien podía hacerle algo semejante a su hermano.

 

--- Aioros, descansa, personalmente me haré cargo de Aioria. --- dijo el patriarca.

--- Se lo agradezco santidad, pero prefiero quedarme aquí. --- dijo el castaño y fue a sentarse al  lado de la puerta detrás de la que se hallaba Aioria. No podía imaginar quien había sido capaz de hacer algo semejante

 

"Esto definitivamente hará salir a alguien... la pregunta es, ¿quién?"  pensó Shion, el lazo había sido tendido, solo tenía que esperar y ver lo que sucedería.


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