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TRiADA por Kitana

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Notas del capitulo:

Hola!!!

las adevertencias de rigor todos los personajes están en OOC, muy alejados del canon, así que si no les agrada esto, por favor abstenganse, nuevamente lenguaje inapropiado, gracias por  lee, y por todos sus comentarios, agradecimiento especial a mi amiga Cyberia por las beteadas y a Hékate sama por todo su apoyo a este fic, hasta pronto!!!

Aquella mañana, el sol se colaba por las tenues cortinas hiriendo los ojos del hombre que yacía dormido en aquel lecho perfumado.  

 

La noche anterior la había pasado muy mal, había tenido fiebre una vez más, aún no estaba del todo repuesto. Estaba demasiado débil aún. Los rubios cabellos se pegaban en la sudorosa frente de aquel hombre.  Lentamente abrió los ojos con pesadez, cuando intentó incorporarse, sintió una fuerte punzada de dolor. Supo que era inútil intentarlo siquiera.

 

--- Será mejor que te quedes en la cama.--- dijo alguien  entrando en la habitación.

--- Afrodita... --- susurró, estaba mareado y tenía la vista nublada. La cabeza le dolía excesivamente, se llevó la mano a la frente y palpó la venda que tenia sobre ella.

--- No voy a decir que lo lamento. --- dijo el sueco aproximándose a él.

--- ¿Dónde estamos?

--- Lejos del santuario.---  dijo el santo de Piscis. Con grandes dificultades, Milo consiguió sentarse. Lo miraba fijamente, como si pensara que todo era un sueño... Afrodita por su parte, parecía estudiarlo, estudiar cada una de sus reacciones.

--- Es tu casa....

--- Sí, creí que no la recordarías... se te olvidaron tantas cosas...

--- Afrodita....

--- Cierra la boca. --- dijo y le dio la espalda un tanto irritado, no podía dominarse.

--- ¿A dónde vas? --- preguntó el griego, Afrodita se giró a mirarlo, había notado un cierto matiz de temor, de duda en la voz siempre plana de su amante.

--- A buscar comida, tú siempre tienes hambre. --- dijo y salió de la habitación; Milo lo siguió con los ojos, temeroso de que no volviera.

 

El escorpión no lograba entenderlo, Afrodita era muchas cosas, pero no sereno, mucho menos ecuánime. Su conducta era extraña.

 

Volvió a recostarse, a pesar del dolor, su rostro se mantuvo sereno, apático... como de costumbre. El dolor se tornó más y más intenso al tiempo que las memorias de lo ocurrido en su templo se arremolinaban en su memoria.

 

Habían peleado... Afrodita había estado a punto de matarlo...

 

Pero después de todo... estaban juntos...

 

En tanto, las cosas en el santuario parecían retomar lentamente el rumbo que había llevado hasta antes de la guerra con Hades, o al menos eso parecía.

 

En Cáncer, Death Mask revolvía por enésima vez sus pertenencias en busca de un poco de droga, sin mucho éxito. Las cosas no pintaban nada bien para el cuarto custodio. Las posibilidades se estaban cerrando y le dejaban en medio de un callejón sin salida.

 

 

Sin embargo, seguía debatiéndose entre  el deseo de ir a buscarles, y el temor a lo desconocido, no terminaba de convencerse de que fuera buena idea salir de las paredes del santuario.

 

Habían pasado ya algunos días desde que Aioria fuera atacado. Aquella tarde que Aioros encontrara a Aioria desmayado en su templo, no había perdido detalle de lo que el patriarca conversaba con los médicos y con el propio Aioros. Podía ver  la mano de Afrodita detrás de aquello. Death Mask estaba seguro de que el único ser capaz de hacer algo semejante era Afrodita. Aunque no se imaginaba como había sido capaz de hacerlo, no se había encontrado ninguna evidencia que lo delatara.

 

El italiano no sabía como debía interpretar todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Dohko seguía buscándolo, intentando que se integrara al resto, pero aquello comenzaba a tornarse en una misión imposible.

 

No podía seguir con la incertidumbre. Tenía que descubrir si sus sospechas eran correctas.

 

La noche había caído cuando al fin se decidió.  Con reticencia, bajó hasta el sótano de su templo y se encaminó por el vericueto de cacharros viejos hasta hallar aquella puerta que tan bien recordaba. A su mente acudieron infinidad de recuerdos, viejos recuerdos de los días de Arles, cuando era cotidiano para él cruzar aquella puerta. A través de esa puerta, llegaría al exterior sin ser visto, tal como cuando Arles les daba encargos extraoficiales.

 

Respiró hondo y se internó en aquel pasaje que se abrió oscuro y maloliente frente  a él alumbrándose con una vieja lámpara de aceite. El olor a humedad era rancio y penetrante, el aire estaba demasiado viciado y se respiraba con dificultad. Se dijo que con seguridad en esos dos años de ausencia nadie  se habría parado por ese lugar y había sido tiempo suficiente para que el pasaje se deteriorara de tal forma.

 

Continuo avanzando, pronto divisó el final del túnel. Respiró profundo el aire de la noche cuando consiguió salir de aquel lugar al exterior. El aire fresco le hizo sentirse muchísimo mejor.

 

Miro a su alrededor para verificar que nadie le había seguido, no podía darse el lujo de que los guardias notaran su escape. Se suponía que estaba prohibido que salieran de los terrenos del santuario. Corrió lo más rápido que le permitieron sus piernas, evitando el camino que conducía al pueblo, por el momento no tenía tiempo para vagar en Galatsi. Pronto llegó a su destino.

 

Se cuido muy bien de no ser visto ni detectado. A pesar de todo, no podía olvidarse de las artes de asesino practicadas por años y años.

