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Blanco & Rojo : Un amor en tiempos de guerra. por tiffadyu

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-“¡Tu! Cállate judío, o ¿quieres terminar así?”- Oí que gritaba Klum, me acerque y me adentre al vagón. Era el tercer vagón.

Ahí en el suelo yacía una mujer delgada de cabellos largos y lacios. Estaba muerta y sangrando.

-“Encárgate de ese, Isaak. Bastante de mi tiempo he desperdiciado en estas basuras.”- me dijo mientras apuntaba a un joven.

-“Después clasifícalos en útiles e inservibles…lo demás tu ya lo sabes. Que sea sorpresa para estos.”- finalizo y salio del vagón.

 

-“Anda, mátame. Idiota.”- me grito el muchacho. Lo observe con más detalle esta vez.

Era mas alto que yo de 1.87 metros mas o menos. Su cabello era negro y lacio hasta los hombros. Sus ojos eran verdes. De un verde sutil combinados con unos ligeros matices azules. Su tez era blanca y su rostro estaba siendo invadido lentamente por algo de barba.

 

Me sorprendió su insensatez. ¿No veía el cadáver? ¿No entendía que de alguna forma u otra iba a morir?

-“Tu nombre.”- le ordene mientras le enseñaba mi pistola.

-“Su ejercito uno de estos días ya sea lejano o cercano se terminara y su tiranía será consumada. Ustedes serán los malditos de la historia por siempre.”-

Me miro a los ojos, -“Heil. Lograron colarse al Infierno.”- dijo en forma de burla.

Yo estaba ahí perplejo y callado. Lo peor es que tenía tanta razón. Tanta razón porque era lo que yo mismo pensaba.

Le seguí apuntando con la pistola, una fusión de orbitas azules y verdes.

-“Herr, tenemos hambre.”- me dijeron unos cuantos con miedo.

Negué con la cabeza. Salí del tren jurándome a mi mismo que aquel anónimo joven iba a sobrevivir sin importar su sentencia de muerte heredada.

 

Día con día me era asignado vigilar los campos. Ahí estaban los que se podían llamar “con suerte” al menos por un momento.

No los íbamos a dejar ir, mas bien el plan era explotarlos como fuese, ya sea trabajando en los campos o siendo experimentos científicos. Si no morían por el trabajo, lo harían por las deplorables condiciones. Todos estaban en los huesos y rendidos.

-“Herr…mi madre ya esta cansada y tiene sed.”- se acerco una de las niñas que se habían salvado de las cámaras de gas, pero seguramente ya no le quedaba mucho tiempo.

La mire fríamente, ella solo se echo a llorar pero sin apartar su mirada de la mía. Me estrujaba el corazón, pero debía aparentar…no importaba que por dentro yo me estuviese muriendo por abrazarla y decirle que todo iba a estar bien.

-“No me importa, ni tu, ni tu madre, ni ninguno de aquí. A trabajar. Dile a tu madre que se levante, aquí se lucha para vivir, no se anda lloriqueando.”- dije.

La pequeña ya no insistió, le di la espalda y empecé a caminar.

-“No te apures, Nina. Tu madre estará bien pero es inútil pedirles algo a esos jodidos.”- dijo una voz conocida. Voltee y ahí estaba el. El que no sabía quien era. El anónimo insensato. Me le acerque molesto y con un movimiento rápido le puse la pistola en la frente.

-“No me cuesta nada jalar del gatillo.”- Su rostro se empezó a llenar de sudor. No era tan valiente como pensé.

-“Anda.”- replico. Ya era la segunda vez que me desafiaba. La segunda vez que le amenazaba con la misma pistola negra. Si no fuese por mi paciencia su cuerpo ya seria un desecho.

 

Juro que por poco jalaba del gatillo pero mientras más lo miraba mas me cautivaba. Me cautivaba su forma tan mortal de desafiar a la autoridad.

¿Cautivar? No. Según Hitler la homosexualidad era un defecto, una enfermedad de la sociedad.

¡Una maldición! Pero… ¿creía yo en los ideales de Hitler? No. Esta vez no fue solo mi paciencia lo que lo salvo, fue también mi confusión.

Baje la pistola y le dije, -“Ven conmigo.”- El no avanzo.

-“Es una orden. Si no haces lo que se te pide, tus acciones de rebelde perjudicaran a los de tu alrededor. Por ejemplo, con esa niña.”-dije.

Esta última frase lo hizo reaccionar. Ambos nos dirigimos a mi cuartel.

 

Abrí la puerta y la cerré con llave. Que diferencia entre el y yo. El apenas con ropas y yo con un uniforme abrigador. Se sentó en la silla y con mirada retadora me observo.

-“¿Me vas a volar los sesos en privado?”-pregunto.

Yo solo reí.

-“Bien merecido lo tienes pero me gustaría, me encantaría mejor dicho que tu gente viera lo que le sucede a los rebeldes como tu. ¿Qué te crees? ¿Su héroe?” hice una pausa para ver su reacción. –“¿Tu nombre?”-

Con el ceño fruncido me respondió, -“Erik.”-

-“Erik, ¿Cuándo lo entenderás? Aquí el único capitán es Hitler. Ni tú ni yo podemos cambiar la situación. En esta ocasión de toco perder a ti y a mi ganar.”-dije.

-“Aunque fueras un inocente metido en este embrollo eres un cobarde. Cargas una pistola e ignoras a los condenados. Para mi eres peor que los demás.”-me contesto.

 

Me le acerque, -“Que te quede muy claro. Aquí yo soy la autoridad y tú no eres más que una pieza del juego. No me retes, te ha tocado un buen superior para tu suerte, si no desde la primera vez te hubiera volado el cerebro. Un consejo, cállate y compórtate. Quizás eso te pueda salvar la vida…”-

 

Le ordene que se levantara de la silla y lo dirigí hacia el campo. Aquel campo plagado de gente haciendo mil y un tareas en un determinado tiempo. Debían cumplir con varias tareas al día, quienes no cumplían se iban a las cámaras de gas, aunque las cosas ya no eran tan sutiles. Ahora también eran mandados a piscinas heladas o eran electrocutados…

 


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