 

Un par de horas más tarde, alcanzó su objetivo, aquella casita hasta la que había seguido a Afrodita tantas veces. La pequeña construcción lucía deteriorada, algo dañada, no tenía nada que ver con el aspecto que guardaba en aquellos días. Se dijo que seguramente el griego la había abandonado al morir Afrodita.

 

Cuando llegó hasta la puerta no supo como actuar, ¿debía llamar o simplemente entrar? Aparentemente la casa estaba vacía, no lograba escuchar ningún sonido desde el interior. No supo que hacer, estaba seguro de que ese era el único sitio en el mundo en el que Afrodita se escondería. Nervioso, abrió la puerta, ahogo un grito de sorpresa al ver a Afrodita sentado en una vieja silla de mimbre en mitad del recibidor, aquellos ojos casi transparentes le miraban con la dureza de siempre, sin embargo, aquella mirada, lejos de inquietarle, le tranquilizó en demasía.

 

--- Tardaste más de lo que esperaba, --- dijo el sueco con voz cavernosa. Death Mask nunca se imaginó que verlo nuevamente le causaría esa impresión. Le miró fijamente, estaba bellísimo, más de lo que recordaba. Notó ese brillo extraño en los ojos del sueco, un brillo hasta ese momento desconocido. Le admiró esa serenidad tan impropia de Afrodita.

 

--- ¿Él...? ¿Está vivo? --- dijo Death Mask, de inmediato Afrodita supo que se refería a Milo.

--- Sí, pero no esta en condiciones de salir de aquí. Esta durmiendo. Le tomará unos días estar listo. --- dijo el sueco poniéndose de pie.

--- Fuiste tú... ---- Afrodita le dirigió una sonrisa retorcida que le produjo escalofríos al italiano. La sonrisa sádica  de Piscis le heló la sangre.

--- Sí, lo hice, ¿y qué? ¿Piensas hacer algo al respecto? ---Afrodita estaba a la defensiva, eso confirmó las sospechas de Cáncer acerca de la responsabilidad de Afrodita en lo sucedido a Leo.

--- ¿Sabes que podría morirse?

--- Esa era la idea. --- puntualizó Afrodita mirándolo fijamente.

--- ¿Cómo hiciste eso? Ni siquiera el patriarca sabe que es lo que tiene. --- una suave risa brotó de la garganta del sueco.

--- Nunca lo sabrán...

--- ¿Por qué...?

--- Porque lo merecía, ¡ese infeliz se enredó con Milo! --- la furia del sueco había estallado, estaba fuera de sí, Death Mask lo miraba atónito --- Siempre supe que solo esperaba el momento preciso para meterse entre sus piernas, ¡y lo logró! Merece lo que le esta pasando... vaya que lo merece... --- dijo el sueco con inaudita fiereza.

---  Aún así...

--- ¿Qué? ¿Qué somos compañeros? ¡No me hagas reír! ¿Dónde estaba su compañerismo cuando se metió a la cama del único hombre que me importa lo suficiente? ¿Dónde estaba su compañerismo cuando tú y yo nos pudríamos en el infierno? Ese no es más compañero mío de lo que podría serlo cualquiera de esos perros de bronce.

--- Afrodita...

--- Sé que vienes porque crees que podrás hacerme regresar, tengo noticias para ti italiano, no pienso volver allá. No tengo a que volver, esa mujer cuenta ya con doce incautos que gustosos volverán a morirse por ella, pero yo no.  No volveré a arriesgar mi vida por alguien tan patético como esa diosa. Estamos a mano después de  la guerra con Hades, aún más, hice demasiado por ella en esa estúpida guerra.

--- No creo que haya necesidad de morir nuevamente. --- dijo Death con amargura. --- Ella ni siquiera se ha presentado en el santuario desde que volvimos. Ni siquiera nos permiten salir de la zona de los doce templos.

--- Te has preguntado... ¿por qué? --- dijo Afrodita con tono misterioso, Death Mask permaneció en silencio ante la pregunta formulada por el sueco, esa mirada que Piscis le dirigía, le dio a pensar que sabía mucho más que él.

--- Tal vez porque esta vez si que no confía en nosotros.

--- No puedo creerlo... no te has percatado de nada... ¡mira a tu alrededor imbécil! --- dijo el sueco abriendo los brazos. Death Mask permaneció inmóvil, contemplando el perfecto rostro del sueco, tan cerca del suyo, que por momentos pensó que le mataría. No entendía lo que su compañero intentaba decirle.  --- ¿No notas nada diferente cuando viniste hasta aquí? --- le dijo Afrodita mirándolo fijamente, Death Mask pudo ver su rostro confundido reflejado en las azules pupilas del santo de Piscis --- ¡Han pasado poco más de veinte años desde que peleamos con Hades! --- Death Mask no hacía más que mirarlo con incredulidad.

--- Pero... ¡pero si hace solo unas semanas de eso! No puede ser que haya pasado tanto tiempo...

--- Aún si lo dudas, esa es la verdad Cáncer. Ahí donde estuvimos el tiempo no existe, ¡ahí donde estuvimos era la nada!  --- los ojos del santo de Cáncer se abrieron a su máxima expresión.

--- Es... imposible...

--- No, no lo es. --- dijo Piscis con la brutalidad que empleaba de ordinario para conducirse con Death Mask. --- ¿Te das cuenta? ¿Lo entiendes ahora? Es por eso que están aislados, s por eso que no les permiten dejar el santuario, porque si se enteran comenzarán a pedir explicaciones que de seguro ella no podría dar. --- Cáncer parecía aturdido, deseoso de escapar, de hacer que Afrodita callara de una vez por todas --- ¿Crees que dejaría escapar tan fácilmente la oportunidad perfecta de restregarnos a todos su calidad de diosa?--- el sueco no se detendría, le haría saber lo que él sabía, sin piedad alguna, como cuando conoció la identidad de Arles, como cuando le arrancó el reconocimiento de que ese hombre no era otro más que Saga de Geminis. --- Las cosas han cambiado en veinte años italiano, el santuario ya no es lo que era cuando morimos, ni siquiera cuando comenzó ka guerra con Hades...

--- Mientes...

--- Veinte años Cáncer, fueron veinte años los que pasamos en ese maldito lugar muriéndonos de dolor, sufriendo esas malditas pesadillas día con día, contemplando el horror de lo que sucediera con los que nos importaban... --- dijo el sueco con saña --- Tú lo sabes Cáncer, lo sabes perfectamente... pero si lo que quieres es continuar fingiendo, no me importa. Eres libre de pensar lo que quieras, yo solo te digo lo que sé, lo que he visto, lo que he escuchado.

---- Son mentiras... es imposible.

--- Sopésalo Cáncer... la resurrección es también imposible. --- le dijo Piscis con una sonrisa apenas dibujada.  --- Piénsalo, ¿por qué tu diosa no da la cara? ¿Crees que se perdería el placer de tenernos besándole los pies al atribuirse nuestra resurrección? Es la oportunidad perfecta para tenernos a todos comiendo de su mano, es obvio que nuestra resurrección nunca estuvo en sus planes...

--- Veinte años... --- susurró el italiano, se cubrió el rostro con las manos, simplemente no podía creer lo que su compañero le había dicho, ¿de verdad había pasado tanto tiempo en esa prisión?

--- ¿Volverás ahora? --- dijo Cáncer intentando aferrarse a lo único que te quedaba.

--- No lo creo, ¿y tú? ¿Volverás ahora que ya sabes lo que sucede en ese maldito lugar?

--- Sabes que no hay otro sitio al que pueda ir... y ustedes dos tampoco. - dijo Death apartando la mirada.

--- No tenemos a que volver allá. --- dijo una tercera voz, era Milo, Death Mask lo reconoció de inmediato. --- Ni siquiera tú deberías volver. --- añadió débilmente. Afrodita le miró con una sonrisa de satisfacción en los labios.

--- Ya lo has oído, no hay necesidad de volver allá. --- dijo el sueco.

--- Entonces... ¿van a quedarse aquí'?- preguntó Death Mask con desesperanza.

--- A estas fechas ya deben creer que estamos muertos... no hay para que volver, no nos necesitan allá.  --- dijo el griego con frialdad. -- Nada nos espera. --- sentencio con aquellos ojos vacíos clavados en la imponente figura del santo de Cáncer.

--- Sólo vengan... aún si solo es para decirles a los demás lo que sucede... a mí jamás me creerían.

--- Son felices en su ignorancia, creyendo que tienen un propósito y una diosa que los ama, ¿quiénes somos para arruinarles eso? --- dijo Piscis en tono burlón. Cáncer le miró detenidamente, Afrodita parecía gozar con aquello, en tanto que Milo, parecía tan indiferente como de costumbre.

--- Pero... no pueden quedarse aquí...

--- Como dijo el griego, a estas fechas deben creernos muertos, --- replicó el sueco con frialdad. --- Cosa que sin duda habría sido mejor. --- añadió mirando a Milo.

--- ¿Para que quieren quedarse aquí?

--- Nadie dijo que íbamos a quedarnos. --- susurró Piscis.

 

Los rubios se miraron, Milo no quería volver, pero notaba que Afrodita comenzaba a dudar, no quería regresar allá y revivir todo lo que ocurrió al morir su amante. Sin embargo, a donde fuera Piscis, iría él.

 

Afrodita lo llevó aparte, donde Death Mask no pudiera escucharlos.

 

--- Es cuestión de tiempo para que nos encuentren, seguro que su querido maestro hizo que le siguieran... no tenemos más remedio que volver.

--- No, no quiero ir allá. --- dijo Milo en voz baja.

--- ¿Esperaras a que esa maldita mujer  nos encuentre?

--- De acuerdo... --- cedió el griego. Afrodita se dirigió a Death Mask.

 

--- Volveremos contigo.--- sentenció con dureza, a él tampoco le hacía gracia tener que regresar, pero eso era algo que debía suceder tarde o temprano.

 

Mientras sus compañeros se disponían para partir, Death Mask decidió esperar afuera. Sabía que las cosas no iban a ser nada fáciles. Veinte años... a él le habían parecido instantes el tiempo que estuvieran en esa prisión, sin embargo, habían sido veinte largos años. Hasta donde podía comprender, sin duda, las cosas eran completamente distintas de cómo eran en el momento en que pelearon con Hades. No podía concebir la realidad que les esperaba a él y al resto. ¿Cómo iba a poder con eso? No tenía idea, se sentía ansioso, necesitaba drogarse, necesitaba a Misty...

 

Pronto los vio salir, Milo apoyado en Afrodita, el sueco cargaba sobre su hombro una bolsa de viaje. Por el gesto de Afrodita, pudo suponer que sin duda alguna el sueco tenía algo en mente y no debía ser nada bueno.

 

--- ¿Estás seguro de esto? --- preguntó Milo.

--- Lo suficiente... pero lo que sí puedo decirte es que si no volvemos, esa maldita orden no va a dejarnos en paz nunca. Sí él consiguió burlar la vigilancia y llegar hasta nosotros es por algo, no creo que el venerable Shion de Aries haya permitido así como así que alguien se le escape.

--- Tratas de decir que...

--- A este lo dejaron salir para que nos buscara... nos necesitan griego, les faltan manos para asesinar... --- dijo el sueco con amargura.

 

A paso increíblemente lento se dirigieron al santuario.

 

A los ojos de Cáncer, Afrodita lucía más sombrío, más amenazador que nunca, como si estuviera decidido a aplastar cualquier obstáculo que se hallara en el camino. El griego, por su parte, lucía apático, ausente, como sí supiera que nada podía mejorar si volvían allá.

 

Death Mask avanzaba al lado de Afrodita. Aún no podía dar crédito a lo que Afrodita había dicho. Esa revelación le tenía atontado. Seguía sin dar crédito a las palabras de Piscis.

 

Veinte años... era demasiado tiempo, una vida prácticamente para alguien como él. Sin embargo, cuanto más lo pensaba, más creíble resultaba. Todo comenzaba a encajar en su cabeza. La prolongada ausencia de la diosa, el hecho de que no tenían trato  más que entre ellos, la prohibición de las visitas aún de otros santos... todo aquello contribuía a dar fuerza a lo dicho por Afrodita.

 

Se daba cuenta de que todo a su alrededor era una compleja red de mentiras y engaños en los que comenzaba a pensar se encontraba inmerso aún su maestro. En su mente comenzaba a formarse  un pensamiento, en su corazón ya germinaba la semilla de la decepción... habría preferido mantenerse ignorante de todo aquello... nunca debió salir del santuario.

 

Tendrían que pasar por el pueblo, Death Mask atendió a cada detalle, percatándose de que lo dicho por Afrodita era absolutamente cierto. Todo Galatsi lucía enteramente diferente a como había sido en los días en que solía descender con sus compañeros para beber en la taberna. Todo parecía trastornar su afiebrado cerebro.

 

La confirmación de sus temores le provocó una angustia terrible. ¿Qué cosas estaban esperando fuera de las paredes del santuario? No quería saberlo, simplemente no quería saberlo.

 

Llegaron ya entrada la madrugada a los dominios de la misericordiosa Atenea, Milo se había esforzado por mantener el paso de Afrodita pese a los constantes dolores que padecía, El plan era que Milo y Afrodita simplemente aparecerían en sus templos para evitar preguntas inoportunas y explicaciones molestas.

 

El propio Afrodita condujo a Milo hasta su templo, instalándole en el decrépito lecho que olía a humedad y polvo. Minutos después, se dirigió a Piscis. Ninguno de los dos deseaba quedarse ahí, sin embargo, las circunstancias los obligaban a ello. Se dirigió a su templo empleando aquel pasaje húmedo y maloliente que tanto él como Milo detestaban. Cuando llegó a la puerta que conducía a su templo apresuró el paso, ya había amanecido.

 

No quedaba hacer nada más que esperar. Por un momento sintió la necesidad de bajar hasta  Leo y terminar lo que había comenzado, terminar de una vez por todas con Aioria era verdaderamente tentador. Sentía que había cometido un error al no terminarlo en su momento.

 

Sin embargo... no era el mejor momento para realizarlo, no, debía esperar...

 

Se tendió en su polvoriento lecho y esperó a que sucediera algo.

 

Sus expectativas se vieron cubiertas al sentir la presencia de de Libra en las cercanías del templo de los Peces.  Permaneció quieto, expectante. Lo escuchó abrirse paso hasta las habitaciones privadas del santo de Piscis. A su juicio, aquella intromisión estaba fuera de lugar, Libra ni siquiera se había anunciado.

 

Por un momento le pareció ilógica su presencia en ese lugar. Era fácil suponer que en cuanto Aioria despertara, delataría a su agresor  y sobre vendría el esperado castigo.  Miró al techo y reconoció que no le importaba, además, existía la posibilidad de que Leo jamás despertara... el daño estaba hecho.

 

Libra apareció en su habitación con gesto adusto, simplemente le dedicó una mirada neutra y siguió en su sitio, sin decir nada, sin hacer nada más que mirar al oriental.

 

--- Volviste... --- musitó el chino.

--- Te agradezco el recibimiento Libra, pero no debiste molestarte, estoy seguro de que  mi estancia en este santuario será muy breve. --- dijo el sueco incorporándose.

--- Encontramos a Milo.

--- Me alegro. --- dijo con una semi sonrisa.

--- ¿Dónde estuvieron?

--- Eso no te incumbe ni a ti ni a nadie.

--- El patriarca quiere saberlo.

--- Es una pena, pero tendrá que quedarse con la duda. Si de verdad quisiera saberlo estaría aquí, ¡ah! ¿Cómo pude olvidarlo? El venerable Shion de Aries  jamás trata con asesinos. Por eso su amante esta aquí.  --- el sueco notó la incomodidad del chino, y se regocijó en ella.

--- Vine por atención a Ángelo.

--- Cáncer no necesita que lo cuides Libra, si de verdad él te preocupara tanto como dices no hubieras esperado tanto para recordar que es tu alumno.

--- Afrodita...

--- Llámame Piscis... ese es quien soy, por el momento... --- dijo mirándolo como una serpiente a su presa. Dohko lo miró, los ojos del sueco no traslucían nada más que una aplastante seguridad en si mismo... ¿cómo poder sacarle la verdad a alguien como él?

--- Yo me ofrecí a venir.

--- ¿De verdad? --- dijo Afrodita --- Me conmueves Libra, pero no lo suficiente como para decirte lo que quieres saber.

--- Milo no se encuentra bien.

--- Él va a recuperarse, es fuerte, si supieras a todo lo que ha sobrevivido, no estarías tan preocupado. --- dijo Piscis posando retadoramente sus azules pupilas en Libra.

--- No comprendo porque actúan de esa manera.... --- estalló Dohko. --- Él evadiéndome, respondiendo solo con monosílabos, negándose a siquiera admitir que siente dolor, mostrándome solo indiferencia..., Tú, provocándome, incitándome a iniciar una pelea, insultándome, pero te diré algo Afrodita, no soy tu enemigo.

--- De la misma forma que no eres mi amigo. Lo que me lleva a preguntarte, ¿qué es exactamente lo que quieres de mí?

--- Tú estás enterado de lo que pasa, de lo que nos ocultan.

--- ¿Y qué si lo sé? ¿Qué te hace pensar que voy a decírtelo así como así? todo tiene un lugar y un momento Libra...

--- Piscis... debes decirlo.

--- El conocimiento es poder.... --- dijo abandonando la cama. Dohko contempló aquella intrigante sonrisa que se posaba en los labios del santo de Piscis. Si antes Piscis era incomprensible, ahora se había convertido en un verdadero jeroglífico viviente.

 

Afrodita no dejaba de mirarle de esa inquietante manera, Dohko pudo notar que el perfume de rosas se intensificaba a cada instante. El bellísimo santo de Piscis pasó a su lado sin mirarlo siquiera.

 

Piscis le abandonó sin decir palabra, no estaba seguro de que Afrodita fuera un verdadero aliado, ese hombre era aún más oscuro y complejo que cualquier otro que hubiera conocido. Era el tipo de hombre que no dudaría en apartar a quien, a su juicio, fuera un obstáculo. Afrodita de Piscis era cruel, duro, tremendamente extraño, alguien que debía ser manejado con el mismo cuidado que se maneja una serpiente venenosa. Comenzaba a sospechar que no solo la condición de Milo se debía a él...

 

Milo se encontraba en su templo, Death Mask le hacía compañía. Permanecían sentados uno junto al otro en medio de la polvorienta sala principal del templo del Escorpión Celeste. El italiano se encontraba fumando un cigarrillo, en tanto que Milo simplemente estaba ahí sentado sin hacer absolutamente nada.

 

--- Jamás pensé que diría algo semejante, pero, creo que estás demasiado callado. --- dijo Milo rompiendo el tenaz silencio entre ellos. Entre sus dedos sujetaba un cigarrillo sin encender que había tomado de la mesa. --- Ya te lo dijo.... ¿o me equivoco?

--- ¿Decirme qué?--- preguntó Cáncer temiendo que se tratara de otro secreto de Piscis.

--- Acerca del tiempo que pasamos en esa maldita roca.

--- Sí... ¿tú ya lo sabías?

--- Por supuesto, no veo porque haces tanto alboroto con eso. --- dijo el griego con su habitual indiferencia.

--- Y yo no entiendo porque te lo tomas tan a la ligera.

--- No tiene sentido tomárselo demasiado en serio... no conseguiremos nada, es mejor tomar las cosas como vienen y no hacer demasiadas preguntas. Por ahora hay cosas mucho más importantes en que ocuparnos. --- dijo Milo con apatía.

--- Ya notaste que tu armadura no está ¿cierto?

--- Sí, pero no me refería a eso. --- dijo el griego apartándose un poco.

--- ¿Qué crees que pasara ahora? Ha pasado mucho tiempo.

--- Lo más probable es que todo siga igual, me queda claro que en este lugar nada cambia, sin importar el tiempo que pase. --- alguien entró en el templo del Escorpión, Milo supo de inmediato que se trataba de Afrodita.

--- ¿Qué te dijo Libra? Quiero palabras exactas. --- fue lo primero que dijo el sueco al verles.

--- No dijo gran cosa, no sabe nada, o sabe mentir muy bien... --- dijo el escorpión mirando a su amante sin salir de su eterna apatía.

--- Empiezo a pensar que están usándonos para algo más, no es casualidad que éste haya salido sin que nadie lo siguiera o se diera cuenta de su salida.

--- Estoy de acuerdo contigo, fue muy fácil regresar, fue muy fácil para el italiano salir... --- dijo el griego sospechando ya abiertamente del patriarca.

--- Fue un simple truco para traernos de regreso... Shion debe estar seguro de que vamos a hablar.

---- Libra sólo es una pantalla.

--- Y va a intentar sacarnos la verdad a través de Cáncer. --- dijo Afrodita mirando  fijamente a Death Mask --- Será mejor que no hables de más, al menos no por ahora.

--- No soy tan boca floja como ustedes dos se creen. --- se defendió el italiano, los rubios sólo lo miraron con burla.

--- Te lo he dicho antes Cáncer... tienes las orejas muy largas y la boca muy grande. --- dijo Milo.

--- Como sea, lo que les preocupa es que el resto no se entere. --- sentenció Afrodita.

--- Eso, o hay algo que matar... --- dijo Milo en voz baja.

--- Sea lo que sea, nos necesitan aquí dentro. --- dijo Afrodita --- Y tú, --- añadió señalando a Death Mask, --- deja de preocuparte de una buena vez, no comprendo que es lo que te altera tanto, las cosas tomaran el curso debido. ¿Qué es lo que te tiene tan preocupado?

--- Todo... es decir... estamos a la deriva, ella ni siquiera ha dado la cara.

--- Nos necesita, si no fuera así nos habría echado hace mucho, creo que no sabe que hacer con nosotros, que no sabe en donde ponernos porque le recordamos su fracaso como deidad, como líder. --- dijo Afrodita ---- Ningún líder que se precie de serlo deja morir a todos los suyos por razones como las de ella.... --- añadió el sueco con un profundo rencor. --- No estamos ala deriva en tanto podamos recobrar nuestras armaduras... según sé, ha escasez de santos en este santuario.... --- murmuró con una extraña sonrisa. Escorpión permaneció en silencio, limitándose a dedicar una mirada cómplice a su amante.

--- ¿De que estás hablando sueco? --- preguntó Cáncer.

--- ¿Llevas ya tres semanas aquí y no lo sabes?

--- Habla claro maldito sueco. --- siseó el italiano.

--- ¿Te has preguntado donde demonios está tu armadura? --- le dijo Afrodita con una sonrisa cruel. Death Mask le miró lleno de confusión, no tenía ni idea de que pasaba por la mente del sueco en esos momentos. --- Tu querida e ineficiente diosa le entregó nuestras armaduras a una partida de imbéciles que creen que solo sirven para lucir impresionantes.

--- Eso si que no puede ser cierto... se supone que solo los santos dorados pueden portarlas, que solo aquellos que han superado la iniciación tienen derecho a vestirlas.

--- Dile eso a tu diosa. --- masculló Piscis con una mirada sádica en aquellos ojos tan bellos.

--- Es cierto, nuestras armaduras están en manos de un grupo de ineptos que no saben que hacer con ellas. --- añadió Milo. --- Es claro que van a enviarnos contra ellos.

--- Pero... ¿y los demás qué? --- dijo Cáncer confundido.

--- ¿Lo olvidas? Ellos son honorables, nosotros no. --- dijo Milo con cierta amargura que solo Afrodita notó detrás del sarcasmo empleado.

--- ¿Cuándo...? ---- susurró Death Mask.

--- Obviamente cuando el griego se reponga. Harán que los cacemos como liebres.

--- Será muy pronto entonces. ---- dijo Death Mask bajando el rostro. No se sentía listo para algo semejante. Iba a ser duro volver al viejo oficio, en especial sin drogas a su alcance.

--- Sí, muy pronto. --- dijo el griego, ansiaba volver a posar sus manos sobre Escorpio, volver a vestirla. No importaba lo que tuviera que hacer para recobrarla, la tendría de vuelta.

 

En tanto, en el templo del patriarca, Dohko de Libra arribaba a las estancias privadas del líder del santuario. Shion le esperaba sentado en su amplio lecho, no dejo de notar la impotencia en el rostro de Libra.

 

--- ¿Te han dicho algo? --- preguntó mientras se despojaba de la máscara ceremonial y el casco.

--- Ellos no hablaran, los tres saben algo, pero ninguno va a hablar. Estoy seguro de que saben más de lo que parece.

--- ¿Aún acerca de él? --- preguntó el patriarca clavando su mirada en Dohko.

--- Me temo que sí... Afrodita esta en pie de guerra.

--- Y debo suponer que Cáncer y Escorpión le apoyaran en lo que sea que intente.

--- No hay duda de que así será.

--- Sabía que regresaría...

--- No entiendo, ¿por qué estabas tan seguro de ello?

--- Porque fuera del santuario, él no tiene nada ni a nadie. Lo único que tiene es a esos dos, y al santo de plata. --- dijo Shion con frialdad.

--- Eres cruel.

--- Es la verdad. Simplemente soy realista.

--- No solías ser así.

--- Tengo que pensar en cada uno de ustedes, aún por encima de mi mismo. --- Libra lo miró con pesadumbre, cada día lo reconocía menos...

--- ¿Ha habido noticias de la diosa? --- dijo el chino sólo por cambiar el tema.

--- Ninguna que nos implique, tal parece que ha decidido recluirnos en este lugar hasta que se le ocurra que hacer con nosotros.

--- Me temo que no tiene ni siquiera un asomo de que hacer con nosotros, ¿cierto?

--- Es lo más probable. Su prioridad ahora es recuperar las armaduras doradas, y para eso se requiere de los talentos de los tres. --- Dohko se estremeció al escucharlo. --- Me ha ordenado que les permita salir a recuperar las armaduras. --- el chino no podía creer que iban a permitir que esos tres salieran ---- Me ha dicho que tiene libertad absoluta para actuar como sea conveniente para recuperar las armaduras.

--- ¿Qué? No puede ser... no pueden dejarles libres en el mundo con permiso para lo que sea...

--- No han podido arrebatarles las armaduras por otros medios, es la última opción que nos queda, eso o dejar que usen las armaduras para lo que sea que quieran usarlas.

--- Aún así... si saliéramos todos...

--- Sabes que es imposible...  --- dijo Shion, Dohko le dio la espalda en un esfuerzo porque él no se percatara de lo impactado que estaba. No pondría las manos al fuego por ninguno de ellos tres, confiaba en el buen corazón de Ángelo, sin embargo, no podría asegurar nada si se encontraba bajo el influjo de la droga.

 

Shion tenía muy claro lo que deseaba de ellos. Piscis, Cáncer y Escorpión tendrían que recuperar esas armaduras al precio que fuera necesario. Las órdenes de la diosa eran claras, las armaduras debían retornar al santuario, y para ello, la tríada debía ser puesta en movimiento. Como una medida de control, había ordenado que gente de la fundación trasladara a los asesinos hasta el sitio en el que se encontrarían a sus oponentes. No iban a darles oportunidad de escapar.

 

Cuando Dohko se retiró a su templo, el patriarca decidió hacer una visita a Aioria de Leo. Aún estaba en el pequeño hospital de la orden. Comenzaba a preocuparse, la salud de Leo parecía empeorar con el paso de los días.

 

Los investigadores de la fundación no tenían la menor idea de cómo sanarle. No tenían más que una vaga idea de lo que pudo causar el estado del santo de Leo. Durante la última conversación que sostuvieran, no habían podido darle más que datos que ya conocía, sin indicar la razón de los síntomas que Aioria presentaba. Todo lo que se sabía era que se trataba de una toxina vegetal muy potente, que ya se había alojado en los principales órganos del león y todo intento por retirarlo había sido vano.

 

Arribó a las estancias en las que sabía encontraría a los médicos. Como cada día desde que su hermano enfermara, Aioros se encontraba ahí.

--- ¿Cómo se encuentra? --- preguntó el patriarca.

--- Igual, no ha habido mejoría alguna, aunque tampoco ha empeorado. --- dijo el arquero con desgano.

--- Veré si los médicos  tienen noticias. --- dijo el patriarca y se alejó en dirección al otro extremo del corredor.

 

El encargado lo recibió con reticencia, no terminaban de confiar unos en otros. Finalmente fue llevado ante el médico en jefe. Después de los saludos, Shion decidió ir al punto, no tenía caso andarse con rodeos.

---- ¿Al fin han conseguido descifrar que es lo que le tiene en ese estado? --- preguntó con voz dura.

--- En realidad...

--- Sin rodeos, ¿lo saben o no?

--- Tenemos una idea de lo que puede ser...

--- Una idea no va a salvarle la vida de ser el caso.

--- Hemos identificado los síntomas pero...

--- Pero, ¿qué?

--- Corresponden a una especie vegetal extinta hace siglos, ni siquiera estamos seguros de que sea esa misma especie, estamos en las tinieblas. Todo lo que tenemos para cotejar son referencias bibliográficas. Ninguna de las toxinas vegetales existentes produce un envenenamiento como el que presenta el joven.  --- el ceño del patriarca se frunció con disgusto --- No hemos podido hallan una antitoxina, ni lo haremos hasta no saber que fue exactamente lo que le envenenó.

--- ¿No pueden o es que no quieren hacerlo?

--- No me ofenda, ante todo, soy un profesional, al igual que mi equipo, y no le permito que lo ponga en duda.

--- Mi intención no era esa, tiene que comprender mi postura, no resulta creíble que una fundación con tantos recursos como la suya sea incapaz de hallar la cura.

--- Hay tantas variables que considerar... cada paso que damos nos lleva a más y más interrogantes, como la causa de la inmovilidad del chico, la toxina no es puramente vegetal, hallamos que tiene un sustrato químico muy potente, tal parece que ese componente químico es lo que la hace tan difícil de contrarrestar.  Ha comenzado a afectar no solo el sistema nervioso, también el corazón y el hígado. Si le soy sincero... estamos desesperados...

--- Imagine usted  como se siente el hermano del muchacho. --- le dijo  Shion con dureza.

--- Sí solo existiera un ejemplar para estudiarlo... lo al menos que la bibliografía fuera más confiable... ---- dijo el investigador bajando el rostro.

--- ¿A que se refiere?

--- La bibliografía data de la Edad Media... usted debe saber que las supersticiones y creencias populares pernearon hasta los escritos más serios de la época.

--- En otras palabras, sigue sin poder hallar una cura.

--- Lamentablemente sí... aunque no es del todo culpa nuestra. Hacemos lo que podemos.

--- No es suficiente... él podría morir. Háganlo mejor. Debo retirarme. --- dijo  Shion con un gesto hostil hacia el médico.

 

Su mente comenzaba a ordenar las piezas del rompecabezas, comenzaba a restaurar ese vago recuerdo que implicaba los síntomas que exhibía Aioria.  Regresó a sus habitaciones  reflexionando al respecto. Él sabía que había visto algo semejante antes...

 

¡Cómo había podido olvidarlo! Recordó con meridiana claridad la anterior guerra sagrada, a sus compañeros, a uno en especial....

 

---- Albafica... --- susurró mientras apresuraba el paso.

 

Todo era claro ahora, se reprochó a sí mismo, ¿cómo había podido olvidar semejante cosa? Recordó aquel día, el día en que Albafica muriera a manos de los espectros de Hades, la imagen del hermoso rubio vino a su mente, sosteniendo en sus manos aquella rosa tan blanca y perfecta como ninguna otra que sus ojos hubieran visto jamás. Esa rosa había sido lo que acabara con la vida del juez que enfrentó a Albafica...

 

Salió como un rayo para llamar a un guardia.

 

--- ¡Guardia! --- dijo con voz potente. Pronto uno de los guardias se acercó a él e hizo una pronunciada reverencia. --- Llamen al santo de Piscis a mi presencia. Díganle que su presencia es requerida con urgencia.

--- Como ordene, santidad. --- dijo el guardia para luego desaparecer de su vista.

 

Mientras el guardia cumplía su cometido, Shion se paseaba por el salón del trono. Esperaba que Piscis confesara lo que necesitaba escuchar... escuchó la puerta abrirse, volteó a mirar y se encontró con que el guardia había vuelto... solo.

 

--- ¿Dónde está Piscis? --- dijo sin poder ocultar su molestia.

--- Santidad... el santo de Piscis se niega a presentarse, me ha ordenado que  le diga que si de verdad quiere verle, considere que existe la misma distancia entre este templo y Piscis, tanto de ida como de vuelta. --- dijo el guardia apenado.

 

Shion enfureció ante aquella franca provocación. No concebía que alguien pudiera ser tan irreverente como había mostrado serlo Piscis con aquello. Colérico, se dirigió al templo de los Peces, atravesó velozmente el jardín de rosas que precedía al templo que el sueco custodiaba, no le pasó desapercibido el enrarecimiento del aire, Piscis estaba cerca.

 

Lo halló arrodillado entre sus rosas, sereno, despreocupado... el sueco lucía inofensivo mientras cientos de rosas le rodeaban, tan bello como un dios en mitad de los Elíseos.

 

--- Bienvenido al templo de los Peces... santidad. --- dijo el sueco sin incorporarse, Shion le miró, luchaba por contenerse, estaba furioso, jamás nadie había retado su autoridad de la manera en que ese hombre lo hacía.

 

Detrás de la máscara sacerdotal del patriarca, Shion escondía una trepidante molestia que por momentos se tornaba en verdadera cólera. Cada gesto de Afrodita le parecía un reto a su autoridad.

 

--- ¿A que debo que se digne a descender hasta mi templo? --- dijo el asesino imprimiéndole un deje de  autosuficiencia a sus palabras.

--- Entremos en tu templo, esta conversación debe ser solo entre nosotros dos. --- dijo Shion encaminándose al interior del templo de Piscis.

 

Afrodita se incorporó, luego de sacudirse con un elegante movimiento, ingresó a su templo siguiendo al patriarca.

 

--- ¿Sobre qué hablaremos santidad? --- dijo Afrodita mirándolo fijamente.

--- Sobre Aioria de Leo. ---- Afrodita no dejaba de mirarlo, ¿sospechaba de él?

--- No veo que tengamos que hablar sobre él, no me interesa hablar acerca de él.

--- Pero a mí sí. --- dijo Shion, Afrodita pudo sentir la intensa mirada del patriarca sobre sí.

--- ¿Qué es lo que quiere de mi, Santidad?

--- Tú ayuda para Aioria.

--- ¿De que manera podría ayudarle yo? --- dijo el sueco con fingida inocencia.

--- Afrodita, los dos sabemos que tú podrías ser quien le salve.

--- ¿Yo? ¿Cómo? Soy un simple santo venido a menos, alguien que ha caído de la gracia de su diosa ¿por qué pedirme a mí, un simple humano insignificante lo que con toda seguridad tu diosa haría bastándole un simple gesto? --- Afrodita notó lo alterado que estaba el cosmos del patriarca, había dado en el punto exacto.

--- Tú sabes que no es posible, ella no vendrá por qué...--- Shion s detuvo antes de decir demasiado, sin embargo, los labios de Afrodita se curvaron en una suave y cínica sonrisa.

--- ¿Por qué  han pasado veinte años? ¿Es eso lo que ibas a decir? --- la cáustica sonrisa en los labios del sueco le indicó a Shion que ese era el punto exacto al que desde el principio Afrodita quiso llevarle, y él había caído inocentemente.

--- ¿Qué tanto sabes? --- dijo el patriarca sabiéndose descubierto.

--- Lo suficiente como para estar un paso delante de ti, delante de todos aquí.

--- Piscis, sabes que no es conveniente hablar de eso, se supone que nadie aquí lo sabe.

--- Lo que no me queda tan claro es como es que tú lo sabes... sin embargo, no tiene importancia... ¿temes que si lo saben van a comenzar a organizar una revuelta? ¿una rebelión contra la diosa? --- dijo Afrodita a punto de reírse.

--- Ellos no están preparados para saberlo aún Piscis. --- dijo el patriarca con dureza.

--- Si deseas que siga de esa manera.... Será mejor que me dejes en paz, no te metas en mis asuntos patriarca y yo no me meteré en los tuyos.

--- Tengo que hacer lo necesario para salvar la vida de Leo.

--- Ya escuchaste mi precio patriarca, tómalo o déjalo, la oferta no va a estar mucho tiempo sobre la mesa.

--- ¿Por qué crees que ellos confiaran en tu palabra? No va a bastarles con que tú lo digas.

--- ¿Qué te hace pensar que solo cuento con mi palabra para sostener lo que digo? Estoy preparado santidad. - aquella sonrisa le heló la sangre, era verdad lo que Dohko había percibido en él, Afrodita de Piscis estaba en pie de guerra.

--- No te atreverías...

--- Pruébame.... Ya una vez tocaron aquello que era mío... no voy a permitir que nadie más lo haga, si alguien se atreve a hacerlo, esta vez las consecuencias no van a hacerse esperar. Estoy vivo patriarca, vivo y dispuesto a defender lo que es mío. Esta vez no habrá límites ni frenos cuando tome venganza...

--- No puedes...

--- Puedo, soy perfectamente capaz de hacer todo lo necesario para hacer realidad mis deseos. Meandro me entrenó bien, me hizo capaz de matar, de destruir, refinó mis instintos asesinos y me hizo capaz de controlarlos y encausarlos a mi conveniencia. Tú no sabes matar santidad, si lo supieras, yo no estaría aquí ahora, Géminis tampoco... eres débil santidad... muy débil.

--- Mide tus palabras Afrodita.

--- Y tú mide las consecuencias de cruzarte en mi camino.--- los irises casi transparentes del santo de Piscis refulgían de furia. Shion notó la determinación en ellos, no era una furia ciega y destructiva, era una furia refinada, destilada y concentrada en un objetivo. --- Tranquilízate, santidad, no hablaré en tanto no te entrometas, mientras mantengas tus narices, y las de Libra, lejos de mis asuntos, de mi boca no va a salir ni una palabra.--- Shion se quedó callado, incapaz de replicar, incapaz de manifestar su cólera. --- Dígame, santidad, ¿cuándo van a enviarnos a recobrar las armaduras doradas?

--- ¿Por qué estás tan seguro de que irán ustedes? --- preguntó Shion, entendía que Piscis se refería al grupo de asesinos.

--- Simple, sí hay que matar, los elegidos somos nosotros. Somos los únicos  que tienen el coraje suficiente como para traerlas de vuelta al santuario al precio que sea necesario. --- Shion no se mostraba sorprendido, no en vano los asesinos eran los más enterados de todo cuanto sucedía dentro y fuera del santuario.

--- En una semana, son órdenes directas de la diosa.

---- Ese será tiempo suficiente para que el griego este completamente repuesto. Para entonces, este jardín volverá a ser realmente mío. --- dijo Piscis con una extraña sonrisa en sus carnosos labios.

 

Shion no quiso ni mirarlo cuando salió, mucho menos despedirse. Estaba nervioso, por el momento, lo que sabía Afrodita  era suficiente como para detenerle de hacer algo en su contra, no hacía falta que asumiera ser él el responsable de lo que sucediera con Aioria. el odio que le profesaba al joven león, era simplemente palpable, evidente, Afrodita era capaz de hacerlo, gracias a esa técnica que no sabía como frenar.

 

No podía comprender al retorcido ser en que se había convertido  Afrodita, había conseguido sacarlo de sus casillas y orillarlo a hacer lo que él deseaba que hiciera manipulando las cosas a su antojo y conveniencia.

 

Sin duda, Afrodita era más peligroso que nunca.


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